Partida Rol por web

El viaje hasta Coscarla duró varias horas, durante las cuales se vieron obligados a cambiar de tren repetidas veces, pasando progresivamente de trenes relativamente nuevos y bien conservados a vagones cada vez más desvencijados y maltratados. Durante cada uno de los trasbordos, avezados agentes del Administratum, servidores de transporte de ojos lechosos y untuosos oficiales de vías comprobaron sus pases y cognomen.

Según fueron avanzando en su viaje, los trenes fueron pasando de los espacios relativamente abiertos y limpios del distrito gubernamental atravesando niveles enteros de la colmena, a los cada vez más claustrofóbicos niveles inferiores, mientras dejaban atrás las derruidas galas de los “viejos buenos tiempos” y atravesaban enormes bóvedas celestes de acero rellenas de inagotables filas de columnas habitacionales y kilómetros y kilómetros de fábricas atronadoras.

Cuanto más iban adentrándose en el interior de la colmena, el escenario se volvía más descorazonador, más desharrapado y de mayor decadencia. Acababan de adentrarse en los niveles más inferiores de la zona media de la colmena, más allá de los cuales no había transportes. Más allá de este círculo exterior se encontraba la Subcolmena, un territorio sin ley.

Buena parte del camino transcurrió en el interior de los pasajes que, como agujeros de gusano, corroían los gruesos soportes estructurales de la colmena y los innumerables huecos de espacio vacío entre ellos. El aire en estas zonas estaba viciado y polvoriento, y las luces de los vagones parpadeaban y se apagaban de forma regular.

Solos en un tren de un único vagón, ahora desierto salvo por el grupo, el traqueteante vagón se adentró en otra bóveda habitacional enorme y dilapidada y comienzó a reducir su marcha. Ante ellos se encontraba un paisaje de de edificios vacíos y a medio derruir en peor estado que cualquiera de los que habían visto hasta ahora en su viaje, extendiéndose más allá de lo que les alcanzaba la vista hasta el oscuro horizonte.

El vagón se estremeció al detenerse y las puertas se abrieron a una amplia plataforma elevada vacía de pasajeros salvo por una única figura acuclillada y cubierta por harapos. La figura se lanzó rápidamente a bordo del vagón, levantando un pase hacia el mecanismo de la puerta con indecorosa rapidez y sentándose lo más lejos posible del grupo. Un momento después, la voz monocorde y crepitante de un servidor indicó: “Estación Coscarla Sur. Que desembarquen los pasajeros con dirección a Coscarla. Este transporte partirá en…” el resto se pierde en un estallido de estática.

Al descender del tren, vieron que la estación consistía en tres vías elevadas de metal, levantadas un centenar de metros sobre el suelo por un ornamentado armazón esquelético de vigas remachadas. Un cúmulo de enormes plataformas de metal, montacargas, grúas, engranajes y cajas de señales conformaban la zona de embarque, mientras que una docena de amplias escalinatas metálicas en espiral y estructuras de soporte proporcionaban acceso al nivel del suelo de la División. Claramente diseñada para acomodar a miles de pasajeros a la vez, ahora la estación tenía un aspecto pelado y vacío. El óxido y los desperdicios lo cubrían todo, las ventanas estaban rotas, la pintura pelada, y las señales que en otra época habían contenido consignas edificantes para los trabajadores que pasaban por la zona habían sido destrozadas y arrancadas.

La sala de control de la estación había sido sellada y ahora el proceso era completamente automático. También se había destrozado de forma deliberada una terminal de vox-cable pública.

Esto era Coscarla, y habían llegado.

Leonid había pasado buena parte del tiempo tratando de convencerlos de que no era buena idea ir por separado, insistiendo también en que debían ceñirse a la tapadera que el interrogador les había regalado, pero llegó un momento que dejó de insistir, confió en que parte del mensaje llegara a calar, al menos, la parte de mantener la coartada.

El viaje le resultó de lo más normal, de hecho, no se acostumbraba a esos ambientes tan modernos, con tanta tecnología. Había estado acostumbrado a otros ambientes desde bien pequeño, por lo que no terminaba de encajar todo aquello. Los ruidos, el traqueteo. No fue capaz de valorar bien el deterioramiento de las instalaciones y demás, de hecho, no le dio ni la mayor importancia, iban a lo que iban, no a evaluar el estado de ese lugar abandonado. 

