Partida Rol por web

Eh, no yo... -la mujer estaba perpleja, acongojada, sorprendida y como desorientada, como sin saber qué hacer en esos momentos-. Eh... ¡Fue él! Yo no sabía que ese buhonero... él nos mintió, nos enzarzó la cabeza... -entonces se incorporó, bajándose las enaguas y la falda, algo ruborizada-, no creí que funcionara, ¡yo no...!

La muchacha miraba a todas partes, incluyendo las dos puertas de la cuadra (por la que entrásteis y que daba al patio, y la puerta exterior, que abría la casa de caballos a campo abierto). Parecía querer huir de allí ipso facto.

- Tranquila, tranquila.... vamos por orden. A ver, ¿Quién es ese buhonero que mencionáis que os enzarza la cabeza? ¿ Es del pueblo? ¿ y por qué decís que os enzarza la cabeza? ¡Contestad!- para dar más énfasis a sus palabras gesticula moviendo los brazos de arriba a abajo de forma exagerada.

A don Brisco y a mi... fue él, él nos lo vendió, pero no creímos que... no... -lo cierto es que la muchacha no sabía qué decir o tal vez cómo decirlo,y pese a la imposición del ladrón, ésta no dijo nada en claro-. Fue en éstas que la muchacha, en una rápida reacción, se lanzó contra la otra puerta (la de la salida al exterior por la cuadra, no por la que habíais entrado), dejando allí el caballo, ensillado, y de un golpe con el hombro abrió la puerta de la misma y comenzó a correr.

Mientras mis compañeros estaban distraídos con la muchacha, yo traté de escabullirme silenciosamente por donde habíamos entrado, con la mala suerte de que el repentino intento de huida de aquella maldita zorra hizo que en el último momento mis compañeros me pillaran.

-¡Será puta! -grité, y para tapar mi fallida escapada salí corriendo en dirección contraria, como si fuera a intentar cortarle la huida por otro lado.

Corriste al lado contrario. Sin duda que la muchacha se iba, pero tu ibas a lo que te era propio (o al menos así lo era en cierto momento), lo cual no tenía carencia de sentido, bien pensado ¿Acaso por quedar bien con don Ramiro, él mismo o vuestro querido Jimeno de Arguilla os pagaría por buscar al sobrinísimo o correr tras una aldeana? Pues no (fue lo primero que creíste), asi que eso de robar no estaba de más, visto lo visto.

Nada más entrar en la sala contigua (la puerta estaba abierta), viste una especie de sala de corte rústico: chimenea con poco requemor en la piedra (figúrense una hoguera en aquellos aprajes), maderos a su lado, alguna cabeza de corzo puesta en la pared, unas sillas y una mesa. Parecía un lugar de reunión, de almuerzos, un salón, vaya.

¡ANDE VAS LOCA!

Otra cosa no, pero Potencio que había sido un  pilluelo desde siempre, corría que se las pelaba y no pensaba dejar que la moza se les escapase. Era la primera vez que corría detrás de una mujer con los calzones puestos.

-¡Alto, en nombre de Calatrava!¡Para mujer!-gritó el caballero que que subió en el caballo o mas bien lo intentó pues la mujer no había acabado de ensillarlo y por poco no acabo el de Arbás en el suelo, todo lo largo que era. Estaba claro que ella sabía lo que estaba ocuirriendo.

El joven quedó plantado en el mismo sitio viendo como Potencio arrancaba a correr detrás de al chica, mientras que el moro corría vete a saber donde. Con la idea de subirse al caballo, vio también como su señor se le adelantó e hizo tentativa de subirse...

No sabiendo qué hacer, finalmente optó por correr detrás de Potencio y de la muchacha. Sabía que no la cogería antes que el pilluelo, pero si la chica se enzarzaba en pelea, al menos podría echar una mano cuando la alcanzaran… si es que la alcanzaban.

Potencio echó a correr al exterior de la vivienda a través de la puerta de la cuadra, en pos de agarrar a la muchacha. El joven escudero hizo lo mismo, tras el ladronzuelo. No obstante, su señor de Arbás, queriendo echar mano de cabalgadura hábilmente, no hizo sino montarse, espolear al caballo para la carrera y, sorprendentemente, no agarrar bien las riendas, y por éste pequeño detaalle que la montura salió a galope tendido, desbocada, mas no el jinete... Y el caballero Pelayo rodó por encima del lomo de la bestia, hacia atrás (no habiendo conseguir cabalgar ni una vara), hasta que cayó por la zona de los cuartos traseros...:

Y en éstas que cayó con su cabeza tocando el suelo de la cuadra uno o dos segundos antes de que sus propias botas hicieran lo propio, y la armadura entrechocó en contra el suelo, haciendo una cabriola tal que de feriante malparado... Aquella ridiculez no se os separaría de la mente en mucho tiempo... Afortunadamente, nada le ocurrió, y lo más grave fue (aparte de un doblado de pescuezo sin más peligro que el susto) notar cómo la paja se le metía entre las armaduras, y llegaba a su piel, y le pinchaba la piel al de Arbás, al tiempo que de sobre su bacinete, ya al incorporarse, le caían briznas de pasto. La sobrevesta, además, quedó manchada de heces de cuadra, y no parecía el noble caballero sino un fráter de la infausta "Órden de la Mierda" con esas pintas... (o cualesquiera otro apelativo que a vuestedes les ocurra...).

