Partida Rol por web

Donovan presentaba un aspecto deplorable. Su ropa tenía pequeñas manchas de sangre, así como su propia cara y pelo. Gotitas que debieron salpicarle de la herida de Dale y otras mas recientes, de otro donante. Tenía las mucosas de la nariz y los ojos enrojecidas y los labios cuarteados y se le veía claramente afectado por lo que fuera que le había pasado, aunque también se notaba que estaba haciendo un gran esfuerzo por ocultarlo a los ojos de los espectadores. Marcas de llanto surcaban su cara hasta perderse en la barbilla, que le temblaba ligeramente. Y no por el frío, que ya era incapaz de sentir.
En una mano llevaba un cuchillo de cocina de considerables dimensiones.

Se contrae sobre sí mismo un instante antes de que Dale llegue hasta él, descolocado por efecto del transporte invernal de Isenhal, sacudiendo la cabeza para tratar de focalizar la vista y despejar la embotada mente. Cuando los cuerpos de los rubios se encuentran, la australiana siente el del chico tenso y tembloroso, casi fuera de control. Podría ser por el alivio de verla en buenas condiciones. O quizá por lo que quería contarle pero no podía. Los ojos de Donovan dejaban ver la tormenta de emociones que se ocultaba tras ellos.

Yo... No... No puedo... Ahora no. Tenemos que terminar la misión Dale. Debemos terminar la misión de una vez. Mortymer ha muerto. No puede morir mas gente...
Suspira y aparta ligeramente la mirada de la de ella para escapar de su escrutinio, aunque sabe perfectamente que es algo imposible. Había pronunciado esas últimas palabras casi en un suspiro, como si ya hubieran causado en él tanto dolor que formara parte de su personalidad y nunca pudiera ser arrancado.
He hablado con Madsen. Me ha... transmitido cierta información sobre Zaan y los suyos. Es un vampiro de verdad ¿Sabes? Los símbolos religiosos le dañan. La historia que conocíamos es mas o menos la buena. Con algunos cambios y añadidos, pero la base es idéntica: Hijo adoptado de una noble fotofóbica, amén de otro buen montón de problemas, que le legó toda su fortuna a su muerte.
Suspira y niega un instante antes de seguir, apenado por las circunstancias de la creación del mito del vampiro.
A la mujer la asesinaron. Por culpa de la envidia y el odio. Un cura la ató a un poste y su alergia por el sol se la llevó en agonía. A Zaan le hicieron lo mismo, pero no murió. Es normal que odie a la humanidad. No es para menos. ¿No crees?
Se encoje lentamente de hombros para dejarlos caer después, hundidos por el peso de las circunstancias.
El caso es que se lo llevaron. Ya era hermoso, pero no lo suficiente. Y se lo llevaron. Los del Vaticano se lo entregaron a un tal Jack Atreides... Yo... perdona que no recuerde todos los detalles ¿vale? Pero creo que esto va siendo lo mas importante.
Apostilla, justificando el lío que seguramente le estaría haciendo a Dale contando las cosas de forma algo desordenada y confusa. Pero había dos imágenes que no podía quitarse de la cabeza. Y un estribillo siniestro no dejaba de sonar una y otra vez, superponiéndose a sus pensamientos: "Adiós amigos, compañeros de la infancia..."
Bueno... Ese hombre, ese científico, vuelve a aparecer en Roswell, investigando el fenómeno OVNI por orden de un tal Jesse Marcel o algo así. Lo importante es que fue quién lo convirtió en lo que es a fecha de hoy. Ese tal Atreides es el responsable de la condición de Zaan. Que ni siquiera se llama así, sino Hector Hershlag. Y dudo que Atreides sea humano. Vive embutido en un enorme traje de buzo de Dirzas.
Hace una pequeña pausa para volver a coger aire y regresa la mirada hacia Dale, empañada por unas lágrimas que no puede derramar de ninguna de las maneras. Hasta eso lo arrebataba el Ígnea.
Escapó de Gelus Vírica junto con otros. Madsen era uno de ellos. Ahora es la cabeza visible de su organización, aunque quien maneja los hilos es Sloan. En este momento está solo. No tiene ningún apoyo. Y Herkus no está aquí... Si vamos a matarlo, tiene que ser ya.
Se libera de los brazos de Dale, aunque reposa las manos sobre sus hombros, mirándo sobre la cabeza de la chica a Hugo, con unos ojos enigmáticos que poco o nada revelaban salvo lo que ya había dicho.
Lo que no te he contado, tendrá que esperar. ¿De acuerdo?

Tranquila, ya esta acabado, no hace falta que tires nada, ya te he dicho que no tengo ningun interes en que nos llevemos mal

Señalo hacia un lateral de la nave

Vamos, sientate un poco, que necesitas descansar, y hablamos con calma Hablo con semblante preocupado

Alejandro volvió a sentir el dolor de sus huesos clavándose dentro de su cuerpo. Los numerosos cortes se habían abierto, y tan graves eran los moretones que éstos se habían hinchado provocando que comenzasen a brotar pequeños hilos de sangre. Intentó moverse sin éxito. El costado estaba enrojecido, sangrante y maltrecho, y la sangre se estaba acumulando sobre éste, formando un charco sanguinolento que se esparcía lentamente. Eso indicaba que aún latía su corazón, aunque con menos fuerza.

A su lado yacía María, herida, o quizá muerta. Muerta como todo lo que Balaguer dejaba atrás. Isenhall, la valkiria de hielo. Amber, el pequeño fruto dorado. Jolene, su alma... Al menos ella seguiría con vida, y el final de Balaguer prolongaría su supervivencia. Había conseguido sanarla, aunque lamentaba no haberlo podido hacer con la pequeña. Alguien lo haría, su madre así lo procuraría. Incluso Donovan lo intentaría, en ese momento Alejandro estuvo seguro de que también lo haría.

Balaguer jamás fue un caballero, un héroe entre los suyos. Ni siquiera fue alguien normal. Fue un joven marginado, una persona antisocial capaz de mostrar algún tipo de sentimiento coherente por alguien salvo una gata abandonada. Pero en ese momento, con el cuerpo tullido, los huesos aplastados y los órganos destrozados aún podría hacer un último acto de redención.

