Partida Rol por web

Apenas se volvió hacia el copiloto para dirigirle una mirada fría y ausente de emociones. Miró nuevamente al frente, observando el paisaje que desaparecía rápidamente en medio del silencio de aquellos que se habían convertido en precarios aliados. 

-El pasaje es su responsabilidad. Hasta ahora los he mantenido vivos. Una vez descendamos, usted debe decidir. Preferiría que permanecieran en la posición esperando nuestro regreso. Pero sí, será arriesgado para ustedes. No puedo garantizar que no vayan a atacarles ni estaré para hacer nada. Puedo ofrecerle dos posibilidades. Uno, que el pasaje descienda con nosotros y permanezca provisionalmente en un complejo subterráneo, aunque ello tampoco garantizará su seguridad o dos, que despeguen tan pronto alcancemos nuestro destino y se mantengan a una altura conveniente en nuestra vertical o bien busquen un destino que les convenga. Pero mire alrededor. El mundo al revés. Es el fin, capitán. Ellos dependen de usted. Haga lo que crea mejor. Por mi parte haré cuanto pueda por ayudarles, aunque mis prioridades son otras. 

Al cabo de unos minutos llegáis al "pozo". Del mismo solo queda un agujero negro forjado en metal con una escalerilla visible y que se pierde en las alturas... todo el adorno de piedas que pudiera tener ha desaparecido con la inversión, al igual que la nieve que siempre había tapado aquellas tierras con su manto blanco. Solo véis ya piedra desnuda, tierra seca como la misma roca y arboles que se aguantan desesperadamente con sus raices para no caer a la nada. Y aquel agujero que ascendía hacia el cielo y, al mismo tiempo, descendía a los infiernos.
Elena por su cuenta había provado con el amoníaco y había conseguido que Isabella reaccionara un poco, que tusiera, que sus ojos se movieran nerviosamente, pero no articulaba palabra ni parecía reconocer la situación ni a los presentes: aún así la entró con ella a la cabina y cerró la puerta. Observó que el piloto se colocaba los auriculares de vuelo y comentó al mercenario y al soldado:
-Creo que deberíamos bajar los tres y llevar a Isabella, no creo que sea bueno separarla de Paul...Puedo quedarme con ella en el avión y intentar protegerla, igual que al resto de tripulación pero si los que entren al bloque fallan creo que será el fín para todos y tres ya es un número insultantemente bajo como para prescindir de nadie. guarda silencio unos segundo De hecho, no creo que ni siquiera sea justo no dejar elegir a esa gente, no decirles qué sucede y qué va a suceder si no lo conseguimos. Puede que entre los pasajeros haya algún policía, guardia de seguridad o simplemente alguien con las agallas de intentarlo.

Valoró lo que la soldado decía. Su comentario era racional y ante todo, utilitario. Valerse de posibles activos para el éxito de su misión. No hizo mención en voz alta acerca de la ausencia de armas para los acompañantes algo que quizá pudiera solucionarse dentro del bloque. Ni de que aquella era una misión potencialmente suicida en la que había un alto porcentaje de posibilidades de no sobrevivir.

-De acuerdo. Yo mismo seré el portavoz de su idea.

Dicho aquello se puso en pie, al tiempo que hacía un gesto al capitán para que se quitara los auriculares y le acompañara. No pidió el consenso del mercenario, más centrado en Isabella que en otra cosa. Abrió la puerta de la cabina y se dirigió al pasillo central desde donde habló al pasaje. Su voz, ya conocida por todos ellos tras el suceso del muchacho, se alzó alta y clara y confiaba que igualmente convincente.

-Señoras y señores. Hay algo que debo decirles -a continuación hizo una somera y descarnada descripción de la situación en la que se hallaban, el futuro inmediato y la misión que los había conducido hasta aquel lugar. Haciendo suyas las palabras de la soldado incidió en que consideraban de justicia hacerles partícipes de la realidad e invitarles a ser dueños de su destino, así como de la necesidad de colaboración por parte de aquellos que realmente pudieran ayudar y no ser un obstáculo. Igualmente, no obvió que aquel podía ser un viaje sin retorno-. ¿Voluntarios? -la palabra seca y contundente fue el epílogo a su discurso, una palabra que quedó suspendida en el absoluto silencio que siguió a la misma.

