Partida Rol por web

Salvadores Salvados

Salvadores Salvados - Puntero Láser - Escena Tres.

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20/06/2013, 22:01
Administrador

 

Ruth se iba. A casa. Donde debía estar. Salir allí había sido productivo, pero tremendamente arriesgado. Ahora se daba cuenta de que, si bien no tenia muchas alternativas con los recursos a su alcance, aquello podía haberle costado todo. Y no podía perderlo. Se giró, preparada, y, ¿que se encontró?

Un pastor alemán. Tenía cachondeo que, de todas las cosas que podía haberse encontrado al voltear el rostro, esta fuese un perro. Y para más seña, un pastor Alemán. Cómo había llegado allí y qué hacía impasible tras Ruth eran dos misterios de la vida, que o tenían una explicación alucinante o vete a saber qué clase de broma macabra componía.

El perro sacudió la cabeza. Un gesto tan propio de un perro como los bostezos en un lenguado. Con pasos cortos y medidos se fue acercando a Ruth. No se puso a su lado, claro, sino a una respetuosa distancia. No quería sobresaltarla, no. Eso sería contraproducente. Tampoco iba a hacer el numerito del "buen chico, toma una galleta".

Simplemente emitió un gañido bajo, de saludo, en actitud amistosa y nada amenazante. No gruñó ni ladró. No era un buen momento. Sólo quería atraer su atención y sacarla de allí cuanto antes. Un pastor Alemán. Es que, de verdad, tenía cachondeo. Mucho. De entre todas las cosas que podía encontrarse, tenía que ser un perro. Pero no encima un perro cualquiera, sino un pastor alemán. Aquello sí que era una broma del destino.

Era... osea, ¿de verdad iba a ser un perro lo que la sacase de allí?

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20/06/2013, 22:15
Administrador

Por la mañana las cosas se veían de forma muy distinta. Ambroos había dormido poco, pero no necesitaba mucho más. Cuanto. ¿Dos horas, una, media? Su organismo había adquirido ciertas capacidades inherentes, y se notaba. Era una ventaja, pero también una maldición. Porque esos putos días negros se hacían más largos, y aunque podía de usarlos para matar nazis por la noche y jugar con ellos como si fuesen sacos de boxeo, no dejaba de ser una absoluta mierda en relación a sus días de paz cuando el mundo aún no estaba amenazado por un hongo nuclear.

Se podría pasar el día en la cama, sin dormir, sólo dando vueltas, pero era mejor salir a la calle en cuanto se rompía el toque de queda. Las calles seguían desiertas, como si la mácula del lobo aún no se hubiese limpiado. Olga acompañó a Ambroos fuera del búnker y cada uno se fue por su lado a sus pesquisas de ilegales en una ciudad dominada, subyugada y que iba a ver su fin desde dentro.

Sólo el timbre una bicicleta ocasional rompía el silencio caminar del proxeneta, y cómo no, como todas las mañanas, la primera de todas fue la de el alegre panadero cuarentón que tenía un puesto en la esquina, en las lindes del barrio rojo. Uno que seguía teniendo clientela pese a la crisis, aprovechándose de ser el primero en abrir. El bueno del proxeneta descubrió que parte del secreto estaba en vender magdalenas, y lo comprobó al ver salir una mañana a dos chavales riéndose. A los dos días un uniforme alemán salía con dos billetes de cincuenta euros en la mano. Bueno, serían magdalenas condimentadas con el ingrediente secreto de la casa, vale, ¿y qué? Aquí cada uno a lo suyo y el dinero con todos.

En ciudad de delincuentes algunos habían aprendido rápido a adaptarse y sobrevivir, poniéndose de cara a los alemanes en aras de que el negocio fuese productivo para todos los bandos. Ese era el resumen que Ambroos podía leer, viendo la clara diferencia entre ese negocio y el que desde hacía una semana no abría, dos calles más abajo. Él también lo hacía, claro. Dar la mano a los nazis con la diestra mientras la siniestra escondía un puñal en la espalda.

El Boulevard, otra vez. Un local infestado de buitres nazis más que águilas, si bien tenían esvásticas al brazo y gorras del ejército a la cabeza. Así había sido la noche anterior, como todas. Pero era su casa. La casa de Ambroos, fuese la primera o la segunda, seguía siendo un lugar al que llamar hogar. Muchas chicas dormían ahí, al menos. Sí, Ambroos no era del partido nacionalsocialista, pero hacía muy buenas migas con él, en apariencia, pues era tan retorcido que se metía al enemigo en casa. Le sacaba los dineros y lo tenía controlado.

Había estado allí hacía sólo unas pocas horas, pero volvía. La puerta esta vez estaba cerrada, sin portero, pero el cartel seguía poniendo "Abierto". De día, sencillamente no hacía falta tanta seguridad. El gorila estaba dentro, descansando, sentado en una silla como un cliente más. A esas horas nadie iba a un burdel, salvo un cliente empedernido o alguien que sólo quisiese disfrutar de su función de bar. E ahí los dos hombres de la barra, tomando a buena mañana un café pertinente para soportar tanta basura nazi en su ciudad natal. Había que tener valor para aguantar todo aquello.

El portero saludó a Ambroos con la mano y un "qué hay jefe?" a la espera de que se hiciese su hora de salir e irse a dormir. Quedaba muy poco para el cambio de turno.

Lo mismo hicieron, saludar a Ambroos, las cuatro prostitutas que allí desayunaban, malogradas y soñolientas mientras hablaban con el camarero homosexual sobre la caja cosechada en la noche y sus pesquisas internas. Ambroos pudo oír las palabras "Bolchevique", "fastidio" y "entretuvo", salpicadas como racimo entre ellas antes de irse a dormir. No tenía ninguna relevancia, siendo más de lo de siempre.

Subió las escaleras y encontró el pasillo desierto, salvando una de sus chicas que pasaba correteando con una toalla tras salir del baño. No le costó mucho dar con las Suxx, encerradas en una habitación que acababan de conquistar para si y convertido en un pequeño santuario.

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21/06/2013, 00:13
Gemelas Suxx

- La esencia de nuestro trabajo reside en tener buen ojo, Padre Jürguen- apuntó Helghe al primer comentario y piropo del hombre-. Me cuesta mucho creer que mi queridísimo Ambroos Janssen- lo decía con un tono de comicidad e hipérbole, propio de una mujer que acostumbra a hacerse la histriónica, pasional y emotiva por cuestiones de trabajo. Debía de fingir los orgasmos que Jürguen no sabía ni cómo no entraban por las ventanas de la Oude Kerk. La prostituta joven y destartalada miró a Jürguen levantando una ceja con una sonrisa, desenfada pero aguda.- pise una iglesia. ¿Tú sabes algo, Tinna?

La preguntó sin mirarla, con el tono de confianza entre hermanas como quien se pasa el relevo en una carrera. Esas dos tenían un mismo reloj biológico haciendo tic-tac, y por tener debían de tener los ritmos circadianos y el periodo sincronizado. Lo mismo hasta comían e iban al "excusado" a las mismas horas.

- No, no, yo de eso no sé nada- aseguró su hermana Tinna en tono sabiondo-. Ambroos tiene muchos pecados, pero todos guardados. Nadie conoce de verdad a Ambroos. Él nos cuida, nos quiere, nos acuna, nos protege y- frotó dos dedos con avaricia- nos paga, pero no le gusta hablar de si mismo. Me extraña que tenga más confianza con un sacerdote que con sus chicas, pero si el Padre Jürguen lo dice, será verdad, ¿no Heghne?

Una puso el puño en alto y la otra bajo. Los chocaron primero en vertical y luego en horizontal, sin desviar la mirada de Jürguen siquiera. Esas dos malditas prostitutas eran el mal. Serpentinas, eficientes y llenas de subterfugios. Nuevamente, Helghe tomó el relevo.

- Sí, supongo que sí. Nosotras solemos entendernos bien con los alemanes- añadió políticamente correcta, haciendo gala de su abanico de clientes-, y el Padre Jürguen es alemán, así que nos entendemos bien con él- sonrió ampliamente, sin saberse muy bien qué estaba queriendo decir-. Nos alegra- incluía a su hermana Tinna Suxx como si pudiese hablar por las dos- ahorrarle tanto trabajo, y me encantaría tener un vestido de monja- añadió con una risilla traviesa ante el comentario de ordenar a las prostitutas en el oficio-, aunque temo que haría un mal uso del hábito, Padre. Ya sabe, no hace al monje.

Palmeó el trasero de su hermana, firme, que pegó un respingo. Tinna sonrió y continuó la exposición. La rubia se encargó de decirle a Jürguen que, en efecto, Ambroos le parecía tanto a ella como a su hermana un hombre sumamente atractivo, algo ante lo que Helghe, reveladora, soltó un suspiro de encanto. Aseguró que las trataba estupendamente, y que aquel burdel era un lugar idóneo para trabajar de scort, stripper, bailarina y prostituta. Ambroos escogía personalmente a las chicas más talentosas, bellas y rentables, y según decían, las trataba como se merecían. Todo eran maravillas hacia Ambroos, salvando que hablase poco de si mismo.

- Le conocemos desde días antes de empezar a trabajar- aclaró Tinna, todavía con el turno de palabra-. Hará ni nos acordamos- se rió a mandíbula alegre, jovial-. Es difícil recordar eso con tanta barra de carne entrando y saliendo de la cabeza, ya sabe.

No, no sabía.

