Partida Rol por web

Viendo lo que el bárbaro intentaba hacer el estudioso enano no pudo evitar hacer una puntualización.
O les atas todas las manos juntas o les vendas los ojos, si no se desatarán los unos a los otros y habremos ganado poco...

Tras el apunte preparó su ballesta y se colocó en la entrada de la cueva, pero por detrás de compañeros que estarían en primera línea como Barundar o el propo Bronas. A ver si esta vez no se les colaba nadie y volvía a tener a un tipo a medio metro...

Turno 56.

El bárbaro y Silbido estaban ultimando un plan. Bronas, viendo los cadáveres desperdigados más allá sobre la playa, pensaba en cómo amedrentar a los piratas; "Creo que sería bueno que Silbido o Banjeela simularan ser uno de los piratas que va en busca de...".

En ese momento, Banjeela comienza a pegar gritos orgásmicos y a simular una violación de manera tan escandalosa que hasta los peces del mar se sonrojarían. Comprensiblemente, el resto del grupo la mira con los ojos del tamaño de huevos duros mientras su voz rebota en cada recóndito punto de la gruta en la que se encuentran.

Desde la entrada, podéis ver cómo dos de los piratas que había enredados entre las jarcias del barco se miran entre ellos. Aún en la distancia, intuís que la cara que están poniendo no debe diferenciarse mucho de la vuestra propia. Finalmente, veis que comienzan a bajar hacia la cubierta, mientras otros tres salen del barco por la rampa que comunica con las rocas de la cueva. El de delante, al menos, parece haberse creído la actuación de la medio elfa, ya que intenta quitarse los pantalones a medida que corre hacia vosotros. Media docena más baja también, después de ese primer grupo. Sin embargo, puede que por no molestar a los dueños de la cueva, ninguno alza la voz.

El trío que va en cabeza se acerca a vuestra posición, hasta que de repente varios proyectiles disparados desde un balcón en penumbra los alcanzan. Dos de los piratas convulsionan por los impactos, y finalmente caen al agua en un chapoteo. El tercero, que iba con los pantalones bajados, no tiene tanta movilidad. Tras balancear su cimbrel aquí y allá, termina tirado boca arriba con dos jabalinas negras clavadas en el pecho.

Los seis piratas que iban detrás parecen alarmarse, y se dan la vuelta. Podéis ver desde vuestra posición, a lo lejos, algo del largo de un caballo pero mucho más esbelto y sinuoso, salir de ninguna parte en la pared y lanzarse contra ellos. Debido a la distancia, y a la negrura de la forma que los ataca, no podéis identificar al monstruo. De lo que sí estais seguros es de que no es humano; sea lo que sea se convierte en una nube de cortes, garras, zarpas y dientes, y ante vuestros atónitos ojos véis un festín de sangre y miembros amputados, antes de que los SEIS piratas terminen por el suelo en un solo asalto, y la forma se lance hacia el agua, en la que entra sin salpicar una sola gota.

Un tremendo siseo se escucha en toda la cueva, proveniente de las profundidades de los túneles, mientras una voz más sinuosa y más fuerte que las demás llega a vuestros oídos; "Humanos traidores, os lo advertí... no toquéis a mis reptiles... no dañéis a mis criaturas... ahora, todos moriréis...".

La voz, que resuena por la gruta, parece pertenecer a la misma criatura que destrozó a los seis piratas. Desde las grutas veis, al fondo de la cueva, como seis o siete criaturas corpulentas, hombres lagarto, corren hacia el barco atacando a los pocos piratas que quedan en su interior. Los gritos y los susurros malignos se escuchan por toda la cueva. Y mientras tanto, sabéis que hay algo oscuro, rápido y mortal, deslizándose en las profundidades del caladero.

¿Qué haréis ahora?. Es vuestro turno... y vuestra decisión.

Ante la actuación de Banjeela, Bronas volvía a tener la sangre alterada. Durante unos momentos dudo entre quitarse la armadura y darles el placer de retozar con la mestiza o lanzarse a por los piratas para desquitarse el mal rollo. Pero sus ansias por demostrar a Tempus su valía, le hizo permanecer atento al devenir con los marinos.

La penumbra de la cueva le reveló el destino de los piratas, una vez más, se le negaba la gloria del combate. Pero se atisbaba la posibilidad de un nuevo y mejor desafío...

-Si queremos sacar a las chicas debemos ir ahora. O será mejor largarse.

