Partida Rol por web

Cuando el tipo levantó la ametralladora, Luca se tiró al suelo y jaló con él a Terry tirando la mesa ante ambos... pero una mesa no era cobertura suficiente.

Luca sintió los aguijones picarlo, no era la primer vez que una bala le daba... Pero sí la primera vez que lo impactaban tres.

Como pudo se arrastró para ponerse fuera del alcance de más proyectiles, y se obligó a mantenerse consciente, caer desmayado ahí, podría significar morir... Hasta que la balacera terminó.

Una vez los tiradores se largaron en el carro, Luca pudo comprobar el estado en que se encontraba, estaba herido pero sabía que ninguna de las balas había dado en un sitio delicado... El riesgo era morir desangrado. 

El sujeto que se les había acercado con el del sindicato vino a ver como estaba, extraño eso, debería estar largándose.

- No son graves ninguna, pero si me quedo aquí me voy a desangrar... Avísame si consigues un vehículo

Luca observó a su alrededor... Quería saber si Terry se había salvado. Al menos el mismo lo había tirado al piso antes de que empezara el tiroteo

La puerta daba a un pequeño corredor de apenas un par de metros, al final de éste se encontraba la trastienda. Antonino llegó el primero y entró sin miedo.

Una mesa redonda se encontraba tirada a falta de un mejor comité de bienvenida, multitud de cartas y fichas de póquer se encontraban desparramadas a un lado mientras numerosas manchas de sangre iban salpicando la escena. El origen de aquellos tonos rubíes estaba en los cuatro cuerpos acribillados, con sus caras contraídas en un rictus desagradable. Todos tenían pinta de haber sido sorprendidos en medio de la partida, no tuvieron tiempo de defenderse como evidenciaban las armas bajo las sobaqueras de las víctimas.

Al fondo se veía la puerta que daba a la calle totalmente destrozada, descolgada de una de sus bisagras. Una huella de suciedad había quedado impresa en uno de los lados de la puerta.

Frank se encontraba en esos momentos agachado sobre una de las víctimas.

- ¡Signore Luigi, signore Jimmy!... Tomy... ¡Signore Luca! ¡Mamma mía! ¡Santa Madonna!- Volvió a clamar al cielo

Mientras el doctor Rossi se dedicó a auscultar a su paciente éste echó una mirada en derredor, no tardó en encontrar lo que buscaba. Terry, el pobre bastardo tuvo la misma mala suerte que su compañero... Varias balas habían puesto fin a su existencia congelando su cara en una máscara terrorífica.

Las heridas no tenían buena pinta, el mastodonte herido estaba consciente y podía moverse, además las balas habían quedado alojadas en su interior por lo que hacían presión evitando que se desangrase como un cerdo... No obstante había que sacarle las balas antes de que cogiese una infección necesitaba ser tratado en una mesa de operaciones con instrumental adecuado. 

- ¡Signore Luigi, signore Jimmy!... Tomy... ¡Signore Luca! ¡Mamma mía! ¡Santa Madonna!- El diagnóstico no tardó en ser interrumpido por las voces que llegaban desde la trastienda donde hacía apenas unos instantes, uno de los supervivientes se había colado.

―Vamos Frank, seguro que hay que avisarle a alguien de esto ―dijo Antonino poniendo una mano sobre el hombro del hombre―. No movamos nada hasta que venga... quien tenga que venir. ¿Te parece? ―intentó sonar sereno.
Después recorrió el lugar con la vista, intentando encontrar aunque sea una pista de quién y por qué había pasado todo aquello.

No lo iban a conseguir. La mayoría de esos tipos morirían ante de que llegaran las ambulancias. Recordó a Jimmy. Era más que posible que uno de los coches le perteneciera. A lo mejor ese presumido sirve para algo.

