Partida Rol por web

Desde la visión del infierno en el piso de arriba, recorro los pasillos del castillo como en un trance, sin ser plenamente consciente de lo que ocurre a mi alrededor.

Cuando empiezo a recuperar el control de mi cuerpo, me doy cuenta de que estoy de nuevo en la sala donde ha empezado todo. No tengo claro qué está sucediendo ahora mismo, pero, los gritos de Octavio me ayudan a decidirme, es hora de huir y intentar olvidar todo lo que ha sucedido en las ultimas noches.

Corro hacia la puerta tan rápido como puedo, cruzándola justo detras de Zimbardo. Veo que este se para, pero yo continúo adelante por el pasadizo.

Demasiado centrado en estudiar el cuerpo de Octavio poseído por este extraño ser me maldigo a mí mismo y a toda la cronología que pesa sobre Zimbardo por estar escapando sin mí. Con todo el empeño en ser lo suficientemente veloz para alcanzar la puerta sigo a Salvatore antes de que inutilicen el acceso, aunque temo que si esa cosa puede volver a transformarse en sombra difícilmente una puerta bloqueada lo retenga, pues al parecer solo el fuego lo hace lo que me permite elucubrar una siniestra correlación.

-Esa criatura no puede cruzar el fuego, por muy poderosa que sea...comparte la misma debilidad que todos los vástagos del mundo. Nadie puede cruzar el fuego.-

Alexander no le tenían que decir las cosas mas veces para saber lo que tenía que hacer en estos momentos. Sin mas dilación, corrió directamente hacia la puerta con el objetivo de salir de allí.

A mi mientras se queme me da lo mismo- responde- salgamos ya de aquí.

¡Fijáos en el techo! gritó la mujer. Las balas de Anubis habían provocado que el hundimiento del techo avanzara a más velocidad. Notábais cómo el calor salia del techo. El cuerpo de Octavio seguía avanzando hacia vosotros, pero a veces se detenía e intentaba cambiar de rumbo, hacia las escaleras.

Pasásteis todos a través de la puerta y, tras numerosos golpes de Cristoph a diferentes lugares, consiguió encontrar algún mecanismo que cerró la habitación. Unos segundos de calma os sirvió para coger aire. Ese pasadizo también se estaba viniendo a abajo.

¡Rápido, seguid corriendo!

Trozos de techo caían sobre vuestras cabezas, el humo estaba inundando el pasillo, el fuego asomaba por las grietas. La sensación de peligro era mayor. No os preocupaba tanto que Octavio os cogiera, si no que el castillo se derrumbara sobre vuestras cabezas.

Por suerte, conseguisteis salir de ese pasillo, llegando a un pequeño jardín que le rodeaba lleno de árboles.

Patricia fue hacia Christoph.

Dime que te queda algo más para destrozar el castillo.

Anubis apoyó sus manos sobre sus rodillas y comenzó a respirar profundamente. Había estado muy cerca, demasiado cerca. Por poco no lo cuentan. Anubis miró hacia atrás, para contemplar el estado del castillo. El Ser Oscuro había quedado dentro, esa era la intención desde el principio, pero no que para ello se hubiese llevado el cuerpo de su amigo Octavio.

Él había sido quien les había ayudado, quien les había dado las pistas para llegar hasta donde lo habían hecho y quien les había protegido en todo momento.

Y ahora, como su fuéramos vulgares ratas huían de lo que parecía una terrible y feroz serpiente. Un setita como Anubis se arrepentiría el resto de su no vida por aquel acto. Pero al fin y al cabo, era su propia no vida o la de Octavio.

Pero... si lo que quería Anubis era morir, acabar con aquella insufrible vida, ?por qué se empeñaría constantemente en esquivar todos los obstáculos que encontraba? Quizá lo más sencillo hubiese sido dejarse llevar y terminar con todo.

Me sacudí el polvo de la americana y miré incrédulo a Patricia

"¿De verdad me está preguntando esto? ...Será inútil."

Pienso por mis adentros. Luego hago un esfuerzo por pensar en algo, mirando como el castillo se va desmoronando.

Había utilizado todos bidones de gasolina y las bombonas de butano que había logrado transportar. Pero todavía quedaba algo quizás...

- Un trrapo de ropa y fuego ¡schnell!

le ordené a la chica y los demás mientras corría en busca del coche que habíamos escondido cerca del lugar.

Mi intención era buscar una piedra o algo con el suficiente peso para aguantar presionado el pedal del gas, justo después de encender un trapo a modo de mecha en el conducto de la gasolina. Con suerte, lograríamos estrellar el coche en el edificio y hacerlo estallar una vez dentro. Si aquello no acababa con la bestia de su interior, entonces solo quedaría la opción de huir lo más rápido y lejos posible.

Te alejas a toda velocidad mientras buscar por el camino algún tipo de piedra pesada y grande. Por suerte, hay trozos del castillo lo suficientemente pequeños y pesados para presionar el acelerador. Llegas hasta el coche y, cuando vas a empezar a moverlo, crees observar un movimiento por el rabillo del ojo.

Patricia se quedó observando cómo Zimbardo se iba a por el coche. Con un rápido movimiento, destrozó su camisa, quedando su sujetador negro a la vista.

Ya tenemos el trapo, ahora sólo nos queda el fuego. Se acercó hasta los árboles y arrancó un trozo del tronco.

Vamos, hay que intentar crear una especie de antorcha os dijo mientras se acercaba al fuego con determinación.

"Maldita sea, ¿y ahora qué?"

