Partida Rol por web

Expedición al Castillo Ravenloft

Día 1.- Encuentros con la no muerte

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09/12/2015, 22:43
Narrador

Caminante, no hay camino, la niebla lo engulle al andar. La soledad ya no te acompaña, pues se perdió nada más llegar. Y el ruido de tus botas contra el húmedo suelo ya no sonará más, pues la niebla lo engulle al andar.

Quizá el caminante no esté solo. Una presencia voraz parece rodearle, parece vigilarle e incluso aspirar su aroma. Las energías parecen abandonar al caminante para hacer cada vez más y más densa la niebla. Maldita niebla

¿Y la niebla? ¿Cuándo nació? No empezó como otras, lentamente, anunciando peligros y una posible muerte. No, está niebla se tragó al caminante, se hizo un con él. Penetró en su interior y le quitó la felicidad, la alegría y todo lo bueno que podía tener. Algunos caminantes sonreían, pues la maldad era su amiga. Otros tiritaban, pues necesitaban el Sol que en esas tierras parecía muerto. Otros sólo esperaban su muerte, pues no había nada que anunciara lo contrario.

Sólo los pacientes o los malvados veían una luz al final de tanta niebla. Una luz que se movía lentamente, mecida por una corriente de aire que no parecía llegar a los caminantes para refrescarles el cuerpo. Pero brillaba lo suficiente como para poder llegar hasta ella. ¿No había una leyenda que contaba lo peligroso de seguir a las luces en las nieblas? Pero ¿esa niebla no era ya lo suficientemente peligrosa? Poco a poco, paso a paso, el crujir de unos hierros acompañaban al caminante. La niebla pareció espesar, anunciando una posada lúgubre, en cuya puerta colgaba un faro y un cartel

La Posada Lúgubre

Descansa tus pies mientras un caldo caliente

te devuelve la humanidad

La puerta, de madera quebradiza, se abría con sólo tocar el pomo. Una lúgubre luz salió al encuentro del caminante, invitándole a pasar, aunque de una manera triste y algo desconsoladora.

En el interior de la posada, cuatro mesas sucias con sus sillas estaban próximas al fuego, buscando un calor que no llenaba la estancia. Una barra con seis taburetes, dos de ellos ocupados, parecían narrar el fin de aquél lugar. Una camarera de cabellos oscuros y manos callosas limpiaba con poco esmero los vasos. Su mirada dura, pero triste, seguía a cualquier caminante hasta que se sentaba y pedía.

Notas de juego

Post introductorio. Todos llegaréis a esa posada. El cómo y el por qué es cosa vuestra, os dejo a vuestra imaginación.

Podéis postear todos. Al principio, los que aún no hayan finiquitado su ficha, si necesitan hacer alguna tirada, 1d20, yo aplicaré los modificadores. Pero antes de que empiece la aventura seriamente hablando, tiene que estar todo hecho.

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10/12/2015, 17:04
Elyzabeth Ildemar

    La espesa niebla ocultaba el camino pero lejos de asustarse, Elyzabeth se sentía reconfortada como un depredador que se sabe oculto de su presa. Poco quedaba de la niña que había sido. La hija de Ildemar habría corrido asustada hasta los brazos de su padre. Pero su padre había muerto y tal vez ella con él. Otra voluntad medraba ahora en su cuerpo. Una luz sin calor que marcaba un camino aciago y siniestro.

La puerta de la posada se abrió con solo apoyar la mano y la joven entró apoyándose en su pesada lanza. El suelo crujió bajo el peso de su armadura, mas la joven era delgada como un sauce y pálida como el hielo.

Elyzabeth saludó inclinando la cabeza y tomó asiento lejos del fuego; a pesar de que sus labios estaban azules y sus manos ateridas por el frío.

Aceptó el caldo que le ofreció la camarera. Se desabrochó el guantelete y aguardó en silencio a que el cuenco se enfriase. Sólo entonces se aventuró a probarlo haciendo un esfuerzo.

Sus ojos color miel miraban a través de la ventana. Destellaban un brillo pálido e inquietante como el ámbar. Su mirada recordaba la de un depredador; la de un fugitivo o tal vez de ambos. Aferró con sus manos los amuletos sagrados que portaba al cuello. A la vista quedaba un humilde símbolo de madera, pero debajo, pegado a su fría piel, descansaba otro menos amable y oscuro.

Ely, como la llamaba su padre, entrecerró los ojos y juró que vengaría su muerte en una lengua conocida por unos pocos.

