Partida Rol por web

La figura de la mujer permaneció en la cima de su recinto, sentada al borde del techo. Pese a ser poco ortodoxo, la gente a su alrededor había entendido que el encierro no era una opción para si misma. Por cualquier paseante que se detuviera a observar con detenimiento el horizonte donde estaba enmarcada su morada a menudo podía apreciarsele en ese sitio, su predilecto lugar de meditación. Era el punto mas alto, mas cercano al cielo, y donde el viento soplaba mas fuerte. La sensación de que este agitara el casi-etereo cabello le relajaba de sobre manera, y le llenaba de una serenidad y dicha indescriptibles.

Su aspecto, como el de todos sus hermanos, había evolucionado conforme mas tiempo pasaban en aquel pequeño paraíso terrenal, y daba una falsa impresión de humanidad en la distancia. Sin embargo ellos estaban demasiado ligados a su naturaleza como para siquiera desear, y menos aún poder, esconder a lo que estaban ligados. Esto se reflejaba tiñiendo su existencia física por completo de un tono afín a su caldo primordial, cualquiera que fuere. Ni cabellos, ni ojos, nada variaba en su coloración. Eran enteramente afines a su materia prima, a su esencia. Miró sus propias manos. En su caso particular, su ser deseó emular el color de las alturas.

Levantó la cabeza y sonrió, escuchando el rumor de las ráfagas de aire. Alguien le estaba hablando, en la distancia...el devenir de quienes se habían marchado parecía estar siendo bendecido, y sabía que eso auguraba la llegada de extranjeros. No era motivo de alarma, pero debía cuidar de adoctrinar bien a su gente para no dejarse dominar por la desconfianza. Por fortuna no era la primera vez que se detenía a escuchar los cantares de sus iguales. Quienes así lo deseaban estaban consolidandose como ejército bajo la dura mano de Roth, el acantilado rocoso de la Tempestad como solía apodarle la gente. Anciano y exigente, sabría como adiestrar y formar a los jovenes para enfrentar cualquier adversidad. Aunque esperaba que ese momento no llegara nunca.

Bajó entonces, la vista a la tierra. Allí, trabajando con devoción, una multitud de sueños que tomaban forma de pobladores en esa ciudad se encontraban trabajando la ciudad. En cada roca unida a la tierra, empezaban a verse intrincados tallados de runas. Tal como lo había dispuesto, era prudente grabarlas sobre su amada ciudadela. Sus poderes se activarían si algún dia eran necesarios.

Uriel tenia grandes planes para los elementales habian sido nomadas ,diferentes al resto d e razas quizas solo los tvus podrian haberlos comprendido pero eso era tiempo atrás.

Ahora eran una raza fuerte y poderosa debian ampliar sus miras construir un imperio tan grande que se extenderia por todo el continente central y dominara el nucleo de Albur.

Asi pues llamo a su mensajero y le ordeno que partiera junto algunos de sus hermanos de fuego y de

aire y en los pilares de ambos elementos creara 2 ciudades .

Dominia en el desierto de fuego y aerith en las montañas del cielo.

el segundo comandar avatar, que has puesto 4 PM como coste, no esta bien. Lo que cuesta 4 puntos es avanzar la ciudad, el avatar, puede intentar un avanzar ciudad, este cuesta 1 PM y se resuelve en dos pasos. Primero lo leo, y dependiendo lo buena de su descripcion le doy una dificultad u otra. Luego tiro el dado y si sale exito, logra su avance, si no, el punto no se pierde y puede usarse en el siguiente turno.
El avanzar raza/ciudad, cuesta mas y sirve para que el efecto sea seguro, sobre una ciudad o sobre toda la raza.

recuerda las coordenadas, sin ellas no las podre dar por validas en el mapa xD.

Perfecto ;)

La Perla de Pyaray estaba satisfecha con lo que los Hijos de la Sal venían haciendo. La primera ciudad fuera del océano profundo ya estaba establecida. Pronto comenzarían los intercambios comerciales y políticos, así que deberían prepararse para recibir nuevos huéspedes.

Sin embargo, lo que más preocupaba a la reina, era su propia seguridad. Desconfiada como todos los de su raza, no concebía poseer un bastión que no estuviera armado y defendido hasta los dientes. Cualquier intruso que osara  intentar alcanzar la ciudad por sus medios debía ser detenido en forma inmediata.

Sin dudarlo un momento, la gobernante de todos los sirénidos convocó a las cantoras más poderosas del reino. Ellas deberían conseguir, mediante su voz, que las  criaturas marinas crearan un intrincado laberinto lleno e trampas que impidiera a los extraños entrar en la ciudad sin autorización.

Además, era hora de conformar una guardia real. Como toda líder de un pueblo, su seguridad estaba por encima de los demás. Por ello, los más fieros sirénidos, hábiles en combate cuerpo a cuerpo, conformaron una escuadra de élite, encargados de dar su vida por mantener a salvo a su señora.

Para darle un poco mas de tiempo a los mas rezagados, cerrare el turno sobre las 7 de esta tarde, cuando vuelva de curso.

Las olas del mar presagiaban que el primero de sus mensajeros había llegado a su destino.

