Partida Rol por web

De poco servía que aquel ventanuco de mierda estuviese abierto, o que se jugase una pulmonía por su afición de ir a pecho descubierto: hacía calor ahí dentro. Mucho calor. El aire era denso y al Príncipe del After-Hour, al Barón de la Nerverending Night Party, al Ayatolá de los Cinco Sin Sacarla...

,... a Taylor Francis Hawkins le cuesta la misma vida algo tan simple como respirar. Si pudiese se haría añicos los dientes de apretar, se despellejaría, se tiraría de cabeza a una piscina de nitrógeno líquido. Desde hace unos minutos no sabe si las yagas duelen o pican, si los ojos se le van a quedar como pasas en una barbacoa o si las grietas de los labios acabarán por abrirse hasta romperle la boca. Sólo sabe que sigue llorando y derramando saliva. Y que hace un calor insoportable.

- Ahora empiezas a hablar en mi idioma.- dice tras una pausa necesaria. Necesita ir al lavabo, beber del grifo hasta que le reviente el estómago, salir de ese compartimento menguante..., pero he aquí que el débil, enfermo, frágil y acabado Hawkins guarda un As en la manga. De hecho simpre lo ha guardado, simpre ha estado ahí..., obligando a soportar el martirio, haciéndole tragar mierda y anclándole al asiento. El calor, el dolor y la sed no pueden -aún juntando fuerzas- con el As. Con su curiosidad obsesiva.- Recuerdo a Alma...- señala con el mentón la lista de Dale.-...y a aquellos a los que oí hablar de Dirzas. Recuerdo a Krad Elekainos y a su hermana Viorica. Los he visto a todos.

Taylor cree ahora en vampiros. En niños que no crecen, en muertos que parecen vivos y vivos que parecen muertos. Cree también en la selección natural de Sloane y en la selección artificial de Atreides. En que el futuro no está escrito y en que no va a morir sin escribir una parte importante del mismo. Con cuidado, sin un movimiento más brusco que otro, Taylor acerca su mano a la de Dale y la mira con toda la determinación que queda en sus ojos.

-¿Quieres verlos tú?.

Victoria se dejó llevar por Nadra, pero giró la cara con los ojos muy abiertos hacia el camino que conducía a las vías del tren.

- ¡El señor Lockhart nos puso a salvo, mamá! ¡Había malos en el hotel! ¡Ha dicho que tenemos que ir a un lugar llamado Lulea, ahí es donde irá él si logra escapar, tenía que salvar a su sobrina! -el niño hablaba con urgencia. Empezaba a ser muy consciente de estar viviendo un peligro, en lugar de una aventura de comic.

Victoria apretó la mano de Nadra. En ese momento, un estruendo colosal resonó entre las montañas de toda Laponia... Una explosión. Otra. Una última... Choques...

Desde lo alto, sujetando a una Jolene inconsciente, el vuelo de Andrea y de Hugo se detuvo en seco al ver el tren estallar y descarrilar. A una distancia lo justo de prudencial, fuera del camino de vías, estaban Nadra, su hijo, Valdemar y la espeluznante hija de Taylor Hawkins, que soltó la mano de la mujer y echó a correr como si fuese lo último que fuera a hacer en su vida hacia el tren ardiendo... Roan, por el contrario, se aferró a su madre incluso haciéndole daño, acalambrado por el terrible susto y el pánico en el que de pronto se vio envuelto...

Lo veía todo desde una posición demasiado privilegiada, con una dolorosa claridad que añadía un nuevo recuerdo de ese nuevo tipo de horror que poco a poco iba borrando la película de lo que había sido mi vida. Tal vez ahora eche en falta los fragmentos que tanto me empeñé en desechar.

No sabía adonde dirigirme, había hecho tantas promesas en los últimos días que se me antojaron demasiado banales, mentiras que me creí, que no puedo mantener, me dejé llevar por el heroísmo de sillón, ese que tanto suele vestir y tan poco abrigar. Fue una suerte llevar a Jolene conmigo, fue ella la que me hizo apartar la mirada de lo que fue el hermoso rostro de Alexandra, la que evitó que pensara en que tal vez Madison hubiera montado con Dale en aquel tren. Tenían problemas, y mi inclinación a ayudarles se excusó en la delgada figura que sostenía entre mis brazos.