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10/12/2015, 21:21
Walterly Wallace

Hacía varios días que había descendido la montaña, y en el valle la bruma era espesa. Recordaba a las viejas historias del lago Kronov, en cuyas mañanas de calima el largo cuello del Avanc se dibujaba y desdibujaba a lo lejos, volviendo paranoicos a los viejos pescadores hasta que ya era demasiado tarde. La niebla lo complicaba todo. La orientación, la obtención de sustento... todo. Las luces se refractaban a lo lejos en las gotas de agua en suspensión. Walt tuvo que caminar más tiempo del esperado para llegar a ver que esas luces las desprendía una posada. Es como si durante más de media hora estuviese siguiendo un espejismo.

Su grueso cuello, musculado, se retorció para poder enfocar la vista en el letrero. Su padre le enseñó el alfabeto, pero lo tenía tan en desuso... Espeso, fue leyendo poco a poco. Leyó "cálido caliente" por torpeza, o por deseo. Aquella niebla le estaba calando hasta los huesos, y su vieja capa no le tapaba mucho. Pero pararse a descansar equivalía a reconocer que no era lo suficientemente débil como para seguir avanzando.

Aún así, reconsideró si entrar. Era una posibilidad exigua que justo en aquel establecimiento, en aquel momento, coincidiese con su padre desaparecido. Y se agarró a esa posibilidad como si fuese un clavo al rojo. En Tepest tienen un refrán: la experiencia es lo último que se pierde. Que viene a significar algo así como que una vez que te has despojado de la ilusión, de la necesidad y de la esperanza, aún te quedarían los conocimientos recopilados a lo largo del camino. Puede que su padre no estuviese allí, pero por lo menos Walt podría preguntar si alguna vez pisó esta posada. Con eso bastaba.

La puerta estaba abierta. Quien quiera que hubiese tocado aquel pomo antes de la llegada de Walt, no se había molestado en cerrar. Y mientras, lo que se abría era su capa: al ser retirada hacia atrás, mostró su torso desnudo y sus rodillas al aire, separadas como cielo e infierno por un limbo a cuadros. Walt se golpeó el kilt color musgo para limpiarlo de polvo antes de entrar. La vaina de la espada protestó golpeando el marco de la puerta.

Aquel extranjero llegado del Tepest no era alto, pero sí ancho. De espaldas, sobretodo. Y sus piernas eran cortas e igual de hipertrofiadas que el resto de sus músculos visibles. Su complexión y su ceño fruncido le daban el aspecto de un fiero tejón, con su melena marrón repeinada dejando ver el nacimiento del pelo, la pálida piel, simulando dos flancos blancos dibujados en su pelaje. Sobre cara y pecho se marcaban las lineas de un tatuaje del que solo en Tepest sabrían decir su significado.

Cerró la puerta tras de sí, y como la vió floja, renqueante, que amenazaba con abrirse, y demasiado tímida para permanecer cerrada al mínimo golpe de brisa que acariciase el pomo, Walt acercó una de las banquetas de la barra sin dirigir palabra a los que allí estaban. Pegándola a la puerta impediría que el viento la abriese, pero permitiría que cualquiera pudiese empujar.

Mirad lo que os digo, ¿alguien sabe si...?-interrumpió la frase, arrugando la nariz-Snif, snif...

Olisqueó el aire. Buscaba olor a muerte. No muerte como a cadáver en descomposición... La brujería y las maldiciones hacen que los muertos no estén tan muertos y su olor sepa diferente en la base de las fosas nasales. Walt había aprendido a distinguir ese tipo de cosas. Podría decir quién es el tumuluario en medio de un baile de salón de viejos ricachones decrépitos histriónicamente disfrazados.

Notas de juego

Detecto muertos vivientes (dote de némesis). Ely, ¿hay algo que quieras decirme?

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11/12/2015, 00:31
Elyzabeth Ildemar

     El gesto inquisitivo del salvaje sacó a la joven de sus oraciones. Elyzabeth guardó sus símbolos sagrados y devolvió una gélida mirada al guerrero. Nunca había estado en Tepest, pero en la taberna de su padre había oído muchas historias de sus tribus en las que habían pocas mujeres y demasiadas ovejas.

...Pero ya no estaba en su valle. Estas eran tierras extrañas habitadas por gentes hurañas y llenas de perjuicios. No les daría una excusa para que la ataran sobre una pira de leña. Suavizó su gesto y extrajo con gran recato un delicado estuche con el que se empolvó las mejillas de un tono sonrosado y perfiló sus labios de un tono discreto que no recordara a una meretriz.