Acomodándose el equipo para poder combatir mejor, dejó claras sus intenciones.

-Yo bajo.- Mirando a Banjeela, le dice.-Pareces muy magullada, si vienes, quédate en la retaguardia... por cierto, cuando regresemos podremos festejarlo como Tempus manda.

¿Festejarlo como Tempus manda? ¿Con obleas y holocaustos? Anda, no digas tonterías y tira para adelante.

Era la primera vez que Banjeela acababa, aunque fuese indirectamente, con nueve enemigos a la vez. Está claro que su mejor arma, y en realidad la única, era su bocaza atraedesgracias. Aunque parece que la voz siseante estaba más cabreada por... ¿la muerte de sus sapos guardianes?

Y envenenada como estaba, ni siquiera sabía cuántas horas le quedaban de vida. Y más viendo las atenciones que le proporcionó Garius, que no inspiraban mucha confianza. ¿Lavar la herida? ¿En serio? ¿Es un clérigo o una abuelita?

En cualquier caso, Banjeela no estaba segura esperando fuera sola a que las toxinas acabasen con ella. Si quería sobrevivir tenía que pegarse a la espalda de Bronas como si no hubiese un mañana. No lo habrá, está claro. Sobretodo a este ritmo. Y dificilmente sobrevivirá al paso por la cornisa bajo una lluvia de jabalinas. Banjeela sacó su mochila y la levantó sobre su cabeza para obtener algo de cobertura contra los proyectiles.

Esto es una locura... Pero a ver si en ese templo podemos capturar a algún chamán lagarto que me purgue el veneno-vista la ineptitud en sanación del tartamudo y el soso, seguro que tendría mejor suerte.

Bronas reía entre dientes por la reacción de la mestiza, la verdad es que a pesar que entre sus pocas pautas estaba la de no liarse con compañeras de grupo, motivo por lo que solía buscar atenciones femeninas fuera del grupo, la semielfa le había despertado un interés hasta ahora inexistente.

Pero regresando al momento, ciertamente aquellas jabalinas no le resultaban muy alentadoras ¿cómo podría llegar allí antes de que terminara pareciendo un alfiletero? Su armadura le reducía la velocidad, a cambio de mayor protección, ¿pero sería esta suficiente?

Con la bisarma a una mano, apoyada en su hombro, el norteño empuñó de nuevo su escudo, cuando llegara al cuerpo a cuerpo ya esgrimiría el arma de asta.

Ya estaba a punto de darse la vuelta y volver a la barca.

No veía clara la idea de meterse en el cubil de unos hombres lagarto, y muchos menos tras presenciar la carnicería que había llevado a cabo aquella serpenteante figura.

"Es de capital importancia que me devolvais a mi hija"
Las palabras del viejo Pieldearmiño resonaron en su cabeza y supo que no tenía otra opción... si quería cobrar, claro.

Igualmente el resto se internarían en aquel lugar de mala muerte y tendría que esperarles ahí. Si los mataban a todos irían a por él, y sería peor el remedio que la enfermedad.

Con un suspiro abrió uno de los bolsillos laterales de la mochila, sacó un pergamino y completó el conjuro que ahí estaba inscrito.

Silbido observe lo acontecimientos con la boca abierta. ¿Qué era aquella criatura? Ni siquiera los grandes felinos eran capaces de dar exhibiciones de gracia y ferocidad similares. Guardando las distancias, le recordaba a la antigua criatura con forma humana del templo de los Picos del Trueno, el Conde Drago.

La diferencia, para la chiquilla, no estribaba en las dispares naturaleza de las dos criaturas, sino en la forma en la que se mostraban. El vampiro tenía la intensidad en la mirada, en la postura, en el gesto, como si un monstruo temible y sublime al mismo tiempo acechara bajo su piel. La cosa de la gruta era una fuerza de la naturaleza desatada.

—Igual… —comenzó a decir Silbido, con la boca seca—. Igual podemos hablar con ellos. Están matando a los piratas esos.

Fuera lo que fuere, no quería enfrentarse a esa cosa. Aunque pudieran arreglárselas para acabar con ella, se llevaría a varios de ellos por delante. Tenía que haber otra forma de abordar la situación. Un jabalí era solo un animal, pero ni siquiera un hombre fornido se enfrentaba a una bestia como aquella con las manos desnudas. El monstruo de la cueva era mucho peor. Qué podían ofrecer a los reptiles que caminaban sobre dos patas. Cómo podían evitar la masacre.

