Partida Rol por web

Poco a poco la situación varía, con lentitud, pero con seguridad. La gente no solo parece estar dispuesta a ayudar, Necesita hacerlo, necesita sentir que en aquel nuevo mundo tienen una forma de afrontar las cosas. Al mismo tiempo, el tener un objetivo común les une, y el hecho de combatir, aunque sea de aquella peculiar forma, acaba con su miedo. Al menos por ahora.
Poco a poco el niño emerge del suelo, y se queda flotando a unos diez centímetros del suelo, intangible aún, pero momentaneamente a salvo.

Su ceño se frunció imperceptiblemente. El niño flotaba como un espectro, inmaterial e insustancial, sobre el suelo que era el pasillo de la nave. Qué ocurría más allá, con el mercenario y la mujer consumida por el odio y el despecho, no era su prioridad. Las funciones habían sido repartidas y él cumplía con la suya.

Sus ojos volaron una vez más al móvil, al juego con su Game Over pulsando como una luz de neón de un cabaret de mala muerte. Se acuclilló, confiando en que aquella gente haría lo que le correspondía ahora que habían descubierto que en la unión residía su fuerza. La mano se dirigió a la pantorrilla, a su puñal. Los dedos acariciaron la cacha de nácar antes de aferrarse a la empuñadura y desenvainar el arma. Un rápido y seco movimiento y estampó con fuerza la hoja en el aparato, confiando en que aquello pusiera punto final a aquel fenómeno y que Evereth recuperara su corporeidad.

El cuchillo tembló en tus manos al golpear con fuerza el suelo del avión. Varias chispas salieron de la pantalla del móvil procedentes del metal que pisábais, pero no de aquel teléfono que seguía intacto...e intangible, en el suelo.

Por una décima de segundo la perplejidad se dibujó en el rostro de Lerman al sentir cómo la hoja de su cuchillo resbalaba sobre el metal del suelo, arrancando chispas de fuego del mismo, mientras el móvil permanecía incolume. Fue la décima de segundo en la que tardó en darse cuenta de que el aparato poseía la misma condición de incorpóreo que Evereth. 

Se puso en pie, sonriendo al pasaje con la tranquilidad de quien parece confiado en sí mismo y en cuanto hace. 

-Lo están haciendo muy bien. Sigan de igual modo. Evereth, te necesito. ¿Ves el móvil verdad? ¿Puedes acercarte a él y cogerlo? -Lerman pensó que dado que ambos compartían la misma cualidad ello debía deberse a que de algún modo compartían una misma dimensión, un mismo plano que los separaba de ellos y de su propia realidad corpórea-. Quiero que hagas una cosa. Cuando lo recojas, apágalo. Tranquilo, sé que puedes hacerlo y que, además, lo harás bien. ¿Ves a tu madre? Ella también sabe que lo harás perfectamente. Piensa que estás en una piscina y que debes nadar en ella. Toma esto como un juego. Y sobretodo, no te asustes. Yo estoy aquí. 

El joven, su madre y todos los pasajeros se concentran en aquel móvil, y Evereth empieza a moverse, lenta pero calculadamente, hacia aquel teléfono que parecía esperarlo a él y solo a él.
¡Lo tengo, lo tengo!! empieza a decir cuando sus manos empiezar a rozar el móvil, y de hecho lo mueven. Lo tengo, lo ten¡¡PATACK!! algo enorme golpea el avión, cualquier piedra arrancada de la piel del planeta por aquella fuerza, aún así lo que te preocupa más es que jurarías que, junto con aquel sonido enorme y seco, había sonado un disparo, en alguna alejada zona del avión, donde solo podían estar la pareja y Liss...en principio.
Aunque no parece haber daños en el avión (que sigue volando sin más problemas) la gente ha vuelto a ponerse nerviosa y pensar solo en sus vidas. El joven vuelve a flotar, lleno de miedo, en dirección al lateral del avión.
Aún así, Evereth lleva el móvil en sus manos, asustado:
Me pide el código mama, me pide el código!! su madre aterrada intenta buscar algo en su bolso, pero con los nervios no es capaz ni de abrirlo. Esta vez si el chico se sale, lo hará al exterior del avión...

Dos pasos y se encontró junto a la madre. Poco o nada le importaba lo que hubiera golpeado el fuselaje. En cuanto al disparo... Vería qué hacer cuando procediera. Con un gesto seco arrancó el bolso de sus manos y vació su contenido en un asiento próximo tras abrirlo. 

-Dése prisa, señora. Evereth la necesita. Dígale ese código y lo volverá a tener entre sus brazos. Y en cuanto al resto -dijo con voz estentórea, imponiéndose al bullicio general-, ¡guarden calma! No es momento de olvidarse de que unidos tenemos una oportunidad. Aquí estamos a salvo -sentenció-. Yo cuido de ustedes. Cuiden ustedes de Evereth. Señora...