La nariz de Walt solo captó un aroma dulzón. Si se trataba de un truco, era muy bueno. ¿Le habrían engañado sus ojos? El cuenco de caldo seguía lleno.

La joven ahora hasta se permitió una sonrisa felina como si el musculoso bárbaro no fuera más que un ratoncillo.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Ely, ¿hay algo que quieras decirme?

...Que me encantan tus PJs.     ;-9

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11/12/2015, 02:00
Zack "El Oscuro"

Llevaba días buscando a su hermana, quizá los días se habían convertido en semanas o incluso meses. No había ni rastro de ella por ninguna parte. Era como si la tierra se la hubiese tragado. Y cuando se quiso dar cuenta, Zack se había visto en vuelto en esa asquerosa, oscura y pegajosa niebla. 

Cuando se dio cuenta de que no era capaz de ver a más de un palmo de sus narices, se dio cuenta de que la única posibilidad que tenía en ese momento era gritar su nombre. Y así lo hizo. Pero nada... El Oscuro empezaba a estar cansado, agotado y sobre todo frustrado. La desaparición de su hermana le había dejado consternado, terriblemente triste y desesperado. Y ahora, para mayor colmo, se dio cuenta de que tampoco sabría por dónde regresar a su casa. Estaba solo. Desamparado y aburrido.

Por suerte alcanzó una taberna que tenía pinta de ser lo menos malo de aquel lugar. Apoyó la mano en la puerta y sintió el pomo demasiado frío. Era como si aquella bruma absorbiese la calidez de todo lo que engullía. Se frotó la mano y entró. Contempló lo poco habitada que estaba, pero comprendió que así fuese. 

Sin demorarse mucho, sacó su baraja de naipes y los colocó sobre la barra. Pidió una cerveza, pero al momento se arrepintió y pidió un vino caliente. Extendió la baraja dejando ver solo una pequeña parte de cada carta. Cuando la posadera le trajo el caldo caliente que no tardó ni un momento en solicitar, le pidió a ella que eligiera una de las cartas que tenía consigo. Vamos, elige una. Le dijo a la camarera que parecía triste y apagada. Ya verás.

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11/12/2015, 07:45
Elyzabeth Ildemar
Sólo para el director

Notas de juego

Master: Ely fue mordida por una vampira. Como comentamos en su día, dejo a tu elección si se transformará en vampira y por lo tanto si huele a algo más que dulzonas flores.

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11/12/2015, 10:42
ZZ Muerto - Broc

Acazar osos, sólo a cazar osos.

Broc no dejaba de repetirse eso una y otra vez. Aquella mañana se levantó temprano, iba a ser un gran día, su gran día. Era la mañana en la que pasaría de ser un crío a ser considerado adulto.

Se equipó sin prisas, se ajustó el camisote de mallas y con la maza y el escudo salió de su casa. Alli estaba su poblado entero. Le hicieron un pasillo desde su casa hasta la salida del poblado. Todos vestidos con sus mejores galas, todos en silencio. Al joven Broc se le hizo un nudo en la garganta, pero, orgulloso, levantó la cabeza y avanzó sin dudar. Sintió un movimiento a la derecha y al mirar vio como su madre se acercaba corriendo a él con lágrimas en los ojos. 

Toma, llévate esto, te ayudará.

Altivo a punto estuvo de arrojar el regalo, un colgante con un pequeño escorpión de plata, él no necesitaba ayuda de nada ni de nadie, pero lo aguantó en su puño cerrado y continuó andando sin decir palabra. 

Antes de salir todos se dieron la vuelta dándole la espalda. No sería bienvenido hasta que no volviera con la piel de un oso negro.

Broc se fue sin mirar atrás. Sabía en qué parte de las montañas de los Picos Grises se movían aquellos animales, no tardaría mucho en volver.

Y ya llevaba una semana así. 

Le extrañó aquellas brumas mientras ascendía a uno de los picos. Normalmente se formaban en la parte baja del valle. Pero aquellas se dirigieron hacia su posición como si alguien las mandara contra él, aunque eso era imposible, sólo eran brumas.

Siguió ascendiendo un rato, pero de repente dejó de ascender. Pensó que sería algun rellano en la montaña, pero no recordaba que por aquella zona hubiera alguno. Decidió esperar a que la bruma desapareciara, un poco al menos por que era tan densa que se podía cortar con una daga, y continuar con la búsqueda.

Las brumas no tardaron en desaparecer pero para su desconcierto ya no se encontraba en un montaña, sino en un bosque de altos árboles. 

Pero que coño... brujería.

