Partida Rol por web

Detectaba la sinceridad en su dolor, pero aquel tema se me presentaba ahora tan incomodo, que las preguntas y reproches queda bloqueados por momentos en mi interior. Pese a mis planes mentales, los discursos pregenerados preparados para ser soltados a la mínima oportunidad. Todas esas cosas, a la hora de la vedad, acaban dando más vértigo de lo esperado y al final... no encontramos el valor para decirlas tan fácilmente. Al menos no así en frio.

El nocker acaba manteniéndole mi mirada, ya intrigado de lo que se oculta detras de sus palabras. 

- Te lo diría sin reparos. Ahora decidme qué os preocupada, porque algo os preocupa... - le acaba diciendo - Podéis preguntarme lo que sea. - mantiene esta vez la mirada. 

Miro a Mr. Clock que entendía lo que quería decir pero tampoco podía aceptar tal oferta. Lo cual no quería decir que le tuviera que decir que no ahora mismo, bien razón tenía.

^{_{-Claro, tenéis razón Mr. Clock. Pero tengo que hablar con Orsi sobre el tema, ya sabes}}- le miro y luego mi mirada va a buscar a aquella figura en las sombras. –^{_{Tendré entonces una respuesta definitiva pero debería consultar con él las cosas antes. Decid a Nathair que mi respuesta será tan pronta como sea posible pero sin los consejos y opiniones de Orsi no quisiera tomar una decisión precipitada}}- reafirmo y hago otra pequeña reverencia.

Aquella biblioteca que me prometen es algo muy interesante, un feudo que me pertenecía en el pasado, aunque entregar a mis amigos a cambio no me parecía la mejor forma. El pelirrojo no era tanto mi amigo pero las cosas había que hacerlas bien, no iba a culparle a él.

Aunque en realidad fue culpa suya que no llegáramos a un acuerdo, eso sí…

Deanna se quedó congelada, a pesar de la sensación cálida del objeto. Encogida, y con el pelaje erizado, observó la imagen proyectada mientras se llevaba una mano a la boca, y notaba cómo las pupilas heterocromas de pronto ardían, contraídas. Arabella, una Arabella algo mayor de la que aparecía en sus difusos recuerdos, le hablaba. A ella. A su Ostie. Y lo que decía le apretaba el corazón. Se lo apretaba con la calidez de la familiaridad, de la dicha de ver el rostro de alguien querido cuya voz y cuyo aspecto comenzaban a difuminarse en la memoria. Con la felicidad de los cuentos frente al hogar. Y con la desdicha de saberse ahora tan cerca y a la vez tan lejos de alguien que era su exacto reflejo. Su mitad.

Para cuando el mensaje terminó, su boca estaba cerrada en una fina línea. El aire que había estado conteniendo de pronto escapaba, y con la bocanada se entremezclaba un sollozo. Abrazó el pequeño objeto contra su pecho, y notó la humedad de las lágrimas, derramándose por sus mejillas. 

Se sentía despojada, agradecida por ver una vez más el rostro de su hermana y abuela, y al mismo tiempo, profundamente desconsolada y abrumada, mientras lloraba como aquel día en el que nana se había marchado para siempre. Condenarlas a no encontrarse jamás era un castigo demasiado miserable. Uno que tenía que acabar, de alguna manera. No sabía ni por dónde empezar, pero sabía que tenía que hacer algo al respecto. Hablar de nuevo con Orsi, buscar a la Bibliotecaria. 

Se preguntó, si su último mensaje seguiría grabado, pero temió malgastar el uso del objeto, en un mensaje que aún no resultaba ser necesario.

Asentí exageradamente cuando dijo haber parecido un idiota. No lo había parecido, pero era por reírme de él. Luego, cuando dijo lo siguiente, me encogí de hombros.

—Supongo que no serviría de nada, no —le dije con un suspiro—. Lo siento tío. Tendrás que intentar lo de matar con otro.

Finalmente sonreí con calma. Su relato había estado bien. Era un buen resumen, supuse.

