Partida Rol por web

                La chica no tiene mucho a su favor. La verdad es que no sabe qué hacer pero quedarse quieta, sin intentar todo primero, no es una de las opciones a tener en cuenta. Así que decide que lo mejor sería ir a la Cueva de los Murciélagos, donde hallaron el cuerpo de la víctima. Quizás pueda encontrar pistas que le ayuden a conectar los hilos de la situación.

                -Iré al sitio en donde hallaron el cuerpo de Fernando. Voy a revisar bien, pero primero voy a conseguir algo de equipo por si llego a precisarlo. Una antorcha, algo de sogas, yo no sé bien con qué me encontraré y todo resguardo parece poco. Debo hacer algo por tu esposo. Me siento torpe, poco apta, no es ésta una tarea para una mujer, pero no hay nadie más aquí. Y no voy a permitir que a este inocente hombre lo maten sin razón –dijo Áviva a la mujer campesina que la había cobijado. Partió luego para obtener equipo que la ayude en su tarea de ir a investigar a la cueva.

No hay senderos que conduzcan a la cueva. El escarpado terreno te obliga a desviarte hacia el bosque. Asciendes apoyándote en los árboles y arbustos.

Tras un largo y complicado recorrido por fin sales del bosque. Multitud de montañas se recorta frente a ti. A lo lejos, en la pared de una gran montaña y situada tras un pequeño promontorio rocoso, divisas la abertura que debe dar paso a la Cueva de los Murciélagos.

                El paisaje que rodea la caverna es hermoso, Áviva lo siente. La belleza de la obra del creador es insondable como el mundo mismo. Pero ahora tiene una misión y ha puesto todo el equipo comprado para que le sirva, en un saco, que también compró. Sus nervios la hacen caminar despacio. Es una mujer temerosa de Dios y de los hombres y el destino la ha llevado hasta el último lugar en el que quiere estar.

                -Debo hacerlo, debo hacerlo o no descansaré en paz si un inocente muere y yo no hago algo, lo que sea, para evitarlo.

                “Tengo miedo…” piensa y se prepara a entrar. Da dos pasos, tres, y luego comienza a ingresar poniendo su fe en Yahvé. No le queda otra…

La entrada a la cueva es amplia, pero cuando te adentras unos pasos comienza a absorberte la oscuridad. No puedes continuar sin una antorcha y yesca para encenderla.

                La cueva no permite ver cuando ingresa en ella. Así lo sabe Áviva al intentarlo. Debe ir al pueblo y comprar una antorcha, y pedernal y yesca para iluminar su camino. Va hasta el pueblo, revisa que tiene sólo 19 maravedíes en su haber y espera que le alcance.

                -Le preciso comprar una antorcha, también pedernal y yesca por favor. Aquí tiene mi dinero.

Tras comprar lo que necesitabas regresas de nuevo a la cueva.

Para tu sorpresa, la luz de la antorcha te transporta a un mundo mágico: trozos de piedras alargadas cuelgan del techo de la cueva como si fueran gotas de agua petrificadas, las paredes laterales son muy irregulares y crean multitud de formas diferentes, las rocas surgen por doquier formando montículos, plataformas, superficies recortadas por un sinfún de capas asemejando las olas del mar, enormes castillos de infranqueables torres, arcos infinitos... Jamás habías visto nada igual.

                Se  adentró en la caverna encendiendo primero una antorcha para iluminar su camino. Las formas de allí eran maravillosas. De no ser por la situación que tenía por delante Áviva se encontraría disfrutando del paisaje, viendo la grandeza de la naturaleza y del Creador en todas esas cosas. Pero hoy no había lugar para tal gusto, esto era por Tobías.

                Se concentró en ver algo más, aunque no sabía qué. No tenía muy claro qué buscar… Pero no tenía claro nada. Las sombras a su alrededor, aquellas que proyectaban las llamas, le asustaban. Sin embargo, ella siguió adentrándose en el lugar. No iba a cesar su empeño así como así, la vida de un pobre inocente estaba pendiendo de un hilo...

Estás en la entrada de la cueva, que forma una gran cámara irregular con extrañas formas. El suelo, salpicado por un ejército de estalagmitas desciende en una pronunciada pendiente conforme se adentra en la cueva. Más allá, al final de la pendiente, se abren dos estrechos pasillos, uno de los cuales continúa de frente y el otro en dirección nordeste.