Es curioso darse cuenta de cuanto se asemejan el miedo y el valor...como se contagian, como se repelen. Un hombre gritando en un ascensor provocará el pánico; si otro se adentra en un lago helado y los demás ven que no ocurre nada, lo seguirán.
Y tu eres el hombre en el lago; la gente no se tranquiliza inmediatamente, pero si se calma lo suficiente como para que el desplazamiento de Evereth hacia el exterior se ralentice, lo que ayuda a tranquilizarse a su madre.
Esta busca una pequeña agenda y al momento dice unas cifras: cuatro-cuatro-dos-uno.
Evereth teclea frenéticamente las cifras y, tras un leve zumbido del móvil, ambos -terminal y chico- parecen cobrar peso y "caer" al suelo. Son apenas unos centímetros, pero en realidad es como si lo hubieseis rescatado del monte más elevado...el chico se abraza a su madre y la gente empieza a aplaudir y a abrazarse entre ellos. La azafata te abraza a tí, momentos después lo hace la madre de Evereth.
Oh gracias señor, gracias!

Aceptó los abrazos y los aplausos con la fría consideración de que no los necesitaba ni los merecía. Todo aquello no respondía realmente a un interés por el muchacho, cuya existencia en sí carecía de valor para él. Aquello había sido una práctica de campo, enfrentados a un enemigo desconocido, cuyas armas eran secretas y frente a las cuales no servían los métodos tradicionales de defensa y ataque. En medio del apocalipsis que vivían, alguien debía estarse carcajeando en su tumba si es que el señor Aaron había muerto. 

Tras soltarse de la mujer, alzó los brazos y él mismo aplaudió, un tributo destinado al pasaje.

-Lo han hecho muy bien. En nuestra unión radica nuestra fuerza. Algo tan viejo como nuestro mundo. Y de ello depende nuestra supervivencia -dijo con voz cadenciosa. Necesitaba que aquel heterogéneo grupo continuara funcionando como un solo organismo y que no se produjeran nuevos accidentes como el de Evereth-. Ahora les ruego tomen asiento y, por favor, no enciendan ningún aparato electrónico o similar. Mejor prevenir que lamentar -cuando concluyó, avanzó un par de pasos, hasta el lugar donde había caído el móvil. Lo recogió y lo miró con ojos críticos. Cuatro, cuatro, dos, uno, repitió remarcando una combinación que ya no olvidaría-. Si me lo permite, me gustaría quedármelo hasta que acabe el vuelo de cara a evitar nuevos incidentes. Pero podría decirme una cosa, ¿dónde compró el móvil? Y entiendo que hace poco pues ni siquiera recordaba el código de seguridad. 

Tenía urgencia por acabar con aquella conversación, pero necesitaba saber. Aun así, en su cogote sentía el aliento helado de quien está acostumbrado a fiarse de su instinto. Algo no iba bien más allá de aquel móvil. Habían sufrido un impacto e ignoraba la causa y las consecuencias. Y aquel par de estúpidos no habían regresado aún con la señora Liss. Sí, definitivamente las cosas no iban bien. 

El chico te responde:
Lo compré en unos grandes almacenes, hace una semana, es el último modelo L-Block y hice una noche de cola para tenerlo... luego te lo da sin ningún pesar, mientras te lo guardas su madre vuelve a abrazarte

Muchas gracias por salvar a mi hijo, muchas gracias señor!!

Paul y Isabella entran en el compartimiento de primera clase junto cuando la madre de Evereth le abraza:

Muchas gracias por salvar a mi hijo, muchas gracias señor!!

El chico aparta a su madre suavemente, con una inclinación de cabeza llena de gratitud te da las gracias.
Vamos dejemos al señor capitán, tendrá que hacer más cosas le dice a su madre...

El resto de tripulación conversan entre ellos animosamente, dirigiendo de vez en cuando sonrisas y gestos de aprobación al capitán.

Sonrió inconscentemente ante las palabras de aquel crío que hablaba como un adulto, una sonrisa que desapareció ante la visión de la llegada del mercenario y la mujer.

-En efecto -afirmó revolviendo el pelo de Evereth. 

Unas pocas zancadas lo aproximaron a los recién llegados. Por el momento no los veía acompañados de nadie y aquello no le gustaba. Aun así, se mostró paciente esperando a que le dijeran algo. Y esperaba que fuera rápido y conciso, ya que estaba deseando entrar en la cabina y comprobar qué había pasado.