Silbido hurgó en el interior de su mente, tratando de recordar. Nunca antes las había visto, pero Quelnaas le había hablado de muchos seres extraños. ¿Le había contado algo alguna vez sobre criaturas como aquellas?

Sinceramente, quería largarse. Acercarse a esa cosa le parecía un suicidio y la recompensa ofrecida no creía que valiera la pena para los problemas a los que se estaban enfrentando. Sin embargo... Bronas avanzaba, y tenía una deuda con él. ç

Mi señora, protegeme del mal que puebla esta tierra.

Con resignación y, tal vez un poco de valor, Garius trota hasta quedar a la altura del norteño con el escudo preparado y acero en su mano.

Hasta ahora, había sobrevivido por su habilidad esquivando golpes, pero creía que uno, o tal vez dos serían suficientes para acabar con él. Pero no importaba, la estupidez a veces sale victoriosa.

La idea de la arquera le hizo gracia.

Claro, matamos a los sapos en defensa propia, seguro que lo entienden. Además, seguro que nos dejan cambiarles a las niñas por la semielfa, todos salimos ganando.

Se rió para sus adentros. Y, estaba seguro, alguno más del grupo también lo habría hecho.

Turno 57.

Los pesados pasos del bárbaro resuenan sobre el camino pedregoso, junto al mar que ocupa la cueva. Detrás de él, Silbido se pregunta qué criatura es la que ha destrozado a los piratas, pero no ha podido verla bien. Solo sabe que era algo rápido y mortal. Su compañera Banjeela camina detrás, pegada a Bronas para ganar seguridad, mientras los dos sacerdotes y los dos enanos cierran la comitiva.

Al fondo de la gruta, el terrible sonido del combate se incrementa. Los hombres lagarto parecen llevar las de ganar, cuando veis caer a varios piratas abiertos en canal desde el barco.

Llegais a mitad de camino, cuando os dais cuenta de que no queda un solo pirata con vida. Desde el barco veis bajar a media docena de hombres lagartos, seres escamosos y corpulentos de unos dos metros de alto. Otros seis salen de algunas puertas y agujeros, desde las ruinas. Los monstruos parecen dispuestos a atacaros, pero de repente se paran en seco.

Habéis llegado al lugar de la matanza. Seis piratas yacen destrozados en el suelo, literalmente despedazados. Silbido puede observar, (con su tirada de naturaleza), el tipo de heridas que los han matado. Mordiscos, garras y afiladas alas. El suelo de piedra está lleno de sangre y de restos humanos, que levantan hacia vuestras narices un olor salado y nauseabundo. Quizás no fue buena idea meterse aquí con todos los monstruos al acecho.

Los hombres lagarto, de repente, se postran. Al mismo tiempo, una figura sinuosa sale del agua y trepa por la ladera de piedra hasta el camino, deslizándose hacia vosotros. Delante de Bronas, que va el primero, el monstruo se hiergue en todo su esplendor.

Aunque Bronas es alto, sobre dos patas el monstruo le saca tres cabezas. Sus sinuosas formas no son tan pesadas como las del bárbaro, y está claro que es uno de los especímenes más pequeños de su especie, pero aún así su mera visión os estremece. Cubierto por millones de pequeñas escamas negras y brillantes, su cuerpo serpentino tiene cuatro afiladas extremidades, y así, sobre dos de ellas, casi parece humanoide. Sin embargo, sus amplias alas oscuras, sus interminables y afilados dientes y sus ojos rojos y perversos, justo bajo una retorcida cornamenta, lo identifican como lo que es. Bastet, un dragón negro.

Mientras cada vez más hombres lagarto, (ya son casi una treintena), salen desde el fondo de la cueva y se van arrodillando, sus armas a un lado, esperando la actuación de su dios. El dragón, enroscándose sobre sí mismo como una serpiente venenosa, entrecierra los ojos. Quizás podríais decirle algo antes de que atacara. Quizás podríais intentar huir. O quizás podríais enfrentaros a él, en una lucha desesperada.

Es vuestro turno. ¿Qué es lo que haréis?.

Plantado de pie ante los restos sangrientos, y apestosos, de los difuntos piratas, el norteño, con talante ensombrecido, va viendo como las criaturas mitad lagarto y mitad humano se van congregando y adoptan una actitud de adoración para con la gran criatura de escamas negras.