Volé con rapidez hacia la posición de Nadra, aterrizando junto a ella, y con gesto cansado, deposité a la preciosa chica en la nieve, sin poder evitar mirarla más rato del necesario antes de parpadear y regresar del cielo al infierno con evidente desgana.

Alcé la mano a modo de saludo, volviendo a sopesar lo que había visto desde las alturas, Sven decía que Milo estaba con Isenhall, quizás alguno más de los que se encontraban en medio de aquel accidente lo estuviera, incluso Nadra o su acompañante podían pertenecer al otro bando. Ojalá pudiera estar seguro siquiera de algo. Pero como no era el caso, decidí no arriesgar y esperar a ver como se desarrollaba la partida.

Hay gente viva allá arriba, iré a ayudarles.

Volverías a utilizar un doble, el fondo de reserva se agotaba con esta jugada, pero las cosas estaban lo suficientemente jodidas como para pensar que tal vez fuera la última mano. Me situé junto a Jolene, entre ella y el resto pero sin perderla de vista ni un instante.

¿Cómo habéis llegado hasta aquí?

Mientras, mi clon volaba una vez más a ayudar en lo que pudiera, después de todo una de mis ídolos estaba en peligro. Todo me sonaba a mentira.

El coche llegó prácticamente a la altura de las columnas de humo. Se oían los gritos del tremendo accidente y se sentía el calor sofocante de las llamas empañando los cristales, aunque Lockhart había puesto el aire acondicionado...

Se detuvieron junto a una cuneta colindada por árboles, un camión frigorífico cortaba el paso, y junto a él estaba el posadero, Valdemar, tratando de tranquilizar a Nadra, cuyo hijo la abrazaba prácticamente temblando de miedo. Un camión frigorífico era un medio de transporte privilegiado para aquellos enfermos... Y aunque Berggrerson había cumplido con el cometido que Lockhart le encomendó, no podía fiarse... La paranoia a esas alturas estaba sencillamente a flor de piel.

El clon de Andrea que llevaba a Jolene también estaba allí, y un tercero volaba hasta subir la cuneta donde el estado del tren accidentado aún era muy inestable y se veía arder los primeros árboles...

Un Mercedes llegó también a aquel camino, derrapando al frenar desde largo para no tener demasiadas sorpresas con el asfalto helado. De él salió Lockhart, con las llaves en la mano, pero antes de decir nada, miró a Valdemar apretando los dientes. El pobre hombre cayó al suelo con los ojos en blanco y la nariz sangrando, sufriendo un par de convulsiones y a continuación lividez...

- ¡Nadra! -gritó. Tenían que darse mucha prisa- ¡Busca las llaves del camión! ¡¡VAMOS!!

Roan, asustado por el estado de Valdemar y por los gritos del médico, fue el primero en ir a la cabina, corriendo. De ahí sacó las llaves del contacto y se asomó agitándolas para que su madre las viera...

Los ojos de Nadra se llenaron de lágrimas luego de la angustia inicial y no fue sino hasta luego de pasados unos instantes que Roan le estaba haciendo daño. Intentó tranquilizarlo pero era complicado, la pequeña niña parecía salida de un cuento de horror y la mujer no sabía si quedarse, ir por ella o correr en la dirección contraria. Apartó a su pequeño hijo de ella, se puso en cuclillas y lo sujetó por los hombros con las lágrimas cayendo por su rostro. Muchas veces había callado, muchas veces había presentado al mundo una cara de fortaleza y ecuanimidad pero Nadra sentía que no podía más y no le importaba que su hijo descubriera que ella también tenía miedos, penas, otros sentimientos que a veces no tenían que ver con ellos.

-¿Tienes idea de qué deberíamos hacer?

Sabía que podía confiar en su hijo, muchas veces estaba mucho más atento a lo que acontecía a su alrededor y muchas veces presentía cosas que ella no por el simple hecho de no juzgar a las personas de entrada y quedarse con sus gestos o palabras dichas al aire. Necesitaba de él para saber hacia donde marchar o qué hacer con la pequeña. Una cosa era segura, ella jamás podría abandonarla y en el fondo le recordaba mucho a su hija muerta; quizás por eso es que no se daba media vuelta y se largaba con Roan-Kale de la mano como si nadie más existiera. Sacudió brevemente al pequeño pero entonces reparó en Andrea.

