Isaac no avanzo, algo no le cuadraba, lo sentía, lo vislumbraba, pero algo le faltaba.
Cuando sintió algo a su costado y volteo justo a tiempo para ver a Juno. Todo su actuar, la cara y el desmayo. Corre a su lado para ayudarla.
- Juno, Juno, me escuchas estas bien que ha pasado algo no está bien. -
Luego escucha como Greta comenta algo como si nada.
Algo no está bien, no es tan normal estos síntomas en los hiper sueño, a arte en su historial no menciona nada de nada, sin embargo, podría ser eso que leí, mierda que hacemos, piensa mientras evalúa que hacer,
Llevarla a la enfermería, Isaac no confía de este lugar, pero la nave no brinda lo necesario como para tratarla.
- Tom, tenemos que llevarla a la enfermería un rato para evaluarla y luego regresarla a la nave para que descanse - mientras lo dice lo mira con una expresión indicándole que algo no está bien y que no confía en esto.
Juno apenas permanecía consciente de lo que la rodeaba, los ojos completamente abiertos, sin realmente ver.
Oía ruidos que su cerebro consciente no lograba procesar ni registrar. El inconsciente.. bueno, eso era otro campo que escapaba a sus conocimientos.
La cara rígida, pálida... realmente llegaba a asustar... El reguero de lágrimas ininterrumpido, parecía fijado en el tiempo sobre sus pálidas mejillas..
Algo se coló como un aguijón en sus incoherentes pensamientos, algo que la asustaba en lo más profundo de su ser.. más aún todavía si cabía esa posibilidad. Un mensaje de otro momento y otro lugar. Algo que le fue pasado al confirmar sus últimos cálculos para el salto:
"Si algo no encaja, confía en tu instinto. No todo lo que vemos es real."
Greta
Su padre seguía negando con la cabeza, cabizbajo, en sus sueños..
Esos ojos que la observaban desde lo más profundo del Universo..
Intentó gritar con todas sus fuerzas..
Tampoco pudo
Tom quedó paralizado durante unos instantes observando el rostro de la mujer que tenía enfrente, mientras Greta sonreía y asentía, aceptando su propuesta. - ¿Pero...es ella? Se parece TANTO - dudó.
Sus ojos observaron a los compañeros de ella, los dos trajes estáticos que la flanqueaban, totalmente quietos como estatuas de hielo que de repente pudieran cobrar vida. Algo no iba bien, algo no funcionaba como debería. Su instinto se lo decía. No se comportaban de forma normal. Ese silencio, esa opacidad.
De repente Greta avanzó hacia Juno y Tom volvió a ser consciente de su entorno de nuevo. Parpadeó unos momentos mientras observó a Juno tendida en el suelo, y como Isaac se agachó a su lado para socorrerla. No sabía qué había pasado, ni porqué. Estaba sorprendido y algo asustado, porqué no admitirlo.
Pero no era un pusilánime, nunca lo había sido, y no iba a empezar ahora. Además, tenía órdenes concretas, que habían empezado mal. Avanzando y agachándose a su vez, no perdió tiempo en pasarle el brazo por debajo de la axila a Juno y hacer un gesto a Isaac para que hiciera lo propio. - No la dejaremos sola Juno, tranquila. Ya pasó. Está en buenas manos. - le susurró a su compañera caída.
Mientras el otro reaccionaba, miró a Greta y pensó. Estaba de acuerdo en que allí pasaba algo extraño, pero no tenían donde refugiarse que no fuera en la base. Si en realidad pasaba algo raro, si se empezaban a mostrar temerosos o incluso hostiles, la tapadera de amabilidad y buena predisposición se acabaría, y no estaban en la mejor situación para eso. Si no pasaba nada, quedarían como unos inútiles, y tampoco quería eso.
No quedaba más remedio que improvisar, confiar en ser capaces de resolver la situación al vuelo. - Claro, tienen razón. - dijo, contestando tanto a Greta como a Isaac. - Muéstrenos el camino a la enfermería. Nosotros la llevaremos. - dijo, comenzando a andar detrás de la mujer rubia. - Quizá todos necesitemos descansar y relajarnos, después de todo. - musitó, como dando su brazo a torcer por la situación. Por supuesto no era así, tenían que cambiar de estrategia y esto era la solución más viable. Adaptarse.
Así había llegado Tom hasta aquí. Tendría que seguir haciéndolo.