Se acercó a Rocco. Amico, hay fuera hay dos coches. Pregunta a los supervivientes y revisa los bolsillos de los heridos y los muertos por si alguno tiene la llave de uno. Yo voy a ir a la otra habitación a buscar en los de abajo.  Tras hablar con él salió corriendo y cruzó la puerta del fondo.

Examino las heridas ocasionadas por el tiroteo en el hombre que está tirado en el suelo ante mí.

- Permanezca quieto señor - digo intentando tranquilizarle - me llamo Mauro y soy médico. Sus heridas no son graves, pero es necesario extraer los proyectiles para poder tratar correctamente las heridas. Sería necesario llevarle a un hospital o como mínimo a mi clínica. Allí tengo todo el material necesario para ello.

Otros de los hombres alcanzados por las balas no tuvieron tanta suerte y nada se podía hacer ya por ellos. Una de las personas que resultaron ilesas se acerca a ofrecer ayuda y me hace un comentario sobre la guerra.

- Así es... luche en la guerra y hasta hace unos minutos pensé que había dejado atrás ese horror - le respondo agradeciendo su apoyo. - Necesitaría unos trapos limpios para comprimir las heridas y minimizar la hemorragia... y agua para humedecerlos...  - le pido...

Movido por las peticiones de ambos hombres, Rocco dejó de lado la rabia que sentía, al menos de forma momentánea.

-Sí, hará falta un auto si pretendemos socorrer a alguien...-comentó, mirando hacia la barra-. Bien, traeré algunos paños, y luego veremos como salir de aquí lo antes posible.

Mientras hablaba, asintió en dirección a cada uno de sus interlocutores en señal de concordancia y acto seguido se dirigió a la barra en busca de los trapos solicitados.

-¿Alguien de entre los vivos o los medio vivos ha venido en coche?-preguntó mientras rebuscaba con violento nerviosismo. Centrarse y encontrar cosas en momentos de tensión nunca había sido lo suyo, normalmente en esas ocasiones él se sumaba a los hombres que perseguían al enemigo o cargaban a los heridos. Al menos, era así durante la guerra, cuyo extraño influjo aún ardía en sus venas desde que instantes atrás fuera prendido por las balas.

- Joder Doc, ni en la guerra me dieron tantas balas como hoy...

Aquel oso enorme seguía con vida, pero si no conseguían como llevarlo rápido a un hospital de seguro no la contaba.

- ¿Alguien llamó ya a una ambulancia?... No creo que el Doc, pueda sacarme el plomo aquí.

La puerta daba a un pequeño corredor de apenas un par de metros, al final de éste se encontraba la trastienda. Allí se encontraba uno de los clientes, a un lado de la entrada.

Una mesa redonda se encontraba tirada, multitud de cartas y fichas de póquer se encontraban desparramadas a un lado mientras numerosas manchas de sangre iban salpicando la escena. El origen de aquellos tonos rubíes estaba en los cuatro cuerpos acribillados, con sus caras contraídas en un rictus desagradable. Todos tenían pinta de haber sido sorprendidos en medio de la partida, no tuvieron tiempo de defenderse como evidenciaban las armas bajo las sobaqueras de las víctimas.

Al fondo se veía la puerta que daba a la calle totalmente destrozada, descolgada de una de sus bisagras. Una huella de suciedad había quedado impresa en uno de los lados de la puerta. 

En ese momento entró uno de los clientes que había visto anteriormente.

-¿Eh?-. Preguntó el camarero al advertir que no estaba solo. El estado de shock en el que se encontraba hacía que se hubiese convertido en hombre de procesos lentos.

- ¡Que desgracia! -Volvió a declamar ignorando las palabras de Antonino-. ¡Mamma mía...están todos muertos! ¡Bastardos!

La cara del camarero mudó rápidamente a la sorpresa.

-¡Jimmy!. -Exclamó Frank al tiempo que hacía unas señas al resto. -Rápido, ¡echadme una mano!