La muchacha lanzó un gritito cuando el Potencio la cazó, y tal que había sido así, casi literal, que corrió cual montura de guerra o galgo empecinado... Y sujetóla del brazo, y ésta desisitió de avanzar, incluso de forcejear, pues había gastado todas sus fuerzas en la fracasada carrera...

¡No me hagan nada... ! ¡¡NO!! don Brisco no está, ¡no está! -decía entre lágrimas de desesperación la chica-. ¡Ha huido! ¡le informaron desde el castillo -el de don Ramiro, que era el único que había por allí-, y entonces huyó! Ha ido al Pericullo, ¡al Pericullo! ¡Él la mató...! ¡No yo! ¡Soltadme!

Resoplando de mal humor y avergonzado se acercó a la mujer  y agarrola del brazo apartando a Potencio. 

-¿Por que la mato? ¿Quién le avisó de que le estábamos buscando?-preguntó enfurecido el caballero que aún tenía el rostro colorado bajo la barba y muchas preguntas que hacer a la mujer.

- ¿Pericullo dices? ¿Eso dónde está? ¡HABLA! un momento, el moro... ¿el moro? ¿ y el moro dónde está? -preguntaba mirando en derredor a todas direcciones mientras sujetaba con fuerza a la muchacha.

Damián no tuvo que correr mucho, y muy dignamente, procuró mirar a su señor lleno de paja y heces como estaba cela vergonzosa caída. Al escuchar la pregunta de Potencio, contestó sin dejar de mirar a la dama.- El moro ha ido por el otro lado. Creo yo que quería atraparla por si huía por la otra parte del palacete.- Entonces, colocándose detrás de la dama, para evitar que pudiera intentar escapar de nuevo, completó la pregunta de su señor, con voz suave y segura, a modo de advertencia susurrándole.- Mi señora, sed consciente que todavía ningún daño os hemos hecho. Pero recordad que aquí estáis sola, y si estuvierais implicada en la muerte de la señora de estas tierras, mi señor aquí presente puede por justa ley usar los medios que crea conveniente para sonsacaros la respuesta. Por favor, mi señora, sed prudente y contestad todo lo que sepáis. Por vuestro bien.- Dicho esto, muy suavemente, como quien no quiere hacer daño, cogió las muñecas de la joven y las maniató atrás con la misma capa de la dama.

Recuerdas perfectamente cómo vuestro jefe Jimeno os contó que, por lo visto, la mujer murió en su cama, sin signos de violencia, sino que la encontraron allí, aunque ésta mujer que os encontrásteis dijo que Brisco lo mató... ¿Cómo era eso posible?

La mató porque... porque... -entonces dejó de contestar al de Arbás, para hacerlo a su siguiente pregunta-; don Brisco tiene oidos y orejas en el castillo de su tío y en Montepenares... Vinieron a avisarle. Por lo visto alguien venía en su búsqueda... -entonces os miró, y comprendió que aquellos no érais sino vosotros-.

Entonces, la chica se vio asaltada por la pregunta del ladrón,y andábase ya con más miedo que vergüenza.

El Pericullo... -decía la chica-: un salto de varias varas en forma de cascada, no muy grande, que un riachuelo junto a un camino hace parar morir en la charca del pueblo. Está ti... tirando hacia el sur... creo que don Brisco iba en esa dirección...

Entonces la joven observó de reojo cómo el joven Damián se le acercaba para susurrarle algo. No estaba ella muy confiada, aunque se quedó expectante ante lo que le iba a decir. Su cara cambió cuando le hablaron de Justicia y represalias, y tras tragar saliva varias veces y palidecer, suspiró un poco.

Yo no fuí... ¡tienen que creerme!, don Brisco me hablaba de su tío muchas veces, en estando los dos en la alcoba... -comenzóa confesar-, estaba obsesionado con la esposa, ¡quería quitarla de en medio! el señor Ramiro no tiene hijos... y sí mucha fortuna... Brisco me preguntaba a mí si sabría a quién delegaría sus posesiones y pudientes si la su esposa no estuviera, mas él sabía simpre la respuesta...

La chica bajó su cabeza, rendida a toda posibilidad de ocultar nada más.

Hará una semana, llegó un viejo buhonero al pueblo. Vendía frascos, hierbas, ungüentos de grasas de animales, y otras inmundicias... Ello llegó a los oídos de don Brisco, y me mandó a comprar una sustancia que, mezclada con cualquier bebida..., según las palabras del vendedor, haría parar al corazón hasta del más fuerte guerrero, que los humores la abosberían con facilidad y ningún rastro quedaba... Y cuando Brisco la tuvo en sus manos... ¡Ay!, ¡Pobre mujer! -decí lamentándose la chica pensando en la esposa de don Ramiro-.

-Eso explica por se la encontraron en su cama como si nada le hubiera pasado. Pobre mujer...-lamentó el caballero- pero sigo sin entender que teneis que ver vos con todo esto-el caballero, ahora sin prisas, montó en el caballo de nuevo pues no quería perder tiempo e ir a la caza del tal Brisco antes de que fuera demasiado tarde.