Partida Rol por web

Marvel: Fundación Costa

Alfa

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24/10/2015, 04:35
Narrador

Verónica volvió a despertar. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Cuántas veces había dormido? ¿Cuánto tiempo había dormido en cada ocasión? ¿Cuánto tiempo había estado despierta?

No tenía hambre. Pero estaba segura de que había pasado más de un día. Varios. Seguro. Cambió un poco de postura, pues estaba dolorida de estar así sentada. Las cadenas que tenía en tobillos y muñecas gimieron ante el maltrato. No deseaban ser movidas. Verónica se miró hacia si misma. Todavía vestía aquel traje tan ajustado. Blanco, con un símbolo dorado en el pecho, como de un pájaro. Llevaba guantes y botas doradas, y una cinta dorada atada a la cintura. ¿De qué le sonaban esos ropajes? Miró por el ventanuco cubierto de barrotes, a dos metros de altura en la pared, hacia el cielo. Blanco impoluto. Como siempre.

- ¿Estás despierta? – la voz de su compañera rompió el silencio. NO sabía si era hombre o mujer, adulto o infante. Su voz era extraña, algo rasposa, y confusa, como si naciera con eco desde la garganta – Bien. Me aburro mucho cuando duermes.

Su compañera – había decidido darle género femenino durante la primera charla que tuvo con ella – Estaba en la oscuridad. Su lado de la celda nunca recibía luz alguna. Había forzado sus ojos tanto como podía, pero no conseguía tan siquiera ver su silueta. Tambien estaba atada a la pared y al suelo con cadenas.

Nunca respondía a nada. No sabía su nombre, ni su edad. Ni que hacía allí. Ni dónde era allí.

Su compañera solo quería oír historias. Y jugar. Al principio no había querido contarle historias, pero hacía dos sueños... ¿o hacía tres? Le había decidido resumir una película que había visto recientemente. Su compañera se había puesto tan contenta al oírla que había compartido con ella su “secreto”. Tenía un juego de canicas. De vez en cuando las esparcía por el suelo, y lanzaba un saquito con otras a Verónica, esperando que jugaran a alcanzar las canicas con las que ellas lanzaran. Todavía no había decidido seguirle el juego. Aquellas canicas le daban mala espina.

En su interior había pequeñas figuras en 3D. Los rostros de los conocidos de Verónica. Sus amigos. Sus familiares. Sus profesores. Sus compañeros de la Fundación.

A veces una esfera se “encendía”, sin llegar a proyectar luz pero reluciendo. La de Rebeca se había quebrado hacía un rato, y la luz de su interior se estaba escapando por la grieta. No le quedaba mucho. Y Rebeca moriría.

No sabía cómo lo sabía. Pero estaba segura. Cuando la canica se vaciara, Rebeca moriría.

La canica de Raúl, en cambio, había cambiado. Ahora era más joven, mucho más joven. Pero la canica se estaba oscureciendo. Una mancha de tinta se extendía por la misma. De la misma forma, supo que cuando la oscuridad tomara la canica por completo, sería el fin para su maestro.

Las canicas salieron volando hacia la zona oscura. Su compañera las reclamaba con su poder telequinético, quizá para volverlas a esparcir. Era bueno que su compañera tuviera ese poder, porque Verónica no tenía el suyo. Un collar de control le impedía usarlo, y de paso le impedía coger una buena pose para dormir.

Las únicas esferas que su compañera no se llevó fueron las de Rebeca y Raúl.

- ¿Quieres jugar una partida? – Preguntó, ilusionada – O mejor. Cuéntame algo. Una historia del exterior. Del cielo azul. 

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24/10/2015, 04:37
Marta

Alejandro avanzó por los pasillos, enfadado, sin saber a dónde dirigirse, y a paso ligero. Al principio iba a ir a su cuarto, pero se encontró a varios alumnos jugando en el pasillo  con bolígrafos y gomas elásticas, y no le apeteció pasar por medio de la batalla. Así que simplemente se dejó llevar por la ira.

Al final, y casi sin querer, había vuelto a la playa. Se sentó en una de las rocas del lateral de la cala, con los pies colgando de forma que cuando una ola alta llegaba le cubría hasta media pantorrilla, pero nada más. Tenía el calzado detrás de él, para que no se mojara.

- ¡Hola gilipollas!

Una chica se sentó a su lado. ¿De dónde había salido? Se había dejado caer, más que sentarse, y le había pasado el brazo por encima de los hombros con aquel gesto. Una chica castaña con mechas rubias, ojos azules, y sonriente, con aparatos en los dientes. Llevaba como única prenda un vestido verde ligero, que no le llegaba mucho más abajo de la cintura.

¿Qué haces con esa cara de higo? ¿Te ha vuelto a quitar la merienda un niño grande? - La chica cruzó las piernas. Espera… ¿había visto lo que creía? ¿A caso no llevaba…? – Creía que ya habíamos quedado en que si se metían contigo, me avisabas y yo les daba una paliza. ¡Ai! ¡Pero que mono te pones cuando te enfurruñas cari!

La chica se lanzó a los labios de Alejandro, en un largo, apasionado e inesperado beso. Mientras duraba ese beso, la chica bajó el brazo por la espalda de Alejandro, poco a poco, y levantó su camiseta, acariciándole la piel. Fue más allá de eso, incluso, pues buscó la goma de su calzoncillo y metió su mano allí atrás, agarrándole una nalga con fuerza (y a la vez con suavidad), dejando fuera solo el pulgar. Como para que no se pudiera decir que la había metido toda.

Mientras tanto su otra mano había ido a la pierna de Alejandro, rozando con el dorso las partes “ignotas” del chico… de forma bastante deliberada.

Finalmente la chica dejó de besar a Alejandro.

