Partida Rol por web

Me movi como pude, inquieto, demasiadas palabras estaban sonando en mi cabeza en idiomas que no llegaba a entender y que quizás nunca comprendería. Aquel era un digno adversario, no no estaba el horno para bollos pero una cosa tenia claro ibamos a recibir por todos lados, ya se tiraban de cabeza los luchadores del equipo para intentar poner en apuros a la criatura, fuera como fuera ahí iba yo quizás conseguiria ponerla en aprietos si la rodeabamos y la acosabamos. Pero tenia mis reservas. Mis últimas palabras fueron para Rordar:

-Rordar atras!, salvate y cuenta que ocurrio aquí- dije pensando, en que terminariamos siendo pasto de los bardos que cantarian nuestras histórias, de como unos bobos terminaron muertos a manos de un dragón demasiado inteligente para no medir un combate como aquel. Después de aquellas palabras aprete los dientes esforzandome por parar los golpes.

Silbido dejó de pensar. Pensar era dudar. No podía permitirse dudar cuando una criatura de leyendas, aunque fuera mucho menor que en las historias, estaba dispuesta a acabar con todos ellos.

Malar, que mi puntería no falle hoy.

Borró de su mente la carnicería que había visto completar al dragón. Todo su cuerpo era un arma, y acercarse a él era la muerte. No necesitaba saber nada más. Ni siquiera apiadarse de sus compañeros que se enfrentarían a la muerte negra mano a mano, navegando entre sus escamas, sus alas y su cola.

Mielikki, ayúdame para que mis piernas recuperen la firmeza.

Pero temblaban. No podía evitar que temblaran, como sus brazos.

Se echó hacia un lado, pateando el suelo con fuerza para calmar sus aterrorizadas extremidades. Soltó una flecha sin detenerse y observó desesperanzada cómo golpeaba la piel acorazada del dragón, partiéndose en dos y cayendo al suelo, incapaz de provocarle el menor rasguño.

¡Yuju! ¡Indulto dragonil! ¡Me salvé!-exclama Banjeela alzando los brazos en señal de júbilo-¡IN-DUL-TO DRA-GO-NIL! ¡IN-DUL-TO DRA-GO-NIL! ¡IN-DUL-TO DRA-GO-NIL!

Aaaaah... Sí... me olvidaba de vosotros. Cuanto lo siento...-dijo, tratando de disimular su sonrisa-Lo siento muchísimo. Le hablé al dragón bien de vosotros, en serio. Jijiji... Bueno, que se le va a hacer... Un placer haberos conocido, chicos. No puedo sacaros las castañas del fuego eternamente. ¿Lo comprendéis, verdad? En fin. Buena suerte, y eso.

Se apartó a un lado y sacó una miniatura de laúd de su bolsita. Al expandirlo y comenzó a tocar el instrumento de modo bucólico.

Despídete.

Es el momento de decir adiós.

Recuerda que

los que se quedan no lo pasaran mejor.

Y te das cuente que

es más fácil esperar...

Pero subconscientemente, la alegría de no morir hoy se empezó a manifestar en su música. Poco a poco la canción se fue volviendo más y más alegre, insensible a las penurias y al destino de sus compañeros.

Eso les motivaba. Despertaba en todos, sobre todo en los que más la odiaban, ciertas ganas de sobrevivir a este combate y ajustar cuentas con esa semielfa sabandija traidora. Por eso sus golpes se volvían más precisos y letales, y el miedo que les embargaba era transformado en rabia. La diferencia no era demasiado importante, claro... unos inútiles como sus compañeros no van a convertirse en unos luchadores capaces solo con un poco de motivación. La mediocridad es el hábito del torpe, después de todo.

