Partida Rol por web

Marvel: Fundación Costa

Escena 3: Origen

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08/01/2016, 17:19
Salvador

Salvador vio con cierta satisfacción su espejo roto en mil pedazos, su prueba superada, sus demonios interiores, vencidos. Todavía no acababa de creérselo hasta que lo vio con sus propios ojos, hasta que vio aquella energía pura y blanca recorriéndole. Había vencido, algo de lo que no se veía capaz. Una pequeña victoria. No, una GRAN victoria. Porque era contra su mayor enemigo: sí mismo.

En silencio, se mantuvo junto a Rebeca, dándole su apoyo, mostrándole que se podía ganar, que se podía pasar aquella prueba. No importaba si era una diosa o sí misma. Lo haría.

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12/01/2016, 12:19
Verónica Galán

Verónica no articuló palabra alguna, no quería interferir demasiado en aquel momento. Cuando se vio en aquel espejo, atada con aquellas cadenas no pudo más que horrorizarse... aquello le hacía recordar su tiempo en la prisión del limbo, y no era agradable.

Esperaba que aquella vez, Rebeca se centrara en salvarse a sí misma, y no en hacer nada para liberarlos de aquellos destinos truncados que se supone que debían vivir. Alguien le dijo no hacía mucho que no siempre habían solo dos opciones.

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12/01/2016, 22:31
Alejandro

El campo de batalla estaba dispuesto. Los caballeros, alrededor de Alejandro, se hallaban en posición de combate. El joven heredero, ataviado con las ropas del Aprendiz, gesticuló brevemente en el aire alzando sus defensas místicas.

La orden fue clara.

¡Al ataque!

Vanguardia, siendo el más veloz, salió despedido hacia adelante. El polvo se alzó detrás de él como una estela, deteniéndose bruscamente alrededor de Arlequín. Vanguardia invocó su espada mágica, Heilige, y lanzó un brutal tajo lateral contra su enemigo.

Arlequín, divertido, se dobló hacia atrás en una perturbadora pirueta para esquivar el ataque. Parecía que estuviera jugando.

- ¡Joder! – bramó Alejandro mientras enfocaba en Arlequín su conjuro de ataque.

Una pequeña explosión de energía morada arañó el yelmo del caballero renegado. Pero no hizo mella alguna en su armadura.

- Tu magia… - musitó Arlequín – es débil.

Tras retroceder, un pequeño portal se abrió junto al bufón. Al mismo tiempo un portal más grande se abrió junto a Alejandro. Arlequín introdujo su puño por el portal. Una versión más grande del puño del caballero golpeó al hechicero en el costado. Por suerte para el joven, sus defensas aguantaron.

A partir de ese momento el combate de verdad comenzó, y todo se volvió borroso.

Sombra se teletransportó hacia el combate, y Bastión salió corriendo. Brujo, servicial, se quedó junto a su amo. Alejandro decidió enfocar sus ataques hacia Izquierdo y Derecho. Y mientras los otros tres caballeros se batían en combate cuerpo a cuerpo, Brujo conjuró una poderosa descarga de energía crepitante. La lanzó contra Arlequín, dándole de lleno en el pecho.

El bufón retrocedió un poco, parecía contrariado. Extendió los brazos en un extraño movimiento que abarcó todo el espacio.

Entonces la enfermería se llenó de pequeños portales. Arlequín, jugando de nuevo con la dimensión a su antojo, lanzó una pequeña canica a través de un portal. De forma similar a su anterior ataque, todos los diminutos portales dispararon canicas por la habitación, convirtiendo en lugar en una trampa mortal.

Los caballeros y Alejandro resistieron como pudieron, y aún bajo fuego enemigo Sombra logró herir a Derecho con sus espadas gemelas, que se disipó en el aire en un montón de polvo blanco.

Aquello era un caos, pero parecía que tenían las de ganar. Bastión atrapó a Izquierdo entre sus poderosos brazos, y Vanguardia aprovechó la maniobra para herirle gravemente con su espada.

Arlequín, viendo lo poco que le estaban sirviendo sus súbditos, decidió no contenerse más. Con un rápido movimiento entró por un portal, saliendo posteriormente por cinco otros portales al mismo tiempo. Cinco arlequines.

- ¡Venga ya! – gritó Alejandro, frustrado.

Ese fue el momento en que el joven hechicero comenzó a perder la batalla.

Izquierdo se teletransportó, escapando del abrazo de Bastión. Los tres caballeros trataron de combatir a los clones de Arlequín, pero éstos esquivaron todos sus ataques. Sombra trató de dar caza a Izquierdo, teletransportándose a sus espaldas, pero todas sus acometidas fueron inútiles. Por alguna razón, la moral de sus enemigos había sido restituida, y no iban a darse por vencidos.

