Partida Rol por web

Sonrío, intentando parecer conciliador.

-Ni muchos menos me ofendo, alli fue mi último empleo, pero en mi estado sería una tonteria cerrarse a otra oferta, por supuesto que estoy interesado.

El recién llegado se encaminó con decisión hacia la barra, hizo un gesto con la mano en dirección al hombre de la barra que indicaba familiaridad. No parecía ser su primera visita. 

-Frank, ¿amico?

La respuesta fue igual de cordial, el rostro de Frank era totalmente sonriente, acompañó el saludo juntado los dedos de su mano en un gesto propio de la tierra.

-¿Jimmy?

El recién llegado se esfumó con la misma celeridad atravesando la puerta que se encontraba al fondo, una puerta que nadie había osado cruzar hasta el momento.

Apenas medio minuto más tarde, tal vez un minuto, Frank se agachó y tomó algo imperceptible, pero un brillo delató la botella que tomó entre sus manos para luego ocultarla bajo el delantal. Parecía Whisky. No pareció haber advertido los ojos que observaban aquellos pues con la misma naturalidad con que tomó la botella se encaminó a la puerta por la que el recién llegado se introdujo.

Unos pocos segundos después volvió a ocupar su puesto como si nada hubiese acontecido.

La conversación fue interrumpida en aquel momento con la llegada de un nuevo cliente. Éste exhibía un traje impecable además de un aspecto sonriente, se encaminó con decisión a la barra a la par que hacía un un gesto amistoso con la mano en dirección al hombre de la barra. No parecía ser su primera visita. 

-Frank, ¿amico?

La respuesta fue igual de cordial, el rostro de Frank era totalmente sonriente, acompañó el saludo juntado los dedos de su mano en un gesto propio de la tierra.

-¿Jimmy?

El recién llegado se esfumó con la misma celeridad atravesando la puerta que se encontraba al fondo, una puerta que nadie había osado cruzar hasta el momento.

-Perdóneme señor Carzo.- Se disculpó Frank mientras se agachaba. Pareció tomar una botella de whisky para luego ocultarla bajo el delantal. Actuaba con total naturalidad como si no estuviese desafiando la ley Volstead en las narices de un cliente. Tal vez contaba con que no hubiese sido visto. Con la misma naturalidad con que tomó la botella se encaminó a la puerta por la que el recién llegado se introdujo.

Unos pocos segundos después volvió a ocupar su puesto como si nada hubiese acontecido.

En ese momento otro elemento captó la atención de Fedor: la llegada de un nuevo cliente. Éste exhibía un traje impecable además de un aspecto sonriente, se encaminó con decisión a la barra a la par que hacía un un gesto amistoso con la mano en dirección al hombre de la barra. No parecía ser su primera visita. 

-Frank, ¿amico?

La respuesta fue igual de cordial, el rostro de Frank era totalmente sonriente, acompañó el saludo juntado los dedos de su mano en un gesto propio de la tierra.

-¿Jimmy?

El recién llegado se esfumó con la misma celeridad atravesando la puerta que se encontraba al fondo, una puerta que nadie había osado cruzar hasta el momento.

Apenas medio minuto más tarde, tal vez un minuto, Frank se agachó y tomó algo imperceptible, pero un brillo delató la botella que tomó entre sus manos para luego ocultarla bajo el delantal. Parecía Whisky. No pareció haber advertido los ojos que observaban aquellos pues con la misma naturalidad con que tomó la botella se encaminó a la puerta por la que el recién llegado se introdujo.

Unos pocos segundos después volvió a ocupar su puesto como si nada hubiese acontecido.

-¿Y bien? -La voz de Fazio trajo de vuelta a Fedor a la realidad de su situación y la conversación que estaban teniendo.

-Eres avispado como para saber qué se espera de ti. Pásate mañana por el puerto que tenemos tarea para empezar. -Empezó a reír celebrando aquella nueva unión. -Espera un segundo, tengo un premio para ti.

A continuación se levantó y se dirigió a la barra.

-Un par de cocacolas. -Se le escuchó pedir. No tardó en volver con los vasos. Parecía demasiado entusiasmado para aquellas bebidas que portaba.

-Por Volstead. Follamonjas y aguafiestas. Pruébalo, te gustará. -Tras ello dio un largo trago a su bebida con demasiado entusiasmo. Una bebida que olía a algo más que coca-cola.

Cuando Frank volvió a la barra, Antonino no pudo reprimir la sonrisa.
―Parece tener buen ojo para los negocios ―dijo con el índice apuntando a la barra. Antes de Frank pudiera decir algo agregó―. No se preocupe, la descripción de mi trabajo requiere que sea... privado.
Antonino se acarició el cabello con la mano derecha, seguía sonriendo como siempre, la verdad es que no solían importarle los secretos de otras personas a menos que le pagaran por descubrirlos. Después de unos cuantos años nada era suficientemente interesante para hacer un escándalo.

