Partida Rol por web

El viaje había sido tranquilo. A la espera de una emboscada de La Vera Lucis no había ocurrido nada. Ningún mal encuentro ni percance. Pareciera que se habían olvidado de ellos y del libro.

Y ahí estaban en la actual Zaragoza, capital del reino de Aragón. Ante ellos se abría la ciudad que bullía de actividad. Cuatro caminantes y una mujer embozada que no era mujer si no animal.

Bueno señores -dije al ver la muy grande ciudad de Çaragoça-, esto ya no me gusta. Esta ciudad no es cualquier aldea perdida, y ahora si que esta "mujer" puede atraer la vista. Deberíamos movernos en los arrabales, pienso yo.

La noche anterior había dormido mucho, aunque mal, y tenía cierto dolor de cabeza.

Había llegado la hora de la verdad. Artal sabía que debían, ahora sí, sin demora, localizar a los Polo y tratar el asunto del libro. No habían llegado tan lejos para fallar ahora.

- Tenemos que apresurarnos para localizar a los tales Polo. No debemos dejar que estén sobre aviso de que los buscamos y darles tiempo a que se preparen para nuestro encuentro, no sabemos lo hostiles que pueden ser. Si nos demoramos y vamos haciendo preguntas y dejamos pasar las horas podrían emboscarnos si no son muy amistosos.

Cierto... -respondí-. No sabemos si serán peligroso, y no sabemos si el libro corre peligro de pérdida o robo. Se me está ocurriendo otra cosa... ¿Veís nuestro estado? Quizá podríamos contratar algún "buscavidas" -dije ésto, aunque rápidamente me vino a la mente la imagen de nosotros mismos...-, algún hombre que trabaje por encargo, ya sabés: previo cobro y sin preguntas, alguien con limpieza en el manejo de la espada... por si acaso...

Al fin la meta de su viaje parecía mostrarse ante sus ojos. Alvar miró de reojo a Perra para después centrar su atención en la gran ciudad que tenía delante. Asintió en silencio ante las palabras de Fadrique, sin lugar a dudas ir con aquella mujer les traería más de un disgusto si no andaban con cuidado, eso sin contar con que los Polo dieran con ellos antes de que pudieran saber quiénes eran o dónde podían encontrarlos.

- Me parece un tanto arriesgada tu propuesta Fadrique, más que nada porque no conocemos ni la ciudad ni a sus moradores. ¿Y si acabamos dando con algún espía de los Polo? Eso sería nuestra ruina... Si diéramos con alguien conocedor de los bajos fondos que nos pudiera dar alguna pista sobre ellos sería lo mejor, aunque sé que eso es muy difícil y sin duda nos costaría bastante dinero. Hagamos lo que hagamos lo único que está claro es que necesitamos sin falta información y cuanto primero mejor.

Tras haber descansando debidamente en aquella posada, agarró el caminó con ganas y energías renovadas.Ya les quedaba poco, y su mirada se encendió e iluminó al ver Çaragoça "bajo" sus pies.Ahora que estaban en una gran cudad debían tomarse las cosas con calma.Sin duda llamarían la atención con aquella mujer acompañándoles.Eran esos los momentos en que maldecía al monje por haberles entregado tal ayuda.

Conforme andaban y se acercaban a las calles de la gran ciudad, cierto temor nublaba la valentía del caballero, provocándole incertidumbre y duda.Los Polo seguramente les superarían en número y tampoco se quedarían cortos si de inteligencia se tratara.Sin duda, si jugaban mal sus cartas no podrían salir de esta.

-Un hombre de armas, a ser posible de los bajos fondos, nos vendría bien, pero para ellos tendriamos que movernos en los bajos fondos- aclaró lo que supuestamente ya debían haber deducido sus compañeros-.Quien sabe, quizás los de Polo estén en todos lados.Quizás no nos quede otra que arriesgarnos- comentó sin lograr a llegar a ocurrírsele algo interesante.

Si no lo veis claro, mejor que no -dije mientras miraba a Alvar-. Quizá lo más sensato sea que veamos la ciudad y nuestra expectativa se vaya manifestando mientras vemos qué nos encontramos... quién sabe lo que puede depararnos tras lo ya visto.

Mientras andaba, saqué un trozo de queso, corté un pedazo y se lo di a Perra.

Miró primero a la ciudad y después a Perra que masticaba el trozo de queso que Fadrique le había dado. Movió la cabeza con cierto hastío.

- No me parece buena idea pasear por la ciudad con ella. Llamaremos demasiado la atención y... -frunció el ceño con preocupación- bien la guardia o bien los ministros del Altísimo se nos pueden echar encima.

Asintió Artal a las palabras de Alvar

- Sensatas palabras, Alvar. Empecemos por el principio... ¡Eh, tú, muchacho! -dijo a un joven criado que vió andar por la calle con aspecto de conocerse el lugar- Somos caminantes de paso y necesitamos posada discreta, indícanos una de gente honesta.

Y cuando el muchacho no le oía, se volvió a sus compañeros.

- Encontremos posada y luego, dos podrían quedarse con Perra y de paso preguntar por la posada y los que en ella viven mientras otros dos dan una vuelta por la ciudad para intentar recabar información por otros lugares. Y se me ocurren un par donde preguntar...

Claro señor-dijo el muchacho- si baja toda esta calle y tuerce a la derecha encontrará la posada del cordero y la flor. Allí podrán dormir por unas pocas monedas-dijo estendiendo la mano para recibir alguna por su buena voluntad.

