Partida Rol por web

Rengar y Galatea regresaron al campamento una vez hubieron terminado sus compras en el mercado. Al semiorco se le veía más relajado, tranquilo. La elfa parecía más bien atribulada y sumida en sus cavilaciones. Khaila y Aidé estaban sentadas en silencio, junto a un montón de palitos amontonados con forma de una hoguera que, debido a la humedad, no habían podido encender. Ossian parecía estar contándole una historia a Drizzt, bajo la atenta mirada de Áscalon.

El semiorco saludó al entrar en la linde del campamento.

-Perdonad. Nos hemos retrasado un poco. Hemos tenido que hacer un par de cosas.

Se quitó la mochila y la dejó en el suelo. Abrió los correajes que la cerraban y sacó de su interior una capa nueva de que parecía muy abrigada y una bufanda color escarlata vivo, muy parecido al tono del cabello de Aidé. Puso ambos en manos de la genasí.

-Espero que sea lo que querías.

Como iba siendo costumbre, Áscalon detectó a Galatea varios minutos antes de que ésta llegase al campamento. El lobo se había puesto en pie con las orejas enhiestas y mirando fijamente al camino. Cuando la elfa apareció, emitió un aullido suave y corrió hacia ella moviendo la cola.

Galatea pareció salir de sus cavilaciones al escucharlo y se agachó ligeramente para recibirlo. Áscalon movía ya no solo la cola, si no también el lomo mientras descargaba una lluvia de lametones en la mejilla de la elfa. Cuando ésta logró aplacarlo, lo abrazó suavemente por el cuello, rascándole un poco la cabeza. Por un momento miró alternativamente a los ojos del lobo y a Khaila que andaba más a lo lejos sentada con Aidé. Galatea le sonrió tristemente a su compañero animal y se levantó.

Tras saludar con la mano a Ossian, se acercó a las dos mujeres junto al semiorco y el lobo (que tras haberle hociqueado la mano dedicando unos cuantos lamoteos de bienvenida a Rengar la siguió pegado a sus talones) y saludó también con la mano al llegar esperando a que el paladín le entregase sus cosas a la genasí.

Faltaba algo de brillo en los ojos de la elfa, como cuando una nube encapota un pedazo de cielo, pero su expresión era indescifrable. Al estar sentada, tuvo que acuclillarse para hablar con la hechicera.

—¿Te gusta la miel, Aidé?—fue la sencilla y amable pregunta.

Bajo aquella incesante lluvia, y con el frío colándose entre sus húmedas ropas, Khaila había perdido la noción del tiempo. No sabía cuánto rato había pasado cuando vio a Áscalon levantarse y con las orejas enhiestas controlar el camino. Al poco rato llegaron Rengar y Galatea. 

La guerrera se encogió de hombros ante las palabras del paladín. Cuando éste se acercó para entregarle una capa y una bufanda a Aidé, Khaila se levantó y colocando las manos sobre sus muslos, empezó a ejercitarlos para calentar los músculos que se habían quedado algo agarrotados. 

Extrañada miró a Galatea. Parecía preocupada o molesta por algo, pero la guerrera nunca había sido muy sutil y no hizo ninguna pregunta. Con los ánimos caldeados que habían últimamente quizás se había discutido con Rengar y por eso su rostro mostraba aquella expresión. Carraspeó suavemente intentando llamar la atención de ambos. Quería saber qué había ocurrido y al final qué era lo que iban a hacer...

- ¿Todo bien? - Fue su escueta pregunta mientras continuaba calentando sus helados músculos.

Aidé se levantó rápidamente en cuanto vio regresar a Galatea y a Rengar. Su actitud expectante no distaba mucho de la de un cachorillo que aguardaba en casa la llegada de sus amos.

Cuando Rengar le dio la bufanda y la capa, contra todo pronóstico, empezó a ponerse cada vez más colorada.

—¿Cuánto te debo, Rengar? —le preguntó al paladín, tratando de componer un gesto distante en su semblante.

Se detuvo cuando iba a hurgar en su bolsita de monedas.

—¿Miel? Pues... sí. ¿Por qué...?

—Y aquí regresan nuestros héroes, triunfantes una vez más en su gesta sin final. Grande o pequeña, matar dragones o comprar bufandas, la tarea de un campeón nunca termina —narró Ossian, observando con satisfacción a los recién llegados con los brazos puestos en jarras—. ¿Qué tal ha ido con el proscrito?

Galatea se había acuclillado con ambos brazos cruzados y apoyados en las rodillas por lo que tenía ambas manos ocultas. Como respuesta a la genasí, descruzó una en la que sostenía una redoma llena de una sustancia algo más clara que el color de la miel, pero con la misma consistencia a ojos vista.

—Porque es con lo que he mezclado el remedio para que no te de un patatús al tomártelo—dijo—. Tienes que hacerlo tres veces al día. La parte mala es que el olor rivaliza con el aliento del dragón, la buena es que te curará la garganta.

Entonces descruzó la otra mano, en esta sostenía un pequeño saquillo.

—Aunque la parte mala se puede arreglar con unas hojas de menta.

Esperó a que cogiese ambas cosas antes de levantarse, al hacerlo señaló con el pulgar su mochila.

—Y si la quieres, tampoco me olvidé de la tienda de lona.

Si la genasí la aceptaba en aquél momento, se la daría. Si no, pues simplemente lo haría más tarde (o si se ponía a llover de nuevo) a fin de cuentas, era suya.