Al final se desata el combate. rápidamente el sacerdote se hizo hacia un lado para evitar que estuvieran todos en el mismo flanco de la criatura.Buscando flanquear con alguno de sus compañeros esgrimió su Maza y se dispuso al intentar al menos ser una molestia para la criatura.Uno de los golpes de Bronas le hizo sangrar.
-¿Este es vuestro dios?. Es una farsa . Lis dioses no sangran como los mortales. Soy un sacerdote ungido por selune y os digo que esta criatura os esta engañando.
-

Turno 59.

Todo tiene lugar a gran velocidad. El dragón, como una flecha negra y silbante, se lanza de cabeza contra el blanco más grande que tiene a la vista: Bronas. Una flecha, salida de quién sabe donde, se estrella contra su piel escamosa partiéndose en varios fragmentos, mientras la criatura aterriza sobre el pecho del bárbaro lanzándole una terrible dentellada en el hombro.

Mientras el jutenbrund intenta sacarse de encima a la criatura, agitándose con ella encima, Ark aprovecha para posicionarse tras ella, flanqueando con el bárbaro, y se gira para lanzar una perorata que los hombres lagarto, ocupados en humillarse ante su dios-dragón, parecen no acusar en absoluto.

Barundar y Garius, viendo al gigantesco Bronas intentando sacarse de encima al terrible monstruo, se lanzan en su ayuda; descargan varios golpes sobre la dura y reluciente superficie negra del dragón, pero todos ellos se pierden sin remedio. "Todos moriréis aquí", escuchais en vuestras mentes. Banjeela, que está tocando una graciosa canción de chincha-rabiña, que tengo un indulto, no escucha nada.

Por fin, Bronas consigue aferrar la serpenteante cola del dragón, y lo derriba de su chepa con un terrible corte de su cimitarra. El monstruo cae graciosamente a pesar de tener el tamaño del caimán más grande del mundo, y observa al bárbaro con sus ojos rojizos, prometiendo una muerte dolorosa por la herida que le acaba de infringir.

El norteño sentía como la sangre roja resbalaba de su herida por sus empapados ropajes y armadura. Pero el hecho de que su cimitarra también estuviera bañada en sangre le hizo arrancar una fiera sonrisa.

- No soy como esos mequetrefes de agua dulce, soy un norteño nacido entre las nieves eternas del norte y no he venido para morir... sino para matar. 

El norteño, protegido en parte por el viejo y magullado escudo de madera, lanza un terrible revés cuando el negro dragón se lanza de nuevo contra él. El filo de la acerada arma deja un profundo corte entre las escamas en el pecho del dragón sinuoso.

-¡Tempus, eh aquí un presente para tu trono, que esta sangre sea solo el saludo de cortesía de este presente!

La sangre bañaba ya la cimitarra y se escurría por la guarda y la empuñadura... salpicando el suelo de piedra con los movimientos del guerrero del norte.

Aquel lagarto no iba a ser venido abajo con canticos, juramentos o chanzas. Aquel bicho era un dragón y tenia buena fama así que no esperaba menos que un formidable oponente y asi parecia, era solo cuestión de tiempo que alguno del grupo se fuera al piso y su anima con su dios.

Aprete el arma en la mano y descargue un gope que hubiera hecho temblar a cualquier otro, pero aquellas duras escamas parecian no ceder ante tremendo golpe de mi hacha. Fuera como fuera, estaba en una posición desventajosa pero de momento creia que había valido la pena, si al menos mis compañeros conseguian flanquear a la criatura y entre todos ponerla en apuros.

-Aquí hay un enano que aun tiene algo que decir!!- dije mirandola de frente mientras aun mantenia los pies en la tierra.

Silbido maldijo en silencio cuando su segunda flecha, que había intentado disparar al menos acorazado rostro del dragón, pasó mansamente sobre su cabeza.

Volvió a maldecir por haber maldecido la primera vez. Apenas se reprimió de una tercera maldición. Vaciar la mente era natural mientras se acechaba a una presa, inmóvil durante horas, pero se convetía en una tarea imposible en medio de un combate a muerte contra un monstruo como aquel.

