Partida Rol por web

-¡Todo el mundo quieto!- Grito tras abrir las rejas y divido rápidamente a los grupos -¡Rodeadles! ¡Electrificad a todo el que se resista!- Señalo -Un grupo allí, el otro allá y vosotros conmigo.- La verdad es que el Kobold es el que menos me preocupa. Un preso ha sobrevolado la prisión como si de un patio escolar se tratara mientras otros dos han dejado tumbados a dos reos cada uno. -Ese- digo señalando a Pain, -Ese- a Ishrad, -Esa- a Nickar, -y ese diablillo-, Cisco -¡A las celdas de aislamiento!- 

Escucho el trotar de las botas de mis treinta hombres y veo el polvo alzarse. Mis ojos se mueven nerviosos deseando ver el destello eléctrico de alguno de los magos. Luego me dirijo al fondo. -Esa y ese- señalo a Amok y Alona -¡Aislamiento!- al ver a cuatro presos en muy mal estado a sus pies.

Las varitas de los arcanos brillan con un chispeante tono azulado y, junto con las alabardas, os apuntan a una media de dos magos y un soldado por preso. Otro grupo llega con grilletes para repartirlos entre los señalados por el capitán. Los conjuros eléctricos no tardan en aparecer por el fondo, por la zona en la que Amok también repartía golpes con sus fuertes puños.

Abajo, en el pasillo que conducen a las celdas del sótano, Krishnarj se encuentra con la espalda apoyada sobre la pared derecha. Los brazos cruzados sobre el pecho y autosuficiencia en la mirada. Te sonríe -Serge- pronuncia tu nombre con soberbia y, al momento, unos cuantos presos se dejan ver asomando entre las puertas de las celdas que se encuentran a ambos lados, dando a entender que Krishnarj no está solo. -¿Qué te trae por aquí?- te pregunta el hobgoblin mientras parece deleitarse con el alboroto que se genera en el patio al tiempo que la voz del capitán se filtra a tu espalda.

Tizoc estaba junto al kobold cuando lo señalaron. Su mirada evaluaba la herida del preso que se quejaba entre sollozos. Cuando el capitán entraba al foso y captaba la atención de todos el goblin, con un movimiento sorpresa, arrancó limpiamente el virote arrancando un sonido de sorpresa del kobold. Luego se alejó un par de pasos de él tras dejar el virote en el suelo. No quería interferir en los quehaceres de los guardias. Le dirigió una mirada seria al kobold dándole ánimos. Quizá su paseo huida le sirviese para ganarse un hueco en los carros.

Con el segundo de los reos tirado en el suelo y sin aspecto de querer levantarse, pudo mirar a otro lado con tranquilidad. La ínfima calma, por supuesto, se vio de golpe cortada por el capitán de la guardia y sus lacayos. "Perros falderos", pensó para sus adentros, mientras daba un paso atrás y pensaba en su siguiente movimiento. Podía dejar a otro en el suelo, a uno de aquellos necios soldados cuando se le arrimara para engrilletarle, y luego puede incluso que a un mago. Pero no podía con los dos, ni mucho menos con todos los demás. La magia no le gustaba, y que un hechizo le durmiera sin más como había pasado la primera vez, para después despertar con dolor de cabeza en una jaula, no era lo que el llamaría una salida triunfal. 

Así que levantó la manos, alzando hacia delante los brazos para dejar sus muñecas libres frente a él y sonrió al guardia. 

– Tranquilo, hombre, no hace falta que camines como si fueras a acabar igual que estos dos – dijo con una sonrisa maliciosa, sin dar muestras de querer resistirse esa vez –. Venga, que no tenemos todo el día.

Con las manos en alto caminó con calma, sin ofrecer resistencia alguna, sonriente después de haber paseado un rato, solo quedaba caminar - no hacen falta grilletes, si hubiera querido huir ya lo hubiera hecho, solo quiero cumplir mi condena e irme con calma.

Puede que no se creyera lo último nadie, pero si hubiera querido, esa era una oportunidad de oro de huir, que parecía no haber querido aprovechar.

Cuando los guardias me rodean, los observo desafiante, no los temía lo más minimo, con sus armaduras eran blancos tremendamente fáciles de acertar y freir en segundos, pero al ver como el resto del grupo se rendía sin oponer resisténcia, levanté las manos hacia ellos ofreciendoles mis muñecas.

Que sepais que me llevaré a más de uno a la tumba.

Mi mirada era congelante y dejaba claro que hablaba en serio.

El golpe acertó, y el de la barba reculó, justo lo que Hazir necesitaba para volver a controlar a ambos contendientes. Aquel golpe era un mensaje: sí, puede que no sea tan demoledor como mis compañeros, pero tampoco seré presa fácil. 

