Al principio no recuerdan quiénes son. Solo está la negrura, húmeda y tibia, pegada a sus párpados como si intentara impedirles despertar. Un murmullo insectoide los rodea, un cri… cri… cri… diminuto y constante, como decenas de patas arañando metal, como uñas débiles queriendo salir de algún lugar demasiado estrecho.
Cuando finalmente los ojos se abren, no lo hacen del todo; se entreabren como si el simple acto de mirar fuera un esfuerzo descomunal. La penumbra que los recibe parece una criatura en sí misma. No es estática. Se mueve, respira, palpita. Un vapor cálido impregna el aire, invadiendo la garganta con un sabor ferroso, denso, difícil de tragar.
Intentan incorporarse, pero algo los sujeta. Al bajar la vista —lentamente, porque el cuello apenas responde— distinguen las fibras orgánicas, húmedas, tensas, que los envuelven como a insectos atrapados en una telaraña viva. Se sienten pegados a ellas, como si tuvieran vida propia, como si cada una de esas hebras supiera exactamente dónde apretarlos para impedir su libertad. Son cálidas al tacto. Demasiado cálidas.
El sonido del lugar es un rumor continuo de humedad, de respiración contenida, de vida. El suelo, el techo… nada es sólido. Todo tiene un brillo viscoso, perlado, que late a un ritmo irregular, como si una enorme criatura estuviera durmiendo alrededor de ellos, soñándolos.
Entonces se ven unos a otros.
El primero en enfocar reconoce un rostro que debería ser familiar, y sin embargo es casi irreconocible: hundido, pálido, con una barba larga y desigual, la piel tensada sobre los huesos como un pergamino a punto de romperse. Los ojos hundidos, rojos. Las mejillas marcadas. La respiración débil. Después ven otro rostro igual de demacrado. Otro cuerpo igual de consumido. Pelo sucio, apelmazado, piel cubierta de un sudor frío que brilla a la tenue luz orgánica del lugar.
Parece que hubieran estado allí semanas. Meses... ¿Siglos?. Pero no recuerdan haber dormido tanto. No recuerdan nada de ese tiempo, solo fragmentos, voces dulces, un rostro amable que ahora parece tan ajeno como un sueño febril. Y un sentimiento que los golpea de pronto: lo vivido hasta ahora… no era real. Hay una grieta en la memoria, un hueco donde el engaño se escurre como una sombra.
Al mover una mano, la fibra se tensa y cruje. El sonido despierta otro más profundo en la oscuridad, como si algo hubiera abierto un ojo, alerta. El cri-cri-cri se intensifica, arrastrándose por los rincones invisibles, acercándose, explorando. Un goteo espeso cae desde algún lugar sobre sus hombros, sobre sus frentes: caliente, salado, como el aliento de una bestia enferma.
A medida que la mente vuelve, lentamente, dolorosamente, recuerdan las últimas palabras de ella. De Greta.
"Esto es lo que habéis elegido. Habéis elegido despertar."
El pensamiento se clava como una aguja helada.
Respiran agitadamente, pero sus pulmones están débiles, oxidados por un aire que no debería estar respirándose. El corazón late con un esfuerzo casi audible. Los músculos tiemblan cuando intentan liberarse, como si llevaran generaciones sin moverse. La vista se nubla, oscila, se retuerce, como si estuvieran viendo el mundo desde el fondo de una garganta monstruosa.
Y entonces lo comprenden —con una lucidez que no pidieron, que no desean—:
No han despertado en un lugar desconocido.
Han despertado del sueño donde habían sido felices.
Del sueño donde Greta los quería.
Del sueño donde no estaban muriendo.
Esta es la realidad.
Sofocante.
Hambrienta.
Observándolos.
La nave está ahí, en algún lugar bajo la masa palpitante que la envuelve, asfixiada igual que ellos. Cada fibra es un dedo. Cada gota un latido. Cada sonido una advertencia.
Y lo que sea que habita esta oscuridad viscosa no los ha despertado para liberarlos.
Los ha despertado porque quiere que estén conscientes.
Porque quiere sentirlos luchar.
Porque quiere saborearlos mientras aún saben que están vivos.
El cri-cri-cri resuena de nuevo, más cerca, demasiado cerca.
La telaraña se estrecha.
Y la verdadera Suvalky… respira. Y algo se acerca...

Bueno, bueno, bueno... así por lo pronto ante el shock me vais a tirar todos a terror: 1D6+puntos de estrés. También, vuestra FORTALEZA y AGILIDAD ha bajado a la mitad de lo que tuvierais inicialmente.
