Partida Rol por web

Incluso aunque Ephorus en verdad se puso de pie y parecía dispuesto a luchar en la contienda, no pudo dar un solo paso al mirar a Calíope a los ojos. Sus manos temblaban. El comandante del ejército de Andelivian se sentía incapaz de lucharcon la mujer que amaba, pero ¿acaso podían culparle? Aunque claramente no estaba en condiciones, tampoco parecía dispuesto a retroceder. 

- Yo no soy flojo. Solo guardo mi energía para momentos importantes - decía con hastío -. Además, yo tampoco recibiré sermones de una debilucha como tú - y posó su mirada en la titánide.

Cuando Mirari se acercó a Dawn a decirle aquello, el búho la reprendió - No abuses, Mirari. La pelea aún no termina - y aleteó para mostrarle los alrededores a su guerrera.

La batalla continuaba, era cierto. Por más que Scarlet hubiera caído, aún quedaba Calíope, quien tampoco era una rival para subestimar. A pesar de eso, las llamas en los puños de Dawn reflejaban el fuego de la determinación que ardía en su interior y así se abalanzó hacia la andeliviana otra vez. A diferencia de otras ocasiones, la dragona fue mucho más rápida que su rival y esta no logró defenderse del puñetazo que golpeó su rostro. Las llamas hicieron arder su piel y que esta fuera relativamente más lenta para atacar. Las dos guerreras tiraron un golpe, impactando los dos a la vez. aunque este último golpe representaría el final de la dragona, su fuego no se extinguió, sino que, tomando la última voluntad de su ama, se extendió formando una enorme pared de fuego que al contacto con el cuerpo de la contraria, la incendió de pies a cabeza. Calíope gritó fuertemente mientras volaba por los aires hasta chocar contra una de las vigas. El impacto fue tan fuerte que se pudieron escuchar varios de sus huesos traquear por el impacto. La andeliviana había caído, pero no se había ido sola, ya que Dawn cayó al haber usado su último aliento en ese ataque. Ñyankuro saltó, infló su estómago y de su boca salió una bola de luz que se transformó en una poción. Esta se vertió mágicamente en la boca de Dawn, haciendo algo parecido a lo que hizo con Mirari momentos antes.

- Te dije que no era tu momento de morir - estaba profundamente dolorida, pero viva al fin y al cabo. Mientras tanto, Ephorus sollozaba en silencio mientras miraba hacia donde había caído su querida Calíope cuya marca de obediencia desaparecía de su mano. Era libre, pero se había marchado para nunca volver.

Después de un rato, Hunter apareció junto a ti - Es imposible. Llevo tratando de salir hace un buen rato y todo está cerrado - y se giró hacia Shiro cuando gritaste el nombre de Mariko. La chica parecía estar sufriendo mucho. La sangre se iba tornando de un color cada vez más oscuro. Te lanzaste con toda tu fuerza a Arjimae para golpearle con dos fuertes puñetazos: uno en la cara y otro en el estómago. Escupió sangre y por más que forcejeó para liberarse, no lo consiguió.

Al mirar a la sacerdotisa, esta solo asintió y empezó a tocar una tonada ligeramente diferente, de la cual emergieron nuevos tentáculos que con gran rapidez, atravesaron el cuerpo del zorro. El zorro gritó de dolor, mostrando por primera vez algo diferente a su sonrisa. Los tentáculos de la sacerdotisa desaparecieron y esta cayó de rodillas en el suelo. Si bien había absorbido la energía de Arjimae, suponía un esfuerzo grande poder mantener los tentáculos por tanto tiempo.

Esta simple acción la aprovechó Dusklight para lastimarla con la espada, cortando su brazo. Cuando te paraste cerca a ella, una gota de sudor cayó por su frente. Parecía estarse conteniendo lo que más podía, pero te miraba sin poder contenerse y negaba con la cabeza - Apártate, Onii-sama - ya sonaba su voz temblorosa y aunque trató con todas sus fuerzas, su espada se dirigió hacia ti, cortándote el pecho. Su cara era de puro terror. Al escucharte, se tapó los oídos.

- Cállate. Cállate. ¡Cállate! ¡Debes matarme ahora! - y aunque se lanzó contra ti con la velocidad que la caracterizaba, el impacto nunca llegó hasta ti. De hecho, al fijarte mejor notaste que su espada había atravesado el vientre de la propia Dusklight. La sacerdotisa se puso de pie con algo de rapidez y la miró.

