Partida Rol por web

Faliar no podía seguir ahí cruzado de brazos. Había un combate, y Nahia estaba metida en él. Tenía que ir con ella.

- ¡Maldita sea! ¡Pierre, cuida de ella, por favor! -dice mientras mira alternativamente a Pierre y a Catherine- ¡Voy a ver que está ocurriendo!

Luego miró a Catherine y le acarició un mechón de pelo

- Tranquila, no haré nada estúpido. Vuelvo enseguida, ¿vale?

Y se dirigió a donde provenían los gritos

Furia.

Ira. 

El arco rasgaba las cuerdas destilando una sinfonía tóxica y cruel. Estaba cegada por el shock de aquella imagen. Debían pagar por sus pecados, animales sin uso de razón.

Sólo sabían utilizar la fuerza y doblegarse ante sus instintos más primarios. ¿Qué los diferenciaban de bestias salvajes...?

¿Y a ella? No habían mediado ni media palabra, es cierto que la situacion no daba a muchas explicaciones pero..

Ese pensamiento la perturbó y su música sonó igual de furiosa, sin embargo se notaba algo más apaciguada. Las notas se convertían en pequeñas dagas reducidas que volaron implacables hacia su objetivo, quedaba uno vivo. Pero ahora no era su turno de morir. Al menos no a manos de la pequeña. 

Maldita conciencia...

Las notas rasgaban el aire y se escuchaban desde muy lejos, buscando su lugar entre las gotas de agua que caían del cielo. Con ellas el alma de la pequeña volvió a vibrar al son de los acordes que las cuerdas liberaban, volvió a despertar la magia que dormía en Nahia.

Unas alas blancas se formaron en su espalda y de ellas se desprendieron varios grupos de plumas que bailaron al son de la música durante unos segundos delante de ella. Al contrario que el resto de las alas, éstas plumas parecían brillar con resplandor metálico. Cuando la melodía iba a llegar a su fin, los pequeños fragmentos voladores, cual cristales rotos se clavaron en el cuerpo del bandido que quedaba cubriendo su cuerpo, que soltó un alarido.

Su cuerpo se curvó de dolor.

Cuando el guerrero comenzó a correr hacia el lugar donde se habían acercado sus compañeros, la magia, a la par que las notas musicales, comenzaron a llegar el lugar, embriagando a Faliar y haciendo que este reconociera el origen de este antíguo poder.

Nahia.

Nahia estaba usando magia; eso no auguraba nada bueno. Faliar salió corriendo hacia donde provenía la música

- ¡Nahia! 

Aaron alzó la voz y ensayó unos cuantos ensalmos mientras movía las manos frenéticamente. A su lado se materializó una figura que él conocía muy bien; El hierofante.

Sin abrir la boca le señaló al único bandido que quedaba en pié. El anciano, ataviado con una túnica y un viejo bastón de madera, levantó su cayado e hizo que las riendas del carro aprisionasen al pobre infeliz. En la cara de Aaron podía leerse la furia, pero había algo más. Miedo.

Pero, ¿Miedo a qué?

Las riendas del carro cobraron vida y se enrollaron como serpientes en torno al pobre bandido que no pudo hacer otra cosa más que chillar mientras ellas solas se ataban con fuerza. Sus manos perdían movilidad, y sus piernas se juntaron, haciéndole perder el equilibrio y caer al suelo.

La niña lloraba a su lado con el vestido hecho pedazos.

-¡¡Ahhhh!!

Stefanía gritaba y lloraba mientras se arrastraba por el suelo en dirección al carro. A su lado, el cuerpo inerte del horrendo bandido se desangraba por dos puntos distintos, y su cabeza había poco menos que reventado.

Una imagen poco halagüeña para la cría.

El mago llegó justo en ese momento al lugar, venía corriendo y gritando el nombre de su hija.

Nahia

Pudieron escuchar los que allí se encontraban instantes antes de que su figura se empezara a perfilar entre la cortina de agua. 

La imagen que Faliar se encontró allí era digna de cualquier película de terror. Un carro había volcado y se encontraba recostado sobre su lado izquierdo, mostrando una rueda rota en el otro lado, a un lado desangrándose por una herida en el cuello un hombre en el suelo y sobre él otro sujeto con un estilete atravesando su pecho de lado a lado.

A su lado, una niña pequeña chillando y llorando con el vestido ajado tratando de alejarse de un hombre realmente horrendo, cuyas facciones podrían hacer vomitar, si lo pensaba podía llegar a parecerse a Liana cuando se quitó la máscara. Dicho hombre tenía dos dagas clavadas en su cuerpo, una en la tripa y otra justo entre los ojos. Huelga decir que su vida había escapado.