—Tío, es que eres tonto —enuncié—. Su majestad la estirada no estuvo nunca ahí, hice que lo pareciese para asustar a la otra. Y funcionó. No sabía que te ibas a asustar tanto tú —aseguré antes de sonreír de medio lado—. Cobardica.

—¿Sabes qué? —pregunté entonces—. El viejo ese que está con la estirada me ha dicho que si alguna vez tenemos que irnos del excelentísimo barón, podemos ir con él. Y la estirada, que nos defiende cuando haga falta, o algo así. La verdad es que cuando todo acabó no paraban de felicitarme porque salvé a todos, ¿sabes? Varias veces. Fue una putada tanta atención, no pude llevarme ni un candelabro de recuerdo.

El sátiro chasqueó la lengua con molestia cuando sus ojos terminaron de leer el contenido de la hoja por tercera vez, comprendiendo el alcance de las palabras allí escritas. Puta bruja de hielo. Él invitándola a pasar una velada divertida en aquel lugar que era su vida entera y ella clavándosela por la espalda... ¿por qué? Por darle algo de alegría a su mierda de jardín. Bufó por lo bajo y se rascó la barba. La sidhe acababa de pasar a la lista de gente a la que le pondría la zancadilla si pasaba corriendo por delante de él. Luego miró a Orsi. 

—Gracias, viejo —dijo, levantando un poco el papel en el aire—. Pondré todo en orden y llamaré a la señora Bekerley. 

Tres días sería suficiente para que no encontrasen nada fuera de lugar en esa inspección. Que vinieran. Se encargaría, además, de estar allí para encandilar al burócrata que apareciese. 

Sólo cuando su corazón dejó de latir acelerado por el riesgo que había corrido su club, el resto de las palabras del mosquetero calaron en su mente. Frunció el ceño al mirarlo y le sonrió, llevando la mano a su hombro para apretarlo con cariño.

—Cuando tú no puedas acompañarnos, yo cuidaré de los críos. Y lo haré bien, viejo. Cuenta conmigo. —Su sonrisa se ladeó—. Pero mientras tanto, aún tenemos muchos desayunos que compartir.

La mujer suspiró. Puso una mano suavamente sobre tu hombro y negó lentamente con la cabeza. -No es nada. Sólo quería estar segura- dice, pero hay cierta decepción en sus palabras. Luego, esboza una sonrisa triste y fría. -Siempre eres bienvenido a visitarnos- añade la Sidhe.

Pero en el aire te queda cierto sinsabor, y ella corta el silencio simplemente diciendo -Vamos. Gui y tus amigos te están esperando en el vestíbulo para volver a casa- y empieza a caminar hacia la puerta de la oficina. Todo el lugar parece la madrugada tras una noche de nieve, silencioso, helado y tranquilo, sin un alma que perturbe la tranquilidad. Y sin embargo, la mirada de la baronesa, fría, parece tener sus propios significados ocultos y misteriosos que se perdían en la distancia entre donde estábais y la puerta.

Aunque tu respuesta ofrecía simplemente rodeos diplomáticos, pareció caer bien a aquella figura viperina, cuyos ojos se abrieron grandemente, emitiendo un siseo que interpretabas como de satisfacción.

-Agradesssssemossss que consssssideresssss nuesssssstra propuesssssssta, dadasssss lassss sssssircunsssstanssssias- dice con una suave venia. -Nathair esssssperará vuessssstra ressssssspuesssssta, bibliotecaria- dice la figura mientras observa a Clock, quien asiente y suspira en una fracción de segundo, y musita un "_{muy bien}".

Antes de irse de nuevo por la ventana, Clock se gira y se acerca a ti. -_{D'Orsigny me ha invitado a vuestro próximo desayuno}- dice con sobriedad. -_{Hablararemos entonces}- y se dispone a partir tras la figura encapuchada.

Tras examinar el otro artefacto, algo en tu interior te dice que podrías utilizarlo. Cuando lo aprietas, una imagen muy similar al de su compañero aparece. Una imagen de una pooka, virtualmente idéntica a la anterior, de no ser por sus pupilas de diferentes colores y una cicatriz que atraviesa un costado del rostro.

"Hola Bella.

