Partida Rol por web

Abajo la Basílica

11. Acaso Amar.

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09/10/2011, 14:39
Dorenne

Dorenne aceptó la mano que Aimée le tendía y se levantó. Trastabilló, mareada por la borrachera y cuando logró estabilizarse sonrió a la madame tuerta.

Menos mal —dijo aliviada—. Me sentía muy mal por lo que pasó, de verdad.

Dorenne se pasó la lengua por los labios en un gesto pensativo.

Es que esa Laurette no me suena de nada, y no sé quién es su marido. Lefebvre... bueno, acudí a él porque necesitaba el dinero para pagar un jergón de paja y comida para mi hermano y para mi. Pero no encontraba trabajo y no le podía devolver el dinero. Fue cuando él me propuso que entrara en el Dragón y le informara de todo lo que ocurría allí, aunque me pareciera insignificante.

Dorenne se llevó un mechón de pelo dorado por detrás de la oreja y miró abajo en un gesto de contricción.

Lo siento, Aimée. Yo... no te conocía entonces y estaba metida en un buen lío. Sólo podía salir haciendo lo que me decía. Me dijo que trabajaría para las fuerzas de ley y el orden, que estaría haciendo algo bueno para la ciudad. Y que si lo hacía bien, nos sacaría a mi hermano y a mi del Nidal, y que nos daría una habitación y un trabajo decente a los dos.

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09/10/2011, 15:03
Aimée

Aimée se cruzó de brazos, defensiva. Estaba decidida a no dejarse ablandar y castigar a Dorenne como merecía. Lo sentía por su hermano, pero tenía el corazón de piedra. No la perdonaría. Sus hijos estaban siendo torturados en ese momento y lo seguirían siendo hasta que pudiese salvarlos... si es que para entonces no se habían convertido en máquinas al servicio de la Basílica.

-Eso ya ha pasado. Ahora puedo darte un refugio. ¿Por qué no vienes con nosotros?

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09/10/2011, 15:19
Dorenne

Titubeó.

Me apetece, de verdad... pero no puedo. Mi hermano me está esperando y tengo que volver con él —se llevó una mano a la frente—. Debería volver a casa. ¿Me acompañas?

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10/10/2011, 22:50
Aimée

La mujer guardó silencio unos minutos, sopesando.

-Sí. -Se giró para mirar a Astor con el semblante impertérrito-. ¿Dónde puedo encontraros después?

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10/10/2011, 22:57
Edith

Edith levantó la cabeza lánguidamente.

Aimée... —dijo en un hilo de voz.

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10/10/2011, 22:57
Astor

Astor titubeó unos momentos.

En el Laúd de Seis Cuerdas pero... ¿estás segura de lo que estás haciendo? No deberíamos separarnos.

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10/10/2011, 23:11
Aimée

-No tardaré mucho. Hay algo que debo hacer -dijo, para después volverse hacia Dorenne-. ¿Hacia dónde?

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10/10/2011, 23:15
Rowane

Rowane se mantenía agazapada junto a Edith pese a que no perdía detalle de la conversación y guardaba todo dato, parecía estar atenta a algo pues no dejaba de observar a la chica pelirroja y aunque dudó durante unos segundos, finalmente venció la costumbre y levantó la vista para mirar a Aimée.

Jabbress... digo...—carraspeó al equivocarse de palabra también por la fuerza de la costumbre y sacudió la cabeza. Cogió aire pues era la primera vez que llamaba a un humano por su nombre de pila y no dejaba de sentirse contrariada al hacerlo—. Aimée.

Esperó a obtener la atención de la humana.

Edith te está llamando...

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11/10/2011, 00:20
Aimée

Aimée dejó atrás a Dorenne y se acercó a Edith, inclinándose para escucharla. El olor de la infección y la enfermedad la estrangulaba.

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11/10/2011, 08:55
Edith

Edith abrió un ojo y sonrió débilmente. Alzó una mano para acariciar a Aimée en la mejilla, pero no pudo hacerlo ella sola.

Cariño —dijo en un tono urgente aunque apenas audible—, te quiero. Ojala lo hubiera dicho más a menudo... Ojala lo hubiera dicho alguna vez.

Los ojos de la joven meretriz la miraban fijamente a través del amasijo de heridas purulentas e infectadas como si quisiera memorizar su rostro. Tragó saliva y se estremeció.

Abrázame. La noche está muy fría.

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11/10/2011, 11:25
Aimée

Un frío terror se extendió por sus entrañas, atenazándole las tripas. Aimée negó con la cabeza mientras tomaba la mano de Edith y la llevaba a su mejilla, sujetándola con la suya.

-No, no me digas eso. No te despidas de mí, cariño... -Miró a Astor y a Rowane con ansiedad-. ¿No tenéis nada para darle? ¿No hay un remedio o una pócima?