El dolor es casi insoportable. Todos los músculos del cuerpo estaban chillando de dolor, se sentía casi letárgico, pero su voluntad era más fuerte, a pesar de todo, conseguía luchar contra esa sensación de querer volver a dormir, de dejarse ir. Le costaba respirar, no podía abrir bien los ojos, era como si hubieran estado en coma durante semanas, meses. Levantó la cabeza poco a poco, con un esfuerzo enorme, al tercer intento. Los rostros que vio le acojonaron por primera vez en bastante tiempo.
Aquellos rostros hablaban de tiempo. Tiempo sin moverse. Tiempo sin saber nada, sin sentir. Siendo consumidos. Siendo devorados. En vida.
No se dio cuenta de que estaba oyendo un sonido extraño hasta que lo escuchó. Eran como uñas golpeando cristal, como algo intentando llegar hasta él. Algo que se había percatado de su despertar. Aquello no estaba bien. - Don....do... - trató de articular. La garganta estaba seca, sentía la lengua hinchada, como un trapo, le costaba tragar. - Juno. - consiguió decir. - Moreau. - el titánico esfuerzo de decir esas dos palabras, esos dos nombres, le dejaron sin aliento. Aquellas cosas que sentía alrededor de su cuerpo, esas telarañas calientes y vivas comenzaron a molestarle cada vez más. En su mente se fijó la idea de que le estaban succionando la sangre, o algo peor. Notó como su respiración se aceleraba, como sus nervios, su mente, empezaba a formar fantasmas, a hacer que las sombras parecieran otras cosas, monstruos sin rostro. - No. El miedo mata la mente. Un pie, mueve un pie, los dedos, luego el tobillo, poco a poco. Trabaja un lado, luego el otro. Vamos Tom. Tú puedes. - con esfuerzo concentró su voluntad en mover un pie, los dedos, el tobillo.
Poco a poco, comenzó a recuperar el movimiento, aunque mil agujas recorrían su piel por dentro. - Eso es bueno, significa que aún estás vivo, idiota. Sigue. ¡SIGUE! - se dijo a sí mismo, intentando moverse cada vez más.
Motivo: Terror
Tirada: 1d6
Resultado: 1(+3)=4 [1]
Despertar del sueño, despertar a la realidad, el terror el sonido.
Luego de pasar una eternidad logro entender donde estaba
La verdad, logro pensar. La maldita verdad
Escucho unas palabras.
-Tom- logro pronuciar con un terrro en la mirada, el sonido de las patas acerandose. -Donde esta Greta, que paso-
Motivo: Terror
Tirada: 1d6
Resultado: 2(+3)=5 [2]
Perdón por lo corto, dias de m
Juno, cuando fue consciente de lo que la rodeaba, intentó gritar.. con inútil resultado.. Greta no solo se había reído de elos, había jugado con estos pobres idiotas como había querido.. Y ella, tan inteligente como se creía, ni lo había visto venir. No sabía que era lo peor.
- Tom!! Isaac!! Qué...?? - Acertó a gritar con una voz ronca que apenas pido reconocer como suya, una vez fue capaz de volver a ser dueña de su misma.. bueno, tan dueña como podía llegar a caber en semejante situación.
Ese maldito sonido la estaba poniendo de los nervios. Tenía que salir de allí. Empezó por retorcerse un poco, a ver cómo se fuerte estaba agarrada; tal vez incluso descubriera algún pinto más débil donde ejercer el momento adecuado...
Motivo: Terro
Tirada: 1d6
Resultado: 1(+4)=5 [1]
El cri-cri-cri regresó. Más fuerte. Más cercano.
Tom levantó la cabeza, y por un instante deseó no haberlo hecho.
La pared frente a ellos se abrió… no como una puerta, sino como una herida. La carne orgánica se separó con un ruido de ventosas rompiéndose, dejando caer filamentos húmedos que se retorcían antes de pudrirse en el aire. De aquel boquete oscuro emergió algo sin nombre que no tenía derecho a existir, algo demasiado obsceno y grande para habitar aquel espacio y demasiado antiguo para tener forma coherente en cualquier dimensión.
Una sombra primero.
Luego las patas.
Seis… ocho… doce… era imposible contarlas. Se movían en ángulos imposibles, quebrados, como si cada articulación hubiera sido diseñada para torturar la vista. Las extremidades raspaban la superficie blanda del suelo con un sonido que perforaba el oído, una mezcla entre metal roto y uñas sobre cristal.
