Partida Rol por web

  El maquillaje aplicado por Liana es absolutamente perfecto. La belleza de Xerine ha sido realzada, y luce muchísimo mejor de lo habitual. Su piel tiene un aspecto saludable envidiable y la combinación de sombra de ojos, línea y colorete es absolutamente perfecta. Cualquier hombre se arrodillaría ante Xerine suplicando unos segundos de compañía. Ahora mismo, contemplarla es mirar a la cara a una diosa.

 Cuando bajáis las escaleras de la taberna, perfectamente vestidas y arregladas para la ocasión, veis que Dieter está sentado en una mesa, esperando abajo a que sea su turno de ir para allá. Miriam no está en la barra, y en un momento se adivina cuál es la razón de su ausencia.

Abriendo suavemente al puerta, Émil cruza el umbral y hace una pequeña reverencia a las señoritas, para instantes más tarde quedarse con la boca abierta ante la visión de tal belleza.

-Señ... Señoritas. El carruaje os espera. El viaje no durará mucho y una vez allí podréis conocer al marqués en persona. ¿Me acompañan?

Emil había usado una segunda persona del plural, meramente por la seguridad de que Liana iría también, pero sus palabras, gestos y miradas iban dirigidas hacia Xerine. De eso no había ninguna duda.

Devolvió la mirada a Emil, y asintió levemente

Claro. Es usted muy amable

Con movimientos calculados, salió de la taberna y se acercó al carruaje. Se mantuvo fría y distante... Inalcanzable. Aún se guardaba unas cuantas cartas en la mano, pero había llegado el momento de jugar

Nos vemos en un rato, Dieter

Aaron, resuelto dice:

-Bueno, sea lo que sea, no vamos a sacar nada en claro aquí, a si que por mi podemos investigar juntos si queréis.

Dice Aaron mientras e adelanta y sale de la iglesia.

Quint cierra la sacristía y coloca las partes del candado de nuevo como la última vez para que parezca intacto.

Aún puede que tenga que volver aquí otra vez... Sea quien sea el que saqueó el lugar, no tengo todavía ninguna pista de lo que buscaba.

Después se apresura a salir de la iglesia tras Aaron.

 Faliar, ya que no tiene otra cosa que hacer en la iglesia, y viendo que el plan de convencer a Quint ha funcionado bastante bien, se dirige con el resto fuera de la Iglesia.

-¿Qué hora creéis que es? El carruaje vendrá dentro de poco ¿no?

Faliar no estaba del todo cómodo con las ropas que llevaba, pero se sentía atractivo. Al fin y al cabo, un chico con una belleza como él, estaría guapo con cualquier cosa.

Entorno mis ojos alrededor de la flor, mientras disfruto de el dulce aroma. Las damas bajan las escaleras con belleza y delicadeza, la corola gira, los vestidos frotan y se arrastran. Una flor se va, dos llegan... una se queda.

Emil Zolt llega por las damas, las cuales se retiran. Xerine se despide con voz y un gesto, Liana guarda prudente silencio

Pronto nos veremos de nuevo estimada Liana, estimada Xerine. -el silencio nos envuelve por un segundo- Una lastima el que no hallan elegido una flor... un color...

Me pierdo de nuevo en la flor y mantengo silencio ante el misterio.

 Cuando estás cerca de Faliar, te sientes extraño. Algo parecido a un brillo en tu corazón, sientes cuando está cerca. Es algo muy extraño, y aunque te ha pasado a veces, no sabrías decir porqué es.

Xerine salió de la posada, al igual que Liana, mientras Émil se mantuvo dentro, sujetando la puerta. Fuera de ésta les esperaba un carruaje negro como la noche, tirado por dos caballos blancos.  Parece que esos briosos animales tenían ganas de salir pues chocaban sus pezuñas contra el empedrado, nerviosos. El cochero, un hombre delgado y bajito, ataviado con una capa marrón y un sombrero del mismo color les abrió la puerta, y les ofreció la mano para que pudieran subir con comodidad. Al fin y al cabo los tacones no son los zapatos más cómodos para caminar, y menos para subir a un carruaje.

El interior de este estaba tapizado de un bonito cuero tintado de rojo. Había dos asientos, con capacidad total de 5 personas, pues el más cercano a los caballos era un poco más estrecho, pues el carruaje se afilaba en esa dirección. Los cojines eran realmente cómodos. Una vez que las dos señoritas se aposentaron, Émil se asomó por la puerta.