Pese al dolor insufrible, Balaguer se retorció y movió su cabeza buscando a María. Estaba junto a él, a apenas un metro de distancia. Sería una distancia insalvable, más aún cuando era incapaz de mover una sola mano. Pero se movería, ella lo habría hecho. Con un impulso colocó su cuerpo boca abajo. Ayudándose por sus propias manos comenzó a arrastrarse hacia el cuerpo. Mordió su labio inferior sintiendo la sangre en su boca. Estaba espesa y caliente. Era agradable, aunque poco a poco aquel sabor se iba diluyendo, así como el dolor, cada vez más leve.

Tres recorrer aquella pequeña pero eterna distancia, Balaguer apoyó una de sus manos sobre el cuerpo de Mara. Cerró los ojos apoyando la cabeza en el suelo de piedra, no podía más. Comenzó a drenar lo poco que había dentro de él hacia el cuerpo de la mujer. Poco a poco el dolor fue desapareciendo, se fue diluyendo. Llegó a ser incluso placentero, agradable. Paulatinamente el dolor de sus piernas desapareció, luego el de su cintura, su torso, los brazos dejaron de dolerle, y por último, sus ojos dejaron de ver. La sangre del suelo ya no se movía, su corazón había dejado de latir.

- Jolene... -murmuró por última vez antes de espirar.

Muerto finalmente. La tan vacía vida y existencia de Alejandro de Balaguer se había resuelto de tan miserable forma. Él mismo lo supo en el instante en el que entró en la iglesia. Sabía que moriría en aquel lugar, en aquel momento.

Nunca fue el adalid de la vida y la muerte. Simplemente fue él.

El reno, tal vez en una dimension alternativa, simplemente se hubiera quedado callado y hubiera mirado algo sorprendido a Donnie, para luego seguirles a destruir al conde y lamentarse por haber provocado otra muerte por su incompetencia. Pero en este universo alternativo, un mensaje habia llegado y dos personas estaban escuchando un mensaje de una radio que decia "no puedo moverme."

-!Hijo de puta¡.- Grito el reno babeando y mirando con pura rabia al rubio "golpe terrible.".-¿Ibas a dejarla que se muriera y no decirme nada?!Joder, ibas a callartelo y dejar que Maria se pudriera en una pradera, con tal de salir de aqui¡!Maldita gallina egocentrica cachonda¡

Un niño gitano-escoces golpeo la mesa furioso mientras algo parecido a un hombre, que llevaba ropas de los años 20 pero que las necesitaba tanto como un perro un jersey, decia que se calmara y pensara en la mision."me estoy muriendo." El reno se giro y empezo a correr como nunca habia hecho lejos de ahi, llevado por el instinto y aquel mensaje, ni siquiera se molesto en mirar atras una ultima vez hacia ellos.

El niño agarro ansioso el transistor y empezo a preguntar histerico donde estaba, el hombre se recosto sobre su silla y dijo que seguramente Caroline estaria esperandolo y el mensaje era una trampa."Te quiero." El reno empezo a mutar en aquello mas rapido y volador se le ocurriera, ni siquiera estaba seguro de que forma tomar, solo de correr mucho y rastrearla.

El transistor se resbalo de las manos del niño y suspiro un"Te necesito." antes de romperse contra el suelo, el niño se agacho desesperado a reunir las piezas complicadas y fragiles del transistor, inseguro de que hacer, el hombre giro la mirada y le explico que dejara de molestarse, que eran simplemente unos chuchos y su destino eran sobrevivir haste el fin de los dias, no heroes que pudieran superar su racha de mala suerte. El niño mostro los dientes mientras lloraba a lagrima viva, y chillo.

-¿Es que no lo comprendes? Me necesita.- Dijo una voz dentro de Hugo.- Aun despues de lo que ha pasado, aun conociendome, aun diciendole que no podria salvarla, ella ha acudido a mi cuando necesitaba un heroe y no un chucho.¿Como quieres que ignore eso?

Carroñero grazno de pura rabia y tristeza, corriendo una carrera en la cual tenia todas las de perder.

Mierda... mierda, mierda y mas mierda...
Donovan volvía la cabeza con aquellas palabras, tan inusuales en él, hacia el reno que se iba al galope camino abajo, sin volver siquiera su astada testa. En plena carrera mutaba como si fuera de carne líquida mientras el pelo se transformaba en plumas en pleno salto y un chirrido de desesperación llegaba hasta sus oídos.
¿Cómo he podido dejar a María allí sola con esa psicópata, Michael y Balaguer?
Tenía la mirada algo perdida mientras trataba de comprender que le había llevado a escapar de aquella manera de la iglesia. ¿Había sido la presencia de Balaguer? ¿El miedo? ¿Un sentimiento de supervivencia tan enorme que podía tomar el control de sus decisiones? Donovan se estaba convirtiendo en un desconocido para el propio Donovan... Y eso solo le hacía estar cada vez mas furioso consigo mismo y el propio mundo.
Lo tenía todo controlado, maldita sea... Había logrado dominar a la enviada de Gelus Vírica y podría haberla eliminado... Pero... Yo... yo...¡JODER!
Se aparta con violencia de Dale y se lleva las manos a la cabeza, apretando con fuerza mientras patea la nieve con una rabia nacida de su propia incompetencia. ¿Qué le había dicho a Hugo y Dale hacía cinco segundos? "Mortymer ha muerto. No puede morir mas gente..." Pero había dejado a María allí sola, teniéndolo todo controlado... y ahora podría estar muerta.
Aprieta las manos en dos puños hasta que se le quedan los nudillos blancos por la fuerza y coge una fuerte bocanada de aire, reteniéndola en los pulmones para tratar, de nuevo, de controlar sus fuertes sentimientos de alguna manera.
Dale... coge mi teléfono... y llama al hotel. Me da igual lo que te digan o que las líneas estén pinchadas y todo el mundo se entere. Llama y que Isenhal o quien sea nos lleve de vuelta al pueblo ya...
Sus palabras cortaban el aire como si fueran navajas al rojo, cargadas con una tensión que amenazaba con romper a Donovan definitivamente en ese día.
Vamos a salvar a María. A la mierda la misión y todo lo demás.

