Partida Rol por web

El raído letrero colgante, mecido por la suave brisa nocturna, indicaba que estaban ante la posada Cuarto Menguante. Una seductora luz interior, que surgía de sus ventanas, invitaba al curioso grupo a entrar. El instinto cazador de Ludwig hizo que abriera la puerta antes que nadie, seguido por sus compañeros.

No había mucha gente en aquella posada de Rottweil. Una gran sala con diversas mesas y sillas y un par de chimeneas se mostraba ante los ojos del hombre. A su lado se colocó la mujer que lo había llegado hasta allí, la que la había salvado de aquellos cazarrecompensas. Antes de que se cumpliera la ejecución, ella había visto algo en él que aún hoy, tras semanas cruzando el Sacro Imperio Germánico, no terminaba de entender.

“Me llevarás a Altes Gestein”, le había dicho, con un peculiar brillo en los ojos. “La Vieja Roca nos espera.”

Ludwig observó detenidamente a la mujer. Gloria era joven, y bella a su manera, con una cobriza melena cayendo más allá de sus hombros. Era complicado definir el color de sus ojos, bailando entre el castaño y el tono de la miel. Pero no era su serena belleza su mayor fuerte: de alguna forma, tenía una especie de energía interior que la convertían en una líder sin igual. Ludwig había visto, además, cómo esa energía se convertía en algo maravilloso pero terrorífico en los momentos en los que la mujer entonaba en latín, gesticulando suavemente con sus delicadas manos… había visto cosas extrañas en su vida de cazador, pero aún no se había acostumbrado a los hechizos de la maga.

Entonces, Kuanstor el Oso se colocó junto a Gloria. Alto y fornido, de larga melena clara y ojos azules, el hombre se había mostrado serio durante todo el viaje. Como la mujer, era mago, pero muy distinto a ella. Lo había visto convertirse en oso en cierta ocasión, despedazando con sus garras a cierto infeliz bandido. Desde luego, era obvio que tenía algún tipo de relación amorosa con Gloria, pero ambos parecían cómodos intentando ocultarla.

La voz de un anciano interrumpió el análisis de Ludwig. Los ojos de éste brillaron con inteligencia.

-Mis señores… -bajó un poco la voz-. Tenemos una sala más acorde a gente con… vuestro Don.

Con pasos rápidos para su edad, el hombre guió a los aventureros hacia una de las puertas de la sala. Dio dos golpes en ella, y un segundo después dos más, y ésta se abrió. Con una leve reverencia hizo al grupo entrar. Ludwig dejó pasar a los dos magos, y luego al resto del variopinto grupo: la pequeña Klara, el mercenario de Iberia que respondía al nombre de Rodrigo, Hans el caballerizo… una docena de personas de diverso origen, unidos bajo la visión de Gloria.

La otra sala parecía idéntica a la anterior, pero con una importante diferencia. Incluso para Ludwig, era obvio que casi todos allí eran magos. Había uno de los que Kuanstor llamaba Boinas Rojas; también una joven chica vestida con una larga túnica carmesí dando de comer a un pequeño wyvern. Klara, con la inocencia de sus diez años, corrió hacia ella para ver al curioso animal, que Ludwig había cazado en una ocasión… aunque un espécimen con diez veces el tamaño de aquella criatura. El grupo se acomodó en la sala, pero solo un minuto después la puerta volvió a abrirse. Uno a uno, los desconocidos pasaron por el umbral…

Un hombre alto y de aspecto cuidado y noble…

Un gigante de rostro duro…

Una pálida muchacha de descuidada melena negra y mirada insegura…

Un anciano de piernas cansadas y ojos tristes…

Una joven muchacha con arco y carcaj a su espalda…

Una niña…

Un veterano guerrero canoso con su rostro marcado por las cicatrices de la guerra…

Un desafiante hechicero de túnica azul…

Un árabe de ojos brillantemente azules…

Un desaliñado hombre de aspecto fornido…

Un joven monje…

Klara dio un respingo en ese momento, al parecer asustada por el wyvern, y salió corriendo por la sala. Chocó contra el anciano que acababa de entrar.