De pronto, los Arlequines comenzaron a desaparecer de sus sitios, moviéndose por la sala a través de efímeros portales.

Uno de ellos extendió su mano hacia Brujo y Alejandro, disparando a través de un portal un grueso haz de energía. Brujo trató de proteger a su amo el ataque, pero fue inútil. El cañón les dio de lleno a los dos. Las defensas del joven no resistieron, se encontraba casi derrotado, tendido en el suelo.

- Aguantad, mi señor, tan solo tenemos que…

Las palabras de Brujo fueron interrumpidas por un extraño cántico. Al otro lado de la sala Izquierdo alzó sus brazos y conjuró una espesa aura mística.

- Oh, no… - murmuró el caballero místico.

Alejandro y Brujo vieron horrorizados como la neblina mística turbaba las mentes de Vanguardia, Bastión y Sombra, doblegándolos a la voluntad de su enemigo.

- Es el fin – coreaban los arlequines – ya habéis sido derrotados.

Estaban acorralados. Alejandro, impotente, apretó los puños y golpeó el suelo. Parecía dispuesto a rendirse, pero Brujo no se lo permitió. El caballero trazó glifos en el aire y pronunció un poderoso conjuro, una burbuja de energía los rodeó.

- Mi señor, no tenemos mucho tiempo. Debéis sanar vuestras heridas, prepararos para continuar el combate.

- No puedo… Tiene a los otros, Brujo. Hemos perdido...

Un sonoro crujido los envolvió y una grieta se abrió paso a través del campo de fuerza. Los Arlequines estaban atacando, tratando de romper la última defensa de Brujo.

- Mi señor, sois completamente capaz. No podré mantener mucho más tiempo este escudo.

Alejandro cerró los ojos y respiró hondo. Recordaba el hechizo, pero nunca había logrado llevarlo a la práctica. Sin embargo aquel combate lo estaba obligando a forzarse al máximo. Un nuevo crujido, la barrera se estremeció.

Quizá por lo desesperado de la situación finalmente halló el poder en su interior, y recitó el conjuro de sanación que Brujo le había enseñado tiempo atrás. Un leve brillo dorado lo rodeó, las heridas comenzaron a cerrarse.

- Cuando caiga la barrera – dijo el caballero – voy a tratar de recuperar a mis compañeros. Debéis estar listo para dar lo mejor de vos.

El joven hechicero asintió.

El tercer crujido fue el último. Los ataques de Arlequín eran demasiado poderosos. El campo de fuerza se rompió en pedazos, dejando al descubierto un terrible panorama. Izquierdo estaba protegido por un campo de fuerza de Bastión. Sombra yacía a lo lejos, completamente congelado. Vanguardia, en sus manos, portaba el Arco de Heros.

Sin embargo, en aquel breve momento de desesperación, no tuvieron descanso. Los Arlequines les atacaron de nuevo con sus haces de energía. Alejandro y Brujo repelieron como pudieron sus ataques gracias a sus defensas místicas.

En un intento desesperado por darle la vuelta a la situación, Brujo trató de disipar las fuerzas que retenían la voluntad de Bastión. Su poder mágico se enfrentó al de Izquierdo, y venció. Pero no tuvo tiempo de alegrarse pues, al mismo tiempo que liberaba a su compañera del yugo de los enemigos, Vanguardia atacó con su arco. La flecha… iba dirigida al corazón de su amo.

Alejandro no iba a poder parar ese ataque. Brujo estaba seguro de ello, y no dudó ni un segundo. Se interpuso en la trayectoria, y la flecha se le clavó en la armadura, abriendo una inmensa grieta en ella.

Derrotado, el hechicero de la Orden cayó de rodillas frente a su amo. Alejandro, conmocionado, dio un paso hacia atrás.

Aquel momento de duda fue lo que aprovecharon los Arlequines para atacar de nuevo. Los portales rodearon a Alejandro y, tras una andanada final de ataques, el joven Aprendiz cayó al suelo.

Todo le dolía. Tenía el cuerpo lleno de quemaduras. Sus ropajes de aprendiz humeaban. Se sintió incapaz de seguir manteniendo su magia en funcionamiento.

Los caballeros se desvanecieron en el aire, como polvo dorado llevado por el viento. Arlequín, ocultando su rostro bajo la sonriente máscara, se acercó al muchacho derrotado.

Lo agarró por el cuello de la camisa y lo levantó en alto.

- Y pensar que eres de mi sangre – dijo Arlequín, escupiendo las palabras con desprecio.

En ese momento el heredero del Pacto perdió el conocimiento. Había tenido su momento, había luchado, y había fracasado.

Podía invocar a cuatro poderosos caballeros para luchar por él. Pero a la hora de valerse por sí mismo… no había dado la talla.