Partida Rol por web

Mientras os abrís paso a través del denso follaje boscoso que precede al pantano de los Tormentos las palabras apremiantes del curandero del pueblo resuenan en vuestras mentes: «La enfermedad terrible se está extendiendo entre la población y solo me falta un ingrediente para terminar el antídoto: un trozo de la raíz del gran Árbol Esmeralda. De vosotros depende salvar las vidas de estas gentes. Por favor, ayudadnos».

Tratáis de apresuraros, pues cada minuto cuenta. Todavía queda una jornada según sus indicaciones, pero no sabéis si vuestro paso es certero o andáis en círculos por este laberinto natural, tan bello como peligroso. No parece que muchos seres pensantes se aventuren por estos parajes salvajes, no abundan las sendas ni otras marcas que indiquen actividad de personas tanto como mosquitos del tamaño de un puño u otras criaturas que desearíais evitar.

Dasron se había apuntado a la expedición para vivir una aventura. Aunque en sus planes, cuando se levantó por la mañana, no entraba perderse en mitad de un bosque y ser devorado por mosquitos. Comenzaban a dolerle los pies, no estaba acostumbrado a grandes caminatas. Cada paso que daba era una odisea para sus cortas piernas. Una raíz aquí, allá una roca que sortear... Parecía que la espesura del pantano intentara devorarlo.

- ¡Maldita sea!... ¿No estaremos caminando en círculos? - gruñó al grupo - Juraría que he visto esa piedra ya tres veces - dijo señalando una piedra que parecía reírse de él en silencio - Ahhrrggg... Con lo a gusto que estaba yo bebiendo hidromiel en la taberna... ¡¿Quién me mandaría hacerle caso a ese loco del curandero?!​​​​​​

Al escuchar las quejas del enano Garsam intenta confirmar si en efecto están caminando en círculos. También era su primera misión como aventurero así que sus conocimientos de los recovecos exteriores eran solo las narraciones y secretos que había escuchado en sus días de "sirve tragos" en la Dama Sonriente.

—¿Eso crees Dasron? —pregunta el mediano mientras se fija atentamente en aquel paraje exótico para él, y se percata de que ninguna criatura peligrosa les amenace.

Ley, como pedía que le dijeran sus compañeros didminuyo un momento la velocidad de su caminata para subirse a la Roca que menciono Dasron para checar su ubicacion que dando aún más arriba de sus expresivos compañeros- No se preocupen camaradas,..... Yo nunca me pierdo..... Una vez estuve desorientado un par de días siguiendo un rebaño de venados en una tormenta de nieve, pero eso si, nunca perdido...... Solo miren el cielo arriba, la tierra abajo y nosotros en medio donde debemos estar - lo dijo con esa hogareña cordialidad que le enseñó su abuela, aunque por slgun motivo parece que nadie supo apreciar la broma "otra vez"

Leyacar hace una serie de comprobaciones y se siente completamente seguro de conocer la dirección. Tal y como dijo el curandero: «al este, siempre al este, no tiene pérdida posible».

Si el humor del enano no era bueno, el mío era peor. Que un enano gruñera por una caminata de menos de un día hacía que mi cabreo fuera in crescendo. Si una criatura así se quejaba, teniendo una constitución de un toro, la mía, que era endeble y poco adiestrada a estar en el exterior, estaría a punto de resquebrajarse en mil pedazos. Aún así, me mantuve callado y con la mandíbula apretada. Aguantando el dolor de pies, piernas, torso, brazo y cabeza. Al día siguiente tendría agujetas hasta en las cejas. Quizá tuviera que pedirle al clérigo que me diera unas curas durante el descanso de la noche...

No sabía a ciencia cierta por qué acepté salir de la torre de hechicería para acompañar a este variopinto grupo. ¿Quizá por el hecho de ver mundo? ¿Por ayudar al alcornoque del sanador, que se creía tan listo? ¿Por hacer ver a mis compañeros en la torre que valía más que ellos? ¿Por socorrer al resto de mortales que vivían a la sombra de la magia y que ahora estaban en peligro por esa misteriosa enfermedad? Quién sabe, pero el caso es que allí estaba yo, Barrik Medianoche, mago diestro y de noble familia.

-"Espero Leyacar que sea cierto lo que dices, sino el señor enano creo que no te mirará con buenos ojos." Dije en tono sarcástico.