Mi mirada se desvía hacia la dirección en la que me pareció ver algo

El fuego cercano me da una sensación sofocante y completamente desagradable. Hay algo instintivo en el deseo de alejarme de este castillo cuanto antes pero algo me dice que lamentaré y puede que mucho no terminar con todo de una vez.

Con mis garras me hago con el primer pedazo de ropa que encuentro, mío o ajeno, sin escuchar las protestas de su propietario. Como si de cuchillas se trataran las uñas desgarro la tela anudándola a un palo y buscando una fuente de calor para encenderla.

Otra vez tenían intención de usar el fuego como armas... no sabía si sus compañeros tenían ganas de morir, pero entendía que esa era la única manera de acabar con Cain, o lo que diablos fuera ese espíritu. Así que, quitándose su camiseta, se dirigió al árbol mas cercano, arrancando un buen trozo de madera. Luego, enrolló la camiseta y fue hacia el fuego. 

Arrancando la manga de mi camisa me dirigí hacia un tronco seco y lo cogí entre mis manos. Después, corriendo y lleno de valor me dirigí hacia el fuego para prender la antorcha que había improvisasdo.

Esta vez no me achantaría tanto como lo hice la última vez. Esta tendría el coraje suficiente para lograrlo.

Christoph apareció con el coche. Vio cómo Alexander y Patricia camiseta, además de que Anubis y Alexander tenían un trozo de madera ardiendo.

Coged una piedra, vamos a hacer que el coche termine con el castillo dijo Patricia.

Encontrasteis una piedra lo suficientemente grande para ponerla en el acelerador, mientras que Zimbardo abría el conducto de la gasolina. Patricia metió su camisa hacia dentro, mojándola con la gasolina y después lo dejó como si fuera una mecha.

A la de tres, poner la piedra sobre el acelerador. Una... Dos... ¡Tres! gritó.

La piedra hizo que el coche avanzara, al tiempo que prendían el trapo. El coche se internó en el incendio del castillo hasta que empezó a explotar.

Tras unas cuantas explosiones, esperabais que todo hubiera acabado.

Quizá deberíamos ir a ver... pero Patricia se quedó con la boca abierta en silencio mirando hacia el castillo. Como si de un foco se tratara, una poderosa luz blanca cegadora emergió de las ruinas. Tras unos pocos segundos, unos ojos rojos gigantes taparon esa luz y ambos desaparecieron.

El coche avanza hasta estrellarse según lo previsto y las explosiones que se suceden parecen la visión del éxito absoluto. Sin embargo mis ojos siguen fijos en las llamas, serios, pensando por dentro en todo lo vivido y los secretos que consumían las llamas.

Y de repente la luz y los aquellos ojos rojos hicieron que algo se revolviera en mi interior. ¿Era eso el miedo?

- verdammt diese all-sehenden augen.

No pude evitar soltar una antigua maldición pagana que ya creía olvidada.

- No pienzo quedarrme a ver las repercuziones de todo esto

Miré a mis compañeros y a Patricia

- Lo que hemos vivido es algo unusual. Os aconsejo mantenerrlo en secreto, espezialmente de los oídos de la capilla; y os pido que: de no hazerrlo, obvies mi nombrre y parrtizipazion en este... desaforrtunado acczidente.

Doy un último vistazo a las llamas mientras retrocedo dando unos pasos hacia atrás, todavía con miedo a lo que allí dentro hubo. Mi investigación a partir de aquella noche probablemente daría una vuelta de 180 grados y estaba seguro que lo vivido me llevaría a grandes descubrimientos en un futuro.

- Mañana abandono la siudad.

Finalmente les dediqué una despedida a los compañeros que habían conseguido llegar hasta el final de la épica batalla

- aufwiedersehen.

Me dí la vuelta dispuesto a desaparecer en la noche eterna. 

Alexander observó como el coche se internaba en el castillo hasta que explotó. Eso sería suficiente para acabar con aquel extraño ser... o eso pensaba el vampiro. De pronto, una poderosa luz blanca salió de las ruinas, seguido de unos ojos rojos gigantes. En un abrir y cerrar de ojos ambos desaparecieron.

Creo que hemos acabado con el problema- le dio a Patricia. 

Anubis se quedó mirando a Patricia. Gracias, sin tu ayuda no lo habríamos contado. ¿Qué le habrá pasado a Octavio? ¿Crees que habrá muerto allí, o que quizá se terminó escapando? Dice mientras agacha la cabeza en señal de respeto. Segundos después volvió a alzarla para contemplar el espectáculo que se estaba ofreciendo ante ellos.

Luego miró a sus compañeros, y se encogió de hombros. - aufwiedersehen. Se despidió Anubis en un alemán muy mal hablado, simplemente imitando las palabras de aquel hombre que por un tiempo pensó que lo habían traicionado.

Al final todo parecía haber acabado. La pesadilla había terminado y quizá fuera un buen momento para abandonar Toledo, una ciudad a la que tardaría en regresar siglos.

Sí, es mejor que esto permanezca en las sombras dijo una voz extraña a vuestras espaldas.

Antes de poder moveros y apartarse del lugar, dos nuevos vampiros llegaron ante vosotros. Uno contemplaba las llamas con pasión y el otro os miraba sonriente.

Oh, es indudable que hayáis acabado con el espíritu errante que había poseído a vuestro amigo.

Patricia apretó los labios, dejando visible sólo una pequeña línea. Su gesto se tornó frío y tenso. Sólo despegó los labios para dirigiros unas leves palabras.

Él es Dakon dijo señalando al vampiro que acababa de hablar. Y él es Errik. Parecía que tenía más que decir, pero se mantuvo callada.