Te ganarás la moneda si haces algo más, muchacho -se adelantó Fadrique-, ven con nosotros a la posada, que allí te haremos más preguntas y algún que otro trabajo si por más te interesa, ¿y te interesa acaso?

Me giré hacia mis compañeros acto seguido.

Entonces será mejor que haya alguien que nos guíe. Si dos se quedan con la Perra será mejor que los otros dos no anden por ahí sueltos, divididos nuestras fuerzas, por la ciudad. Este niño puede que nos ayude y aconseje.

Entonces se volvió hacia el niño.

Venga, ven con nosotros si quiere comer en caliente esta noche y con buena carne.

El muchacho le miró con desconfianza.

-Entonces serán dos monedas, madre dice que no debo andar con desconocidos y me regañará asi que tendré que llevarle algun mendrugo de pan o algún huevo para la cena-dijo el chico cruzándose de brazos y elevando la barbilla, parecía que todavía no se había fijado en la mujer..

Mmm... -murmuré con la mano en la barbilla mientras fingía si aceptar o no, aunque en realidad convenía el que sí-, de acuerdo. Pero nada de preguntas, ¿entendicho, muchacho? Venga, camina -le insté-.

Luego me acerqué a los compañeros mientras andaba, como para hablarles más en bajo.

Es mejor un niño que no cualquier truhán que pueda intentar jugárnolas por unas monedas más que las nuestras, y aunque estos roban como los que más, puede que sea fácil "invitarle" a colaborar. Veremos a ver si nos es eficiente.

Y continué andando.

Godesteo no muy convencido con las exigencias de ese muchacho, accedió finalmente a acoger sus servicios.Sin duda un joven como él pasaría desapercibido por la ciudad y podría proporcionarles la información que deseaban, seguro que les resultaría más útil o al menos más que un tipo armado hasta las trancas o con aspecto recio.

-Me parece bien- asentía a las últimas palabras de Fadrique andando a la par que él mientras el jovenzuelo les acercaba a la posada.

- Por mí de acuerdo. -Fue lo único que Alvar dijo preocupado por el asunto de Perra y pensando quién de ellos se encargaría de vigilarla.

De este modo se fueron tras el mozalbete rumbo a la posada que les había recomendado. Sólo espero que el posadero no llame a las autoridades cuando vea a ésta.

El posadero lejos de llamar a las autoridades parecía encantado de tener por allí a tan buena moza, aunque no le quitaba los ojos de las pantorrillas no tardó en daros una reprimenda sobre que aquel lugar era un sitio para gente temerosa de Dios y que no se permitía el Libertinaje. Os obligó a, si queríais descansar allí, coger una habitación solo para perra con lo que la suma de todo por noche se os quedaba en 16 monedas por las tres habitaciones(una para cada dos y otra para Perra).

Artal miró de reojo a Godosteo. Sabedor de que él no tenía dineros de sobra precisamente, esperó a que Godosteo diera el visto bueno al abultado gasto que supondría la posada. Y secretamente se preguntaba si daría algún problema la criatura que les acompañaba si la dejaban sola en la habitación y partían los cuatro a patear las calles de la ciudad...

- Compañeros -dijo en voz baja para que oídos ajenos a su cuadrilla no les escucharan-, no me parece mala idea que Perra se quede encerrada en la habitación y mientras nosotros rondemos por la ciudad haciendo pesquisas sobre los Polo...

Pero no es que rondemos en busca de alguien -dije después de que Artal hablara-, es que a la hora de dormir nos piden una habitación para ella... Cosa que no me gusta. Ya véis como mira este tabernero -dicho esto en bajito- a la Perra, que no la quisiera sino mancillar aquí mismo; no podemo tolerar tal cosa.

Señor -le dije al tabernero-, que llevamos a esta mujer con estas ropas... ¿y vos cree que libertinaje nos es amparado? No la ve aquí tan desolada, muchacha joven y ya desviada de la cabeza, que unos cuantos la forzaron en el camino a esta tan gran ciudad y cuidó Dios de ella al encontrárnosla y poder dar requerido castigo por tal fechoría. E que habló, e pues que nos dijo que fue raptada de su marido más allá de Çaragoça, y allí que la llevamos... con que todo esto... No puede dormir sóla, ni tan siquiera hablar ¡ande, pregúnte vos!, e que le rogamos que uno de nos, en su habitación, la proteja...

Mi buen señor no se que es lo que pretendeis pero la llave de su habitación la tendrá la señorita y más la vale no dejar pasar a alguno de ustedes que no sea su marido-dijo el tabernero frunciendo el entrecejo- no quiero adulterios ni cosas así en mi casa y desde luego que no tratarán de escatimar el dinero de una habitación.

Godesteo se adelantó hacia el tabernero tras recibir la discreta mirada de Artal.Dejando caer las monedas pertinentes sobre su mano.

-Que la moneda no sea problema para arreglar vuestra confusión querido amigo- tras esto se da la vuelta y le da las dos monedas al joven muchacho que les acompañó a la taberna.Acto seguido aprovecha para acercarse a sus amigos viendo que el tabernero se entretenía con las recientes monedas conseguidas.

-En un problema nos hayamos caballeros.Si no podemos acompañarla, quizás si custidarla y proteger su puerta- añadió suavemente, pues obviamente tras lo dicho, su supuesto marido se encontraba en Çaragoça y ninguno de ellos según las condiciones expuestas por el tabernero podría entrar en la habitación.