El cuerpo —si podía llamarse cuerpo— ocupaba toda la habitación con solo entrar un poco más. Hinchado, palpitante, cubierto de segmentos translúcidos donde podían verse sombras agitándose, como cuerpos atrapados, moviéndose débilmente en su interior. De su torso colgaban restos secos, exoesqueletos vacíos, quizá otras víctimas antaño atrapadas en la misma ilusión amable que Greta había tejido para ellos.
Cuando la criatura inclinó la cabeza hacia ellos —una cabeza sin cara que era solo un amasijo de ojos negros, húmedos y sin pupila—, los tres sintieron cómo una ola de frío les atravesaba la columna vertebral.
La voz llegó entonces.
No por los oídos.
Por dentro.
Por detrás del pensamiento.
Un susurro hecho de vacío, que no vibraba en el aire sino en el alma.
«Pequeños caminantes… ya habéis despertado… Qué dulce ha sido observaros soñar.»
Juno intentó retroceder, pero sus piernas no atendían a órdenes. Tom sintió que su respiración se cortaba, como si manos invisibles le apretaran la garganta. Isaac sintió cómo latía su propio corazón contra las costillas, demasiado rápido, demasiado débil.
«Soy la Doncella de la Voz Vacía… guardiana de los pasos perdidos… la tejedora de los refugios donde los mortales olvidados encuentran un final dulce…»
Una de las patas se clavó en el suelo a centímetros de ellos. La carne del suelo se abrió alrededor del impacto, supurando un líquido espeso que olía a metal oxidado.
«Todos los que llegan aquí se convierten en compañía… en ecos que me acunan en el silencio del cosmos… Vuestra nave duerme… como tantas otras… y vosotros… pequeños… frágiles… ya empezabais a ser parte de mí.»
Un segundo latido retumbó en las paredes. Esta vez, al ritmo del corazón de la criatura.
Tom sintió cómo su mente se doblaba, cómo las imágenes de Greta, la estación, la ilusión… se mezclaban con visiones de cuerpos atrapados, consumidos lentamente por siglos, como la camarada Kowalsky, en la que no habían reparado pero que yacía como un esqueleto a su lado. Isaac sintió su cordura resquebrajarse como cristal fino. Juno vio, por un instante, algo peor: un futuro interminable, un tiempo absoluto, viviendo dentro de esa telaraña orgánica, consciente pero incapaz de morir del todo.
«No temáis… Seguiréis conmigo. Todos seguís conmigo. Para siempre. Yo... os... amo.»
La criatura se inclinó aún más. Los ojos sin vida parpadeaban, todos a destiempo, todos fijos en ellos.
El terror fue demasiado.
Demasiado profundo.
Demasiado antiguo.
El mundo se torció. El suelo respiró. Los muros se cerraron.
Y uno por uno, sus mentes cedieron, incapaces de sostener la imagen de aquello que no debía ser visto.
Primero Isaac. Luego Juno.
Tom resistió un segundo más.
Solo para escuchar la última palabra que la criatura dejó caer como un beso de despedida:
«Descansad.»
Y entonces la oscuridad los reclamó por completo.

Fundido a negro... pero aún queda algo más... algo más terrible aún si cabe.
Podríais decir que no os estoy dando oportunidad de actuar contra... "ello"... pero es que... ante el horror que contempláis no hay salvación posible, ni aunque la atacarais podríais matarla ni mucho menos huir de aquí. Lo más piadoso es que tras la caída del frágil velo que ocultaba una realidad tan horrible los muros de vuestra propia cordura se derrumben con un fundido al negro.
Aún así, antes del que será mi último post, querría que también vosotros postearais no tanto sobre el horror indescriptible que sentís al ver a esa cosa (Tom, tío, te follaste a eso...), que también, si no como ese abandono a la negrura os devora... y qué veis en él, para quien es vuestro último pensamiento, o qué visión tenéis... ¿el padre de Juno? ¿la hermana de Isaac? o... ¿la verdadera Greta...?
La visión de esa araña gigante, de esa cosa deforme y monstruosa, le dejó clavado en el sitio, con la boca abierta e incapaz de moverse, incapaz de articular un sonio o un pensamiento coherente. Durante un tiempo indefinido solo fue capaz de contemplar aquello con una mezcla de repulsa intensa, asco, terror y fascinación morbosa, mientras su mente trataba de encajar que él se había entregado sexualmente a "eso". Era obvio que había sido una ensoñación, y que no hubo acto sexual como tal, si no un intercambio de pensamientos, sensaciones y sentimientos muy intensos. Se sintió perplejo de no sentir odio asesino, o al menos, no hasta ahora.
