Partida Rol por web

El instructor escuchó al astarte con atención, asintiendo levemente.

-Creo que podremos conseguirle algunas cosas... Tenga en cuenta que estas lanchas serán izadas a barcos mayores y devueltas al agua cerca del objetivo. Supongo que es algo con lo que ya contaba, pero no está de más que se explicite.

Por lo demás, aquellos primeros compases del entrenamiento transcurrieron más bien mal. Unos y otros se tropezaban entre sí, y con la notable excepción de Malek, el resto no parecían estar acertando objetivos.

-¡Vuelta a empezar, vuelta a empezar! ¡Tienen que hacerlo mejor, su supervivencia depende de esto!-exclamó el instructor, tras dar unos cuantos soplidos a un silbato de señales para llamar su atención. 

Ahmed volvió a colocarse en la posición inicial de aquel vehículo acuático. Fijó su rifle láser y procuró apoyarlo como pudo mientras cerraba un ojo y trataba de ajustar mejor con el otro. Vale, mira fija, más o menos calculados la dirección y el impulso del viento. Volvió a abrir el ojo cerrado. 

Centró su atención en encontrar los objetivos, pero estaba claro que entre el oleaje y movimiento era incapaz de vislumbrar las boyas que simulaban el peligro.

- Así es imposible... - Murmuró para sí.

Malek había logrado blanco, pero esta vez tocaba repetir el ejercicio. A pesar de no haber sido capaz de ver otra boya, su disparo si pareció impactar algo - No te agobies hermano - le dijo a Ahmed - saldrá bien, céntrate y reza 

El primer intento de desembarco fue vergonzoso, aunque al menos le quedó el consuelo de que a todos les había salido igual de mal o peor. Ni siquiera los tiradores había tenido suerte, y tan solo uno de ellos había logrado dar en un blanco.

En cuanto ordenaron la repetición del ejercicio, ya tenía metido en la cabeza que no iba a salir mucho mejor, pero no les quedaba otra que practicar hasta que les saliera, de lo contrario iban a morir sin apenas poner un pie en suelo enemigo. Ocupó de nuevo su lugar en la lancha, pero cuando la rampa cayó otra vez, ella no tardó en seguirla hasta el suelo al poco de empezar a correr, y pronto se vio de nuevo empapada y chapotenado en el agua de la orilla.

Esperaba que el Emperador los protegiera durante el desembarco, porque si de ellos dependía, irían a reunirse con él antes de lo que pensaban.

Y vuelta al comienzo, otro intento que fracasó. Se sentía mareado y frustrado. Si como bien le decían su supervivencia dependía de estos disparos, su visión de futuro se reducía a un cascarón humeante hundiéndose en ninguna parte. Con esos movimientos no conseguía encontrar ningún objetivo, incluso se atrevió a fijarse en sus compañeros pero n había manera. Quizás si fueran más miembros buscando para poder encontrar aquellas trampas en el agua, tendrían más posibilidades. Ese pensamientos le trajo recuerdos de su antiguo compañero. Quizás el no hubiera podido ni asomarse de la embarcación para ver los objetivos. Como le echaba de menos.

Con el ceño fruncido, vuelvo a prepararme para salir de la barcaza, vuelvo a desenfundar y vuelvo a salir corriendo en estampida con el resto de gente tratando de imaginar que voy montado. Esta vez logro no tropezar, pero en la confusión choco con otro de los que han salido a toda velocidad y caigo rodando al suelo.

Maravilloso. Otra humillación más. 

Mi despliegue en el ejercicio fue malo: Tropezarme al salir y casi caer, golpear con mi abultado cuerpo a mis compañeros y moverme tan lento que parezco más un pato de feria que un objetivo en movimiento son solo algunas de las cosas que me hacen avergonzar y pensar que no estoy dejando bien parado el nombre de mi regimiento.

"Si uno de mis oficiales me viese ahora, de seguro me degrada."

Pero por suerte, una vez kasrkin, siempre kasrkin. O por lo menos eso creo. O por lo menos eso quiero creer. Sea como sea, no hay nadie acá para castigarme por mi mal desempeño y si hay algo que los marinos dicen con mucha razón, es que este es el momento para fallar, no cuando el enemigo esté frente a nosotros.

Inspiro hondo y vuelvo a intentarlo, aunque por el torpe movimiento de mis piernas y la falta de equilibrio que me producen las embarcaciones, creo que tampoco irá mucho mejor.

Siguió agarrado como pudo al borde de la embarcación, sin ver tres en un dromedario, tratando de mantener dentro el rancho del desayuno.

No iba a disparar en aquellas condiciones.

Esta vez Paul salió decidido a ir a por todas.

Por desgracia para él, alguien había vertido el contenido de su estómago en la rampa de la lancha de desembarco. El especialista resbaló y acabó boca arriba en la arena, luchando por mantener la cabeza fuera del agua cuando las olas amenazaban con cubrir su cabeza.

Estaba claro que los fezzornitas eran de secano.  Estaban totalmente fuera de su elemento.

Y una vez más, volvíamos a lanzarnos al agua. Al menos esta vez fui consciente de mis errores y conseguí mantenerme más o menos a flote, una mejoría del ejercicio que en el día del desembarco debía salir a la perfección. Así lo precisaba el Emperador y así lo necesitaba el Imperio. No estaba orgullosa, pues esta era la labor que debía desempeñar y hacerla correctamente era, simplemente, lo que se precisaba de cualquier soldado. 