- Ella está luchando con toda su fuerza para no dañarte, pero eso la lastima. Ese sello la obliga a luchar - parecía estarla analizando con solo mirarla. Era una habilidad de la sacerdotisa y todos conocían de ella en Hardak: su capacidad de mirar en los corazones de sus súbditos.

La única respuesta de la dragona ahora en forma de tigre a tus palabras fue un poderoso rugido que resonó por todo el lugar. El pronóstico no estaba precisamente a tu favor, así que no era descabellado pensar que tendrías problemas. Disparaste tu flecha, pero esta se desvió ligeramente. Tal vez se debía a que habías perdido la concentración por un momento. Quién sabe.

Zmiy se abalanzó contra ti y aunque era seguro que ese podría ser tu último momento, el dolor nunca llegó. Habías cerrado los ojos a modo de aceptación, pero al ver esto, abriste los ojos para ver que quien tenía los dientes de Zmiy perforando su piel había sido Platinium, quien estaba frente a ti con las enormes fauces de la dragona atravesando su piel.

- El final aún tardará -. Trató de conjurar su magia, pero no pudo. Tal vez por ser presa de un dolor tan intenso como ese. De todos modos, no se movió y ni siquiera protestó. Zmiy se lanzó hacia atrás y Platinium se quedó frente a ti - Déjame protegerte, por favor - y entonces, un rayo de hielo salió disparado hacia ti, impactando en tu aliada. A pesar del dolor, solo gritó y luego quedó jadeando. El enorme tigre chilló y entonces la figura de Zmiy se empezó a materializar una vez más. Había perdido su forma de tigre y lucía cansada jadeando en busca de aire para solventar la energía que había perdido luchando. A pesar de esto, no soltaba su katana.

El colgante de Onírica resplandeció entrando en resonancia con la esencia de la einar, desplegando un enorme escudo de color azul que la cubrió, así que cuando Allan se dispuso a atacarla, el escudo pudo resistir el impacto que su poderosa arma desplegaba. Este parecía estar haciendo un esfuerzo increíble, aunque no era claro el motivo. Chasqueaba los dientes mientras retrocedía para seguir luchando contra Lightning. La tierra a su alrededor se empezó a agitar, respondiendo a los deseos del rubio. Mientras tanto, los ojos de Shado se iluminaron por segunda vez y siguió copiando los movimientos de Onírica. El escudo no podía invocarlo, pero seguía imitando sus movimientos mientras su energía se imbuía sobre su aliado, al igual que la cálida energía de Onírica cubría a Lightning, prestándole su poder.

Allan miró a Lightning aún con esa mirada vacía, pero con su pulso temblando. No era claro si las palabras de la guerrera rubia habían causado un impacto en él o no, pero ya no se veía tan sereno. La tierra seguía sacudiéndose y aumentando su frecuencia. Apretó los puños y le dijo - Aún no lo entiendes. Fui engañado... Haz lo que tengas que hacer que yo haré lo mismo - y con eso, pegó un fuerte puñetazo al suelo, con lo que este se levantó en forma de una mano gigantesca a golpear a Lightning por debajo. La guerrera, veloz como siempre, logró cubrirse y recibir solo parte del impacto, por lo que seguía dispuesta a luchar. El rubio hizo un movimiento rápido con su lanza, la sacudió en el aire y se puso en posición.

- Por favor... - fue todo lo que dijo entre dientes.

Dawn sonrió de lado al escuchar a Ñyankuro. Puede que tuviese razón, ella no era más que una debilucha... Su sonrisa desapareció al escuchar las palabras de Mirari. No se volteó a mirarla, no perdía de foco a Calíope. Le respondió mientras que hacía que sus llamas apareciesen.

—No. Tengo un deber que cumplir —y, dicho eso, se lanzó hacia la andeliviana.