Hay mucho que quisiera decirte, y la verdad es que... te lo he dicho muchas veces ya. Llevamos varias vidas tratando de encontrarnos, sin que tengamos éxito. Hace algún tiempo, quizás recuerdes, robamos un tesoro de mierda que nos valió una maldición: el medallón del Muiredach. Hemos tratado por décadas de recuperar todas las piezas... y poco a poco lo hemos ido completando. Tengo buenas noticias: tras hallar a la bibliotecaria, logré obtener información de una de las piezas. Junto a este mensaje encontrarás el mapa para que puedas recuperarlo. No ha sido fácil y te juro que no me quedan ganas de volver, pero a medida que nos pasan las vidas... es todo más jodidamente difícil. 

Te deseo suerte. Aunque no la necesites. Y cuando sea el momento, graba tu mensaje para mí. Cruzo los dedos porque sean buenas noticias.

Ta-ta".

Un triste silencio cayó en medio de la oscuridad, tras dejarte de ver. Era difícil reconocerte a ti misma con tan pocas memorias, sin embargo, esa era una de tus vidas pasadas, una que, como tú ahora, busca la manera de reencontrarse con su hermana.

-Eh eh eh. Mejor prevenir que lamentar. ¿No te daba mal rollo la estirada? pues a mí sí. Como si llegase Macbeth, mejor pirarse y luego pedir perdón. O contar la historia.- dice la quimera caminando en círculos sobre la cama. -El día en que palmes y yo sobreviva por ser cauteloso, haré que todos crean que el cobardica eres tú. Y veremos quien se ríe. Yo. Yo me río, porque tú no estarás más- aclara Mest en tono socarrón.

Mest te escuchó y comenzó a rascar su barbilla con su cola. -¿Y te lo vas a pensar? Un día de esto vamos a necesitar en dónde caer parados. Que eres fácil para hacerte enemigos, pero de no ser por mí, no tendrías amigos- dice con sus ojos brillantes. -El Nocker seguro que te mata la próxima vez que le veas, pero hay una impresión que no me puedo quitar con el imbécil ese. Bueh, ya lo recordaré. ¿Cuál es la siguiente parada, capitán?- dice mientras se recuesta perezosamente, como burlándose un poco de tu muy activo día.

Orsi te dedica una mirada triste y te da unas palmadas amistosas en la espalda. -Tú cuida bien también del Ensueño- dice mientras camina hacia la salida. -El jueves habrá desayuno- dice, como si acabara de recordar. -Y espero que la inspección no te ponga problema- dice.

Y mientras lo ves partir, se detiene, se gira, con una expresión divertida en su rostro. -os habéis cargado a un basilisco en el Ensueño. Tenéis madera para iros de aventuras. Si me duermo en los laureles, la gente va a empezar a hablar de vosotros y a olvidarse de mí- bromea. Pero hay algo de tristeza en sus palabras, mientras su cuerpo mortal, aún joven, se retira caminando, llevando por dentro la figura vieja y cansada de un Kithain, a quien la banalidad del mundo tenía agotado y cuya vida quimérica y mágica tenía los días contados. La capa imaginaria del Boggan ondeaba al viento, pero ante el frío otoñal, sólo era un hombre cansado más, sobreviviendo en una ciudad que ahogaba hasta la magia en el interior de sus habitantes.

La reacción de la baronesa no es la que espera y se deja sentir como un apuñalada fría entre las costillas. Neakail la mira con cierto desconcierto. ¿Que pretendía que le dijera?

- Pues que esperen, baronesa - espeta de súbito, perdiendo por momentos el control pero recuperándolo a los pocos segundo.. - Con todos los respetos... ¿Estar segura de que? ¿No he demostrado ya que haría cualquier cosa por vos? Algo esperabais escuchar y os pido, por favor, que me habléis con claridad. Algo pasa y esperáis que yo os lo diga, pero os pido por favor que seais clara. ¿Es sobre mis compañeros? ¿el pelirrojo? ¿sobre algo acontecido durante la misión? Porque  no soporto a ninguno  de los cuatro. Estoy aquí por vos y por Orsi. - la miro - No os imagináis las veces que he deseado hablar con vos y no he podido y no me voy a ir ahora con vuestra nota de decepción en la voz como recuerdo de todo esto. 

