Partida Rol por web

La diosa Artemisa transporta a Xena y Gabrielle a un poblado pequeño, situado en medio de una zona de bosques. Las deja a entradas del mismo, pero antes de retirarse les explica los pormenores de lo que sabe.

-Niñas... pronto la tribu Ergida vendrá a este poblado en busca de más cantidad de soldados para sus filas. Le calculo que están a dos días de viaje. Los aldeanos son gentes simples, es un sitio pequeño. No más de 300 hombres. Las mujeres y los niños no cuentan, ya lo sabéis. 

Artemisa mira a ambas chicas y les recuerda:

-No se olviden del cuerno. Pequeña y valiente Gabriel tenlo a mano.

Luego, mirando a Xena.

-Bien, ¿tienen alguna pregunta para mí antes de que parta?

Xena contempla el futuro con recelo.

- No tengo más preguntas, muchas gracias Artemisa - hace un gesto de reverencia con la cabeza en modo de despedida - Gabriel, cuando estés lista partamos - dice Xena mientras asegura su Chracram dando un pequeño tirón de la correa.

Espero que nos de tiempo a preparar todo antes de la llegada de los Érgidos, los campesinos suelen ser muy reacios a escuchar a los extranjeros pero necesitamos prevenirles, escucharé a Gaby, es posible que ella se le ocurra un plan - pensaba Xena mientras miraba el camino hasta su objetivo.

Gabrielle también asiente y se asegura de tener el cuerno bien guardado. Sería de gran utilidad para no tener un ataque por sorpresa, aunque los dos días que faltaban, no sabía si serían suficientes.

Estoy lista. Le dice a su compañera y amiga, con convicción. Su cabeza ya empezaba a dar vueltas para planear algo, aunque ninguna de las cosas que se le ocurrían acababan de convencerla.

Las chicas emprendieron la caminata al pueblo. Tardaron muy poco en entrar a sus calles empedradas y sus casitas de techo en pico, mayormente fabricados con paja y adobe.

Había algunos carruajes pero de paseo. Las gentes caminaban por allí con rostro tranquilo.

Nada que ver con aquella vez en que conocieron el primer pueblo atacado por los Ergidos y en el que salvaron al hijo de la tabernera.

Varios niños jugaban en la calle, saltando una soga y había dos señoras conversando sentadas en unas sillas rústicas bajo un árbol.

Gabrielle mira con lástima a los habitantes. Se dirige a su compañera, de manera que nadie más la escuche.

¿Qué vamos a hacer Xena? No podemos simplemente gritar "fuego" o "peligro"... Dijo bastante desesperada y angustiada. Temía por la vida de todas y cada una de las personas que había ahí. No se le ocurría ningun plan para evacuarlos y ni por la cabeza se le pasaba combatirles.

Miró a su alrededor y el pueblo le parecía de ensueño - Gaby, no podemos llegar alterando el orden porque nos cogerían presas... debemos informarnos donde se reúnen la mayor parte de la población masculina y convencerles para que se oculten - comenzó a andar hacia hacia las mujeres que se encontraban sentadas - si ves que se te ocurre algo para que nos lo digan, adelante.

Cuando se hubo posicionado a una distancia que la escucharan bien les formuló la pregunta - disculpen señoras, somos nuevas por estas tierras y me gustaría saber donde podría tomar algo de comer, una taberna... el camino ha sido muy largo y  duro y estamos hambrientas.

Una mujer bajita, con muchas arrugas en su rostro, pero de ojos dulces y aspecto agradable, contesta:

-Sí querida... tienen a unos pasos nomás, por allí -dice señalando con su índice la dirección -la posada El Olmo. Hay mucha gente a cualquier hora.

Comenta mientras camina hacia su casa ayudándose con un bastón.

-Es gente muy agradable... no sirven mucho alcohol. Eso es más para la noche -explica -pero si quieren tomar una buena jarra de leche con pan y miel, tenemos de eso a estas horas. Sí, sí. Dígale al tabernero que viene de parte de Carmela jiji, y les cobrará menos.

Aclara la señora.

Muchas gracias señora - dice Xena con una sonrisa y se marcha hacia el lugar que la mujer le había indicado, se sentía mal por no poder avisar del peligro que corría la aldea, pero tenía que impedirlo y presa no podría hacer mucho.

Gabrielle le dedica una de sus mejores sonrisa y añade un comentario a lo dicho por Xena.

Es muy amable. Dice con un asentimiento de cabeza y seguidamente acompaña a su amiga hasta el lugar indicado por la señora. Ahora venía la parte más dura.

Las mujeres llegan a la taberna. Es un sitio muy acogedor, con mesas redondas de madera clara, cuatro sillas alrededor de cada una y una barra en la que un hombre está limpiando el mostrador con un paño. Hay pocas personas, muchas están comiendo algo.

Un par de hombres se atragantan al ver a las nuevas, es que ambas son realmente hermosas pero amenazantes, al menos para estas gentes simples.