La dragona fue capaz de sobreponerse a su dolor y, apretando sus dientes, se adelantó a Calíope y le asestó un puñetazo. Sentía su cuerpo arder, tanto por el dolor emocional, como por el físico. No pudo evitar reproducir una vez más las últimas palabras de Ruka en su cabeza, eso fue la que la impulsó a esforzarse un poco más, a poner todo lo que le quedaba en ese último ataque. Su poder respondió a sus sentimientos. Mientras veía a Calíope presa de sus llamas, ella misma se vio cayendo gracias al golpe de Calíope; sentía cómo su cuerpo había colapsado por fin. Por un momento sintió que de verdad ese era el fin. No podía pedir más. Las palabras de Ruka no salían de su cabeza. Sin embargo, no la dejarían ser tan egoísta. Gracias a Ñyankuro, no murió. Apenas y podía moverse, pero lo hizo para tomar a Ñyankuro entre sus brazos y abrazarlo.

—Dejas de ser flojo en los peores momentos.

Miró hacia donde Calíope había caído. Era una imagen deprimente, pero Dawn no apartó la vista. Volvió su mirada hacia Ephorus y pudo sentir su dolor como suyo. Había cumplido su promesa, pero era algo amargo. Estaba seguro que para Ephorus también había sido así.

—No te enojes tanto conmigo —dijo Dawn a Mirari—. No tengo intenciones de dejarme llevar por la oscuridad. Ahora solo vivo por un objetivo —y abrazó un poco más a Ñyankuro, sintiendo que podría volver a sollozar en cualquier momento.

La batalla seguía avanzando y el ruido de los combates y las explosiones inundaban en lugar. Una fuerte explosión resonó en el escenario y al mirar, se podía ver un enorme vórtice de luz dorada que había conjurado Calíope, el cual golpeó de lleno a Mirari dejándola fuera de combate. Un búho se acercó a ella y se posó sobre su cabeza. Segundos después, la guerrera se sentó. Parecía seguir con vida, pero no por ello en condiciones de luchar. Por otra parte, Cursed Dawn estaba junto a un gato negro regordete y se lanzó con sus puños hacia Calíope, haciendo la andeliviana lo mismo hacia ella y golpéandose a la vez. Calíope se prendió en llamas y ambas cayeron derrotadas al suelo. El gato negro se acercó a la dragona y Ephorus cayó de rodillas inmóvil en el suelo. Al parecer, la batalla había terminado, pero ¿a qué precio?

Trickster estaba aún en más aprietos. Su defensa no era impenetrable y sus rivales no eran algo a subestimar. La pelirroja atacaba con gran ferocidad con su espada y aunque el andeliviano lograba cubrirse, no siempre tenía tanta suerte. Recibió varios golpes de esta mientras que la peliverde parecía haberse metido dentro del peluche y atacado con este. Los poderosos puños del enorme muñeco golpeaban sin piedad al joven, quien logró contrarrestar con un agudo sonido de su ocarina mientras las ondas de sonido se expandían y derribaban a sus rivales. A pesar de su inteligente movida, las heridas abundaban en su piel y respiraba pesadamente. ¿Cuánto más podría aguantar?

La batalla de Animae no parecía ir del todo bien, ya que la guerrera mágica se veía malherida. Al disparar su arco, falló su tiro y el enorme tigre se lanzó por ella otra vez, pero Platinium se puso en medio recibiendo todo el impacto por su cuenta. Aquella figura de tigre se desvaneció para dar paso a la forma original de la dragona caída llamada Zmiy. Se veía muy agotada, pero aún estaba en pie, lista para seguir luchando.

La batalla de Nereida y Heracles parecía que no terminaba aún, ya que la guerrera de cabello rosa les estaba dando bastantes problemas. La andeliviana caída se lanzó contra Nereida golpeándola con fuerza, haciendo a la guerrera de cabellos azulados sangrar mientra que su colosal compañero atacaba a la pelirrosa, aunque esta logró evitar el golpe con una voltereta hacia atrás. Seguía fiera y dispuesta a seguir luchando. Mariko, mientras tanto, seguía en el suelo, respirando agitada y con su sangre tornándose cada vez más oscura.

Walker y la Sacerdotisa parecían tener controlada la situación, ya que Arjimae seguía atrapado en los tentáculos de la Sacerdotisa, quien seguía absorbiendo su energía. Walker saltó a darle un fuerte puñetazo y junto con otro ataque de tentáculos de sombra guiados por la flauta de Shiro como si una encantadora de serpientes se tratara, cayó abatido después de que estos atravesaron al guardián supremo. Shiro jadeaba tras deshacer los tentáculos, pero al menos había caído. Mientras tanto, la otra rival de la pareja atacaba a Walker con su enorme espada, solo que el último golpe fue dirigido hacia ella misma, atravesando su propio vientre con su arma. Parecía estar pasando por un enorme sufrimiento.