No podía ser otra cosa. Broc se puso en camino dispuesto a pedir explicaciones al brujo que le había hechizado de esa manera. Y así llevaba casi una semana desde que salió de su poblado.

Sin provisiones, sonrió cuando una vieja posada apareció al final del camino. La luz que se veía por las ventanas hacía presagiar que habría alguien en el interior.

Casi echó a correr para llegar cuanto antes, los rugidos de sus tripas apremiaban sus pasos. Abrió la puerta de golpe, a punto estuvo de sacarla de sus oxidados goznes, incluso un taburete que había detrás cayó estreitosamente al suelo.

Broc tuvo que agacharse para entrar, sus poco más de dos metros hizo que tuviera que bajar la cabeza para no golpearse con el dintel. Llevaba la cabeza rapada y su piel cetrina tenía aspecto de ser dura  como una roca. 

Sin ni siquiera observar a los presentes se dirigió directamente a la barra... Agua, comida, tengo dinero. 

Broc no había salido nunca de su poblado, era joven e ingenuo, no sabía que era peligroso decir según en qué lugares que llevaba oro. Aunque tampoco tenía por qué preocuparse, al fin y al cabo... era un gigante. 

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11/12/2015, 11:59
ZZZ Kaapo

La niebla había caído sobre él como el aliento de una cueva que suspira con hartazgo. Notaba cómo entraba por sus narinas e inundaba sus pulmones cada vez que respiraba. El ya de por sí húmedo ambiente cargaba todavía más la sensación de pesadez del camino. La niebla enturbiaba sus sentidos y constreñía su pecho con su ominosa presencia. Pero si algo había aprendido era que debía intentar mantener la calma interior para no perderse definitivamente.

Cosmos camina a su lado, acompañando con el repiqueteo de sus cascos el sonido amortiguado de sus pisadas. Clop, clop, clop. Ha estado a su lado sin rechistar durante todo este tiempo, aguantando sus interminables historias y divagaciones filosóficas. Sus crines son largas y no están todo lo cuidadas que debieran, pero de tal palo, tal astilla.

El faro de lo que parece una posada comienza a dibujarse en la distancia. ¿Distancia? A penas son veinte metros los que le separan de la estructura. Claramente, la niebla es peor de lo que inicialmente consideró. No sería prudente continuar el camino en estas condiciones, no cuando se encontraba ya prácticamente en su destino.

Ató pues al manso caballo fuera de la posada y se acercó a la puerta. Su reflejo, como no, habría sido abrirla sin más, pero el choque de esta contra algo que estaba apoyado contra ella y el ruido de la madera contra la madera le hizo dejar de empujar. Como la puerta estaba entreabierta, echó un vistazo y pudo ver el taburete que entorpecía su giro. Por la facilidad con la que bailaba en sus goznes, adujo que la presencia del taburete respondía a una necesidad más que a una voluntad de entorpecer.

Apartó con una mano el taburete y, sujetando aún la puerta, se introdujo en la lúgubre estancia. Cuando estuvo todo su cuerpo dentro, volvió a colocar la puerta -y el taburete- en sus posiciones originales.

Hay con lo que parece una baraja de cartas que habla con la posadera. Él se acerca con paso cauto y, señalando con el pulgar hacia el exterior, le hizo saber que su caballo estaba atado fuera. ¿Debería dejarlo en otro lugar?

En la estancia ardía un raquítico fuego que casi parecía más un adorno que un verdadero hogar. Aún así, optó por tomar una de las mesas cercanas y sentarse en ellas, tratando de absorber cuanto calor fuera posible.

Ahora que ya no le envuelve la niebla podemos verle mejor. Tiene buena estatura, pero se ve claramente que es alguien de constitución delgada. Cuando se retira la capucha humedecida por el viaje, vemos que lleva el pelo desordenado y recogido en una improvisada coleta corta. Una ligera barba pelirroja puebla su marcada mandíbula, mientras que sus ojos parecen querer absorber todo y a todos cuantos se encuentran en la estancia. Hay una mujer con una armadura tremenda, un hombre -¿un chico?- que bien podría partir un leño con la axila y el hombre de la baraja de cartas. ¡Le alivia saber que no es lo más raro que hay en el hospedaje!

Va vestido con ropas de viaje, pero claramente abrigadas. A pesar de estar en buen estado, está claro que se les ha dado buen uso. Extiende las manos hacia la lumbre, tratando de captar con las yemas de sus dedos el efímero calor que de ella se desprende para templar sus calados huesos.