Tras el comentario de Ossian sobre la épica gesta de la bufanda, lo normal sería que hubiera reído un poco entre dientes pero en aquella ocasión se limitó a sonreír ligeramente. Aunque era una sonrisa que no se reflejaba en los ojos. Al carraspear Khaila, le llamó la atención y la miró.

—Si te digo la verdad... no lo sé—suspiró borrando el gesto. Entonces miró a Rengar algo más seria, como si estuviera pensando de qué manera terminar la frase. El paladín podía saber que no estaba enfadada con él, pero sí contrariada con el veredicto. Él lo explicaría un poco mejor al menos en ese aspecto— . Aunque me gustaría pensar que sí.

-La capa son dos monedas de cobre. La bufanda es un regalo -contestó el semiorco a Aidé. Ponerse a contar monedas de cobre le parecía una tontería (además de algo en lo que era horriblemente malo, y no quería que Aidé se riera de él), de modo que se la dio sin más problema.

Cuando Ossian preguntó por el proscrito, Rengar torció el gesto.

-No todo era tan fácil. No era un bandido, sino un caballero. Ser Deren. Sirve al Rey Lashan. Están por aquí, en alguna parte. Lo he dejado ir con la condición de que no vuelvan a hacerlo más... y de que intente convencer al Rey de que se retire. Sé que no es lo que esperáis. Yo tampoco...

—Ex—puntualizó Galatea dándole énfasis al prefijo mientras se cruzaba de brazos lentamente—rey Lashan.

De nuevo no taladró con la mirada al paladín por lo que manifestaba no estar enfadada con él pero lo lacónico del tono ponía en evidencia que no es que estuviera tampoco lo que se decía saltando de alegría. Miró al lobo que daba vueltas a su alrededor con gesto ocioso durante unos segundos de silencio.

—Actualmente exiliado, de hecho—añadió finalmente como si hablara con él aunque en realidad resultaba evidente que se dirigía al grupo—. Y cuyos "honorables" hombres tienen una escala de valores de lo más frívola para mi gusto. Pero sobre gustos...

Suspiró e hizo un gesto de desechar algo con una mano como si dejase a un lado el tema. No quería encenderse y estaba comenzando a tomar carrerilla sin darse cuenta.

—En otro orden de cosas... ¿Qué fue lo que Drizzt les había visto hacer?—preguntó mirando a Ossian, el bardo sabía por qué—. ¿O igual simplemente se topó con su campamento?

Aidé le echó una mirada extrañada a Rengar.

—Un regalo —repitió Aidé, en un hilo de voz.

Tomó la bufanda como quien fuera a coger un barra de metal al rojo. Pareció ser la primera sorprendida en que la bufanda no decidiera atacarla.

—Es... muy bonita.

La relación de Rengar con Aidé pasa de Rivalidad (4) a Amistad (3)

—Rengar es bueno con Deíta —dijo su reptiliano familiar, girando la cabeza para observarlo con su ojo reptiliano—. Eso me gusta. La gente...

Aidé chistó a su familiar.

—Tenemos cosas más importante entre manos —dijo, y esta vez tomó el tarro que le tendía Galatea. Lo destapó y arrugó la nariz al oler el contenido —. ¡Dioses!

—Míralo por el lado bueno: aunque tengas mal aliento nadie va a querer...

—He oído que la cebolla también es muy buena para el cabello. Si no quieres que te lo tire por la cabeza, no termines esa frase.

El rashemí rió por lo bajo mientras Aidé se dedicaba a echar un vistazo a la tienda que Galatea le había comprado. Volvió la vista a Rengar.

—Entonces, ¿ese hombre era un caballero exiliado? ¡Vaya! No llevamos ni dos días juntos y ya tengo ideas para un montón de canciones —el bardo sonrió y le dio unas palmadas a Rengar en la espalda—. A mi parece bien la solución de compromiso a la que has llegado. Llena de justicia y misericordia.

—¿Pero entonces no era malo? —preguntó Drizzt, un poco confuso por lo que se estaba hablando.

—Tiene pinta de que más bien era un hombre desesperado, Drizzt —carraspeó Ossian, antes de dirigirse a Galatea—. El vio muy poco y entendió aún menos. Vio a los hombres recogiendo el campamento, con sus armas y armaduras y creyó que iban a atacar Velarburgo. Por lo que me ha dicho viajaban con lo puesto, así que deben estar moviéndose constantemente.

Rengar sonrió, confortado por la respuesta de Ossian, aunque lamentaba que Galatea rechazase su acción.

-Todos eran caballeros exiliados, pero todos seguían al rey. Eso es... no sé si bueno o malo. Son hombres leales, pero la lealtad sin más no sirve. De todos modos, creo que Ser Deren no quería hacer las cosas de mala manera. Por eso lo he dejado ir. Creo que su honor le hará cumplir su promesa. Además... si no lo dejaba ir, lo iban a colgar. No se merecía eso.

Cambiando de tema, miró de nuevo a Aidé y aunque su sonrisa decayó, la miró con calidez.

-Me alegro de que te guste.

Khaila prefirió guardarse sus opiniones. Aquello no iba con ella así que se mantuvo en silencio mientras Rengar y Galatea explicaban lo que habían averiguado de aquel proscrito. Por un momento su mirada se quedó clavada en el niño, parecía una mosquitilla al lado de ellos...

- Y... ¿Qué vamos a hacer con él? - Preguntó finalmente, señalando con un gesto de cabeza a Drizzt.