Onírica había extendido su canto, el cual llegaba como un suave murmullo hacia los demás compañeros de batalla, pero Lightning parecía revitalizada por este. Por otra parte, los ojos de Shado brillaban de un intenso rojo mientras miraba a Onírica fijamente copiando todos sus movimientos. La energía de los einar arropaba a sus compañeros de lucha, dándoles lo que parecía más velocidad y fuerza. Allan golpeó el suelo, del cual salió una enorme mano en forma de puñetazo a golpear a Lightning, aunque la guerrera rubia pudo cubrirse y evitar lo peor de ese golpe. Onírica tenía un escudo de luz que salía de su collar y que la protegió del segundo golpe del veloz andeliviano. Tal vez de los pocos que podía equipararse a Lightning en cuanto a velocidad y potencia.

Phenrir, por su parte, seguía frente a Heleth, solo que parecía que su máscara se agrietaba con cada segundo que pasaba. Aunque, como hasta el momento, Heleth no parecía estarse tomando muy en serio las palabras de este. Rió - Estás dispuesto a matar inocentes... Vaya, haces mi trabajo mejor que yo - seguía hablando fuertemente para que todos pudieran escucharla -. Te haces llamar neutral, pero no eres más que un sucio egoísta. Esto lo has hecho por ti todo el tiempo, incluso desde la cueva que la abandonaste, pero creo que ya es tarde - y se giró hacia el escenario, donde Calíope había sucumbido.

- Además, estás en un error pensando que alguna vez tuviste oportunidad - la brisa cálida que se había acumulado alrededor de Heleth se convirtió en una ráfaga feroz de calor que acabó con la prisión de hielo que el dragón había edificado y terminó de romper la máscara que ya se había agrietado para revelar el rostro tras esta.

Era ligeramente diferente a como se le recordaba, pero su energía, su porte, sus alas... Era Ilify. O al menos así lo conocían la gran mayoría. Aunque esto no fue lo único que se mostraría en esta ocasión. El cielo nocturno se volvió tormentoso de repente, lanzando fuertes rayos y empezando a girar a gran velocidad. La cantidad de energía negativa que se desplegó de este fue tanta que a cualquiera que no estuviera acostumbrado se le dificultaría respirar. Un rayo de color negro salió disparado hacia el caído Arjimae, haciendo que su cuerpo se elevara de a poco ante la vista atónita de la sacerdotisa, Walker y su contrincante, quienes salieron disparados unos cuantos metros hacia atrás. El cuerpo del guardián supremo parecía absorber toda esa energía mientras su complexión cambiaba brusca y dolorosamente a la de una bestia. Su rugido fue entre lastimero y furioso. Poco a poco, su figura cambiaba a la de un zorro, uno que muchos habían visto tiempo atrás, pero no era solo el mismo de siempre, pues su tamaño aumentaba con cada segundo hasta volverse un zorro inmenso.

Heleth rió - ¡Este es el verdadero poder de los yuudai! - con su cola podría destruir una parte del coliseo sin problema. Además, el poder que emanaba de este era enorme. ¿Quién podría hacerle frente a algo así?

La última vez habían luchado contra Mariko de esa manera y el único en capacidad de detenerla fue Kenta, pero ¿la idea funcionaría en la otra dirección? Tal vez no. Lo que era seguro es que la agonía que podían percibir de Arjimae era real. Estaba sufriendo de mucho dolor por estar así. Cuando esto pasó, hubo algo más, un sonido tan suave que solamente podría percibirse en un absoluto silencio, pero por alguna razón era tan claro como el agua y tan fuerte como un torrente.