Levantó la mirada y negó con la cabeza, aquello nunca estuvo bien, ellos nunca estuvieron bien y el hecho de ver a Jolene así, le hizo pensar que quizás el resto estaba peor, mucho peor. Las palabras de Andrea mientras Nadra veía el desboblamiento del hombre, intentó tranquilizarse mientras tras de ella un mundo de fierros se volvía nada consumido por el fuego. Negó con la cabeza suavemente, tenía que soltar a Roan si no quería lastimarlo en los hombros y se paró frente a Andrea con aire cansado y mirándole fijamente a los ojos.

-No lo sé, no sé qué demonios pasó-se contenía un poco más que nada por Roan pero era obvio que estaba casi fuera de si.-Sólo sé que tengo que poner a salvo a mi hijo y a...-miró a la pequeña.-Y a ella... ¿Sabes algo de Sven... Del doctor?

Pero ella no terminaba de decir aquello cuando apareció un Sven como ella nunca lo había visto, desencajado totalmente y aunque intentó responder lo más pronto que pudo, sólo reaccionó cuando ya Roan tenía las llaves en su poder. No entendía qué iban a hacer, hacia dónde irían o si los demás vendría. No sabía cuántos y quiénes quedaban vivos pero era obvio, por la actitud del médico que las cosas estaban mucho peor de lo que ella hubiera creído y eso la angustió aún más pero esta vez, volviendo a guardar sus emociones, respiró profundo: tenía que cuidar de Roan.

- ¡Cállate de una vez, jodido carnicero! ¡Cállate! ¡Cállate!... ¡Cállate! ¡Cállate! ¡Cállate! ¡Cállate! - Murmuraba Donovan una y otra y otra vez, estrechando el cuerpecito de su sobrina entre los brazos, balanceándose sobre su asiento sin ser capaz de mantener la mirada fija sobre Sven y su nueva víctima. Solo había necesitado unos segundos para sumar un nuevo cadáver a su cuenta. Bajarse del coche, gritar unas órdenes y asesinar. Lockhart no era una persona, por eso carecía de sentimientos. Lockhart era una máquina de matar. Y en su mente machada por la muerte de tantos y tan queridos, Donovan lo veía distorsionado, como la principal amenaza aún siendo su salvador. Sin nadie más a quién proteger o llamar familia que su hermana, Donovan, arrastrado a lo más profundo de una creciente tristeza vital, no veía luz alguna al final del túnel. Tan malos eran los de Gelus Vírica, como los de Isenhall como cualquiera que se hubiera cruzado en su camino. Todos los que habían dado muestras de ser honestos o buenos de corazón yacían muertos. Incluso la pequeña y dulce Amber... - La pequeña y dulce Amber...

Lentamente volvió a abrir los ojos, que había mantenido cerrados con fuerza mientras trataba de calmarse. A cámara lenta giró el cuello con un rictus de profundo dolor en el rostro, antes hermoso, cubierto ahora de cicatrices de pústulas que habían estallado de forma mágica al pasar al siguiente estadio de la enfermedad. Restos de pus verdoso se entremezclaban con la sangre de las heridas dándole un aspecto macabro. El actor estaba débil e insano, su cuerpo sólo se mantenía en pie gracias a los efectos del virus, pues su voluntad había sido completamente doblegada por las circunstancias.

Con un deseo nacido de la desesperación, su mente retorcida hasta el extremo resolvió que la única forma de acabar con las muertes era matándolos a todos. A todos los asesinos. Empezando por Sven. Y el poder robado a Sven dio alas a su ansia vengadora y se convirtió en un cuchillo de pura energía. Una saeta mortal dirigida a la mente del doctor. Los ojos inyectados en sangre de Donovan ya no eran los de un chico en la cúspide de la vida, eran los de uno que todo lo había perdido y que jamás volvería a disfrutar en forma alguna de los placeres que la vida pudiera brindarle. Hundidos en sus cuencas no se apartaron ni un segundo del cuerpo de Sven. Ni siquiera se fijó en la mujer de color y quién parecía su hijo. No escuchó sus palabras, en las que se había referido al objeto de su locura. En la mente de Donovan solo había sitio para el dolor y la muerte. Primero Sven... Luego Andrea, que ponía en peligro a su querida Jolie...

María, que desde el coche contemplaba todo con los ojos abiertos de par en par y la angustia a flor de piel, se pegó al asiento cuando Valdemar cayó al suelo... Y gritó finalmente cuando Sven cayó de rodillas tras el grito de Donovan.