Pero antes de que le contestaran, Edith pidió ser abrazada. Aimée lo hizo, con lágrimas llenándole los ojos.

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11/10/2011, 11:52
Aimée

-No te vayas, amiga. Espera un poco más, ¿sí? Estamos cerca, vamos a arreglarlo... -susurró en su oído mientras le temblaba el labio. Sabía que no era verdad, pero no podía dejar que se escapase su último lazo con el Dragón Rojo. Un ramalazo de culpabilidad la hirió en el pecho-. Cariño, lo siento... Siento lo que te ha pasado. Perdóname... Tendría que haber cuidado mejor de ti, pero sólo quería que todo fuese como antes. Te quiero. No te dejes ir...

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11/10/2011, 14:21
Edith

Sí, prohíbeme morir. Trataré de obedecer —sentiste más que viste cómo Edith sonreía—. No te preocupes por mi, nada de lo que ha pasado ha sido culpa tuya. Ya casi no me duele, y el frío no me alcanzará si tu me abrazas.

Te apretó contra ella y empezó a sollozar. Era plenamente consciente de que se estaba muriendo.

Siempre has cuidado de mi. Si hay otro lugar después de este, yo cuidaré de...

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11/10/2011, 14:27
Edith

Aimée le murmuró algo a Edith, y la joven prostituta le contestó algo en un hilo de voz. Edith sonreía, su rostro había una serenidad extraña para alguien que debía estar padeciendo un dolor y unas fiebres horribles. Astor observaba la escena demasiado conmocionado como para contestar a Aimée.

Y luego vino lo desagradable.

Edith empezó otra vez con las toses. Eran gargajos sanguinolentos, en los que se podían ver claramente rastros de vísceras. La prostituta convirtió el abrazo en una presa de hierro. Mientras se convulsionaba clavaba los dedos profundamente en el cuerpo de Aimeé. Tosía, se atragantaba, lanzaba arcadas desagradables, estranguladas, mezcladas con hipidos agonizantes. Edith se moría, ahí mismo, en un callejón mugriento, con el rostro otrora bello destrozado, rabiando de dolor y ahogándose en sus propios vómitos.

Después de unos instantes eternos, aflojó la presa. Y Aimée notó el peso muerto de su amante contra su pecho.

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11/10/2011, 14:48
Aimée

Aimée tembló mientras Edith se despedía. Cuando empezó a morirse entre estertores, las dos se abrazaron. Los dedos clavados en su espalda le dolieron y sintió asco al escucharla vomitar, pero por debajo del profundo frío que la atenazaba, las emociones y sensaciones perdían color. Las lágrimas le caían por las mejillas mientras sollozaba. Acariciaba el pelo de Edith intentando que se calmase o que sintiera menos dolor, pero nada de aquello serviría. Cuando no fue más que un peso muerto y el hombro de Aimée estaba lleno de porquería y sangre, la madame le dio un beso en el cuello (que seguía suave y terso, como siempre) y la estrechó entre sus brazos, acunándola como a una niña.

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12/10/2011, 19:30
Rowane

Rowane contempló con impotencia la escena, ¡sentía pena por un humano! Ni en sus sueños más salvajes habría imaginado tal cosa nunca, pero así era.

—.......

Una humana buena se moría y los únicos que podían hacer algo por ayudarla eran los mismos que habían provocado su estado: Los Hijos de la Luz, los malditos Hijos de la Luz que no hacían más que destrozar todo aquello que no les gustaba en nombre de una diosa que se auto-proclamaba benévola y justa. ¿Qué justicia había en lo que contemplaba con sus ojos en aquél momento? ¿Qué justicia había en cualquier otra cosa en la que aquellos monstruos estuviesen metidos? Pisoteaban sueños y esperanzas por igual, separaban hermanos, amigos, madres e hijos. Esclavizaban a su pueblo por unos crímenes del pasado de los que hoy en día nadie tenía culpa, torturaban a los magos sólo por nacer con un poder que no habían pedido.

Aquello no estaba bien. No podía estar bien, era atroz... ¿Por qué Celestar lo permitía?

Rowane se miró la muñeca derecha, llevaba atada allí una cinta de tela de color pardo-dorado y con sólo mirarla sintió que le escocían los ojos y las lágrimas pugnaban por traicionarla pero se rehusó a derramar ni una sola de modo que volvió a guardar el brazo bajo la capa y agachó la cabeza tristemente. No le gustaba ver a la gente buena sufrir, le habría gustado decirle algo a Aimée, cualquier cosa que le aliviase el tormento por el que debía estar pasando. Pero sabía que en aquél instante nada del mundo podría consolarla y menos... viniendo de una drow.

No podían dejar a Edith allí, no se lo merecía. ¿Pero qué iban a hacer entonces? ¿Cargar con un cuerpo por todo el Nidal hasta el Laúd de Seis Cuerdas y arriesgarse a que los viera alguien? Era una decisión horrible, una decisión que nadie debía de verse obligado a tomar. No le gustaría estar en los zapatos de Aimée.