Al seguir aquel sonido con su mirada, pudieron notar un cuerpo que resplandecía con un hermoso color verde, que traía bastante calidez a su alrededor. Este parecía imponerse sobre el frío del ambiente y mientras crecía su brillo, notaron que se trataba de quien minutos antes estaba en el suelo del escenario quejándose por el dolor. Era Tenma quien se había vuelto ese faro de luz en la oscuridad. Con una voz que no le pertenecía, habló un idioma ininteligible para todos, tan antiguo como el origen de los tiempos, aunque solamente uno de los presentes podría tener posibilidades de comprenderlo y era la sacerdotisa. Aunque esta no dijo nada, solo miraba la escena maravillada. Tras recitar aquellos extraños cánticos, extendió su mano derecha en dirección a Animae y Platinium. Un rayo de luz verde salió disparado hasta entrar en contacto con Koichi. El cuerpo del rubio recibió el rayo y se puso de pie. Con un grito, el rayo de luz estalló hacia el cielo agujerando el enorme vórtice de oscuridad.

Su forma empezó a cambiar, a ampliarse, a volverse tan grande como la figura del zorro blanco. Cuando su cambio estuvo completo, la luz se dispersó. Tenma seguía emanando esa energía mientras lo miraba, aunque casi parecía estar en un trance, no siendo consciente de lo que estaba haciendo.

- Te encontré - rió Heleth.

Lo que encontraron cuando pudieron dejar de cubrir sus ojos fue una criatura como ninguna otra: cubierta de plumas, enorme y poderosa. A pesar de esto, su energía era gentil. Golpeó el suelo con fuerza y enfrentó al enorme guardián. Ambas criaturas ascendieron y lucharon en el aire.

La sacerdotisa aún de rodillas en el suelo y dolorida, alzó la voz - Es Quetkueni... El guardián de la Tierra. Solo aparece cuando su amo está en peligro - jadeaba como si se le dificultara respirar.

De nada servía hablar con ella, ni siquiera un farol dicho con la mayor frialdad posible sirvió de algo. Le molestaba, de verdad waperaba poder hablar con ella, pero era como hablarle a un loro payaso.

- no te confundas loro de repetición - si ese nombre le pegaba, se acabaron las intenciones de hablar flojo y buscar privacidad, esa Lora no sabía de eso - yo siempre he sido egoísta, es nuestro propio egoísmo quien nos une a los demás - saltó en vuelo para asegurarse de cubrir al guardián de la tierra, no podía ser Ilify sin el alma del dragón a su lado, pero de algún modo comprendía el motivo por el que su poder seguía allí.

No era Ilify, escudo y guardián de la sacerdotisa dragón, le dejó el legado de vivir por el que era ahora su único planeta, era Jaycee, el dragón escudo y guardián de la tierra.

Gracias Hunter ¿puedes curar a Mariko?

Le pregunté, pero la batalla seguía y no se detenía por nosotros.

El zorro blanco parecía haber caído, esperaba que aquello levantase a Mariko nuevamente entre nosotros. Pero en aquel momento lo más importante para mí era mi hermana. Ella estaba sufriendo, incluso las palabras de la sacerdotisa me lo decían. Suspiré con pesar. Si tan sólo tuviese un poder real, si tuviese todo un maldito planeta detrás mía dándome su poder podría renovar su energía con la mía y podría salvarla. Yo sabía que ella era especial.

Abracé a Dusklight.

Lo has hecho bien, nee-chan. Deja que yo me encargue de ello.

Siento... no ser tan fuerte como tú.

Siento no poder salvarte.

Cerré los ojos, una lágrima silenciosa estuvo a punto de resbalar por mi mejilla mientras aquel rayo revelaba a mi amigo como guardián de la Tierra.

Mensajeras del fin... mensajeras... del... fin.

Traté de introducir mis mariposas en aquel agujero. Quería una muerte hermosa para ella. Era lo único que podía darle. No la soltaría hasta haber terminado con ello, aunque me quedara sin energía y sin vitalidad.

Sabía que mi espalda la sacerdotisa sufría. No podía estar en dos lados a la vez.

Aguanta un poco Shiro. Enseguida estoy contigo.

Cuando quise darme cuenta no me quedaba energía, sólo su espada. La aferré con ambas manos y giré sobre mí mismo con el propósito de cortarla en dos.

Ni siquiera una muerte hermosa y plácida podría darle.

Dañar a inocentes? Era difícil pensar en eso, ni siquiera quería dañar a los invasores, su máscara no se quebró por sus malas intenciones, si no por las cabilaciones que procesaba en aquella situación, habría preferido una vía pacífica, pero era imposible.

