-¡Otra vez esos tipos! -murmuró Jacobo-. Llevan persiguiéndome tres días...
Elías salió a paso rápido y Jacobo lo siguió. Los tecnócratas miraban a la gente que salía del vagón, que no era mucha, y no tuvieron mucho problema en encontrarlos. Elías hizo contacto visual con uno y supo que le habían encontrado.
Era hora de moverse.
Tenía que improvisar, y tenía que hacerlo ya. Apretó el paso, y divisó a lo lejos al guardia de seguridad de la estación. Miró a Jacobo y asintió. Hizo fluir la Quintaesencia por su cuerpo, y justo cuando pasó al lado del guardia, impuso sus manos frente a él, e introdujo una orden sencilla en su mente.
- Los hombres trajeados son peligrosos. Debes llamar a las demás unidades.
El guardia de seguridad dudó, miró a los hombres y pareció preocupado por su actitud. Se acercó a hablar con ellos y los tecnócratas asintieron, hablaron y le enseñaron una placa.
El móvil volvió a sonar, insistente.
Aprovechando la distracción, Elías se escabulló en las escaleras, mientras cogía el móvil y echaba un vistazo para ver dónde estaba Jacobo.
-¡No me cuelgues, colega! ¿No ves que si alguien te puede salvar el culo soy yo? Ni se te ocurra salir a la calle: hay un dispositivo Tecnocrático fuera. Métete en el desvío a la línea 5. ¡Y corre, joder! -dijo la voz.
Jacobo seguía a Elías a su mismo paso, si no era más rápido. El recién despertado, al parecer, llevaba huyendo de los Tecnócratas bastante tiempo. Tiró de su acompañante y le preguntó:
-¿Y ahora, a dónde?
La marabunta de gente amenazaba con tragárselos, pero los gafas de espejo se dirigían hacia ellos. Y no se detendrían.
Elías miró a Jacobo.
- Desvío a la línea 5. Y corriendo.
El Corista se echó a correr, sin importar con quién tropezaba. No era momento de educación. Siguió pegado al teléfono para recibir órdenes.
-En treinta segundos va a llegar un tren en dirección a Chueca. Cógelo. ¡Date prisa!
Elías vio ante sí un tramo de escaleras considerable, por el que subía y bajaba la gente. Si quería bajar a toda prisa necesitaría ser muy ágil...
Elías miró a Jacobo.
- Date prisa. En treinta segundos tenemos que coger un metro a Chueca.
Siguió corriendo, y justo llegó al andén para subirse al vagón, tirando a una señora por el medio. Hubieron voces, y lo cierto es que Elías se sintió bastante mal, pero no miró atrás. Esperó a que se cerraran las puertas, y con ellas, la libertad. O eso creía. Cogió de nuevo el teléfono y se lo llevó a la oreja, esperando instrucciones. Entonces cayó en la cuenta.
Estaban en el metro. El metro no tenía cobertura. ¿Cómo demonios podía estar ese tipo contactando con él?
El vagón iba perturbadoramente vacío. Sólo Jacobo y Elías, jadeantes, rompían la monotonía de las barras de metal y los asientos de plástico.
La voz tomó aire.
-¡Joder! Por los pelos. Esos cabrones se han cagado encima, seguro.
Elías se tomó unos segundos para tomar resuello, antes de preguntar.
- ¿Quién eres? ¿De qué me conoces?
-En realidad no te conozco de nada, pero sé quién eres. Hace un rato me han abierto una ventana de chat y me han dicho que me conectase al metro. Tengo las cámaras conectadas a mi ordenador, ¿vale? Así que te he visto, he visto a los tecnócratas y me he decidido a salvarte el culo. Saluda. Estás en la tele.
La vista de Elías se desvió hacia la protuberancia oscura del techo y la cámara parpadeó brevemente.
-Me llamo Trece, por cierto.
Elías miró fijamente a la cámara, no sin un ápice de miedo en sus ojos.
- Gracias por tu ayuda, Trece. Eres un Despertado, entonces, presumo, ¿no es así?
-De los putos Adeptos Virtuales, sí -respondió él con voz simpática-. ¿Y tú? Oye, ese tío con pinta de yonki que va contigo qué es, ¿un Cultista?
Elías miró a Jacobo de reojo.
- No tengo ni idea. Lo acabo de encontrar. Es un recién Despertado con un fuerte Arcano. Pobre chico... Está tremendamente perdido.
-¿Con quién hablas? -preguntó Jacobo con el ceño fruncido-. Y oye, en el metro no hay cobertura.
Una voz automática resonó en el vagón:
-Próxima parada: Chueca.
Elías sonrió a Jacobo, y separó el teléfono de la boca.
- Se llama Trece. Es un mago, como nosotros, de los Adeptos Virtuales. Por eso puedo hablar con él sin que haya cobertura.
Luego, volvió a colocarse el móvil en la oreja.
- ¿Es segura la salida de Chueca, Trece?
Para contestación de Elías, el tren se detuvo. La luz se apagó. Todo se quedó a oscuras y en silencio.
-¡Mierda! -gritó Trece-. ¡Salid de ahí ya mismo! ¡Van a por vosotros!
Las cámaras, pese a todo, parpadeaban en rojo. Algo las estaba alimentando.
-¡Cojones! ¡¿Es eso un HIT Mark?!
- ¡Joder!
El estrés pudo más que la educación de Elías, y la palabra salió sola. Miró a Jacobo.
- ¡Nos vamos! ¡Van a por nosotros en serio! ¡Tenemos que buscar una manera de abrir la puerta!
Le cogió del brazo, con urgencia.
- Hay magia en tu interior, y posiblemente dentro de tí esté el poder para abrir esa puerta. ¡¡CREE Y ÁBRELA!!
Jacobo le miró con horror en la penumbra. Había un leve resplandor que procedía de fuera, de las luces de emergencia. El hombre no supo qué hacer, pero se le debió de ocurrir algo. Se volvió hacia un asiento, lo arrancó de dos patadas y lo utilizó para hacer palanca.
-¡Ayúdame, hombre!
Poco a poco, la puerta fue cediendo.
Una voz retumbó en el vagón. Procedía del sistema de megafonía.
-QUÉDENSE QUIETOS AHI, SUBVERSORES, Y NO LES PASARÁ NADA. RESÍSTANSE Y HABRÁ CONSECUENCIAS.