-Para que puedan ir más cómodas dentro, haré mi viaje con John, el cochero. Si me necesitan en algún momento no duden en avisarme, con detenernos un momento podré entrar dentro. El viaje no será muy largo, unos tres cuartos de hora de trayecto. Espero que no desesperen. Ahora, si me disculpan...

Émil subió de un salto al pescante, agarrándose en uno de los laterales del carruaje. Parece que el hombre era un tipo ágil.

Con un sonoro chasquido de los látigos el viaje empezó. Al principio, por las ventanas del transporte sólo se veían casas y más casas. Un paisaje creado por la mano del hombre, triste, muy triste. Pero al salir del pueblo, todo cambió. Mientras la carreta se movía por los caminos abiertos en el bosque que cubría la isla como una sábana verde, pequeños animalillos se veían desde el carro. Conejos, ardillas, algún que otro pájaro... hacían de la visión algo precioso, y una escusa para no aburrirse. De hecho, en una ocasión una ardilla subió desde el suelo hasta posarse en el ventanuco. Allí, tras olisquear un momento el interior soltó un breve sonido muy agudo, y volvió por donde había venido. Parecía que toda la alegría que no estaba en el pueblo, estaba repartida por los alrededores.

El viaje fue realmente precioso y evocador. El encuentro con el Marqués estaba cerca. ¿Qué le preguntarían?¿Qué querría de ellos? Eran preguntas que estaban en el aire. Cada cual sacaría sus propias respuestas, y no se solucionarían hasta dentro de unas horas.

Desde dentro del carro podía escucharse cómo hablaban John y Émil. Era imposible discernir el tema de conversación, pero parece que era muy animado.

Lo único que empañaba el espléndido aspecto de los exteriores de Corvinus era esa maldita tormenta. No desaparecía. Estaba agarrada en lo más alto del cielo, y no descargaba. Ese asunto empezaba a parecer extraño.

 Émil sujeta la puerta con cuidad mientras Liana y Xerine salen de la posada. En el exterior espera el carruaje, negro como el ópalo. En unos instantes empiezas a oír el chasquido de las riendas y el característico sonido de una rueda de carro rebotando contra el empedrado. La primera parte del grupo ya ha partido, y, en más o menos hora y media estaría el carruaje de vuelta. Dispuesto a llevarles a los demás.

 Cuando salís de la iglesia veis como, parado junto a la posada se encuentra un carruaje precioso, negro como el azabache. Dos caballos blancos componen el tiro. Parecen impacientes pues relinchan y chocan sus pezuñas contra el empedrado. De la posada, salen Liana y Xerine, para subir al carro arropadas por un extraño hombre con sombrero. O al menos creeis que son ellas, pues una lleva máscara y la otra lleva el inconfundible vestido blanco, comprado con anterioridad por Xerine.

Tras ellas, sale un hombre por la puerta, que reconocéis como Émil. Éste, tras comentar algo dentro del carruaje, sube al pescante de un salto, apoyándose en el extremo del transporte. En ese momento el cochero azota las riendas y los caballos salen a la carrera en dirección opuesta a vuestra posición. Parece que el primer viaje ha comenzado. Aún les toca esperar, al menos, hora y media para que vengan a recogerles.

Faliar observa el carro marcharse. Cuando ya ha desaparecido de la vista, comenta con sus compañeros

- No se por que tengo la impresión de que esto es algún tipo de encerrona

Quint miró extrañado a Faliar por su comentario.

-Bueno, es extraño encontrar gente rica generosa, pero no por ello tienen que ser malos. Es cierto que no consigo encajar por qué compra él todas las armas y armaduras de la isla, pero a lo mejor solo lo hace por que no le gustaría que sus súbditos se armaran. La verdad, no parecen muy felices con sus vidas y el herrero mencionó que antes se vivía mejor... Pero no sijo antes de qué.

El chico señaló a la posada y se puso en camino hacia ella.

-Si no os importa, yo voy a alquilar una habitación en la posada. Ayer se me hizo tarde y quiero darme un baño y dejar mis cosas para no ir cargado a la cena. Si tan nervioso estás por la "trampa", puedo dejarte una daga para que lleves a modo de decoración. No creo que te dejen llevar tu hacha...