La criatura los violó de nuevo, introduciéndose en lo más profundo de su mente para comunicarse con ellos sin posibilidad de acallarla o rechazarla. Tom se sintió muy sucio, y algo se rompió dentro de él. Recordó a Greta, a antiguos compañeros, la nave, situaciones de combate espacial, el puente en llamas, una carrera en un bosque alienígena con extrañas ramas queriendo adherirse en su piel, que eran esos filamentos que surgían de aquellas paredes orgánicas, la voz de esa criatura invadiéndole, llegando a todos sus rincones, captando todos sus pensamientos y recuerdos, sin dejar ninguno, sin darle la paz de la intimidad, y eso lo quebró, el saber que no había salida, el comprender definitivamente que no iban a salir de allí, pese a todas las promesas, intenciones, bravatas y voluntades. - Es el fin. Se acabó. - logró hilvanar.
Se percató que de sus resecos ojos caían lágrimas a raudales, quizá sus últimas reservas, y que su cuerpo, su pecho, convulsionaba al ritmo de unos hipidos incontrolables, de pesar, de lástima, de pena por lo inevitable. Era una última manifestación de su voluntad combativa, el último resquicio, el postrero empujón moribundo de su yo, negándose a morir sin luchar.
Le faltaba el aire, su vista se bloqueaba, no conseguía ver casi nada ya, ni qué decir tiene que toda su fuerza vital estaba concentrada en mantenerse despierto, en ver un poco más, en respirar una vez tras otra, su cuerpo ya no respondía, al parecer, se había rendido ya hacía rato a lo evidente, era su mente el último bastión de Tom, del verdadero Tom.
Y desde su atalaya vio como Greta, la verdadera Greta, se acercaba a él, le cogía la mano con esa sonrisa tan suya y andaban juntos hacia la oscuridad.
Con esa última sensación de amor, de seguridad, dejó de ser.
El Horror golpeó a Juno con una fuerza tal que si un simple mortal pudiera ostentarla, podría ser capaz de proezas tales como mover montañas sin apenas esfuerzo. Esa.. criatura.. Greta, era algo que escapaba al raciocinio y, siendo Junio como era, aquello fue lo que con más fuerza la golpeó,; los fluidos que su cuerpo soltaba no sólo eran piro terror, sino los restos de su cordura, ya que todo había dejado de tener sentido.
Jamás tuvieron la más mínima oportunidad, Greta jugó con ellos, manipuló su mente, su ser, como quiso, a su antojo. Todo lo vivido había sido una mentira fruto de la manipulación de esa entidad.
No había esperanza para ella, todo lo que ha Ia soñado, lo que había sido, por lo que había luchado y se había esforzado.. había quedado en eso, material de despensa de una entidad cósmica.
Juno, por primera vez en su vida, se rindió, dejó de luchar,permitiendo que la oscuridad la alcanzara.. Si, había alguien esperándola.. - Papá!!?? - Consiguió articular. - También te atrapó? - En el fondo, sabía que estaba viviendo una mentira, Greta se encargaba de todo.. pero que demonios!! Se rindió del todo, abrazó a su padre y dejó que la oscuridad se hiciera con ellos....
El cri cri volvió a llenar sus oídos, sin embargo, no era eso lo que lo llenaba de terror. Algo más venia con ella y no era el grotesco cuerpo, si se podía llamar así.
Era una sensación de vacío, Isaac no le temía a la muerte, pero la soledad y el vacío eran diferentes.
-Despertar, amor- titubeo cuando la criatura se comunicó con él.
Escucho o sintió lo que le conto de ese ser y una sonrisa se fue formando en la cara de Isaac.
-Ja ja ja ja- empezó a reírse como loco. Una rabia se empezó a apoderar de él
-Maldita seas, no te vamos a dar el gusto- grito mientras la rabia en un instante cambiaba por otra cosa, algo mas hizo cambiar la rabia por otra sensación. ¿Era miedo, era terror?
Luego, una duda que dolía más que cualquier otra cosa se apodero de él. Esta maldita criatura aun jugaba con ellos. Y si no había pasado tanto tiempo como ella les quiso hacer creer, si todo era parte de su plan para no extrañar a sus seres queridos, pensó con desesperación.
El terror volvió a adueñarse de sus pensamientos, la negrura empezó a colarse por todo el cuerpo.
-Sorella, finalmente saremo insieme ai nostri genitori. Ti mando un bacio, ti voglio tanto bene. Ho fatto tutto il possibile. Mi dispiace-
La última imagen que vuestros ojos alcanzan a percibir es la del colosal ser arácnido inclinándose sobre vosotros, su sombra engulléndolo todo mientras su voz —esa voz que no proviene del aire, sino del interior mismo de vuestros huesos— susurra:
«No tengáis miedo…
No estoy aquí para quitaros la vida.