- ¡Un momento!- interrumpió Helghe alzando un dedo, acusadora-. La última vez que yo recuerde los calvinistas no confesaban gente, ¿no?- se dio unos golpecitos en el mentón con los dedos de porcelana-. Hasta donde sé, uno de mis ex, el- intentó contar con los dedos- ex-lo-que-sea, tenía un tío sacerdote. Martín, D... D...- se atascó, chasqueando los dedos en el aire-, me saldrá, leñe- bufó, atusándose el pelo-, ¡Corvus! Bueno, o algo así.

¿Martín D`Courvisier, puede ser? Pues... menuda noticia de mierda.

- ¿Y no había confesión?- preguntó Tinna, mirando a su hermana por primera vez, extrañada. Esta vez sí le preguntaba a ella de verdad.

Helghe negó con la cabeza, decidida.

- No. Lo sabré yo, que nos colamos en la Oude Kerk de noche y, bueno- miró al sacerdote de reojo y guardó compostura-, no importa- no hacía falta ser muy listo para saber lo que hicieron-. Tampoco vi imágenes de santos ni nada parecido. No es que sea muy lista- se criticó con falsedad manifiesta-, pero ya decía yo que Ambroos hubiese quemado la iglesia antes de ir a confesarse, no me entienda mal.

Te han pillado, Jürguen. Te han pillado y tienes un serio problema. Corre o invéntate una excusa.

- Ya sé- dijo con un brillo de astucia, zalamero, todavía Helghe, que parecía ser la que llevaba la voz cantante-. Usted no confiesa a Ambroos. Igual me equivoco, y si es así perdone, pero... ¿puede ser que tenga otro tipo de relación con Ambroos?- alzó las cejas, reveladora sin decir más por si se equivocaba.

¿Cómo, qué?

Hombre, era la deducción lógica a la que podían llegar las gemelas Suxx. Pero... estaba insinuando que Jürguen y Ambroos... ¿tenían una relación de trabajo?

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21/06/2013, 03:04
Gemelas Suxx

A Ambroos la líbido y la lujuria le subieron rápidamente, para variar cuando veía a esas dos. Su compostura se mantuvo por razones obvias, y era que estaba más que acostumbrado.

Las dos niñas, porque de eso tenían cuerpo, que no esperaban tener que coger frío a esas horas. Unas sencillas bragas negras para Helghe y otras blancas para Tinna. Sujetadores a juego, y ya. Esa era toda la ropa que llevaban, salvando un piercing en el ombligo de Helghe y un pendiente en Tinna.

Enjutas, aniñadas, pero mayores de edad. Sonreían y se movían con un desparpajo de quien sabe venderse bien y explotarse a si misma como un arma cargada apunto de explotar.

Al ver a Ambroos en el umbral de la habitación no tuvieron reparos en saludarle efusivamente y a la par.

- Bbuueennooss ddííaass jjeeffee- dijeron a coro con voz traviesa.

Sonreían con un aire virginal e inocente que en su fondo recargaba toda la picardía y maldad del universo. Pero una maldad inofensiva, meramente asociada a su trabajo. El hecho de que fuesen gemelas lo hacía todavía peor. Los mismos gestos, la misma actitud, la misma estatura, el mismo tipo de pelo, aunque cambiaba el color por un tinte.

Eran, sencillamente, las prostitutas mejor diseñadas que Ambroos había visto en toda su centenaria vida. Dos gemelas con un talento para ese negocio abrumador, con una personalidad de niñas descaradas y sinvergüenzas que debían engrosar la caja fuerte de un modo abrumador. Y si en plena faena eran tan buenas como captando clientela, las propinas y su lista de espera debía de ser la delicia de la cuenta corriente de Ambroos Janssen. Un cabronazo con suerte. Toda la del mundo.

Born to be Fucked.

- Has pasado la noche fuera, otra vez- apuntó Helghe con tono preocupado por sus implicaciones emocionales para con el jefe-, supongo que querrás noticias, así que ahí va eso. Verás, resultó que uno de tus, nuestros- corrigió incluyéndose en la ecuación- clientes militaba en el partido nacionalsocialistamenuda novedad, ¿no me digas, Helghe?-. Como somos las mejores chicas de todos los Países Bajos, porque bueno, los bajos son nuestro tema- se rió por lo bajo, cual roedor, de su propio chiste-, quería que hiciésemos de señoritas de compañía para él. Sabíamos que lo mismo nos cortabas las alas, así que decidimos ir por nuestra cuenta. No queríamos molestarte, pero lo siento- dudó un momento, reprimiendo una carcajada-. Bueno, en realidad no- confesó con sinceridad desenfadada-. Nos perdonas, me perdonas, ¿verdad?- suplicó poniendo ojitos mientras pestañea de forma teatral inclinándose hacia adelante en la cama.

- El caso- continuó la hermana-, que tuvimos el lujazo y el honor de entrar en la mansión del gobernador. ¡Un puto bunker, Ambroos!- exclamó alucinada de si-. No literalmente, pero eso parecía la embajada musulmana en mitad del pentágono. Armas y militares por to'as partes, jefe- añadió midiendo distancias con los índices, simulando lo que era un pene gigantesco o un subfusil de tamaño mediano-. Torres de vigilancia, focos de luz, alarmas, vallas, controles, patrullas, todo lo que te puedas imaginar estaba ahí. Nunca llegamos a salir del salón principal, y nunca nos preguntaron nuestro nombre. Salvo al entrar y salir, claro- se apresuró a añadir, constatando que sus nombres figuraban en los registros de visitantes-. Y vimos al tío este que se pasa por aquí y que nos rechazó, el único que pudo hacerlo- se excusó poniendo un mohín en referencia a Viktor Eichmann, alfa y omega de los nazis-, y quisimos mandarte una foto.

La mujer cogió aire de golpe, pues había hablado casi del tirón, acelerada como ella sola. Se abanicó con la mano exageradamente y sacó la lengua, poniéndose la mano contraria en la frente de forma teatral. Helghe la dio unos golpecitos en la espalda.

- Respira hermana, respira- la increpó divertida antes de seguir dirigiéndose a Ambroos-. El caso- comenzó como su hermana-. Que vimos a Viktor. Ni puñetero caso nos hizo, para variar. Muy sonriente y muy lo que quieras, pero ese lleva un cinturón de castidad. Y luego llegó el pez gordo, Eugenius Novák- bufó poniendo los ojos en blanco, exasperada-. Que tío más desagradable. Un estirado que te cagas, Ambroos, con orejas de soplillo y cara de pocos amigos. Lo presentaron como la polla de la libertad entre los científicos y se lo llevó para dentro un tal Walter Zimmerman, Senador de la ciudad- se encogió de hombros con expresión de desconcierto-. No me preguntas qué coño hace un senador de la ciudad ni quién es, porque ni zorra idea.

Tinna golpeó con la mano abierta la coronilla de su hermana, como si apretase un interruptor. Automáticamente Helghe se cayó y la chica tomó el relevo.

- Zorra tú- la insultó con confianza-. Puedo decirte cosas sobre ese tío, Walter. Tenía- se señaló la mano izquierda, golpeándola con dos dedos de la contraria-. Una quemadura, roja, aquí. Pelo canoso, grasiento y castaño. Cincuenta y pico tacos. Más de metro ochenta. Era corpulento, pero en parte por la ropa. Vestía con un traje marrón bastante caro, con un pañuelo en el bolsillo. Tenía un anillo en el meñique- se tocó el mismo dedo, frotando-. Eso me llamó la atención, porque si fuese de casado estaría en el anular- cogió aire, inflando los carrillos-. Y ya- declaró al fin-. Creo que eso es todo. Que están siguiendo una carretera boscosa al noroeste y que tienen un mayordomo que se llama Alfred- se rió a carcajadas-. Eso nos hizo mucha gracia- añadió enjuagándose las lágrimas-, porque esperaba un montón de murciélagos en la puerta- dudó-. Aunque bueno, los uniformes de los guardias eran oscuros. Aish, que lo pasamos bien.

Y ya, al fin se callaron, dejando a Ambroos que hiciese su debida presentación y que las interpelase.

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21/06/2013, 03:07
Liselot

Algo, o mejor dicho, alguien, carraspeó desde una esquina. Era un hombre, que se había acomodado en una mesa junto a la puerta. Tenía un vaso vacío sobre la mesa y una botella de Jack Daniels al lado que le habían servido para que dispusiese él mismo. Había sido el camarero, claro, mientras las gemelas Suxx entretenían al sacerdote. Este ni se había percatado de que el nuevo cliente había aniquilado medio paquete de tabaco sobre un cenicero que reposaba lleno y humeante sobre la mesa.

Llevaba pantalones de cuero, con una cazadora vaquera sin mangas, con dos botones superiores abiertos, dejando ver parte del pecho y su fino vello. Una mata de pelo espesa, encrespada, más alta por arriba que por los lados. Barba cuidada de tres días unida a un pequeño bigote. Dos cejas separadas y espesas, como las patillas que salían de la barba.

Brazos fuertes y duros, de camionero, con una complexión notable. Varios tatuajes por todo el cuerpo, con una telaraña negra grabada en el codo que, sobre la mesa, se alargaba con un reloj hasta el cigarrillo que sostenía entre los labios.

El último detalle, una hebilla con calavera que lucía en el cinturón. La policía no le haría nada con ese aspecto, y menos siendo la mayoría locales, pero los militares quizá si le detuviesen por vestir como un motorista rebelde y endurecido.