Un dragón... un dragón negro y vivo! Merecería la pena reencontrarme a Ugdush para restregárselo por los morros.

Tras ese fugaz pensamiento, el hombretón pensó que sabía sobre dragones... muy poco o nada, solo que eran criaturas de leyenda muy poderosas. En sus tierras había unos malditos incursores, aficionados a navegar en naves con formas de dragón, el Clan del Dragón Blanco. Eran sus rivales, mientras que los Pielescarcha dominaban el interior, esos advenedizos, con sus navíos dominaban el litoral y las islas norteñas. Eran unos miserables que les disputaban la supremecía en el norte, y cuando él regresara con los suyos, su primer objetivo sería aniquilarlos. Derrotar a los guerreros, y esclavizar a las mujeres y niños. Pero eso sería cuando regresara.

El movimiento del dragón, adoptando una actitud hostil, a punto de saltar, le llamaron de regreso al presente. En su muslo, una cicatriz no muy vieja, causada por una lanza que le atravesara la pierna, le causaba una sensación extraña, la tensión se palpaba en el aire, y fácilmente esta pudiera terminar como en aquel día en el Paso de Ashaba, en un desastre, pero en este caso más letal.

Tomando aire plantó el extremo del asta de la bisarma en el suelo.

-Nunca es tarde para rectificar.-Empieza diciendo el norteño.-Tarde o temprano quien se junta con traidores, es traicionado. Soy Bronas de los Pielescarcha, y no he venido a perturbarte, sino en busca de una niña. Una niña que esos traidores que has matado secuestraron y que su padre busca. Venimos hasta aquí siguiendo su rastro y si nosotros no regresamos, otros vendrán después siguiendo este mismo camino. Deja que nos llevemos a la muchacha, y no serás molestado.

Oh, por la diosa... por la diosa... ¿Por qué estas cosas siempre me pasan a mí? Desde que me uní a estos harapientos no hago otra cosa que ganarme archienemigos superpoderosos. Ay. Vampiros... sapos gigantes... dragones... Muerte y destrucción allá por donde me mueva. ¡Esta es una cueva de piratas! El mayor peligro que debería haber sería contraer la sífilis. Pero no, un dragón. Y negro. Yo no me considero racista, pero los dragones negros cuanto más lejos mejor. Aaaah... es el veneno de sapo, que me hace desvariar.

Banjeela apartó el brazo hipermusculado de Bronas. Puede que la semielfa no tuviese la mente muy lúcida con el cóctel de toxinas que llevaba en el cuerpo, pero aún así debería superar las dotes diplomáticas de un bárbaro de pueblo.

Cof, cof, cof...-comenzó, entre tratando de eliminar la flema que se le había formado en las vías respiratorias del susto y los gallos de después de gemir como una furcia barata-Será mejor que hable yo... Y por lo que más queráis, inclinaos vosotros también.

La intrépida aventurera azote de dragones incó la rodilla en tierra y empezó a explicarse.

¿Duyu espik sheirano? ¿Par levú élfico? ¿Lei parla il damarano? ¿Khondanzano?-a Banjeela le pareció distinguir un leve movimiento en sus córneas supraoculares llenas de pequeñas espinas óseas, como quién arquea una ceja; lo interpretó como una reacción a un idioma conocido, y no un simple tic de no poderse creer que aquel trozo de comida con patas estuviese hablando raro-¿Sí? ¿No? ¿Khondanzano sí?

El resto de la palabras las continuó en el idioma natal del célebre bardo Sheik Spear.