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12/12/2015, 21:32
Reluë Dranohel

La triste y melancólica niebla conjuga perfectamente con mi actual talante, otrora alegre y jovial, y el silencio muerto que me envuelve es un eco de mis propios sentimientos. Muy lejos quedan los felices pasajes de mi niñez y mucho más cerca los aciagos tiempos convertido en trotamundos sin norte ni destino. Lo que comenzó con la ilusión de quien inicia un viaje hacia lo desconocido, en busca de la sabiduría y mejora de sus propias capacidades, se tornó rápidamente en un sinfín de episodios desagradables en tierras inhóspitas plagadas de paletos humanos siempre huraños -la mejor de las veces-, o abiertamente hostiles y dispuestos a pasar un buen rato a mi costa.

Se hace difícil conservar una pizca de aquella temprana ilusión, pero al menos la experiencia me ha valido para crecer y saber afrontar con mayor empaque las vicisitudes que este dichoso mundo no para de obsequiarme. Un par de trucos aquí y allá, y las supersticiones de los aldeanos se vuelven contra ellos y sirven para que me dejen en paz por un rato. No dura mucho sin embargo, y siempre hay que volver a partir, temeroso de que reúnan el valor suficiente para quemarme vivo mientras duermo.

La única época cercana que recuerdo con cierta tranquilidad la he pasado en los bosques de Síthicus, junto a los elfos. Pero hasta esos recuerdos comienzan a perderse también en mi memoria, engullidos por la niebla, tras meses ya de nuevo en el camino.

 

- Una luz... -me digo- Una luz mortecina que por la forma de oscilar entre las brumas me indica que es un farol de los que suelen anunciar la presencia de una cantina o una posada, antes siquiera de ver el cartel. Antaño me hubiese mostrado más cauto y temeroso, pero la experiencia me dicta que lo mejor es entrar sin dudar.

Forcejeo con la puerta hasta que me doy cuenta de que sólo hay que empujar con fuerza para mover el taburete que la sostiene. Echo un vistazo. Un par de taburetes ocupados y una reunión muy peculiar de personajes que me sorprende y me hace pensar por un momento que quizás tenga suerte, y ésta no sea una cantina más de las muchas que colecciono en mis andanzas. Un momento, tan solo.

Me siento en una silla desocupada, lo más alejado posible de cualquiera de los presentes, aunque el tamaño de la posada me hace difícil la elección. Mi mirada se cruza con la de la camarera, que no ha dejado de observarme desde que entré. No es una mirada de ésas para echar cohetes, ni para hacerte ilusiones de nada; es más bien una mirada triste, de las que es mejor rehuir para no caer en una depresión.

- Un jarra de vino. -le pido cuando se acerca, sin añadir nada más. Más tarde me interesaré por si quedan habitaciones libres -o un rincón vacío en las cuadras-, cuando haya conseguido calentar algo los ánimos por dentro y por fuera. Mientras se aleja, descargo el petate, descuelgo mi arco y los apoyo a mi lado, junto al bastón, y tiendo mis manos hacia el fuego, buscando algo de su confort.

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12/12/2015, 23:17
Walterly Wallace

En un impás, la nariz se le iba llenando de texturas al mismo tiempo que la Posada Lúgubre se abarrotaba. El olor que había llamado su atención, sobrio, como a almizcle disimulado, provenía de la mesa de la "caballero" con noble armadura y de la misma barra. El caldo es lo que tenían en común. Fuese cual fuese el ingrediente que levantaba suspicacias en Walt, la decisión estaba tomada: ni acercarse a la especialidad de la casa. Aún así...

Una corriente fría le abofeteó la cara en medio de sus divagaciones olfativas. Era increíble que de todos los que habían entrado después de Walt, tan solo el barbudo (y no nos referimos precisamente el de la pelusilla en la cara que jugueteaba con las cartas y la camarera), había cerrado la puerta después de entrar. En Tepest estas cosas no pasan. Para entrar en los castros, hermosos ejemplos de mampostería circular, no hay madera. El hueco de la puerta se deja ocupar por una cortinilla de hebras de paja que cuelgan al peso de los abalorios de más abajo. Y ya tiene narices que el que se esté preocupando por el aire sea un tepestaní: si Walt se había criado sin puertas, el resto de clientes debían de ser salvajes que provenían de lo más hondo de una cueva, sobretodo el grandote con aspecto de bruto.

Mirad lo que os digo...-dijo en general a la sala-Última vez que cierro una maldita puerta, ¿eh? ¡Así os tengáis que sentar todos juntitos en la mesa más alejada para que no os dé el aire! Como esa puerta...-la señaló con vehemencia-la vuelvan a dejar abierta, ya queda así para siempre.