Se levantó del asiento y echó a caminar con una sonrisa macabra hacia el sacerdote.

- Padre Jürguen- dijo despacio y con desdén, acercándosele-. He oído hablar de usted, la verdad. Trabaja en la Oude Kerk- aunque eso podía saberlo sólo por oír la conversación con las gemelas-, pero lo mejor son sus actividades extracurriculares, ¿verdad?- añadió con un matiz inquisitivo-, ya sabe, sanando el espíritu- apuntó esa palabra, como si quisiese otro matiz. Quizás sólo era una excusa por su profesión de sacerdote- de la gente, aunque a veces tenga problemas con sus compañeros de trabajo.

Espera. Podía referirse a Martín y la Iglesia. Si era sí, tenía problemas. ¿Hasta dónde había denunciado nada el Prior para abrir una investigación? ¿Tenía eso algo que ver con las Suxx y el tío del ex-lo-que-sea de Helghe? Había dicho extracurriculares, así que igual se refería a su labor como médico clandestino. Lo del espíritu podía ser sólo una excusa, o podía referirse a la prostituta embarazada de Arjen. Maggie tenía amigos en los anarquistas, ¿había hablado de Jürguen con ellos? ¿De El Boulevard? ¿Venía en realidad por la prostituta, para ver qué tal había obrado Jürguen la noche anterior? ¿Era una coincidencia que estuviesen allí los dos? Podía ser cualquiera de esas opciones, y más.

De cerca, era inclusive más imponente. Tenía tatuajes de todo tipo, y no parecía mucho mayor de cuarenta años, curtido pero bien conservado. Castaño de pelo y ojos. Casi metro noventa de estatura, con unos músculos de infarto. Piel tersa y fibrosa, con venas marcadas. Parecía reflexivo por la cadencia de su voz, y mordaz por su tono.

El guardia de seguridad se levantó y advirtió al grandullón, que se limitó a alzar una mano indicándole que frenase en seco.

- Dígale a Ambroos cuando sepa de esto que soy un amigo de Stille- espetó en tono seco como si eso fuese suficiente.

El portero, confundido, decidió esperar, de pie, a ver si aquello se tensaba más.

- Ambroos no puede tener una relación profesional con usted, hasta donde sé, y no es el tipo de hombre, se lo aseguro, que fuese a confesarse a una iglesia. Sea esta calvinista o lo que coño quiera- endureció el tono de su voz, dejando caer una mano sobre el hombro de Jürguen como un plomo mientras esbozaba una sonrisa-. Así que, ¿por qué no me acompaña fuera y aclaramos esto sin molestar a nadie más?

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21/06/2013, 03:07
Administrador

- A ver, los dos, fuera del local, ya- espetó el camarero con voz aguda, intentando prevenir el hecho de había algo en ambos dos, Jürguen y motorista-mazado, como para echarlos antes de que la cosa se saliese de madre. Su portero fue a mover un dedo, pero frenó en seco cuando el camarero, ávido, corrió a subir el volumen de la televisión como si le fuese la vida en ello.

La televisión, por supuesto, estaba controlada por el gobierno, y retransmitía sus noticias. En aquel momento el noticiario de media mañana interrumpía la programación habitual para, mira por dónde, retransmitir una ejecución en plena calle.

Jóvenes suburbanos no productivos para la sociedad se reunieron anoche en los barrios menos recomendables de la ciudad, valiéndose de una zona en obras para desatar una oda autodestructiva de consumo de alcohol, destrucción de propiedad y revelación abierta contra el régimen que cuida y vela por el buen funcionamiento de la ciudad y el bienestar de sus ciudadanos. Violando el toque de queda preventivo impuesto por cuestiones de seguridad, molestaron a los vecinos de la zona durante una intolerable cantidad de horas nocturnas, interrumpiendo el sueño necesario el buen rendimiento de los estimados ciudadanos, provocando serios daños materiales y atacando contra las arcas públicas de El Régimen.

Varios de los detenidos han sido encarcelados de forma preventiva, para evitar más altercados. Los más peligrosos, rebeldes y de difícil reinserción han sido procesados, y se les ha dado a escoger entre marchar al frente como primera línea de fuego, sirviendo al país y defendiendo nuestras fronteras, o ser ejecutados en mitad de la calle. Escogieron lo segundo a lo primero, demostrando su total desapego por la seguridad de la población y revelando un mayor aprecio por trazas de la personalidad como son la pereza, la desidia y el deshonor. Son, como comprenderán, la vergüenza del país.

En pantalla pueden ver la apariencia casual-punk que suelen lucir la mayoría de estos individuos nocivos para la comunidad, y cómo aún insultan a aquellos que se esfuerzan por sacar adelante a un país humilde en una época tan oscura y cruenta como la que estamos teniendo que vivir por el momento. Se ha apartado ya convenientemente a los menores de edad del escenario de ejecución, y les recomendamos a ustedes, espectadores, que hagan lo mismo a efecto inmediato.

Sin más dilación les dejamos con este ejemplo moral que revela qué esperamos de nuestros queridos y tan estimados ciudadanos, por lo que aquellos especialmente sensibles, por favor, desvíen la mirada o apaguen sus televisores. En nombre del partido nacionalsocialista obrero alemán les deseamos que tengan un día tranquilo, fructífero y grato.

Un pueblo, un imperio , un líder.

Ein Volk, ein. Reich, ein Führer.

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21/06/2013, 14:06
Administrador

Post-Escena en RPC (Rol por Chat).                           

Eugenius pulsó el botón. Un rato más tarde...

‹Eugenius› Entonces, aunque sus intenciones son buenas, corre usted el mismo peligro que mi familia
‹Eugenius› No puede protegerles.. ni a ellas ni a usted ni a mí
‹Silk Shade› No. Yo estoy protegida.
‹Silk Shade› A mí nadie puede hacerme daño.
‹Silk Shade› Ni a mí ni a los míos.
‹Silk Shade› No temo a ningún nazi, ni a Fremont, ni a usted. Ni siquiera a Avalon.
‹Silk Shade› No se confunda. He trabajado mucho para poder decir que vivo segura.
‹Silk Shade› Aunque no pueda ir a la playa.
‹Eugenius› No me confundo... me alegro por usted entonces...
‹Eugenius› ¿Podría llevar a mi madre y mi hermana con usted?
‹Silk Shade› Sí. Y a usted.
‹Eugenius› Si la respuesta es afirmativa, podrá contar con mi colaboración, tanto en la torre de comunicaciones como en otros temas
‹Silk Shade› Creo que tenemos un trato.
‹Eugenius› A mí lamentablemente no podrá protegerme...
‹Eugenius› ni siquiera usted.
‹Silk Shade› ¿Por qué?
‹Eugenius› Debo estar físicamente en Avalon si quiero intentar salvarnos a todos... Pero para ello tengo que estar seguro de que mi familia está a salvo
‹Silk Shade› Osea, que sí es algo grave lo de la central.
‹Silk Shade› Eugenius... eso suena a que va a inmolarse, o algo así.
‹Eugenius› Lo suficiente como para que yo me preocupe por ello a pesar de detestar a los alemanes
‹Silk Shade› No... no me gusta la idea.
‹Eugenius› Podría darle más detalles, pero eso tendría que ser en persona... no voy a dejar nada por escrito
‹Silk Shade› No quiero que muera.
‹Eugenius› Yo tampoco, pero no sé si seré capaz de detener lo que va a ocurrir
‹Silk Shade› Esta conversación es segura, pero si quiere hablar más en privado...
‹Silk Shade› ¿otro Chernovil?
‹Eugenius› No me malinterprete... es usted una buena hacker pero los hay mejores... deme un segundo
Eugenius comprueba que la línea virtual es segura. Lo es, aunque con algo de maña pueden guardar el texto.
Silk Shade abre una aplicación de texto en el ordenador de Eugenius. La conversación sigue ahí.