Una vez llegaron, Leonid observó a sus compañeros - primero habrá que buscar donde meternos - dijo como una obviedad. No tenía muy claro por donde empezar - creo que será menos problemático ir al hostal, ¿os parece? Inspeccionemos el lugar y luego decidimos que hacer... - suspiró - ¿cuántos a donde su hermana? ¿Cuántos a preguntar por el último lugar donde se vio con vida al fiambre? ¿Preguntar en el mercado? - claramente, Leonid era torpe en estos asuntos.

Si la humanidad tomase siempre las decisiones más eficaces y más lógicas, estaríamos entonces en una era dorada del Imperio y no existirían herejías ni injusticias. No es el caso, y al parecer quienes me acompañan no pretenden ser la excepción. Me resulta indescifrable el porqué algunos sostienen una opción que limita enormemente nuestras posibilidades de éxito, la insistencia casi exagerada en pasar inadvertidos a mi me resulta una mezcla de obediencia ciega y temor, y no comulgo con ninguna de esas dos cualidades. De todos modos, elijan lo que elijan, yo haré exactamente lo mismo así que me llamo al silencio durante el resto del viaje.

El recorrido en los distintos trenes es una experiencia que prefiero olvidar, me alivia alejarme del corazón de la colmena pero la decadencia a mi alrededor crece minuto a minuto y llega a su punto máximo cuando arribamos a nuestro apestoso destino. Me pregunto por qué no incineran todo este lugar y extirpan esta escoria de Juno, tal vez lo terminen haciendo si fracasamos en la misión. 

Leonid toma la iniciativa, mis ojos errantes de detienen en él. Quién es este hombre? Esconde su rostro y ha omitido decir a qué se dedica, en mi opinión oculta ambas cosas de un modo deliberado. Es un demonio. Te matará y te sacará los ojos. Si cuando propuso apostar por el que primero muere me generó dudas, su postura en oposición a la lógica impecable que expuse no hizo más que empeorar esa impresión. No puedo responder a sus preguntas, algunas porque las ignoro y otras porque creo que su enfoque está errado, la división en grupos no puede pasar por un tema de voluntades o cantidades, sino por idoneidad y pericia, pero ya he postulado eso con poco eco en los demás. Aún así he de admitir que ha acertado en su primer idea, dónde parar es la primer decisión a tomar.

Se me viene entonces el recuerdo de las palabras de un miembro del equipo a la sombra del Santo Doliente, en esa oportunidad me demostró su capacidad para tomar decisiones rápidas, simples y eficaces, y ese talento ahora me parece útil y necesario - Teniente von Heppel, dijo que se especializa en encontrar escondites en escenarios urbanos, dónde le parece más adecuado que hagamos nuestras bases? - pregunto a la oficial.

El recorrido desde nuestra ubicacion hasta la zona de trabajo puede ser sin duda deprimente, puesto que evalua ni mas ni menos el descenso a los infiernos de un sector de la Colmena. Con su enormidad solo consciente desde los aires, muchos olvidan que la misma ciudad es como un ser viviente, que respira y circula en base a aquellos que recorren sus calles. Algo normal cuando no te has criado en una, o cuando solo observas los terrenos a donde alcanza tu vista.

Mi mirada recorre las ventanas con un sutil hastio y cansacion, pues soy capaz de reconocer lo que veo sin necesidad de entrar en detalle... y conozco el detalle. Me he criado en un lugar asi.

Si Coscarla puede definirse como algo es como un miembro infectado de gangrena. Estamos aqui para determinar cuan lejos y cuan intensa es esa infeccion porque sin duda el propio lugar se cae a pedazos, cuanto mas se lo mira... solo falta ver si se puede salvar o cuanto habra que amputar.

Mi mirada se fijo en la unica persona que subio al tren al alcanzar la estacion. Rapido, efectivo, economia de movimientos y manteniendo distancias claras. Si tuviera que dictar sentencia es que a alguien le pisaban los talones o estaban a punto de hacerlo. Una sensacion que levantaria suspicacias en cualquiera... que ese fuera su trabajo. No era el mio ya, pero las antiguas costumbres persistirian un tiempo.

Toque el hombro de Lille, para indicarle que era hora de moverse.

El unico hostal de la zona, acercarse alli seria como directamente decirle a todos estamos aqui. Los rumores se moverian tan rapido que antes de haber echado la primera meada, todo el puto lugar sabria que estamos aqui... aunque no sabrian para que.