Walt resopló por la nariz como un toro bravo, alejándose de la barra, empujando el pomo helado hasta escuchar el click, y reajustando la posición de la banqueta. En Tepest tienen un dicho: viento fuerte, mañana tormenta; viento flojo, mañana aumenta. Se podría traducir como que la ira siempre va a más. Pero ya estaba... ya había pasado todo. Aquel bajito gruñón respiró hondo, de nuevo en la barra. El paseíllo de Walt había dado tiempo a la camarera a atender a la clientela, pero eso no importaba mucho porque Walt no iba a pedir hasta después de encontrar respuestas. Así que, aunque la camarera estuviese ocupada, los demás podrían responderle.

Atención a una cosa que os quería comentar, aprovechando que en esta posada tan aislada sea casi imposible que vayan a entrar una o dos personas más en los próximos minutos a interrumpirme... ¿Alguien vió a un tipo... alto más o menos como él...-señaló a Kaapo-pelo marrón como el suyo-señaló a Kaapo de nuevo-con barba...?

Se frotó los ojos. ¿Podía ser aquel hombre el padre perdido de Walt? Llevaba años sin verle, está claro que a estas alturas no recordaba sus facciones exactas. Además, le faltaban los tatuajes... y si realmente se tratase de su padre, el tiempo también le habría arado las líneas de expresión, y tendría un aspecto algo más avejentado que el hombre que se le parecía.

Arnak... Arnak Wallace. Responde al nombre de Arnak Wallace. ¿Nadie lo ha visto? ¿O ha oído hablar de él? Tiene un acento parecido al mío. ¿Os suena?

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13/12/2015, 11:26
ZZ Muerto - Broc

Broc miró de soslayo al humano cierrapuertas sin prestarle más atención. Parecía fuerte, al menos para ser un humano, pero ahora mismo el único interés que tenía era en el plato de comida y en la bebida.

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13/12/2015, 12:13
Elyzabeth Ildemar

La Posada Lúgubre

Descansa tus pies mientras un caldo caliente

te devuelve la humanidad

     Sus labios se torcieron en una mueca amarga al recordar el cartel de la puerta. -¿Os pido ayuda y me enviáis este caldo?- Protestó a los dioses.

Elyzabeth  aprovechó el reflejo de la ventana para rematar su maquillaje, recogió su pelo con una horquilla y acentuó sus hermosos ojos con una línea de carboncillo. Prefería la intensidad del col, pero era imposible de encontrar tan al norte.

El detalle del reflejo no pasó desapercibido para los mas observadores, que sin embargo rehuyeron acercarse a ella a pesar de su atractivo.

La joven observó a los recién llegados con curiosidad. Entre ellos nada menos que un gigante, pero lo más insólito es que pidió en la barra como uno más en lugar de arrasar la posada entera. Tal vez los dioses no la habían abandonado a su suerte. El variopinto grupo resultaba más interesante que los aldeanos de espíritu gris que había encontrado hasta ahora. La clérigo vio en el insólito encuentro la intervención divina y se propuso averiguar el propósito. Volvió a guardar sus cosas en el estuche y se acercó al extraño de la baraja de cartas.

 Vamos, elige una. Le dijo a la camarera que parecía triste y apagada. Ya verás.

-Está trabajando- Excusó a la camarera de aspecto abatido. -Cualquiera de los demás seremos un público más entusiasta-.Explicó ojeando las cartas. La mujer aguardó a que la invitaran a sentarse, pero entonces el bárbaro interpeló a todos con su propia búsqueda.

Arnak... Arnak Wallace. Responde al nombre de Arnak Wallace. ¿Nadie lo ha visto? ¿O ha oído hablar de él? Tiene un acento parecido al mío. ¿Os suena?

-No señor- Respondió con un tono neutro.

No parecía que quisiese ajustar cuentas con el tal Arnak. Dedujo que sería un familiar o un vecino.  Elyzabeth entrecerró los ojos. Si aquel encuentro formaba parte del puzle divino ¿Qué lugar ocupaba el bárbaro?.

-Os ayudaré a encontrarlo si es voluntad de los dioses- Añadió al fin dispuesta a averiguarlo.

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13/12/2015, 19:50
Reluë Dranohel

Mientras espero que la camarera traiga la jarra de vino que le he pedido, miro atentamente al fuego que comienza a calentar mis huesos mientras no pierdo detalle de las conversaciones que se inician en la taberna.