‹Silk Shade› "Le daré ASILO y protección dentro de mi casa a su hermana y a su madre. Lo mismo para usted. A cambio necesito respuestas."
‹Silk Shade› "No. Pero no trabajo sola. Igual quiero enseñarle algo a mis colegas. Esto, lo que escribo aquí, es privado"
‹Eugenius› "Vanderveer coló una IA en el ordenador de Avalon. Ha progresado de manera exponencial y ahora mismo tiene el control absoluto de la central sin que ellos lo sepan. Controla todo, desde los sistema de seguridad a todo. Está preparando todo para desencadenar una explosión nuclear capaz de destruir Europa entera... Mi objetivo es intentar cortarlo a tiempo... si fallo, a día de hoy arrasaría sólo Amsterdam"
‹Silk Shade› "Dios Santo...."
‹Eugenius› "como ve, no me queda más remedio que colaborar con los alemanes, aunque a ellos no les he dicho nada de todo esto... piensan que hay una fuga en Avalon, y creen que puede ser por sabotaje pero no saben de quien"
‹Silk Shade› "Es algo gordo. ¿Aprende solo? Leí algo así. Pero sólo creía que existía en Japón y EEUU, como tecnología militar"
‹Silk Shade› "Vanderveer es su colega, ¿no"
‹Silk Shade› "El motivo de que esté aquí"
‹Eugenius› "Aprende sólo... rapido y mucho. Logró echarme sin problemas cuando intenté colarme por primera vez... y no es algo sencillo si trabajo en serio"
‹Silk Shade› "Eso es imposible.
‹Eugenius› "Vanderveer era mi colega. Por él vine a Amsterdam... por él y porque mi madre está enferma"
‹Silk Shade› "Salvo que tenga... astucia propia."
‹Silk Shade› "¿Su madre?"
‹Silk Shade› "¿Qué le pasa?"
‹Eugenius› "Esa IA lleva mucho tiempo gestándose... Hace más de un año me enfrenté a una especie de versión beta de esa IA en una partida de ajedrez y me ganó... Vanderveer llevaba mucho tiempo planeando esto"
‹Eugenius› "Mi madre tiene cáncer... están delimitando el alcance ahora mismo."
‹Silk Shade› "Siento decirlo, pero su colega no me cae nada bien ahora mismo"
‹Silk Shade› "No haga caso a ningún alemán que le dore la píldora respecto a su madre"
‹Eugenius› "Visto lo visto a mí tampoco. Pero ya está muerto y poco podemos hacer o decir para cambiar eso."
‹Silk Shade› "No puedo dejar que alguien como usted muera"
‹Eugenius› "Como le dije no me gustan los alemanes... He llegado a pensar uqe podían haber inducido síntomas similares al cancer a mi madre... solo para tenerme pillado"
‹Silk Shade› "Pero yo, lo reconozco, soy demasiado egoísta como para hacerlo"
‹Eugenius› "Pero tengo que priorizar mis objetivos. Primero salvar Amsterdam y Europa de Avalon, luego me encargaré de mi madre y los alemanes"
‹Silk Shade› "Eso último es probable si su visita era programada, si era improvisada, no. No les habría dado tiempo"
‹Silk Shade› "Si no salva Amsterdam y Europa de Avalon, nunca podrá salvar a su madre. Salvo que la saque de Europa"
‹Silk Shade› "Pero si no salva Ámsterdam y Europa de Avalon, se habrá encargado de los Alemanes"
‹Eugenius› "Lo sé... pero no puedo arriesgarme a fallar, que Avalon detone arrasando Amsterdam, y que mi familia siga aquí"
‹Silk Shade› "Le propongo el siguiente trato."
‹Eugenius› "Le escucho"
‹Silk Shade› "Acojo a su hermana. Acojo a su madre. Le acojo a usted."
‹Silk Shade› "Obtenemos el control de la torre de comunicaciones"
‹Silk Shade› "Entramos en la mansión de El Gobernador"
‹Silk Shade› "Y quizás, pero no le prometo nada, algunas cosas más"
‹Silk Shade› "Intentaré ayudarle con la central, pero si mi gente no está dispuesta, usted y su familia se vienen con nosotros"
‹Silk Shade› "Soy una mujer familiar, ya lo ha visto."
Silk Shade está diciendo que no quiere que explote, y que hará lo que quiera su "familia adoptiva", pero que si por ella fuese... optaría por salvarse ella, su familia adoptiva, usted, y dejar Europa a su suerte. Es altruista, humanitaria, pero le importa más su vida en última instancia.... si va acompañada de la de los suyos. Sola, no.
‹Silk Shade› "Tengo enemigos que quieren destruir Avalon."
‹Eugenius› "Creo que tenemos un trato."
‹Silk Shade› "Perfecto."
‹Eugenius› "Avalon se destruirá sólo... aunque preferiría salvar cuantas más vidas mejor"
‹Silk Shade› "Tenga cuidado, Novák. Sobreviva hasta que contactemos con usted. ¿Mañana al amanecer?"
‹Eugenius› "Tengo una cita con el Gobernador y gente importante de las altas esferas alemanas... no puedo faltar..."
‹Eugenius› "Saquen a mi madre y mi hermana del hospital mientras yo estoy con el Gobernador,y contacten conmigo luego... Iré con ustedes"
‹Silk Shade› "Lo entiendo. Suerte con eso. Y no de su brazo a torcer. Esos Übercapullos le intentarán tomar el pelo, pero ya lo sabe"
‹Silk Shade› "Le dirán que pueden proteger a su familia, a usted, que puede darle lo que sea. Harán lo que sea necesario para que les ayude. Y cuando se de cuenta será su esclavo o un hombre muerto. Pero eso ya lo sabe"
‹Silk Shade› "¿En qué hospital está su familia?
‹Eugenius› "Lo sé, pero gracias por el aviso"
‹Silk Shade› "¿Habitación, piso? Por hacernos la vida más fácil. Cuanto menos tenga que infiltrarme, mejor"
Eugenius le indica el hospital de su hermana, la habitación y el piso de su madre.
‹Eugenius› "Mi hermana trabaja en ese hospital, así que pasará mucho tiempo en la habitación de mi madre. La médico que trata a mi madre es la doctora Maggie Wassus. Tengan cuidado con ella, es una buena persona"
‹Silk Shade› "¿Cuándo le recojo a usted y dónde?"
‹Silk Shade› "Tiene que ser en un sitio seguro, sin nadie que le espíe. Tendrá que perder de vista a su posible escolta"
‹Silk Shade› "De acuerdo. ¿Qué hacemos con la doctora?"
‹Eugenius› "No sé dónde me llevarán los alemanes... pero puedo apañarmelas para estar aquí, en el piso de mi hermana, a la hora de comer."
‹Silk Shade› "¿En qué trabaja su hermana exactamente dentro del hospital?"
‹Eugenius› "Cuentenle la verdad y ofrezcanle la oportunidad de ir con ustedes...  Me temo que la rechazará... pero al menos le debo eso... Si luego lo rechaza será cosa suya"
‹Silk Shade› "De acuerdo"
‹Eugenius› "Mi hermana es jefa de enfermeras"
‹Silk Shade› "Me alegra oír eso. Lo de su hermana."
‹Silk Shade› "Siendo egoísta... es un buen reclutamiento"
‹Eugenius› "Bien. ¿Reclutamiento? Bueno, ya me informará de a qué facción se supone que nos estamos juntando..."
‹Silk Shade› "Estese en su casa entonces. Pero... si no hay otro modo... tendremos que encargarnos de su escolta"
‹Eugenius› "Lo entiendo. No me supone un problema"
‹Silk Shade› "¿Y si muriese la escolta?"
‹Silk Shade› "Preferiría no tener que hacer daño a nadie"
‹Eugenius› "Yo no soy partidario de la violencia... intentaré despistarlos... pero si no queda más remedio... prefiero mi vida
‹Silk Shade› "De acuerdo"
‹Eugenius› "Nos vemos mañana entonces"
‹Silk Shade› "Si puede pásese por el barrio floral, puesto 17"
El barrio floral está compuesto por 21 puestos.
‹Eugenius› "Cuándo"
‹Silk Shade› "Está atestado de gente a mediodía. A las 2 en punto. Ni un minuto antes ni uno después"
‹Silk Shade› "Piérdase entre las masas"
‹Silk Shade› "Reconoceré su rostro"
‹Silk Shade› "O quien vaya por mi lo hará"
‹Eugenius› "Tomo nota. De acuerdo. Como sabré que es usted y nadie que le suplante de otra facción?"
‹Silk Shade› "Le dirá: Silk Shade le parece una mujer atractiva, ¿verdad?"
‹Silk Shade› "Y usted responderá: Por supuesto. Tiene una mano preciosa"
‹Eugenius› "OK. Curioso sentido del humor. "
‹Silk Shade› "Me gusta tirarme flores"
‹Silk Shade› "En el barrio floral "
Silk Shade cierra el procesador de texto y escribe en la ventana normal antes de cerrar la comunicación.
‹Silk Shade› Volveremos a vernos, Novák.

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22/06/2013, 03:44
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En resumidas cuentas, lo que Eugenius sabía era que ahora Silk Shade podía poner rostro al tal Eichmann a través de las imágenes en que salía con el científico. Sabía también que el hombre disponía de algún tipo de relación sentimental en Ginebra, probablemente con alguna compañera de trabajo o en el campo científico, y que Fremont era un hombre de genio parejo o cercano al de Novák, con recursos, conocimiento, y elección de bando equivocada, pese a ser el único alemán que parecía merecer verdaderamente la pena.

Averiguó que el científico nuclear no simpatizaba con los nazis, y que la madre de este estaba afectada por cáncer sin terminar de localizar, ingresada en el hospital Boven IJ Ziekenhuis, donde también trabajaba su hermana, la jefa del servicio de enfermeras, y la doctora de su madre, Maggie Wassus, que probablemente no aceptaría un refugio seguro pese a ser, según el científico, una buena persona.

Al parecer en la central nuclear edificada sobre la sede Greenpeace, el reactor nuclear Avalon estaba controlado por el sistema de seguridad de la central, un organismo cibernético con conciencia propia y autonomía, capaz de aprender y reprogramarse en función del avance de la situación, las circunstancias y su aprendizaje autónomo. Diseñado e implantado por Vanderveer, un compañero del trabajo e Eugenius, su propósito era hacer explotar causando el máximo daño posible, consiguiendo las circunstancias óptimas para asolar Europa entera. Actualmente sólo podía destruir Ámsterdam, asumiendo que los miembros de la central hiciesen bien su trabajo. Sin embargo, los enemigos de Silk Shade quieren destruir la central nuclear, o hacerla explotar.

Por otro lado, Eugenius sólo quería salvar su ciudad, su país, Europa y a su familia. Quería que la protegiesen de los nazis, que probablemente la usasen para chantajear al hombre por su ayuda. También manifestó interés por trabajar con Shilk Shade en algún proyecto, probablemente para dejar secos los depósitos bancarios del tal Eichmann.