Si vamos al hostal, debemos dejar claro nuestra cobertura y sobretodo quien llevara la voz cantante... - Me detuve para mirar la estatua que habia en la plaza delante nuestra, antes de mirar a los demas, preguntandome quien querria ser el "lider" aunque fuera a nivel social. - Pero una vez entremos los ochos juntos, dara igual si luego nos dividimos, sabran que estamos aqui juntos, asi que si debemos dividirnos es el momento de hacerlo... antes de que se den cuenta de forma aun mas clara, que estamos aqui.

Enarque una ceja mirando a nuestro alrededor, dejando claro que no tardariamos en ser blanco de las miradas indiscretas del lugar, sobretodo siendo "extraños".

Mire al ultimo hombre que habia hablado antes de ponernos en marcha. - Uno con vistas a la plaza, a la estacion sobretodo, nos permitiria estar al tanto de quien entra y de quien sale, ademas de darnos movilidad si la necesitamos en algun momento. Algo demasiado rebuscado llamara la atencion. Somos mercenarios... despues de todo.

Tras eso mire a Lille y le hice una señal para que se acercarse, señale mas alla de donde estabamos, a los callejones. Susurre algo para ella.

Es parecido a casa... pero no es casa... parecera similar en muchos aspectos y sera diferente en otros muchos. Guardemos los recuerdos para otro momento, esta es nuestra vida ahora pequeña, es hora de comenzar lentamente una caza. Confio en ti. - Una mirada clara en su direccion, una suave sonrisa aunque oculta.

Agradeció el viaje. Sentada al lado de él, percibiendo el calor de su compañia sin siquiera tener que hablar, fue acostumbrandose al cambio gradual de escenario. Quizás la mayoría lo percibiera como algo oscuro y sin vida, pero para ella era la calma de cuando se reencuentra con lo conocido. Metal, aire viciado, oscuridad... Le sorprendió lo fácil que le supuso enseñar aquellos pases falsos sin sentir un ápice de duda. Estaba segura que engañarian a los más entrenados. Y así fue.

A veces miraba de reojo a sus nuevos compañeros intentando imaginar que pasaría por sus cabezas. Sobre todo porque no llegaba a fiarse del todo aunque en sus ojos solo asomaba simple curiosidad.

Parecía que llegaban a su destino y ella aproximó el trasero al borde de su asiento pero no se incorporó hasta que él lo hizo. Su cabeza se volvió con la misma rápidez con la que aquella persona cubierta de harapos había entrado, pero a pesar de intentar distinguir algo, no lo consiguió.

Se apearon del vagón y llenó sus pulmones con el aire de aquel lugar. Cuanto antes se acostumbrarse de nuevo a aquella ponzoña, mejor. Hizo un barrido mientras metia las manos en los bolsillos de aquella gabardina que les habían regalado, revisando si había alguien en las ventanas, si se veía movimiento más a lo lejos, alguna rata hambrienta quizás...

- La hermana tendrá más info. Chanchullos y cosas de esas - dijo al aire revisando las zonas más altas con la mirada y dando así por respondido al tipo del casco. Captó el gesto de Graham y se acercó cadenciosa. Escrutó con la mirada donde él señalaba y compuso un mohín pensativo.

- ¿Tienes un pitillo por ahí para mi? - extendió la mano dando por hecho que se lo iba a entregar y se lo guardó, luego le miró de medio y le sonrió, dulcificando su gesto por primera vez en aquel extraño día

¿Solo cuando entremos? - le interpeló a McNeill con neutralidad en su tono - hemos llegado juntos, en un vagón vació, en una estación vacía, bueno, casi vacía. Si tienen gente vigilando, ya saben que somos un grupo, no me opongo a nada, solo quería dejar constancia de este punto. A los amos de Coscarla, cerca de caer en el olvido más absoluto, no deberíamos importarles, siempre y cuando no estén metidos de lleno en este asunto - no apostilló nada más, esperando a que los demás hablaran; el tiempo apremiaba.

El viaje hacia aquel lugar fue toda una experiencia para Mort, que disimulaba como podía sus miradas de sorpresa al ver la enormidad del lugar. Ella provenía de un lugar más salvaje, más libre, más...vacio. No habían grandes urbes y las masificaciones sólo existían en las batallas, que terminaban rápidamente con el excedente de gente. Incluso cuando fue reclutada y llevada a un lugar casi mágico para ella, no era ni tan grande, ni tan poblado como aquello. Se sentía aturdida y por ello su ceño se frunció, generando un gesto de desagrado donde enseñaba ligeramente los dientes, como un perro advirtiendo que no era buena idea acercarse mucho a él. 

