El frío repentino fue lo primero que notó Tom, que no era a causa de la temperatura exterior, si no una reacción de su propio cuerpo a las palabras de Greta, una reacción que le recorrió de arriba a abajo. Las lágrimas de ella no le afectaron como la criatura pensaba, si no todo lo contrario, en lugar de pena, sentía un rechazo creciente, un asco y una repulsa que hicieron que el olor a moho y óxido - ¿restos de sangre? - se le clavaran en la garganta, dándole ganas de escupir o incluso vomitar, pero se contuvo. La miró a los ojos mientras ella se desvanecía. O mejor dicho, el recuerdo de la mujer que una vez amó, el recuerdo del que "eso" se había aprovechado para hacer que él bajara la guardia y se entregara.
Aquella cosa pretendía darles lástima, que sintieran arrepentimiento o culpabilidad. - ¡Qué errada estas, criatura! - pensó. En el mismo momento que descubrieron que estaban a merced de un ente alienígena que, posiblemente, se estaba alimentando de ellos, el desenlace estaba marcado a fuego, el destino estaba claro. El ser humano era curioso por naturaleza, independiente y tenaz. Habían mil variables, dependiendo de muchos factores. Genético, social, aprendizaje, traumas...pero la media, así era. Y Tom sobresalía en esa media, sobre todo en lo de tenaz. Y desde luego, no se iba a dejar comer sin pelear.
Sus ojos se acostumbraron, no sin mostrar asombro y perplejidad, a lo que les estaba siendo mostrado. Intentó absorber toda la información posible, y se tanteó brazos, manos, piernas y demás partes de su cuerpo para asegurarse que estaba entero. - ¿Qué dice, Camarada Moreau? No quiero oír ese derrotismo en su voz. Saldremos de esta, recuerde que se lo he prometido. Encontremos a Juno, y salgamos de aquí. - le contestó con firmeza. No conseguía ubicar el sitio donde estaba. Tampoco parecía poder moverse bien.
Y entonces, todo se fundió en negro.