Estela y los chicos dicen de quedar hoy otra vez en las recreativas. Pero se que Maya no te cae bien así que… Si quieres les mando a la mierda y nos quedamos en mi cuarto, y jugamos a cartas… Y a otra cosa que no sean cartas.

La chica se mordió el labio inferior.


ALEJANDRO

 

Aquel extraño espectáculo dejó a Alejandro confuso, enfadado y excitado al mismo tiempo. Aunque el inesperado y fugaz contacto físico había dejado en su pantalón una visible tienda de campaña, y en su rostro un sonrojamiento más que visible, se apartó un poco de la chica para mirarla a los ojos desde la distancia (una corta distancia en aquella situación). 

¿Q-quién eres? - consiguió preguntar tras varios intentos, pues en su interior aún bullían en combinación numerosas y dispares emociones. 

Al Alejandro tranquilo y distante se le habrían ocurrido varias teorías. Que la chica estaría cumpliendo con alguna apuesta. Que simplemente estaba un poco loca. O que el propio Alejandro tenía problemas de memoria y estaba llevando una doble vida sin saberlo. 

El caso es que éste Alejandro, el Alejandro de la tienda de campaña, estaba demasiado alterado como para pensar. 


¡Tonto! – la chica le dio un puñetazo, bastante fuerte, en el pecho – Vale que normalmente te doy caña, pero luego lo compenso con creces, ¿no?.

La chica se tumbó, de forma que su cabeza reposara en las piernas de Alejandro, mirando hacia arriba, a su rostro. A pesar de lo aparentemente inocente de la posición, se aseguró que la parte de atrás de su cabeza reposara directamente sobre la “tienda de campaña”.

¿O acaso es tan raro que tu novia te mime?


Au... - se quejó Alejandro tras el puñetazo. 

El joven mago seguía sin salir de su asombro. ¿Novia? ¿Yo?

¿Novia? ¿Yo? - murmuró al instante.

Aquello no tenía ni pies ni cabeza. Y estaba demasiado cansado para andar jugando con adolescentes estúpidas. Pero no quería volver con sus compañeros. No después de lo que les había dicho. 

Iba a decirle una grosería a su supuesta novia, cuyo nombre ni siquiera recordaba, pero se tragó las palabras y respiró hondo. La extraña sensación en su entrepierna no le resultaba del todo desagradable.

Pues muy bien.

Tienes razón - admitió -. Vamos a tu cuarto.


- Quedémonos un rato más aquí. – Ronroneó la chica, recolocando la cabeza una par de veces, frotándola contra las piernas de Alejandro – Se está bien.

La chica cogió las manos de Alejandro, y empezó a jugar con sus dedos, entrelazándolos y frotándolos entre los suyos.

¿Cómo te ha ido con loco-Ignacio? ¿Te ha dado permiso para la fiesta del domingo?

Se llevó una mano de Alejandro a la cara, y empezó a morderle los dedos, suavemente, pero picarona.


Como quieras... - cedió Alejandro, algo inseguro por como se estaba desarrollando aquello. 

No estaba seguro de qué pretendía aquella chica, pero le seguiría el juego hasta que se cansase. Además el contacto físico con ella le resultaba... curiosamente placentera. 

Ignacio es un pesado - aventuró mientras se dejaba llevar - Pero en el fondo es buen tío. Me ha dado permiso. 

Por supuesto, no tenía ni idea de a qué fiesta se refería.

Como su mano ya estaba cerca de la cara de la chica, aprovechó para acariciarle la mejilla mientras la miraba con intensidad. 

¿Por qué no llevas nada ahí abajo? - preguntó, con genuina curiosidad. Trató de añadir una sonrisa pícara al final.  


La chica se incorporó un poco, empujando a Alejandro hacia atrás, hasta que quedó tumbado, y ella se echó encima. Como todavía tenía sus manos agarradas, las echó a los lados, dejándole en cruz, y llevó sus labios a los de él, besándole de nuevo. Mientras tanto, empezó a frotar su pelvis contra la del chico.

¿Te has dado cuenta? – Sonrió, picarona, dejando de besarle por un momento – Se te van los ojos eh… Pues, no llevo nada porque así esto – frotó con más fuerza – es mejor. Además, si después de todo solo ibas a quitármelo… ¿O es que prefieres quitármelo?

Dejó caer todo su peso sobre Alejandro, reposando su pecho sobre el de él, y llevando su cara al lado de la suya, con los labios a la altura de su oreja.

¿Quieres hacerlo aquí?

Le susurró, justo antes de empezar a mordisquearle el lóbulo de la oreja.


Alejandro sonrió en todo momento, parecía complacido con todo aquello. Pero ahora, más relajado, tenía la mente despejada y podía pensar. Le había seguido el rollo a la chica, tanteando a ver hasta donde llegaría aquello. Pero... ¿hacerlo con una desconocida en medio de la playa? Ni siquiera sabía su nombre. 

No cabía duda de que Alejandro era un adolescente normal para su edad. Frecuentaba páginas guarras y le daba día sí día no a la zambomba, pero aquella situación (aunque deseable en alguna fantasía sexual dentro de un sueño) no era algo que deseara.

Claro - respondió, interpretando su papel. 

Llevó sus manos a la cintura de la desconocida, y la agarró con fuerza mientras cambiaba de posición. Los dos adolescentes giraron, uno encima del otro, hasta que la posición inicial se invirtió. Esta vez Alejandro encima. Apresó a la joven, agarrando sus muñecas y poniéndolas sobre su cabeza, en una posición que pretendía ser agresivamente sensual. Entonces acercó sus labios al oído de la chica, justo como ella había hecho momentos antes.

Pero antes dime en serio quién coño eres y por qué te estás haciendo pasar por mi novia - susurró con voz fría. 