Paul observó como habían cambiado las tornas en aquel avión, de repente parecía que la tripulación lo adoraba. En el momento en que ve al joven a salvo siente más que nunca haber vuelto con las manos vacías. Aunque eso, bien mirado, tampoco era cierto.
Pillamos a Lyss hablando con un grupo del bloque en los aseos, la apunté con el arma para que dejara aquella comunicación y me explicara que estaba haciendo. Me dijo que había contactado con un espía infiltrado en el grupo de un tal Jhonson, y que estos habían encontrado el lugar donde esta Aaron. Nos dijo que en un pozo a un par de horas de camino siguiendo la dirección actual. Buscaremos en alguna tablet dicha ubiación y si recordamos haber estado allí, ya tenemos el lugar. Pensó para sí las siguientes palabras. Lyss, si realmente era ella, ha muerto. Dijo sin más. Luego miró a su alrededor.
¿Que ha ocurrido aquí?

Iba detrás de White, corriendo, cuando vió el bollo en el avión su corazón volvió -vaya novedad -a acelerarse. Instintivamente se pegó más al hombretón, como si el fuese un paracaídas, o una bomba de oxigeno, como si no fuese a morir igual que todos si algo reventaba al estrellarse contra el avión. … Así que enseguida se separó de nuevo de él.

La joven negaba con la cabeza a los gritos de felicitaciones, que fuerte que a uno de los responsables de la puta mierda en la que estaban lo trataran como a un héroe. Y que injusticia, con la cantidad de gente que habían matado y todo el dolor que habían provocado a los que seguían vivos pero se habían cruzado en su camino.

Escuchó al único que le caía bien dar las explicaciones, ella cuanto menos hablase mejor, ganas de vomitar que se ahorraba. Así que se dirigió apenas a tres pasos de distancia, donde habían dejado los equipos informáticos, para hacer lo que había planteado, ignorando al espía.

La fría mirada de Lerman se detuvo un instante en algún punto por encima del hombro de White cuando este mencionó que Liss había muerto. Sorprendida comunicándose con terceros, el mercenario la había ejecutado en apariencia. Los ojos azules de Samuel volvieron para clavarse en las pupilas del hombre que dudaba incluso de la autenticidad de la identidad de Liss.

-Entiendo -fue la escueta respuesta de Lerman-. Johnson -su rostro era una máscara marcada por algo oscuro, donde la sombra de algo difícil de descifrar se proyectaba en sus facciones-. Aquí no ha ocurrido gran cosa. Conseguí que el muchacho se materializara. Sin tener que matar a nadie. Algo que el pasaje ha agradecido. 

Sus dedos pinzaron el puente de la nariz, los ojos entrecerrados. Al caos se sumaba más caos. Aquella pareja era destructiva, caótica. Posiblemente se considerarían adalides del bien, mosqueteros, una especie de Robin Hood, mercenarios del bien. Pero la realidad era bien distinta. Un mercenario vendiendo sus servicios y una mujer enferma de odio que se había transformado en aquello que más detestaba. Dos elementos poco estables, marcados por la volatilidad de sus emociones y poco conscientes de la realidad, de la nueva realidad que se había impuesto. Y si habían matado a Liss habían matado quizá a la única persona que hubiera podido salvarlos. 

La histriónica mujer que durante meses había vigilado pasó por su lado, con su sempiterna cara de asco y ofensa, cansina en su obcecada actitud. En silencio se apartó de White y se encaminó por el pasillo al lugar donde en teoría reposaría el cuerpo de Liss. 

Con ayuda de Paul, Isabella se ubica en el google maps y ambos, cada uno en un terminal, se ponen a buscar el dichoso pozo en un área digamos bastante ámplia, además de que lo buscan a vista de pájaro, cuando ellos lo recorrieron a pie y en condiciones que pocos hubiesen aguantado. Aún así tenían un par de horas. Cuando se sientan Elena les mira:
Oye ¿podéis soltarme?, si justamente me habíais atado para que no matase a esa cabrona de Liss, que es justamente lo que habéis hecho vosotros, ¿que me queda por hacer? luego se queda pensando además si esa hija de puta ha usado la radio, por falsas que sean las coordenadas que haya dado, algún avión ha podido captar la señal, y si algo es seguro es que ahí fuera ya no quedan amigos para nosotros. Otro silencio, se dirige a Lerman ¿Creo que todos sabemos que viene ahora no? Desátame y te ayudaré, ahora las únicas facciones que existen es Dentro y Fuera de este avión Tras su pregunta, su petición, Elena mira hacia fuera por la ventanilla, con los ojos entornados y la mirada perdida...
Sí, todos sabemos qué viene ahora...

Simplemente sostuvo su mirada. En sus palabras había un poso de verdad aunque también de error. Al menos a ojos de Lerman. Dudaba que la realidad fuera tan maniquea como para limitarse a simplemente dos facciones, ellos y el resto. Incluso entre ellos cuatro las disensiones eran palpables. Eran tan solo cuatro y seguramente habría tres facciones.

Asintió y con una economía de gestos encomiable la soltó sin mediar palabra. Tras ello dio media vuelta y se alejó.