El Doctor Novák tenía por la mañana una cita importante con El Gobernador y gente importante de las esferas alemanas. Al principio el plan era recoger al hombre en su casa, deshaciéndose de su custodia alemana, pero posteriormente Silk Shade le persuadió para cambiar de parecer. El plan era recoger a su hermana y su padre en el hospital, por la mañana, mientras Eugenius estaba con El Gobernador. A mediodía, a las dos en punto, recoger al Doctor en el puesto floral número 17 del barrio dedicado a esos enseres, atestado de gente a esas horas, lo cual facilitaba perderse entre las masas y deshacerse de la escolta sin tener que matarla.

Por otro lado, Silk Shade obtuvo la dirección del piso de la hermana de Eugenius, donde se hospedaba el hombre temporalmente durante su estancia en la ciudad ocupada. Obtuvo acceso a la webcam del hombre, viéndolo en su terraza, en el ático, con vistas a unos edificios determinados. En base a ello podría averiguar con facilidad el numero de puerta, pues ya tenían el edificio y el piso.

El trato era el siguiente. Silk Shade daba asilo y protección a la madre y la hermana de Novák, y también al Doctor, pero a cambio este colaboraba en una ofensiva para tomar el control de la Torre de Comunicaciones, la mansión de El Gobernador, y con lo que se terciase dentro de los demás asuntos, eso ya se vería. Finalmente, si bien la intención del hombre era salvar la central a toda costa, aún sacrificando su vida, Silk Shade le persuadió para que con respecto a eso hiciese lo que ella y su organización conviniesen. Intentaría ayudarle, pero si debían marcharse del país, Eugenius y su familia lo harían con Silk Shade y los suyos.

Por su parte, Silk Shade demostró ser una mujer extrovertida, divertida, con sentido del humor y un excelente gusto para destrozar cuentas bancarias de las "Schutz-Staffel". Humanitaria y preocupada, lo único que reveló a Eugenius fue su mano sobre el ratón, pálida y de mediana edad, cuidada, con uñas rectas y limpias. Eso y su carácter abierto y jovial, maternal.

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22/06/2013, 04:24
Administrador

El Doctor dormía en plena madrugada, ya con el ordenador guardado y en su funda, dentro del estuche maletín situado sobre la mesa del salón. Allí estaba él, durmiendo en mitad del sofá con una pequeña sábana sobre el cuerpo, que aún vestía de calle, salvando el hecho de que no llevaba zapatos por razones obvias. La la televisión apagada ante él tras una mesa de café reflejaba los rayos de luna que se filtraban por la terraza, abierta y con las cortinas meciéndose por la brisa.

Con la puerta de casa a sus espaldas, a la derecha siguiendo al recibidor contiguo al salón, aquello estaba en paz, solitario, con su hermana durmiendo en la cama de matrimonio en la habitación continua. No fue hasta casi los últimos instantes cuando el Doctor abrió los ojos al escuchar el crujido de una articulación pesada y la mesa de café chirriando ante él.

Era difícil adivinar qué pasaba con los ojos entumecidos y el cerebro abotargado, pero pegó un bote cuando vio una sombra ante él. Con los ojos como platos divisó a un hombre, vestido de negro como un criminal, con pasamontañas y vestido de lana. Llevaba, sobre un guante negro, un pañuelo blanco y húmedo.

A sus lados, cada uno a un lado de la mesilla de café, otros dos hombres vestidos de igual modo, aunque sin pañuelo. Uno de ellos llevaba una pistola en la mano derecha, mientras que el otro no parecía llevar nada. Sobresaltados, Eugenius vio cómo el hombre del pañuelo se abalanzaba sobre él, mientras el otro, rápido, le apuntaba con la pistola y buscaba un ángulo para cubrir al que en breves placaría a El Doctor.

Su hermana debía de seguir durmiendo, claro. Por suerte o por desgracia. Novák no era tan fuerte ni tan hábil como para, ni por asomo, abatir a tres hombres, y menos desarmado. Sus poderes sobrenaturales quizás pudiesen general algún tipo de bullicio con los electrodomésticos, o incluso en la calle, pero no eran tan rápidos. Antes de activarlos estaría durmiendo otra vez, e incluso podían fallarle dado el exceso de tensión de la situación. Podía esforzarse sobremanera para intentar hacerlos saltar a tiempo, o incluso valerse de su físico contra aquello, pero ciertamente todo pintaba a que iban a secuestrarle.

¿Los mercenarios? No vestían como tales ni iban armados hasta los dientes, parecían menos profesionales. ¿Los hombres del empleador directamente, quizás? A saber.

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22/06/2013, 20:23
Ruth Karsten

Ruth salió, dispuesta a volver a casa de los Schumann si nadie se lo impedía. Pero no fue una persona quien lo hizo, sino un perro, un pastor alemán en concreto, casualidades de la vida. La chica puso los ojos en blanco, ¿en serio? ¿un perro? Desde luego, ella prefería encontrarse a un animal antes que a los nazis, que también podían llegar a ser animales... sólo que en un sentido más metafórico de la palabra. 

Como si no hubiera visto nada, Ruth iba a voltearse para dirigirse a su destino, pero escuchó al perro. Parecía que la estuviera llamando incluso, ciertamente, era un animal muy raro. Lo miró extrañada e inclinó su cabeza hacia un lado con el ceño fruncido sin entender que sucedía con el cánido. Durante su agradable estancia en la calle antes de dar con Axel, Ruth había tenido la ocasión de tratar con alimañas callejeras de toda clase, ciertamente, le gustaban los animales. Cuando un perro o un gato sin hogar se le acercaba, ella solía darle parte de su comida o prestarle algo de atención. De vez en cuando, alguna que otra repetía y volvía con Ruth, haciendo que se encariñase del animal; así que podría decirse que la pelirrosa tuvo muchísimas mascotas, unas duraron más que otras. 

Se acerca con precaución al perro. Sentía curiosidad por el comportamiento del animal y acercó una mano lentamente a su cabeza para acariciarla. Dejó ver una media sonrisa... Eso era un perro de verdad y no el bichejo asustadizo que tenía el novio de su hermana como mascota. 

Como si fuera Alicia persiguiendo al conejo blanco, Ruth siguió al pastor Alemán a sabiendas de que no la conduciría al País de las Maravillas... pero desde luego, a uno de los dos se le acababa el tiempo. 

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23/06/2013, 15:38
Arjen Wolfzahn

Un perro no tenía cejas, no al menos como un humano. No obstante existían esos pequeños músculos en la frente que alzaban el pliegue supraorbital dejando más campo de visión al ojo. Y luego estaba, claro, esa maravillosa capacidad de las personas para tomar como comportamiento humano algunos gestos animales. Antropomorfizar, se decía. Pues el pastor alemán realmente había alzado una ceja cuando la mano de la muchacha le había acariciado la cabeza. Con esos ojos de grandes iris marrones la miró y, sin lugar a dudas, le dijo "¿pero qué haces aquí, alma de dios? ¿Tú sabes dónde te estás metiendo?". Así que tras uno o dos segundos, el perro se dio la vuelta y, esperando a que la joven le siguiera, echó a andar con cuidado hacia la salida del túnel, alejándose de los nazis. Era un pastor alemán, y los pastores alemanes conducían rebaños, ya fueran ovejas, vacas, cabras o gente. Que en este caso "rebaño" significara "una única joven con el pelo teñido de colores chillones"... maravillas de la ductilidad semántica.

De vez en cuando se paraba y alzaba las orejas con atención. De vez en cuando se paraba y husmeaba el aire o el suelo de cemento húmedo con mucho cuidado. De vez en cuando se paraba y miraba a la chica, como preguntándose quién era. Estaban, ella y el animal, debajo de una fortaleza nazi. Debajo de la puta fortaleza nazi. Un edificio lleno de eimer-kopf con metralletas enormes y de übercapullos de uniforme negro y mirada fanática. Y tenían perros adiestrados para buscar, perseguir y atrapar. Algunos de esos animales no se detenían ahí y pasaban directamente a la categoría de película gore no apta para menores de edad. Cerebros humanos y caninos tan lobotomizados que, lavados con Perlán por dentro y por fuera y rellenados con la propaganda racial más severa posible, no distinguían nada que no fuera la necesidad de MATA-LO-QUE-NO-SEA-COMO-TÚ. El pastor alemán que guiaba a la joven no parecía fiarse de nada, siempre dividiendo su proceder entre huir deprisa y huir de forma segura.

Tras llegar a la boca del túnel se adelantó con agilidad y observó el entorno, buscando presencia alemana. El cómo la muchacha había llegado hasta tan adentro de la fortaleza de la Torre era un misterio. Había que ser alguien con capacidades sobresalientes -hablando a nivel de humanos- para pasar tan desapercibido. El perro sacudió la cabeza, negando para sí, incapaz de encajar todas las piezas. Después, tras comprobar que no había enemigos de ningún tipo -a dos patas, a cuatro, sobre ruedas o sobre orugas- se volvió hacia la chica de pelo de color chicle-de-fresa-radiactivo y dejó escapar un nuevo gañido bajo, avisándola de que podía salir.

Ahora venía lo difícil, porque en aquel momento estaban a la vista de cualquiera con focos y una automática colgada del hombro. Tenía que llevarla hasta un lugar seguro y hacerlo con mucho cuidado. ¿Conseguiría que la joven siguiera al guía canino?


Eimer-kopf: literalmente "cabezacubo".

