Partida Rol por web

Narración del viaje a Pomerania y lo que sucedió después.

La niebla cubría el mar y la costa aquella mañana, haciendo que las ropas de los que estaban en el puerto apareciesen blancas con miles de diminutas gotas de agua. Aunque aún no era invierno, aquella humedad hacía que el frío calase hasta los huesos.  El capitán del clíper maldecía mientras consultaba el reloj, utilizando un vocabulario de lo más interesante y variado.

-Niebla o no niebla, no pienso esperar mucho más, o perderemos la marea.-Les dijo a Jalabar y Moreau, que estaban cerca de él junto a la pasarela del barco, aún despidiéndose de du Lapin.- En 15 minutos soltamos amarras. ¿Entonces los que quieren embarcarse son sólo ustedes dos?

-Aspirando el aroma del mar, me han dado ganas de un viaje en barco. Creo que voy a acompañar a mis dos amigos.-De un carruaje que había aparcado cerca, llegó al voz de Knigt. Knight se bajó con aire alegre, señaló al cochero que bajase su equipaje y lo metiese en el barco y sacó barios billetes de su cartera, que le tendió al capitan.-Esto cubre mi pasaje, ¿no es así? Y también el invitar a nuestro buen capitán a alguna copa cuando termine el viaje, para celebrar la llegada con éxito. Bien, puede ir a preparar las amarras o los maderos o eso que sea que preparen antes de salir. Mis amigos y yo subiremos en unos minutos.

El capitán frunció el ceño por la actitud de Knight, pero cogió los billetes que le dió.

-¿Vendrán hasta el final del trayecto? ¿A Danzig? ¿O se bajarán en algún otro puerto?-

Mientras veía el espectáculo que daba Julius para subirse al barco, comenté en voz baja:

- Espero que sea usted quién trate con él, señor Moreau, y mi presencia solo se dé cuando sea fundamental...

Después el capitán nos preguntó sobre nuestras intenciones, y no supe que contestar: no creo que encontráramos algo antes de Danzig, aunque si el barco tenía que parar para reabastecerse, quizá deberíamos saber si hay alguna coincidencia con las tiendas a visitar. Miré a Charles y Jacob, esperando una respuesta de su parte.

Llego la hora de partir, y pese a mi inquietud con este viaje sabía que debía quedarme aquí era lo mejor, quien sabia cuando volvería a encontrarme con mis amigos

-deberían bajar antes de Dazing, algo así estará lejos de los nucleos de población, casi seguramente en los alrededores de Leba. Pero descender en esa misma población sería peligroso y sospechoso, y en una población mayor podrán obtener mas información. Yo les recomendaria dejar el barco en Ustka, hacer averiguaciones y continuar el viaje hasta Leba por tierra, lo que de paso minimizará las posibilidades de percances en el viaje en barco. -

-Aunque son ustedes los que viajan y deciden en última instancia. Buena suerte, e intenten mantenernos informados con telegramas al hotel, pero sean discretos con lo que escriben-

- Tranquilo Jalabar, yo me ocupo...- La aparición de Julius puso nervioso a mi compañero, que no soportaba al americano. Sin embargo, a mí fue  la pregunta del capitán la que me hizo dudar... Hasta que Charles salió en mi ayuda.- Es  un buen plan, Charles. Tomaremos ese camino, y espero que obtengamos pistas sobre la situación de nuestros objetivos.

El capitán estaba atento, y no sabía si sería de fiar. Tomé por tanto la precaución de no hablar de más. Alcé mi brazo a Charles, ofreciéndole mi mano.

- Intentaremos volver cuanto antes posible con buenas noticias. Cuídese, Charles.

- No se descuide con su parte por seguir nuestras cartas, señor du Lapin: diría que es más importante que la nuestra -añadí a modo de despedida, quizá de forma demasiado fría.

 Le di la mano a Moreau con fuerza y sonreí por las áridas palabras del enano -tranquilo, tengo muy presente mi labor. Tengan cuidado ustedes también. Y buen viaje-

El capitán ya se impacientaba por partir así que me despedí de mis compañeros y aun permanecí a en el muelle un poco mas de tiempo mientras el barco partía, luego me marche con paso rápido, como dijo el enano tenía mucho por hacer

A pesar de la niebla inicial, el viaje fue relativamente tranquilo. Incluso agradable, si no fuese por los mareos que el periodista tuvo que soportar al principio de la travesía, hasta acostumbrarse al movimiento del barco. Apenas había pasado el mediodía cuando el capitán les dijo que pronto llegarían a Stolpmünde, o como la llamaban los nativos, Uskta. Una de las ciudades más grandes de la costa de Pomerania, y situada prácticamente en un extremo de la provincia. Claro que había que ser realmente caritativo para llamar ciudad a una población de menos de 2000 habitantes.

Para alegría de Jalabar, el americano había decidido dejarlos tranquilos durante el viaje, y apenas lo habían visto en cubierta. Jalabar y Moreau incluso había tenido ocasión de echar un vistazo a la lista de la condesa, y buscar las tiendas de Ustka que aparecían en ella sin ojos curiosos observándoles. Pero el capitán también debía haberle comunicado la llegada, porque Knight apareció ahora caminando en dirección a ellos, con su bastón en una mano y la chistera de seda gris en la otra.

