Partida Rol por web

- Compañeros... nos han alcanzado. Tened vuestras armas preparadas porque tendremos que luchar de nuevo... No sé cuántos son pero nos están rodeando, así que mucho cuidado.

Era incapaz de distinguir quiénes eran sus perseguidores, pero supuso que no serían otros que los de la Vera Luics. Sacó su hacha del cinto dispuesto a plantar cara a aquellos que intentaban robarles los libros.

No hice sino coger mi espada y mi escudo en cuanto comprendí las palabras Álvar. No podíamos fenecer allí mismo, después de tantas horas de camino y días inciertos... había que resistir a toda costa, sin embargo... ¿quién nos ampararía después? ¿Dónde iríamos?

Godesteo viste uno de sus brazos con el escudo pues el otro ya iba bien enfundado con su filo.Quizás fuera una alocada idea, pero iba a desafiar la inteligencia de esos hombres o cosas que les iban a asaltar en cualquier momento.

-Una bonita noche, ¿verdad amigos? Tranquila al igual que lo estamos nosotros.Realmente fue buena idea hablar con el magistrado de Çaragoça y pedirle que mandara un grupo de sus mejores hombres a escoltarnos, deberán estar al caer.Habría que ser un insensato para intentar hacernos frente.Es más, me reconforta recordaros que guardamos nuestro poderoso objeto en buenas manos de nuestro leal amigo el Obispo de Plasencia, ¡que Dios le bendiga!- su tono de voz era considerablemente alto, lo suficiente como para que le escucharan lo que fuera que estuviera acechándolos.

Pero aquello no fue suficiente, enseguida escucharon a los hombres acercarse. Todos portaban espadas, que resplandecían con el fulgor de la luna en la oscuridad. Apenas se les veía pues iban ataviados de negro, la Vera Lucis sin duda. Al menos les doblaban en número. Las puntas de sus armas os apuntaban amenazadoramente... Pero una voz se escuchó detrás del grupo, una voz con un acento extraño venido del sur.

-Entregad los libros y os dejaremos partir con vida-os dijo, aunque no podíais ver a quien hablaba.

Artal sabía que había llegado la hora de la verdad. No había llegado tan lejos para ceder ahora, así que si tenía que morir lo haría llevándose por delante a tantos fanáticos como pudiera. Él portaba el libro del Alquimista y tenía bien claro que para que se lo arrebataran tendrían que derribarle.

- Si queréis los libros, venid a por ellos y pagadlos con sangre.

La voz rió, una voz aguda y que os hacía enfurecer.

-No será nuestra sangre la que pague el precio. Pensadlo bien-repitió el hombre instándoos a obedecer.

Aquella voz más se asemejaba más a la usada por un infiel que a cualquier dialecto que Alvar hubiera escuchado en tierras cristinas y por ese motivo quedó sorprendido. ¿Seguro que aquellos eran de la Vera Lucis? ¿Acaso el morador de la casa que acababan de abandonar los había delatado? Preguntas que por el momento no obtendrían respuesta, su vida estaba en peligro y con ella la pérdida de los libros y evitar que se los llevaran era su principal misión, viniera la amenaza de donde viniera.

- No hay nada que pensar, los libros no cambiarán de manos tan fácilmente. -Sujetó con más fuerza el hacha mientras un ligero temblor de pura rabia le estremecía al oír aquella risa. Después de todo lo que habían pasado no soltarían los libros tan fácilmente y mucho menos sin pelear.

El hombre, sin acercarse todavía rió de nuevo y con sorna dio ordenes a los hombres.

-Bien, vosotros lo habéis querido así. ¡Matadlos!-y a su orden cuatro de los guerreros de negro  avanzaron un paso apuntándoos al corazón con sus espadas.

Con su espada y escudo sujetados firmemente, al ver que sus palabras no surtieron efecto, se prepara para el combate.Cuatro de ellos salen de los arbutos dispuestos a plantarles cara.Godesteo, se lanza a por el más cercano con movimientos rápidos y eficaces.

