Partida Rol por web

Godesteo paró hábilmente el golpe que le lanzo contra su brazo no tuvo tanta suerte Fadrique que pese a contar con la ayuda de Perra su adversario le logró herir en el brazo izquierdo, por suerte sin demasiada fuerza.

El soldado esquiva su rápido golpe y contraataca, pero también de nuevo es interceptado por el escudo metálico del noble.

-¡¡¡Morid perro, moriiiiid!!!- volvía a atacar colérico por la excesivamente molesta y larga contienda que estaba teniendo con ese soldado.

Alvar se notaba cansado, las heridas sufridas en las últimas peleas le estaban mermando fuerzas pero aún así volvió a cargar con su hacha con toda la fuerza de la que fue capaz.

Ataco y Ataco

(El primer ataque es para el que ha herido a Artal, el otro para el Vera 3)

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¡¡Aughhh!! -profirió Fadrique tras notar dolor bajo su gambesón, el cual habías dio acuchillado y aboyado al mismo tiempo-. ¡Artal! -entonces ví cómo le habían herido a él con más fiereza, e instintivamente mi cuerpo se giró hacia su posición, hacia su contrincate-.

Y quiso el Altísimo enviarme un soplo de aire fresco, el cual tocó mi espada en medio de la noche, y no hizo sino dirigir mi acero hacia la cabeza de aquel que sorprendió al hermano de aventuras Artal.

¡Perraco! ¡Rinde cuentas al Diablo! ¡¡AAAAAHHHH!! -le grité inmerso en un mar de ira mientras le partía "la crisma" con el filo de mi espada...-. Acto seguido, volví rápidamente al frente contra el enemigo de la vera Lucis que me hostigaba (el 3) y descargué un mandoble como nueva respuesta.

El ataque de Fadrique partió el cráneo del fráter como si fuera un melón y su cuerpo cayó al suelo sin vida, pero otro de los de la Vera Lucis se apresuró a ocupar el lugar de su camarada caído frente a Artal. Perra no dejó que el enemigo aprovechase el ataque de Fadrique y lo ataco pero de nuevo sus manos desnudas no hicieron nada contra la armadura de éste. Su compañero al ver aquello, lleno de rabia arremetió lanzando una estocada contra la testa de Alvar pero por suerte su bacionete desvió el golpe que de seguro hubiera sido mortal.

De nuevo el aragonés se volvió al nuevo oponente y lanzó presuroso el filo de su hacha hacia el brazo armado.

- ¡Moriréis todos! ¡TODOS!

Trataba el viejo soldado de infundir temor en el corazón de los enemigos que acababan de ver caer a uno de los suyos con la muerte rondandole de cerca...

Godesteo paró con facilidad el ataque de sus adversario que resonó con fuerza contra el escudo pues estaba lleno de fuerza e ira.
Al interponerse entre Fadique y su adversario perra recibió con un grito un profundo corte en el brazo izquierdo. Aulló como si de un animal se tratase cuando el acero se hundió en su carne pero eso no apago las llamas que la encendían por dentro, dispuesta a luchar hasta el final. No parecía tan decidido el guerrero que se acababa de unir al combate pues reculó al recibir el ataque de Artal y no consiguió acertar con su acero sobre el aragonés
 

Ataco (al que hiere a Perra) y Ataco (al más cercano a Álvar)

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El Señor es nuestro Pastor, ¡nada nos falta! -grité mientras desincrustaba la espada de la cabeza de un enemigo y la incrustaba en otra, en la del que hirió a Perra*-. Fadrique estaba como extasiado; parecía uno de esos guerreros norteños que cuando se ven ya envueltos en el fragor de la batalla no pueden parar hasta que acaban con sus enemigos o mueren en el intento, como un toro embravecido y sin propuesta de freno..

¡Esta mujer es más hombre que vosotros! -grité cuando hirieron a Perra comparándola con los de la Vera Lucis- ¡Hideputas, VENID AQUÍ! -En esos momentos me di cuenta que Perra, como había ido notando desde que la "adoptamos", se había convertido en un miembro casi tan importante para mí como el resto de la compañía del Alquimista. Herirla a ella era ofenderme a mi; "había cosas en el mundo que no debería existir", pensaba de nuevo, aunque cada vez más convencido estaba yo de mi equivocación...

Cuando ataque al primero, me fui contra el más cercano Álvar, dispuesto a enviar al Averno a cuantos herejes teníamos enfrente.