No podía evitar mirar fijamente los mecanismos que estaban automatizados con un aire de sospecha, como si en cualquier momento se fueran a rebelar contra ella y exigirle que se defendiera...pero a pesar de ello consiguió mantener el tipo y seguir al grupo, habituándose poco a poco a todo aquello, aunque nunca con el aire de normalidad que los otros le daban. No era difícil imaginar que estaba fuera de su habitat natural. 

Sí, había recibido adiestramiento, clases de todo tipo, y desde luego, ya no llamaba a las naves "esas cajas de hierro que vuelan con magia", como hacía anteriormente, pero aún y todo, no podía evitar ciertos gestos de protección supersticiosa, o incluso miradas a ciertas máquinas que otros contemplarían con curiosidad, como el paleto que ve un vagón de metro por primera vez, o una puerta que se abre sola al acercarse. 

- Este lugar apesta. La gente se revuelve en su inmundicia. - opinó Mort al bajar del vagón, dedicando una mirada de soslayo a la persona que entró, y olvidándola casi al poco de salir del vagón. No era un objetivo y no parecía un peligro inminente, así que rápidamente la alejó de su mente. Atendiendo a las palabras del hombre del casco con la línea roja, asintió lentamente. - El inquisidor nos dio unos datos. Habitación registrada: habitáculo 6/23 bloque 7-17#, División Coscarla, zona sur, Colmena Vesuna Regis. Yo acompañaré a la Teniente, como protección. Ella tiene razón, la hermana sabrá más. Es la persona más obvia a la que acudir. - dijo, señalando con un gesto suave a Naya. 

Katherine se sentía extraña utilizando pases que estaban a nombre de un cognomen así abiertamente. En su vida siempre había viajado de dos formas, o completamente abiertamente como cabía esperar de una persona de su posición en su mundo natal, o lo contrario, viajando solamente por vías alternativas cubriéndose entre la ruina y los muertos de los campos de batalla con el objetivo de infiltrar líneas enemigas y acercarse a su presa para una matarle como francotiradora de la Guardia Imperial. Nunca había utilizado subterfugio o este tipo de ocultación, y poco sabía qué esperar o cómo moverse, así es que siguió al resto del grupo y copió sus movimientos lo mejor posible.

El lugar al que iban era lejos el peor que Katherine había visto nunca. Prefería por lejos la destrucción que la artillería y los blindados causaban sobre una colmena o ciudad que el decaimiento asqueroso de esos edificios y estructuras por las que viajaba, ya que había algo en el lugar que a ella, como alguien que nació en la realeza, le resultaba antinatural, pero no dijo nada al respecto.

Mientras estaban llegando a la estación, Telum el cifrador se dirigió a ella. —Nunca trabajé en este tipo de situaciones. — Admitió sin poder esconder la perdida que estaba. —Me muevo en campos de batalla y ciudades en ruinas, esto es... — miró a la colmena, tenía actividad, la gente de alguna forma vivía en esa ruina. —distinto. Generalmente haría algo parecido a lo que dice... — Casi menciona el nombre del arbitrador, pero se contiene y lo señala con la cabeza. La paranoia estaba muy a flor de piel para usar nombres propios abiertamente. —él, o sea buscar lo que llamamos un "nido", un puesto de avanzada donde uno pueda descansar y mantenerse a la expectativa de nuestra presa, generalmente un edificio alto, mejor si es una torre o algún lugar donde se puedan poner trampas que limiten lo más posible el acceso, pero lo primordial es que tenga visión de dónde atacar y vigilar los movimientos del enemigo. Es lo que haría como francotiradora si estuviese en una zona de guerra. Esto no es una zona de guerra per se. — Hizo una pausa y miró a los edificios echados a menos, como evaluándolos. —Pero quizá el mismo plan pueda funcionar. Hay tan poco movimiento y los reportes dicen que la población de Coscarla disminuyó enormemente, ¿no? Bueno, muchos apartamentos han de haber quedado vacíos, esos serían los lugares que yo ocuparía como base de operaciones, no un hostal, no un lugar donde un enemigo crea que pueda quedarme sin al menos hacer una buena investigación de mis movimientos. —

Luego de eso, Mort, una de las otras mujeres del grupo y alguien que tenía toda la pinta de una eliminadora, además de que se había declarado como una, dijo de acompañarla, a lo que Katherine asintió. No solo se sentía más cómoda con alguien que entienda la muerte y el asesinato del enemigo como ella, sino que además notaba la devoción de la mujer en sus palabras, devoción que compartía. —De todas formas sería bueno tener a alguien que se dedique a este tipo de investigaciones con nosotras cuando vayamos a hablar con ella. — Dijo ojeando a los arbitradores. Ella podía hacer preguntas por supuesto, pero confiaba que si la Inquisición había llamado a no uno sino dos arbitradores era porque eran necesarios y seguramente ambos tenían un buen instinto policial. Si eran lo suficientemente buenos para la Inquisición entonces eran más que buenos para Katherine.