Sí que es interesante...

Ocupó un lugar en la barra, cercano a la puerta, observando de forma casual a Frank, tratando de evitar que este se percatara. Sabía que algo tenías guardado, grandísimo hijo de puta. 

Se tomó un breve lapso de tiempo para barajar sus opciones. Podía tratar de acercarse a la puerta y ver si oía algo, claramente el tipo del traje caro se traía algún asunto entre manos...pero enseguida descartó esa posibilidad. El ruido que hacían sus compadres probablemente sería suficiente para reducir a ninguna las reducidas probabilidades de escuchar algo provechoso.

Ahora se confirmaban sus sospechas, y sabía dónde "escondía" el alcohol ese desgraciado. Era una información valiosa, si se empleaba con buen juicio. ¿Pero qué podía hacer con ella? No le sería posible hacerse con una botella sin que le cogieran, y por muy cabreado que estuviera con esa rata de Frank no estaba dispuesto a colaborar con los defensores del jodido asalto a las libertades que era la Ley Seca. Además, visto lo visto, podría acabar metido en problemas aún más serios de lo acostumbrado, lo que era razón de más para no acudir a unas fuerzas de la ley de las que, de todas formas, desconfiaba.

No, amigo. La pregunta más importante, la pregunta del millón, es...¿cuánto llevan esas botellas ahí? ¿El pequeño Frankie fue un chico travieso y escondió unas cuantas...o les ha puesto la mano encima después de que nos jodieran?

Pensando esto, Rocco sonrió, se incorporó y avanzó hasta la barra para situarse delante del dueño.

-Perdóname, Frank...ya sabes cómo es. El trabajo, la familia, las responsabilidades...a veces es demasiada carga-dijo, manteniendo su sonrisa conciliadora.

Se apoyó sobre la barra con gesto tranquilo, jovial.

-Y, bueno, tú sabes cómo va...quítale a un hombre sus vicios, y puede volverse impredecible-continuó, guiñando un ojo.

Dicho esto, se sentó y miró con calma hacia la puerta que había atravesado minutos antes el tipo trajeado.

-¿Pero sabes qué? Que les jodan. No tienen ningún derecho a quitarnos la bebida. Al infierno con sus leyes y sus remilgos, que los hombres de verdad seguiremos haciendo lo que hacen los hombres de verdad, por mucho que nos lo quieran prohibir.

Rocco dio por terminada su conversación de un solo orador y paseó una mirada despreocupada por el local, aunque su atención seguía centrada en Frank. Estaba claro que no iba a contarle nada, pero tal vez pudiera beneficiarse de alguna manera de la situación. Y, con algo de suerte, sus intenciones habrían quedado lo bastante claras para que el barman comprendiera que le había visto sin que ello supusiera que algunos cabrones deseosos de demostrar que ya eran niños grandes le esperasen fuera con la intención de "expresar" sus opiniones al respecto.

Ese cerdo de Frank piensa que si merece evadir la puta ley por alguien bien vestido y con dinero en los bolsillos. No olvidare ese nombre ni esa puerta.

-Acepto tu ayuda - Fedor extiende la mano mientras sonríe -. Dime que tengo que hacer para conseguir ese trabajo.

Luca dio un trago a la cocacola... aquello era lo que necesitaba.

- Esto es justamente lo que necesitaba para cerrar el día... imagino que te conocen aquí, no creo que sea porque sabes pedir las cosas amablemente.

El gigante mostro una sonrisa, con aquello le dejaba saber que igual no esperaba ni necesitaba una respuesta… A veces era mejor enterarse solo de lo necesario… y lo demás no se aprendía preguntando.

- Nos vemos mañana en el puerto, cuenta conmigo para lo que sea necesario... Tú me dices la hora.

Frank no pareció reparar en la insinuación, o era un idiota o no era fácilmente impresionable.

-¿Y en qué trabajas? A lo mejor puedo conseguirte algún cliente. Soy bueno escuchando como habrás comprobado, y aún mejor cuidando de mis amicos. -Acompañó la palabra con un gesto con la mano, podía ser un gesto típicamente italiano, o tal vez pensaba en dólares. -Todo tiene una comisión claro está.

La oferta de Frank volvió a ser interrumpida, esta vez por el italiano que antes había montado un altercado, parecía haberse relajado, nadie sabía a qué se debía aquel cambio de actitud... Tal vez alguien en el exterior le había mandado un mensaje claro, tal vez había rectificado, o simplemente creía que haciéndole la pelota al barman conseguiría algo...