Un rápido vistazo al destrozo del local descubrió el teléfono, éste se encontraba destrozado: el armatoste principal estaba agujereado, del auricular sólo quedaba la mitad que colgaba de cualquier manera sujeto únicamente por el cable. Por si además quedaba algun tipo de futil esperanza, no había forma de introducir los números al haber saltado la ruleta.

Los trapos era harina de otro costal, había un trapo sucio que se empleaba para limpiar la barra, por si la carencia de higiene no era suficiente había unos cuantos cristales que convertían su empleo como tapón de heridas en todo un peligro. Afortunadamente bajo la barra había más trapos, tras sopesar entre sus opciones, Rocco tomó la que le parecía la menos mala. Al menos estaba limpio y seco.

Antonino se volteó de inmediato para buscar ayuda y se encontró con alguien más en el cuarto y casi se vuelve a tirar al suelo, pero reconoció la cara de entre las que estaba en el bar y no parecía querer rematar a nadie.
―¿Está bien? ―le preguntó, pero no esperó respuesta puesto que estaba de pie y no parecía herido ―¿Ha visto al doctor Rossi? ¿No muy alto, traje elegante, sombrero? ―antes de que le contestara se volteó a Frank y Jimmy―, presione las heridas Frank, no deje que se desangre y no lo mueva. ―entonces sí volcó toda su atención en el otro hombre, esperaba que le dijera que Mauro no estaba muerto o herido.

Cuando entró en la habitación encontró lo que esperaba y aún así le impresionó. Aquella masacre era el objetivo real de los pistoleros, no la gente del bar. Tardó en reaccionar a la pregunta, ni siguiera sabía si era a él. ¿Doctor? Arriba hay un tipo atendiendo a los heridos, supongo que será él. Se acercó a la mesa cuando el tal Jimmy dio señales de vida. Bastardo afortunado, seguro que todo esto ha sido para eliminarlo. Pero aquí no puede curar a nadie. Hay que llevar los heridos al hospital. ¿es de alguno de los presentes los dos coches que hay fuera? 

Sin esperar la respuesta empezó a registrar a los cadáveres por si tenían la llave.

Antonino frunció el ceño, no estaba muy seguro de que Jimmy quisiera ir al hospital, pero hey, no era su decisión, después de todo no era él el que estaba muriendo.
―Es verdad que necesita un hospital, pero es más apremiante que Rossi nos ayude con sus hemorragias o se desangrará en el camino―dijo mirando a Jimmy de soslayo―. Señores, ayudadme a llevarlo al bar―Levantó la pequeña mesa de poker llena de agujeros y mientras el otro hombre rebuscaba lo pusieron en ella. Así al menos se movería menos que si lo cargaran como un saco de patatas.

Durante su corta búsqueda, el joven observó los cuerpos retorcidos que se hallaban desperdigados por la estancia. Todos, o al menos la mayoría, eran estibadores como él. No tenía sentido molestarse en rebuscar sus sudorosos bolsillos; no iban a encontrar las llaves de ningún auto. Lo mejor que podía hacer por el momento era intentar mantener con vida al grandullón en lo que el otro tipo localizaba algún cadáver mejor vestido. Pese a las circunstancias, sonrió.

-Parece que hoy todos estamos rememorando las cositas sucias que nos pasaron en el frente, ¿eh?-durante un instante, se detuvo y dirigió su mirada hacia la calle-. Esperemos que no todas...-comentó en un tono menos alegre, llevándose una mano al pecho, cerca del corazón.

Entre los tres incorporaron a Jimmy. Mientras uno de ellos colocaba la mesa, los otros dos lo sentaron en una de las sillas. Éste se sostenía a duras penas en su sitio mientras sea apoyaba en la mesa. Entonces Frank cerró la puerta posterior como buenamente podía, mientras nadie prestase demasiada atención a la puerta, no advertirían su estado real.

A continuación se dirigió a la parte delantera dejando a los tres atrás.