El pelirrojo soltó una risita nerviosa al entenderlo, y a continuación oyó a su alrededor todo el caos de la venida de los guardias. Vio a los soldados arcanos: estaba claro que contra ellos poco podían hacer ninguno, así que se retiraron. 

Hazir sonrió levemente y levantó ambas manos. Oyó cómo designaban a los presos a las celdas de aislamiento, y no se sorprendió de su elección. Designaron a los que parecían más peligrosos o con más riesgo de fuga, y a él no le nombraron. Eso estaba bien, significaba que no había llamado su atención y que le consideraban poco peligroso. Cuanto más le subestimaran, mejor. Ahora estaba fuera y podía seguir con los planes con Leblanc, Tizoc y el gran trasgo sin problemas. 

Vio cómo Tizoc le sacaba el virote a Cisco, y le dijo con voz clara para que le oyera: 

-Véndate la herida con lo que puedas y haz presión sobre ella. No te preocupes, sanará. 

A continuación miró al preso canoso que le había golpeado, y sonrió un poco más. Hazir no le había hecho nada, pero el reo había ido directamente a por él. Y no lo iba a olvidar. 

Hazir mantuvo su sonrisa, aunque por dentro notaba sus intestinos dar vueltas y retorcerse, como si intentaran escapar. En los bordes de su visión había aparecido un cerco rojo, y notaba un hambre hueca en la boca del estómago, algo como un eco de una sensación que luchaba por despertar. Tensó los abdominales, y apretó los dientes tras su sonrisa, mientras se concentraba en dominar aquella sensación creciente. No sería nada bueno que apareciese el otro Hazir en aquel momento. Cada vez era capaz de controlarlo más, aunque siempre que recibía golpes o heridas notaba sus escamas arañándole bajo la piel, pidiendo salir. Por mucho que consiguiera controlarle, estaba siempre ahí, y su hambre le seguía allá a donde fuera. 

Finalmente, tras unos segundos, notó su visión aclararse, y su estómago dejó de dar vueltas. Mientras los bordes rojos de su visión desaparecían, Hazir se relajó, destensando los músculos. Ahora solo le quedaba esperar que los guardias no decidieran dejarles sin comer como castigo por el alboroto.

Todos

-¡A por ellos!-, -La que han liado-, -¡Los grilletes son obligatorios!-, -¡Eh! Aquí hay un muerto.-, -Ha podido ser cualquiera de éstos.-, -Habrá que invetigarlo y acusar al culpable de asesinato-, -Va a ser una noche larga-.

El guardia de nariz ganchuda se levanta -Ha sido ese, ese- advierte señalando a Pain -¡Que no salga de aislamiento!¡¡Es muy peligroso!!- Un soldado golpea y empuja a este preso obligándole a apartarse.

Las frases entre los guardias se sucedían mientras separaban al grupo. Tizoc y Hazir obserban integrados en el resto de presos que se quedaban cómo trasladaban a Pain, Ishrad, Nickar, Alona, Cisco y Amok a las celdas. Uno de los guardias fue a dar una patada a Cisco pero otro se interpuso -no merece la pena. Está sentenciado- le dijo su compañero para evitar que agredieran (de nuevo) al kobold que había causado tanto revuelo. A ojos de los guardias, el instigador y único culpable de la revuelta había sido él.

Tizoc y Hazir ven cómo sus compañeros desaparecen por la puerta del fondo, hacia las celdas inferiores.

Sólo había cuatro celdas de aislamiento por lo que os separaron según la peligrosidad considerada por los guardias:

Celda 1: Alona
Celda 2: Nickar y Amok
Celda 3: Pain y Cisco
Celda 4: Ishrad

-A ver si a este te lo cargas también- dijo uno de los guardias a Pain mientras empujaba al herido kobold al interior de la celda.

Tras entrar en la reducida y oscura estancia las gruesas puertas de madera y metal se cierran tras vosotros. Más o menos en la zona central hay una pequeña ventanilla con cerrojo que puede descorrerse y ver el exterior, así como las puertas de las otras celdas (y quien se asome por ellas).

-No... señor Pain, no me mate- digo alejándome de él y acurrucándome en una esquina para palpar la herida aún sangrante.

Me acerco a la pequeña y exótica humana -¡Puedes volar!- Sentencio con incredulidad y una pizca de admiración -¿Qué más sabes hacer? Pequeña criatura- estoy visiblemente intrigado y me acerco a Nickar, abarcando casi toda la estancia con mi corpulencia.

Me acerco y abro la abertura de la puerta -preparaos para pasar hambre- sentencio furiosa -como escarmiento nos dejarán sin comer. Así son aquí.- Digo sin andarme por las ramas y sudando odio con cada palabra pronunciada.

