Partida Rol por web

-¡Claro, hijo! Acerquémonos a implorar la ayuda de San Lorenzo, a quien el nuestro Señor mostralle a mantener la entereça mientras lo martirizaban sobre brasas. -

El monje te sigue con el misal en mano, mientras sus hermanos se quedan atrás tras dejar de cantar. Una cierta expectación se percibe en la gente que ha reparado en el súbito silencio y en tu maniobra. Y eso te permite abrirte paso de vuelta hasta los conjuradores sin problemas. Es entonces cuando ves cómo Zacarías, el hombre que conducía el carro con los conjuradores, está a punto de entregar un yerro al rojo, que agarra con unas tenazas, a uno de tus antiguos compañeros. 

Mientras te acercas con barra incandescente, oyes un murmullo creciente que crece por tu derecha. Algo ocurre. 

Al frente los cuatro religiosos que te acompañaban te miran. 

El fraile baja la mirada y se pone a rezar con apremio. 

El religioso grandullón mira nervioso alternativamente a la barra irisada, y hacía tu derecha, de dónde provienen los murmullos.

El más joven parece desconcertado, pero no pierde la sonrisa y mira alrededor y a sus compañeros. 

Y el que parece otro fraile, sonríe, pero de forma extraña. Ha empapado de sudor su sallo. 

Oís cómo un murmullo crece por la derecha, por donde se fue Nuño. Algo ocurre de ese lado. Véis como entre la gente se acerca Nuño seguido de un monje anciano de los que estaba cantando en la puerta de la catedral. 

Notas cómo Diego te tira del brazo, con la mirada fija en el brasero, pero algo llama tu atención desde el podio de las autoridades. Obispo y el noble que estaba sentado bajo el pendón de los lobos parecen intercambiar unas palabras. Después el caballero hace un gesto con la mano al hombre calvo que está a su espalda, y este acerca el oído. Fijando la mirada al centro de la plaza, se retira por detrás del podio y baja del mismo, para perderse entre la multitud. 

Sin detenerme en mi camino, miro hacia el murmullo que escucho a mi derecha. Al volver la mirada hacia adelante veo a los cuatro religiosos y, por alguna extraña razón que no consigo comprender, me dirijo directamente al más grandote de ellos para que sea el que comience.

- Gracias - le dije al monje más anciano cuando dijo que me acompañaba.

Me giré para volver al brasero y vi que el carretero se acercaba a los hermanos con el yerro candente. Estaba aun un poco lejos y la gente dividía su mirada expectante entre nosotros porque los monjes estaban en silencio y el brasero donde parecía que empezaba la ordalia. 

- Deprisa, es importante que nos apuremos - apremie al monje mientras avanzaba rápidamente hacia el brasero - ¿podemos empezar la oración? Sería bueno bendecirlos antes de que empezará la prueba -

Esperaba que el monje consiguiera lo que no pudieron Fray Tomás y Froilan y consiguiera el tiempo suficiente para llegar hasta ellos.

Horrorizada por lo que se les va a hacer a esos pobres hombres sigo el consejo de Diego -Si, mejor retirarnos de la primera fila donde estamos muy expuestos- digo a diego para hacerle entender que estoy de acuerdo con sus temores

Busquemos un sitio en la plaza mas retirado desde el que podamos ver todo lo que pasa desde la distancia

Diego y yo nos separamos lentamente del carro dejando la primera fila para otros con mas interés en aquestos rituales. Allí dejamos al pobre Zacarias bajando del carro et con unas tenazas en la mano dispuesto a tomar una brasa ardientes et depositarlas en las manos de aquellos hombres. El revuelo en la plaza es importante y hay gente que va y viene por todos los sitios

Aqui esta pasando mas de lo que parece a primera vista, que no es poco -Pienso mientras sigo la estela de Diego que se mueve entre las gentes

- ¡Esperad! ¡Allí!-

Señala Froilán a la derecha, hacia donde mirabas. Y al volver la mirada vesa a  Nuño, el extraño peregrino, abrir una brecha entre los mirones de la primera fila y aparecer seguido de un monje anciano que lleva un pergamino en la misma mano en la que sujeta un rosario. 

-¡Padre!, ¡en buena ora acudiérais, pues mi alma necessita rezos para agarrar con fuerza aqueste yerro candente! - Implora Froilán.

La guardia no reacciona, puesto que miran al aguacil, para saber que facer. 

...Pero antes de que el aguacil tenga tiempo de decir nada y su tropa reaccionar, el monje avanza entre la guardia para acercarse a Froilán y darle la mano. 

- Señor, Padre que estás en la alto, dad a tus fillos coraje para...-

Froilán hace ademán de coger de las manos el pergamino del monje. Y de paso alejarlas de la barra al rojo vivo.

- Hermano, ¿que lleváis entre las manos, acaso es un misal con oraciones?-

En primera fila se ha colocado también el soldado que acompaña al caballero del blasón de los lobos. Vestido de negro, y de imponente altura, su cabeza afeitada sobresale entre los lugareños. Y en en su cara se dibuja una mueca, que parece una sonrisa. 

Don Matías, repara en el y se acerca a hablarle desde abajo. Él le escucha, pero fija la vista en Zacarías y Froilán. 

Conseguimos acercarnos a los hermanos y Froilan al vernos, intento ayudarme. Se acerco al monje, que empezó a rezar sin darle tiempo al guardia a interrumpirle.

- Gracias hermano - le susurre y comencé a rezar con él.

Cuando Froilan intento tomar el misal del monje, disimuladamente intente entregarle el ungüento. Aunque era algo difícil ya que el guardia no nos quitaba ojo de encima.

El monje se pone de espaldas haciendo ademán de mostrar el misal a Froilán, interponiéndose entre tú y él. No consigues coger más que un borde del misal que ahora agarráis los tres. 

Ves que el aguacil se aproxima. 

-¡Basta ya de zarandajas! ¡ Verdu.. Zacarías, cumplid con vuestra encomienda!-  Grita el alguacil, coreado por el público, que se impacienta.Se empieza a oír un murmullo que acaba con la expectación silenciosa que reinaba.

-¿Quién sois vos?- El aguacil toma impulso mientras se acerca y empuja a Nuño con las dos manos abiertas -¡Fuera!-

Justo en ese momento, Zacarías se dispone a darle la barra ardiente a Froilán, pero Froilán está perdiendo los nervios y, en lugar de tomarla con las manos, las junta implorando y cae de rodillas. 

-¡Mi señor! Non puedo coger aqueste yerro, pues en pecado me hallo, más aquel a quien empujáis de malas maneras es tan conjurador como nosotros, puesto que el camino seguía. ¡Él cogerá el yerro!-  

Y señala a Nuño, con un dedo acusador y tembloroso. El aguacil mirándo a un lado cierra las palmas de sus manos agarrándole por el pecho, y comienza a tirar hacía atrás dando un empujón al pobre anciano monje que está perplejo.

-¡Acabemos!-