Cuando Lerman les muestra como están las cosas la gente se pone nerviosa, pero no histérica. Ya no hay gritos ni ataques de histeria. La propia realidad, todo lo sucedido, les había ido calando poco a poco y si bien no querían asimilarlo completamente, si intuían el nuevo orden de las cosas y aceptaban el mundo que les había tocao vivir o -seguramente- morir.
Pero no hay suerte, la gente se siente incómoda, como esperando que se levanten otros: pero esos "otros" no existen. No hay entre los pasajeros nadie que se ofrezca voluntario.
Ni tan siquiere Paul parece dispuesto a bajar y todo indica que está pensando que hacer, no parece dispuesto a llevar a aquel lugar a Isabella ni ha dejarla sola.
Puedo quedarme con ella dijo finalmente Elena, quizás el tono era debido a que no había surgido ningún voluntario, o puede que por la idea de quedarse allí de brazos cruzados Si uno de los dos ha de quedarse por ella seré yo, había visto actuar al mercenario y era consciente de que era mejor que ella...pero no por eso le gustaba la idea.
El avión comienza a ladearse, muy muy suavemente. Es casi imperceptible pero al cabo de unos minutos la única ala lateral que queda al avión se ha convertido en una rampa que termina bajo mismo de la entrada del tunel, dejando apenas un metro de separación.

No prestó demasiada atención a Lerman, estaba claro que era mucho mejor orador que él, aunque supo de antemano que no habría voluntarios, seguramente Lerman también lo sabía, pero no por ellos lo había dejado de intentar. Hubiera sido mucho más sencillo que una bala hubiera matado a Isabella, o a él, pero no sabía muy bien como actuar en este caso. No la conocía demasiado, pero si lo suficiente para saber que era por su familia por los que había sido capaz de aguantar durante todo este tiempo.

La llevaremos con nosotros, es mi responsabilidad.

Era como manejar a una muñeca, tanto por la ausencia de respuesta como por la facilidad con la que el mercenario movía a la chica.

Miró a Lerman, e hizo un gesto de asentimiento con la cabeza.

Vamos, terminemos con esto de una vez.

Así sería, en un sentido o en otro esto terminaría pronto, el mundo no sería capaz de resistir mucho más tiempo así. Comprobó sus armas, de manera mecánica, respiró profundamente y apartó de su mente todo aquello que pudiera alejarlo de la tarea que ahora mismo emprendía. Se dejó caer por el ala del avión llevando consigo a Isabella. 

Respiró profundamente. Ni una sola mano se alzó en aquel mar de miedo.

-Es su elección, pero tengan en cuenta una cosa. Nosotros bajaremos por ese ala y se quedarán solos. Nadie les protegerá ante un nuevo ataque, nadie velará por ustedes, nadie los materializará de nuevo. Solo hay una seguridad. Si no tenemos éxito, todo acabará en muy poco tiempo. Les he proporcionado la oportunidad de hacer algo por los demás, por sus familias, por su compañero de asiento, por este mundo que se va a pique... Veo que prefieren encerrarse en esta lata y rezar mientras aguardan el final. Esperaba más de ustedes. Confiaba en su valor para afrontar el destino con mayor entereza. Pero no les culpo por su miedo. Lo entiendo. Pero solo hay una forma de afrontarlo. Actuando.

Lerman se movió rápido y cogió su magro equipaje y se lo echó a la espalda. Entró en la cabina una vez más y se despidió del capitán.

-Ha sido un placer pese a todo. Póngalos a salvo o al menos, inténtelo. No será por mucho antes de que todo acabe -echó un vistazo en torno, vio el armarito del botiquín y vació su contenido.

Tras ello se dirigió al ala que le serviría de tobogán. Una última mirada, una mano en alto a modo de despedida y un guiño al muchacho que había salvado y un gesto de okey que sabía carecía de valor. Se deslizó con rapidez hasta llegar a donde el mercenario se había posado con la mujer a la que en teoría debía proteger. Miró a White con una expresión carente de emociones, fría.