< Bien... Por respeto y admiración a todo lo que has montado aquí, convirtiéndote en divinidad y todo eso, no quiero decir nada inapropiado delante de tus fieles que destape el pastel, así que hablaré en otro idioma para que los hombres lagarto no me entiendan. Has hecho un trabajo formidable aquí. Se nota que tienes visión para prosperar en los negocios. Mi nombre es Banjeela. La "-jee-" se escribe con el dígrafo largo, pero eso no viene mucho a cuento ahora. Me gustaría resaltar que con la muerte de los piratas tienes un montón de carne para los próximos días. Yo soy mercader. Me dedico a ayudar a la gente en los problemas concretos de su vida cotidiana através de bienes y servicios. Por ejemplo, si los hombres lagarto no consideran la carne de estos piratas dignos de ti, podrías ordenar que nos llevásemos los cuerpos en el barco del Capitán Rorn. Podríamos dejarlos en una cala cercana solo para ti, y así podrías comer tranquilo sin la inquietud de ser juzgado por tus seguidores ni ser cuestionado como ser divino con apetencias mundanas que no solo come vírgenes. Como mercader, también puedo ir a la ciudad y comprar barriles de sal. La sal conservaría la carne de esos hombres durante más tiempo, con lo cual tendrías una despensa que te daría cierta independencia alimentaria de cara al futuro. Mucho más barato para comer carne en buen estado que tener que alimentar a un pequeño rebaño vivo de personas. También estamos interesados en recomprar a algunas de las chicas con las que el Capitán Rorn pagaba su acceso a esta guarida. La última moda entre los sofisticados dragones de la Costa de la Espada es dormir sobre un lecho de monedas. No digo que las chicas vayan a valer tanto, pero se te ve joven y fuerte, y con muchos años por delante... Estoy segura de que con el tiempo nuestros negocios podrían ser el principio de tu propio tesoro. Como ves, podemos serte útiles y ambas partes sacaríamos una relación provechosa y lucrativa de todo esto. >

No me ha entendido...

Lo repetiré en mulhorandino, por si acaso.

< Respeto y admiro todo lo que has montado aquí... >

Ark quedo bastante impresionado por los hombres serpiente , desde luego era letales en lo suyo. Estaba preguntándose si no se trataría de algunas de las criaturas de Selune , mitad hombre mitad animal , cuando el dragón hizo su aparición. La bestia era magnifica , tal vez no tan grande como las de los relatos , pero destilaba poder y letalidad por todos sus poros y escamas.

Antes de poder empezar a idear un plan , Bronas se adelanto , y hablo con la criatura. Sereno , comedido y muy digno , todo un miembro de la realeza tratando de dejar clara una posición, aunque entre lineas se podía leer el enorme deseo que tenia de enfrentarse con la criatura. En ese momento Banjeela se adelanto también y antes de que pudiera decir esta boca es mía , comenzó a hablar en un idioma extraño. No entendía ni palabra pero el tono de voz y el lenguaje corporal de la mujer no me daba buena espina , nada de buena espina.

Y se habló al final.

La aparición de la serpentina criatura, de escamas negras y brillantes como antracita, más alta que bronas, más grande que los enormes lobos huargos de los orcos, y provista de dos alas que le conferían una prodigiosa envergadura, y quizás, pues no la había demostrado, la capacidad de elevarse por los cielos, enfrió los ánimos encendidos del grupo.

Había acertado en su apreciación de aquel ser. Al igual que el vampiro, se trataba de una criatura de enorme poder. Incluso ella la reconocía, sin haber visto a otra como ella en toda su corta vida. No era uno de esos monstruos gigantescos que descendían desde los cielos para devastar ciudades y devorar hombres de un bocado. Pero no le cabían muchas dudas de era un dragón.

Más hombres lagarto llegaron, en grupos, como si las arterias de la cueva estuvieran sangrándolos a borbotones. Uno a uno se arrodillaron frente a su ídolo viviente, esperando sus órdenes.

Bronas fue el primero en hablar. Banjeela le siguió después, en un idioma desconocido. Silbido tragó saliva y apretó los dientes para contener el temblor de su mandíbula. La salida de la gruta estaba expedita. Podía correr y esconderse, largarse de allí sin mirar atrás y olvidarse de todo. ¿Cómo iba a sacar de allí a la chica, si ni siquiera sabía cómo iba a sobrevivir?

Sin embargo, no movió los pies del sitio. Solo eran dudas, y miedo. Naturales, sanas, pero para otro momento.

Aquellos animales eran una gozada de precisión, y habían conseguido desacerse de los piratas en mucho menos tiempo que nosotros. Lo cual ya era algo a tener en cuenta, yo mismo tenia intención de parar un golpe o dos antes de morir, pero veia el final muy negro sin un golpe de suerte de dimensiones extramboticas.

Con que un dragón, ni mas ni menos, en ese momento habri la boca de par en par y me quede en silencio.

Tuve que despistarme mirando a un lado y al otro, al ver que aparecian muchisimos mas. Que nos superaban en numero era evidente, pero que podriamos salir de allí sin que nos perdonaran la vida, era algo que dudaba muchisimo. Aun así jugue una carta, no tenia claro a que jugaba Bronas pero en mi tierra había un dicho:

-Bronas nunca hagas un trato con un dragón- dije sin temor a que me escuchara, vivos o mas bien muy muertos, preferia este final que una vida de esclavitud o algo peor.

