Partida Rol por web

Josemi está centrado en la anciana. No parece atender mucho a los demás, tras observar con rapidez que el adolescente solo parece contusionado, pero sin riesgo urgente. Sin embargo esa mujer... Pero sin material ni medicamentos poco puede hacer.

Cuando Gero y Jose Antonio se acercan, observa un segundo a la chica. "Un esguince lo más probable" piensa.

- Si puede ayudar a la chica, se lo agradecería - le responde al sacerdote. Atender un esguince es algo de lo que podrá ocuparse, mientras Josemi piensa que hacer...

Está sentado al lado del hombre de barba, que charla con el chico que les acompañaba. En ese momento, la chica de pelo rizoso, la que le ha ayudado a trasladar a la anciana le dice algo. Parece que le da las gracias.

André esboza una sonrisa agotada y levanta la mano, mostrando el pulgar en señal de OK. 

El grupo parece estar hablando precisamente de lo mismo que os preguntáis la mayoría. ¿De donde viene la música? Y, por supuesto, de encontrar un teléfono. Al preguntar alguno en voz alta, un par de ellos se ponen en pie y se vuelven hacia vosotros.

- Creo que será mejor buscar un teléfono cuanto antes. Y un botiquín. En recepción deberían tener un teléfono o algo - sugiere.

Y luego mira al resto.

- Si hay música igual hay alguien. Parece venir de otra planta. ¿Me acompaña alguien?

Sabe que está a punto de vomitar, está derrengado, pero ni de coña dejará que vaya una tía sola y se quede él ahí. Así que levanta la mano.

- Voy, voy...

La conversación del grupo giraba en torno a la extraña música que parecía provenir del interior del edificio.  No sabría decir el título ni quién la compuso, pero Marina reconocía que era una melodía familiar para ella. Le sonaba haberla escuchado muchas veces en películas, televisión y similares. Sin embargo, eso ahora mismo es lo de menos.

Una joven pregunta por el joven que Alejandro había encontrado y Marina responde alzando la voz aún arrebujada en el rincón.

-Ese chico estaba en un coche en medio de la nieve. Debe haber tenido un accidente o algo ha pasado, porque el coche estaba completamente partido en dos, pero no vimos a nadie más. Parece que solo está inconsciente, tuvimos suerte de encontrarle... Y de poder traerlo hasta aquí...

La mirada agradecida de Marina se posa en Edu y Alejandro. Sin ellos, no sabe qué habría podido ocurrir. O sí, pero no quería pensar en ello.

La música seguía como telón de fondo mientras las distintas conversaciones se sucedían en el lugar y, cuando comienzan a surgir voluntarios para buscar la recepción del edificio y ponerse en marcha, Marina aprovecha para ponerse en pie como puede. Tiene manos y piernas entumecidos a causa del frío y cualquier excusa para ponerse en movimiento era bienvenida. Además, es consicente de que poco o nada puede hacer para ayudar a los heridos y es la única manera en la que conseguiría sentirse mínimamente útil. No puede curar heridas, pero es joven y sí puede recorrer esos pasillos.

-Yo también voy.

Yo también voy.

Carlos se colocó en pie. Al parecer Edu no estaba por la labor de hablar aunque sea con él y, para colmo, se escuchaba una música procedente de vete tú a saber dónde. 

Espérame aquí, compañero -le comentó a su viejo amigo que no dejaba de frotarse las manos para entrar en calor- Ten, tengo unos guantes en el bolsillos, quédatelos.

A Carlos la incertidumbre le podía, por lo que necesitaba calmar esa sed de dudas. Había heridos, la mujer mayor, por ejemplo, necesitaba ayuda. Si aquella música era causada por algunas personas, seguramente, tendrían el cielo ganado.

-Veña, mejor irnos ahora... antes de que la noche caiga...

Aquella gente tenía razón, tenían que buscar un botiquín y, sobre todo, un teléfono aunque a este respecto Sandra dudaba que las comunicaciones con aque tiempo fueran fiables, pero tenían que intentarlo. Además estaba el tema de la música que no había dejado de sonar. Allí tenía que haber alguien y, si había persinas entonces habría medicinas y comida, tomar algo caliente les vendría muy bien.

Sandra se levantó del suelo donde se había sentado y miró a su alrededor. Los heridos parecían estar atendidos, o por lo menos todo lo atendidos que se podía dadas las circunstancias, así que algunos de ellis podían ir a investigar.