-Estás cometiendo un error y lo sabes. No solo no puedes protegerla, sino que además pones en peligro aquello que podría salvarla. Pero es tu decisión. Aunque con ella probablemente nos estés matando.

El piloto se despide de vosotros, es valiente y en ningún momento os ruega que os quedéis. Sabe que tanto vosotros estáis vivos por él, como él y toda la tripulación está por vosotros. Ya no os sorprende su exceléncia a los mandos de aquel avión, aquel ala no es esxcesivamente difícil de subir y, por la cercanía con la tierra sobre vuestras cabezas, apenas hay viento. Volvéis a ver el mundo a vuestro alrededor: el mar cubre el cielo, allá abajo, todo lleno de lo que, a falta de un adjetivo mejor, podríamos llamar basura espacial. Caer de aquel ala era morir, pero era difícil saber que muerte os tocaría en aquella ruleta: ¿morir de frío?¿ahogados?¿quizás por golpearos contra algo?¿de hambre flotando como sin rumbo?
Y aún así, incluso una muerte allí, de alguna manera, parece más apetecible que entrar a ese infierno cuya boca a sus entrañas se os muestra a solo unos pasos, accesible, casi esperándoos.
Elena sube las escaleras primero, con una pequeña linterna en la boca y, diríais que con algo de idea de que ha de hacer. Empezáis el ascenso y Isabella al menos sube por ella misma, aunque diríais que por imitación, o siguiendo a Paul sin ser demasiado conciente del contexto.

Aún podéis ver el ala, bajo el aguero negro por el que empezáis a ascender, el ala del avión a modo de red salvavidas. La escalerilla metálica de mano está increiblemente fría, a medida que os acostumbráis a aquel agujero véis que no es tan oscuro. El hecho de que las paredes sean metálicas hace que refleje la luz, aunque solo mínimamente.
El ascenso será largo os dice Elena.

La soldado había cubierto el frente. El mercenario seguía obcecado en cuidar del lastre que suponía Isabella y Lerman pasó a ocupar el segundo puesto en el ascenso. No estaba dispuesto a dedicar su atención a aquella mujer que no había de reportarles ningún beneficio a corto plazo. Ni a ayudarla, pues aquello solo demoraría su avance. Posiblemente era mucha la distancia que habrían de cubrir y en la carrera por encontrar a Aaron, los obstáculos eran algo que uno encontraba pero que no se creaba.

-Soldado, ¿conoce las instalaciones?

La mirada que el mercenario devolvió a Lerman no era muy diferente a la que este le dedicó. No tenía demasiado sentido lo que decía, por lo menos para él, Lerman no tenía ni idea de lo que Isabella pensaba, y ella nunca se habría quedado en el avión. Estaba en estado de shock, pero era capaz de valerse por si misma, y quizás lo único que tuviera era miedo por su vida.

Ella ha estado aquí dentro con anterioridad, no sabemos cuanto puede durarle el shock, es posible que sea la más útil de todos.

Era mucho más sencillo pensar que una pistola en la mano era lo que más podía ayudar. Si siempre fuera de esa manera, las cosas serían más fáciles, que no mejores.

Dejó que Isabella fuera detrás de Lerman, cubriendo él la retaguardia. La actitud del mercenario explicaba a todas luces los motivos por los que había sido capaz de trabajar con gente como aquella. No se fiaba en absoluto, pero ahora mismo, ambos eran las mejores opciones uno hacia el otro.

¿Isabella? Necesitamos encontrar a Aaron.

No era una pregunta, simplemente lo dejó para que fuera calando en la ahora mismo desorientada mente de la mujer. Tal vez Elena pudiera guiarlos de momento, si es que recordaba algo, porque se suponía que ella también había estado dentro.