En un principio, Dale se quedaba estupefacta hilando datos y sacando conclusiones... Las cuales se vieron confirmadas cuando Donovan empezó a hablar. Había dejado tirados a sus compañeros. Les había dejado en la estacada, no sólo la había desobedecido a ella. Si cuando tuvieron la oportunidad no mataron a la tal Sands, no era culpa suya. Ella dijo que debían hacerlo, pero al mismo tiempo, sabía que no habría podido ejecutar dicha sentencia, y culpar a Donovan de ello era injusto.

Pero dejó atrás a sus compañeros. Tampoco era reprochable. Puede que María y Mortymer no le fueran tan cercanos como Donovan lo era ya... Pero le habían caído bien. Tenían sus defectos, como todo el mundo, pero eran jóvenes y no se les veía con mala intención... Más bien parecían perdidos, desesperados por formar parte de algo... Donovan empezaba a sentirse desvinculado de todo, a perderse, y eso era mucho peor para ella...
Una parte de Dale quería lanzarse a abofetear a Donovan por dejar así las cosas, pero otra parte lo entendía, y la mujer más inteligente seguía siendo una mujer, que se ofusca cuando los sentimientos se encuentran... Una mirada que cruzaba el reproche con la impotencia y la comprensión, la primera lágrima pendía de las pestañas que rodeaban unos ojos por los que el país del fin del mundo suspiraba...

Quería ser autoritaria, gritar con aquel torrente prodigioso de voz que las cosas se harían a su manera, pues era la acertada o lo más cercano a ello, pero estaba deshecha, por muy claro que lo tuviera todo.
Acarició con el pulgar las teclas del móvil, observándolo. No: No daba igual que les pincharan, pero si el chico se había traído aquel aparato, ya estarían pinchados sin duda... Seguramente fuese por ello que Gelus Virica les habían localizado con tanta facilidad, pero Donovan, en ese momento, no necesitaba saber eso.

- Si María está muerta, no podemos hacer nada. Si está herida, lo mejor será que terminemos ésta misión mientras sea de día y no muramos más a manos de Zaan. Estamos a diez minutos de su torreón. El sol va a caer en treinta minutos... Si terminamos la misión, Isenhall nos sacará de aquí a todos... Y Sven podrá hacer algo por María... Isenhall no nos sacará de aquí si no le llevamos la cabeza del vampiro...

Si no llamas tu, lo haré yo.
Espeta entre dientes de forma directa y grosera, tras haber escuchado lo que en ese momento no quería escuchar de labios de a quién mas quería. Era toda una ironía y de haber podido quedarse sordo en ese momento, lo habría deseado. No por no oír la voz de sirena de la australiana, sino para que sus palabras nunca hubieran llegado hasta su maltrecha mente.
Extiende la mano en un gesto rápido y desconcertante, le arrebata el móvil a Dale y pulsa la tecla de rellamada mientras clava una mirada ciertamente peligrosa en la australiana. "No te acerques" parecía decir con los ojos febriles e inyectados en sangre.
No vamos a pelear por esto. Se lo que tengo que hacer. Se que tienes razón y que debemos ir a matar a Zaan. Se que no debería haber dejado sola a María y que si muere será por mi culpa, porque lo tenía todo bajo control y huí. Se que Isenhal nos sacará de aquí si le llevamos la cabeza del vampiro. Se que nuestros enemigos nos están escuchando aquí y ahora. Se que me estoy volviendo a equivocar. Y se que esta llamada es una pérdida de tiempo porque eso... cabrones... del hotel nunca nos dan lo que pedimos, sino lo que ellos quieren.
la rabia estaba comenzando a desbordar al actor, que tenía que entrecerrar los ojos de tanto que le escocían, pues aunque necesitaba llorar tanto como respirar, su cuerpo estaba reseco y deshidratado por culpa de los efectos del virus.
Pero me da igual. ¿Entiendes? No me importa. ¿Y sabes por qué? Porque si no me dan lo que quiero, si la diosa de hielo no me lleva hasta el pueblo para que intente salvar a María del mismo modo que me ha traído hasta aquí para que pudiera ayudarte a tí, venderé todo lo que se sobre ella y los suyos al que mas me convenga. Al primero que garantice mi seguridad, la de mi familia y la tuya.
Hablaba desde las entrañas, dejándose llevar otra vez por los mismos caprichos que le habían hecho irse de la iglesia abandonando a sus compañeros a su suerte, mientras apretaba el teléfono contra su oído, esperando volver a oír la voz de su hermana al otro lado de la línea.

Y aún con todo, esa lágrima derramada por Dale estaba dejando un surco tan claro sobre su tempestuoso corazón como lo hacía sobre la cara de porcelana de la chica.

"...sentí un golpe terrible en la nuca y después... Nada..."

Los halcones peregrinos, los reyes del cielo, rapaces diurnas capaces de alcanzar los 300km/h para alcanzar una presa...
Había aves más fuertes y grandes, pero el cazador más eficiente era el peregrino. Sus ojos eran capaces de percibir tanto como los de la misma Dale Lantana, sus sentidos era infalibles... No le costó localizar la iglesia en la que se había formado la tragedia. Cuando el halcón pudo estudiar la situación desde una de las vidrieras rotas, solo quedaban una mujer embarazada, con el vientre y el brazo sangrando profusamente y sentándose agotada en un banco... Y Michael diciéndole:

- Vamos, sientate un poco, que necesitas descansar, y hablamos con calma -parecía realmente preocupado por aquella mujer, y no tenía un solo rasguño.

"...¡No puedo moverme...! ¡No puedo...!"

El resto de la compañía era terrible: Mortymer estaba destrozado en la bóveda central de la abandonada (y bastante saqueada) iglesia... Había caído desmadejado desde una altura que fue demasiado para él... En la bóveda de crucería, junto a una pared y tendidos sobre el mismo charco de sangre, Balaguer y María yacían inmóviles...

"... Solo veo a Balaguer... Creo que él también se muere..."

Ella tenía los ojos cerrados, estaba pálida y de su boca y nariz salían hilos de sangre que se unían a aquel charco color rubí que se extendía cada vez más en el pétreo suelo... Balaguer estaba en las mismas condiciones, pero sus ojos se habían quedado medio abiertos y su mano estaba sobre la de María...