Los iris de Alejandro se iluminaron levemente de intenso áureo. Una advertencia.


La chica estalló en carcajadas, robándole un beso en la punta de la nariz a Alejandro.

Eres la ostia tío ¿Vas a añadir amnesia a tu cuadro psicológico? ¿No te basta con tus delirios sobre magia? SI sigues así no saldrás nunca de esta casa de locos. Pero con cariño eh… - le lamió la nariz – Además, si temes que nos vean… Siempre puedes decirle a tus cuatro seguratas que vigilen. Por cierto, ¿dónde están hoy tus “caballeros”? ¿Has conseguido darles esquinazo?

La chica abrió las piernas y cazó a Alejandro por la cintura con ellas, acercándole a su cuerpo.

Además, ni aún amnésico podrías olvidarme. Ni a mí, ni nuestra primera vez… ni la segunda… ni la tercera… ni la cuarta… ni la quinta… Así hasta ene igual a infinito. - Sonrió – Venga Jandro, va, dime como me llamo.

Sonrió.


Las palabras de la chica del vestido verde dejaron a Alejandro aún más confuso. Desvió la mirada.

¿Cuadro psicológico? ¿Delirios sobre magia? ¿Seguratas? ¿Por qué había dicho "caballeros" de aquella manera? 

Aquello no tenía sentido. Ya no parecía que la chica estuviese fingiendo, pero por alguna razón algo no cuadraba. Alejandro sintió que... que no encajaba en todo aquello. 

Se liberó de la presa de la chica y se puso de pie. Se sentía desprotegido, vulnerable, y ridículo.

No quiero hacerlo - dijo mientras su mirada se perdía en el horizonte. Luego se giró, y miró a la chica del vestido verde con cierta tristeza - Tampoco sé como te llamas. No lo sé. No te conozco, ni siquiera recuerdo haberte visto nunca. 

Cogió sus zapatos. 

Será mejor que me vaya.

Tenía intención de irse, esta vez sí, a su cuarto. Ya había tenido bastante de aquello.


Alejandro se dirigió hacia el camino que serpenteaba por el acantilado, subiendo hacia los edificios de la fundación. La chica le siguió de cerca, con los brazos cruzados tras la cabeza. No parecía del todo molesta, pero ya no sonreía tanto como antes.

Pasaron un par de minutos en silencio, pero mientras más iban ascendiendo, más nerviosa parecía la chica, hasta que casi al llegar a la última curva antes de la puerta a los jardines exteriores, aceleró el paso para ponerse a la altura de Alejandro, le agarró de la parte de atrás del cuello de la camiseta y tiró de él hacia atrás.

¡Jandro! ¿Es que estás loco? – medio gritó, medio susurró – SI sigues por aquí no habrá manera de que no te vean. Juega todo lo que quieras al amnésico, pero el cuento no va a colar con ellos. O peor, si cuela, te llevarán allí.

La chica tembló visiblemente, cogió la mano de Alejandro con dos de las suyas y tiró de él hacia el muro de rocas.

Vamos por aquí anda, sígueme. Y vamos a mi cuarto, jugamos a las cartas. La chica miró a Alejandro, suplicanteNo te metas en líos solo por demostrar tus delirios. Por favor.

Y empezó a trepar por el acantilado. Parecía que conocía cada saliente a la perfección.

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24/10/2015, 13:17
Alejandro

Alejandro miró a la chica del vestido verde con el ceño fruncido. 

- ¿Pero qué dices...? - respondió, incrédulo - No estoy jugando a nada. 

Decidió darle una demostración. 

Soy la luz que hiende la sombra
Mi espada es el valor
Mi coraza la esperanza
Jurasteis ser el escudo de este mundo
Y ante la oscuridad que nos asola
en virtud de este pacto os convoco
¡Acudid a mi llamada!

Pronunció los versos con solemnidad, en voz baja pero clara. Llamó a todos sus caballeros.

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24/10/2015, 16:36
Marta

No hubo círculo mágico. Las palabras de Alejandro no resonaron con un eco innatural. Sin embargo, notó el tirón en su ser. La magia había surtido efecto. ¿Verdad?

Se oyeron pasos tras el último recodo. Alguien se acercaba.

La chica saltó de nuevo al suelo, al nivel de Alejandro, y tirando de su mano, le forzó a esconderse tras una roca cubierta de arbustos. No era el mejor escondite del mundo, pero podía valer. Quizá. Los ojos de la chica revelaban el terror que sentía.

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24/10/2015, 16:37
Narrador

Dos personas aparecieron tras el recoveco. Un hombre y una mujer. Vestidos de negro, con traje y corbata, y un visible pinganillo en una de las orejas. La mujer era rubia y tenía el pelo lo bastante largo como para hacerse una coleta de caballo, pero no mucho más. El hombre era algo mayor, tenía el pelo muy corto y una barba bien cuidada, perfilando toda su cara, aunque estaba todo salpicado de canas aquí y allí.

- ¿Dónde se habrá metido ese mocoso? – Suspiró la mujer - ¿Cómo se ha escabullido de Mario?

- Con maña y paciencia. – Respondió el hombre – Mario es más dado a la acción que a las guardias.

- Pues podría buscar él, si tanto le gusta la acción.

- Tu misma le has ordenado que se quede allí, Helena.

- No me lo recuerdes. ¿Sabes algo de Santiago?

El hombre se llevó la mano al oído un momento.

- No.

- ¡Señor Brujo! ¡Señora Bastión! – se oyó una voz al otro lado del acantilado, de un hombre joven – El Jefe reclama su presencia.

- ¿Qué querrá ahora este? – exclamó Helena, exasperada – Ya tenemos bastante trabajo buscando a Alejandrija.

- Vamos, no es necesario ponerse así.