Desde el costado que ocupaba , el clerigo comenzo a cantar un salmo funerario , no estaba claro si el suyo propio , pero al menos logro infundirle valor para golpear al dragon , aunque su golpe reboto inofensivo contra la puel de la criatura.

Bueno, el dragón le ignoró y fué a por bronas, cosa que le pareció inteligente, así que al menos por el momento, dejaría su estilo defensivo a parte e intentaría hacer daño a la bestia. Se colocó con sus compañeros para aprobechar bien la ventaja numerica, antes de que empezaran a caer como moscas, como suponía pasaría en pocos instantes y lanzó una estocada con todo el cuerpo justo cuando el dragón decidió apartarse.

Y mientras, Banjeela seguía tocando...

Lolailo, lailo, lailo...

¡Qué bello es vivir!

¡Qué hermosa esta chanza!

El aire en la faz sentir

y la comida llenando la panza.

Larialo lolai, larialo, lolai...

Nota el latir del corazón,

que por otras muchas causas

idiotas luchan con un dragón

y a sus vidas ponen pausas.

Lololai, lololai, lorolorolo, lorolai...

Que de bien nacida

es ser agradecida.

El indulto es el oro

y eso yo lo valoro.

Loroloró, loroloró...

Jujuju... Flechitas, flechitas, querida Silbido. Claaaaro... como si un palo afilado fuese a perforar la dura piel de un dragón. Que con piel de dragón se hacen bolsos, mujer. Es un material de buena calidad, no como los conejos que cazas en el campo. Pueblerina... Pfffff... ¡Y mira al tartamudo! ¡Jajaja! ¿A dónde apuntabas?

Rordar se había quedado paralizado durante unos segundos al inicio del combate, pero al final había conseguido sobreponerse y estaba listo para darlo todo.

Con una sola mano soltó otro de los cierres laterales de su mochila, que dejó deslizar hacia abajo un rollo de pergamino, que rápidamente desenrrolló y recitó para liberar el torrente de llamas que algún mago encerrara allí hace mucho tiempo.

Sin esperar a analizar el efecto de su acción comenzó a replegarse hacia la entrada de la cueva.

No iba a huir como le indicaba Barundar, ya lo había hecho una vez en su vida y...
Pero sabía que mantenerse cerca no era como más podría aportar al grupo.

Turno 60.

El dragón se revuelve, rápido y oscuro como una pesadilla, mientras otra flecha de Silbido mal dirigida se desvía sobre sus brillantes escamas. Es su turno y parece que decide aprovechar su situación, con el bárbaro, el enano y el sacerdote encapuchado frente a él. Además, detrás se encuentra Rordar bastante despistado, y Banjeela que ha sido previsora y se ha echado a un lado de la cueva.

El monstruo da un paso atrás, alejándose de las armas de sus enemigos, e hincha su escuálido cuerpo durante un momento. Lo que viene después es un silbido siseante, acompañado de una toxina humeante, verdosa y crugiente, que se extiende desde su boca hasta todo lo que hay delante de él. Bronas, Garius, Barundar y Rordar, que estaba sacando un pergamino de su mochila, se ven afectados. Afortunadamente, Banjeela tuvo la buena estrella de apartarse al principio del combate. Es posible que el dragón pudiera haberla incluído con un movimiento, pero quizás prefirió no hacerlo para poder disfrutar de ella más adelante.

Silbido, afortunadamente, se había echado a un lado durante el primer embite, y vio pasar de largo la crepitante nube verde. Ark, desde detrás del dragón, tampoco se vio afectado. Los demás fueron pillados por sorpresa, y no tuvieron tiempo de apartarse del mortal aliento.

Garius, agitando los brazos mientras humeaba en el interior de la nube, termina cayendo al suelo y tosiendo descontroladamente, con su piel enrojecida y sus ropas raídas por la toxicidad del ácido. Menos suerte tuvo Rordar, que recibió el impacto de frente y rodó por el suelo, junto al pergamino que trataba de desenrollar, para termina hecho un guruño humeante contra la  pared rocosa del lugar, totalmente inerte.

