Partida Rol por web

La taberna casi se ha desalojado y se acerca el tabernero hacia los que quedáis.

- Bueno, no es por ser impertiente pero la hora de comidas ha acabado y... bueno, que no sería mala cosa que aflojaran la bolsa por lo que han comido - os dice el posadero timorato.

La mirada del Chete se dirige a vuestro beodo amigo.

- Una vez más tenemos a este utilizando las mesas de camastro, ¿es amigo suyo?

- Aunque somos gente amigable y de fácil trato para con quién se nos cruza, he de decir que con este hombre poco más que hemos tenido una generosa conversación que ha amenizado grandemente la comida. No me malinterpretéis caballero, no pretendemos ofensa a su honor, solo deciros que se trata de una compañía divertida. Y para dar muestra de ello- Emilio comienza a aflojar de su propia cintura la bolsa que podría haber engrosado con la del durmiente y vacía a cuenta lo embuchado por todos en la mano del tabernero- lo justo sería pagar nuestra cuenta y la suya, ya que en su estado poco podrá el hombre corresponderos en la manera que se os debe.- Vuelve a anudar al cinto la ahora menos henchida de orgullo y reales, y con expresión dubitativa añade- Sería menester ocuparnos de él, pero terminado el yantar hemos de atender asuntos. Por lo que decís no es la primera vez que este hombre os demuestra su confianza en la seguridad de vuestro local. Sabréis atenderle como dáis a entender. Tened buena tarde señor Chete.

- Bien compadres, ocupémonos de nuestros negocios mientras Chete termina de atender el suyo.- El mozalbete guía con mano afectuosa en sendas espaldas a sus dos compañeros a la salida del local.

Asiento complaciente a las palabras de mi compañero, pues son oportunas y precisas y no requieren adornos adicionales.

Ya vale de adornos por hoy que ya he hablado más de la cuenta. Imita al valentón que sabedor de su poca labia prefiere callar, sabio y prudente, en espera de acontecimientos.

Ahora pues sin más dilación debemos acudir al otro local donde seguir recogiendo información para nuestra noble cruzada. Como bien ha dicho mi compañero esta vez el confidente será algo más cuidadoso y de pocas palabras, aunque claro todo ello se puede solventar con el lindo rubio de las Indias.

Que ya dijo alguien que el soborno deja abiertas las voluntades.

Asiento solo para añadir:

- Cabe decir que pagamos su ronda pero no nos encariñamos tanto con él como para adoptarlo... El problema de donde duerma problema suyo es, y por ende del tabernero.- dice sonriendo al Chete - Venga esa cuenta y ya nos vamos.

Salís de la taberna con algo más en el buche y otro tanto de sopor no tanto por los caldos de gallina como por los del otro tipo.

El objetivo ahora es recoger a vuestro musical amigo en el garito que lleva por nombre... ¿alguien escuchó decirlo al beodo?

- Si mal no he atinado a escuchar el dueño del garito llamábase Francisco Robles... Y era a la par librero y tabernero ¡que sorprendente combinación! ¿A alguno de ustedes les suena cual puede ser su bar?

Seguís los pasos de Emilio fuera de la taberna. El joven parece moverse decidido hacia el supuesto lugar cuando Don Álvaro recuerda que no sabéis el nombre del citado garito.

Quizá no fuera un garito de los de remojar pues sin duda Don Álvaro lo conocería. Ese tal Robles no debe ser conocido en el lugar pues a ninguno de vosotros os suena tal nombre; ni como librero, ni como ilustre cantinero.

Todavía no os habéis alejado mucho del mesón de Chete cuando a uno de vosotros os viene la gana de echar una vista atrás por si el tal tabernero conociera tal lugar cuando véis a un improvisado costalero cargando con el cuerpo del tal Almansa.

- Mal me temo que yo no conozco ese garito... Ni me suena siquiera.- reconozco azorado.

Viendo al individuo que se lleva a Almansa me puede la curiosidad al buen tino de pasar desapercibido:

- ¿Qué amigo?- pregunto en mi tono más cordial deshaciendo camino hacia el costalero - ¿Pese mucho el fardo?- finjo sorpresa - ¿Ese no es el bueno de Almansa? ¡Pardiez! ¿A donde os lo lleváis? Todavía me debe un par de reales de la última partida y, si bien ahora no lo veo en condiciones de pagar, más tarde me pasaré por su casa a reclamarlos.

Pues a fe mía que yo tampoco he oído hablar del lugar en cuestión, es más podría hasta equivocarme al ir buscando el Palacio Real o cualquier Mentidero que no fuere el de antes. Mas creo que algún amigable madrileño podría indicarnos cómo acceder hasta su umbral.

Un breve pensamiento tan fugaz como la vida pasa por mi mente.

Aunque tal vez no sea buena idea, pues es posible que el garito sea bastante "exigente" en lo que a su clientela se refiere, ya saben: juego, mujeres y otros vicios. Que no sólo hay pecadores en Nápoles y en la fría Albión. Así pues, amigos míos, ¿qué podemos hacer para solventar nuestra ignorancia en el tema?

Pues parece que el amigo Almansa no será de utilidad hasta dentro de unas cuentas horas...