El hombre volvió a meterse tras el recodo del camino, siguiendo a aquella nueva voz.

- No todos tenemos tu misma paciencia, Ricardo…

Murmuró la mujer, antes de desaparecer tras los otros dos.

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24/10/2015, 22:39
Alejandro

Alejandro, demostrando poca fuerza física, se dejó arrastrar por la chica del vestido verde al improvisado escondite. Desde allí observó la escena. Aquellas personas que aparecieron... tenían un aire a sus caballeros. Pero eran ellos. 

Echó en falta el círculo, el resonar de los versos de su hechizo, la luz dorada... No había funcionado, no tenía poder alguno en aquel lugar. Eso le hizo pensar que no se encontraba en su dimension de origen. Se llevó la mano al bolsillo, buscando la canica que se suponía que debía seguirle a todas partes, pero no estaba allí. 

Sin sus poderes, sin la canica, en un sitio en el que no conocía a nadie. El joven mago sintió una terrible soledad que le atenazó el corazón. 

Se encontraba lejos de casa...

Una vez los tipos del traje se hubieron marchado, Alejandro miró fijamente a la chica del vestido verde. En sus ojos ya no brillaba el viejo orgullo del mago. 

- Está bien, iré contigo - concedió, derrotado -. Pero necesito que me expliques qué es este sitio. De verdad que no lo sé. 

Su vínculo con los caballeros no funcionaba, pero quizá con un poco de preparación podría llevar a cabo un ritual para volver a su casa. Eso en el caso de que su teoría fuese correcta.

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27/10/2015, 18:56
Verónica Galán

Volvió a despertar... ¿Despertar de qué? ¿Donde estaba?, esas eran preguntas que hacia tiempo se hacía. Su compañera volvió a hablarle, como siempre hacía, al parecer se aburría... como no hacerlo.

- Si... lo estoy, no se porqué pero siempre estoy cansada, ¿a ti no te pasa?.- Preguntó la chica, esperando una contestación de su compañera, una contestación que probablemente no llegaría.

Miró a las canicas en el suelo, las miró intentando atraerlas hacia ella. Claramente no podía, sus poderes no funcionaban con aquel colgante, pero siempre lo intentaba, no quería perder la esperanza. Su compañera las recogió, todas menos las de Raúl y de Rebeca... Verónica pensó durante un segundo y contestó a su pregunta.

- No me apetece mucho jugar la verdad, y en caso de ir a jugar... ¿solo me dejas las rotas? ¿No hay manera de repararlas? no me gustaría que se te estropeara el juego, espero que algún día podamos salir de aquí, y estaría bien que lo conservaras entero.

Pensó durante un momento sobre la Historia que quería la chica que le contara.

- Historias... no sé. Ah bueno, sí, te contaré una historia. Érase una vez una chica, una joven muy especial, una joven con unos poderes extraordinarios... aunque en aquel momento solo fuera un potencial. Era feliz, en su casa, con sus padres, que eran tan especiales como ella. Vivía eternamente encerrada en su casa, como la princesa Rapunzel en su torre. Sus padres la querían mucho, tanto que la sobreprotegían, y querían que llegara a ser lo más poderosa posible. Pero aquello solo generaba en la chica más ansiedad. Necesitaba salir al exterior, necesitaba ver como era el mundo, necesitaba ser libre. Sus padres no la dejaban ni a sol ni a sombra, la mantenían vigilada, y le enseñaban tanto el uso de sus poderes, como cualquier conocimiento, por pequeño que fuera, o por insignificante que pareciera. 

- Un día la chica se cansó, y decidió que se escaparía de su hogar, para ver mundo. Quería conocer como era el mundo, como era el cielo, como era sentir el calor del sol directamente en su piel... y así lo hizo. Aquel día por la noche, cuando sus padres ya se habían ido a dormir, decidió que saldría por la ventana de su habitación, y buscaría un lugar donde quedarse, hasta el día siguiente por lo menos. Forzó la cerradura de la ventana, tan bien como una niña de su edad podría hacerlo, y voló hasta llegar al suelo. Nunca lo había hecho, pero sabría que podía.

- Tan pronto como llegó al suelo, corrió hasta llegar a la colina más cercana y se sentó debajo de un árbol hasta esperar a ver el amanecer... solo quería eso, solo quería ver una vez el cielo azul y el sol de la mañana. Se quedó dormida. Cuando despertó volvía a estar en su habitación. No había podido ver nada de lo que quería, y la ansiedad creció aún más en su interior.

Verónica se quedó callada durante un ratito, y decidió que la historia terminaba ahí. Esperaba que la chica se quedara ansiosa.

- Ya me he cansado, ¿no sabes tu ninguna historia?.- Dijo mientras se recostaba.

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29/10/2015, 06:11
Marta

- En serio Jandro.  – suspiró la chica – Cansa que juegues a lo mismo tan a menudo. Vamos.

La chica volvió a trepar, esta vez parándose cada poco a indicarle a Alejandro los mejores lugares en los que encontrar apoyo e ir trepando. Al llegar a lo alto del acantilado encontraron el jardín de la parte de atrás del comedor, ante todas las cristaleras.

Un vistazo alrededor permitió a Alejandro ver el elevado número de guardias de seguridad con porras andando en parejas por los terrenos de la fundación. Otras personas, que parecían personal médico, se paseaban por los jardines. Algunos de ellos cargaban con sillas de ruedas vacías.

- Venga, entraremos trepando por la hiedra. – la chica llamó su atención tirando de su dedo meñique – No quiero que nos castiguen, sobretodo ahora que has conseguido permiso para lo del domi… ¡DIOS!