-Oh, pero qué ven mis ojos -dice el tabernero -jovencitas, ¿qué os trae por este pueblo olvidado por los dioses? -pregunta y, con una sonrisa, sirve algo de leche fresca en dos jarras y se las alcanza.

-Cortesía de la casa; soy Cobert: tabernero y buena persona. A vuestro servicio.

Xena dudaba en como abarcar este tema, aunque tenían tiempo pero debía de hacerlo lo más rápido y eficaz posible.

Mi nombre es Xena, un placer encontrarse con gente tan amable. ¿Podría contarnos un poco las características de este pueblo? Estamos de paso pero me parece muy peculiar - dice intentando saber qué hacen los hombre de este lugar, dónde puede encontrarles a todos... Después intentará pensar en cómo sacarlos a todos del destino que les espera.

-Sí pequeña.

Dice el tabernero con una sonrisa cálida, sin atisbos incluso de mirar a las chicas como mujeres sino como niñas.

-Es un pueblo de 300 almas, 302 con los mellizos de la señora Colbert jaja. Sí, sí, he sido padre hace una semana. Me siento realizado. En general somos gentes simples, granjeros y artesanos en su mayoría.

Decía el hombre y un par de personas asintieron desde una mesa alejada, con una sonrisa.

-Aquí no encontrarás riquezas ni gente complicada, nuestro lema es "vive y deja vivir".

Dice Colbert y sigue limpiando el mostrador.

Gabrielle sonríe y da un trago de lo que les ha servido ese tabernero tan amable.

Parecen gente bastante simple. Dijo con un tono que esa frase sonó como un gran halago. ¿No tienen problemas de bandidos u otra mala gente? Pregunta con simple interés.

-Tenemos un grupo de guerreros para defendernos de los bandidos. Pero en realidad son pocos... realmente pocos los que han llegado a este pueblo.

Ríe Colbert.

-Se vé que no tenemos muchas cosas de valor para que nos quiten. De todas formas si buscáis a los hombres encargados de nuestra seguridad, los encontrareís a cuatro casas de distancia.

El tabernero señala con el índice a la derecha, se ve que tienen que caminar hacia allí.

-Están en una casa llamada: Casa Segura.

Se ríe de nuevo, como si la idea de ser asaltados fuera incluso un chiste.

-jajaja sí allí llevamos a los delincuentes pero ahora no hay ninguno. Como os dije, no tenemos casi bandidos.

Muchas gracias señor Corbet ha sido muy amable, creo que iremos a la Casa Segura después de comer algo aquí - dice Xena con una sonrisa.

Gabrielle asintió apoyando a su compañera.

Sí, por favor. Pónganos la especialidad de la casa. Dijo sonriendo de forma amable. Después de comer irían allí. Miró de reojo a Xena, ya tenían lo que querían, allí sería más fácil que no cundiese el pánico. Debían ser convincentes.

Mientras Xena y Gabrielle eran atentas con el tabernero, hombre de familia y muy bonachón y le estaban pidiendo el especial de la casa, una luz rosada apareció y, de la mano de la preciosa Afrodita, entraron a la taberna Hércules y Calisto. La diosa sonrío y la gente quedó estupefacta. Estaban atontados por su belleza, pero Afrodita solo dijo.

-Buena suerte guerreros. Los dioses os acompañan. Xena, Gabrielle, buena suerte a vosotras también.

Luego, con un suave choque de palmas, la luz rosa rodeó a la diosa y ésta desapareció dejando a los cuatro aventureros unidos nuevamente.

Colbert, el tabernero, se quedó boquiabierto y mudo, como el resto de los pocos hombres que había a estas horas del mediodía, en el lugar.

Antes de que Hércules o Calixto pudiera agradecérselo a Afrodita, esta desapareció en un abrir y cerrar de ojos, dejando a la concurrencia con una expresión de perplejidad.

- Por favor, no detengan su refrigerio por nosotros, caballeros... -comentó el héroe con tono desenfadado al contemplar a la muchedumbre boquiabierta de la taberna, mientras se acercaba a la barra. Sabía que el una taberna de ese calado el término "caballeros" no era el más correcto, pero siempre era mejor ser educado cuando te aparecías de repente y por sorpresa frente a una persona desprevenida, ya fuera un granjero o un noble. Luego lo adecuado era normalizar la situación.- Un poco de comida y bebida para dos, por favor... Volver del Hades te recuerda el sabor de la vida y da hambre... ¿Que tal chicas? ¿Como os ha ido en vuestras pesquisas? -comentó como quien no quiere la cosa acodándose en la barra junto a la pareja de heroinas.

Gabrielle puso los ojos en blanco cuando Afrodita desapareció y miró de reojo a sus dos compañeros cuando se acercaron a ellas. Al traste el plan de pasar por simples y normales viajeras. Pensó Gabrielle. Pues sabía que los ojos de toda la taberna estaban ahora en ellos.

Suspiró sin remedió e intentó sonreir. En fin... Dijo como siguiendo a sus pensamientos. ¿Cómo os ha ido? Preguntó intentando no llamar la atención. Ya se cansarían de mirarles.