Isabella había sido consciente de todo cuanto sucedía, pero era como si su propio cuerpo fuera un vehículo del que ella era solo el copiloto.
Se esforzó en seguir, enfadada por la manera en que la trataban, como un lastre. Furiosa porque lo estaba. Y infinitamente cabreada con que? ¿con el universo por hacerla volver allí dentro?¿al origen de todo aquello? Aún así las conexiones neuronales al mismo tiempo que sus arterias y las venas que transportaban la sangre que su corazón bombeaba empezaron a recobrar la normalidad. ¿La razón? Una idea. Vengar a su hermano, el miedo había desaparecido junto con su sentido común, su sensatez, su resentimiento... Odiaba el lugar al que se dirigía pero, al mismo tiempo, sabía que era el lugar donde debía estar, allí se cerraría el circulo y quizas, si sobrevivía, lo haría en paz. Le debía eso a su hermano, vivir por ambos, sobretodo por él, había sido su última petición.
Isabella no responde aún a la pregunta de Paul pero algo en la cadencia en que sube las escaleras, en su propia respiración...indica que vuelve a ser dueña al menos de sus acciones, que no de sus palabras.

Sí, respondió Elena a Lerman. Son más antiguas que las que usamos pero va diciendo mientras gira una manivela oxidada con una mano mientras se sujeta con la otra a parte de estar en peor estado y oler como el demonio no son tan cuando acaba de girar completamente la manivela debería haber puesto todas sus fuerzas en levantar aquella tapa metálica. En un mundo al revés esta se abre con la violencia que le da su propio peso y golpea con violencia a Elena, que pierde el conocimiento y cae en dirección a sus compañeros como un peso muerto.

Supo lo que iba a ocurrir tan pronto como la soldado terminó de dar el último giro a la manivela. Pero el grito de alarma se ahogó en su boca cuando la pesada tapa golpeó a Elena, quien empezó a caer pesadamente en su dirección. E intuyó lo que podía ocurrirle a él si no reaccionaba con celeridad. El espíritu, la mente y el cuerpo tallados a golpe de autodisciplina para ingresar en el Tzáhal entraron en juego.

El estrecho túnel por el que habían ascendido en aquel orden inverso al marcado por la naturaleza y la gravedad, le proporcionaba escasas oportunidades y una aún menor capacidad de maniobra. Giró sobre sí mismo para situarse con la espalda y la cabeza pegadas a la pared de metal, la mano y pie izquierdos en los peldaños de acero, anclas ante el más que previsible impacto del cuerpo que caía. La única ventaja era que la soldado aún mantenía cierta postura erguida que pronto desaparecería para ser una masa de carne desmadejada que, golpeando las paredes, arrastraría a su paso cuanto encontrara.

Mano y pie derechos permanecían liberados, atentos a la llegada de la soldado, la mirada fija en su trayectoria de caída.

Su estrategia ya estaba marcada en su mente con la frialdad del hielo.

Vería llegar los pies y las piernas que trataría de eludir pegándose al máximo a la superficie de metal para, acto seguido, cuando el tronco estuviera a su altura y valiéndose de la mano y rodilla libres, empujar el cuerpo de la soldado contra la pared contraria, sin impedir su caída ni sujetarla. Tal era su plan.

Y entonces los pies de Elena alcanzaron la altura de sus ojos.

Estaba acostumbrado a ir cerrando la marcha, era el modo operandus habitual cuando trabajaba con Mike, suspirando aliviado de no tener que cargar con Isabella, pues eso implicaría menor libertad de movimientos, aún así, lo hubiera hecho, tenía la corazonada de que les sería de utilidad, y además, no pensaba dejarla en un avión llena de gente desconocida en ese estado, no le pareció justo.

El sonido de la tapa hizo que alzara instintivamente la cabeza hacia arriba...

!Isabella, contra la pared!

Gritó el mercenario. Pero él no la imitó, sino todo lo contrario. La soldado todavía no llevaba la suficiente aceleración como para ser insostenible. No puedo ver con claridad lo que hizo Lerman, pero él se agarró con fuerza a la escalera con una mano, era muy grande en comparación con Elena, así que no debía resultar excesivamente difícil sujetarla cuando cayera aún chocando contra su cuerpo, si estaba preparado para el impacto.

Esperaba con el resto no cayera con ella, pues entonces las cosas se complicarían en exceso, no podría cogerlos a todos y tendría que elegir, en cuyo caso no habría ninguna duda sobre a quien ayudaría el mercenario.