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A las puertas del templo leonido, arribó con aplomo y respeto un ser ageno a la raza que allí habitaba. Elegante tanto en su forma de andar como en sus gestos, aquel hombre cuyos contornos estaban teñidos del color del oceano puso un pie en ese extraño sitio. Por alguna razón le habían enviado allí, y aunque no se sentía amenazado ni abrumado, extrañaba ya las aguas de la Tempestad. Fue larga su travesía hasta las montañas, solo por dar evadir totalmente la ciudad vecina de los Har-Ail. Sin embargo, él era el primero de varios en emprender los primeros pasos para conocer mejor a las demas poblaciones. Se presentó a la entrada del lugar y no opuso la menor resistencia ante los guardianes que pudiesen detenerle. Solo hizo hincapié en el fragil pergamino que llevaba, esperando que llegara a quien debiese.

Los ideales de la Llama Blanca han alcanzado nuestras lejanas tierras. Desde nuestra lejanía, os enviamos saludos y respetos, valientes paladines. Somos los hijos de la madre tierra, aquellos que vivimos y nacemos de sus origenes fundamentales. Deseamos sinceramente empezar a conoceros, y quizá con el tiempo y la paciencia, nuestras culturas puedan fraternizar sin recelo alguno. Vuestra reútación os precede, y nos honraríais aceptando esta humilde invitación de nuestra parte. Habréis de perdonar la brevedad de la misma, pero es mejor decir solo lo primordial a haceros perder tiempo con rodeos. Nuestro representante, estará encantado de ofreceros guía hasta aqui, si deseáis ser bienvenidos a visitar nuestra ciudad.

Concilio de Roca de la Ciudadela Tempestad.

El tiempo pasaba, y de la misma manera que la mayor cualidad de un gigante era su sed de conocimiento, su peor defecto era la impaciencia, los emisarios no habían vuelto, no habia habido respuesta de los tvus ni los Kohiri, les habían ignorado. El Rey Gigante Kilombo montó en cólera berserker destrozando a su paso cuanto encontraba y teniendo que ser reducido por ocho gigantes del consejo de eruditos.

Pero habia algo que no podía negarse, el resto de razas ignoraba a los gigantes, creaban ciudades a gran velocidad y eso era tremendamente peligroso, los gigantes no podían permitir que en su llanura se formaran más ciudades que competirían por los escasos recursos de los que ya se disponían. Por ello el consejo de eruditos decidió crear una facción, directamente bajo las órdenes del consejo de Eruditos, se forjó el estandarte de la nueva facción militar de los gigantes.

Los mejores herreros de Albur: Los gigantes, pusieron al rojo vivo las ascuas de sus forjas y empezaron a apuñalar el hierro con sus martillos, la ciudad de Talruum debía ser defendida, no podía volver a caer, y de nuevo, alrededor de la ciudad, una amenaza se cernía, hacia falta una defensa radical

Desde sus aposentos en lo alto de la ciudad, Jonsu observaba su ciudad. Por el mercado principal cientos de seres de todas las razas compraban y vendían, y en muchos casos eran comprados y vendidos. Por el puente de piedra que llevaba a la ciudad siempre se podían ver caravanas entrando y saliendo de la ciudad, con los atentos Nyrv vigilando desde lo alto sus movimientos.

Después de su construcción hace unos pocos años, la ciudad había crecido sin descanso. Todo iba a la perfección, y Jonsu había sido autorizado por Magnus para su próximo proyecto: la creación de una fuerza militar creada con el único propósito de vigilar y proteger la Ruta de cualquier bandido o atacante indeseado, así como impedir cualquier escape no deseado. En ese momento el primero de los Nyrv encargado de esto partía con dos mas de sus congéneres, preparados para patrullar la Ruta de punta a punta. Decenas seguirían.

 El sol de Oriente acepto al emisario gigante, le dio alojamiento comida y bebida mientras los jefes y los chamanes deliberaban. Durante 8 dias se reunieron y Todor el emisario empezó a impacientarse y a enfurecerse.

Al cabo de 8 dias Hipocea acompañada por sus consejeros y oráculos concedió audiencia al emisario en medio de la ciudad.

-Escucha Todor de los gigantes, porque El Camino te habla, y aunque tu propuesta no es grata aun no es el momento. Dos años y un dia tendras que permanecer en Sol de Oriente antes de obtener una respuesta para tu Rey-

Todor el emisario se alzo furioso bramando contra esta exigencia y amenazando con derribar la ciudad, pero sus bramidos y su furia duraron poco, en cuanto levanto su puño una debilidad llego a sus piernas, al dar el primer paso hacia los dirigentes Kohiri su vista se nublo y noto pesada la cabeza, con el tercer paso callo al suelo e inmediatamente empezó a roncar

Hipocea se acerco hacia el gigante caido sin ningún miedo -has elegido tu camino, el Oraculo dijo que deberias permanecer aqui, pero no dijo como, duerme hasta que llege tu momento- 

Asi lo dejaron durmiendo durante dos años y un dia.