Cuando el gas ácido se disipa, solo Bronas y Barundar, ambos visiblemente heridos, continúan en pie. El barbudo enano, con los ojos inyectados en sangre y expulsando de sus pulmones hilillos de humo verde, se lanza de nuevo contra él: "¡Aquí hay un enano que tiene algo que decir!", grita mientras el dragón hurta su cuerpo de la pesada hacha. Las carcajadas malignas de la bestia resuenan en vuestras cabezas. Parece que se divierte con vosotros, al menos hasta que el bárbaro da el pasito que lo separa de él y lo atraviesa con su cimitarra como si fuera la aceituna de un Martini. La criatura se revuelve, siseando y mirando a Bronas de manera asesina, mientras Ark descarga su arma sobre su espalda sin demasiada fortuna.

Banjeela canta divertidas canciones mientras sus compañeros caen muertos y agonizantes sobre el campo de batalla.

La sangre manaba por la nariz y la boca del norteño cuando este golpeó al dragón, haciéndole brotar la sangre por un largo corte a través de torso... pero el ser aún aguantaba el ritmo. Lejos de amilanarse, entre tosidos el norteño blandió.

-Tempus aquí estoy. Plantando batalla. Júzgame y si si me digno, ¡llámame a tu lado!

Tras las palabras el norteño lanzó un nuevo ataque al dragón, esta vez un golpe bajo buscando las piernas que lo mantenían erguido, si lograba herirle esperaba que tuviea que usar sus garras delanteras para sostenerse y así no atacar con ellas...

Sin previo aviso, Banjeela deja de tocar. Cualquiera diría que lo hace para unirse a la batalla, enardecida por el espíritu de lucha de sus compañeros. Nada más alejado de la realidad. Pidió permiso a Bastet en Khondanzano.

<Oh, su Excelsísima Malificencia, permitidme que me ocupe de este asunto-dejando el laúd en el suelo, se aproxima al cuerpo de Garius-. Yo me ocupo de mantener con vida al impío y mamarracho hereje que osó desafiaros, Amo. Así podréis disfrutar de él para su posterior tortura y desollamiento. ¿Puedo sugerir castración?>

Arrodillada junto al mamarracho, de entre todos concretamente Garius, muerde el corcho de su odre para destaponarlo y echa agua sobre el cuerpo para, oh, hermosa ironía, limpiar las heridas como él le había hecho hace unos minutos.

Jojojo... ¿Ves, estúpido tartamudo? Las heridas químicas, alquímicas y de aliento ácido se lavan. El veneno de sapo se chupa de la herida. Habría sido más burlona la situación si te hubieses roto una uña, o pinchado un grano, y yo lo tratara con agua porque así aprenderías de primera mano cuán inadecuado me parecio tu tratamiento, ¡ja!, y de qué poco me han servido tus atenciones médicas en la playa. Disfrutaré si el Amo me permite presenciar el sufrimiento de tus últimas horas. No me das ninguna pena.

La piel quemada dejó de humear. El agua realmente era efectiva para este tipo de heridas, como bien había supuesto la semielfa.

El aliento corrosivo del dragón abrasó la carne de varios de sus compañeros. Algunos siguieron luchando, ignorando el dolor y las heridas. El enano y el elfo dieron con sus huesos en el suelo, quizás muertos.

Silbido apartó lo que ocurría de su mente, como había hecho con todo lo demás. No podía huir por el agua, no podía retroceder a las ruinas ni escapar por la boca de la cueva. El monstruo era demasiado veloz. Solo podía disparar, rezar y confiar en la suerte. Seguir girando alrededor de la criatura negra, lo bastante cerca como para no fallar, lo bastante lejos como para mantenerse fuera del alcance de sus garras, sus alas y su cola. Buscando huecos en la casi impenetrable armadura de escamas.

