Partida Rol por web

Nickar. Turno 2.

Tu buena posición y tu velocidad hacen que puedas recoger al Kobold en una maniobra impecable y alejarlo de aquella zona de alto riesgo.

Lo dejas en el centro del patio, cerca de donde se encuentra Tizoc. En tu vuelo adviertes que la contienda se divide en dos focos. Cerca de las gruesas puertas Pain, Ishrad y Hazir pelean contra seis presos mientras que al otro lado, más cerca a la entrada de las celdas, Alona y Amok luchan contra cuatro presos. Por el momento, nadie se fija en vosotros (tampoco en Tizoc). Todos están más preocupados de los contendientes "más grandes".

Nickar recoge  a Cisco y lo aleja de las zonas de combate. Aterriza cerca de Tizoc que se encuentra cerca de uno de los muros, alejado a los focos de contendientes.

-¡Guardias!¡Me van a matar!¡¡Guardias!!- Se escucha gritar. Uno de los contrincantes de Pain ya está tumbado en el suelo en una pose bastante perturbadora. Tiene el pecho hundido a la altura del esternón y un hombro dislocado. El otro, cuya nariz prominente sangra en abundancia, es el que grita cubriéndose con los brazos.

Cerca se encuentra Hazir, que acaba de recibir un puñetazo en el costado de uno preso de barba canosa mientras otro, pelirrojo, se acerca a él amenazadoramente impidiendo que se centre en su contendiente.

El polvo en el aire impide ver a Ishrad y sus contendientes con claridad.¹

Tizoc vio llegar a Nickar y al kobold. - Vaya Cisco, pensé que no lo contabas. Me alegro de que estés bien. - dijo el kobold antes de añadir. - ¿A quien se le ocurre salir por ahí, solo, a pasear  fuera del agujero? - preguntó guiñando un ojo. 

Luego señaló al combate. - Los guardias no tardarán en llegar, y por lo que he visto antes cuando el ogro se ha peleado no se andan con chiquitas. Más vale que os sentéis, pero habiendo atacado a los guardias no se si eso os servirá... - dijo el goblin que no había hecho amago de moverse pero que no dejaba de mirar la herida del kobold intentando evaluar su gravedad. 

Recordando las palabras de Pain, no lograba retirar de su mente la idea infame de alguien tocando a Silfide. Para muchos solo era un instrumento, para ella una preciada compañera. No poseía el don de crear música mágica, pero para ella el sonido de su flauta era lo más hermoso del mundo. Mucho ajetreo y en poco guardias por todos lados, recordaba que el baúl estaba abierto, y pensó en aprovechar las distracciones, no para tomar sus armas, si le registraban serían difíciles de ocultar, pero su flauta era pequeña y podría sujetarla con las minúsculas zarpitas que a adornaban elcentro de sus alas antes de seguir la linea superior de las mismas. Haciendo uso del sigilo, no por necesidad, era posible que no le vieran ni dando brincos, pero nunca se sabe que ojos miran tras las sombras. Con un gesto rápido, intento desaparecer de posibles ojos indiscretos, y luego fue su sigilo quien jugó baza. Se acercó al cofre con la clara intención de recuperar únicamente su flauta, no había tiempo para huir, pues recordaba haber oído mencionar magos arcanos.

Mi golpe fulmina rápidamente al enemigo que tenía delante de mi, dejandolo KO con apenas un golpe, lo cual hace que se note una buena sonrisa por debajo de mi capucha. El otro reo junto a el, me ataca, pero fácilmente consigo evadirlo y lanzo de nuevo un puñetazo, esta vez contra este nuevo enemigo, pero este pareciendo mucho mejor que el anterior me evade, lo cual también me gusta, llevaba años sin hacer un buen combate a puñetazos y hoy sería divertido.* Lo miro a los ojos. Eres bueno amigo, pero pienso dejarte como a ese imbecil. señalando con la mirada al tipo inconsciente. Esta vez me concentro y leo sus movimientos, y justo cuando hace el cambio de pies, lanzo mi puño contra su pecho, esperando a hacer contacto para añadir mi magia a mi mano, y hacer que un tremendo voltaje pase por su cuerpo.**

Ishrad

Tras eludir uno de tus ataques, el análisis del oponente que te queda juega a tu favor y el siguiente golpe le deja fuera de combate. Ambos presos yacen inconscientes en el suelo¹.

Has cumplido tu palabra y ahora son dos imbéciles los que yacen a tus pies. Libre de ofensivas, te sorprende observar cómo Nickar sobrevuela el muro para caer junto al cofre de las pertenencias. No sabes qué coge, pues las gruesas rejas de los portones te impiden ver con claridad, pero sí localizas un grupo numeroso aparecer al otro lado: soldados armados con ballestas y hombres de barbas grises, libros y varitas dispuestos a imponer orden.

Así mismo, también puedes deducir que Pain no tendrá ningún problema con el otro preso pero a Hazirh a recibido un golpe en el costado.

Una sonrisa tan maliciosa como divertida adornó su rostro ante las incoherencias del reo que quedaba en pie frente a él, sangrando por la nariz y alzando los brazos como si eso pudiera salvarle de él; era tan mono..., pero tenía que acabar con eso rápido. En otro momento tal vez se hubiera tomado su tiempo, habría disfrutado del dolor, del miedo que generaba, de aquella sensación de poder...,  pero era, como se había dicho ya, en otro momento, en otro lugar. 