Después de todo este tiempo, no podía sin mas írse dejando la situación así. ¿Qué esperaba escuchar? ¿qué había dicho mal?

La mujer meditó un momento tus palabras. -Si es cierto lo que dices, entonces escucha. Goldtree es un refugio para pequeños, sean o no Kithains. Para protegerlos de los peligros de allá afuera, para protegerlos de las duras realidades otoñales que tarde o temprano llegaran a sus vidas. Goldtree es mi hogar- dice con absoluta seriedad.

-Ahora dime, Neakail. ¿Tus compañeros han entendido eso? ¿Han respetado la santidad de este lugar?- y su mirada se clavó sobre ti, como si esta fuese una última y tácita oportunidad para ti, aunque no supieses bien lo que la baronesa quería escuchar.

No sabía exactamente a lo que se refería, pero cuando habla de santidad, una imagen clara viene a su mente. El camino de sus palabras se aclaraba poco a poco, o eso parecía, pues aun no podía asegurar que fuera eso. Una de las profesora les había visto, así que muy factible que hubiera llegado ya a sus oídos. 

- Al llegar aquí, en un momento en el que Deanna y Kyran tuvieron un momento solos... se pasaron de la raya en el jardín. Los descubrí a punto de mantener relaciones tras un árbol, en la parte trasera del jardín.  No había niños alrededor, no a la vista al menos. Les reprendí hasta que ella empezó a llorar como una magdalena... No me dio pena alguna, al contrario. Él... bueno, él es un sátiro y se deja llevar por la punta del nabo. No los voy a excusar, simplemente diré lo que pienso y os explicaré mis razones para no decíroslo antes. - le dice, sosteniéndole la mirada - Pienso que no actuaron con maldad, aunque si con inconsciencia y absoluta falta de respeto.  El es un sátiro y ella es una cabeza hueca, y se dejaron llevar inoportunamente. Realmente creo que no son conscientes del calibre de la santidad del lugar.  Y yo no pensaba callármelo, simplemente no quería empañar este momento. No ahora, no con Orsi... - aprieto un poco la mandíbula - Estoy preocupado por él, la banalidad se lo está llevando y lo último que quiero es que pase esta verguenza ahora delante de todos...  de vos y delante de ese tal Fawda que parece tener una enemistad con él. Solo... he querido protegerle. Ha salido todo bien con Alice, la chica está bien y Orsi está contento y orgulloso. Ha sido un trabajo en equipo. Por mal que me caigan, lo cierto es que sin el grano de arena que cada uno aportó, no estaríamos aquí vivos y con Alice de vuelta. Os pido por favor que Orsi no se entere de esta bochorno, creo que no lo superaría. - añade, dejándose llevar en las ultimas palabras por un tono mas sentimental, pero luego se endurece nuevo - Al pelirrojo le gusta apropiarse de lo que no es suyo, pero que yo sepa, delante de mi, no robó nada de este lugar, quitando de un destornillador a ese nocker. Igualmente pienso que no es de fiar y debéis andar con ojo con él. Y si ha pasado algo más con ellos dentro de Goodtree yo no estoy al tanto. - y la vuelve a mirar, esperando que eso fuera lo que quería oír. 

Kyran contempló la marcha de aquel boggan que arrastraba sobre sus hombros todo el peso de la banalidad de aquel mundo reseco que no les pertenecía. Observó su espalda hasta que dejó el local y un sabor amargo, como a cenizas, impregnó su paladar con la certeza de que todos, tarde o temprano, pasaban por aquello. Él ya había muerto una vez y ansiaba vivir. Ya había muerto una vez y por eso exprimía hasta la última gota de las pasiones que había a su alrededor, listas para extender la mano y tomarlas como frutas maduras. Pero el día terminaría por llegar también para él. Lo sabía, por mucho que se lo negase a sí mismo. 

