Partida Rol por web

Los cuatro soldados supervivientes rodean a Hurón aún cuando este ha herido gravemente a otro de sus compañeros y ha matado a otro con facilidad.

Tres de ellos amagan y entretienen al guardaespaldas de la sacerdotisa mientras que el otro, aprovechando un momento de debilidad, se lanza temerariamente contra este.

Hurón responde al hombre que le ha herido con un rápido golpe de su arma que se cuela en la inexistente defensa de su atacante, descabezándolo al momento.
A continuación da un giro, arremetiendo con la parte inferior de su arma en la cara de un enemigo, aturdiéndolo de esta manera. Gracias a su agilidad y a la pérdida de control de su enemigo Hurón consigue rajarle el cuello con facilidad, acabando así con otro de sus contrincantes.

Lord Deison vuelve a apuntar y a disparar contra el gigantón, aunque esta ahora está más cerca, demasiado cerca.

Nunca me ha interesado el honor, el estatus, la religión o la política, lo único que me importa en este mundo son mis hermanos y yo mismo. Y ahora tengo uno menos al que cuidar y uno al que llorar. Me vengaré, no te quepa duda -dice mientras coge otra flecha de su carcaj y dispara.

Aunque no podía esperar mucho de mis agotados músculos me invade la desesperanza cuando mi ataque falla. Pese a sus heridas la sacerdotisa es rápida y diestra, más de lo que ahora mismo puedo entender. Nos encontramos frente a frente, intento acertarle con mi hoja, pero no la alcanzo; los filos vuelan y el entrechocar del acero resuena en mis oídos. 

Entonces ella se lanza al ataque y siento su espada hendir mi costado fría. El acero se abre paso entre mis entrañas; siento el dolor horadar mi interior hondo, casi hasta la espalda. Noto la sangre subir por la garganta, intento tragar pero gotea espesa y roja de mi boca. 

No sueltes la espada; pese al dolor no sueltes la espada.

Siento el dolor agarrotando mis músculos y mis manos frías. Con el temblor del brazo la espada amenaza con caer. Aprieto los dientes y hago acopio de toda mi fuerza de voluntad para permanecer en pie. Miro a Alisa, pero sus ojos se hacen opacos por momentos. 

Se ha lanzado con todo para matarme, pero sigo en pie.

-Sigo en pie... -le digo con los dientes apretados sin importar sin aún me escucha. Me aparto de ella y trastabillo hacia atrás. Busco con la mirada a Sylven y veo que no está; sonrío y me esfuerzo por permanecer en pie-. ¡Seguimos en pie, fieles Baratheon! ¡Seguimos luchando! 

Busco mi arco en el suelo con mis ojos cansados, lo tomo entre mis manos y disparo al gigante Hador, no tanto para darle sino para atraer su atención y que el recién llegado tenga una mejor oportunidad. No pierdo de vista al gigante por si arremetiera contra mí e intentar ponerme a salvo de su lanza.

Choco contra el carro a toda velocidad pero no es suficiente, cuando esa maldita sombra vuelve a saltar del carro y otro aguijón traspasa mi piel... Lo miro desde abajo con ojos cristalinos durante un segundo antes de cojer mi lanza y asirla fuertemente. - ¡¡No te preocupes vas a cuidarlo al maldito infierno!! - Vocifero antes de descargar mi larga lanza contra ese maldito arquero llorón. 

La lanza atraviesa de lado al lado al arquero, que se levanta casi un palmo del suelo cuando el acero transversal de la misma choca contra su abdomen parando el recorrido, como haría con un animal, con una movimiento casi rutinario saco la lanza con fuerza hacia atrás cayendo el cadáver del valiente arquero al suelo. Con un entrenado movimiento doy la espalda al carro mientras el pavés se coloca delante de mi cuerpo y la lanza se posiciona encima con la corrección que solo un veterano puede realizar. El anciano guerrero, enorme incluso al lado del carro, ahora si que parece lo que es..., los ojos inyectados en sangre, la mente nublada, la ira en su máximo apogeo - ¡¡Hombres Baratheon, huid y contad lo que habéis visto aquí, porque la muerte llama a vuestra puerta, R`hllor os busca!! - Vocifero emulando las anteriores palabras de animo que dio el insensato que acaba de morir. Cuando la lanza acaba de posicionarse un dolor agudo me llega hasta el hombro... desde una de las flechas que se hunde en mi carne profundamente.