El colapso de Juno fue un quiebre en el aire. Un segundo antes, el grupo estaba contenido, tenso pero firme, atrapado en la silenciosa obra de teatro de la llegada con un recibimiento inesperado. Un segundo después, el cuerpo de la ingeniera Juno Park se desplomaba con un susurro sordo sobre el metal, como si algo invisible le hubiera arrancado la conciencia.
Isaac giró al instante, como si su cuerpo hubiese intuido el derrumbe antes que su mente. La expresión de Juno era un mal augurio: rostro pálido, mandíbula rígida, los ojos abiertos sin ver y ese rastro casi espectral de lágrimas trazando surcos en su piel helada.
No. Aquello no era normal. Y cada vez lo era menos.
Ni la disociación, ni el colapso, ni las lágrimas. En ningún informe del hipersueño figuraba algo así. Ningún historial clínico lo anticipaba. La mente racional de Isaac trabajaba a toda velocidad, enlazando síntomas, datos, intuiciones. Algo... algo había leído...
Y mientras su instinto clínico batallaba contra su desconfianza creciente, Isaac levantó la vista hacia Tom, intercambiando con él una mirada clara como el mercurio: esto no está bien.
Tom no necesitó más.
El Capitán Laird reaccionó como quien vuelve de un sueño con un sobresalto. Se sacudió la niebla emocional del rostro, aún con los ecos de la sonrisa de Greta en sus ojos, y se arrodilló al lado de Isaac. Juntos, pasaron los brazos por debajo del cuerpo de Juno, que pesaba como si el alma se le hubiera fugado.
—No la dejaremos sola, Juno. Ya pasó. Estás en buenas manos —susurró Tom, en voz baja, quizás más para sí mismo que para ella.
Cuando alzaron la vista, Greta los observaba con una tranquila compostura. Ni sorprendida, ni alarmada. Solo con una amabilidad inquebrantable que comenzaba a resultar... inquietante.
—Comprendo. Lamentamos mucho que esto ocurra justo al llegar. Acompañadme, por favor. La enfermería está lista. Será atendida como corresponde. —respondió sin titubeos, antes de girarse hacia sus enigmáticos acompañantes—. Por favor, trasladad a la camarada Kowalsky también tal y como indicó el camarada Moreau.
Los trajes sin rostro asintieron al unísono. No habían dicho una sola palabra, pero al moverse, lo hicieron con una precisión casi quirúrgica. Accediendo a la nave actuaron con absoluta coordinación y alzaron el cuerpo inerte de Kowalsky, aún frío por el sueño suspendido para llevarlo junto a Juno a la enfermería.
Tom e Isaac intercambiaron una mirada más. No había opción. Apretaron los dientes y siguieron a Greta hacia la enfermería de la estación Suvalky.
El pasillo hasta la enfermería era largo, silencioso, bañado por luces blancas impolutas que no proyectaban sombra alguna. Cada paso sonaba hueco, como si caminara sobre la piel de algo dormido.
Al llegar, las puertas se abrieron con un susurro mecánico.
La enfermería estaba impecablemente equipada. Muebles blancos curvos, sin ángulos ni aristas. Paneles translúcidos con información médica flotando en sus pantallas. Varios módulos de diagnóstico, dos cápsulas de preservación criónica, una de las cuales se usaría para la preservación del cuerpo de la camarada Kowalsky, y en el centro, una camilla preparada con interfaces de escaneo automático.
Colocaron con sumo cuidado a Juno sobre la camilla. Los sensores comenzaron a emitir pulsos de luz azulados que recorrían su cuerpo. La piel aún estaba tensa, los músculos en alerta, y las lágrimas no dejaban de brotar, aunque sus ojos ya no parpadeaban.
Los acompañantes de Greta, sin una palabra, depositaron el cuerpo de Kowalsky en una cápsula de conservación. El mecanismo se cerró con un sonido húmedo, dejando ver el rostro dormido tras el cristal condensado.
Mientras Isaac hacia por no dejar sola a Juno, Tom se mantenía junto a él, atento, vigilante. Aunque sus ojos no dejaban de buscar los reflejos —en los cristales, en los monitores, en los visores oscuros— esperando el más mínimo movimiento fuera de lugar.
Detrás de ellos, Greta observaba en silencio. La rubia se acercó un paso y, sin dejar de sonreír, habló en un tono amable:
—Tom… cuando todo esto se calme, me encantaría verte a solas. En el salón recreativo. Dentro de una hora. —su tono era suave, casi íntimo, pero cargado de un peso extraño, como si la frase hubiese sido ensayada muchas veces. —Seguro que el camarada Moreau puede atender a Juno.