-Perdóname, Frank...-Se disculpó- Ya sabes cómo es: El trabajo, la familia, las responsabilidades...a veces es demasiada carga-dijo, manteniendo su sonrisa conciliadora. A continuación se apoyó sobre la barra con gesto tranquilo.

-Y, bueno, tú sabes cómo va esto... Quítale a un hombre sus vicios, y puede volverse impredecible- Continuó, guiñando un ojo. -¿Pero sabes qué? Que les jodan. No tienen ningún derecho a quitarnos la bebida. Al infierno con sus leyes y sus remilgos, que los hombres de verdad seguiremos haciendo lo que hacen los hombres de verdad, por mucho que nos lo quieran prohibir.

Tras aquella retahíla se quedó en pie, como esperando algo.

-Me alegro. Te presentaré a la tropa. -Añadió con una sonrisa mientras se levantaba haciendo ademán de al grupo de estibadores que bebía tranquilamente en el fondo, entonces pareció percatarse de algo. 

-Un momento... Sígueme. -Le invitó mientras recorría un par de mesas, en la tercera mesa parecía encontrarse una pareja de hombres resultaba una sorpresa que no se hubiese percatado antes de su presencia: uno de ellos era un hombre que se veía rudo y zafio en modales, como cualquier estibador que se encontrara en aquel bar; destacaba más su compañero, un armatoste de dos metros cuya figura sobresalía de la silla en la que se encontraba. Ambos parecían estar dando cuenta de un refresco, bebían incluso con demasiado entusiasmo para ser un refresco en la noche.

-A que no te esperabas el ron. Cosas buenas pasarán si trabajas con nosotros. -El hombre sonreía mientras le pegaba otro trago al vaso.

-Con calma. -Respondió a las preguntas de su recién adquirido compañero. -Nos vemos allí y empezamos a repartir, hay un par de sindicados que... Espera. -El matón se interrumpió al ver que uno de los estibadores se acercaba, se incorporó como pretendiendo hacer pasar aquella situación como otra cualquiera, cotidiana. El recién llegado parecía llegar acompañado de otro hombre, nunca le había visto por aquellos lares y si aún estaba vivo tras haber jodido a tantos trabajadores es porque no era un necio.

-Hay que ver, creía que Frank había echado a la escoria, sin embargo aquí estas. ¿Cómo es que no te has pasado a saludar?, ¿acaso no te atrevías si no estabas en proporción de diez a uno?-Dedicó una mirada a la gran mole que acompañaba a su interlocutor, parecía querer dejar claro que aquella conversación no iba con el. Entonces se dirigió a su acompañante.

-Te presento al mayor canalla que verás por aquí. Terry Ricci, ha olvidado que fue uno de los nuestros y sólo vela por los intereses de los patrones, ha olvidado que fuimos nosotros quienes le apoyaron cuando enfermó su ragazzo.

-Maldito Fazio, venir aqui a joder mientras me tomo un puto refresco. Todo para hablar de desigualdad... Supongo que eso lo dirás por el pobre Santino. -Respondió con una sonrisa. Aquella sonrisa era bastante calmada, incluso cruel... Parecía sentirse seguro en aquel lugar.

-Te presento a su sustituto. Creo que no lo tendréis tan fácil esta vez. 

Frank miró al recién llegado con un tono extrañado. Aquel día era la primera vez que veía a aquel hombre, demonios, aquel día era la primera vez que veía a unos cuantos y todos parecían emperrados en mandarle indirectas.

-Perdona pero no sé quién eres, pero te haré un favor, te presento a Carzo. Antonino Carzo. Está esperando a alguien y no sé si eres tú.

Agradeciendo tener alguna excusa para librarse de aquel hombre de grandes disertaciones optó por atender a uno de los hombres que acaba de acercarse a la barra dejando a los dos hombres solos.

Una hora después el Panepinto's aunque algo más vacío, seguía igual: el olor al queso y el orégano de las pizzas que se horneaban seguía engatusando las fosas nasales del variopinto número de personas que se encontraba repartido entre la barra y las mesas.

Una pareja de estibadores se había separado de la manada y se encontraba en pie hablando con otros dos hombres que estaban sentados. Artie, el cocinero, por su parte alternaba sus paseos entre las mesas con visitas a una habitación contigua. Nadie parecía atreverse a cruzar aquella puerta por donde Artie desaparecía de vez en cuando. Otra pareja de hombres se presentaba en aquellos momentos junto a la barra donde les había dejado antes el barman. 

En medio de aquel cúmulo de situaciones, la algarabía resonaba, resonaba tanto que hacía tiempo que había dejado de ser una cacofonía y se convirtió en un murmullo, un murmullo a su manera melódico que ambientaba aquella estancia que asemejaba un trozo de la bota en aquel lugar al otro lado del mundo.