Sujete mis armas con fuerza, temiendo lo peor.

Viendo cómo estaban las cosas el enano no pudo más que esperarse lo peor, así que bajó la cabeza en señal de respeto y se preparó para saltar a un lado para esquivar el posible embite de la formidable criatura.

Al parecer, por la cara de sus compañeros era de los pocos que había entendido la enorme diatriba de la semielfa, la cual esperaba que se comiera de un solo bocado por la cantidad de insultos que había proferido.

Bueno, en este caso la estupidez no iba a ganar.. Tenía ganas de salir corriendo pero le habían enseñado a nunca dar la espalda a un enemigo. El dragón parecía a punto de saltar y la semielfa soltó una parrafada que seguramente le enfurecería.

Se había preparado lo mejor posible para luchar contra una criatura maligna, y al verlo casi había manchado el pantalón. Fué a abrir la boca, pero las palabras simplemente no salieron, ni un tartamudeo, nada.

Turno 58.

El dragón espera el tiempo suficiente como para que podais mostrar vuestros argumentos. Bronas hace una brillante elección de palabras, que el dragón sopesa con una sonrisa draconiana, (claro). Pero quizás sea porque no considera al grupo una amenaza, o quizás porque la resolución del bárbaro falla en el último momento... el hecho es que el monstruo vuelve a avanzar sin dar respuesta alguna.

¡Hasta que la labia de Banjeela entra en acción!. En este caso, a todos os sorprende, (de nuevo), la claridad de exposición y las dotes comunicativas de vuestra compañera, a pesar de que se tambalea como un bajel en una tormenta. Quizás esa sea la razón por la que el contenido del mensaje, tan perfectamente expuesto en un idioma que no sé si comprendéis, termina siendo una serie de sugerencias y pitorreos sobre gastronomía y restauración dragonil, cuestionamientos sobre su dieta y ataques a su amor propio.

Los dragones, por lo que sabéis, no suelen ser muy comprensivos. Y además, los cromáticos sufren una crónica falta de sentido del humor. Sin embargo, cuando la bardo comienza a repetir su letanía en un segundo idioma, (que tampoco sé si conocéis), la sonrisa del dragón se anchea todavía más. En vuestras mentes, escuchais una voz profunda y gutural, grave como el retonar de un cuerno nórdico.

"Tú... me resultas graciosa. Tenía pensado mataros a todos ahora mismo con mi aliento, pero creo que te dejaré viva para poder divertime contigo", afirma ostentosamente. Y en ese momento, se lanza contra vosotros.

La buena noticia es que los hombres lagarto, que parecen adorar al dragón como una deidad, permanecen quietos y arrodillados disfrutando de su poder.

La mala es que os vais a enfrentar al que seguramente sea el combate más peligroso que habéis librado jamás, y hay bastantes posibilidades de que terminéis todos muertos, o en estado agónico. (O convertidos en esclavas sexuales, meriendas para ofidios o ambas cosas a la vez, dependiendo del personaje).

En fin... ¡Tirad iniciativas y describid vuestras acciones!.

El norteño, con las palabras del dragón negro veía en frente de sí, un combate como Tempus manda, tal vez su último combate, pero en cualquier caso, aceptaba el reto, ahora que las palabras ya estaban de más.

Viendo que los hombres lagartos no parecían unirse al combate, por lo menos de momento, el hombretón dejó caer la bisarma que había apoyado en el suelo y en su lugar aferró la empuñadura de la espada calishita dispuesto a blandirla para terminar con la vida de aquel ser... Eso lo hacía mientras se acercaba a la criatura dando un rodeo, para buscar dividir la defensa de esta y que no estuvieran todos los compañeros juntos. 

Si tenía que morir, que fuera matando..., el filo acerado se abrió caminó entre las escamas del dragón arrancándole un gruñido ronco cuando la sangre humeante se deslizaba por sus escamas.

Con la certeza de su propia muerte se sintió extrañamente calmado. Meditó durante un instante sobre como quería morir, si defendiendo a sus compañeros o hiriendo al dragón. Opto por lo primero y lanzo una debil estocada, más para llamar su atencion que para herirle, pues estaba pendiente de sus movimientos para esquivarlos.

Me encanta tu color, ¡quedara genial en una armadura!