El doctor miró con los ojos inyectados en sangre, por última vez antes de colapsar, a Nadra. La sangre cayó en dos regueros espesos de su nariz y boca, y acabó cayendo, completamente rígido, al suelo.

La española pataleó un momento dentro del coche, y salió, tapándose la boca con la mano vendada, gateando hasta los asientos delanteros y trastabillando constantemente una vez fuera. Con la mano temblorosa les tomó el pulso a ambos. Berggrerson estaba vivo... Pero el único médico que tenían en el grupo, el único que sabía de quién fiarse y de quién no, estaba muerto.

[FR]- ¿¡QUÉ COÑO HAS HECHO, DONOVAN...!? Il est mort...! [/FR] [ES]¡Joderrr...! ¿Pero qué coño pasa, por Dios...?[ES]

Se dejó caer de rodillas. Quería ir a las vías y ayudar a los heridos, pero tenía miedo. Demasiado miedo... Parecía que todos se habían vuelto completamente locos... Todos estaban muriendo, asesinando... Se meció un poco sobre si misma, con un llanto que ni siquiera dejaba salir la voz o el aire... Pero finalmente se mordió los labios y le cogió las llaves del coche a Lockhart, con las manos temblorosas...

Scerri había permanecido en el interior del vehículo, había visto a su otro yo y no tenía prisa por salir, pero las circunstancias, como casi siempre en la vida, te obligaban a realizar actos que no deseabas. Presenció con estupefacción el asesinato de Sven y el otro hombre cuyo nombre no recordaba, definitivamente había ocurrido lo que se venía palpando desde que lo vio con la niña aferrada a sus brazos después de muerta.

Se movió con rapidez, a la espalda del rubio actor, que se encontraba totalmente concentrado en sus objetivos, y se lanzó sobre él, placándolo como si de un jugador de fútbol americano se tratara. El maltés era un poco más alto que Donovan, pero sus casi veinte kilos de más unidos al impulso de la pequeña carrera hizo que ambos cayeran al suelo, pero quedando Andrea sobre el inglés, aferrándolo con todas sus fuerzas para que no se moviera.

Apartó la mirada de la sangre y la infección que asaltaba la piel del chico, y sintió que por un momento podría dominarlo con facilidad, incluso podría llegar a matarlo con poco esfuerzo si cogía su cuello. Pero sus ojos se toparon con los de los cadáveres, con el gesto y el llanto de María, y se limitó a inmovilizarlo.

Donovan no se resistió a la embestida de Scerri, que lo sacó fuera del coche con la fuerza de su empellón. Ambos cayeron sobre la nieve pero solo el actor emitió un gemido de dolor cuando su espalda tocó contra el suelo. El golpe había sido duro y él estaba tan cansado y dolorido que sintió una oleada de calor recorrerle todo el cuerpo como una corriente eléctrica. No tenía la más mínima intención de forcejear ni de luchar. Y tampoco hubiera podido aunque hubiera tenido la voluntad de hacerlo. Andrea pesaba lo suficiente como para mantenerlo abajo. Se limitaba, pues, a apretar con fuerza el cuerpo de la niña contra el suyo propio como si estuvieran unidos por alguna fuerza mística, protegiéndolo del maltés.

- Suéltame... No te conozco, no quiero matarte a ti también... No quiero matar a nadie más... Ni que nadie más muera... Quiero que se acabe el dolor... que se acaben las lágrimas... Quiero... Quiero que Amber regrese... Y mis padres... Hecho de menos a mis padres...- Murmuró con voz ausente y la mirada perdida, sin fijarla en el hombre que tenía encima suya. Quizá por la intensidad del sufrimiento interno del chico fue que sus palabras sonaron irresistibles al oído del maltés. Tan profundamente desgarradas que quien lo hubiera conocido antes jamás lo reconocería en su estado. Esa simple declaración helaba la sangre y partía el corazón. - Han matado a mi papá... Y a mi mamá... Yo los quería... Los quería a los dos... Y a mi pequeña... mi pequeña y dulce Amber... Lo siento Jolie... Lo siento mucho... No pude protegerla.. Y ahora... Se te va a partir el corazón por mi culpa... Ni siquiera puedo protegerte a ti... No puedo proteger a nadie... Lo siento Dale... Lo siento tanto Rewell... Lo siento... Papá, mamá... Lo siento, lo siento, lo siento... - Y ahí, tirado en la nieve bajo el cuerpo de Andrea, Donovan lloró en seco pues sus ojos ya no tenían más lágrimas que derramar.