-Disculpad, mi señor –dijo la pequeña. Ludwig vio cómo los ojos del anciano se abrieron de par en par, realmente sorprendido…

-¿Cómo te llamas, encanto? –le preguntó, con un leve temblor en la voz.

-Klara –la niña sonrió, y siguió corriendo por la sala, inmersa ahora en un juego que solo ella conocía.

Gloria se acercó a los recién llegados.

El raído letrero colgante indicaba que estaban ante la posada Cuarto Menguante. Una seductora luz interior, que surgía de sus ventanas, invitaba al grupo a entrar. Los hechizados guardias se despidieron cortésmente, y Caduceo abrió la puerta, seguido por sus compañeros.

No había mucha gente en aquel lugar. Una gran sala con diversas mesas y sillas y un par de chimeneas se mostraba ante los ojos del grupo. Casi inmediatamente fueron atendidos por un anciano, que los miró con ojos inteligentes.

-Mis señores… -bajó un poco la voz-. Tenemos una sala más acorde a gente con… vuestro Don.

Con pasos rápidos para su edad, el hombre guió a los aventureros hacia una de las puertas de la sala. Dio dos golpes en ella, y un segundo después dos más, y ésta se abrió. Con una leve reverencia hizo al grupo entrar. Yaun Elur tuvo que agacharse para hacerlo, pues esos techos no estaban adecuados a su altura.

La otra sala parecía idéntica a la anterior, pero con una importante diferencia. Era obvio que casi todos allí eran magos, al menos en apariencia. Pudieron reconocer a un Boina Roja, uno de los mensajes de la Orden de Hermes; también vieron a una joven chica vestida con una larga túnica carmesí dando de comer a lo que parecía un pequeño wyvern. Mientras entraban, una pequeña chica chocó contra Otto.

-Disculpad, mi señor –dijo la pequeña. Los ojos del anciano se abrieron de par en par… se parecía tanto a ella, pero no…

-¿Cómo te llamas, encanto?

-Klara –la niña sonrió, y siguió corriendo por la sala, inmersa en un juego que solo ella conocía.

-Parece que esta noche tenemos más invitados de lo usual… Oh, disculpad mis modales, sodales… soy Gloria ex Tremere, y vengo a estas tierras a fundar una nueva Alianza…

Algo intimidado por la variopinta concurrencia, el cazador procuró retirarse a un lugar más apartado, fuera del foco de atención que su compañera Gloria acababa de crear con sus palabras. Se rascó la barba con gran interés y llamó a su lado al joven Anfänger, que observaba inquieto a la pequeña wyvern. Le acarició tras las orejas para calmarlo mientras le susurraba algunas palabras suaves.

Gloria era una mujer extraña, y se comportaba de manera extraña. Pero representaba una gran oportunidad para él y estaba dispuesto a permitirle todas sus rarezas. Al parecer era ella quien había reunido allí a toda aquella gente, Ludwig incluído, por algún motivo. "Altes Gestein... fundar una nueva Alianza..." Todo aquello le resultaba incomprensible, y Gloria se disponía ahora a explicarlo. Ludwig prestó atención a lo que tuviese que decir.

Lo primero que dejó traslucir el rostro del anciano fue sorpresa, a aquella sensación la siguió el desconcierto que duró tan sólo un instante. Su cuerpo había menguado en fuerza y destreza con el paso de los años, pero su mente se hallaba quizás más afilada que antaño. Tal vez por eso luego de aquel instante turbio, en sus ojos se encendió el fulgor de la comprensión.
Se sintió emocionado, excitado, era la única explicación lógica, tenía que serlo. Quizás fue a causa del poder de la estela, quizás por intervención divina pero se les había obsequiado una oportunidad increíble.