Allá dónde pasaba la mirada, veía escenarios similares, si bien no idénticos, a aquellos entre los que había vivido en Drachu. Y si lucía igual, entonces quizás funcionara igual. Un hostal podía resultar un sitio seguro según los tratos que tuviera con las bandas locales, pero también podía ser que se dedicaran a matar a los huéspedes por la noche para robarles. En la subcolmena había mil sitios donde esconderse, y aunque Coscarla todavía no llegaba a serlo, seguro que había cantidad para elegir de edificios práctica o totalmente vacíos en los que podrían ocupar uno o incluso más habitáculos, quizás un piso entero. Aquello era ilegal, por supuesto, pero en la Subcolmena daba igual, y allí tampoco parecía haber mucha presencia de la ley.

Mientras que el grupo en su plenitud se encaminaba a través del enrevesado sistema de transporte público al lugar donde iniciaría su primera misión de campo en equipo, Vantes-013 estaba inmerso en sus pensamientos hasta lo inimaginable. Se movía con lentitud, algo perceptible, pero no alarmante para el resto de integrantes (al fin y al cabo, era un sacerdote del dios máquina). Como si tuviera activado algún tipo de sistema de guía automático, la persona bajo todo aquel amasijo de metal y aquella túnica parecía haber dejado la plenitud de sus ser para convertirse en una máquina independiente y carente de alma. Sus ropajes se arrastraban por las diversas superficies por las que caminaban todos muy de cerca (rejas oxidadas, asfalto agrietado, plastiacero agujereado, etc...), como si levitara y careciera de piernas, a una velocidad graduada por la distancia entre él y el resto. El ruido de su respiración sonaba como un sistema de ventilación enlentecido y en pleno deterioro, descendiendo irremediablemente en picado hasta casi resultar indistinguible, hasta quedar pausado para siempre y presa de su posterior deterioro. Un leve chirrido monótono en comparación a su rítmico y agradable vibrar inundo la estancia, enmudecido por el repiquetear de los vagones contra el raíl por el que se movían y la estática de los altavoces que no habían sido arrancados aun. 

A más de uno de aquellos "compañeros" con los que tenía que cooperar, le hubiese resultado incómodo e incluso alarmante aquella situación, de no ser porque la respiración no tardo en aumentar significativamente de golpe. Tras su retina manufacturada y su ojo lechoso repleto de conexiones artificiales, todo estaba de color rojo escarlata por las advertencias y alarmas. Y un centenar de sirenas alertaban de multitud de problemas y fallos de conexión entre su consciencia y sus funciones cerebrales, una anomalía completa reinaba en él. Se estaba quedando frito, absorto y hundido en los traumas de un pasado no muy lejano que todavía le perseguía.

Fue en el último transporte donde quedo de pie y aferrado a una barra que ascendía desde los asientos más cercanos a la puerta, hasta la estructura central que conformaba el armazón de aquel desvencijado vehículo guiado por raíles. La mano metálica del tecnosacerdote se extendió de forma pausada por unos instantes, hasta que el movimiento de la maquinaria en plena aceleración le alerto y forzó a agarrarse de forma apresurada a su asidero, como una garra hidráulica que retorcía el hierro hasta hacerlo chirriar. El vapuleo al que la suspensión del vagón hacía mover al resto de pasajeros, apenas balanceo su túnica, parecía una estatua. Solo se movió cuando aquel extraño irrumpió de forma fugaz tras sus espaldas, como un dispositivo de seguridad, atento y automatizado. Se quedó mirándolo fijamente hasta que abandonaron el vagón.