La fuerza inicial de la orden dada por Donovan había perdido toda intensidad mientras el chico, laxo, se deshacía en lágrimas bajo el peso de Andrea.

Y ahí estaba el joven, pequeño y tarado Lagoon. Recorrió todo el lugar con sus ojos sin demasiada expresión... el humo, el camión frigorífico. Todo estaba patas arriba, como siempre. Tragó saliva con lentitud dispuesto a salir del coche, pero ya estaba todo volviendo más caótico todavía...

Donovan acababa de perder la cabeza, pero totalmente... Mortymer no sabía exactamente como había hecho aquello, solo había visto una reacción y su consecuencia. Volvió a deglutir con dificultad y salió del coche sin dificultad mientras veía a María como tomaba el pulso a algunas personas... todo ello aderezado con ese idioma del cual Morty no entendía ni papa - esto es la hostia - dijo en voz alta... no le apenó la supuesta muerte de Sven (si es que estaba muerto, el chico no tenía forma de saberlo y no iba a comprobarlo) había perdido a su primo y la muerte de Amber le había traumado por completo; así que desde un punto de vista retorcido entendía Donovan...

... Pero otros no, aquel tipo, al cual no conocía acababa de placar a Donovan, y sin saber con que intención. Kamau no perdió el tiempo, corrió directo hacía él; en cuanto estuvo tras el, su mano se lanzó directa a su cuello, por la nuca y lo apretó muy suavemente... muy muy suavemente; esa pequeña fracción de fuerza de Morty era suficiente para dejar patente que podría hacer la suficiente presión como para hacerle saltar la cabeza como si fuera el corcho de una botella de espumoso...

 - Suéltalo - advirtió

Roan no lloró, paseaba la vista entre cadáver, pálido y salpicado de sangre que Donovan sostenía entre sus brazos y el del doctor Lockhart. Había oído y entendido a María, quien hablaba en francés... Sven estaba muerto. El amigo de su madre, el único junto con Rewell Dryden que le había tratado bien a él y le había ayudado a escapar... Les explicó rápidamente lo que pasaba, y les dijo que volvería con ellos y con Nadra, pero que tenía que poner a salvo a su sobrina...

A Amber...

De aquel grupo, el único que no parecía tener intención de matar a nadie a pesar de haber tenido sus diferencias con él, era Andrea. Quería hacer algo por él... Miró a su madre. Ella le había preguntado. No podía decepcionarla... De manera que, tal y como le enseñó su padre a caminar por los lodos de Senegal, Roan dio un par de zancadas y posó las manos sobre Donovan y Andrea.

El maltés ya había vivido aquella extraña sensación antes... Pero para Donovan era nuevo. Un leve dolor, semejante al de una migraña, un parpadeo y luego angustia... Al abrir los ojos era él a quien Mortymer sujetaba, y Andrea quien sostenía el cuerpo sin vida de Amber...

- ¡Basta ya! ¡¡BASTA!!

Donovan se miraba ahora directamente a la cara desde los ojos de Andrea. Observaba su rostro deformado por las pústulas reventadas, sus ojos inyectados en sangre, los labios cortados y resecos y las facciones vencidas por una profunda fatiga y marcadas por el miedo y el rencor. Se sujetaba a sí mismo con unas manos grandes y fuertes que no eran las suyas, que no correspondían a su cuerpo. Y entre él y si mismo, el cuerpo de Amber.

Con una mueca de horror, Andrea se aparta del cuerpo de Donovan solo para encontrarse con la presa de Mortymer en su cuello si haber podido moverse lo más mínimo. Donovan recordaba la fuerza de ese chico y sabía que podría triturar una piedra a mano descubierta su así lo deseara. Su instinto de supervivencia le gritaba que saliera de ahí inmediatamente al tiempo que la presión a la que estaba siendo sometida su mente le pedía lo mismo. Ambos, cuerpo y mente, trabajaron al tiempo. Uno para evitar ser triturado y la otra para escapar de la imposible visión a la que tenía que hacer frente. Verse a sí mismo en ese estado, sujetando a su sobrina muerta en brazos, era demasiado hasta para él.

Suelta el cuerpo de Donovan, al que sujetaba con ambas manos y con un zarandeo, intenta escapar de Morty para poder dejarse caer sobre la nieve y escapar.