"... Hugo... Te quiero... Quiero vivir y estar contigo..."

Dale dio un respingo cuando Donovan le arrebató el teléfono, cubriéndose con los antebrazos, asustada por la situación, los actos y la mirada del actor, soltando el móvil sin rechistar. No se acercó, de hecho dio un par de pasos nerviosos hacia atrás. El episodio en que habían intentado degollarla quedaba muy reciente, y la imagen de "su Mick" tirándola al suelo de una bofetada era algo que se le había grabado... Demasiado bien conocía los humos de los hombres, pero lo peor de todo es que Donovan era como lo fue entonces Mick: No quería huir de él... Él no podía ser igual. Él la había salvado... De muchas maneras.

Bajó los brazos, sorbiendo el llanto que ya había empezado a sonar en forma de ténues sollozos. Lo peor de esa decisión de Donovan es que no era tal, era una pataleta (muy justificada y dramática, pero lo era)...

Y aunque tenía miedo de él, una fuerza poderosa, más que el miedo, parecía empujarla hacia el muchacho, levantando una de las finas manos hacia él.

- Donovan -su voz débil y rota, pero hermosa e imposible de ignorar, como siempre. Hizo una pausa mirándole a los ojos... "Al primero que garantice mi seguridad, la de mi familia y la tuya"...- Por favor... Dame el teléfono... Tu no me harías daño, no eres un monstruo... E... Estás nervioso... Pero tienes que pensar que ahora mismo... -Tragó saliva, mirando el teléfono- Ahora mismo Amber está con Isenhall... Y nadie más que ella puede garantizarte su seguridad... Dame el teléfono... Y hagamos las cosas como quieren... -de nuevo lo miró a él, suplicante- Cuelga el teléfono y dámelo... Por favor, Don... Yo haría... Cualquier cosa por tí... -y aquella frase le salió como si se la arrancara del alma- Pero no voy a poner en peligro a quienes tú no querrías que lo estuviesen... -se relamió los labios, nerviosa- Por favor... Cariño... Dámelo... Yo soy la primera que puede garantizar tu seguridad, la de tu familia... Y la mía...

No Dale. No te voy a dar el teléfono.
Donovan no era capaz de retirar los ojos de los de Dale mientras sentía como su alma era desgarrada por las afiladas garras de la desesperación una vez mas. Por un lado sabía que debía hacerle caso, que ella nunca le mentiría y que sus palabras eran tan ciertas como el amanecer de cada día. Pero por otro sentía la necesidad imperiosa de ir a ayudar a María como fuera. Y la agonía se le hacía insoportable, destruyendo poco a poco los pilares de su determinación o la fuerza de su rabieta. Si Dale le hablaba una vez mas para tratar de convencerlo, cedería a sus palabras como un niño asustadizo.
Da un paso atrás, alejándose de la chica, poniendo tierra entre él y sus poderosos ojos azules.
No me voy a dejar manipular otra vez por las circunstancias. Seamos realistas: A Isenhal no le cuesta nada llevarnos hasta el pueblo. ¡Nada!
Corta el aire con un gesto imperioso de la mano para enfatizar aún mas su justificación.
Un gesto de su helada mano y estaremos allí. ¡Así de sencillo!. Y otro gesto para volver. ¡Tu lo sabes y yo también lo se! ¡Los demás son idiotas, pero nosotros no! ¡Nosotros sabemos que nos están engañando, que nos están manipulando desde el principio! ¡Un gesto de mano! Es todo cuanto necesitamos de su magnífica deidad. Si nos quiere ayudar, ¡Qué lo haga! ¡Qué demuestre que somos algo en su maldito orden mundial! ¡No soy el perro de la guerra de nadie y esto no me importa lo mas mínimo! ¿Vampiros? ¡Es ella la que los considera monstruos de la naturaleza! ¡Si quiere a Zaan muerto, que haga algo mas que sentarse a mirar como morimos uno tras otro en una cacería fútil y sin esperanza!
Le costaba respirar casi más que tenerse en pie y poco a poco iba cediendo la presión que mantenía la mano cerrada como un cepo en torno al móvil.
Contaba los tonos del teléfono como campanadas que marcaran la cuenta atrás hacia un final indeterminado pero buscado.
Esta llamada no nos va a poner mas en peligro de lo que ya estamos, créeme. Si el Faraón nos quisiera muertos... lo estaríamos. Todos. Porque ya sabía que vendríamos antes de que lo hiciéramos. Dejó los mensajes preparados, uno tras otro, para que fueran encontrados como él lo deseaba, dónde el lo deseaba y cómo el lo deseaba. Con destinatarios y todo... El pueblo está plagado de sus fanáticos... Y Madsen sabe que estamos aquí también. Ya me ha ayudado una vez. No va a venir a por nosotros. Quiere a Zaan mucho mas muerto que nosotros.
Mira el teléfono de reojo y esboza una media sonrisa, cansada. Tanto combate emocional y mental le estaba destrozando. Y pocas eran las fuerzas que le quedaban ya.
Esta llamada no va a poner a nadie en peligro. Soy un cobarde, Dale. Nunca vendería los secretos de Isenhal a nadie... No me atrevería... Solo es que... Estoy tan cansado... Y tan furioso con todo...

- ¡DONOVAN! ¡ES A MÍ A QUIEN QUIERE EL FARAÓN! ¡A MÍ! -ruge Dale al final, desesperada, temblando aún más- ¡Si esa mujer me ve, si me localizan, vendrán a por mí! -los labios le temblaron- Esa mujer no es más que un señuelo, Donovan... Por favor... Tú no entiendes los mensajes de ese psicópata... Isenhall... Necesito no cabrear a Isenhall, Donovan... -los ojos, poco a poco, se le inyectaban en sangre de tanta angustia que estaba pasando- No puedo ir al pueblo... No puedo morder el anzuelo... No ahora. Si te vas... Me quedaré sola y mis posibilidades de morir o ser secuestrada aumentarán un setenta y nueve por ciento, Donovan... Contra un cuarenta en el que estoy ahora y un veinticinco cuando estaba Hugo... Por favor... Hazme caso y tira esa maldita cosa al suelo... Destrózalo... Por favor... Te dejaré el mío si sigues queriendo irte -sacó su teléfono, aquel increíble ingenio que le mostró en el hotel, tendiéndoselo- pero ese está pinchado... Nos encontrarán... Me encontrarán... Y me lo quitarán todo...