Cuando la chica se giró, se encontró de frente a un chico moreno vestido con un simple pijama azul claro de hospital y descalzo. Llevaba una cinta de plástico con un código de barras atada a la muñeca izquierda, y unas cuantas gasas pegadas con esparadrapo en la parte interior del codo de ese mismo brazo. El chico parecía estar aguantando la respiración – y la risa – de pie justo detrás de la chica de verde, o al menos eso antes de que ella se asustara al darse la vuelta y le diera una patada en la espinilla. Ahora ambos se retorcían en el suelo, pues ella también se había hecho daño al atacarle.

- ¡Siro! ¡Joder! – exclamó ella - ¡No hagas eso capullo!

- Yo también te quiero Marta. – susurró él volvíendose a incorporar, aunque todavía acusando el dolor en la pierna – ‘sup Jandro.

- Oh, ni lo intentes. – la chica, Marta, se volvió a incorporar – Vuelve a hacerse el amnésico.

- ¿Otra vez? – sonrió el tal Siro – Que es la… ¿Cuarta vez este curso? No hace ni tres semanas de la última. ¿Volvías a ser un mago poderoso con una tropa de caballeros? ¿O un arquero en una ciudad del desierto? Oh espera, el mejor fue el de la última vez… Un aprendiz de Inquisidor que hace volar espadas.

- No le animes. – bufó Marta – Perdona cariño, eres un amor – le dijo a Alejandro – pero esto que haces es cansino. – miró hacia el tal Siro – ¿Qué haces aquí fuera así vestido?

- Oh, el segurata que pusieron en mi habitación me ató con unas esposas y salió a buscar a Jandro. Los barrotes de la cama se pueden desatornillar con la uña – levantó el dedo índice – Y dejó la llave en la mesa… Ese segurata es un noob.

- Vamos a ir a jugar a cartas a mi cuarto. –ofreció Marta - ¿Te vienes?

- No es buena idea. Las celdas están vigiladas. Podemos intentarlo si queréis. O podemos intentar cruzar eso – señaló los jardines – e ir a la parte principal del centro. La última vez que me escapé encontré algo chulo en el sótano.

- No hay sótano en el edificio principal Siro.

- Ja que no. – rió él – ¿Porque te crees que no me dejaban salir y me han estado pinchando mierda? – se arrancó las gasas del brazo, revelando varias marcas de agujas – Para que no lo cuente. Por suerte soy resistente a las drogas. – sonrió.

- Beh – Marta sacó la lengua, hastiada – No montan nunca un pollo tan grande si nos escapamos los demás, pero cuando lo haces tú – señaló a Alejandro, pinchándole en el ombligo con el índice – siempre se lia parda. Bueno, parece que va a ser tan complicado ir a mi cuarto como ir de aventuras con Loco-Siro. Si nos van a castigar igualmente, al menos saquemos el máximo partido de nuestro tiempo.

- ¡Hey! No digas que estoy loco como si fuese un insulto, ninfómana. Además, ¿es eso acaso una elección? Siempre es buen tiempo para una aventura. ¿Verdad Jandro?

Una explosión pareció oirse a lo lejos, tenue, y el cielo parpadeó como si un relámpago lo hubiera cruzado.

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29/10/2015, 06:31
Narrador

- ¿Eh? – su compañera emitió un sonido de sorpresa – Tu historia está rota. No me gustan las cosas rotas.

Guardó silencio largo rato, aunque debía estar jugando con las canicas porque Verónica las oía chocar entre ellas, quizá dentro de una bolsa. Tiempo después, las canicas se repartieron por el suelo aleatoriamente, y otras canicas flotaron lentamente hacia Verónica para que las cogiera y usara como munición. Algunos conocidos estaban representados en ellas… Ian, Brayan, Negare… Pero una le llamó poderosamente la atención, una que no había visto en todo aquel tiempo: En ella había un símbolo dorado, parecido a un pájaro. El mismo símbolo que había en su pecho.

- Las otras ya no sirven para jugar. Por eso te las regalo. “Rebeca” y “Raúl” quieren estar contigo, y tú con ellos. Podemos jugar con estas que te di. Si quieres arreglar las otras… Tendrás que ir con ellas. Dejarme en soledad. – la voz se volvió triste – Volver a antes.

Cuando Verónica tocó la canica con el símbolo de su pecho, le asaltó una sensación de temor y pánico, que supo inmediatamente que no eran suyas. Su compañera proyectaba sus sensaciones. ¿Tenía pánico de que Verónica tuviera esa canica? Verónica podía sentir un poder en su interior, algo que no había sentido nunca, palpitando, y sus dedos cosquilleaban allí donde había tocado la canica. Esa canica... ¿era su salida? Pudo verse a si misma, vestida con aquellos extraños ropajes, escapando de las cadenas que la apresaban.

- Por favor. Repara tu historia del cielo azul. – suplicó la voz de su compañera – Antes de volver a antes. Soledad. ¿Una historia? ¿Si?

Una explosión pareció oirse a lo lejos, tenue, y el cielo parpadeó como si un relámpago lo hubiera cruzado.

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29/10/2015, 15:04
Verónica Galán

- Si no te gustan las cosas rotas, quizá deberíamos arreglarla entonces.- Verónica sonrió, no sabía si la chica podría verla, pero esperaba que por lo menos lo notara en el sonido de su voz, una voz tranquilizadora y amigable-. Cuando la chica despertó no quiso saber nada más de sus padres, no quería saber nada de las personas que la habían vuelto a encerrar, que no la dejaban ser libre. Pasó así semanas, encerrada en su cuarto, practicando sus poderes por su cuenta, quizá así consiguiera encontrar una forma de escapar. Pero un día algo sucedió, algo que cambiaría la vida de la protagonista para siempre. Aquel día el padre de la chica tocó a la puerta, y sin esperar contestación ninguna, entro en la habitación de la chica... esto hizo que la joven se enfadara, y le gritó que saliera de allí, que la dejara en paz. Y su padre así lo hizo, pero no por voluntad propia. La chica había conseguido controlar la mente de su padre, y mediante una orden mental, le había hecho abandonar la estancia. Aunque no durara mucho, la joven se mantuvo a solas, sentada en una esquina de la habitación, mirando a la nada, hasta que su padre se dio cuenta de lo que había sucedido y fue a visitarla con el apoyo de su mujer. Le dijeron que aquello que acababa de hacer, era para lo que la habían estado preparando durante todo aquel tiempo, que aquello era justo lo que necesitaba para protegerse en el oscuro y peligroso mundo exterior, que ya estaba lista.