El hombre de los tatuajes parece enfadarse con mi descuido de no recolocar el taburete tras la puerta y no le basta que la haya empujado al traspasarla para que se cerrase por sí misma, como se suele hacer en la mayoría de las posadas del mundo. Por suerte pareció olvidarse del tema puerta enseguida, y yo también, sobre todo al ver de reojo a la chica morena que se levanta para acercarse al joven entretenido con las cartas. Siempre me han gustado los trucos con cartas -y las chicas morenas- así que me intriga ver qué sucederá en cuanto la muchacha elija una de ellas.

El gigante se concentra en la comida que le han de servir y el joven de pelo castaño sigue calentándose las manos junto al fuego cerca mío, hasta que el bárbaro lo pone como ejemplo de alguien a quien parece buscar.

Cuando nos interpela y dirige su mirada en mi dirección, me encojo de hombros y contesto.

- Creo que no, que no me he encontrado con nadie que tenga tu mismo acento últimamente... Y, desde luego, no he conocido a nadie con ese nombre. - ¿por qué le buscará?, me pregunto con curiosidad.

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14/12/2015, 12:27
ZZZ Kaapo

La taberna se va llenando cada vez con más gente. Si este es el día a día habitual del establecimiento, desde luego que a sus dueños no les debe faltar el entretenimiento. El enfado del músculo tatuado viviente, que interpela a los presentes por los descuidos con la puerta, no está exento de su toque de humor: un buen varón de tamaño impresionante y estatura amonestando a una sala como si fuera una moza cualquiera.

Pero está claro que hay algo en él que despierta en el hombretón algún tipo de recuerdo. Según parece indicar, guarda algún tipo de semejanza con alguien cuyo nombre no se ha molestado en retener. La prudencia le dicta que deshaga el entuerto, no vaya a tratarse de alguien que hubiera matado y violado a sus hijas -en ese orden-, ¡o peor aún!, le deba dinero. Así que, esbozando una sonrisa a modo de disculpa, se encoge de hombros mientras sigue disfrutando del pírrico calor del hogar y espera a poder pedir un buen caldo.

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14/12/2015, 22:53
Narrador

La tabernera, como si le costara la vida ser amable, se movía con lentitud para servir a sus nuevos clientes. Éstos no eran su clientera habitual, aunque algunos querían o podían pasar por uno de ellos. Eran gente con intenciones, con búsquedas en su vida... Algo que ella ya no compartía.

Dejaba líquidos calientes a cada uno de las nuevas visitas, sonriendo con intensidad nula a todos los nuevos. Declinó con un deje de la mano la intencion de Zack, se encogió de hombros ante la información de Kaapo sobre su caballo, y ni se molestó en sugerir a Walterly que bajara la voz o que esa no era su taberna para dar órdenes. Se limitaba a mirar de reojo, mientras seguía sirviendo. Si hubo algo que le sacara de su situación era el gigante. Aunque el caminaba como si no pasara nada, lo cierto era que a su paso derribaba alguna mesa con sus correspondientes sillas. Era el más extraño, desde luego, pero aquellas cuatro paredes había conocido lugares muy raros en su especie.

Y, cuando la puerta parecía cerrada, que nadie más volvería a vulnerar aquel tímido calor, ésta volvió a abrirse. El taburete cayó al suelo de la fuerza de la embestida. Allí, un hombre con una tez aceitunada, ojos oscuros y mirada intensa inspeccionaba el ambiente. Todas las cabezas le miraban mientras caminaba hasta llegar al centro de la estancia. Su cuerpo esbelto parecía ocultar algún tipo de protección, pues parecía más ancho de lo que seguramente fuera. Con movimientos pausados, introdujo su mano en su morral y sacó una carta... Que dejó sobre la barra.

El pueblo de Barovia necesita héroes informó en común, con un fuerte acento, mirando a cada uno de los allí presentes, exceptuando a la camarera y a los dos compañeros de la misma Vosotros seréis tan buenos como cualquier otro

Sin otra palabra, el hombre se dió la vuelta y se marchó de allí.

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14/12/2015, 23:04
Narrador

Notas de juego

No, no hueles a no muerto
 

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14/12/2015, 23:04
Narrador

Notas de juego

Como tu ficha es de raza humana, no te convertirás en vampiresa. Si quieres, como parte de tu trasfondo, podemos considerar que tu piel blanca, el tacto frío de tu piel y tus labios azulados, es a causa de aquél mordisco. Pero en ningún momento se te consideraría vampiro.