Carroñero llego a su destino, y lo que vio fue demoledor. Aquel incidente con el camion palidecia de verguenza con esto, una escena sin sentido alguno o verguenza. Una mujer, una sola mujer habia dejado a Maria entre el borde y la vida junto al hombre capaz de partir vigas de hierro y el unico con poderes para salvarla. Mientras Maria estaba agonizando de puro dolor, Michael hablaba con una mujer que seguramente era Caroline Sands, la asesina.

"Maldito ¿Que hace ahi tan tranquilo hablando con ella?¿Acaso es un traidor? Deberia matarlo ahora mismo." Si , era tentador, pero no. Sacudio su cabeza y fijo la vista en ella."¿Pero que estoy haciendo? Ni siquiera se si tengo tiempo para buscar una moneda que canjear por la vida de Maria. No puedo distraerme con el."

El aguila bajo de la ventana y se poso junto a Maria, transformandose en el proceso.

Algo choca bruscamente en el suelo, algo emplumado se habia convertido en un Homo Sapiens adulto que examinaba desesperado a Maria. Michael pudo ver exactamente de que se trataba de Hugo, su capitan inutil e idiota, y realmente parecia desesperado y a punto de darle una crisis nerviosa.

-!Maria, no te rindas¡.- Dijo entre lagrimas, incapaz de contenerlas aunque le molestaran en su chequeo.-!He venido a salvarte, solo tienes que aguantar unos minutos mas¡!Me oyes, yo tambien te necesito, no puedes dejarme asi¡

Hugo decia eso, pero la verdad, es que sus actos y gestos decian lo contrario. Tenia la mirada de un hombre que se agarraba a un clavo ardiendo y rezaba por sacar una manguera de la chistera, no, tenia la mirada de alguien que estaria dispuesto a una condena eterna de torturas por solo un poco de bendicion divina por unos instantes.

Donovan suspira, rendido por completo ante las últimas palabras de Dale, abriendo los dedos lentamente y dejando caer el móvil, que recibe un fuerte golpe al chocar contra unas piedras ocultas bajo la capa de nieve fina que cubría el suelo del bosque como un ligero manto.
Hugo, María, Balaguer y Mortymer.
Anuncia mientras avanza un par de pasos y hace retroceder la mano con la que Dale le tendía el móvil con suavidad, para que lo guardara. Su mirada es clara y límpida, aún con los ojos enrojecidos hasta el límite. Y en ella se puede leer una clara resignación. No solo por las circunstancias, sino por la crudeza de los sentimientos que los dos rubios se intercambiaban a través de la fría atmósfera del bosque.
Primero Mortymer... Luego María y Balaguer... Y ahora Hugo... ¿Pero a eso se reduce, no? A ellos o nosotros. Incluso dentro de un mismo grupo... Si es así, te elijo a ti.
Donvan tenía la voz rota y extremadamente cansada, aunque había terminado por asumir que no tenían nada mas que hacer que acabar con la misión si quería salir con vida y con Dale de aquel pueblo maldito.
Está bien... Vamos a por Zaan.
Se adelanta un par de pasos, haciendo que la mano con la que sujetaba la de Dale recorriera los hombros de la chica hasta que el contacto físico se perdiera por completo. El rubio de los rizos de oro tenía la cabeza gacha y le daba la espalda a la australiana. Sentía un nudo en la garganta. Y aunque sabía que era cuestión de tiempo que ese nudo se aflojara hasta desaparecer, en ese momento le dolía y le hacía muy difícil vivir.
Vamos a acabar con esto de una vez... Pero ¿Sabes? No vamos a ser héroes ni villanos... Solo lo que somos. Dos chavales desesperados atrapados... Y tengo miedo...

Donovan solo quería esconderse bajo las sábanas y dejar que el mundo siguiera girando bajo su cama sin que él tuviera que hacer nada.

Slang observa con sedante alivio que Donovan tira el móvil y cierra su mano. Resignación... ¿En qué momento de su vida Donovan Dryden se resignaba a nada voluntariamente...? Una brizna de emoción se le clavó en el pecho, quizás era esperanza, pero un tipo de ella que se aderezaba con un sentimiento mucho más fuerte y complicado...

"¿Pero a eso se reduce, no? A ellos o nosotros. Incluso dentro de un mismo grupo... Si es así, te elijo a ti."

Por una parte, sus ojos cargados y brillantes como luces de zafiro deseaban preguntar "¿por qué?". Por otra parte, su mente sabía que había momentos y lugares, y aquel en el que estaban no era ninguno de ellos... Pero si que dijo una verdad, acercándose a la espalda de Donovan como en aquella película de Evita, donde Madonna se abraza a Antonio Banderas, como si la vida le fuese en ese abrazo.

- La primera vez que te elegí mis motivos eran pocos y difusos... Pero volvería a elegirte, hoy más que nunca, sobre todos los demás... Precisamente por lo que eres... -sin heroicidades, con la desesperación, con una vida que por difícil que a él se le hiciera, para ella era preciosa. También estaba muerta de miedo, pero aquellas palabras las pronunció con esa vehemencia que solo ella sabía transmitir...- Vamos a salir de aquí, Donovan, no tengas miedo...

Donovan siente la calidez del contacto de Dale incluso a través del par de capas de ropa que les separan y su piel reacciona al instante, erizándose con un impulso eléctrico que le recorre la espina dorsal, llegando hasta las puntas de su cabello y los dedos de los pies con la misma intensidad.
¡Qué Dios le perdonara por amarla en ese instante! Pero no podía sino hacer otra cosa cuando estaba demostrado que su corazón latía por ella.
Le hubiera gustado darse cuenta de otra manera que no fuera a través del dolor, el miedo y la pérdida. Pero dicen que nuca aprecias lo que tienes hasta que lo pierdes. Y Donovan había estado a punto de perder a la australiana dos veces ese mismo día.