Ni en los de Dorenne en aquel momento.

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12/10/2011, 19:48
Director

Astor estaba horrorizado por lo que acababa de ver. Estuvo apunto de acercarse a Aimée, para confortarla pero ¿qué podía hacer? ¿Qué decir cuando algo presenciabas tan terrible? No se atrevía si quiera a moverse.

Dorenne por su parte bajó la vista al suelo. Cruzó las manos frente al regazo, como si orara.


+750 px cada una

Aimée gana una nueva aptitud: Ángel de la Guarda. Edith cuida de ti, así que una vez por capítulo puedes convertir un fallo en un éxito crítico. Avisaré cuando hay cambio de capítulo, pues puede englobar varias escenas. Además, Aimée gana un +1 de resistencia a todas sus TS de forma permanente.

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12/10/2011, 23:26
Aimée

Aimée había pensado que nunca podría llegar a un punto de la desesperación mayor que la que sintió al ver que su vida había cambiado para siempre. Se equivocaba. Acababa de traspasar el límite de lo que una persona puede soportar antes de perder la cabeza. Si no para siempre, al menos sí durante el momento justo para causar un horrible daño a otras personas.

Su amiga y amante Edith, que llevaba a su lado diez años, acababa de morir de un modo horrible. Aimée sabía que era culpa suya y que, de no ser por ella, por su instinto maternal, por la sangre podrida que había pasado a sus hijos, ahora seguiría con vida. Nunca le había dado motivos para quejarse. Al contrario. Había sido una confidente fiel y una compañera muy leal. Había cuidado de sus hijos cuando ella no había podido, les había contado cuentos y dado de comer. Había vigilado que todo tuviese sentido en el Dragón, que todas las chicas trabajasen sus horas y siguieran las órdenes de la jefa. Le había dado consuelo y abrigo cuando más lo había necesitado.

Y ahora ya no estaba.

Aimée abrió el ojo y miró por encima de su hombro. Ni Astor ni Rowane le importaban mucho. Dorenne parecía rezar. ¡Rezar! La furia estalló en su pecho. Las lágrimas le quemaban las mejillas. Dejó el cuerpo de Edith con poco cuidado y se volvió hacia Dorenne mientras la envolvía un aura mágica que olía a ozono.

-¿CÓMO TE ATREVES? ¿ESTÁS REZANDO? ¿POR ELLA? -aulló-. ¡DEBERIAS REZAR POR TI!

Abrió la mano derecha, crispada, y un rayo de luz roja salió de ella para impactar en el rostro de Dorenne.

- Tiradas (3)
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12/10/2011, 23:54
Dorenne

Dorenne levantó la cabeza de golpe. Por un momento se pudo leer la sorpresa en su expresión. Pero pronto mudó a una de pavor abyecto.

La joven prostituta lanzó un desgarrador grito de terror que hendió el silencio de la noche. El haz de llamas rugió y se abatió sobre ella como un fénix al vuelo. Dorenne se tiró al suelo chillando, tratando en vano de rodar sobre si misma para apagar el fuego. Pero el fuego mágico no se apagaba, se le pegaba a sus miembros, le abrasaba el vestido, le quemaba el cabello, le derretía la carne sobre los huesos.

Dejó de debatirse en unos pocos latidos de corazón. El aire estaba cargado por el penetrante hedor del pelo quemado. A vuestro alrededor se encendieron luces y se escuchó el lejano sonido del silbato de la guardia.

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13/10/2011, 00:07
Rowane

Al grito de Dorenne se unió otro, el de Rowane.

Pero en el caso de la drow no fue el alarido desgarrador de alguien a quien están incinerando vivo, lo suyo fue una exclamación corta de sorpresa y dolor por igual. Se llevó repentinamente las manos al rostro y trastabilló cayendo de espaldas hacia atrás puesto que había estado todo el rato en cuclillas.

Los elfos oscuros eran una raza nictálope y por tanto sus ojos eran extremadamente fotosensibles. Aunque Rowane no había tenido más remedio que acostumbrar su vista a la luz diurna debido a que su antiguo amo la hacía ir con él a todas partes para cargarle las cosas y lo había logrado hasta el punto de no caminar medio cegada y con los ojos entornados durante el día, aquello era muy distinto.
El tremendo y repentino fogonazo del rayo de Aimée la había deslumbrado tantísimo que le había resultado hasta doloroso. Ahora veía una inmensa mancha oscura enturbiándole la visión, como un sol negro.

Aunque en realidad ese sólo era un problema más. Puede que no viese las luces de las casas encendiéndose pero el sonido del silbato de la guardia le congeló la sangre en las venas. Tenían que salir corriendo de allí.

Y tenían que hacerlo ya.