-Bien, señores, ¿no es hora de que me comuniquen su decisión? ¿Vamos a trabajar juntos?¿Van a compartir su información conmigo y contarme sus planes?

Me sorprendió la falta de intervención de Julius en el trayecto. Sin embargo, se personó ante nosotros apenas desembarcamos, ya preparado para el viaje. La decisión había sido tomada, ya no habría vuelta atrás.

- Bien. De acuerdo, señor Knight... Le contaré lo que sabemos. Supongo que estará enterado de los extraños sucesos que han sucedido en estas costas. Creemos, en base a los conocimientos de aquí mi compañero Jalabar, que se estén llevando a cabo pruebas del armamento del Carro. Al parecer, tienen algún potencial mágico. Dado que el campo de acción ha debido de concentrarse en la zona en la que esté situado el aparato, suponemos que el lugar debe encontrarse en la zona. Y la lógica nos dice que el centro de las catástrofes es Leba. Sin embargo, creíamos que un trayecto directo levantaría sospechas, así que preguntaremos por los pueblos cercanos y nos iremos acercando al epicentro, esperando sacar algo de información.- Alcé mi vista en dirección a la ciudad. Más bien era un pueblo grande, nada comparado con una urbe como París.- También tenemos información sobre contrabandistas que al parecer han dejado de suministrar a los pueblos cercanos. Pensamos que podrían ser las primeras víctimas del arma, o que se libraron de ellos por saber demasiado.

Esta última era una teoría que yo había ideado en el trayecto. ¿Y si la base del Carro estaba en el mar, y se habían librado de quienes se acercaban demasiado a ella? Habría que investigar.

Nada más terminar Jacob, adopté mi rol de hostil con Julius:

- ... Supongo que usted también sabe más cosas de las que nos ha contado, y aunque se guarde parte de esa información en favor de su país, debería compartir el resto por si en algún momento nos resulta necesario.

Knight se ajustó los guantes, y se abrochó el abrigo.

-He compartido con ustedes toda la información que creo que puede ser de utilidad. Me temo que si queremos seguir adelante, tendremos que averiguar los datos que nos faltan al viejo estilo: investigando. ¿Procedemos?-Dijo señalando con el bastón el pequeño pueblo.

La primera tienda de la lista en la zona era un almacén de suministros. Vino, café, conservas, carne en salazón...Al verlos entrar por la puerta, el tendero le miró aburrido, y sin hacerles mucho caso, volvió a la revisión de las cuentas en las que estaba enfrascado. Algunos productos a la venta estaban bien ordenados en estantes, con los precios escritos a lápiz en tarjetas de cartón. Otros estaban almacendos en botes, o en sacos en un lateral. A pesar de que parecía no prestarles atención, se dieron cuenta de que el hombre les echaba un vistazo de vez en cuando, procurando tenerlos vigilados. Que fueran bien vestidos no significaba que no pudieran intentar robarle algo.

Cuando por fin decidieron dejar de curiosear, y se dirigieron a hablar con el tendero, éste dejó el libro a un lado y alzó la cabeza, preparado para atender lo que él pensaba que serían preguntas sobre la calidad de la mermelada y si tenía conservas de pimientos.

Julius seguía acumulando mala fama a mis ojos: era obvio que aún tenía información que no había compartido, y esta vez ni siquiera había usado su escape simpático. Solo esperaba no descubrir demasiado tarde que el estadounidense no era de fiar...

Pero, pensando de forma más inmediata, no perdí la oportunidad de cobrarme anticipada venganza a base de amontonar pequeñas molestias a Julius, como en este tipo de casos que se daban durante nuestro viaje junto:

- ¡Buenos días, tendero! El hombre del bastón quiere preguntarle algo -dije, forzándole a empezar a hablar.

Knght le dedicó una inclinación de cabeza y una sonrisa al enano, aunque su mirada dejaba claro que anotaría esta ocasión para futuras referencias. En todo caso, fue hacia el mostrador para cumplir con lo que el ingeniero quería.

-Buenos, días, señor tendero. Vera, mi amiguito es la primera vez que sale de su casa, ¿sabe? Y ya saben como son estos pequeñines, se pasan tantos años pegados a las faldas de sus mamás, que cuando por fin los sacas de casa, no paran de llorar por que las cosas no son como en su terruño. ¿Y-se acercó al tendero para hablarle en tono de confidencia.-sabe lo triste que es ver a un tipo con una barba que se podría abrochar con el cinturón, llorando como una niñita? Triste, triste de verdad. En fin, me preguntaba si tendría algunas cosillas de Bavaria para comprar, a ver si se animaba un poco al poder comer la mida de su tierra.

El tendero miró a Knight, a Jalabar y otra vez a Knight antes de asentir, un poco confuso. Salió de detrás del mostrador, cogió un par de cosas en en los estantes y volvió con una caja de chocolate, un par de botellas de vino y unos botes de conservas variadas.