Veo cómo los presos más problemáticos marchan a aislamiento -¡Que os sirva de lección!- grito mientras salen los guardias que quedan y vuelvo a cerrar las puertas del patio. -No tendréis comida hasta mañana y ahora ¡A vuestras celdas!- Sentencia mientras sus subordinados apuntan con las ballestas amenazando a los presos para que se dirijan a los pabellones del fondo.

Tras una breve conversación con el hobgoblin no dice nada en claro. No da a enteder que haya sido él el promotor de tal afrenta pero tampoco lo desmiente.

Mientras habláis uno de los reos que participó en el combate llega corriendo. Tiene la nariz rota e intenta inútilmente cortar la hemorragia. -Nos han dado una paliza y ese Pain ha matado a Firio.- Está visiblemente nervioso y habla con dificultad, como si le costara respirar por alguna costilla rota. Krishnarj te muestra una sonrisa felina. -Ishrad dejó inconscientes a otros dos ¡él solo! y Nickar desplegó sus alas (¡Tiene alas!) voló sobre el muro y cogió algo del cofre que mantienen fuera.- Dice haciendo un resumen bastante vago de la situación pues, recibiendo puñetazos de Pain, no pudo fijarse en Hazir, Tizoc, Alona, Amok o Cisco.

Tras su resumen se aparta a un lado cuando el grueso de presos regresan a sus celdas y, poco después, desaparece entre la multitud. Krishnarj también se escabulle.

El tiempo, más aún sin nada que llevarse a la boca pues, como anunció el enfurecido capitán, no hubo almuerzo, pasó lento y tranquilo. No hubo más presos que buscaran problemas.

A la tarde, los accesos al patio volvían a estar abiertos pero eran pocos los presos que salían a esas horas pues las largas sombras de los muros no tardaban en cubrir todo el patio y la temperatura descendía muy rápido durante la puesta de sol.

En el momento en que el cielo se matizó de un rojo vivo, segundos antes de que el sol se ocultara por completo, voces del exterior anunciaron la llegada de "algo" y los curiosos salieron a ver de qué se trataba.

-¿Qué diablos es eso?- Las voces de alarma se filtraron al interior y pronto todos los presos se agolpaban fuera para ver lo que se acercaba. Los últimos rayos del sol lo mostraron como un punto en el cielo pero, sin ninguna duda, era grande y se dirigía a la prisión. Poco a poco, las vistas más agudas comenzaron a distinguir el casco y el velamen de un majestuoso galeón que surca los cielos.

-Preparad las armas- sentenció uno de los guardias, pero ninguno estaba preparado para algo como eso. El navío descendía directo a Matadero para impotencia, sorpresa y temor de la mayoría. El corzazón de los presentes latió con fuerza al percibir que las escotillas estaban abiertas y las bocas de varias hileras de cañones asomaban amenazadoramente. Las voces de los marineros ordenando maniobras llegaban también amortiguadas por el crujir de la madera y las sacudidas de la mayor, pero su excitación era evidente.

El navío sobrevoló Matadero, viró y descendió al centro del patio ya que era el único lugar en el que podía atracar. Quedó ahí, quieto, suspendido en el aire a unos metros sobre el suelo. De la cubierta comenzó a materializarse, por arte de magia, una pasarela larga y regia que cayó hasta apoyarse en el polvoriento suelo con un estruendo.

El transporte ha llegado, antes de lo previsto.

El tiempo, más aún sin nada que llevarse a la boca pues, como anunció el enfurecido capitán, no hubo almuerzo, pasó lento y tranquilo.

En el momento en que el cielo se matizó de un rojo vivo, segundos antes de que el sol se ocultara por completo, voces del exterior anunciaron la llegada de "algo" y los curiosos salieron a ver de qué se trataba.

-¿Qué es eso?- escuchásteis decir a uno de los soldados. -Preparad las armas- sentenció uno de los guardias, pero ninguno estaba preparado para algo como lo que se acercaba. Las exclamaciones de asombro eran una constante acompañadas de la última luz del día.

-¡Qué está pasando!- gritó Amok demandando una respuesta que no llegó. Desde vuestra posición podéis ver cómo uno de los guardas, apostado delante de una de las ventanas del fondo del pasillo, mira al exterior con la barbilla temblorosa.

-¡¿Qué es, maldita sea, contesta o te destriparé?!- Insistía Amok. Cisco, que durante el tiepo había conseguido vendarse la herida con harapos se acercó a la puerta -Es un barco, ¿verdad?- dijo para sorpresa de algunos. El guardia, por primera vez, apartó la vista de la ventana y miró a las celdas -¿Cómo lo sabes? Un barco enorme que ha descendido de los cielos con los cañones listos para disparar- comenta temeroso.

El transporte ha llegado, antes de lo previsto.