Entre la confusión de la noche, Godesteo persistía en alcanzar a su escurridizo adversario, pero esta vez fue en vano, su mandoble falló golpeando el aire pero eso no permitiría que este le incrustase el filo en sus carnes pues se protegería con su fiel escudo las veces que hicieran falta.

Mientras tanto, puede dedicar unas milésimas de segundo a observar el combate de sus amigos, que al parecer a alguno le iba peor que a él y a otros bastante mejor sintiendo como algo de sangre salpicaba su espalda y no parecía ser de ninguno de sus amigos.

Alvar quedó un tanto mareado al recibir el golpe en la cabeza. Por suerte, además de tenerla bastante dura, la llevaba protegida, pero eso no fue suficiente... el momentaneo aturdimiento que sintió hizo que su primer golpe de hacha pasara a distancia de su atacante, pero acto seguido y con la rabia que da la desesperación, volvió a cargar contra aquel malnacido y esta vez si le alcanzó.

Fadrique parecía contagiado por el ansia de la batalla, como si su mano la dirigiese el Altísimo sesgó la garganta del hombre que había herido a la que ahora era su protegida. Animado por la caída de éste logró acertar también en otro de los fráteres que les atacaban. Estos parecían no desanimarse con la caída de sus compañeros y, al contrario, se enfurecían y golpeaban con mas fuerza contra los viejos soldados.

Artal siguió lanzando y parando golpes de los enemigos, sin detenerse ya a mirar ni donde ni a quién alcanzara, mientras fuera uno de los hideputas que querían acabar con sus vidas...

Los enemigos gritaba e insultaban al grupo en la escaramuza sangrienta que se había formado. Godesteo tuvo que sentirse agradecido una vez mas cuando su armadura evitó que le rebanaran un pie. A su lado Artal aguantó con el escudo el fuerte envite de su adversario que no logró dañarle.

Ataco y Ataco.

Sin emplear más palabras, me ensañé hasta dos veces con el enemigo 3.

El cansancio empezaba a hacer mella y, para desesperación de Alvar, cada vez que atacaba con su hacha sólo conseguía llegar a su enemigo de vez en cuando.

Daba gracias a Dios de que sus armaduras y escudo parasen todos aquellos golpes que podrían ser fatales a largo plazo durante el combate.Inspirado por el fragor de la batalla, lanza de nuevo de tajo rápido y limpio a su infiel enemigo intentando acertar y a ser posible acabar con él de un golpe.

-¡¡Vuestra herejía será castigada con mano de hierro!!- exclamó dando honor a su apodo para atacar de forma furiosa dos veces seguidas.

Aquella era una batalla perdida, o al menos eso parecía... ¡No! Todo lo contrario, los cuatro viejos guerreros con la ayuda de Perra, aún superados en número estaban logrando sobreponerse a sus enemigos. Godesteó con un certero movimiento cercenó el brazo del tercer soldado que caía antes ellos con un tremendo alarido mientras se agarraba su muñon. Pero en aquel momento, en cuanto se apartó otro entro en la contienda. Quizás me he apresurado, al narraros las hazañas de aqueste heroico combate en la oscuridad. Alvar, que luchaba cansado después de los anteriores combates en los que había sufrido graves heridas cayó atravesado por una espada, el vil acero se clavó en sus tripas y con un gemido ahogado se desplomó en el suelo.

- ¡NOOOOOO! -grita Artal cuando cae su compañero

Y con renovada furia, lanza su hacha sobre el pecho del enemigo que tiene delante, como si quisiera verle el negro corazón.

Artal sonrió con malicia cuando su contrario emitió un chillido agudo de dolor. El hacha había encontrado un hueco justo debajo de la coracina del fráter y había seccionado las partes nobles de éste. Espuma salía por su boca y calló al suelo pataleando y sin parar de gritar mientras se agarraba el bajo vientre.

Uno de lo hombres trató de alcanzar a Artal pero su espada paso lejos de este. En aquel momento una voz a vos en grito os habló nuevamente.

-Entregadnos los libros. Nosotros estamos dispuestos a morir por ellos y no pararemos hasta arrebataroslos. Entregadlos ahora y podréis salvar a vuestro compañero si no ha muerto y salvar vuestras vidas-no parecíais tener muchas opciones excepto en caso contrario seguir luchando hasta la muerte.