Se queda quieto, prolongando el momento unos minutos mas, dejando que la sensación de paz y tranquilidad se impusiera sobre la tormenta de emociones que bullían en su interior. Las palabras de Dale le habían calado hondo, estaban funcionando como un bálsamo reparador.
Tener miedo ante la adversidad no es algo de lo que haya que avergonzarse. En efecto, es un signo de inteligencia (solo los tontos no tienen miedo). Lo que vale es lo que hacemos, a pesar del miedo. ¿Resolvemos los problemas lo mejor que podemos... o huimos?... Escaparse no sirve de nada en nuestro caso. Solo prolonga el momento en el que tendremos que enfrentar la verdad. Y los amigos y compañeros que mueren por culpa de nuestra cobardía son los que pagan el precio final de nuestro fallos.
Su voz era firme y casi serena, aunque le temblaba todo al cuerpo por la emoción. De haber podido llorar, lo estaría haciendo de nuevo.
Por eso, aunque tenemos miedo, vamos a salir de esta. Y nunca mas voy a caer en los mismo errores...
Entrelaza su mano derecha con la Dale, sin volverse, y echa a andar hacia el camino, con la mirada puesta en el frente.
Vamos al castillo de Zaan. Tiene una cita con la muerte que ya se ha retrasado demasiado.

Dale suspiró hondo cuando él le cogió la mano. Al final, como él decía, lo que valía era lo que uno hacía con lo que sentía... Ella cerró los dedos firmes sobre su mano, seca y escamada la piel, mientras que la de Lantana hacía mucho que no estaba tan bien...

Dale mantuvo el silencio durante los diez minutos que tardaron en recorrer la distancia entre el imponente castillo de piedra ocre grisácea, regio, que muchos años había aguantado en pié. Quizás su dueño y benefactor lo hubiese restaurado como hizo con el resto del pueblo...

Pero antes de llegar, lo que la pareja encontró fue que el padre de Viorica salía por la puerta principal, dejándola abierta e ignorando la presencia de ambos jóvenes. Se secaba lágrimas de pura amargura con el dorso de la mano, y apretaba el paso hasta su carruaje. Su hija no estaba con él...
La luna ya se veía en el cielo. El sol mostraba sus últimos destellos violáceos partido por el horizonte, y la imponente fortaleza se abría a sus impostores bajo la luz mortecina y deprimente de la tarde...

- Les espera -dijo el hombre, sentado en el carruaje con las riendas en la mano. Dale le observaba con desconfianza, más por el hecho de que hacía nada había intentado degollarla que por otra cosa- . En el salón pequeño, colindante al grande, a la isquierda.

Dicho ésto, arreó a los dos caballos y éstos echaron a trotar. Dale frunció el ceño. Podía esperar algo así, no le llegó a sorprender realmente, y entre entrar en un castillo trepando y haciendo esfuerzos físicos demasiado acusados, estaba mucho mejor entrar por la puerta principal. La australiana tiró de la mano de Donovan y entró, descubriendo que el salón principal distaba mucho de parecer "abandonado"...

La australiana, decidida aunque con aire intimidado, caminó hasta donde le había indicado el padre de Viorica, esperando que obviamente vería muerta a la chiquilla de un momento a otro...

El salón que les había indicado aquel hombre no era menos bello que el primero, se notaba el gusto exquisito por los espacios cerrados, cultivado a lo largo de muchos años...

La mesa estaba puesta, un Château Pétrus Imperial 1921 que incluso el propio Arthur Dryden habría catalogado de "caro" coronaba un posible ágape tras el sillón orejero que, frente a una mesa que lo separaba de una chimenea apagada, mostraba al anfitrión, que observaba a Viorica, tendida sobre el sofá de su izquierda con el pelo suelto, la ropa aflojada y el gesto sereno, dormido... No se movía. Su cabello, que le llegara hasta las caderas ondulado y castaño, chorreaba como una cascada enmarcando su cuerpo joven y ahora pálido, algunos mechones tocaban el suelo. Tenía la boca entreabierta, como si de ella aún pudiera salir calor...

Cuando sólo veían sus manos sobre los reposabrazos, ya podían percibir la luz que emanaba aquel ser de ultratumba. Tenía la piel ebúrnea, los dedos largos y estilizados, uñas que parecían recién cuidadas por manos mucho más que expertas... Eran unas manos que uno deseaba acariciar, que era imposible soñar que fuese al revés...
Algo de su cabello rojo como el fuego, brillante y sedoso como la seda, asomaba sobre el respaldo del sillón. Y su voz no era menos perfecta. Profunda, sonora, calaba hasta los huesos y hacía que la propia sangre temblara en las venas...

- Incluso en la enfermedad hay que luchar por distinguir -dijo, mientras el aire se sentía saboreado por sus palabras que se teñían de una melancolía tan bizarra como poética- dónde terminan el maquiavelismo de los ideales propios y empieza el vil y vulgar terrorismo fanático... -levantó una de las manos, lánguidamente, e hizo un ademán elegante invitando a sus allanadores a que se sentaran en el sofá desocupado- Hablemos civilizadamente. Les pido que tomen asiento. Pueden servirse una copa si lo desean...

Dale, olvidando la copa, se apresuró en cumplir la educada orden de Zaan, como poco después lo haría Donovan, con o sin la copa... Lo que ante ellos vieron fue, quizás, la belleza más inquietante y perfecta que habían tenido ante ellos. Sonreía con unos labios que el mismísimo Miguel Ángel habría sido incapaz de imitar en sus esculturas, pues no había herramienta capaz de plasmar aquello en un medio natural. Sus ojos eran, sencillamente, mares de un color incomparable y difícil de clasificar, parecían incluso cambiar de color con cada movimiento, con cada cambio de luz reflejado en aquellos cristalinos abismos de peligro y, en aquella ocasión, resignación y rendición. Llevaba un traje negro, de corbata blanca y reluciente, unas líneas que, de no haber estado en semejante cuerpo, habrían parecido perfectas... Pero el mejor de los trajes desmerecía al portador en éste caso.

- Bienvenidos a Miklosvar -parecía maravillarse, iluminando el mundo con ello, durante unos segundos en los que contemplaba a la pareja de jóvenes rubios. Ella le devolvía una mirada de reproche, pero no osaba interrumpirle, mientras volvía a coger la mano del actor. La presencia de Zaan era hermosa, pero terriblemente turbadora-. No esperaba que fueran a aparecer sólo ustedes dos... Qué prodigio... -alzó las cejas suavemente al ver ambas manos entrelazadas- Ni en los mejores sueños o en las peores pesadillas del Faraón se habría esperado semejante unión...