Cuando llegué a mi destino, esperé a ser llamada de nuevo para realizar una la tarea que se requiriese, ya fuera la misma u otra completamente distinta. No me importaba. 

Vorgen no terminaba de ver claro aquella forma de asaltar una playa. ¿Porqué iba a tener que correr a ponerse a cubierto cuando su armadura era capaz de parar casi cualquier cosa que pudiesen tirarle encima el enemigo y el barco ofrecía cobertura más que suficiente para afianzar su arma y abrir fuego desde ahí? Había aprendido a trabajar más allá de lo que decía el código sagrado pero aquello... Aquello era un sin sentido. 

La cosa no pintaba nada bien, siendo sinceros. Entre ellos, y las mulas de carga cubiertas de chapa que eran el nuevo regimiento miliciano, aquello parecía un esfuerzo condenado al desastre. Pero en honor a los hombres de la marina había que decir que no se rendían fácilmente. Una y otra vez sonaron los silbatos de señales, una y otra vez repitieron el ejercicio, hasta que los instructores consideraron que había sido suficiente. Pero solo por hoy.

Al día siguiente volvieron a ser convocados. Y al siguiente. Y al otro. Cada mañana, un nuevo juego de boyas esperaba a los tiradores, y se iban añadiendo obstáculos y complejidades en el "desembarco", desde minas y cables trampa a emboscadas enemigas. A los lanceros se les acercó sus monturas, y pronto tuvieron su propio modelo de balsa, acomodado para soportar el volumen adicional de las aves y sus jinetes. Día tras día fueron recorriendo todos los posibles desarrollos de su misión futura, y trabajando sin descanso para perfeccionar su desempeño... Así los días pasaban, y poco a poco los beneficios del trabajo se iban notando.

Ahmed estaba cansado. Cansado de la monotonía. Cansado de aquellos ejercicios en el agua, y por suerte no le había tocado intentar nadar de nuevo.

Pero no podía negar que repetir aquellas prácticas una y otra vez servía de algo. Al cabo de los días se dio cuenta de que ahora sí empezaba a divisar las boyas de tanto en tanto, aunque el mar estuviera embravecido.  Aprendía a distinguir el breve brillo metálico por encima de la superficie de las olas, o cualquier momento en el que la luz reflejara algo que no era simplemente agua.

Hubiera preferido estar vaciando su rifle láser contra enemigos del Emperador... pero supuso que ya llegaría la hora en que pudiera desfogarse de esa manera.

El primer día fue un auténtico fiasco, como lo fueron algunos de los posteriores, pero a base de repetir y repetir, lograron mejorar... algo. Seguramente no lo bastante como para dejar satisfechos a los de la marina, pero poco más iban a poder conseguir. Al menos, ellos si tuvieron la percepción de que iban entendiendo cómo y cuando realizar un desembarco y lo que conllevaba, y a lo largo de los dias, Katrin se aseguró de ir rondando a los soldados, sin importar su regimiento, dándoles ánimos y consejos, y resaltando sus puntos fuertes, tranquilizándolos sobre lo que estaba por venir.

Sabía que la gran mayoría de ellos iba a morir en aquella operación, pero al menos podía infundirles algo de coraje hasta ese momento.

Era innegable que todo pintaba mal, pero Malek había demostrado ser un gran tirador, encontrando todas las boyas y destruyéndolas con precisión. Sabedor de su habilidad, no tardó ni un instante en coordinarse con otros compañeros de su regimiento buscando ayudarles para que fueran capaces de ver mejor las boyas, ya que de su habilidad con las armas, el tirador no tenía duda alguna y no pretendía ofenderles sino ayudarles en la medida de lo posible para que pudieran hacer mejor su trabajo. 

Al paso de los días, la barcaza se movía menos, las boyas relucían más y las disparos impactaban la mayoría de las veces. Se sentía más seguro de sí mismo, aunque seguía pensando que lo suyo no era flotar. ¿Sería mucho pedir que el enemigo les dejara entrar?

Un nuevo despliegue desde el barco me deja aun más claro que no es el tipo de entrenamiento para el que fui entrenado. De hecho, es algo que nunca había hecho y el que parece que no se me da demasiado bien. Mis pies demuestran una vez más que no responden con precisión a mis órdenes y un cuerpo que parece chocar constantemente con las cosas a mi alrededor.

"No puedo conformarme con aceptar que necesito más espacio del que mis hombros ocupan. No, debo mejorar y ser capaz de ser más hábil en mis movimientos."

Pero de tanto fallar y fallar a través de los días, parece que mis movimientos parecen pulirse un poco. De tanto cometer errores empiezo a entender como dejar de hacerlo y como volverme más rápido, más preciso. Creo que empiezo a ver frutos en el trabajo y eso me da un poco de esperanza de que llegado el momento, seré más un aporte a la causa del Emperador que un lastre.

Por mucho que el astartes hizo un esfuerzo para disimularlo, el combate anterior con el torcedor lo había dejado vivo de milagro. Pasarían muchos días antes de que volviese a estar al cien por cien pero eso no impidió que fuese día tras día a entrenar con los soldado y trabajar en las lanchas. Concentró sus esfuerzos en que las balas que les disparasen desde la playa no llegasen hasta los soldados. Colocó sacos terreros, planchas de metal y diferentes capas de protecciones para conseguir ese fin.

Frente a los imperiales intentaba no mostrar debilidad pero el tiempo que pasaba en su celda lo pasaba aislado, descansando, orando y arreglando su armadura con todo el mimo del mundo.