 Xerine disfrutó del viaje, sintiéndose de nuevo en su terreno. Había recuperado el control, eso no lo dudaba. Quizás estuviera bailando un baile peligroso, pero al menos era un baile que conocía. Un baile que había conocido hace muchos años, y en el que había lograd camuflarse como una más, el baile de la nobleza, del lujo... Atrás quedaban esas horas confusas en medio de la foresta, buscando un modo de sobrevivir, o la estancia en un simple pueblo que no superaría los trescientos habitantes, y eso tirando por lo alto. Ahora la joven música se movía por aguas que conocía, y las conocía muy bien

Sonrió, y volvió a mirar afuera, al paisaje. Al ver su reflejo, volvió a observar la belleza del maquillaje que Liana le había impuesto, tan majestuoso y profesional que no dejaba ninguna duda sobre la capacidad de su compañera de viaje. En realidad, la compañía de la misteriosa mujer la agradaba bastante. Sabía, como ella, como dominar un instrumento musical, y, según había oído, lo hacía bastante bien. También parecía tener unas nociones de etiqueta y comportamiento, algo que Xerine apreciaba, no porque a ella le molestara un trato diferente, si no porque eso le brindaba más posibilidades a la hora de tratar con otros nobles o burgueses de refinados modales, pudiendo servirse de esta como apoyo en sus ardides, tan complejos como calculados a veces, tan simples y directos en otras

En realidad, no le importaría realizar el viaje de vuelta con ella. Pero todo se vería. Por el momento, lo mínimo que podía hacer era agradecerle su intervención

Muchas gracias por el maquillaje. Se nota que eres una auténtica profesional

Observó, algo embelesada, su rostro, mucho más bello que antes, en el reflejo del cristal. Entonces sus ojos se enfocaron en el cielo gris, y frunció casi imperceptiblemente los labios. Si había algo que no le gustaba de ese lugar, era la amenaza de lluvia. Los cielos oscuros y nubosos no la desagradaban; Incluso le gustaban más que los días soleados. Eran más naturales, más reales, más parecidos a la vida misma: Grisácea, dura, seca. Por el contrario, sí que le preocupaba lo que, por norma general, presagiaban: Tormenta

¿Como crees que será el Marqués? Preguntó, más por distraer su mente de tales pensamientos que por llenar el silencio, que no la incomodaba para nada Que nos haya invitado a comer con él habla bastante bien de su hospitalidad. Al menos, eso es un punto positivo

Se giró a Liana, algo aburrida, esperando su respuesta. No tenía ningún inconveniente en mantenerse en silencio si a su compañera no le apetecía mantener una conversación. Valoraba tanto el silencio como las conversaciones superfluas. Claro que tampoco le vendría mal algo de cháchara, al menos, para apartar la mente de otros oscuros pensamientos

Salgo de la habitación una vez maquillada Xerine, y bajo al carruaje. Como esperaba, allí está Zolt, y, como sabía de antemano, ignora mi presencia casi por completo. Su caballerosidad y sus atenciones se dirigen a Xerine, pero no puedo culpar a ninguno de los dos. La aristocracia y sus devenires no son lo mío, a mi me van otras cosas. A decir verdad, no me ilusiona especialmente comer con el señor marqués, pero no puedo negarme. Afortunadamente, todos los ojos estarán puestos en Xerine y podré pasar desapercibida.

Cuando vamos a subir, el señorito Zolt decide que irá en el pescante con el cochero. Me jugaría algo a que, si de verdad pudiera escoger, sería yo la que iría fuera, pero es divertido ver cómo los hombres tienen que hacer el imbécil y tragarse sus palabras, ideas e intenciones sólo para poder ver una sonrisa de la chiquita de turno. Sin embargo, creo que ahora mismo parte de la culpa es mía, pues he hecho un buen trabajo con ella.

Montamos en el carruaje y abandonamos la aldea. Al salir de aquél apacible pueblecito, nos encontramos con un paisaje idílico, con plantas, animalicos y cosas de esas. En otro caso no me habría importado observarlos más de cerca, pero me siento un poco rara con un vestido tan elegante. Ciertamente son problemáticos, porque hay que tratarlos como si fuesen de papel. Se rompen con un solo roce, se manchan casi con la mirada, no puedes moverte con libertad... no, decididamente no son lo mío.