-Yo también me apunto -dijo, aunque su voz sonó cansada y, sobre todo, preocupada.

Después de accionar el interruptor de la luz, vuelvo a la cama. A donde están todos. La chica del esguince necesita ayuda, las palabras del joven Josemi sin útiles para mí. Ahora intentaré ser útil yo.

Mientras muchos de mis compañeros en ésta situación deciden ir en busca de personas o un teléfono, creo que seré más útil aquí. Demasiadas personas para tal asunto.

Me acerco a la muchacha.

-Bueeno, déjame ver. Qué pie ha sido? -Le sonrío. -Ven, siéntate en ésta silla. Quítate el calzado. Y no temas, no es la primera vez que hago ésto. -Amplío más la sonrisa y, si la chica se descalza, mientras busco una venda o algo que pueda servir. Como un trozo de sábana para corlarlo a lo largo, como un vendaje.

El chico vio en la exploración del parador a opción de una nueva aventura. Puede que esto sea como en los goonies y encontremos un tesoro escondido. Por lo que no dudo en levantar la mano y presentarse voluntario. Yo también voy.

En cierto momento, Alejandro deja de prestar atención a la conversación. No porque el quiera, le vuelven a la cabeza los recuerdos del accidente con el autobús. Todos los heridos, los que no se pudieron salvar... Todo se hizo un enredo de pensamientos negativos en su cabeza.

Cuando alzaron la voz para buscar voluntarios vuelve a meterse en la conversación, no era muy difícil saber de que estaban hablando. Seguro que quieren saber que es esa música y de donde viene, Alejandro también quiere saberlo. Va a levantar la mano para presentarse voluntario, pero en ese momento Marina les cuenta al resto el sitio donde encontraron al joven inconsciente, Alejandro hace un gesto con la cabeza para darle más credibilidad a lo que dice. Durante la conversación, la chica dirige la mirada a Edu y Alejandro, parece que está agradecida. 

- Yo también voy, quiero saber si hubo supervivientes del accidente del coche. Puede que alguien de la familia del chico o algún amigo. Si consiguieron escapar seguro que estarán aquí, no tienen otro lugar donde refugiarse.

-Supongo que alguien tiene que quedarse aquí a vigilar el fuerte - comentó con una media sonrisa. Al principio había comentado lo del teléfono con la idea de salir él a buscarlo, pero de pronto casi todos se habían ofrecido. Eran más que suficientes, no podía ser tan difícil. En un lugar como aquel debería haber al menos un par. 

Volvió junto a Esperanza y se sentó a su lado. 

-Bueno, parece que en nada podremos llamar a emergencias para que vengan a buscarnos - comentó con tranquilidad  dándole una palmada en el hombro a Esperanza - Solo nos queda esperar un poco. 

Tras esa breve discusión, un pequeño grupo decide ir a buscar un teléfono o, en todo caso, ver de donde viene la música. A Ana y Felipe les acompañan Marina, Sandra, Alejandro, Miguel y Carlos. El resto parecen aprovechar para recuperar aliento mientras esperan a que volváis habiendo pedido ayuda. 

Volvéis al pasillo. La música allí se oye con más claridad. Casi deformada por el ruido y los pasos, pero clara. Al recorrer el corredor podéis observar como el lugar parece totalmente abandonado: el polvo reposa sobre cada rincón, y los cuadros que decoran las paredes están caídos sobre el suelo y completamente cubiertos de suciedad. Las puertas que dan a las habitaciones parecen igualmente desvencijadas por el paso del tiempo. Os suena que el parador seguía abierto, pero, ¿quizás haya cerrado hace tiempo? Parece imposible cualquier otra posibilidad. En todo caso, poco importa; incluso allí dentro, el frío es demoledor, y no podéis esperar más tiempo, así que avanzáis hasta llegar a las escaleras. 

Podéis subir a la planta de arriba, aunque en ese momento no se os ocurre ninguna razón: la música parece provenir de la planta baja, así que descendéis. Con vuestros pasos, los escalones de madera crujen y rechinan, quejumbrosos. 

Allí os encontráis un largo pasillo que conduce en dos direcciones. A vuestra izquierda, según descendéis de las escaleras y alejandose de la entrada principal, veis que el pasillo conduce a unas puertas dobles, que permanecen entreabiertas, sin dejaros ver el interior. Pero algo está claro: de esas puertas proviene la música.