Delante de él, otro cadáver desangrándose en el suelo, víctima de una daga en el pecho y, junto a éste el único que estaba vivo, pero que permanecía atado y enredado en lo que parecían las correas del carruaje.

Cath se abrazó a Conrad cuando Faliar salió corriendo, esperando que no le pasara nada y que volvieran cuanto antes. Miró a los ojos al hombre de Chaville y con una suave voz susurró:

-¿Me protegerás si pasa algo malo?

Ante el ataque de Aaron, Nahia se quedó paralizada, mirando al convocador. 

Ella había planeado otra cosa, por eso no lo había matado...

-¡Nahia! 

La voz de su padre removió la escena. Observó el gesto de su cara:

-No te preocupes papá, estamos aquí, y estamos bien.

Se acercó a su padre para poder abrazarle y que se asegurase que eran totalmente ciertas sus palabras, tranquilizar sus instintos y también los de la pequeña.

Luego se dirigiría hacia la pequeña, alguien debía apaciguarle. Y preguntarle por lo sucedido...

Aaron resopló y se hizo a un lado, apartándose de todos para tenerles en su radio de visión. Si quedaban dudas ese ataque las había resuelto todas y no podía decirse que se sintiera especialmente cómodo con el rubio a su lado. El bandido ahora era suyo, que hicieran lo que quisieran con él.

Faliar suspiró aliviado cuando vio que Nahia se dirigía hacia él y le abrazaba. Luego vio a la niña, que chillaba y lloraba, y no le costó hacerse una imagen de lo que había ocurrido. Probablemente unos bandidos habían atacado el carruaje donde viajaba la niña, pero Quint, Aaron, Xerine y Nahia habían dado buena cuenta de ellos. No siguió cargando zeon; miró a su hija y sonrió ligeramente

- No se para que me preocupo tanto; eres más que capaz de lidiar con este tipo de gentuza sin mi ayuda. Voy a avisar a Conrad y a Cath de que ya no hay peligro; vuelvo enseguida.

Volvió de vuelta al camino, no sin antes mirar atrás de nuevo. Era increíble la carnicería de la que eran capaces en tan poco tiempo. ¿Cuanto había pasado? ¿Un minuto quizás?

Los ojos de Cath estaban perdidos en los de Conrad, quien la abrazaba con algo de frialdad. La chica estaba algo asustada, sobre todo después de escuchar los chillidos de una chica y que el violín de Nahia dejara de sonar.

Pero la presencia tranquila de Faliar, que incluso sonreía tranquilizaba a la chica, que se separó poco a poco del Gabrielense.

-¿Qué... qué ha pasado?

Faliar se fue caminando según había venido, buscando a su mujer, a la que había dejado sola junto a Conrad.

El cartógrafo, que había recibido el abrazo un poco atenazado por los nervios, se relajó cuando su amigo comenzó a perfilarse de nuevo entre la cortina de agua. Soltando a la mujer de Faliar, miró hacia el cielo, y antes siquiera de que Faliar dijera lo que había visto acompañó la pregunta de Cath con una afirmación.

-Tendríamos que encontrar algún refugio pronto. Caminar todo el camino bajo la lluvia no será bueno para nuestra salud. Quizá debiéramos acampar y esperar que pasara... ¿Qué había allí?

Faliar arqueó una ceja al ver a Cath y Pierre abrazados, pero por la expresión de ambos supuso que la chica se había abrazado a Pierre simplemente por miedo. Intentando tranquilizarla, Faliar mantuvo una ligera sonrisa mientras daba una breve explicación.

- Unos bandidos han asaltado el carruaje que iba delante de nosotros, pero ya no hay peligro; los otros cuatro se han hecho cargo de los bandidos. Creo que de los tripulantes del carro solo ha sobrevivido una niña, y parecía bastante asustada. 

Cath abrió mucho los ojos y miró a Faliar. Era casi amenazante.

-¿Y la niña? ¿Que ha sido de ella?

- Está bien... creo. Al menos no parecía herida. Pero está muy asustada; he dejado que Nahia se ocupase de tranquilizarla mientras yo venía a avisaros.

-Vamos para allá entonces, aquí no hacemos nada... Además, si tenían un carruaje quizá podamos usarlo ¿Tenían caballos?¿Habéis mirado? ¿Qué llevaban dentro?

Cath cogió de la mano a Faliar y empezó a tirar de él en la dirección en la que había vuelto. Allí había algo. Algo que podría servirles de ayuda.