- El potado desmayado mentó a un tal Rafael; nos es lícito pensar que por sus costumbres pueda haberseles visto bebiendo en compañía, e indicarsenos donde dejarle durmiendo la mona al cuidado de este.- Encogiéndose de hombros, Emilio  camina con tranquilidad detrás de Álvaro a ver que cuece en la sesera- Lo mismo el costalero lo deja tirado en algún rincón, y tal vez nos pueda indicar si ha dejado tirados en algún rincón a este y al tal Rafael en ocasiones anteriores.

En un principio el "costalero" hace caso omiso a las palabras de Álvaro pero pronto este último le alcanza y se cruza en su camino.

El hombre levanta la vista y mira con cara de pocos amigos a Don Álvaro.

- Y que viene a decirme a mi de las deudas de este desgraciado. Reclameselas a él si consigue verlo cuerdo alguna vez - vuelve a cargar al mozo a cuestas y camina un par de pasos.

- Es fácil de encontrar amigo, o está cultivando caldos en la taberna de Chete o jugando con la desencuadernada donde Robles. No me hago cargo de deudas ajenas por muy amigo que sea mio el deudor.

- Ahora, si me disculpan, tengo que dejar la mercancía en un lugar mejor que la mesa de una taberna.

- Le agradecemos lo dicho señor nuestro. Por el decoro de mantener la paz en casa de Chete, pudierais decirnos donde se halla la del tal Robles. Probaremos a buscarle allí una vez se halle más despabilado, que ahora de poca cosa servirá a nadie.- Le comenta Emilio al costalero mirando con cara de vergüenza ajena al de Almansa.

Mientras el costalero le respondiera o no, echa cuenta mentalmente de si lleva moneda suelta de bajo valor para compensar informaciones como esta, pues no es cuestión de pagar a doblón lo que sale a cuarto.

El hombre os mira extrañado.

- No sois de por aquí, ¿verdad? O al menos no sois habituales de juegos...

Se encoje de hombros y continúa su camino con Almansa a cuestas.

- Calle del Espejo, cerca de la Plaza de Santiago.

- Gracias señor.- Agradece Emilio como despedida.

- Bien, ahora sabemos lo que precisamos- empieza a charlar con sus dos compañeros una vez el costalero se ha alejado lo suficiente- No nos queda sino esperar a que regrese nuestro tuno para ponernos en camino. ¿Alguna idea de lo que hacer allí una vez lleguemos? Lo más sensato sería tantear primero al tal Rafael, aunque con alguna treta bien urdida podríamos dirigirnos directamente al propietario.

Tal vez sea una buena idea ir al lugar a jugar de verdad, con dados y ducados, una forma bastante directa de llegar a nuestro objetivo.

No hay mejor treta que la verdad misma...

¿Qué les parece si directamente vamos a jugar algunas monedas, no muchas por supuesto, en el garito, acompañando la jornada con algo de bebida? Es en mi opinión una forma bastante directa de entrar y conseguir información, menos apariencia y más realidad aparente...

Ya es media tarde y pronto comenzará a desaparecer el sol.

Vuestros pasos os han acercado al lugar donde supuestamente se encuentra el garito que os han citado.

Os encontráis en la Plazuela de Santiago. Camináis un poco más la calle y pronto llegáis a la calle que os refierieron. Unos pasos más y os encontráis frente a una puerta con un discreto cartel que reza "Casa de Juegos".

El edificio no es diferente al resto de los que le rodean salvo por el discreto cartel que se se malsujeta sobre la jamba de la pequeña puerta que da acceso al garito.

llegamos al destino y miro la Plaza del santo de Compostela.

Curioso lugar es éste, a fe mía, para colocar un garito de juego, dónde el necesario dinero cambia muy rápido de manos por los azares del destino y la voluntad divina.

Observo el portal del garito

No sé por aquí, pero en Nápoles muchos garitos prohiben entrar con los aceros, esperemos que éste no sea uno de aquellos lugares, pues no me fío de las gentes que los llenan...

Así pues, ¿cómo ven vuesasmercedes el negocio?

- Que no todo se arregla con hierros y puños don Rodrigo- le sonríe el mozalbete.- ¿Esperamos la llegada de Ambrosio o probamos a buscarle dentro por si hubiera llegado antes que nosotros? No se le distingue en el bullicio desde aquí.

Emilio lanza unas cuantas miradas ávidas al interior. No es que tenga afición desmesurada por el juego, pero nunca me he paseado por este lugar.

La mirada de Don Emilio no revela más que un pequeño zaguán umbrío  dominado por un mostrardor tras el cual se encuentra sentado en un banco un hombretón de anchos hombros, grande, rubicundo y zambo, con perilla de gancho y bigotes de guardamano, a todas luces extranjero, teutón.

No parece un vulgar rufián, sino soldado veterano, como atestigua el cañón de hojalata que porta. A todas luces es uno de esos hombres que ahorran amenazas y te meten una cuarta de acero en los riñones antes de que tengas tiempo de calentarte y empezar a insultarles.

A la vuelta de la vista Don Emilio, oportunamente gira la cabeza y ve llegar, doblando la esquina proveniente de la Plazuela de Santiago, a vuestro trovador esta vez equipado con su fiel instrumento.