Parpadeó un par de veces, sólo para mirarse en lo que de primeras creyó su imagen reflejada, algo bastante normal para él, pero entonces fue cuando se percató del peso entre sus brazos, y desvió la mirada para encontrarse con la de Roan. Y entonces comprendió lo que había pasado, otra vez le habían sacado de su cuerpo, sólo que en esta ocasión no fue para colocarlo en la de la preciosa Alexandra.

Pero está vez había resultado mucho más útil que la simple travesura anterior, no pensaba desaprovechar esta oportunidad para intentar detener aquella locura que amenazaba con engullirlos a todos.

Dejó el cadáver de la niña en el suelo, asqueado, y se fijó en el forcejeo entre su cuerpo y aquel chico del que no recordaba ni siquiera el nombre.

¡Quietos! ¡No hagáis absolutamente nada!

Gritó con una voz desgarrada y rota, sintió como su garganta estaba a punto de explotar, pero no iba a exigirle ningún esfuerzo más. Se sentó en la nieve, cansado, concentrado únicamente en conseguir que ambos obedecieran sus palabras.

Era increíble lo poderosas que podían ser algunas de aquellas personas, y sin embargo sólo pensaban en matarse unos a otros.

No puedo creerlo

Todo había sucedido en un abrir y cerrar de ojos, la llegada del coche, el dolor que emanaba de cada palabra que el joven actor pronunciaba, la locura que estalló en forma de muerte. Estoy seguro de que casi esperaba oír los enfervorecidos aplausos que entregaba el público después de una majestuosa actuación.

Me había acostumbrado a ser un observador, a vivirlo todo a través de otros ojos, ya fueran los de cada una de aquellas chicas, ya fueran los de mi propio yo dividido.

Por eso permanecí al margen, sin un ligero estremecimiento ante tanto sinsentido, protegiendo entre mis brazos el inerte y perfecto cuerpo de la única que había tenido la suerte de ahorrarse aquella escena.

Quizás no la hubiera soportado.

Avancé sin prisa hasta llegar a la altura de Roan, asintiendo con la cabeza a su mirada, en un intento de tranquilizarlo. No estaba seguro de lo que había hecho, no podía estarlo con seguridad, pero ya lo había visto actuar así en una ocasión, y pude intuir, sobre todo gracias a la acción de mi clon, que había vuelto a intervenir como ya lo hizo con anterioridad. Yo nunca hubiera intentado escapar de la presa. Y la repentina locura de Donovan parecía haberse calmado.

Crucé la mirada con los ojos del cuerpo del actor, y el ligero movimiento de cabeza de este confirmaron lo que suponía.

Miré entonces a María, luego a Nadra, y por último a Valdemar.

Roan ha intercambiado los cuerpos, Donovan es mi clon.

No era a mí a quien correspondía decidir sobre lo que hacer, no me sentía capaz, no los conocía lo suficiente. No quería esa responsabilidad.

Volví a mirarlos a todos.  

Nadra nunca llegó a obedecer a Sven, aunque había sido su intención en primera instancia porque en su voz había notado que no tenían tiempo para indecisiones, pero cuando estaba a punto de dar aquel primer paso en busca de las llaves, la africana se detuvo como en cámara lenta, mirando en dirección a Sebastian como a ella le gustaba llamarlo, parecía que desde el momento en que él le había hablado hasta el momento en que aquel rubio hombre había salido a gritarle aquellas cosas, no habían pasado más que segundos pero en la mente de la mujer parecía ir todo muy lento, pero no tanto como para poder detenerlo antes de que matara a Sven delante de sus ojos. Su corazón se detuvo, todo quedó en silencio. No escuchó los gritos de María y mucho menos escuchó lo demás que Donovan tuviera para decir. La sangre que cayó por la nariz y boca de Sven parecían más espesos que cualquier otra sangre y Nadra, en un principio petrificada, corrió finalmente hasta él con la esperanza, el deseo pero con la certidumbre de que no había nada para hacer.

-No, no, no... Sebastian... Sebastian...-Nadra sujetaba el rostro de Sven habiéndose puesto de rodillas y levantándolo por la espalda hasta poner ésta en sus muslos, temblaba de pies a cabeza.-No, no puedes morir. No ahora...

