Partida Rol por web

me giro hacia Taurnil y le digo
-¿Puede tu halcon ir y echar un vistazo rapidamente?

Taurnil se sintió extrañado y confuso. Estaba casi seguro de que era por aquí... A no ser de que hubiera hecho eso para despistarnos...

La pregunta de Beren le hizo salir de sus pensamientos. Eh.. Si claro, puedo llamarle, espero que este cerca. El elfo Silbó fuertemente de la manera especial en que solía llamar a Aldan.

Esperaron unos cuantos minutos, pero el halcón de Taurnil, Aldan, no aparecio.

Me lo temía. Cuándo exploró la zona no consiguió encontrar el pasadizo. Se lamentó. ¿Qué hacemos ahora?

- Bueno, como he dicho antes, yo me dirigiría hacia donde se ha producido el rugido, ¿no?, quiero decir sería lo normal-

Dalion tiene razón, ese ruido no puede haber sido casualidad, y puede que tenga que ver con el clérigo.

Adelante, tras el.

El grupo volvió sobre sus propios pasos hasta estar de vuelta en el camino de tierra, desde donde tomaron la dirección opuesta a la de hace muchos minutos.

Nada más haber andado un trecho, el grupo pudo observar unas huellas bastante visibles y que se correspondían más o menos con las rastreadas antes.

Así pues, siguieron las señales en el suelo por el denso bosque hasta la  diminuta entrada a una cueva, donde el rastro, debido a las características calizas del terreno, se perdía.

Al ver perderse las huellas en la entrada de la cueva Reran se gira hacia sus compañeros...

Parece que ese clérigo ha entrado en esta cueva, puede que sea una trampa, pero ¿que otra opción tenemos?

Lo más seguro que sea un trampa. Decía Leorn mientras miraba desde la entrada. Pero ya que hemos llegado hasta aquí no nos vamos a echar atrás. Estoy con Reran, entremos.

- Yo opino lo mismo, entremos.- dijo de forma decidida.

Entraron a la cueva y siguieron por las galerías que tenían suficiente amplitud para abarcarlos a todos. Así continuaron, unas veces ascendiendo y otras descendiendo, cruzando algunos tramos entre pasadizos por huecos tan diminutos que tenían que contorsionarse para superarlos.

Al igual que el aire del pasadizo secreto, el de la gruta también era pesado, casi hediondo pero a la vez soporífero al calentarse el ambiente cuanto más se adentraban en el interior de la montaña.

Después de haber caminado por sitios estrechos, los aventureros avistaron a unos pocos metros por delante suyo como el corredor se agrandaba para dar paso a una gran estancia rocosa que parecía estar en mayor o menor medida iluminada por los rayos de luna.

Desde la  precaria seguridad de la galería, los aventureros pudieron observar, gracias a los rayos de luna que se introducían en la caverna por un gran agujero en su techo, que la parte inferior de un cuerpo(desde las caderas hasta los pies) con ropajes como los del clérigo permanecía inerte y rodeado por un gran charco de sangre en el centro del lugar.

Ante esta visión, todos tomaron más precauciones y estuvieron un buen rato observando cada tramo de la pared rocosa de la cueva en busca de peligros, pero no encontraron nada extraño. Por lo que el grupo entro a la gran estancia rocosa en silencio para que Taurnil, el único que había visto aunque fuera de pasada al clérigo, intentará verificar(con lo poco que quedaba de su cuerpo) que se trataba de él.

Estaban ya cerca del muerto cuando en el suelo vieron  grandes marcas negras y cenizas. Presagios del ser terrorífico y legendario, al cual no estaban preparados para combatir y cuya cabeza  apareció por una galería que se encontraba en el extremo opuesto de por donde habían entrado.

Era un dragón de escamas negras, dos cuernos sobresalían amenazantes de la parte superior de su testa, sus  dos grandes y amarillos ojos viperinos y en cierta forma hipnotizadores, estaban fijos en el grupo y reflejaban lo que iba a ocurrir a continuación.

Algunos aventureros escaparon, otros atacaran a tan formidable enemigo con sus armas, pero todo esto sólo estaba sucediendo realmente en su mente. En realidad, todos se habían quedado paralizados debido al terror causado por tan poderosa criatura.

El dragón esbozo una maléfica sonrisa, y dejó ver sus largas hileras de dientes, tan grandes y afilados como espadas. Para luego, inhalar una bocanada de aire que a su regreso se convirtió en una abrasadora y gran llamarada de fuego que cubrió por completo el área.

Sólo entonces, el cuerpo de los integrantes del grupo reaccionó para protegerse de la flama, sin embargo, ya era demasiado tarde para escapar al destino de la muerte deflagradora, ó así debería haber sido.

Pues cuando las llamas los rodearon, Taurnil, Dalion y Leorn no sintieron mayor calor que el de hace unos instantes, poco a poco se fueron dando cuenta que el fuego no les quemaba en absoluto, pero también pudieron observar que sus otros compañeros Beren y Reran si sentían algunos efectos del aliento.

El cuerpo del noldor, a pesar de que sus compañeros veían claramente que no se estaba quemandose, realizaba los típicos movimientos involuntarios de sufrimiento y dolor como si lo estuvieran cocinando vivo. Una vez las llamas se extinguieron, el elfo (con vida) cayó al suelo.

Antes de esto, el dunedain perdió el equilibrio y también cayó al suelo de forma brusca, acción que el grupo relacionó con la fuerza del soplido adjunto a la llamarada del dragón.

¡Amlug! ¡Amlug! Gritó el sorprendido silvano.

A Taurnil casí se le cae la flecha y el arco que portaba cuando vio a semejante animal, tan majestuoso como terrorífico. Por un momento penso que su vida ya tocaba al final y que allí acabaría su historia, pero las llamas del dragón no le afectaron inexplicablemente.

Rápidamente reaccionó, cogio la flecha, tensó el arco y soltó la mano tan rápido como pudo.

Seguramente fuera inutil atacar a semejante animal, pero al menos podría darles algo de tiempo.

-Deberíamos retroceder. Este reto nos supera. Dijo Leorn al grupo mientras se agachaba hacia uno de sus amigos tirados en el suelo.

Reran se levanta del suelo como puede dolorido ante la brusca caida y se queda junto al grupo observando a aquel poderoso animal.

Leorn tiene razón, es demasiado fuerte.

La flecha de Taurnil salió dirigida directa a la cabeza del dragón, y cuando llego hasta esta, repentinamente desapareció. ¿Se habría introducido la saeta lo suficiente para acabar con la criatura ó la oscuridad de la galería no permitía verla ó...?