Estoy aquí para daros algo que los mortales anheláis desesperadamente:
un propósito eterno.»
Luego, el fundido a negro.
El vacío.
La nada.
La dulce y profunda inconsciencia devora los últimos restos de vuestra cordura, de vuestros recuerdos, de vuestro yo. Se diluye el miedo, la angustia, la idea misma de que algo os ha atrapado. La Doncella de la Voz Vacía —ese avatar del Caos Reptante— recoge con delicadeza las hebras de vuestra mente, las aplasta, las pliega, las amasa… y las deja limpias, lisas, intactas.
Un nuevo comienzo exige un alma sin cicatrices.
Y así, flotáis.
En un sueño sin sueños.
…
…
Lejano.
Persistente.*
La Kamarov tiembla suavemente. El motor todavía está caliente, aún delirando del salto que habéis hecho. Todo parece… lento. Como si el tiempo acabara de recomponerse tras haber estado ligeramente roto.
Vuestras consciencias regresan como náufragos arrastrados por la marea.
Uno a uno, despertáis en vuestras literas de emergencia, sudados, aturdidos, con un leve dolor de cabeza y la vaga sensación de que habéis dormido demasiado. No recordáis haber soñado nada. Ni un detalle. Ni una imagen.
La pantalla de comunicaciones parpadea.
SEÑAL DE SOCORRO DETECTADA
ORIGEN: ESTACIÓN SUVALKY
ESTADO: ABANDONADA / INACTIVA
PRIORIDAD: ALTA
Tom, como siempre, es el primero en incorporarse. Se pasa la mano por el rostro, como si intentara arrancarse un peso invisible de encima. No sabe por qué, pero siente un leve temblor en el corazón, como una premonición olvidada al instante.
—¿Todos bien? —pregunta con voz ronca.
Asentís. Algo dentro de vosotros os dice que no estáis del todo bien, pero no sabríais decir por qué. No existe ninguna prueba, ninguna memoria, ninguna herida que lo demuestre.
La estación Suvalky aparece en los sensores, emergiendo de la negrura como una silueta herida, con sus módulos apagados, sus brazos extendidos hacia el vacío.
Acopláis la nave.
El sonido de los anclajes magnéticos.
El crujido metálico de la esclusa alineándose.
El silencio que sigue.
Todo igual.
Todo idéntico.
Todo inevitable... aunque no lo sabéis.
Al abrir las compuertas interiores, la iluminación tenue del pasillo de recepción os espera. Las luces parpadean. Un leve vapor se arremolina alrededor del suelo.
Y allí está ella.
Justo donde estuvo la primera vez.
La misma postura.
El mismo traje espacial.
El mismo casco aún abrochado.
De pie, inmóvil, como si hubiese estado aguardando vuestra llegada durante siglos.
Da un paso hacia adelante, despacio, con una rigidez apenas perceptible. Extiende una mano —un gesto demasiado humano para ser casual, demasiado calculado para ser espontáneo— e inclina la cabeza.
El casco se abre con un chiissss suave.
El visor se eleva.
El aire frío que escapa huele a ozono y a algo… dulce.
Greta aparece ante vosotros exactamente como en el recuerdo que ya no tenéis.
Su rostro iluminado por la luz parpadeante.
Sus ojos cálidos, casi húmedos.
La expresión entre alivio y cansancio, como si por fin se hubiese quitado un peso del alma.
Tom se queda petrificado, igual que aquella vez.
—…Greta… —susurra con la misma incredulidad, el mismo temblor.
Ella sonríe.
Una sonrisa perfecta.
La misma sonrisa.
—Tranquilos… —dice con una voz suave, quebrada en las mismas sílabas que en vuestra primera iteración—. Ya estáis a salvo. Ya no estáis solos.
Con el eco de un corazón abismal latiendo detrás de la estación, todo vuelve a empezar.
La señal de socorro.
El atraque.
El primer encuentro.
La sonrisa.
El ciclo perfecto.
El ciclo inquebrantable, eterno.
La estación Suvalky os abre los brazos.
La Doncella de la Voz Vacía sonríe desde alguna parte detrás de los muros. O dentro de vosotros.
Y así, sin saber que ya lo vivisteis,
sin saber cuántas veces lo habéis vivido,
sin saber si algún día lo recordaréis o acabará…
La pesadilla eterna vuelve a comenzar.
FIN DE AD FINEM STELLARUM
Eterno retorno. Una pesadilla cíclica eterna que se reinicia cada vez que conseguís despertar. ¿No es acaso esto más aterrador que la propia muerte?