Donovan, con los ojos entreacerrados y en extremo cautelosos, iba contemplando todos y cada uno de los detalles de la casa castillo de Zaan en busca de esos pequeños indicadores que ayudaban a conocer la personalidad de su dueño: La localización de los focos de luz, el gusto de la decoración, el color y materiales de muebles y paredes. Todo era importante. Por medio de la observación llegaba el conocimiento.
Y aunque se dejaba llevar por Dale, no lo hacía esta vez por los acontecimientos. Aunque sabía que no tenía mas opciones que entrar en aquella vieja construcción, también sabía que lo hacía por voluntad propia.

Cuando por fin se encuentran en presencia del vampiro, a Donovan se le corta la respiración por un segundo. Aquel ser, aquel mutante mutado, aquel... vampiro... era tan real como el mundo que les rodeaba. Tan terrible y hermoso a la vez como una tormenta en alta mar. Como las sirenas a las que Odiseo evitó atándose al mástil de su barco, deseoso de escuchar su canto pero aterrado por las consecuencias que ese hecho pudiera tener si se dejaba llevar.
Donovan aferró con fuerza la mano de Dale, al tiempo que ella también lo hacía, convirtiéndose de ese modo en las ataduras el uno del otro.

Sentado en el sofá, rígido como una estatua, Donovan escucha el saludo de Zaan con reticente placer. Su voz era música.
Venimos a darte muerte Zaan
Comienza, sincero y transparente, ya que consideraba que mentir a un ser como aquel podría llegar a ser un pecado ante sus propios ojos. No era justo arrancar a semejante maravilla de la Tierra, así que por lo menos tendría la bondad de ser honesto con él.
No a parlamentar, ni a degustar tus vinos o viandas... Si tienes algo que decir antes de ser ajusticiado -Y este es el término que utilizo porque te culpo directamente de la muerte de un niño-, seremos los testigos de tu última voluntad. Y se la transmitiremos a quién corresponda. Es una muestra de buena voluntad. Por lo triste de tu pasado. Porque solo venimos a darte muerte por obligación, no por placer. Porque es tu vida o la nuestra.
Resignación. Cada palabra estaba atada al tono de voz con una gruesa cadena de resignación.

Al escuchar las palabras de Donovan, los ojos del vampiro se posaron dulcemente en el rostro de Viorica, aquella muchacha apenas empezaba a parecer una mujer, pero en aquella postura que parecía digna de un Renoir, uno podía apreciar que sería hermosa... La joven rumana, siempre tapada por su cultura, que no terminaba de permitir que una joven bella se enorgulleciera de estar bien hecha...

- No se molesten... -una risa gentil, deliciosa al apartar la vista de la chica, un movimiento con la mano que parecía conducido por el aire, grácil, irrepetible, apartando un mechón rojo que había caído sobre su mejilla, desordenándose de una manera que casi parecía estudiada para dotar de mayor atractivo a aquella figura- Ese niño... Estamos hablando de Hildegard Elekainos, imagino... -fue incómodo no ver un suspiro, pues era lo que parecía transmitir cuando se acomodó en su butaca, juntando las puntas de los dedos de ambas manos- Me está hablando de un Dirzas, Dryden... O lo que es lo mismo: De un cerdo sectario, capitalista y cruel como no se imagina bien. ¿Sabe lo que es una rama torcida? Hete aquí la descripción de los miembros del "Cinturón". Recuerdo el mensaje que dejé a quien correspondiera en el transmisor de aquel espantoso edificio destinado al proyecto Zyklon-B... Es una frase que mi difunta madre, Madame Zaan, decía a menudo a la muerte de su tiránico marido, quien fuere de los últimos drakul, descendiente directo de la rama Tepes. Fue asesinado por presos de guerra a los que torturó por puro vicio. "Ura samantha d'ura", era esa frase... En rumano quiere decir "el odio engendra al odio" -en éste punto, Zaan se pone en pié y muestra su escultural cuerpo cuan largo es, de constitución envidiable y deseable por cualquiera de los sexos, no necesitaba ser andrógino... Era irrefutable que resultaba un hombre absolútamente deseable. Hinca una rodilla en el suelo, junto al sofá, recogiendo la mano muerta de la chica y acariciándola con gallardía, con un cariño reticente, para luego, sin soltar su mano con una de las suyas, acariciar ésta vez la mejilla con el dorso de los dedos...- Le sé cinéfilo y apasionado por su oficio y arte, Dryden... -su fecha de nacimiento, al parecer, le hacía incómodo el dirigirse a una mujer en una conversación profunda. Prefería el "trato entre caballeros"- ¿Ha visto "La máquina del tiempo"? ¿Recuerda a los "morlocks"? Esos que esclavizaban a la humanidad y no les permitían envejecer... Imagine una mezcla entre esas criaturas y los niños de "El señor de las moscas", y sabrá quiénes son los Dirzas. Los primeros de ellos fueron Heine Dohanic, Hildegard Elekainos y otros tantos más. Eran niños, simples huérfanos del comunismo, que vagaban hambrientos y resentidos de su fortuna por las calles de un pueblecito ucraniano. Habían aprendido a sobrevivir juntos, eran una buena pandilla, de unos diez o doce niños, y en el momento en que se produjo la fusión del núcleo de Chernóbyl, los niños se encontraban en el que ahora se conoce como el "Bosque Rojo de Chernobyl"... -Dale apretó los dientes y entrecerró los ojos, se le escapó un siseo, como cuando alguien se quema... Aquel detalle le dio infinito repelús, sobre todo porque el color de pelo de Zaan se le hacía horriblemente similar a la fotografía aérea de dicho bosque... Y en ese punto, el vampiro les miró de nuevo- Unos cayeron deshechos por dentro tras vomitar el contenido de sus estómagos y la sangre de los vasos que en sus cuerpos se rompían -sobre el labio inferior sugieron dos puntas blancas como perlas, el ser había sacado, sin quererlo al hablar de la sangre, sus colmillos- otros, en cambio, se mantuvieron en pié tras vomitar, sin morir, con aquel dolor corroyendo sus venas. Los huérfanos que no habían muerto, habían mutado... Pero lo que todos compartieron es que ninguno envejeció nunca lo más mínimo desde ese día...