Mientras tanto, en su mente el tiempo pasaba con lentitud. El último tramo hasta llegar a su parada le resulto una agonía de la que no podía liberarse por propia voluntad. Estaba atrapado en una habitación a oscuras, rodeado de sombras cuyo cráneo era abultado, amorfo y pálido, dotados de entre tres a cuatro extremidades superiores, con ojos amarillentos y repletos de malicia y resquemor. Relucían en tonos morados y violáceos sus cuerpos laminados y su exoesqueleto espinoso y articulado. Expuestos, pero en movimiento, entre las sombras y el área de iluminación en la que él se encontraba totalmente paralizado, se movían deprisa a su alrededor. Estos, al percibir su presencia, comenzaron a acercarse al quedar cautivos como un enjambre de polillas bajo la luz blanca que refulgía sobre Vantes-013. El cual, aparto la mirada de aquellos engendros híbridos con horror, cubriéndose el rostro con los brazos en un gesto de defensa y miedo. Alzo la vista para horror de su persona, quedando momentáneamente cegado por el faro que conformaba un ojo mecánico, el ojo sano de su antiguo maestro, cuyo cráneo estaba agujereado por un tiro a quemarropa que humeaba como un incensario. 

001001-No, esto no es real. Estás muerto. Estoy delirando, lo sé.-000001

Las manos de su mentor descendieron hasta aferrarle por los hombros, comenzando a incrustarse en su interior. Notaba como algo entraba dentro de su torso y se retorcía rebuscando carne, tejido que devorar con el que crecer y aumentar en número.

006660-Lo estoy, estoy muerto porque tú me asesinaste. Traicionaste a los tuyos, me delataste. ¡Alimaña miserable, asustadizo e inservible desgraciado!-060660

El torso de Vantes-013 se abrió con un sonido de hierro, cables chispeando y fluidos aceitosos cayendo por todo el suelo. Tras los ropajes emergió una garra de tres dedos afilados, esta sujetaba el aquel horrible ingenio que tenían que investigar. Solo que, en este caso, se movía por si sola. Repleta de ojos y deslizándose a lo largo de aquella extremidad que emergía de su interior, mostró una miriada de dientes en el interior de lo que asumió que era su boca.

066600-Espero que esta ciudad se retuerza a tu alrededor y sea tu tumba. Te espero al otro lado, te esperamos yo y mis niños.-066600

La mano se adentró de nuevo en su pecho y percibió como si le hubiesen arrancado cada extensión de su mente dividida en mil trocitos, como si un relámpago ensartara cada milímetro de su ser. Su maestro se quitó la tela que cubría su cuerpo y desvelo una figura abominable, un engendro alienígena y mecánico cuyo cerebro sobresalía de su cráneo como un tumor anaranjado. Y entonces despertó.

Su respiración comenzó a estabilizarse, las alarmas se comenzaron a silenciar y el audio que había recopilado de forma automática durante su ausencia comenzó a ser analizado junto con sus contantes y su presión cerebral. Escucho al resto hablando y quiso intervenir para aparentar normalidad. Aquello fue un simple episodio de paranoia, sus ingenios y dispositivos ya estaban administrando medicamentos y demás tratamientos para aplacar a la carne, para dominar aquella parte que había tomado el control de su mente.

010010-Si queremos cubrir más terreno, necesitamos separarnos/optimizar nuestra funcionalidad y rendimiento. Pero recomendaría optimizar los equipos para que no quede ningún integrante expuesto/ riesgo de ser capturado, torturado o asesinado. Desde aquí puedo ver varios edificios alrededor de la taberna, podemos dividirnos en cuatro equipos para inspeccionar/1,2,3 distintos habitáculos en busca de algún piso vacío que ocupar/4 inspección de la taberna e interrogación. -011100

Su voz sonó monótona, mecánica y distante como la de cualquier integrante de su orden. En cada frase se entrecruzaban cifras en binario y probabilidades que habían sido calculadas cientos de veces hasta rozar la estadística más posible. Su ojo lechoso pestañeo y tras exhalar un aire tibio con aroma a maquinaria recalentada decidió presentarse.

000001-Me llamo "V4-NT0013/S0X", pero me podéis llamar Vantes-013 o Vantes a secas. Seré vuestro médico de campo.-100000

Naya se movió casi impercetiblementee. Lo justo para que los demás no le vieran la cara. Entonces habló más bajo todavia solo para que Graham lo oyera. No quería exponer una idea y que alguno de aquellos desconocidos la echara por tierra, que se opusiera o incluso que se burlara de su pensamiento.

_{- Yo no me fiaria del hostal. Si no tienes algún chanchullo con la peña de aquí seguramente te acaben ensartando por la espalda para desplumarte -} se miró la puntera de sus botas mientras seguía hablando _{- Apostaria lo que sea que en alguno de estos bloques hay pisos vacios para ocuparlos a patadas -}

Enarcó una ceja al escuchar el sonido metálico y computarizado del tal Vantes - Joder... La puta maquina andante es médico - murmuró mientras dejaba escapar el aire con desidia. No sabía porque pero no le apetecia que aquella cosa le urgara en las entrañas si se daba el caso.