Pensando en estas cosas, Xerine me llama de nuevo a la realidad agradeciéndome el maquillaje que le he proporcionado. Si supiera de dónde viene, es posible que no reaccionase igual. De todos modos, no sería culpa suya si temiese a lo que no conoce, pues mucha gente lo hace. Alegre por las palabras de agradecimiento que me brinda Xerine, sonrío tras mi máscara y respondo.

-Bueno, la verdad es que no ha sido nada, supongo que se me da bien. Cuando me hice mayor vi que no era como para tirar cohetes, así que me dediqué a hacer cosas bonitas. Sin embargo, debo advertirte de que cuides mucho el maquillaje, pues es un método muy delicado que a veces da un resultado muy frágil.

Al instante, mientras le hablo, se vuelve hacia el cristal y admira su rostro. La verdad es que he obrado una maravilla con ella, me empieza a parecer incluso físicamente deseable...

Al punto, se vuelve hacia mí casi como si leyera mi mente y me pregunta acerca del marqués. La verdad es que se tanto de él como ella, y no me había parado a pensar ni siquiera en cómo podía ser. Más bien me inclino a pensar que se aburre, sin embargo, no sería una respuesta muy cortés, así que me limito a responder:

-Bueno, la verdad es que no lo he pensado. Será un hombre adinerado. Posiblemente con gusto por lo bello y lo caro. A juzgar por el aspecto de Zolt y su modo de obrar, no creo que se distingan mucho el uno del otro.

Tras esto, me recuesto un poco apoyando la espalda en la pared del coche y digo:

-Bueno, la verdad es que no hemos tenido mucho tiempo de hablar y de conocernos... no se, se me hace raro viajar con alguien a quien apenas conozco... Bueno... No te ofendas, no me desagrada tu presencia ni nada, pero quisiera saber más de ti. ¿Cómo acabaste en la aeronave?

Algo sonó dentro de la cabeza de Xerine, ese mismo tintineo que oía cuando alguien intentaba indagar en su pasado. Actuó casi por acto reflejo, por costumbre, limitándose a contar lo que todos sabían... Y maquillando lo que tantos ignoraban, casi con la misma destreza con la que Liana había maquillado su rostro

No hay mucho que contar de mí, la verdad. Una vez conoces a un noble o burgués de Gabriel, los conoces a todos, con sus más y sus menos

Rió disimuladamente ante su propia broma: Eso también lo tenía bastante ensayado

Verás, nací en una familia humilde. Mi padre, Philippe Vasser, era un artesano del gremio de alfareros de Gabriel, y servía a una noble, Joceline Neal, bastante generosa con sus pedidos y atenta con sus subordinados. Desde pequeña, demostré poco interés en el oficio de mi familia, interesándome por el contrario en la música y la armonía. Con el dinero que ahorraron mis padres pudieron comprarme un violín, que aprendí a tocar a la edad de ocho años. Con el tiempo, un rico burgués, Albuin Lefleur, se interesó en mi música, y decidió subvencionar a mi familia, como mi mecenas personal. Un año después, un accidente se llevó a mis padres y a mi hermano, que en paz descansen, mientras yo estaba ofreciendo un concierto como artista revelación

Su mirada se nubló un poco

Durante los años siguientes a la tragedia, he sido mantenida por Albuin, hasta el día de hoy, dedicándome por entero a mi música. Aunque, según parece, mi suerte se ha acabado. A menos que el ala del Zeppelín en el que viajaba mi mecenas haya corrido mejor suerte que la nuestra

Esbozó una sonrisa triste, que, sin llegar a parecer victimista, si pretendía recalcar la ironía de todo el asunto

Así que ahora estoy sola, con la fortuna que Albuin me dejó (que no es poca, he de decir) pero sin ninguna fuente de ingresos. A menos, claro, que algún individuo se interese por mí. Claro que yo no creo en la suerte

Dirigió una mirada algo misteriosa a Liana, y acto seguido, preguntó con expresión algo más seria, aunque amistosa

¿Y tú, Liana? ¿A que te dedicas? Por lo que me dijiste antes de tu instrumento, supongo que vienes de Varja. Nunca he visitado esas tierras... Pero según he oído, son bellísimas