Partida Rol por web

Hicieron falta varios minutos para convencer a Daisuke, pero finalmente asintió ligeramente tembloroso y cogió las dos vendas que le tendió una contrariada Aiko. Dando unas últimas indicaciones a Kuchiki -asegurándole que se encontrarían a las afueras del pueblo más grande del distrito sesenta y dos, al noroeste de dónde se hallaban en esos momentos- y entregándole un objeto que guardaba en su kimono, el instructor hizo colocarse a catorce de los aspirantes en un círculo compacto a su alrededor y después activó la venda para desaparecer en un torbellino de cinta blanca.

Mirando con furia a los shinigami que se desvanecían, Matsuyama se giró hacia sus aprendices- Muy bien, parece que no tengo otro remedio... -su mano se estiró para que una mariposa infernal -que parecía salida de la nada- se posase en su dedo. Tras susurrarle unas palabras inaudibles, la mensajera desapareció tan rápido como había llegado y Aiko se metió en una de las habitaciones laterales.

Sin saber muy bien lo que hacer, los aspirantes de la décimo segunda esperaron unos instantes en el pasillo principal, parados en mitad del paso hasta que su superior volvió a aparecer con unos pequeños tubos de cristal- Tomad -les dijo, dando un buen puñado de ellos a cada uno- Me han llegado noticias de que en el distrito sesenta y dos han aparecido unos cuantos sujetos con habilidades especiales -les explicó con sistemática rapidez- Así que iréis allí escoltados por un grupo de la segunda división y cogeréis muestras del reiatsu de dichas personas.

Sólo tenéis que acercar uno de los tubos a su cuerpo -les explicó el procedimiento con el mismo tono que emplearía para enseñar a un niño particularmente lento- Éstos se llenarán del reiatsu del sujeto ya esté vivo o recién muerto... ¿lo habéis entendido todo?

-“Bien, entonces somos nosotros 4 comencemos el viaje, alguna duda o sugerencia antes de que partamos?”-dije guardando la venda pequeña en mi kimono…

Shieru asintió comprendiendo las palabras.

-¿Que clase de sujetos?

Había un rumor de que no solo se trabajaba con Hollows en ese sector en cuanto a experimentación.

En apariencia son almas normales -contestó la instructora- por lo que tendréis que esperar a que utilicen algún tipo de habilidad especial para reconocerles... puede que simplemente sean inhumanamente fuertes o rápidos -hizo un gesto con la mano para quitarle importancia- En cualquier caso, no creo que os suponga ningún problema.

Mientras hablaba, Aiko se fue moviendo hacia la pequeña repisa dónde había dejado las dos vendas que no se habían llevado el grupo de la sexta, y tras comprobar que estaban en buen estado se las entregó al aprendiz con gafas que esperaba junto a Shieru- Ya las he preparado para que os lleven al lugar adecuado: sólo tenéis que colocaros juntos e introducir un poco de reiatsu en ésta para que os transporte hasta allí -señalando una de las cintas- Cuándo creáis que habéis terminado, usad la otra para volver.

El aspirante asintió sonriente ante las indicaciones de Matsuyama, y sin perder un segundo se acercó hacia sus compañeros mientras alzaba por encima de su cabeza la venda que usarían. Pasaron unos instantes sin que nada ocurriera, pero de pronto la cinta pareció emitir un ligero brillo y después se desenrrolló en una espiral que envolvió a los cuatro aprendices y les cegó momentáneamente.

Cuando por fin empezó a detenerse y cayó al suelo con un susurro, los reclutas pudieron ver que ya no estaban en el cuartel de la décimo segunda: se hallaban en mitad de un pequeño claro, rodeados por un bosquecillo de árboles jóvenes y con una colina a pocos metros frente a ellos. Y, como no tardaron en descubrir, seis figuras de aspecto amenazante les rodeaban.

Sólo que procures no quedarte atrás -se rió la joven noble, mirando a Hikaru con cierto aire de superioridad- Intentaré no dejarte muy mal delante de nuestros compañeros, pero no estoy muy segura de que pueda conseguirlo -por debajo del tono arrogante de su voz, se adivinaba una completa seguridad en sí misma.

Shieru se preparó, con relativo poco entusiasmo ante la idea de un combate. No conseguía compenetrar demasiado con su arma (mas bien nunca le había prestado relativa atención). Pero al menos agradecía su suerte:

-Parece que fue rápido ubicar a los...especímenes... -comentó.

Justo antes de que los aprendices sacaran sus zanpakutô para defenderse de aquellas figuras, la primera de ellas dio un salto atrás y les hizo volver a la realidad. Estaban rodeándoles -de eso no cabía duda- pero tras apenas un segundo pudieron percatarse de que todos llevaban ropas de shinigami... todos menos la mujer que había retrocedido, que lucía un vistoso kimono de color rojo.

La primera parte del viaje transcurrió en apenas unos instantes, con el paisaje cambiando a su alrededor como si fuese un borrón en movimiento. Mizuki demostró poder seguir el ritmo de Hikaru con ciertas dificultades -aunque no consiguió superarle-, y llegó un momento en el que ambos estaban tan agotados que tuvieron que hacer un alto para descansar.

Habían gastado su reiatsu hasta límites insospechados, por lo que decidieron quedarse meditando en una zona rocosa mientras esperaban a los dos shinigamis que les acompañaban. Allí pasaron la mayor parte de la mañana, aprovechando para comer de las bolas de arroz que unos campesinos de la zona insistieron en darles, y ya a primeras horas de la tarde retomaron el camino hasta llegar al distrito cincuenta. Una vez allí, Hikaru alzó la venda que le habían dado por encima de su cabeza y los cuatro desaparecieron en una espiral de cinta blanca.