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15/12/2015, 01:27
Zack "El Oscuro"

Zack se encogió de hombros al ver que la camarera rechazaba sobre su oferta de la carta y guardó el mazo en un bolsillo de su túnica. Después, una mujer que estaba cerca, le invitó a que tratara con ella y así lo hubiera hecho de no haber tantas interrupciones.

Con el mazo de cartas desplegado y la mirada puesta en Elysabeth, el Oscuro decidió dedicarle una sonrisa, de esas que parecían faltar en aquella posada y mirar al hombre que acababa de hacer aparición por la puerta. El último de todos. Del resto ni se había molestado en mirar pues estaba ocupado con su truco de magia.

Sorprendido, se acercó hasta la barra donde se encontraba la carta que había dejado el hombre antes de marcharse. No lo dudó ni un momento, quizá su hermana estuviera relacionada con aquella carta, pues el pueblo de Barovia le sonaba de algo. Creía habérselo oído decir o contar en alguna carta, sin duda aquel lugar podría estar relacionada con ella. Así que esa sería una pista tan buena como cualquier otra, pues había que reconocer que se sentía muy perdido, triste y solo.

Guardó de nuevo su baraja e inmediatamente después procedió a abrir y leer la carta. Había que reconocer que tampoco tenía mucha intención en dejar que el resto la leyera.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Tiro por iniciativa a ver si logro abrirla yo el primero ^^ Porque no tengo intención de dejaros verla XD

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15/12/2015, 04:54
ZZ Muerto - Rannhart

Tras echarle en pleno rostro su oferta a los presentes, casi como un desafío, aunque quizás también con cierto desprecio, el último de los visitantes de aquel lastimero local abandonó el lugar con la misma vehemencia con la que había ingresado. Al hacerlo, se dio de bruces con un sujeto que pretendía entrar para cobijarse al calor del fuego, un hombre mayor, en el difuso límite entre la adultez y la ancianidad, que sin embargo todavía conservaba el irreductible y nervudo porte de los que le plantan batalla día tras día al paso del tiempo.

El que se alejaba apenas si fue consciente del empellón que le propinó al recién llegado, y apurado como estaba, no tardó en perderse entre las sombras del exterior. Por el contrario, el anciano permaneció un buen rato observando cómo desaparecía en la penumbra aquel sujeto tan descortés, pero sin pronunciar una palabra.

Finalmente, se encogió de hombros y suspiró por lo bajo, murmurando alguna ininteligible letanía relacionada con las prisas de la juventud y lo olvidados que habían quedado los buenos modos.

Tras ello, entró  cansino en la taberna, donde todos pudieron apreciar mejor su estampa. Se trataba de un sujeto que había visto ya demasiadas primaveras, 50 quizás, o tal vez más, pero que a pesar de su porte algo achacoso, en su juventud debió haber mirado orgulloso por sobre el hombro y desde las alturas a casi cualquiera que pasara por su lado.

Su cuerpo se hallaba algo encorvado por el peso de la imponente armadura que llevaba, la cual de todos modos resultaba poco visible debido a la raída y sucia sobrevesta que la cubría casi por completo.

El anciano cargaba también con un amplio escudo redondo a la espalda, el cual debido a su diámetro se trabó un par de veces contra el marco de la puerta cuando el anciano pretendió ingresar, produciendo unos sonoros crujidos de la vieja madera cada vez que paraba en seco al sorprendido recién llegado.

Una vez dentro, el anciano dejó que su mirada recorriera la sala. Era fría como el acero. Y límpida y penetrante como el viento helado del norte, extrañamente despojada de los rigores del camino. Incluso, tal vez, de los avatares del tiempo o del dolor. Ciertamente, no parecía corresponder a ese cuerpo marchito.

Finalmente, aquellos ojos se detuvieron en una mesa desocupada, cerca de una ventana, y se acercó con paso decidido a ella, golpeando en el camino a algunos comensales con su escudo (e incluso tirando alguna que otra jarra de vino). Una vez alcanzado su objetivo (y sin hacer caso a las incipientes protestas que comenzaron a surgir a su alrededor) inició el arduo proceso de desembozarse el escudo de la espalda. Culminado el mismo, algunos momentos después), se desplomó sobre un taburete, haciendo señas a la posadera para que alcanzara algo de beber.

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15/12/2015, 12:29
Elyzabeth Ildemar
Sólo para el director

Notas de juego

Genial, es la idea que tenía.

A nivel exclusivamente interpretativo adornaré al personaje con este tipo de detalles al límite de la humanidad. No dudes en llamarme la atención si cruzo alguna línea roja.