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24/06/2013, 11:24
Eugenius Novák

Cojonudo, criminales del tres al cuarto. Eugenius se preguntó quién demonios habría sido tan chapucero. Era fácil adivinar que el pañuelo blanco y húmedo estaría impregnado en cloroformo o una droga similar para dejar al genio fuera de combate. Patético.

Hasta que averiguara quién les había contratado, Eugenius no podría hacer mucho más. Se llevó la mano al bolsillo, palpando el móvil en su interior, e hizo uso de su poder para intentar que el aparato enviara un sms a Eichmann… aunque no sabía si con la velocidad y tensión de la situación sería capaz. Esperaba que sí.

¨Tres idiotas que juntos no suman cerebro suficiente para cambiar una bombilla, y que están armados, me están secuestrando. Llevan pistolas y cloroformo. Estoy en el piso de mi hermana. Por su bien espero que tenga agentes patrullando en mi puerta como en otras ocasiones. Probablemente cuando usted reciba esto estaré inconsciente así que si sus hombres no lo remedian espero que me excusen de jugar al golf mañana.¨

Alzó luego las palmas de las manos en gesto de rendición y retrocedió un paso lentamente, sin hacer ademán de apartarse ante el hombre que quería dejarle inconsciente con el pañuelo.

- Iré con ustedes, pero por favor, sean un poco más civilizados. – dijo sin levantar demasiado la voz… tampoco quería despertar a su hermana, eso complicaría todo.

Eugenius no planeaba resistirse, pero sí retrasarlos en la medida de lo posible. Si el tipo no se frenaba ante sus palabras le dejaría hacer, aunque se sumiese en la inconsciencia.

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25/06/2013, 06:36
Administrador

La pequeña capacidad sobrenatural de Eugenius era relativamente sencilla. Quizás le había salvado decir que iría por las buenas, sin oponer resistencia, ya que sino, probablemente no hubiese sido capaz de mandar el mensaje a tiempo. Su poder era relativamente rápido, pero quizás no lo suficiente. Cuanto, ¿un minuto?

Sea como fuere, tan pronto acarició el teléfono sintió un burbujeó en los oídos, como el bombeo del corazón. Tuvo que separarse del móvil ante el grito de uno de los hombres, el de la pistola, pero aún así podía seguir haciéndolo. Mandar un mensaje desde su propio teléfono a uno de sus contactos en la lista era coser y cantar. Solo tenía que decirle al teléfono que escribiese el texto y lo mandase al Viktor Eichmann de la agenda. Aun sin mantener contacto físico podía hacerlo sin apenas problemas.

Al minuto, efectivamente, sintió cómo la presión del pecho se aliviaba y el mensaje salía despedido por el teléfono hasta el nacionalsocialista. Lo había conseguido. Entre tanto se ataba los zapatos con calma, mientras el hombre de la pistola le apuntaba y del pañuelo esperaba como un estúpido aún con el somnífero en la mano.

- Venga, no hay mas tiempo que perder- replicó el del pañuelo a través del pasamontañas, en tono grave, señalando el pasillo al otro cuando el Doctor acabó de atarse los cordones-. Ponle las esposas de plástico.

El que no llevaba arma en las manos se giró y alzó las manos encogiéndose de hombros.

- No las he traído- se limitó a replicar-. Pensaba que íbamos a dormirlo.

El de antes resopló y acusó el otro.

- ¡Ya, bueno, pues ya no hace falta cargar un peso muerto!- replicó en tono molesto y voz baja, sin querer levantar el tono-. Coge cinta aislante, cuerda, o lo que encuentres en la cocina o por la casa, joder.

El tercero en discordia, el de la pistola, se sentó sobre la mesa, empujando ligeramente la funda que contenía el ordenador de Novák para hacerse sitio.

- Date prisa- increpó a su compañero mientras desaparecía por el pasillo-. Novák, háganos un favor y díganos dónde tiene algo con lo que podamos atarle- ¿en serio le estaba pidiendo aquello?-. No debería haber vuelto nunca, que lo sepa. Estaba mucho mejor en Ginebra.

¿El problema? Que Novák no tenía ni idea casi de dónde estaba nada. Esa era la casa de su hermana. ¿La ventaja? Que igual si los "secuestradores" no estaban bajo el mismo aviso que Eichmann este podía enviar a alguien a tiempo al piso, asumiendo que, probablemente, los dos tipos de abajo estarían fuera de servicio, o sino ya se vería cómo habían entrado ahí esos tres incompetentes en grado sumo.

¿El otro problema? Que su hermana seguía durmiendo. Pero realmente, si ese no era el piso de Novák, los tres hombres ya debían de contar con eso. La pregunta era si también iba a llevársela a ella. Probablemente, quizás, según lo que quisiesen del Doctor.

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25/06/2013, 10:52
Eugenius Novák

Eugenius negaba mentalmente con la cabeza, asegurándose de no mostrar ninguna reacción en su rostro o en su cuerpo. ¿Pero en qué diablos estaría pensando quien contrató a semejantes zoquetes para secuestrarlo?

- No es mi casa… - se apresuró a puntualizar el genio. – Pero si tuviera que buscar algo con lo que atar a alguien diría que buscarais o en algún cajón de la cocina… - se detuvo un instante, fingiendo pensar sobre el tema, - o quizá en el cuarto de baño… sí. En el cuarto de baño. Si tienen cuerdas para tender la ropa o algo similar… - Confió en que uno de los dos hombres que quedaban con él se dirigiera al cuarto de baño dejándole sólo con el de la pistola.

Observó los zapatos de aquellos hombres antes de que se comenzaran a separar, de los tres, y les sugirió otra idea. Cuantas más tuvieran más tardarían en pensar y decidirse por cuál era la mejor. – O podéis medir los cordones de vuestros zapatos, y si son lo suficientemente largos intentar atarme con ellos. Mis cordones son demasiado cortos… - indicó intentando mostrar pena mientras miraba sus propios zapatos. – Recientes estudios indican que se necesita al menos un metro y 23 centímetros de cuerda para atar correctamente a alguien. Ni más ni menos. Es la cantidad justa para poder hacer los nudos apropiados para que no pueda desatarse, y no es demasiado como para que sobre y sea incómodo. - su mirada de suficiencia sobraba para indicar que con su coeficiente intelectual no podía equivocarse respecto a ello.

Eugenius paseó la mirada por la habitación y se fijó un instante en su maleta… - También podríais usar un par de corbatas… al ser de seda producen menos fricción y mis muñecas apenas saldrían lastimadas… si soy sincero es la opción que prefiero, pero supongo que dependerá de lo que penséis hacer conmigo o lo que os haya dicho esa chica que os contrató. – Novák soltó esa perla como quien no quiere la cosa… intentando captar la reacción de los matones al oír la palabra “chica”. Evidentemente él no tenía ni idea de quién les había contratado, pero así al menos comprobaría varias cosas. Si realmente les había contratado una chica, si aquellos estúpidos no sabían de qué les hablaba, si estaba equivocado con la falsa suposición de la chica, quizá incluso alguna pista real de para quién trabajaban… Y en cualquier caso conseguiría aún más tiempo, que era lo que el científico necesitaba.

Antes de seguir atosigando a aquellos hombres con preguntas e interrogantes sin respuesta, Eugenius esperó para ver qué le revelaban, y si tomaban alguna decisión o comenzaban a divagar tal y como a él le convenía.

- ¿Puedo preguntarles algo? ¿Por qué estaba mejor en Ginebra? ¿Qué he hecho para merecer esto?preguntó fingiendo tristeza y sorpresa. No sabía que fuera un delito volver a mi ciudad natal a visitar a mi madre y a mi hermana. -

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25/06/2013, 15:09
Arjen Wolfzahn

A partir de allí todo fue como un juego del escondite en el que si te pillaban, morías. El que las diversas formas de morir ocuparan un amplio espectro de opciones no añadía más diversión al asunto. Durante la noche la ciudad casi hervía de patrullas nazis, deseosos los soldados de hacer pagar su tedio a cualquiera que violase el toque de queda. Por eso las horas previas al amanecer eran las más peligrosas. Sí, los soldados al final de su turno estaban más cansados, pero también estaban más aburridos.

El perro guió a la muchacha por entre la callejuelas de la ciudad, aquéllas por las que normalmente no cabría tráfico rodado y que muchas veces todavía estaban llenas de derrubios y escombros. El perro daba vueltas y más vueltas, y cualquiera que conociera un poco la ciudad -y más alguien nacido y criado allí- se daría cuenta enseguida del proceder del animal. Callejuelas estrechas, puentes secundarios, en ocasiones bajada hasta algún canal y vadeo a través del agua fría. Tardaron casi dos horas en atravesar diagonalmente la ciudad hasta la zona del Oud-Zuid, cerca del erial anteriormente conocido como Vondelpark1, pero fueron bien aprovechadas. Después de todo, estaban canjeando tiempo y distancia por seguridad. Una chica con el pelo rosa llamaba mucho más la atención que un perro mojado, así que no había mucho más de donde elegir.