Tras esto avanzo hacia el grupo de arqueros de la derecha.

Aunque no podía esperar mucho de mis agotados músculos me invade la desesperanza cuando mi ataque falla. Pese a sus heridas la sacerdotisa es rápida y diestra, más de lo que ahora mismo puedo entender. Nos encontramos frente a frente, intento acertarle con mi hoja, pero no la alcanzo; los filos vuelan y el entrechocar del acero resuena en mis oídos.

Entonces ella se lanza al ataque y siento su espada hendir mi costado fría. El acero se abre paso entre mis entrañas; siento el dolor horadar mi interior hondo, casi hasta la espalda. Noto la sangre subir por la garganta, intento tragar pero gotea espesa y roja de mi boca.

No sueltes la espada; pese al dolor no sueltes la espada.

Siento el dolor agarrotando mis músculos y mis manos frías. Con el temblor del brazo la espada amenaza con caer. Aprieto los dientes y hago acopio de toda mi fuerza de voluntad para permanecer en pie. Miro a Alisa, pero sus ojos se hacen opacos por momentos.

Se ha lanzado con todo para matarme, pero sigo en pie.

-Sigo en pie... -le digo con los dientes apretados sin importar sin aún me escucha. Me aparto de ella y trastabillo hacia atrás. Busco con la mirada a Sylven y veo que no está; sonrío y me esfuerzo por permanecer en pie-. ¡Seguimos en pie, fieles Baratheon! ¡Seguimos luchando!

Miro a la sacerdotisa; aún queda vida en ella. ¿Me permitirán los dioses acabar de una vez con ella o habré de empeñar mi vida únicamente para que Sylven escape?

Pego un silbido hacia la espesura para llamar a Morten y que se lance contra Alisa.

-¡Morten! -grito al tiempo que lanzo mi filo contra la sacerdotisa.

Grauhai trata de vengarse antes de que las fuerzas y la vida se le escapen finalmente pero su enemiga es demasiado rápida, demasiado eficaz, demasiado mortal. La hoja de Grauhai se cuela en la protección del gran escudo de Alisa pero allí la espera su espada braavosi, que desvía el arma en el último momento.
Nuevamente Grauhai ha fracasado en su intento pero ha dado tiempo para que el resto de combatientes reaccione y focalicen todo su odio en la hija de R´hollor.

Los tres soldados que rodean a Alisa se lanzan nuevamente a por ella pero esta vez no están solos. Un mastín sale de la espesura tras el silbido de "El Rojo" y se lanza directamente a por la dama roja, apoyando a los guerreros en su intento de asesinato.

La joven y malherida mujer consigue parar y esquivar la mayoría de ataques durante un par de segundos pero, pasado ese tiempo, uno de los soldados ve una brecha y se lanza con temeridad hacia ella, clavando su espada en el costado de la dama homicida.

Los arqueros vuelven a descargar su furia contra la sacerdotisa pero esta, en contra de todo pronóstico, esquiva y para todas las flechas menos una.

Los arqueros que protegían a Sylven, observando como Lord Deison es atacado por el gigantesco Hador, apuntan sus armas contra este con la intención de acabar con él o, al menos, distraerle un instante.

Ambas flechas vuelan de un lado a otro del campo de batalla y, si bien una rebota en la armadura del siervo de R´hollor, la otra se clava en su espalda.

Los dos hombres que rodean al eunuco saben que su muerte se acerca pero no se rinden sin más sino que se lanzan nuevamente al ataque, sorteando los cadáveres que rodean al guardaespaldas de Alisa.