- Al par de días las puertas de su habitación se abrieron, y la chica comenzó a salir de su habitación como si nada hubiera pasado, y sus padres, de la misma forma, comenzaron a dejar la puerta de la calle abierta. Y así fue como la chica cumplió su sueño, pudo comenzar a salir de su casa, ver el hermoso cielo azul, dejar que el sol calentara su piel, y sobre todo... hacer amigos.

Cuando terminó de contar su historia Verónica respiró hondo... estar allí encerrada en aquel lugar, le generaba la misma ansiedad, que el estar encerrada en su casa cuando era pequeña. Desde que comenzó a poder salir al exterior, comenzó a tenerle pavor a los espacios cerrados y, sobre todo, a estar presa, justo como lo estaba en aquel momento. Así que lo estaba pasando realmente mal.

- Antes de irme, si es que me voy en algún momento, ¿me dirás quien eres? Me gustaría contarte entre mis amigos, y ya hemos pasado bastante tiempo aquí encerradas juntas como para presentarnos ¿No crees?.

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01/11/2015, 21:54
Alejandro

Pero... qué... coño... 

Al menos Alejandro había descubierto el nombre de su supuesta novia. Marta... no sonaba mal. Pero la historia se complicaba. Aquel chico al que tampoco conocía de nada apareció y les propuso una loca aventura para meterse en un sótano. 

El joven mago ya no sabía qué hacer. Tenía la hipótesis de que se encontraba en alguna especie de dimensión alternativa, no era cosa rara para un mago, pero ¿cómo había llegado hasta allí entonces? 

Sintió que lo único que podía hacer de momento era seguir el rollo a aquellos chalados. Quizá así... descubriese algo más del lugar en el que se encontraba.

- Está bien, vamos - dijo con simpatía forzada - ¿Para qué es eso? - preguntó a Siro señalando la pulsera con el código de barras. 

¿Es que eran algún tipo de presos?

¿Y por qué sería el propio Alejandro tan supuestamente importante en ese sitio?

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02/11/2015, 21:01
Narrador

Verónica oyó una quebrada risa, alegre aunque falta de fuerzas. Su compañera reía.

- Muchas gracias por tu historia del cielo azul. Ahora volveré a antes… Si quieres, puedes verme. Cuando te liberes de tus cadenas.

La canica, la dichosa canica con el símbolo dorado, brilló, demandando la atención de Verónica.

- Úsala. Pero no la uses. Supera su dilema, no caigas en sus trampas. Muestra tu determinación.

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02/11/2015, 21:34
Narrador

Siro sonrió, levantando la muñeca para que Alejandro viera su pulsera.

- Es un identificador de hospital. – Le explicó – Habrás visto miles. ¡Venga, vamos!

Empezaron a avanzar por la pared del edificio dormitorio, agachándose para pasar bajo los marcos de las ventanas  con el tal Siro primero, sacando la cabeza tras cada esquina, comprobando que la costa estuviera libre. Más de una vez se tuvieron que esconder tras los arbustos que circundaban el edificio. Alejandro pudo ver, entre las hojas, que había soldados con armamento militar merodeando por el lugar. ¿Qué hacían allí?

Al final llegaron al lado del edificio que querían, solo tenían que cruzar los jardines hasta el edificio principal. Pero es cuando iban a estar más descubiertos.

Otra vez, Siro fue primero, escondiéndose tras una fuente de piedra antes de que uno de los militares le viera. Marta fue la siguiente, escabulléndose con la gracia de una gacela. Finalmente fue el turno de Alejandro.

Esperó a que no hubiera nadie antes de empezar a correr, pero el guarda que habían evitado sus dos compañeros parecía obsesionado con mirar en aquella dirección. Entonces un estruendo que venía del cielo le sorprendió.

Un helicóptero. Un jodido helicóptero militar se erigía tras él. Otro sonido mecánico se intercaló con el estruendo de las aspas al girar. Las ametralladoras a lado y lado del helicóptero empezaron a dar vueltas. ¡Le disparaban!

Alejandro empezó a correr por instinto hacia donde estaban sus desconocidos compañeros. Ilógico, pues una fuente de piedra no era cobertura para una andanada de ametralladora… Pero en el momento… Era lo que se le ocurría.

Corrió, corrió y corrió. Fragmentos de asfalto rebotaban en sus tobillos cuando las balas de gran calibre impactaban contra el suelo a pocos centímetros tras él, y ganándole terreno. Siguió corriendo y corriendo. Sus compañeros solo habían tenido que cruzar un par de metros, ¿porque para el aquello era una maratón? La fuente parecía estar cada vez más y más lejos.

Siro y Marta se levantaron, tendiéndole las manos. Pero no iba a llegar, el barrido de balas estaba ya sobre él. No iba a conseguirlo. Tenía que saltar. Saltar o morir. O morir igualmente. Así que saltó. Las manos de los otros dos chicos le agarraron en el aire y tiraron de él, y Alejandro cayó de bruces en el barro.

Cuando se levantó, estaba en una trinchera.