Algo estalló en su interior junto a aquélla ráfaga caliente. Su vestuario se desintegró, aún en pánico sin Ilify, solo podía buscar una razón de ser, ysolo encontró una, el guerrero de la tierra.

Al ver que Platinium había sido su escudo, los ojos azules de Animae se abrieron como platos mirando con horror cómo no pudo hacer nada en el momento para salvarla o siquiera hacer algo. Tomó a la draconiana por la espalda mientras Zmiy volvía a su forma original y se reflejaba que todas estaban muy cansadas y agotadas por la pelea, pero no eran las únicas...

Dio una ojeada a cómo les iba a los demás, topándose con que Calíope caía y... no se levantaba. Abrió su boca mientras temblaba y la simple reacción de su hermano le hizo ver que su mejor amiga había sido derrotada. La voz dulce de Aimi hizo eco en su cabeza cuando conversaban, la promesa de que le enseñaría a cocinar y cuando la consolaba al estar mal; y no solo eso, la sonrisa de Edward cuando estaba con ella y lo enamorado que estaban. 

-Aimi...-sus ojos azules brillaron y comenzó a llorar. Sabía que eso podría pasar, salvarlos era casi imposible debido al poder del enemigo y que la Sacerdotisa no estaba en su plenitud... y, por supuesto, que todos continuaban en combate. Con sus ojos llorosos continuó mirando hasta toparse con Heleth y Phenrir. Sus manos comenzaron a temblar al saber que Jaycee había abandonado a Aimi a su suerte y cómo se rompía esa máscara para, por fin, revelar a Ilify.

Sin embargo, no tuvo tiempo de seguir observando aquello cuando vio a Arjimae transformarse y la revelación de que Koichi era el guardián de la tierra siendo invocado por el campeón, Tenma. ¿Por eso Irisu se había quedado a hablar con los líderes el día anterior? ¿Por qué... por qué no les tuvo confianza? ¿No eran amigas?

De nuevos, esos pensamientos se esfumaron al ver ahora a Quetkueni y hacerse a un lado junto a Platinium y Schmella para que la criatura no les dañase por error o estorbarle. Siguió con su mirada a su amigo que luchaba ferozmente contra el zorro, indicándole que aún debían pelea. Incluso, cuando por fin llify se manifestó decidido a pelear, no pudo evitar sonreír de lado aunque era consciente que estaba entrando tarde. No podía perdonarle lo que hizo, pero que por fin se les uniera ya era un buen primer paso.

-Zmiy, si quieres seguir, entonces nosotras también lo haremos-sintiéndose revitalizada por la energía suave y poderosa de Quetkueni, miró a Schmella y preparó su cuerpo-. Platinium, sigamos peleando.. y Schmella, necesitaré recuperarme, aún combatiré pero no tengo tiempo que perder. ¿Podrías ayudarme?

Mirari estaba anonadada, aunque ya esperaba algo similar, el ver confirmado que algo que ella quería mucho estaba involucrado en algo peligroso le hizo recordar a Enola.

-No… no lo voy a perder…

Se repitió a si misma y sonrió, era lo que le quedaba, la desesperación que sentía, la tristeza y la frustración eran parte de lo que encendía esa llama que avivaba su espíritu, Enola cayó ante esas desesperaciones y les sacaba fuerzas.

-Préstame tu fuerza Enola…

Ahora estaba segura, un día reconstruiría el reino oscuro, eran malos, pero Notah tenía razón, también eran seres consientes.

Si tu podías sacar fuerzas de la debilidad…

Por fin pudo separarse de la pared sin caer.

… Aprenderé de ti a convertir esto en mi fuerza.

Se levantó lista para volver a darlo todo.

-Creo que no me queda mucha fuerza.

Mirando sus manos y luego a quien había sido Tenma, solo para gritarle.

-¿Me entiendes?

Frente a ellos estaba el enemigo final, con su brazo aún bastante herido dudaba de poder volver a hacer su técnica especial.

-No puedo combatir bien, pero si alguien me escucha, en especial tu –Le decía a Quetkueni. Puedo prestarte el poder que me resta para que puedas atacar.

Tras unos segundos en silencio, en los que Heracles parecía estar meditando sobre algo, clavó una fría mirada en la muchacha pelirrosa. Debían darlo todo, ¿eh? -Bien- respondió con calma.