-¡Que la palabra de Dios purifique vuestras sucias almas herejes!- exclamaba acercando peligrosamente su filo al cuerpo del enemigo dispuesto a desollarlo brutalmente.

Mientras tanto, permanecía alerta con el escudo bien arriba preparado para bloquear cualquier ataque.

Amén... -dijo Fadrique apuntalando las palabras de Godesteo-. Como tenía preparado el escudo y la espada, no hice sino esperar a que comenzase la batalla. No habríamos de descansar hasta ver muertos, de nuevo, a nuestros perseguidores.

Mientras, Fadrique seguía sin conocer qué había pasado realmente...

Ataco con espada y paro con Escudo (a alguien diferente de los que ataque Godesteo y Alvar, que creo que actúan antes).

Alvar agarró su hacha y se dispuso a descargar su golpe sobre uno de los hombres que avanzaban hacia ellos con las espadas desenvainadas, pero la oscuridad y el cansancio hicieron que sus movimientos fueran lentos y pesados y su hacha pasó bastante alejada de su objetivo. Con pocas fuerzas y aún resentido de sus heridas, Alvar apenas conseguía moverse con agilidad, notando sus reflejos completamente embotados.

El combate empezó como el rayo en la tormenta. De pronto las espadas estaban en el aire, silbando y se escuchaba el metal contra el metal. El noble con una buena estocada acertó al guerrero que lo acosaba en el pecho con tal fuerza que la punta de su espada logró atravesar la férrea armadura del hombre. Mientras que Alvar movía su hacha de manera amenazante para mantener alejado a sus adversarios, Fadrique logro hacer un corte en la pierna del de la Vera Lucis pero no fue mas que un rasguño. 

Artal  no puedo evitar que la espada de su contrario se acercase peligrosamente a su pecho pero por suerte el miedo a perder el brazo de un hachazo y la armadura de Artal lo protegió. Alvar a su vez logro protegerse de del ataque del otro, aunque recibió un pequeño corte en su brazo izquierdo.

Se encara Artal con el soldado que se le echa encima y levanta su escudo mientras da un paso a la izquierda, interceptando la espada que al pecho le dirigía el malandrín.

- ¡Prueba este filo, cabrón! -le increpó al descargar el hacha.

Y lanzó un golpe descendente sobre el brazo todavía extendido del enemigo para intentar herirle y desarmarle.

El combate seguía de manera cruenta pero todos los guerreros eran expertos en el manejo de las armas y pese a la dificultad de luchar en la noche entre la oscuridad y el frío lograban evitar las estocadas de unos y de otros tratando ambos bandos de cansar a sus contrarios.

Volví a lanzarme contra el soldado de aquella secta. Era mi mismo objetivo, y sin mediar palabra alguna, alanceé mi espada y la cargué contra éste, casi sin medir las consecuencias, pues tan grande era la necesidad de acabar con ellos...

El escudo intercepta el golpe del soldado con facilidad, desviando su trayectoria y aprovechando el momento para actuar.Tras haber ejecutado con precisión y certeza su primer ataque, vuelve a lanzarse contra el soldado dispuesto a acabar con él. -¡¡Yaaaaaaaaahg!!- se vuelve a lanzar de forma feroz contra su enemigo dispuesto a parar también cualquier ataque

Alvar sintió como su carne se abría superficialmente en su brazo izquierdo, lo cual no le impedía volver a levantar su hacha y atacar al soldado que le había herido.

Su primer ataque salió un poco descontrolado pero, sin pararse casi a pensar y respirando hondamente, volvió levantar su arma para descargarlo sobre su oponente, sin proferir ni una sola palabra que le hicieran desconcentrarse.

Uno de los guerreros logro acertar en el brazo de Artal, aunque no con la suficiente fuerza como para atravesar su armadura, Perra se había unido a la contienda pero las armaduras de los soldados eran demasiado gruesas como para que pudiese hacerles daño con sus puños desnudos. También la armadura de Alvar logro resistir la punta de acero de su adversario.

Insistía Artal en el brazo armado de su oponente mientras con el escudo se protegía de sus envites... pero entre la oscuridad y la confusión el golpe salió débil.

- ¡Malditos!