-Señora, disculpe mi urgencia pero debo hablar con vos en privado.- se acercó bajando la voz y en un susurro dijo

-Quisiera compartir algo sobre el futuro de vuestra alianza. Altes Gestein caerá el primero de abril de 1214-

Cristóbal no daba crédito a lo que le estaba pasando: la noche anterior había visto caer a la Alianza para, tan solo unas horas después, volverla a ver erguida y, ahora, después de que la realidad se hubiera hecho añicos, se encontraba frente a la fundadora de Altes Gestein. El cruzado decidió permanecer callado, observando, sin saber muy bien si lo que estaba ocurriendo era sueño o realidad.

A Caduceo le volvió a sorprender la situación. Cuando ya pensaba que sus objetivos eran claros y que pronto los podría ver realizados, de nuevo las circustancias requerían que se adaptase y olvidase, por el momento, sus anhelos.

Si esa era la auténtica Gloria, y no eran víctimas de algún hechizo de ilusión, lo cual era poco probable, eso quería decir que habían vuelto al pasado, o mejor dicho, que todavía no habían regresado al presente.

Pero en esta ocasión había una diferencia, y era que esta realidad alternativa, o pasado, se encontraba tan relacionado con su realidad, o presente, que quizás pudiera influir en este de manera favorable. Por lo que, sopesando pros y contras, decidió que sería buena idea advertir, a la Gloria que tenían en frente, de los peligro a los que debería enfrentarse en un posible futuro no muy lejano.

Pero Caduceo no quiso llevar a cabo una acción, potencialmente tan imprevisible, sin contar con la aprobación de sus compañeros. Por lo que aprovechando que Gloria estaba distraída con la conversación de Otto, les consultó la idea en tono bajo, para que ningún oído indiscreto pudiese enterarse de ello.

Enelya reconoció a una bella y joven Gloria. Como el resto de los compañeros, Enelya trataba de asimilar la imagen puesto que horas antes vieron como Gloria moría por  su Alianza. No había duda de que habían vuelto al pasado.

- Gloria… Soy Enelya – dijo evitando su tono de sorpresa.

La chica miró a los acompañantes de Gloria, algunos  de ellos le eran conocidos: criados, el caballerizo, los Defensores de Altes Gestein.  También estaba Rodrigo y alguien que se parecía mucho a Kuanstor el Oso. Sin duda estaban a punto de formar la Alianza. La joven miró al Capitán esperando que reconociera a su Segundo en Mando, Rodrigo. Y Klara, ahora era una pequeña niña de la misma edad que Liara.

Conteniendo el impulso de advertirle a Gloria, Caduceo se volvió.
-Quizás estemos aquí para avisarlos… -comentó en el mismo tono de voz que Caduceo.
 

"Otra oportunidad" pensó Nuruk. Y ese pensamiento inundó de tal modo su mente que dudó si en realidad lo había dicho en voz alta. Por un momento miró a su alrededor temiendo su propia imprudencia, pero nadie pareció haberse percatado de sus pensamientos. ¿Cuánto habrían retrocedido? ¿Unos diez años?

Nuruk no estuvo en la fundación de la Alianza, pero sí alguno de sus compañeros. ¿Los reconocería Gloria? ¿Qué pasaría cuando se encontrasen a si mismos?

De pronto se dio cuenta de dónde estaba él mismo hace diez años, y comenzó a temblar hasta el punto de no poder contenerse. Un sudor frío perló su mente y se sentó, mareado, en la silla más cercana que encontró.

Otra oportunidad... otra valiosa oportunidad.

 Habíamos viajado en el tiempo, una oportunidad de avisar a los nuestros de los acontecimientos que habíamos vivido y que se preparasen para ellos y nos les pillaran con la guardia baja.

 Miré a los ojos a la hermosa Enelya y le respondí, susurrando igualmente:

 - Yo también estoy de acuerdo contigo, podíamos avisarles y que tuvieran tiempo para prepararse contra ese misterioso enemigo.

 Podríamos salvar muchas vidas con ello, incluida la de la propia Gloria.

Todos observaron cómo Gloria se apartaba de Otto, mirándolo con cara extrañada. Entonces, sonrió.