Hice un alto para descansar apoyando la espalda en un árbol. Esos minutos de asueto me vendrían bien para recuperar el aliento. ¡Hasta me habían salido ampollas en las manos de apoyarme en el bastón! El mediano parecía husmear en derredor, atento a lo que pudiera surgir de la maleza. Miré al clérigo del grupo, para ver qué opinaba sobre si estábamos perdidos o no. El hombre de fe era el más sensato de los que allí estábamos, o por lo menos eso me había parecido al conocerle.

-"¿Tú qué opinas, Dasig? ¿Crees que estamos perdidos?"

- Quien tiene fe, nunca está perdido, incluso si desconoce dónde se encuentra. Ayudar a estas gentes bien merece el esfuerzo de un día, o los que hagan falta, de caminata. Sigamos adelante, compañeros.

Avanzáis un buen trecho entre los árboles y la maleza siguiendo el juicio de Leyacar «Ley» hasta que llegáis a un claro en el que encontráis una escena de lo más inquietante. Cuatro criaturas aladas se alimentan de forma parasitaria de un ciervo malherido que intenta ponerse en pie en vano para huir, pero apenas le quedan fuerzas. Parecen un sacrílego cruce entre murciélago y colibrí, tienen el tamaño de un perro pequeño, son de un color rojo óxido y sus trompas alargadas grisáceas acaban en un extremo rosado. Como están entretenidas con el desdichado animal parece que todavía no han reparado en vuestra presencia.

El bramido de dolor e impotencia del ciervo os hiela la sangre.

Después de la pequeña parada, tocaba ponerse de nuevo en marcha. Leyacar, al que le gustaba que le llamaran Ley, abrió la marcha, seguro de la dirección en la que íbamos. Yo me puse en el medio de la comitiva, ya se sabia que adelante y atrás iban los exploradores y los guerreros. Lo mío no era luchar, sino darle vueltas al coco. No en vano, me había pasado la mayor parte de mi vida encerrado entre las cuatro paredes de la torre de hechicería del archimago Esclepius.

Al cabo de un tiempo de marcha, llegamos a un claro donde había cuatro estirges succionando la sangre a un pobre ciervo. Porque eran estirges, de eso no cabía duda. Como he dicho, no en vano me había pasado la mayor parte de mi vida estudiando en la biblioteca de la torre de hechicería. Nunca había visto una en vivo, pero por los dibujos y descripciones que había visto y leído en los libros, debían ser sin lugar a dudas estirges. No muy peligrosas individualmente, pero sí en grupo, que es como iban casi siempre. Suelen vivir en lo profundo de los bosques. Si no se las molestaba, podíamos pasar de ellas tranquilamente; ya que estaban entretenidas con el almuerzo. Otra cosa es lo que decidieran hacer mis compañeros, sobre todo el montaraz al ver la agonía del ciervo.

Con rapidez, saqué de uno de mis múltiples bolsillos secretos una pequeña honda y unas pocas piedras. Si se ponía la cosa seria, estaría preparado para lanzarles alguna pedrada; aunque esperaba que pasáramos de largo y no molestáramos a las criaturas. Al fin y al cabo era la selección natural. Esas criaturas, aunque fueran repulsivas, tenían que alimentarse y el ciervo era una de sus presas.

-"Tener cuidado muchachos, son estirges. Hablad muy bajo e intentad no hacer ruido. Si bordeamos el claro, no se darán cuenta de nuestra presencia." Dije en susurros.

Ley, se pone de cuclillas y se hacerca un paso más para mirar, voltea a sus compañeros casi susurrando- Camaradas,
tiene buen ojo padre..... Que quieren hacer? Rodeamos y evitamos esas cosas..... O prefieren que hagamos un poco de ejercicio, nos desestrezamos otro poco, reabastecemos comida....ese ciervo tiene buena pinta y las estrigues bien saxonadas son deliciosas a las brazas...... Y talvez podamos ver como nos coordinamos en una pelea, antes de que una familia de orcos se nos straviese - lo último era talves lo más importante ya que nadie parecía haber tenido que luchar antes, y era casi seguro que verían más enemigos y más grandes

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En cuanto ví aquellas criaturas devorando el ciervo me asusté un poco. Con mucho cuidado me agazapé tras unos matorrales y las observé. Eran pequeñas pero había quizá demasiadas y eso era un problema. Escuché las palabras de mis compañeros: hablaban de estirges. Nunca había visto una. Ésto empieza a parecerse a una aventura de verdad, pensé. Noté cómo se me aceleraba el pulso por la emoción y, casi sin darme cuenta, mi mano se posó en la empuñadura del arma¹. Barrik sugirió dar un rodeo y evitar el enfrentamiento. Pero la idea de Ley de comerlas a la brasa no estaba nada mal. Empezaba a tener hambre y mi estómago no paraba de recordármelo. 

