Partida Rol por web

Llegó ayer por la tarde. Me extrañó un poco, porque nunca antes me había comprado nada, pero pensé que se había enterado de mi buena cosecha de nabos de este año. Entró conmigo en la casa y me pidió que le enseñara algunos. Le pedí que esperara unos momentos mientras iba a por ellos, se los traje, me pagó una docena para probarlos y se fue, diciendo que si le gustaban volvería a comprarme más.

Le preguntas si había alguien más en la casa.

No. Contesta. Mi mujer y mis hijos estaban con la mujer de Pelayo, nuestro vecino, que ha tenido un bebé. Va a visitarla casi todas las tardes por si necesita algo.

Para ti está claro lo que ocurrió: mientras Tobías iba a por los nabos, Gregorio aprovechó para esconder la daga en algún lugar de la casa. Se lo dices a Tobías y se muestra de acuerdo con tu teoría. Te despides de él, prometiéndole que le sacarás de allí.

                Áviva de a poco va comprendiendo una verdad que es más amplia de la pensada en un principio: no sólo Tobías no tiene que ver con el asesinato sino que ha sido inculpado por Gregorio, el sepulturero. Ese hombre de aparentes pocas luces ha sido lo suficiente artero para esconder la daga en la casa de su amigo cuando éste, a pedido de aquel, fue a mostrarle algunos de los nabos que había cosechado este año. Así logró estar en soledad para colocar la evidencia del delito en un lugar distinto al real, haciendo partícipe… o mejor dicho autor al pobre campesino.

                Áviva se lleva las manos a la boca. Tobías le dice que ella está haciendo todo lo posible pero el estado del hombre le hiere en el alma. Le han partido la piernas y se arrastra de dolor.

                -Haré más… más porque no descansaré hasta verte libre… tenlo por seguro. Volveré y con tu libertad… lo siento, siento no ser más rápida. Hasta entonces pide al Señor que todo lo ve que me ayude en mis investigaciones.

                Áviva se despide dispuesta a agotar todos los recursos a su disposición para demostrar que Gregorio es el asesino: lo primero… ir a la tumba de Fernando. ¿Habrá allí algo que pueda usar como indicio? O tal vez el estar en presencia del muerto haga que su espíritu le revele algún secreto o camino, algo que la ayude en su tarea.

La capilla es una pequeña estancia que consta solamente de un banco dispuesto enfrente de una imagen de un santo colocada bajo un arco ciego y precedida de unos cirios que se mantienen encendidos. A ambos lados del banco hay sendas losas de piedra con una argolla de bronce en el centro. Hay algo escrito en ellas bajo la argolla.

          Áviva se preguntó a qué santo representaba la imagen que se hallaba en la Iglesia, y también quiso leer la insignia que allí había. 

          -¿Qué dirá? No debo dejar nada al azar, mi señor Yahvé. Nunca se sabe qué cosa trivial no lo es tanto y estoy desesperada- bajó su mirada y, luego de intentar eso, se fijó si alguna de las losas podría estar suelta. No tenía idea de si eso le serviría de algo pero era preferible a no hacer nada.
 

La imagen muestra un hombre de mediana edad y barba canosa, sosteniendo unas llaves en su mano derecha. Eso lo identifica como San Pedro. Padre de la Iglesia. Tal vez la devoción del conde por San Pedro se deba simplemente  a su nombre.

Pero no llegas a comprender lo que pone en la inscripción.

           Áviva identifica la losa como una referente a San Pedro. No forma parte de su religión pero sabe que es el tiene las llaves de la entrada al cielo. No le es posible leer lo que dice la inscripción, así que se dedica a intentar levantar una de las losas. No es que realmente esté segura de que ello le dará alguna utilidad a su visita sino el hecho de no querer irse sin intentar lo que esté en sus manos.

¿Estás seguro de lo que vas hacer? Estás a punto de profanar la tumba, de perturbar el sueño de los muertos. Además, sabes que no vas a encontrar nada precisamente ahí debajo. ¿Tienes el suficiente aplomo como para cometer blasfemia?

        Ella está a punto de cometer blasfemia, de profanar un lugar sagrado y no es esta su forma de hacer las cosas, no cotidianamente. Pero se siente desesperada y tal vez es que su cabeza no piensa con claridad. Una batalla interior se está dando en su persona, por esto mismo. Su consciencia batallando contra su urgencia en salvar a un amigo de un destino que claramente no le pertenece.

No puedes hacerlo. Es un pecado demasiado grave, y además tiemblas sólo con la idea de contemplar los cuerpos en descomposición que hay bajo las losas. Temiendo que la imagen del santo te señale de un momento a otro con un dedo acusador por tus blasfemos pensamientos, abandonas la capilla a toda prisa. No piensas volver a entrar ahí.

Así que regresas una vez más al patio de armas.

                Áviva no había podido profanar el sitio, su fe era demasiado intensa para atreverse a hacerlo. A decir verdad salió corriendo sin mirar atrás, sabiendo que no volvería a pisar la iglesia por un tiempo largo y menos con la intención de rebuscar entre los muertos. Pero debía intentar salvar a su amigo. Se sentó a entradas de una casa campesina para apoyar su cuerpo sobre un escalón. 