Apretó los labios y tomó entre los dedos el colgante de la vieja Morag, sacándolo de entre la ropa. Si alguien necesitaba en aquel momento una copa, ese era él. Así que activó el poder del colgante y empezó a prepararse un cóctel sin darle demasiada importancia a las cantidades. Al fin y al cabo, sabía que la bebida sería exactamente lo que deseaba tomar, incluso aunque ni él supiera decir qué era aquello. 

Pensó en Gwyneth. Se preguntaba qué habría pensado ella si simplemente no hubiese regresado del Ensueño. Si lo habría añorado o si su mente habría olvidado su existencia. ¿Habría ido a buscarlo? ¿Habría sabido cómo encontrarlo? Sacó el teléfono y marcó su número.

Esa noche no le apetecía beber hasta perder la noción del tiempo y el espacio, no le apetecía intoxicar sus sentidos hasta el delirio, ni llevarse a la cama a la primera mujer que se cruzase en su camino para perder el sentido entre sus piernas. No. Esa noche, le apetecían placeres más tranquilos. Una charla con una buena amiga, tal vez la única a la que podía llamar así aparte del mosquetero. Un buen vino tinto, denso y afrutado, que endulzase su paladar. Se llevó el teléfono a la oreja y esperó, deseando que ella lo cogiese al otro lado para invitarla a cenar. Tener sus ojos al alcance de la mano era justo lo que necesitaba para mantener a raya la melancolía. Tal vez esta noche lograse hacerla soñar de nuevo, como cuando eran niños. Tal vez pudiera ver su sonrisa de embeleso brillar de nuevo. Tal vez.

Hago una pequeña reverencia cuando aquel nuevo visitante acepta mi respuesta, temía que no estuviera de acuerdo a una derogación de la misma y podría haberme causado problemas. Estaba claro que Mr. Clock desconocía las razonas para negarme ante su reproche anterior pero ya hablaría con él.

^{_{-Tendréis mi respuesta tan pronto como me sea posible darla-}} le digo cuando veo que se dispone a irse. ^{_{–Gracias por la visita y de haber avisado habría previsto café y pastas, siento la descortesía.}}

Luego Mr. Clock me habla antes de marcharse y asiento un par de veces a sus palabras.

_{^{-Me apetecerá mucho verte entonces y podremos hablar, también con Orsi. Hablaremos de esto y de muchas cosas}}- asiento un par de veces. –_{^{Que pases buena noche, Mr. Clock.}}

Le costaba reconocerse en la imagen invocada. Pero la similitud indiscutible con Bella, aquellos ojos, y las orejas de las que estaba orgullosa, no podían ser otras, sino las suyas. Se quedó sin habla. Se olvidó, literalmente, de respirar, durante varios segundos. La cicatriz en su rostro la hacía entender que visitar a la Bibliotecaria había sido peligroso. Y la respuesta parecía encontrarse junto a ella, según lo que decía su hermana.

Su yo anterior también la había buscado. Llevaban varias décadas, al parecer. Apretó las manos, sobre sus rodillas, tras depositar de nuevo el huevo en su lugar. No supo cuánto tiempo pasó en silencio, observando ambos objetos y los fragmentos de medallón, antes de volver a guardarlo todo en el mismo lugar, con sumo cuidado. El sol se había movido, acercándose al horizonte. 

Deanna miró finalmente hacia adelante y se secó las mejillas, levantándose, con decisión. Sólo quedaba una pieza, se dijo, obligándose a mantener la esperanza. Hallaría la manera de encontrarla, pensó, prometiéndose a si misma que lo intentaría, y que encontraría a Bella, de algún modo. Que volverían a verse. 

Sacó su cartera del bolsillo y observó durante un segundo la foto de la difunta Claudine. De su abuela. La acarició con los dedos mullidos y cubiertos de pelaje, y la guardó, con delicadeza. Suspiró, guardando la llave que le había dado Orsi, y lo llamó por teléfono, mientras volvía al coche. No quería estar sola. Y Orsi era la única persona que podía entender su tristeza. Que podía entender quién y qué significaba Bella para ella.

La baronesa se mantuvo seria. -A veces la verdad es más importante. Uno de nuestros profesores cometió un acto de traición en nombre de sus propias razones. Mi casa guarda en la memoria los amargos recuerdos de un engaño y por eso, aunque su intención no haya sido mala, tendrán que aprender una lección- dice con seriedad.