No llegó a realizar movimiento alguno, pues la pelea que sucedía algo más allá eclipsó sus acciones por un momento. Y de pronto, una luz verde inundó el lugar. Mariko parecía seguir sufriendo, había llegado una criatura alada... Todo parecía desconcertante y difícil de asimilar. Pero Heracles daría todo en la pelea.

Tensó todos los músculos de su cuerpo, haciendo que se marcaran de forma envidiable. Era un cuerpo escultural, cincelado por los dioses. El einar comenzó a hacer poses de culturista, desbordando sensualidad por todos sus poros. Con suerte, conseguiría eclipsar la atención de más de uno de sus contrincantes, dando tiempo a sus compañeros de actuar.

¡Deleitaros vuestra visión, oh, oscuros seres!

La guerrera nos había dicho que diéramos todo y Heracles se lo había tomado muy en serio, por así decirlo.

-Muy bien -respondí- Si esa es tu determinación.. ¡Que así sea!¡Maremoto de Poseidón!

La joven cerró los ojos durante unos segundos, mostrando una pequeña sonrisa mientras cantaba, cada vez con más pasión. Su canto iba acompañado de hermosos pasos de baile, lo que hacía de aquello una hipnótica danza. Usaba la danza para deslizarse por el campo de batalla, aunque esta la mantenía de forma que pudiera usarla para defenderse.

Su sonrisa se desvaneció al ver cómo se iban aconteciendo los hechos. Una parte de ella le gritaba correr a ayudar a los que caían en combate  o se veían faltos de energía, pero al dirigir su mirada hacia su compañera supo que su lugar estaba allí y que antes de hacer nada, debían terminar de frenar a sus dos contrincantes.

Tras escuchar las últimas palabras de Allan mi determinación flaqueó. Apreté la hoz contra mi pecho mirándolo con ojos tristes. Había sido engañado en la creencia de que podría protegerme y ahora nos veíamos obligados a luchar. Nuevamente, imágenes de batallas pasadas acudieron a mi mente. Miré a mi alrededor. Varios de nuestros compañeros se encontraban en apuros y necesitaban ayuda. Y no parecía que la situación fuera a mejorar.

Miré de nuevo a Allan. Sin duda, era el destino y no podíamos evitarlo. La historia se repetiría una y otra vez hiciera lo que hiciera y no había nada que pudiera hacer.

- Onirica - volví la cabeza ligeramente hacia mi compañera - ve a ayudar a nuestros amigos, yo me ocuparé de esto - le sonreí para darle a entender que todo estaba bien antes de centrar de nuevo mi atención en mi amado.

Si era el destino, al menos no sería sin luchar. Corrí hacia Allan y, en un último movimiento deseserado, extendí mis brazos hacia él con la clara intención de darle un beso.

El gato hizo mala cara cuando vio que Dawn se levantaba a abrazarlo, pero tampoco se resistió a su gesto. De hecho, se acomodó en sus brazos de una manera instintiva, casi como si supiera cuál era su deber desde el inicio.

- Te rindes muy fácilmente – y giró su regordete rostro hacia el cuerpo inerte de Scarlet Bat, que yacía allí en la misma posición en que se le había dejado. La sangre ya corría con rapidez por el piso alrededor de ella y manchaba su inmaculada piel. Por otra parte, Calíope estaba entre los escombros de esa columna caída aún con las manchas de sangre corriendo a través de sus labios sin moverse. Su piel quemada por las llamas de Dawn y su cabello rubio desordenado y sucio. Ephorus la miraba con los ojos llenos de lágrimas de rodillas sin mover un músculo. Estaba tan absorto en la situación de su amada que no notó la llegada de Ilify. Tal vez si lo hubiera hecho, su reacción habría sido bastante fuerte. Sin embargo, no se giró siquiera. Al parecer, el general andeliviano había perdido toda voluntad de lucha.

Mirari habló, poniéndose de pie, mientras un preocupado Legolas revoloteaba cerca a esta – Mirari, te dije que no abusaras… - y suspiró. Su voz tan seria como de costumbre. Sabía que no podría persuadirla de lo contrario. Al hablarle al bajista de los Red Stones, este se giró sin dejar de brillar y con sus ojos imbuídos por esa energía de color verde, extendió una mano hacia Mirari, esperando que esta la tomara. Cualquier observador podría haber visto la gentil sonrisa en su rostro. Tras este sencillo gesto, volvió a mirar a Quetkueni, quien se veía recubierto por la misma energía azul y parecía que su poder de ataque crecía.