Escuche el susurro de Lille y luego la mire con seriedad, antes de mirar a los demas, mas concretamente a aquellos que habian dicho de ir al hostal.

Deberiamos cuidarnos del hostal, viendo que no hay demasiados puntos donde quedarse de noche siendo extranjeros, lo mas seguro es que tengan algun chanchullo con alguna banda local o acaben ensartando nuestras espaldas a la minima oportunidad. - Me gire y señale con la cabeza el innumerable numero de habitaculos de viviendas que habia a nuestro alrededor.

Es muy probable que alli hayan mas de un habitaculo vacio, quizas incluso algun piso entero, despues de todo la gente huye de aqui, no viene buscando donde alojarse. - Mire a Katherine porque era un comentario muy similar al suyo.

Mire a Lille y asenti levemente con la cabeza, tras sonreirle brevemente, asintiendo como ultimo gesto a algo mas que dijo.

Mire al autodenominado "medico" del grupo. - Un placer Vantes.

Desde aquella estación de tránsito, Coscarla parecía una ciudad abandonada y enterrada, cubierta por oscuridad bajo un cielo de acero. Era un lugar frío y vacío, en el se podían ver edificios y bloques habitacionales enteros ennegrecidos por el fuego, o que miraban silenciosos con un centenar de ojos compuestos por ventanas rotas y vacías, mientras que antiguas y aparentemente inútiles columnas y arcos de granito negro se alzaban hacia la oscuridad.

La alimentación energética en el sector era escasa, y los quimifaroles a lo largo de las calles principales parpadeaban mientras lanzaban un pálido crepúsculo a su alrededor, al tiempo que deshechos y desperdicios saturaban las callejuelas laterales, en las que se vislumbraban las informes y medio ocultas siluetas de escombros, y probablemente cosas peores.

El firmamento cercano a la zona sur del distrito se veía entrecruzado por las partes inferiores de las líneas de tren de la red de transporte masiva de la Colmena Vesuna Regis, que claqueteaba y soltaba chispas intermitentes a lo largo de los ciclos. Muy arriba, en los altos cielos cubiertos por las sombras, las exhalaciones periódicas de la red de procesado de aire de la colmena se escuchaba como un trueno lejano, y cuya acción se materializaba más tarde al nivel del suelo como repentinas ráfagas de viento gélido, e incluso con la ocasional cortina de lluvia que duraba demasiado poco como para limpiar la mugre de las calles.

Había gente viviendo en Coscarla, miles de personas de hecho, pero estában tan esparcidos entre los enormes y oscurecidos espacios a su alrededor que parecían ser muy pocos, y tampoco se quedaban mucho tiempo puertas afuera, apresurándose todo lo que podían hacia su destino con sus abrigos bien cerrados y la cabeza gacha. Se les veía desharrapados y sucios, todos presentando la misma la mirada de gente aterrada, determinada a seguir con sus vidas lo mejor que pudieran... o les dejaran.

Leonid se los quedó mirando con hastío. A falta de poder ver la expresión de su rostro, fue su expresión corporal lo que reveló aquel sentimiento que no estaba ni intentando disimular. Estaban dando vueltas a argumentos que en su opinión no aportaban nada, y saltando las facilidades que les había dado el interrogador - movamonos de una puñetera vez, ya saben que estamos aqui, no saben porque, pero saben que. - le resultaba tan evidente que podia paladearlo - id a ver a la hermana, id a buscar habitáculos vacios en edificios que nadie quiere, mas sospechoso ir a ocupar lugares abandonados que ir al único hostal de esta zona ¿Quien se preguntaría lo raro que resulta que un grupo de cobradores en lugar de ir al hostal se pone a buscar en pisos vacios donde dormir? - dejo que calara, aunque estaba convencido que de poco serviría - yo voy al mercado a husmear - sacó el baqueteado vox de mano que les dieron - usad el canal 2.3 - y sin más emprendió el camino hacía donde dijo que iría, lo podrían detener, no es que andara muy rápido.