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Siempre habia en Sol de Oriente (como en casi cualquier ciudad) una población de Vurmaks, ruidosos e irresponsables seguian el camino a su manera y al cumplirse el primer año del sueño de Todor la Guia Hipocea se reunio con varios de ellos. Eran jovenes, vivaces e irrespetuosos, muy diferentes de los oraculos

-escuchadme hermanos pequeños, todo el continente hierve de actividad, las razas se expanden como las langostas, forman ejércitos y se vigilan con desconfianza. Estas tierras son nuestras desde el principio de los tiempos y todas esas ciudades son nuestros súdbitos, aunque no lo sepan, cada dia nos dan su tributo-

Los Vurmak se revolvieron inquietos e interesados en saber en que consistía ese tributo, pero Hipocea continuo sin dejarles continuar

- Y siendo asi es nuestro deber velar por ellos, aunque ellos no lo reconozcan, y aunque tengamos que protejerlos de ellos mismos en ocasiones, para eso necesitamos ojos y oidos entre ellos. Los kohiri somos un pueblo antiguo, noble y orgulloso, poco dados al disimulo, pero el camino de los hermanos pequeños es el de la discrección, por eso os ruego que os hagais cargo de la vigilancia de los que ocupan nuestras tierras-

Uno de los Vurmak, no su lider ya que los Vurmak no tienen lideres, se adelanto -nosotros seremos los ojos, los oidos y las plumas de los hermanos mayores, nada ocurrirá en la tierra central que no sepan en Sol de Oriente-

Asi se formaron los primeros Vigias, la palabra se extendió entre todos los Vurmaks de Kohiri-Kand y pronto las noticias llegaron con rapidez a Sol de Oriente

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Dos años y un dia pasaron y  Todor se levanto, se encontraba algo dolorido y notaba la cabeza pesada, pero inmediatamente vio delante suyo un festin de carne asada y bebidas, asi como a Hipocea y sus consejeros

-Salve Todor de los gigantes, come y bebe todo lo que quieras pues eres nuestro huesped-

Diciendo esto Hipocea y los suyos se adelantaron y empezaron a comer y beber, Todor miro confundido un momento y luego acepto la comida ya que notaba el estomago extrañamente vacio. Cuando acabo el festín Hipocea hablo de nuevo

-Escucha la respuesta para tu rey, los kohiri aceptamos su propuesta, nuestros pueblos compartirán su sabiduria para mayor prosperidad de ambos. Dos emisarios viajarán contigo a Talruum donde se quedarán para aconsejar a tu señor en todo lo que puedan. Parte con el alba, esperaremos noticias de tu pueblo-

No creo que nadie postee ahora, pero por si acaso... TURNO CERRADO.

NUEVO TURNO.

Cuando podais y que no sea dentro de mucho tiempo, añadir las ciudades y avatares que faltan a la escena llamada Libros de textos.

Militarizar la pacífica Talruum era toda una novedad para los gigantes, ellos siempre habian vivido en la confianza de que, no meterse con el resto les garantizaba la paz. Pero no habia sido así, y Talruum habia sido destruida una vez por una horda de criaturas de inframundo: Tvus, Vandrer, Kohiris y Sirénidos cuyos pellejos colgaban y cuyos cuerpos avanzaban y se reconstruían una y otra vez. Pero... pese a esto, pese a la experiencia vidia, no era fácil cambiar las costumbres de cientos de años.

Hoyuh, quien habia levantado la muralla y habia implementado los horarios de guardias, se levantó una mañana para hacer él mismo la suya, encontrando la muralla totalmente desierta... ¿Donde estaban los guardias?

La respuesta era obvia, entre los gigantes jamás habia habido un deber, o una tarea impuesta por un oficio, ellos siempre habian hecho lo que les habia parecido dando sus frutos a la sociedad y dedicándose a todo. Y, habia dado la casualidad, que esa noche ningún gigante habia querido ocupar las murallas.

Hoyuh planteó esto al concilio de eruditos, ¿Como hacer para que se cumplieran los horarios? Dar alguna clase de incentivo iba totalmente en contra de sus creencias, por esto, se dejó en manos del ejército de Talruum, la nueva facción más belicosera y rencorosa de los gigantes, los gigantes acorazados de Talruum, pusieron su palabra a los pies del Rey Kilombo, de que jamás faltaría un gigante apostado en las murallas oteando el horizonte.

Es más fácil cumplir una tarea apelando a los principios que temiendo la pérdida del incentivo original.

El sonido de la muralla abriéndose alertó al consejo que se asomó curioso, y con los ojos como platos, pudieron ver a Todor remontando la anchísima calle, sorprendido por las medidas de seguridad adoptadas en Talruum los últimos años, junto a él los cascos de los primeros Kohiri que pisaban Talruum.

Pese a lo que hubieran pensado los Kohiri, no habia peligro de que los gigantes les pisaran, al contrario, la ciudad se abría a su paso, agachándose a su altura para observarles y lanzarles preguntas acerca de donde venían, y qué venían a hacer aquí, preguntas inocentes que hacian cosquillas en los enormes encéfalos de los gigantescos humanoides.

9 + 10 = 19 (por fin una tirada buena)