Marta…. Si es que era Marta, vestía un uniforme de soldado. Estaba sentada con la espalda apoyada en la pared de la trinchera, una rifle de asalto en sus manos. Su ropa estaba cubierta de barro y agua.

Ah sí, llovía.

Siro…. Siro seguía descalzo. Sus pantalones eran los mismos, pero estaban desarrapados y sucios, y estaba enfundado en una camisa de fuerza, mirando a Alejandro con una risa loca.

- Vamos soldado, cuando haya terminado de comer barro puede ponerse en pie y ayudar – le dijo Marta, sarcástica – No es como si estuviéramos en medio de fuego cruzado en territorio enemigo.

Y…. Así era. Las balas, aunque no podía verlas sí que podía oírlas y ver sus efectos. Pasaban a un lado y a otro.

- Soldado comebarro.

Rió Siro, la vista fija en la boca de Alejandro, por alguna razón.

¿Y Alejandro? Miró hacia abajo y vió que ya no llevaba su ropa. Y no, no estaba desnudo, sino que llevaba un uniforme militar. Verde y pardo. Sus manos enguantadas sostenían un rifle de combate como el de Marta. En su cadera reposaba una Desert Eagle, y tenía dos cuchillos, uno atado a cada bota.

- Vamos. Tenemos que abrirnos paso hasta la base enemiga. Allí. – Marta señaló a la entrada del edificio principal de la fundación, ahora a centenares de metros de distancia – Hay que cruzar territorio de nadie para eso, y asegurarnos de que no hieren a nuestro VIP – Señaló Siro con la culata del rifle. – Usted es el estratega, señor Ferret. ¿Cómo avanzamos?

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03/11/2015, 00:02
Verónica Galán

Verónica escuchó lo su compañera tenía que decirle... pero no sabía a lo que se refería con volver a antes y poder verla. Y entonces la canica... ¿Porqué usarla, pero no usarla? ¿Qué se supone que debía hacer con aquel objeto? ¿Con ello podría salir de allí? ¿Liberarse de sus cadenas?. Demasiadas preguntas.

- Y ¿qué tengo que hacer con esto? ¿A qué te refieres con usarla pero no usarla?.- Verónica asumió por un momento que su compañera haría como siempre, no contestar a sus preguntas. Así que si su última opción, su última posibilidad de escapar, era esa... la tomaría pasase lo que pasase. Peor de lo que estaba, era difícil estar.

Tomó la canica en sus manos y se rindió a ella, esperando poder hacer lo que decía aquella desconocida, superar el dilema, y no caer en las trampas.

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04/11/2015, 06:35
Narrador

Su compañera no respondió. Verónica pudo oírla moverse, pero nada más.

De todas formas la esfera se activó cuando notó su voluntad. No hubo fuego, ni llamas. Simplemente el resto del mundo pareció desvanecerse y Verónica se quedó flotando en el medio de un espacio blanco sin fin.

Dos biombos de papel aparecieron a lado y lado de la chica. Había luces anaranjadas tras los mismos, y varias sombras empezaron a dibujarse y moverse por los biombos, creando distintas formas. Cada uno contaba una pequeña historia.

El biombo de la izquierda mostraba a una chica atada a una pared, como ella lo había estado hasta hacía unos momentos (¿O lo estaba todavía?). La chica cerraba el puño sobre una esfera, y un mar de llamas la inundaba. En el siguiente acto volaba, cubierta por una aureola de fuego, dejando caer una lluvia de fuego y muerte sobre otras sombras humanoides a sus pies. El último acto mostraba únicamente una sonrisa pérfida.

El biombo de la derecha mostraba a una chica atada a una pared. La chica cerraba el puño sobre una esfera, y un mar de llamas la inundaba. En el siguiente acto la chica estaba cubierta en llamas y rebosaba en poder. Pero seguía atada a la pared. Tiraba y tiraba pero no podía escapar de sus cadenas. Mientras tanto otras figuras humanas parecían sonreír y jugar. El último acto mostraba únicamente la sombra de un rostro en un grito de ira y frustración eternas.

~ Recuerda. Úsala, pero no la uses. Muestra tu determinación. ~

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05/11/2015, 19:37
Verónica Galán

Verónica miró horrirozada a ambos biombos... si se trataba de ella, en uno haría daño a muchos inocentes y en otro se quedaría encerrada para siempre, mientras los demás eran felices. Si tenía que escoger uno de los dos, ella tenía claro cual era, prefería su sufrimiento propio, al de los demás.

Se concentró en el segundo biombo y se perdió en sus propios pensamientos.

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07/11/2015, 20:46
Alejandro

Alejandro ya estaba seguro de algo. Se encontraba en un lugar que no era su mundo. Quizá era otra dimensión, o quizá era algún tipo de ilusión. Pero la naturaleza de la situación a la que se enfrentaba no podía ser normal.

Privado de su poder e incapaz de saber cómo salir de allí supuso que debía adentrarse más en aquel extraño espectáculo. Si jugaba según las normas de aquel mundo… quizá llegase a algún sitio.

Carraspeó mientras apoyaba el arma en su hombro.

- Bien, compañeros – miró el terreno que los separaba de su objetivo -. Nos encontramos en graves problemas. Frente a nosotros hay una jodida pista de obstáculos preparada para matarnos. Los enemigos se encuentran concentrados en tres búnkeres ahí, ahí y allí al fondo. El fuego de metralleta nos impide correr campo a través, por lo que tendremos que desplazarnos de trinchera a trinchera hacia el este – señaló en la dirección.

Allí se encontraba un jeep con una ametralladora montada. Estaba volcado.