Hunter negó con la cabeza ante la petición – Lo que aqueja a Mariko es algo de lo cual nadie peude curarla. Mientras Arjimae esté aquí, ella seguirá deteriorándose – y miró en la dirección en que se encontraba la peliazul. Era notorio cuánto luchaba por mantenerse consciente, pero poco a poco se agotaban sus energías. Mientras tanto, el enorme Arjimae seguía luchando con Quetkueni.

Dusklight no se opuso al abrazo, pero sí se sobresaltó. Sus manos y piernas temblaban. Tal vez presa del dolor o del enorme esfuerzo que hacía para no atacarte. A pesar de esto, no soltaba su espada y cuando sus fuerzas fueron suficientes, la giró, gritando de dolor y escupiendo sangre en el proceso. Tal vez te habría cubierto en su sangre si no fuera porque tu cabeza estaba apoyada en sus hombros. Dusklight gritaba de dolor con cada movimiento mientras ponías todo de ti para aumentar el tamaño de su herida. Tu energía se había agotado, pero Dusklight no parecía dispuesta a aprovecharlo.

Con lo sucedido, Shiro jadeaba aún bastante dolorida y se sostuvo sentada como pudo para luego tocar su flauta una vez más e invocar sus tentáculos de sombra que perforaron el torso de la dragona por segunda vez. La dragona gritó una vez más mientras la energía abandonaba su cuerpo para llegar a la sacerdotisa. Su dulce melodía expresaba también la enorme tristeza que sentía, pero que no podía dejarla sufrir más. Sus manos temblaban, pero no dejaba de tocarla. Sabía que a Dusklight no le quedaba mucho tiempo y debía encargarse de terminar el trabajo.

La guerrera mágica seguía cargando su ataque especial y su peculiar arma se seguía iluminando. Nereida atacó con todo su poder igualmente hacia su rival, pero no pudo mantener el ataque. Tal vez debido a la energía negativa del ambiente, pero su poder no respondió y perdió su oportunidad. Crythra la miró con rostro burlón mientras apuntaba su arma y halaba hacia atrás de una especie de gatillo.

- ¡Mi turno! - mas justo cuando iba a disparar, vio al einar empezar a hacer poses de físicoculturista sin poder evitar deleitar sus ojos con semejante espectáculo. Su piel era tan perfecta, sus músculos tan torneados... No podía encontrar un ápice de imperfección en su atuendo. Era realmente hermoso. Bajó las manos absorta en lo que veía y, de repente, su ataque desapareció. La táctica de Heracles había funcionado. ¿Funcionaría con los demás?

Las manos de Platinium temblaban levemente por el dolor, pero no se movía. Comprendía que cualquier batalla traería dolor, por poco que fuera. Se giró hacia Zmiy después de sonreírte por lo que había sucedido. Ella comprendía que Zmiy era más fuerte que ambas, pero también que estaba cansada como las dos.

Zmiy extendió una mano y dijo – No necesito tu lástima – y de su mano se formaba un rayo helado que saldría hacia ustedes a cualquier segundo. Platinium, por su parte, puso la mano en el suelo dispuesta a invocar a sus sirvientes, pero por segunda vez, sus esfuerzos fueron en vano. Chasqueó la lengua y sirvió de escudo humano. A pesar de esto, el primero intento de la dragona caída falló. La segunda vez que cargaba su ataque, se vio interrumpida en la mitad de este por la actuación de Heracles. Zmiy se quedó inmóvil, mirando el escultural cuerpo del fornido einar. Por más que intentaba quitar los ojos de encima, las diferentes poses que hacía la distrajeron por completo. De seguro lo que tenían ahí era una oportunidad de oro.

Schmella, quien se había alejado bastante tras el estallido de poder de Koichi, llegó volando y dijo – Por supuesto, Animae – para luego volar en círculos sobre tu mano a gran velocidad y hacer aparecer una pequeña botella en tu mano tras unos estallidos multicolor.

- Recuerda que es solo una – y retrocedió un poco a gran velocidad, aprovechando que Zmiy seguía distraída.