Isabella incluso antes de escuchar las orden de Paul se aferró con fuerza a los barrotes, casi como la que cayese fuese ella misma. No, no pensaba hacer nada para salvar a aquella chica, no al menos acosta de su vida. No le deseaba la muerte, pero si algo tenía claro en esos precisos momentos, es que deseaba mucho menos la suya propia. No al menos hasta que efectuara su venganza, luego ¿que le quedaba?

Todo sucede con la celeridad de un disparo y sin apenas tiempo para la reacción.
Lerman esquiva con felina agilidad a la soldado, pero dándole un lijero golpe que desvía su trayecto inicial. Esto, y solo esto, es lo que evita que Elena caiga encima de Isabella y la arrolle.
Con un seco -paf- Paul la coge al vuelo con un zarpazo, pero ha calculado mal el peso de la joven y el impacto le arranca de la escalera. La caída libre dura apenas unos segundos antes de que, usando un instinto entrenado a lo largo de muchos años, se vuelve a coger a la escaera con el brazo libre. El brusco y escesivo peso al que somete el brazo le castiga con un fuerte tirón en el hombro, al momento ya coloca los pies en la escalera y mira hacia arriba. Ha conseguido salvar a la soldado y el único precio es un tirón que, por ahora, no parece demasiado grave.

La vio caer tras superar su altura. El golpe proporcionado para modificar su trayectoria había salvado a Isabella de caer arrollada y por extensión que el mercenario se viera bajo el peso de un alud humano que igualmente lo hubiera empujado hacia aquel fondo que era la superficie. 

Sin embargo, la mujer que tanto lo odiaba seguía viva, igual que la soldado y White, quien había hecho un esfuerzo titánico por salvarla, arriesgándose con ello a poner en peligro su propia integridad. Ahora tenía bajo sus alas de gallina a las dos mujeres. Demasiado trabajo con escaso beneficio. 

Miró y puso en tela de juicio la posibilidad de que el mercenario pudiera subir a la soldado sin ayuda. No terció palabra y ascendió atravesando la escotilla abierta por la doblemente inconsciente Elena. 

Cuando ve que Dorsey está en peligro Isabella reacciona, siempre ha dependido de él y necesita sentirse útil de alguna manera, aunque no sabe muy bien como. Mira hacia arriba para ver como Lerman desaparece covardemente, como si tuviera prisa por entrar a un lugar como aquel. Seguramente un lugar así llama a los de su calaña.
Paul, dime... ¿como puedo ayudarte? se mira a sí misma tengo el cinturón del pantalón, ¿quieres que la ate a tí de alguna manera? luego piensa para sí misma ¿O intento despertar a Elena de alguna manera? Podría taparle la nariz con la mano, no sería demasiado arriesgado para ninguno de los dos y, quién sabe, quizás funcione No tenía fuerza, pero siempre le quedaría algo de maña.

No tuvo miedo de caer, ni siquiera le dio tiempo a tenerlo. Nunca pensaba en lo que podía haber sucedido, no le conduciría a nada, sólo a dudas y remordimientos, y White no era ese tipo de personas. Hubiera sido mucho más fácil dejar caer a Elena, como había hecho Lerman, pero el mercenario creía en la lealtad entre gente del mismo equipo, que no amigos. Se podía pensar que era un error, que eso terminaría matándote, y seguramente lo haría, pero, ¿habían llevado la cuenta de las veces que lo había salvado antes?

Tiró de Elena hacía arriba, una vez estabilizado, era más sencillo colocarla junto a él, y si era posible, con el cuerpo apoyado en los soportes que hacían de escalera.

Sigue subiendo, intentaré que se despierte yo, puedo con esto.

Tranquilizó a Isabella. Le alegraba que volviera a hablar, que hubiera reaccionado, y la mejor manera de ayudarlo era que se pusiera a salvo, no que hiciera malabares en este pozo.

Espera, pásame el cinturón, sino puedo despertarla la aseguraré aquí, así estará a salvo de caerse y podrá subir cuando se despierte.

Aún así esa era la última opción, antes intentaría reanimarla, e incluso sopesar la posibilidad de subirla a su espalda, aunque estando inconsciente esto era demasiado arriesgado para ambos.