- Tenemos que poner en marcha ese vehículo y subir en él. Pero no es nuestro billete de salida. Si lo usamos para abrirnos paso a través del descampado simplemente seremos un objetivo más grande para su artillería. No, usaremos el jeep para llegar rápidamente a ese punto elevado. Marta se encargará de disparar a los enemigos que nos encontremos con la ametralladora montada.

Un montículo de tierra más al norte ofrecía una buena vista del campo de batalla, pero no era aquello lo que Alejandro deseaba.

- Espero que tenga suficiente potencia ese vehículo porque lo usaremos para saltar por los aires hacia aquel río de allí. Es poco profundo por lo que podremos conducir por él. Dando ese rodeo lograremos superar el primer bunker sin que puedan derribarnos.

> Si la disposición del campo de batalla es como recuerdo… No podremos avanzar más por el río si queremos llegar a nuestro objetivo. Tendremos que abrirnos paso en el campo abierto. El terreno es tremendamente irregular, por lo que no sé si el vehículo nos llevará muy lejos. Si logramos llegar a las trincheras enemigas nos habremos librado de la amenaza de las ametralladoras.

Tomó el arma entre las manos.

- Una vez llegados a este punto tendremos que seguir a pie. Si nos metemos en aquel pequeño bosque creo que podremos sorprender a los del tercer bunker, les colamos una granada y listos. ¿Qué os parece?

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12/11/2015, 17:39
Narrador

Verónica abrió los ojos y lo vio todo rojo. Intentó moverse, pero parecía estar encerrada en algo duro y cálido. La mitad de su rostro parecía estar cubierto también en aquel material que no alcanzaba a ver, y por tanto no podía mover la cabeza para mirar a su alrededor. Sus pies estaban libres, y su mano izquierda también, pero no mucho más. Y lo veía todo rojo. Estaba en una pared, sentada contra ella, o eso creía. De hecho, después del primer momento de congoja, se dio cuenta de donde estaba:

La prisión en la que había pasado los últimos días. Solo que en el otro lado, allí donde estaba su compañera.

~ ¿Pero qué? ~

La voz de Verónica emergió doblada y triplicada, causando reverberaciones consigo misma. Sonaba igual que la de su compañera. Entonces fue cuando se fijó y ante ella estaba… ella misma. O como era hace unos segundos, atada a aquellas cadenas, con el traje blanco y el símbolo dorado. La otra Verónica negó con la cabeza, cerrando los ojos.

- Eso fue lo que yo elegí también. Tienes que romper el ciclo. No te dejes engañar. El Limbo te hizo creer que solo hay dos opciones, sacrificios. Pero hay más. Puedo darte una segunda oportunidad, pero aquí se acaba la ayuda que puedo ofrecerte. – La otra Verónica lanzó una canica hacia ella, que se quedó flotando ante sus ojos, para poderla coger. En ella brillaba el mismo símbolo dorado. – Si quieres salir de esta situación, concéntrate en eso. No te dejes engañar. Úsala. Pero no la uses. No como el Limbo te diga. Muestra tu determinación.

La esfera se activó en cuanto Verónica la cogió, de nuevo cubriendo el mundo en una pátina blanca y Verónica se quedó flotando en el medio de un espacio blanco sin fin.

De nuevo dos biombos de papel aparecieron a lado y lado de la chica, contando las mismas dos historias de antes. Historias de sacrificios, propio y ajeno.

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12/11/2015, 17:58
Marta

Marta frunció los labios, pensativa.

- Es una estrategia tan válida como cualquier otra, imagino. – Concedió, casi de mala gana – Bueno, entonces yo iré primera. Soldado, proporcióneme fuego de cobertura por ese lado y avanzaré hasta el dichoso Jeep. Una vez allí, yo les cubriré a usted y al VIP para que me sigan. Entonces veremos si somos capaces de ponerlo en pie, o no.

- ¿Vamos a correr?

Preguntó Siro, con la vista perdida todavía en los labios de Alejandro.

- Es la idea. – respondió Marta, empujando a Siro hacia Alejandro - Pero tú te esperas y sales luego con el soldado Ferret.

Marta se puso en cuclillas mirando hacia donde tenía que saltar para salir de la trinchera.

- Recuerde señor Ferret, fuego de cobertura. Que no puedan sacar la cabeza para dispararme. Si muero por su culpa volveré como fantasma y me aseguraré de que su destino sea peor.

Aun a pesar de sus duras palabras, Marta sonrió a Alejandro justo antes de darle un beso en la mejilla, y sin darse más tiempo para dudar, saltó sobre la trinchera.

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12/11/2015, 19:41
Alejandro

- Vamos allá - dijo Alejandro mientras apuntaba hacia los soldados enemigos y los rociaba con balas de su fusil de asalto. 

Joder, ¿desde cuando se le daba tan bien disparar? Si era más bien malo en los fps. 

Consiguió cubrir a Marta durante el tiempo suficiente como para que llegase al jeep. Cuando la muchacha les hizo la señal, Alejandro agarró a Siro, poniéndole la mano sobre la nuca, y se dispuso a iniciar su carrera. 

Comenzaron a correr por el terreno enemigo, cubiertos por el fuego de Marta. A Alejandro tampoco se le había dado bien nunca el atletismo, pero milagrosamente logró llegar a su objetivo sin caerse al suelo (solo tropezó una o dos veces). Estaba a punto de soltar algún comentario gracioso, cuando de pronto un pesado cansancio le recorrió todo el cuerpo.

¿Aquellas eran las consecuencias de correr? No podía ser. Más bien le recordaba a cuando... 

En silencio, Alejandro reposó durante unos segundos, recuperando las fuerzas. 

- Será mejor que acabemos cuanto antes. Marta, tú y yo trataremos de enderezar el jeep. No creo que Siro pueda ayudar mucho tal como va - hizo un gesto con la cabeza, señalando al chico de la camisa de fuerza.