Pero mientras intentaba limpiar la sangre ya coagulada por la fría nieve, Nadra se iba asegurando de que estaba muerto, de que no había nada que pudiera hacer. Deseó tener otros poderes, poder retroceder el tiempo, sólo necesitaría unos segundos pero era en vano. Las lágrimas comenzaron a rodar por su rostro negro y ahora entristecido por demás, desencajado, furioso y enervado. Se secó una lágrima llenándose el rostro de sangre mientras volvía a agacharse sobre el inmaculado doctor, sobre el hombre que había cambiado su vida en todos los sentidos, su corazón latía con fuerza pero ella temía que en cualquier momento se detuviera. No le importaba ya, demostrar lo que había sentido por él, era mucho más fuerte que ella. Acariciaba la frente con la otra mano, mientras repetía la palabra no y ésta iba subiendo de volumen.

No tuvo tiempo a mucho más, cuando vio a Andrea o a uno de los Andrea lanzarse por Donovan, entre lágrimas, sujetando un cuerpo que a pesar de todo guardaba cierta tibieza que no duraría mucho más. No tardó en comprender que Donovan estaba dispuesto a matarlos a todos, que todos estaban en peligro y lo que era peor, que era un igual a ellos, uno que debía estar de su lado el que quería acabar con todos. Sujetando la espalda de Sven se preguntaba qué demonios había sucedido, él jamás habría lastimado a nadie y menos a una niña; Nadra en su angustia, su dolor, su desasosiego, no era capaz de aceptar que él hubiera hecho daño a alguien y su respiración cada vez más agitada, se detuvo por completo cuando Roan se acercó a los dos que estaban en el suelo. Iba a gritarle pero vio en los ojos del pequeño la decisión de hacerlo y todo pasó tan pronto que ella no hubiera podido detenerlo. Miró a Donovan que ya no era Donovan, sino uno de los Andrea y lo señaló con una mano.

-¡Tú, has acabado quizás con nuestra única esperanza! ¡Tú, maldito bastardo! ¿¡Quién demonios te crees que eres!?

Y la voz se volvió un hilo, las cosas cambiaban vertiginosamente, ella pasaba de querer estar muerta a querer matar a alguien, pasaba de no creer la muerte de Sven, a recordar sus ojos, con esa profunda tristeza que él no le develaba a nadie pero que a ella le había dejado conocer. Nadra era un trozo de carne tan frío y tan muerto como él, porque le habían quitado una de sus dos razones para vivir y saber que tenía que continuar con su vida, luchando con quién sabe qué cosas o con personas como Donovan, la hacían sentir aún más miserable y sin embargo, no podía y no debía abandonar a Roan, ella nunca hubiera podido, al menos por voluntad propia. Se agachó y besó a Sebastian en los labios y, luego lo abrazó para olvidarse del resto, que discutían, que se lanzaban poderes y que unos eran terriblemente más poderosos que los otros, mucho más poderosos que ella.

Apretó el cuerpo inerte de Sven contra ella, dejando que sus lágrimas cayeran sobre la rubia cabellera, confundida con la nieve, despidiéndose de él, intentando conformarse con la idea de no volver a verlo a los ojos brillantes o escuchar su voz llamándola, amando y atesorando esa última mirada, tenía que decidir qué hacer a partir de aquel momento y ser buena no era una de las opciones, evidentemente había una ley allí que no era la de todos los hombres y amigos habían pocos o ningunos en la vida. ¿En quién confiar? Nadra tenía serios problemas.

-¿En quién confiar si no es en ti, Sebastian?-musitó y lo soltó suavemente volviendo a mirar a los demás.

En aquel momento, otro clon de Andrea apareció volando con Dale en brazos. La australiana estudió la escena con un vistazo diagonal... Pero sus ojos se detuvieron en el cuerpo inerte de Amber, echado sobre la nieve, pálido, con sus preciosos ojos aún abiertos, pero sin su brillo...

- Imposible... -fue la única palabra que logró articular, lenta, casi inaudible.

Todo llegó de golpe con la visión del cadáver de esa niña. Toda su falibilidad cayó sobre sus hombros con el peso de una montaña... Sabía que Donovan estaba cerca, también su hermano Dan... Pero Amber jamás volvería a estar cerca... Y todo, salvo ella misma, era menos importante que aquella niña de dos años que tenía medio muslo disuelto con Dios sabía qué acido...

No lo había previsto... No lo había previsto... No había previsto nada de ésto... No lo vi venir... Dios mío... Dios...

No se movió. Las lágrimas le caían en torrente por la cara... Pero lo único que podía hacer mientras miraba a la niña era dejar que sus labios temblaran...