-Anciano, creo que los años empiezan a pesar en vos. ¿Qué es eso de que dentro de siete años mi Alianza va a caer? Ni siquiera tengo una Alianza aún... pero Ludwig y Kuanstor se encargarán de encontrarla para mí.

-Los años- sonrió Otto y se acercó a la mujer para continuar hablando en susurros

-Harías bien en no juzgarme por mi apariencia y lo increíble de mis palabras. Ante ti tienes a los sobrevivientes de tu alianza. Si quieres más detalles te recomendaría bajar la voz y tener una charla privada con nosotros. No estoy bromeando pequeña.-

Bernadett no entendía del todo lo que ocurría, solo imagino que por el desconcierto de sus compañeros, seguían ocurriendo sucesos extraños. Vio a Nuruk, definitivamente algo pasaba y le molestaba enorme mente no captar la situación con  claridad...

Tímida, se acerco a Nuruk casi tartamudeando a causa de la pena que sentia, logro hablarle aun que evitaba mirarle a la cara:

- que... que pasa?... tu.. mm ... te encuentras bien?...

Por la respuesta de Gloria, Caduceo se dio cuenta de que Otto se había adelantado a sus intenciones, y que algo irresponsablemente había decidido contarle lo que sabíamos. Por lo que algo molesto con la actitud individualista de éste, sin esperar respuesta de sus compañeros, se acercó a él y agarrándole firmemente por un brazo le dijo:

-Otto, buen amigo, ¿no crees que esos temas que tratas con Gloria son del interés de todo el grupo, y que por tanto deberíamos tratarlos a media voz, para que nadie al que no le interese se entere, pero no en susurros?

Nuruk trató de sobreponerse, fingiendo calmarse. No quería llamar la atención. Pero el resplandor de sus ojos no se apagó y las piernas aún le fallaban.

"No, Bernardett" respondió a la joven. No quería mentirle. "No estoy bien. Hemos retrocedido unos diez años...¿acaso no hay nada que quieras cambiar en ese tiempo?"

Perpleja por las palabras Nuruk, Bernardett intentaba asimilar la información…  si, había un montón asuntos que quería cambiar, muchas veces deseo poder tener una oportunidad para cambiar las  cosas… entonces, era esta la oportunidad que tanto pedía?

La chica no dijo palabra, solo miro a Nuruk con ojos tristes, pero con una pequeña sonrisa en el rostro, de esas sonrisas que solo salen cuando se siente un poco de esperanza...

Bernardett miro a la que se hizo llamar Gloria…

- quien es ella? – pregunto a Nuruk…

"Es Gloria"respondió Nuruk a la muchacha. "Gloria ex Trèmere. Nosotros vivíamos en una Alianza, Altes Geisten, que fue atacada la noche en que tú... " Nuruk se contuvo, consciente de que a Bernardett no le gustaba demasiado esa parte de si misma "... la noche en que nos conocimos, por los encapuchados que viste. Gloria, quien... va a fundar la Alianza, murió esa noche. También Kuansor, de quien está hablando."

Nuruk se recostó y su respiración se relajó. El resplandor de sus ojos se hizo un poco más tenue.

"Parece que ha pasado una eternidad".

Lo que de verdad se estaba preguntando Nuruk era el porqué. Nada, absolutamente, ocurría sin una razón y le resultaba extraño que precisamente ellos hubieran regresado, por una casualidad del destino, para enmendar los errores personales cometidos. Contra sus deseos de volver inmediatamente a Pirineos (más aún, a Salamanca) el mago azul se planteaba que, si de verdad necesitaban tanto tiempo para evitar lo ocurrido, aquel ataque a Altes Gestein tenía una historia muy larga, una historia que estaría a punto de comenzar... y en la que fuerzas por encima de la magia estaban implicadas.

Pero, por muy importante que fuera todo aquello, era una oportunidad tan valiosa...

"Bernardett" dijo, buscando sus ojos con la mirada "¿Tú me ayudarías?"