Con un movimiento rápido de la mano parecieron encenderse llamas tras el hombre, una pequeña forma elemental similar a una hoguera que danzara de manera extraña, lo suficiente para despistar al hombre, que se vio en un momento sumido en una nueva lluvia de golpes, aunque sin duda no tan aterradores como la anterior; casi, incluso, parecían hechos a desgana, sin intención de hacerle acabar como su compañero...

El patio se había convertido rápidamente en un caos, de forma que recordaba a las arenas de combate de su patria, donde se batían a muerte reos condenados a la pena capital para el entretenimiento del pueblo. Parecía que a sus compañeros les iba bien, sin duda tenían más de un truco bajo la manga. Hazir se mantuvo a la espera, observando al barbudo que se disponía a atacarle. Nunca había participado en uno de esos combates en la arena, pero siempre los había observado con atención, y más de una vez había puesto en práctica lo que había aprendido allí. El reo de la barba atacó al costado, y Hazir no logró esquivarlo. Notó el dolor del golpe, y su estómago dio un vuelco, como si creciera en su interior. Apretó los dientes, y soportó con facilidad el golpe tensando los abdominales.

Había levantado los brazos con los puños cerrados, como para cubrirse, pero no era esa su verdadera intención: era un pequeño truco que había aprendido en las arenas. En cuanto el preso de la barba atacó, golpeándole, abrió su guardia, acercándose a él, y Hazir lo aprovechó. Antes de que recuperara su posición, cuando aún tenía el cuerpo estirado para pegarle, Hazir hizo descender el codo sobre sus costillas con la precisión de una ballesta, impactando cerca del hombro. No fue un golpe demasiado potente, pero notó bajo el codo cómo daba en el hueso, y estuvo seguro de que le había hecho tanto daño como él con su puñetazo. 

Retiró el codo y miró a ambos presos fijamente, sin parpadear, preparado para reaccionar de igual manera ante cualquiera de sus ataques. 

Con la flaua en su posesión se apresuró a volver al lado del kobold, antes de que fuera tarde y, o bien recibiera ella parte del castigo, o bien la mataran por intento de fuga. De nuevo procurando ser precavida, buscó no ser vista o percibida. Tenía prisa por llegar a su anterior ubicación, y alinear su preciada compañera como un sujeto cierre "de su capa".

Era necesario apresurarse, el viento se respiraba más espeso, y era difícil determinar si era por el polvo que se levantaba con las acciones de los demás, o la tensión de estar dispuesta en mala posición.

Tizoc

A tus palabras, el pequeño responde con lastimeros sonidos. Mirando la herida del kobold adviertes que se encuentra en la zona lumbar de su espalda. De ella asoman las astillas del hasta del virote y parte de la punta. Puede ser agarrada y extraída pero es una tarea compleja.

Los guardias llegan hasta la rejas de los portones. Los reos más cercanos (espectadores del combate) se alejan precavidos y conscientes de que pueden recibir algún palo de no obedecer.

Nickar

Los guardias llegan hasta la rejas de los portones. Los reos más cercanos (espectadores del combate) se alejan precavidos y conscientes de que pueden recibir algún palo de no obedecer. Desde tu perspectiva ves a muchos soldados apostarse en las puertas para abrirlas y cuentas unos dos magos por cada alabarda. El capitán encabeza la marcha y se dispone a abrir los portones.

Hazir

Asestas un buen codazo al preso de la barba canosa. El pelirrojo lanza una risita nerviosa al ver a su compañero encorvarse y llevar la mano al costado. La inminencia de los guardias hacen que relajen los puños cerrados y te miren con media sonrisa -salvado- dice el de barba cana. Ambos no se mueven pero su intención es alejarse o, en su defecto, disimular ante la llegada de la autoridad. En cuanto estén seguros de no recibir un ataque sorpresa por tu parte se disolverán.

Puedes ver que el capitán es el primero en llegar a las rejas de los portones. Tus dos contendientes alzan los brazos en señal de que la pelea ha terminado antes de que sus soldados (sobre todo los arcanos) comiencen a imponer su doloroso escarmiento.

Pain

El tipo de nariz ganchuda intenta zafarse de tu ataque inútilmente. Distraído por algo que no llegaba a comprender, recibió los golpes mientras caía de bruces al suelo. Dolorido, consciente y vivo, yace junto a su compañero sin intención de levantarse por miedo a recibir aún más antes de que llegue la guardia.

Puedes ver al capitán llegar a los portones y comenzar a abrirlos. Viene escoltado por dos magos con varitas desenvainadas. Tras él llega todo un destacamento y, al igual que a la cabeza de la comitiva, cuentas dos mágicos por cada alabarda.

Ishrad

Ves cómo Hazir asesta un codazo al reo de la barba cana que se enfrentaba a él. Escuchas a los guardias acercarse rápidamente al tiempo que por el rabillo del ojo ves caer al otro preso que se enfrentaba a Pain. Sabes que el combate a terminado o, al menos, el combate contra los presos pues se puede apreciar que los guardias llegan con ganas de dar palos.

El capitán se dispone a abrir los portones mientras dos guardias arcanos se preparan para lanzar los conjuros de sus varitas desenvainadas. Tras él llega una numerosa comitiva de alabardas y mágicos dispuestos a imponer orden por dolorosos medios.