              "El sepulturero tiene algo que ver en este asunto. Él incriminó a Tobías, pero si me presento sola y por más que lo ponga nervioso, me arriesgo a que me lastime, como mínimo. Necesito la ayuda de alguien... ¿De quién? ¿Cómo hago para que confiese delante de alguien más...?

           La joven pensó en que una posibilidad sería ir con los soldados y convencer a uno para que la acompañe a ver al sepulturero. Una posibilidad remota, pero no tenía mucho mas a su favor.
 

Ves un grupo de soldados holgazaneando a los pies de una de las torres y te diriges hacia ellos.

Los soldados mantienen una animosa charla, pero cuando te acercas a ellos guardan silencio, incómodos con tu presencia. ¿Qué quieres preguntarles?

            Los soldados parecieron incómodos con la presencia de Áviva pero a ella no le importó. Debía saber más, lo posible, lo que sea para ayudar a su amigo. -Perdonad, ¿quién de vosotros ha encontrado el cuerpo de Fernando? Es imperioso para mí saberlo y no creo que represente ningún peligro el decirlo. ¿Podéis asistirme en esta duda? Es... hará este momento menos doloroso para mí. Saber sobre... lo acontecido...

Nosotros no sabemos nada. Te dice uno de ellos.

Parece que no vas a poder sacar nada en claro de estos holgazanes. Te miran molestos, deseando que te alejes. Es mejor que te vayas.

        Los soldados parecían imbéciles y si ella hubiera sido un él, quizás hubiera intentado, en su locura, el darles unos golpes para hacerlos hablar. Lo único que se le ocurría era ir a apretar al sepulturero. Y siendo sólo una joven sumida a la voluntad de Yahvé, la iba a tener realmente díficil. Sabía eso, pero si el Creador le había dado semejante prueba era porque ella podía superarla.

Gregorio vive en una cabaña al lado del cementerio, construido tras un amplio recodo a los pes de la sierra. Cuando llegas al lugar, ves que el Camposanto no se encuentra ni siquiera vallado. Un tipo alto, delgado, de piel morena y oscuros cabellos está cavando una fosa cerca de unas tumbas.

         La chica judía, que ya había pasado por tantos infortunios, se acercó al tipo ese. Esta vez pensaba presionarlo por lo que sabía, no iba a permitir que Tobías fuera muerto por su culpa. No. Ese hombre, ese pobre campesino estaba en esa celda oscura y mohosa y nadie lo defendía. Excepto ella... y por supuesto el Señor que todo lo ve. 

         "No va a serte tan fácil... malvado".

En vista de que no encuentras nada, decides dirigirte hacia el tipo alto y delgado que estaba cavando una fosa cerca de las tumbas.

Gregorio se sobresalta al verte llegar. Deja de cavar y se dirige a tu encuentro, sosteniendo su pico. ¿Quién demonios eres tú y qué haces aquí? Inquiere molesto.

Le dices que han acusado a un hombre de un delito que no ha cometido y que crees que puede ayudarte a demostrar su inocencia. Gregorio queda a la expectativa, observándote con sus profundos ojos negros.

         Áviva se acercó al sepulturero, ese con cara de pocos amigos y le dijo. -Sé que has hablado con Tobías, el mismo que está en una mazmorra a punto de ser ejecutado por un crimen que no cometió. He hablado con él, y me ha dicho del día en que fuiste a comprarle nabos, aunque nunca antes habías ido , se cruzó de brazos y continuó -se retiró y fue en busca de la mercadería, tú te quedaste a solas en su casa. Yo sé que sabes algo, y s menos que unieras que crea firmemente que estás  implicado, mejor que sueltes la lengua.

         La chica no era tonta, y como seguro de vida agregó -le he comunicado a uno de los soldados que vendría aquí y lo vería más tarde. Si llego a faltar seria muy desgraciado para ti, así que ni se te ocurra el dañarte. Solo te dañarías a ti mismo.

          Eso del soldado no era verdad pero la joven tenía que poseer una salvarguardia, por cualquier intento del sepulturero en hacerle algo malo.
 

¡Todo eso de lo que me hablas es mentira! ¡No sé de qué me hablas!

Te das cuenta de que no tienes ninguna prueba que lo inculpe. Le amenazas con que tarde o temprano la encontrarás. Y entonces te dice que hagas lo que te de la gana. Por eso decides dirigirte a la cabaña de Gregorio para registrarla, pues estás convencida de que oculta algo allí.

        El sepulturero se ofendió. El hecho de cómo había reaccionad no fue ignorado por la joven. Cuanto más indagaba en el asunto, mayor era su noción de que este tipo sabía algo, si no es que era el culpable real. Pero no tenía pruebas. Así que Aviva pensó en conseguir algo, en hacer todo lo posible. Al menos no la había amenazado, aunque sus ojos destilaban encono. Quizás el hecho de nombrar a un soldado interesado por su seguridad, aunque falso, le había salvado el pellejo. Lo desconocía, pero agradecía estar viva, muerta era poco útil para Tobías.