Tras el Vondelpark -una antigua maravilla utilizada durante los primeros meses de ocupación como campo de maniobras y después abandonada a su suerte- se extendían barrios de clase media-baja, casas adosadas al mejor nederlandsestijl2, fachadas concatenadas a lo largo de calles y calles aunque con algo de sabor americano en la forma de porches vallados y terracitas que, en algún universo paralelo sin nazis, bombardeos, represiones y toques de queda, podrían verse como el paraíso del jubilado y de la familia feliz. El panorama real pintaba una imagen bastante distinta. Las calles mostraban signos de haber estado empedradas hacía años, flanqueadas las calzadas por árboles de gran porte a juzgar por el tamaño de los alcorques en las aceras -en aquellos momentos vacíos o con un solitario y muy triste tocón más muerto que la libertad holandesa-. En algún momento podría haber habido automóviles familiares aparcados frente a las casas, pero ahora, si había alguno, era un montón de chatarra comida por el óxido y las depredaciones de los chatarreros. Las casas mismas mostraban una decrepitud similar. Algunas de las fachadas mostraban huellas de metralla o impactos de proyectiles. Algunas fachadas no tenían cristales en las ventanas. Algunas fachadas estaban comidas por hiedras y otras enredaderas. No, no parecía un barrio feliz, sino un barrio de sometidos, un barrio en el que la alegría se manifestaba única y exclusivamente en el hecho de no haber sido arrestado hoy. Allí el perro dejó de mostrarse tan esquivo y sí más directo. Tal vez no temía que fueran descubiertos por los nazis o tal vez deseaba llegar de una vez a su destino. Lo cierto era que le dolían las patas de una noche entera de paseos, barro, agua y escombros.

Al acercarse a una de las casas echó a correr, puede que contento o puede que ansioso, parándose sólo para ladrar ánimos a la joven. El animal saltó la valla baja del jardín delantero sin molestarse en empujar la portezuela de madera y se lanzó hacia la puerta de la casa, golpeando con las patas el timbre y arañando con las zarpas la superficie del umbral. Ladró un par de veces hacia el interior de la casa y dio dos vueltas sobre sí mismo. Paró cuando la muchacha se acercó por fin a la valla, abrió la puerta despacio y caminó hacia el portal. En ese momento el perro saltó sobre la chica con un movimiento repentino y elástico y comenzó a correr hacia un lateral de la casa, perdiéndose en la noche tras lanzar un par de aullidos.

Seguramente la muchacha se preguntara por el extraño proceder del animal. Seguramente pensara que el perro la había traído a aquella casa por alguna razón... y luego había salido escopetado como si le persiguiera el fantasma de Hitler. Tal vez se encogiera de hombros, tal vez inspeccionara el porche -jardín bastante poco cuidado, unas sillas de madera viejas por el tiempo a la intemperie, marcas en las baldosas... ahí vivía alguien que no se preocupaba mucho por el estado de su morada- y tal vez llamara al timbre y golpeara con el llamador a la puerta. Muy posiblemente pasaran unos minutos en los que la chica dudara entre quedarse y esperar un poco más o hacer como el animal que la había traído y darse el piro.

Finalmente la puerta se abrió y en el umbral apareció un hombre de mediana edad con unos vaqueros, una camiseta negra en la que Doro Pesch sujetaba una espada más grande que ella -el mítico Warrior Soul de Doro3- y una toalla de manos sobre los hombros. El que se hubiera vestido a toda prisa se revelaba en la ausencia de zapatos y calcetines. De complexión media, a todas luces fibroso, pelo castaño claro o dorado oscuro, corto y revuelto, ojos grises, barba de tres días, arrugas en una cara curtida, gesto hosco... un hombre que jamás entraría dentro de la categoría "guapo" ni con un jurado comprado y al que, no obstante, le rodeaba un aura de atracción primal que hacía que fuera imposible no mirarle dos veces tras sentir un escalofrío y, quizá, morderse los labios para no dejar escapar un jadeo4. El hombre enarcó una ceja al ver a la chica. No parecía para nada sorprendido por su presencia allí, delante de su casa.

-Pasa, chica -dijo, haciendo un gesto con la cabeza. Su voz era dura, grave, concisa, agresiva para un saludo-. Soy Arjen y, por lo que parece -ropa sucia, barro en las zapatillas de deporte-, tú necesitas un desayuno y algo de descanso.


1* 47 hectáreas de parque urbano situado en el vecindario de Oud-Zuid.
2* "Estilo neerlandés" en alemán.
3* Cantante de Metal.
4* Arjen no es un hombre atractivo, especialmente a nivel físico. Sin embargo, su olor está cargado de "química".

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25/06/2013, 23:38
Sawako Yamagawa
Sólo para el director

Trata de olvidar el dolor cuando trata de ponerse en pie o mover la pierna herida. En esos momentos están en un campo de batalla y el dolor no puede existir: ya llorará cuando esté a salvo en su guarida y no pueda pagarse el médico que tenga que sacarle la puta bala del gemelo. Al menos, por suerte, parece que no le ha dado en el hueso, si no si que estaría bien jodida para poder recuperarse.

Cierra los ojos y respira profundamente. Antes de atender la herida primero tiene que esconderse y que mejor ligar que esos canales abiertos en la tierra para comunicar con el alcantarillado y así también sigue el plan inicial que es el de buscar una vía de escape, aunque en esas condiciones, si salta al interior del zarpazo no podrá volver a salir para comunicar su posición y la vía de escape a aquellos dos y ahora se siente en la obligación de no dejarles tirados y salir corriendo de ese lugar. Solo queda la opción de dejar otra marca en el suelo para que sepan por donde ha ido, si es que quieren reunirse con ella.

Se arrastra hasta el borde y se deja caer no sin antes marcar con una S rojo sangre el lugar por el que se ha dejado caer para protegerse de las balas. Una vez a resguardo, o lo que ella cree que es a resguardo, se quita la chaqueta y se arranca una tira de la camiseta como puede para taparse la herida, al menos para que no se infecte mientras esta en contacto con la tierra y posiblemente con aguas de dudosa procedencia.

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26/06/2013, 12:43
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Los dos hombres se miraron entre si por un instante, con expresión anodina gracias al pasamontañas. Aún así se destilaba que estaban compartiendo su asombro ante el científico. Aquella disertación que bien podía ser un estudio sobre cómo atar a alguien y con qué claramente les había dejado patidifusos. No esperaban algo así ni por asomo, y se veían sobrepasados.

- ¿De verdad espera que nos quitemos los cordones de los zapatos y nos pongamos a medir ahora?- preguntó en tono claramente extrañado el del pañuelo, como si la idea del científico fuese de bombero-. No somos idiotas, Novák.

Quizá del todo no, pero bastante sí sólo por sopesarlo y escucharlo, más si cabe por replicarlo como si fuese una opción válida cuando el científico sólo quería ganar tempo, y quizá, con suerte, facilitarse el trabajo. Al oír la siguiente intervención del científico, que seguía aportando ideas, un hombre profirió un gesto de desconcierto.

- ¿Eh?- preguntó confuso, sin entender lo que quería decir el hombre-. ¿Qué mujer, de qué cojones hablas, tío?- volvió a preguntar, dejando claro que no estaba al servicio de ninguna mujer-. A nosotros nos ha contratado nadie, listillo. Formamos parte de...

El de la pistola pegó un golpe seco contra la mesa, al lado del portátil, llamando la atención de su compañero y silenciando su discurso. El hombre alzó la mano y la blandió en el aire de forma rítmica, usándola para enfatizar sus palabras. Claramente era más comedido y estable.

- Cierra el pico- dijo sin más en tono seco-, o le contarás todos nuestros planes en el minuto uno, inútil. Sólo intenta saber quienes somos. Lo siento, Novák- dijo cambiando de blanco para sus palabras-, pero no vamos a atarlo con seda. Demasiado frágil. Estaba mejor en Ginebra porque allí no daba por culo. Delito es ayudar a los nazis. Y no intente venderme la moto con que no o con que por qué lo pensamos, es inútil.

El tercer hombre llegó de vuelta al salón sin nada. Se encogió de hombros.

- Nada. Es la casa de una mujer, no es que tenga muchos metros de cuerda- replicó con machismo sin más.

Aunque no había mirado demasiado, en parte, quizás, por no jugársela demasiado a despertar a Liselote.

- No vamos a arriesgarnos más- dijo el de la pistola-. Tú- señaló al del pañuelo-, duerme a la enfermera y busca en sus cajones, pero no te entretengas con sus tonterías personales. Tú- el desarmado-, quédate aquí conmigo vigilando al cerebro. Novák...- sacó el ordenador de su funda, aún con una mano en la pistola, y levantó la tapa- tiene usted un fondo de pantalla sosísimo.

Así que ahora, ¿qué? ¿Atenazar las manos de Novák con unas esposas de peluche y meter a su hermana en la parte trasera de una furgoneta? Estaba claro que allí el único con un poco de verdadera iniciativa y liderazgo, no por ello cualidades notables, era el tío de la pistola. Y quizás por eso fuese él que levaba un arma de fuego.

Novák estaba ganando segundos, pero ni Knochemann llegaría tan rápido si en dos minutos ya estaba dormido y en cinco dentro de un maletero.

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26/06/2013, 15:05
Eugenius Novák

Novák resopló indignado… o al menos tenía que intentar parecerlo. El estúpido de la pistola tenía algo de cerebro, no como sus compañeros, y había evitado que el otro revelara información vital para Novák.

- No intentaba insultar a vuestra inteligencia. – dijo fingiendo rendición de nuevo y encogiéndose de hombros. – Los alemanes casi me secuestran en cuanto puse un pie en el aeropuerto. Amenazaban a mi madre y a mi hermana así que tuve que irme con ellos, ¿qué hubierais hecho en mi lugar? Pero no voy a colaborar con ellos… sólo quiero huir del país. ¿Puedo hacer algo para que me dejéis libre? Lo único que quiero es salir del país y alejarme de los alemanes todo lo que pueda… Puedo transferiros varios millones a la cuenta que me digáis si queréis y si me dejáis en paz. – la sugerencia sería cuando menos tentadora. – Seguro que podeis aprovechar ese dinero para mejores cosas que para secuestrar científicos… - No sabía cuán fanáticos serían aquellos tipos, pero suponía que estaba a punto de averiguarlo.