En la dirección contraria, hacia la derecha, podéis ver la entrada principal. Obviamente las puertas están atrancadas con la nieve del exterior, pero allí está también el recibidor, y puede que haya un teléfono. Además, en ese mismo pasillo, una puerta lateral se sacude con el viento, zarandeándose levemente. Parece dar a una sala lateral que tiene toda la pinta de ser un baño.

Mientras los demás se marchan, no puede evitar sentirse frustrada. Está... Francamente asustada, pero sabe que si se sienta y para todo se le vendrá encima. En ese momento el sacerdote le mira la pierna, y parece concluir lo mismo que el médico: es un esquince. Poco puede hacer nadie excepto no forzar más el tobillo.

Gero se sienta a su lado. No puede evitar lanzarle una sonrisa. En situaciones como aquella, a veces se puede ganar simpatía tan rápido por alguien, y el chico le había ayudado.

- Gracias por todo, Gero - le dice.

Suspira y se aparta de la anciana, para acercarse al chico. Al lado de este se ha sentado el estudiante jovencito, que no abrió boca en ningún momento.

- Bueno, su esposa está muy grave - explica al marido de la anciana -. Se ha roto unas costillas, y con sus problemas respiratorios poco más podemos hacer. Sin embargo, parece estabilizada. Por el momento...

- ¡¡PAPÁ!! ¡¡SILVIA!! - grita de pronto Eloy incorporándose de un salto.

¿Donde está? Observa la escena a su alrededor, con un dolor de cabeza absurdo apretándole las sienes. Está en una habitación, y hay un montón de gente mirándole fijamente, con expresión de sorpresa. Y...

- ¿Dónde estoy? ¿Papá? ¿Silvia? - vuelve a repetir, aturdido, esta vez más como una pregunta.

Con cada paso que daba por los pasillos y luego bajando las escaleras, más se sorprendía Sandra del abandono que se observaba en el lugar. Si mal no recordaba, nunca había escuchado que el Parador estuviera cerrado y mucho menos cuando se encontraba en plena temporada de esquí. La joven no podía evitar sentir escalofríos a medida que avanzaba y no todos se debían precisamente al frío helador que hacía.

Pero la música seguía sonando cada vez con mayor claridad, en especial cuando llegaron a la planta baja. Indecisa, Sandra miró hacia la zona de la entrada donde se encontraba la recececpción antes de desviar su atención en sentido contrario que era de donde parecía salir la música.

—Tengo curiosidad —y miedo, estuvo a punto de decir— por saber de dónde sale esa música y quién la está escuchando, aunque lo extraño es que no se hayan enterado aún de que estamos aquí. —Miró de nuevo hacia la zona de la entrada pues con toda seguridad sería allí donde encontrarían un teléfono, en toda recepción hay un teléfono y, con un poco de suerte, incluso pudieran encontrar un botiquín—. Podríamos dividirnos ¿no creéis? Alguien que vaya hasta la recepción y busque teléfono y alguna medicina o vendas o lo que sea que sirva de primeros auxilios, y un par de nosotros o así podemos ir a ver de dónde sale la música —añadió mientras apuntaba hacia las puertas entreabiertas por donde se escapaban las notas musicales.

Una vez decidido el plan de acción, Marina se pone en pie no sin cierta dificultad a causa del frío que le atenaza los músculos. La joven recorre los pasillos junto a los demás. El aspecto del edificio resulta desolador y el frío imperante no hace sino acentuar la sensación de dejadez. Aunque agradece tener algo que hacer mejor que limitarse a sentarse a esperar una ayuda que no saben si llegará, lo cierto es que tiene que obligarse a sí misma a mantener la autoestima alta. 
Diga lo que diga el aspecto de edtes pasillos, si hay música es porque alguien ha estado aquí hace poco, como mínimo.
Se obliga a pensar y a repetirse a sí misma como si de un mantra se tratara.
En cuanto alcanzan el piso inferior descubren que el pasillo se bifurca en dos. La muchacha morena es la primera en tomar la palabra constatando la posibilidad de separarse.

- Yo también tengo curiosidad por la música y me gustaría ir - reconoce con un hilo de voz provocado en parte por el frio, en parte por la timidez.