Acto seguido, se volvió hacia los dos—. Mientras tanto, sois libres de recorrer la estación a vuestro gusto. Tenéis acceso completo al sector de habitaciones, recreación, observación... sentiros como en casa.
Greta indicó de esta forma también qué habitaciones serían preparadas para todos, incluida Juno cuando despertara.
Y con eso, Greta se giró con fluidez y se alejó por el mismo pasillo por donde habían llegado, los dos trajes oscuros siguiéndola con pasos silenciosos.
El zumbido constante de la estación volvió a adueñarse del aire. Y aunque todo parecía ahora estable… El mal presentimiento que de alguna forma todos sentían no se había ido.
FIN DE LA ESCENA
Juno está más bien en estado catatónico y salvo las pesadillas que estén teniendo lugar en su mente, si ese es el caso, poco más puede comunicar de forma activa con vosotros. Isaac, haciendo una tirada de MEDICINA quizás podrías hacerle un reconocimiento e intentar reanimarla.
Así acabamos esta escena y podéis postear ya en la que he abierto: "Segunda Parte: Estación Suvalky".
En el principio, no había luz. Solo un zumbido húmedo, como el eco de una máquina vieja… latiendo dentro de otra más grande. Luego vinieron los pasos. Uno. Otro. Uno y otro más. No eran suyos.
Juno estaba caminando por un corredor demasiado largo, demasiado curvo. Como el interior de una espiral. Las paredes transpiraban condensación, pero al tocarlas… sus dedos se hundían como si rozaran piel húmeda.
El pasillo se iluminó a su paso, no con luces… sino con pupilas. Cientos. Miles. Ojos abiertos incrustados en las paredes, que la observaban en silencio. Algunos parpadeaban al unísono. Otros solo la seguían.
Y entonces, su voz.
—Juno. Pequeña. ¿Por qué has vuelto?
Se giró. Su padre estaba ahí. De pie. Pero más viejo. Mucho más. Demasiado.
Llevaba el mismo uniforme de servicio con el que había desaparecido años atrás. El de la CNV Gagarin.
La insignia colgaba torcida. La mirada baja. La piel pálida, como si nunca hubiese salido del hipersueño.
—No puedes confiar en los reflejos, cariño. Ya no. —murmuró él, sin alzar la vista.
—¿Papá…? ¿Dónde estás? ¿Dónde estoy yo?
Pero él no respondió.
En cambio, se giró lentamente, señalando un ventanal circular a su lado.
Al otro lado del cristal…
…naves.
Decenas. Centenares.
Flotando en la penumbra de un abismo. Algunas a la deriva. Otras incrustadas en una estructura que no era del todo natural.
Como si una colonia las hubiese absorbido, integrándolas a un cuerpo común.
Y entre los huecos de las naves… movimiento. Retorcido. Lento. Orgánico.
Ella no podía ver bien qué era, pero algo reptaba entre los restos, conectando cabinas muertas, devorando los fragmentos de historia y humanidad.
—No escuches sus palabras —susurró su padre, ahora a su espalda, tan cerca que sintió el aliento frío en la nuca.
Cuando volvió a girarse, ya no estaba.
Solo quedaba el uniforme vacío, suspendido en el aire como colgado de un cuerpo invisible.
Y los ojos en las paredes habían comenzado a llorar.
Entonces escuchó una voz familiar. Femenina. Suave.
Demasiado suave.
—“Tu mente necesita descanso, Juno. Todo esto es parte de la adaptación. Pronto volverás a sentirte… tú misma. Todos te queremos.”
Era la voz de Greta. Pero la voz… no tenía peso. No tenía lugar. Era como si le hablara desde dentro de sus propios huesos.
Intentó gritar. Gritar para salir. Gritar para volver. Pero no pudo. Su boca no estaba.
Y justo antes de que el vacío se cerrara, justo antes de despertar, una última imagen se grabó a fuego en su mente:
Una mariposa negra atrapada en un panel de luz artificial, aleteando desesperada… hasta que una mano blanca, de dedos demasiado largos, la aplastó suavemente contra el cristal.
Cuando despiertes, más allá de un profundo desasosiego, no recordarás los detalles de esta pesadilla, aunque creas que de alguna forma algo está mal, muy mal, con este sitio.