Que tullidos cerebrales. Eugenius debía pensar en otra cosa para distraerles y si seguían empeñados en secuestrarle… no le quedaba otra: – El cordón para subir y bajar las persianas puede serviros. – indicó a los secuestradores. Si les gustaba la idea tardarían un par de minutos más en desmontar el panel para coger cordón suficiente como para atarle. – Otra opción es que arranquéis una de las cortinas… no es seda y es lo suficientemente fuerte como para sujetarme las muñecas… no soy muy forzudo. – apostilló el genio.

Cuando el tipo armado indicó al otro que durmiera a la enfermera, Eugenius dio un par de pasos para interponerse en su camino: - Alto ahí. Nadie va a acercarse a mi hermana. – Eugenius les apuntó con el dedo índice de forma admonitoria - Os he dicho que iré con vosotros y no me estoy resistiendo… ¿qué más queréis? ¿Acaso sois tontos? – increpó a los tipos casi enojándose. Su rostro comenzó a ponerse de color rojo… - Si quisiera me pondría a gritar y chillar como un loco y en menos que canta un gallo tendríamos aquí a toda la policía alemana… ¿es eso lo que queréis? No, teneis que sacarme de aquí rápido y sin armar alboroto… para eso vinisteis. Y la mejor manera es la que os estoy ofreciendo de acompañaros voluntariamente… ¿no os parece? -

Eugenius miró hacia la ventana primero y luego hacia la puerta. – Pensadlo bien. Si os para alguien por el camino no vais a poder justificar por qué lleváis a un hombre inconsciente… Sin embargo si voy con vosotros voluntariamente nadie tiene por qué pararos para preguntar… y si lo hacen diré que somos amigos. -

Eugenius miró a sus supuestos secuestradores y mostró una sonrisa traviesa… - Si queréis puedo piratear el sistema de alarmas y de vigilancia de los alemanes, y decir que tienen disturbios en una zona alejada… En lo que mandan ahí todas sus fuerzas, quedaríais libres para vagar por la zona que queráis de la ciudad… como veis puedo ser muy útil.

Eugenius contaba mentalmente los segundos desde que mandó el mensaje a Eichmann… ojalá el necio rubio de ojos azules fuera eficiente por una vez.

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26/06/2013, 19:07
Rembrandt

El hombre de la pistola observó el ordenador de Novák y la necesidad de meterle una contraseña. Impertérrito bajo la tapa y lo dejó donde estaba. Los guantes evitaban dejar huellas. Lo guardó de nuevo en la funda y se colocó ante Novák, impertérrito. No alcanzaría el metro setenta, y no sería gran cosa. El hombre se quitó el pasamontañas y miró al científico.

No le gustó lo que vio. Era un neerlandés con nariz aguileña, no demasiado atractivo pero tampoco desagradable, del montón, con una mirada ajada y un porte espiritual y reflexivo, de quien abraza unas convicciones y un código de conducta para no sumirse en la locura o la angustia en los días que corren. Parecía, en realidad, un hombre del montón, sólo notorio por su actitud. Parecía impertérrito ante el científico, como si se debiese a una misión superior. Un llamado divino.

- Usted diría y haría lo que hiciese falta por protegerse a si mismo y a su familia- espetó con frialdad en un tono sorprendentemente neutro-. Su palabra sobre los alemanes no vale nada. Es posible que lo que diga sea verdad, pero no tenemos modo de saberlo, y aún así no es competencia nuestra juzgarlo, sino del Mesías.

Ahí estaba. La sumisión a un individuo superior era lo que le mantenía férreo. Le permitía ignorar las ya de por si parcas y vulgares habilidades sociales de Novák, que si bien lucía argumentos magistrales y lógicos, sincero y dialogante, negociador incluso, no le servían contra aquellos secuestradores de poca monta. No en vano, como decían los Estados Unidos, "no negociamos con terroristas".

Sorprendentemente, nadie cuestionó la generalísima oferta de Novák sobre el dinero. Los otros dos hombres se revolvieron en el sitio al oírla, pero una mirada de Rembrandt bastó para silenciarlos, como si les recordase con una mandíbula cuadrada y un porte severo que el dinero estaba por debajo de sus planes y su misión actual. Nadie en su sano juicio hubiese rechazado algo así, no con una voluntad tan débil como la de aquellos hombres. Así que alguien, el Mesías, les había prometido algo mejor que millones de euros en una cuenta bancaria. Con un "sí, Rembrandt", los dos hombres agacharon la cabeza.

- Lo siento, Novák, pero necesitamos a su hermana. Son órdenes del Mesías- declaró con fanatismo Rembrandt, el hombre de la pistola-. Su hermana es un comodín para asegurarnos de que coopera con nosotros en todo cuanto le pidamos- añadió para más seña, asumiendo el típico, "si no lo haces por ti, ni por nosotros, lo harás por ella"-. Podría ponerse a gritar, y estaría usted dormido o muerto en quince segundos, su hermana tendría una bala en la cabeza y nosotros nos evaporaremos habiendo fracasado parcialmente. Dejaría de ser una amenaza real o potencial.

Se encogió de hombros con una sonrisa agria, desvitalizada, de circunstancias, mientras presionaba el martillo de la pistola, provocando un "click" fugaz para secundar sus palabras.

- Le he dejado vestirse, prepararse, e incluso dialogar con nosotros, pero usted se viene, y su hermana también. No es una negociación ni un interrogatorio. No nosotros- declaró con calma, postulando su brazo como algo que no iba a darse a torcer sin más.

Había estado cerca, y si Novák hubiese cultivado un poco más sus artes interpretativas, quizás, pero no sabía mentir, ni manipular, ni persuadir. Sus capacidades eran enteramente mentales-.

- Acaba de demostrarme que es demasiado peligroso como para dejarle despierto y consciente- se apresuró a indexar en el epitafio-. No sólo no puede ver adónde le trasladamos ni por dónde accedemos, sino que exponerle a los alemanes y a sus sistemas de seguridad sería demasiado arriesgado. Usted hará, como cualquiera, lo necesario- no había deje de odio en sus palabras, pues se incluía en que él haría lo mismo-. Nos mentiría sobre su relación con los nazis, nos prometería el Oro de Moscú y aseguraría su colaboración a cambio de su bienestar y de los suyos. No hay forma de comprobar la veracidad de su palabra en una situación como esta.

Hizo un ademán con la pistola, señalando a Novák desde el hombre que, a su lado, tenía el pañuelo.

- Duérmele- ordenó a su compañero mientras apuntaba al científico con la pistola-. No se mueva, no hable, no respire- ladeó la cabeza y compuso una mueca de circunstancias-. Bueno, eso último mejor hágalo.

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26/06/2013, 22:41
Ambroos Janssen

Malas noticias, una tras otra. La casa del Gobernador era, siempre que las gemelas no estuvieran exagerando aún afectadas por la emoción de haber estado allí, totalmente imprenetrable. Y no  hacían más que aparecer más y más nazis a los que echar la soga al cuello...salvo que Janssen empezaba a quedarse sin cuerda.

Ahora, el Senador. Al menos parecía una figura fácil de reconocer, aunque seguramente no sería tan fácil acceder hasta ella. Walter Zimmerman. Preguntaría a Stille. Él sabría. 

- ¿Una carretera boscosa?- preguntó cuando las gemelas hubieron acabado. No era lo que más le interesaba, en realidad, pero después de ese ataque de verborrea fue de lo primero que se acordó...al ser de los últimos datos aleatorios. Bueno, a ver. Negó con la cabeza, intentando centrarse a si mismo. La cosa no estaba para empezar a desbarrar. Tenía que tener presente que Gretchen había vaticinado el fin del mundo como tantos otros viejos con carteles antes, pero la niña le había dado datos suficientes para sembrar la duda.

Y dada la seriedad del tema, eso tendría que ser suficiente.

En ese monologo de dos personas había mucha paja que revolver, pero seguro que siendo como eran de cabeza locas, poco información podían añadir al batiburrillo de palabras que habían lanzado a la cara de Ambroos.

- Lo primero es que no podéis largaros cuando os de la gana. Al menos haberle dicho a Liria donde ibais, joder. Un día os encuentro en una cuneta. No sería la primera vez que le pasaba. Y menos aún preocuparos por lo que haga yo cuando no hacéis más que darme disgustos.

Pero no podía castigarlas, no después de toda la información que le habían dado, velada o no. Nadie entendería sus motivos y su hija querría castrarle pensando que volvía a pensar más su entrepierna que el sentido común de como llevar un negocio, pero le daba igual. Y aún así, quedaba un par de hilos para tirar y que la ira de su hija fuese menos molesta aún.

- Bien. Hay una manera de que os perdone. ¿Podríais llevarme hasta Novak? ¿O a la casa del Gobernador? preguntó directo, a las gemelas. He oído que hay un tipo con ellos, un tal Dyrk, que me interesa. dijo, mencionando el nombre del hijo de Arjen a ver si había calado en el cerebro hormonado de sus perfectas prostitutas. Un despiste muy tonto no haber pedido al ecoterrorista una fotografía de su hijo.