-Si hay que luchar contad conmigo. No nos han visto y contamos con el factor sorpresa. Si nos organizamos bien creo que ésta noche cenaremos estirge. - dije susurrando.

- Opino como Barrik, esta no es nuestra misión. Las estirges están saciadas y distraidas. Mejor sigamos nuestro camino - Susurra Dasig.

Oigo aquello que dicen los compañeros y secundo la idea de no pelear si no es necesario. Las historias que escuchaba en la Dama Sonriente muchas veces contaban como los novatos perecían fácilmente por no contar con el equipo ni la experiencia adecuada para afrontar las primeras tareas que se les encomendaban.

—Yo aconsejo seguir —digo en voz baja, bueno no es que los medianos seamos particularmente escandalosos—, encontremos aquello por lo que hemos venido y volvamos pronto. 

Decidís que es imperativo llevar a término vuestra misión cuanto antes y dejáis que la naturaleza siga su curso, no sin sentir desazón por presenciar la muerte cruel del ciervo a causa de esas alimañas. Con mucho cuidado os alejáis sin hacer ruido para evitar que adviertan vuestra presencia.

Ya lejos, con vuestros corazones menos agitados, llegáis a una zona barrancosa con piedras sueltas y donde el peligro de despeñarse es importante. La espesura de los árboles ha disminuido y se puede observar cómo el sol comienza a ponerse justo enfrente de vosotros, estáis siguiendo su dirección.

Bien, parecía que el grupo sabía decidir cuándo esquivar un peligro y no gastar recursos, así nos centrábamos en la misión que se nos había encomendado. Bordeamos el claro y llegamos a una zona rocosa en la que el bosque parecía menguar. El sitio era peligroso por los desprendimientos, así que habría que extremar las precauciones. El sol se ponía delante nuestra y sus últimos rayos de luz intentaban penetrar en la espesura del bosque que había a nuestra espalda.

-"Creo que deberíamos acampar aquí. No sería buena idea cruzar por este terreno traicionero sin ver dónde ponemos los pies. Podemos aprovechar el tiempo que queda de luz para preparar el campamento y revisar los alrededores. Tal vez Lay pueda echar un ojo a ese barranco para ver por dónde podemos transitar sin peligro mañana. Supongo que dar la vuelta sería contraproducente, ya que tenemos prisa en nuestra misión. Con la luz del alba y más descansados, quizás veamos cosas que ahora se ocultan entre las sombras. La verdad es que no me gusta la idea de pasar por ahí, pero si al final hay que hacerlo, propondría atarnos con una cuerda unos a otros por si alguien se escurre y cae."

Me apoyé nuevamente en un árbol para descansar. Tenía los pies muy doloridos y no me apetecía poner en peligro mi vida en estos momentos. Un buen descanso era primordial para mi fatigado cuerpo.

-¿Quién me mandaría a mi unirme a esta misión?

- No creo que haya que cruzar este barranco mañana. ¿No dijo acaso el curandero que fuéramos al este? Pero ahora tenemos la puesta de sol de cara. Sin duda no hemos viajado en la dirección correcta. Mañana deberemos marchar con el alba hacia el sol naciente.

-el señor mago me ha quitado las palabras de la boca.... Alguien tiene hambre? - dijo quitandose la mochila y listo para poner el campamento - descuide padre..... No es que estamos desviados,... Este es un atajo y por la topografía el terreno es
Bastante sinuoso pero en general se dirije al oriente

Decidimos acampar porque estaba anocheciendo y el terreno se había vuelto abrupto. Repondriamos fuerzas y por la mañana seguiríamos el viaje.

-No entiendo mucho de orientación. He vivido toda mi vida en una mina así que confío en vuestro juicio. Yo tengo hambre -dije respondiendo a Ley- Quizá deberíamos relevarnos para montar guardia mientras los demás descansan.

Me senté en el suelo y me quité las botas. Mis pies doloridos lo agradecieron al momento. ¿Qué nos deparará mañana? Realmente estaba ansioso porque amaneciera y continuar nuestra aventura. 

Dasig frunce levemente el ceño ante las palabras del explorador, pero no responde nada más.
- Debemos estar preparados para pasar la noche en este lugar donde abundan los peligros. Debemos hacer guardias y mantener el fuego siempre encendido, pues sirve para espantar a muchas bestias.