Katherine vio a Leonid alejarse y frunció el seño. Entendía lo que decía, pero le parecía que estaba siendo demasiado imprudente él mismo al alejarse del grupo. —Alguien debería ir con él, por la regla de dos hombres. — Dijo citando una vieja y conocida regla entre los equipos de tareas especiales como en el que estaba ahora que decía que en ningún momento un operativo debía ir solo a cumplir una tarea por varios motivos que se resumían con "por seguridad".

—Yo voy a buscar un apartamento para quedarnos. Me serviría si alguno de ustedes sabe abrir cerraduras o cosas por el estilo para que me acompañe, pero sino siempre podemos romper la puerta. — Les dijo al resto. Luego de eso esperaría que los demás decidan qué hace cada uno o si la seguían a ella o a Leonid y recién ahí iría con quien le acompañe a buscar un edificio que parezca tener habitaciones desocupadas y que tenga una buena vista de la plaza principal, la estación, o algún otro lugar de importancia.

—Por cierto, deberíamos poner un horario para reencontrarnos. ¿Les parece aquí a las 2000 horas? —

Naya se quedó mirando a Leonid mientras hablaba cabreado. Por ese motivo había utilizado a Graham como portavoz de sus conocimientos, que no eran muchos, pero eran fiables la mayoria de las veces. Su cabeza la impelia a replicar, a explicarle el motivo, aunque se había dicho bastante claro, pero optó por suspirar bajito mientras su rostro volvía a revisar el bloque de apartamentos cercanos a donde estaban mientras el aire frío barría de repente su piel provocandole un escalofrío.

Él creía importante mantener vigilada la vía del tren, así que aquella era la mejor opción para empezar la busqueda. La mujer llamada Katherine parecia que pensaba lo mismo. Miró a McNeill y ya en sus ojos leyó la respuesta. Rotó sobre la puntera de su bota izquierda para encararla directamente

- Nosotros dos iremos contigo - Su voz era suave. Timida también. - Esperemos no tener que usar la fuerza - alguna puerta que otra había desbloqueado, pero era cierto que necesitaba todavía mucha práctica. Todo dependía de la cerradura o sistema de entrada. Ya se vería. Se cerró la gabardina con ambas manos, superponiendo una solapa sobre la otra, sobre todo para prefugiar su menudo cuerpo de las rachas heladas

Mi mirada se desvio levemente en direccion a la pataleta del unico que en lugar de ideas, presentaba quejas. Lo mire por unos segundos para despues obviarlo y volver mi mirada en direccion a Katherine y Lille.

Mas alla de ellas el cadaver moribundo de una ciudad. Ya no quedaba claro si eran los estertores de un muerto, o los vacuos intentos de un moribundo de presentar aun algo de batalla. Ya no era solo la vision en si, el ambiente en si mismo hablaba de fin o termino. Esta gente ya tenia poco que perder, lo cual a veces obligaba a la gente a dar saltos de fe, el problema era para con quien iba esa fe. Estaba claro que la desesperacion se bebia directamente del grifo en estos lugares... y eso simplemente dejaba claro que cualquiera que siguiera aqui, tenia un motivo.

Los conocimientos de Lille sin duda dejaban claro que este era su juego... y me fiaba de ella.

Mis ojos se encontraron con los de Lille y ella entendio mis motivaciones, asi que ni siquiera fue necesario que hablase para que ella misma tomara la decision de hablar por ambos.

Mire a Katherine y asenti levemente, dejando claro que asi seria. Nosotros dos iriamo con ella.

Era consciente de que esa regla era importante, dos hombres, por la simple seguridad, pero el hombre habia decidido que no necesitaba a nadie por si solo. Nadie le habia obligado a nada y cada uno, cargaba con el peso de sus propias decisiones. Obligar a alguien a seguirle, parecia un absurdo.

Beatrix dejó que el grupo discutiera el cómo proceder mientras estudiaba el desolador ambiente en el que se encontraban, que no podía ser más distinto de su mundo natal. Lo más llamativo del nivel, precisamente, no era una característica propia de este, sino que emanaba de debajo de él: la insidiosa influencia de la subcolmena y el crimen que supuraba, que no tenía ninguna duda eran los responsables de la degradación que adolecía. Se preguntó si la investigación les llevaría allí abajo, e inmediatamente se sintió un poco estúpida. ¿Donde se iba a esconder un cirujano proscrito y herético, si no era en las entrañas de aquel infierno urbano? 

Cuando la teniente les inquirió a ella y al otro arbitrador, Beatrix asintió. 

—Sí, yo iré a interrogar a la hermana —dijo. De buscar alojamiento se podían encargar los demás. Ella no pensaba perder el tiempo con eso.