Pero sonríe finalmente. -Entiendo y entiendo tu preocupación por Gui. Pero mal asumes en pensar que es tan débil. Gui ha vivido una vida llena de aventuras, ha visto tanto y ha sido mi pilar. Mi corazón se encoge de tristeza al pensar en que quizás le quede poco tiempo. Pero añoro el momento en el que le vuelva a ver- y se deja llevar por un suspiro largo y profundo que esconde una larga historia que no cuenta.

-Tomaré en cuenta lo que me dices- dice la baronesa y pone una mano sobre tu hombro. -Neakail. Hay algo que quería ofrecerte. Quiero que hagas parte de Goldtree. Con Cnag fuera, tendremos una vacante para alguien con habilidades de invención, alguien que se encargue de las clases y del mantenimiento. Y quiero que sea alguien en quien pueda depositar mi confianza más absoluta. Quiero que seas tú. Estoy seguro de que mis estudiantes y los profesores se beneficiaran de tenerte entre nosotros...- y sonríe. De una manera cálida y sincera, como pocas veces suele hacerlo la baronesa. Sonríe con un optimismo propio de quien prevé un nuevo comienzo.

Entre recuerdos y viejas nostalgias, entre el pensar que el camino de todos los kithain inevitablemente lleva a un rápido final, indigno y silencioso, allí vagó tu mente por las oscuras horas de la noche mientras las vívidas memorias de tus aventuras parecían refrescar tu alma de glamour y fantasía, tu alma tan antigua como la humanidad, cuya historia también se remontaba a las nieblas de un pasado mítico que existía más allá de lo plausible. Arcadia, el rompimiento, y todas las viejas leyendas de vidas que se entrelazaban con la humanidad pestañeante que habías adquirido quién sabe cuando.

Cuántas veces no habrías pasado por la misma muerte, no te habrías deshecho ante la banalidad, o caído en batalla. Cuántas veces cabría el extraño lamento de personalidades superpuestas y pasiones oscuras. Era divertido pensar en aquello, mientras la noche iba pasando

Finalmente un mensaje de Meg interrumpe el flujo del tiempo. 

"Alguien de verdad que no te quiere en la corte luminosa. Tenemos que hablar..."

Clock te deja sola. Esa noche, tienes sueños extraños e intranquilos. Sueños con ciclópeas estructuras y torres de libros antiguos y arcanos. Con lechuzas gigantes y sombras en la oscuridad, y con el incesante olor de la descomposición de la madera en la oscuridad más terrible.

Aquel título, "Bibliotecaria", parecía resonar más allá del tiempo o del glamour, con cierto peso insondable que te anclaba a un lugar lejano y misterioso que existía en el Ensueño. Un lugar que intuías conocías, pero que no entendías por qué, cómo o dónde existía. E incluso la lejana impresión de Arcadia, el origen y el final de las hadas, parecía palpitar a través de los fragmentos inconexos de memorias que te llevaban en un remolino de sensaciones.

¿Quién eras además de Leonore Walsh? ¿Quién habías sido antes? ¿Quién serías ahora? Misterios se abrían ante, misterios que tu naturaleza curiosa te empujaba, inevitablemente, a perseguir.

La noche ocultó tristezas y nieblas de pasados, de vidas perdidas y futuros ganados. ¿Cuántas vidas había en aquel medallón? ¿Cuántos años de búsquedas, aventuras y terribles desenlaces? El Dán era cruel e incomprensible, os acercaba y os alejaba con los caprichos de los años, y te preguntabas, sosteniendo el medallón casi completo, qué depararía para ti en esta vida. Para Bella en la siguiente.

Orsi no contestó, y una extraña impresión te encogió el corazón. Quizás una certeza oscura y siniestra más allá de lo que podías entender. Como si fuese la señal profética y ominosa de los tiempos que vendrían. Pero fuese como fuese, no hubo compañía en tu soledad de camino a casa, sino el oscuro silencio de la incertidumbre del pasado, del presente y del futuro.