-Ah, magnífico, veo que ya han vuelto a restablecer los envíos.-La mano de Knight se movió tan rápido que apenas se había visto como lo había hecho, pero de repente un cuchillo estaba clavado en el mostrador, atravesando la manga de la camisa del dueño de la tienda-Ahora, háblenos de la gente que le trae estas cosas de contrabado.

El tendero se quedó paralizado ante lo que había pasado, y cuando estaba a punto de contestarle, con aspecto de haberse llevado el peor susto de su vida, miró un momento más allá del americano, abrió mucho los ojos, decidió de repente que se había equivocado y que de hecho aún podía tener más miedo y se escondió rápidamente detrás del mostrador. O al menos, se cubrió tanto como la manga aún sujeta por el cuchillo le permitía.

Al darse la vuelta para ver lo que había asustado al tendero Jalabar, Moreau y Knight vieron a un joven delgado y desgarbado, de pelo rubio pajizo que les estaba apuntando con una pistola.

-Aquí, la gente con demasiada curiosidad por según que cosas, suele acabar bastante mal.

El americano se limitó a sonreir, recoger su cuchillo y volver a guardárselo con tranquilidad.

-Estupendo,-dijo-y yo que me temía que encontrarlos iba a llevar mucho tiempo.

Me quedé pasmado al ver la demostración de habilidad del espía. Y mi sorpresa no fue sino en aumento al aparecer el nuevo personaje pro la puerta, que había hecho esconderse al tendero. Sin apartar la mirada del recién llegado, que dado el desarrollo de la conversación había identificado como un contrabandista, metí la mano en el bolsillo de la chaqueta y saqué los cuchillos de Julius. Sin mirarle, se los ofrecí.

- Tome, señor Knight... Es obvio que a usted le serán de mayor utilidad, dejando aparte el cariño emocional que les pueda profesar.- A continuación, y sin hacer movimientos bruscos, alcé mis manos como símbolo de rendición.

A pesar del peligro mortal que nos acechaba, haber descolocado a Julius para que después se viera inmerso en esta situación era algo por lo que no dejaba de alegrarme. Aunque poco me duró la alegría: esperaba que la situación no se pusiera tan tensa como en el tren. Levanté las manos y añadí, viendo que tanto Jacob como Julius preferían guardar silencio:

- Tranquilo, señor, estamos en el mismo bando: nuestros negocios también se resienten de las extrañas mareas del océano...

-Sí, claro. Conozco mucho hombres de negocios que van por ahí con cuchillos encima-Dijo con sorna. Desde detrás del mostrador sonó la voz del tendero, diciendo algo en polaco, por el tono, lo mismo podría ser una súplica que una oración. El chico asintió y les dijo a los que estaban delante de su pistola.-El señor Podolski no quiere muertes en su local y a mí me gusta tratar bien a mis clientes. Saldremos por la puerta de atrás. Muévanse. Y sin movimientos bruscos. Aquí la gente demasiado lista también tiende a acabar mal.

Se acercó un poco más a ellos y les señaló con la cabeza la puerta trasera del almacén, sin dejar de apuntarles. Detrás del mostrador sonó un suspiro de alivio.

No iba a moverme por las buenas de un sitio donde preferían no matarme:

- No me gusta abrir puertas que no sé donde conducen.

Dije mientras me quedaba en el sitio. Y era verdad: no quería llegar a una despensa donde fuera más fácil matarme y descuartizarme (¡puaj!). Hice acopio de todo mi valor para seguir entreteniendo al hombre armado:

- El caso es que seguramente usted también se considera hombre de negocios, y nos está apuntando con una pistola. Como ve, hay asuntos que no se pueden solucionar mediante regateo. ¿Qué tal si deja el arma y se evita la investigación que va a suponer dispararle a un pariente del señor Navesfuertes? No creo que el gobierno de Prusia tenga piedad con la banda que les privó de los suministros enanos...

-¡Vaaaaya! Tienes razón eso cambia las cosas. Así que no eres un perro del gobierno cualquiera, ¿eh? Eres uno con parientes ricos. Al final va a resultar que hoy es mi día de suerte. ¡Podolski! Sal de ahí detrás, viejo bobo, a ti no voy a dispararte. Coge unas cuerdas y átame a estos tipos. Y dame unos sacos para ponerles en la cabeza.

El Señor Podolski, con un gemido resignado, salió de donde se había escondido y cumplió las órdenes del chico, mientras el chaval se dedicaba a quitarle los cuchillos al americano y registrarlo.

-Es usted un tipo muy raro- le dijo, tras dejar en el suelo el último de los 5 cuchillos que le había quitado y una pequeña Derringer, y se disponía a cachear a Moreau.

Knight se encogió de hombros, con un suspiro.

-Allá vamos otra vez, la gente parece empeñada en quitármelos. En fin, procure tener cuidado con ellos. Recuerdos de familia. Y los querré de vuelta cuando todo termine. ¡Oh! y Jalabar-giró la cabeza hacia el enano con una sonrisa con la que no se sabía si se estaba burlando o realmente estaba complacido.-magnífico trabajo de diplomacia.