          A medida que se interna en la cueva los nervios la van carcomiendo. Es muy duro seguir adelante, pero no queda otra opción. Ella intenta pensar friamente, no concentrarse en otra cosa que no sea el problema que tiene que resolver. Hay dos opciones, quitando volver al pueblo (cosa que da por descartado). Áviva elige seguir de frente. Su antorcha proyecta sombras tenebrosas en las paredes y las estalagmitas se adueñan del suelo.

Llegas a una inmensa cámara aún mucho más grande y sorprendente que la de la entrada, de forma semiesférica, con el techo plagado de estalactitas. Las rocas surgen por todo el suelo de la cámara prolongándose muchos metros por encima de tu cabeza y formando un pequeño laberinto.

             Llega la chica a una parte amplia en donde el techo se encuentra plagado de estalactitas. Sus ojos recorren la pared cavernosa, el techo y el suelo de la estancia. Su corazón se estremece, teme que una de esas cosas se le caiga en la cabeza o que se le apague la antorcha. Todo se presenta como terrible a sus pobres ojos... pero se obliga a mirar. Lo hace porque tiene que salvar a Tobías...

Consigues orientarte y avanzar hasta un lugar donde puedes ver una galería que se abre a unos metros del suelo en la parte occidental de la cámara y una pronunciada pendiente que asciende hasta un pasillo al norte. También ves la entrada de la cueva.

        Áviva sigue avanzando. Tiene que tomar la decisión de para qué lado ir. No tiene idea de cuál es el correcto, son todas posibilidades. Lo importante es seguir. "Bien, que la suerte lo decida, no conozco cómo orientarme... con tal de que no me pierda voy bien", piensa ella y elige el pasillo al norte.

       ¿La razón?, no hay ninguna, solamente es que lo deja al azar.

El pasillo se ensancha formando una pequeña cámara con una gran piedra central en forma de estrella. Avanzas con cuidado, pues hay estalactitas que llegan hasta tu altura, y otras se unen con las estalagmitas formando delgadas columnas.

                A medida que se adentra se siente más asustada. Quisiera volver, retomar hacia atrás el camino, salir corriendo de la caverna y olvidarse del asunto. Sigue adelante, comienza a orar interiormente para que Yavhé le dé algo de valor, porque lo necesita. Sigue por el pasillo que viene del este.

                “Recuerda tu recorrido. No debes perder… el rumbo. Recuerda por dónde has venido para volver si lo precisas.”

El pasillo termina bruscamente en un escalón de unas cinco varas de altura. Si quieres avanzar tendrás que descenderlo.

            Tenía que descender así que ella se propuso llegar a intentarlo. Temía caerse, pero eso no podía evitarse, el tener miedo. Así que con el poco coraje que pudo y con toda la fe en que su Dios la protegería, Áviva comenzó a trepar con cautela. Pensaba siempre en Tobías, se detenía y tomaba aire, para luego continuar. Así llegó, increíblemente, sana y salva del otro lado.

Estás en la entrada de la cueva, que forma una gran cámara irregular con extrañas formas. El suelo, salpicado por un ejército de estalagmitas, desciende en una pronunciada pendiente conforme se adentra en la cueva. Más allá, al final de la pendiente, se abren dos estrechos pasillos, uno de los cuáles continúa de frente y el otro en dirección nordeste.

        Después de haberse arriesgado escalando, la chica no ve el sentido en volver al pueblo todavía. Teme igual el que sea una mala idea. Deshecha los pensamientos que la muestran muerta, luego de haberse perdido en una caverna. Piensa que Tobías está encerrado, en una fría y solitaria mazmorra, y que ella es quizás la única que puede salvarlo. Debe intentar un poco más. No puede volver ahora.

        Sigue de frente, caminando entre las irregularidades del suelo, haciendo retroceder a las sombras con la luminosidad de su antorcha.

Llegas a una inmensa cámara aún mucho más grande y sorprendente que la de la entrada, de forma semiesférica, con el techo plagado de estalactitas. Las rocas surgen por todo el suelo de la cámara prolongándose muchos metros por encima de tu cabeza y formando un pequeño laberinto.

Te das cuenta de que por allí ya has pasado antes. En su momento conseguiste orientarte, y esta vez también:

Avanzas hasta un lugar donde puedes ver una galería que se abre a unos metros del suelo en la parte occidental de la cámara y una pronunciada pendiente que asciende hasta un pasillo al norte. También ves la entrada de la cueva.