Cogió aire, cerrando los ojos, juntando las negras y densas pestañas, obligándose al control y sonriendo de nuevo, cuando sus colmillos volvieron a ser "humanos"...
Se sentó de nuevo en su butaca. Un aire de consternación flotaba, místico, a su alrededor.

- Jack Atreides no tardó en interesarse por éste suceso, y supo enseguida que habría supervivientes dignos de su estudio... De manera que trajeron a aquellos niños a las celdas del Área 51, donde yo llevaba décadas entrando y saliendo como prisionero. A Atreides, conocido como "el Faraón Verde", le estresaba su entorno, hasta que llegó Heine al laboratorio. El resto de presos deseábamos el mal de aquel monstruo, pero Dohanic y Elekainos se mostraron simpáticos con él. Parecía que no les importaba lo más mínimo el ser sujetos de experimentos... Incluso sugerían formas de experimentar, e idearon con sus artes tecnológicas aparatos que volvieron al Faraón y a sus instalaciones prácticamente imbatibles. Así se ganaron su libertad... Estableciéndose como una subempresa de Gelus Vírica, que acabó siendo, por pura simpatía, independiente. Esos dos bastardos volvieron a Chernobyl, y construyeron una base nada menos que en el corazón del Bosque Rojo, donde antes tuvieran una choza hecha de palos y tablones... Hoy en día es una fortaleza subterránea impenetrable, no solo por la radiación que la rodea, sino por sus sistemas de seguridad, que hacen el quebradero de cabeza del mismísimo Atreides. Pero toda empresa necesita mano de obra... Y lo que se les ocurrió a aquellos dos huérfanos, que ya no eran tan niños a pesar de su apariencia, fue recoger a todos los niños abandonados, maltratados, fugados o huérfanos del radio de influencia radiactiva de la explosión. Eran y siguen siendo su mano de obra, trabajan como esclavos creyéndose que juegan, hasta que el cáncer los devora, y entonces son arrojados al río del mismo pueblo, donde sus cadáveres se descomponen en su fondo a una velocidad de vértigo... -miró de nuevo a Viorica- Yo ya vivía aquí, había logrado escapar, gracias a Leah Roe, y me recuperaba de mis heridas en el pueblo en que nació la que para mí fue mi madre... Quería aprender a controlarme, a dejar de ser la bestia furiosa que esperaban de mí que fuera... Y para forzarme a ello vendí mis posesiones de Shighisoara y ayudé a la gente de Miklosvar, que estaba prácticamente en ruinas. Ser quien fui se hacía fácil en éste lugar, mientras me llegaban noticias de que una joven intrépida había logrado causar heridas graves al Faraón. Sloane O'Hara. Ella contactó conmigo... Al principio todo estaba bien: Eliminar a Gelus Vírica y a los Dirzas. Pero ahora se ha ido de madres, y Sloane defiende la "superioridad mutante". No es más que otra Hitler buscando su raza aria, y yo no puedo contra ella, ni contra el Faraón. Si me rebelo, Miklosvar pagará el precio.

Dale miró a Donovan unos instantes al ver que el vampiro se relamía los labios y fruncía el ceño, parecía incómodo.

- Se llevaron a Viorica cuando tenía quince años... Y el pueblo me buscó a mí para que la rescatara. No mentiré: Tuve suerte de capturarles cuando aún no habían llegado a Chernobyl. Son muchas las veces que he estado sobre esa escotilla y no he podido descifrar la contraseña... Pero a Viorica la rescaté cuando, meses después, salía del bosque para cumplir una "entrega". Me pidió que la llevara de vuelta a casa, con su familia, y lo hice. Ella tampoco volvió a envejecer... Y con un vistazo se enamoró de mí. Vino a visitarme noches y noches hasta que no pude soportar la tentación de beber su sangre, pero una sola gota me supo a rayos, y me hizo sentir mal durante al menos un año... Eso la salvó de mí, eso logró que pudiera conocerla sin desear su sangre, a pesar de que ella quería ser mi compañera y, a menudo, se cortaba las venas para que yo bebiera, con la idea de que acabaría desarrollando la inmunidad al veneno que corría en su cuerpo... Pero siempre la rechazaba... Me atemorizaba morir sufriendo... Me he pasado demasiado tiempo sufriendo... Yo, que quería estudiar latín y llevar la ópera a la triste Rumanía, casarme con una joven como Viorica y tener hijos que heredaran lo que yo obtuve de Madame Zaan...

Algo extraño se pudo discernir en sus lagrimales, que se enrojecieron a pesar de que sus ojos seguían blancos y brillantes, y una lágrima color carmesí surcó su firme y cincelada mejilla, sin que su sonrisa Gioconda se borrara...

- Hildegard Elekainos no era prisionero en Zyklon-B. Era quien montó la instalación. Queda uno de esos dos malditos ingenieros: Heine Dohanic. Si tengo que pronunciar voluntades... -se llevó la mano al cuello, parecía sufrir de pronto, como si le ardiera la garganta... Pero tragó y eso, aparentemente, le calmó. Se acercó a la mesita de té, donde había una carpeta burdeos, con esquinas doradas. Posó las puntas de los dedos sobre ella y la deslizó hacia Donovan- Desearía cuatro cosas. Ese es mi testamento. Quiero que la señorita Lantana, atendiendo a mis últimas esperanzas humanas, administre mis bienes como compensación a las víctimas y supervivientes de ésta catástrofe biológica en la que, directa o indirectamente, todos en ésta habitación hemos sido víctimas. Desearía que se me enterrara junto a ella, y que mi epitafio fuera la frase que una vez dije al matar a Elekainos... Desearía que la desesperación o el poder no corrompa al grupo que trabaja, sin saber en qué, bajo el mando de la Reina de las Nieves... Y, si me permite el capricho, Lantana... -se puso en pié y tendió la mano a la australiana, sonriendo cansado- Antes de que la voz me falle, quisiera traer la ópera a Rumanía... Si conoce el "Canto della Terra" y a usted no le parece mal, señor Dryden...