Una nueva flecha voló hacia el delgado cuerpo de la sierpe. Con más fortuna que las anteriores, se alojó bajo la articulación de una de las alas. Apenas una molestia, sin duda, pero al menos le servía para constatar que podía herirlo.

Me acerc ohacia el Bárbaro intentando esquivarlas zarpas de la bestia y le lanzo un oración intentando cerrar sus heridas

Waaauu!!! Menudo infierno desato de un momento a otro. Lleno de un icor y notablemente herido, aun me mantenia en pie que era mucho mas de lo que cualquier compañero podia pedir, vi como el grandullon humano volvia a sus andadas atacando sin piedad, yo mismo deje caer mi escudo, aquella criatura no se iba a ganar con tanteos y encontronasos de armas. Aquella criatura había que ganarla con fuerza agarre mi hacha con las dos manos y cante orgulloso una canción de guerra enana que empezaba con una palabra de guerra y muerte para los enemigos de la raza enana.

-Khazukan Kazakit-ha!!!!- dije dejandome los pulmones con el poco aire que me quedaba para cargar a la criatura, mi vista se torcio al golpear con mi cansado cuerpo a la criatura que serpenteaba delante mia, evitando ser herida por cualquiera de mis golpes. En un momento pense que el arma de Bronas era mejor que la mia, o quizás solo estaba celoso de su habilidad con las armas, de la cual parecia que yo carecia.

Turno 61

La arquera, sin dejar de moverse para evitar los mortales ataques del dragón, lanzó otra flecha con mejor fortuna, que se alojó en una de las correosas alas haciéndole sisear de ira y de dolor. Convertido en una furia de garras y mordiscos, la criatura se lanza contra Barundar y Bronas, que continúan en pie, dispuesta a terminar con ellos.

Cae como un dolor sobre el enano y el bárbaro, y tras atrapar el cuello del primero con su mordisco lo castiga flajelándolo con sus alas, justo antes de lanzarse con sus garras contra Bronas. El enano se derrumba sobre el suelo, su armadura resonando, mientras el bárbaro cae bajo el dragón con sus enormes uñas clavadas en el pecho. Al menos, hasta que Ark se acerca a él dispuesto a sanarle con su magia.

Bastet se revuelve al ver al sacerdote, y salta sobre él rasgándole el hombro con su garra. Sin embargo, Ark aguanta y consigue sanar a Bronas, que se levanta justo a tiempo para alcanzar al dragón con su cimitarra, haciéndole otra fea herida.

Banjeela, mientras tanto, ha conseguido estabilizar a Garius. Rordar permanece inerte contra la pared, y las cosas se están poniendo realmente feas. ¿Será este el final del arrojado grupo de aventureros?. CHUN CHUN CHUN CHUN.

El combate era sangriento y sin piedad, en pocos segundos tres eran los compañeros que estaban en el suelo, muriéndose. Silbido era una buena chica y hábil, pero no bastaría... Ark, un compañero fiel, pero poco hecho para esta vida... Banjeela, ella posiblemente les sobreviviría... Pero para él, solo quedaba un destino matar o morir, pero por más heridas que le hiciera, el ser seguía aguantando, su vigor era asombroso, y su capacidad de ataque, letal. Pero no sería él quien se rendiría...

El dragón llevaba la iniciativa, des del comienzo del combate, así que el norteño aguantó los nuevos ataques con su ajado escudo, en una breve pausa, el norteño arrojó a un lado el vapuleado escudo de madera de su tierra ancestral y esgrimiendo la espada calishita con las dos manos rugió antes de abandonarse a la locura de su ferocidad.

TEMPUS. ¡ASÍ LUCHA UN PRÍNCIPE DE LOS PIELESCARCHA!

Acompañando las palabras Bronas arremetió un fuerte revés ascendente contra aquella criatura, pero el las fuerzas no acompañaron al norteño, el golpe si bien acertó a la criatura, no lo hizo de lleno y el filo de la cimitarra resbaló por encima de las escamas y el sinuoso cuerpo dejando al norteño desequilibrado...