Partida Rol por web

—¿Sabe señor señorito?, uno sholamente puede adivinar el carácter de una persona por shu olor. EN eshte caaso, el hombre que efectivamente, y tal y cómo dice usté, tenía pinta de vagabundo, era nada más y nada menosh, y nada másh, que un señor haciendoshe pashar por gababunbo. Y yo shé, que cóm oesh ushted un sheñorito culto, y refinado cómo aquí mi amigo....— Tanka pone la mano encima del hombro del Padre Regnard—seguramente she eshté preguntando, ¿porqué diantres....ehh..alguien querría hacershe pasar por bababundo? Puesh eso, señor señorito, me temo que esh una pregunta que jamásh!!! jamásh obtendrá reshpuesta..

Ahora bien, shi tiene el tiempo neceshário, la capacidad auditiva intacta, y una deshproporcionada paciencia, estaré más que encantado de detallarle con todo tipo de artimañas, las teorías por las qué un hombre, pongamosh de un nivel cultural medio, querría hacershe pashar por un vagagunbo. Dicho esto, póngame otra copa más, y no escatime con el MÄS. Ara una cosha le puedo decir, no tengo ni la más remota idea de quién esh esha Madammmmm Yao. ¿Me puede dar pelosh y señalesh?

La mención al vagabundo hizo que LeGrille alzase una ceja. Ya les había explicado que se trataba de uno de sus chivatos, pero no podía permitir que se enterase media Francia. El inspector optó por comunicarle este hecho a Tanka con un discreto aunque elocuente codazo en las costillas.

El barman miró de reojo a los de seguridad, que ahora parecían más relajados. No obstante, como si prefiriese no correr riesgos, instó a sus clientes a que bajasen la voz con un gesto.

—Madame Yao es la dueña de la tetería. Por motivos de seguridad, suele recluirse en su despacho. No es la primera vez que entran policías de paisano o miembros de bandas organizadas intentando causarle problemas. Hasta ahora no hemos tenido muchos problemas, pero ya saben.

Como si la advertencia gestual no hubiese sido suficiente, procedió a prepararle a Tanka un mejunje espeso que olía a camomila.

—Bébase esto, se sentirá mejor y le ayudará a hablar con claridad.

 Tristán tenía que mirar para otro lado cuando Tanka hablaba. No solo el olor a alcohol era de muchas formas intolerable, sino que además provocaba pudor estar al lado de una persona que se expresaba de tal forma. Lo cual dejaba en evidencia que Tristán nunca había considerado que él podía llegar a ser igual de desubicado en algunas ocasiones.

 Enfocándose en la investigación, el subastador se acercó al camarero y lo miró con una expresión cómplice muy poco disimulada. Expresión que aquel hombre conocería bien.

- Entonces, mon ami... ¿cree que podríamos tener una charla privada con la Srta. Yao?

El padre se había mantenido junto a Tanka, intentando controlar a éste y de paso intentando evitar que se cayera del taburete y se diera un buen trompazo por culpa de su ebrio estado. Así pues, permaneció junto a él en un discreto segundo plano y dejando que otros llevasen el peso de la conversación con el camarero. Se alegró de que el camarero hubiese tenido el sentido común de hacerle caso a él y no al propio Tanka, y que fuera a servirle una bebida adecuada para ayudarle a recuperar la sobriedad.

Escuchó, también en silencio, las explicaciones que les brindaban sobre Madame Yao, y no pudo evitar un rictus de cierta angustia cuando se mencionó a la policía de paisano. 

-Menos mal que somos un grupo tranquilo. - Dijo forzando una risilla y cogiendo rápidamente la copa del mejunje espeso que le habían servido a Tanka y acercándosela a su compañero para asegurarse de que la tomaba.

—Bueno, supongo que eso depende del motivo de su visita —respondió el barman—. Al artista le dejó pasar sin mucho problema. Al parecer compartían inquietudes artísticas y literarias, cosa que agradó mucho a Madame Yao. Hacía tiempo que no se la veía tan radiante tras una reunión. Por lo poco que oí, hablaron de filosofía y ese tipo de cosas.

El hombre apenas le daba importancia a su respuesta. Era alguien acostumbrado a la cháchara y a entretener a clientes que estaban demasiado embobados como para acordarse de la conversación al día siguiente —lo cual era una lástima, porque había muchos poetas en paro y estudiantes que decían cosas interesantísimas para luego quedar ahogadas en alcohol y otras sustancias mucho más espesantes—.

Tanka agarraó firmemente el vaso de licor con su mano buena y tras olisquearlo un poco, y decidir que era de su gusto, lo engulló del tirón.

Un escalofrío recorrió la espina dorsal del obeso marchante de arte, antes de recuperar la compostura y un poco del color de sus mejillas.

—Desde luego, si no fuera porque me encuentro en una certeza absoluta de que no se trata de ello, aseguraría que esto es Miel de Delfos. No obstante, señorito, me alegra poder concluirle que la concatenación alegórica de los sucesos y procesos edulcorantes, aunque beneficiosos de este brebaje, están teniendo el efecto deseado en lo que se refiere al trato de la elocuencia y la reparación de la oratoria de los sujetos afectados por un enaltecimiento del beodismo más afianzado al destinatario más reconocido en mitologías como Bacco.

En lo que se refiere a nuestro ímpetu por una escueta aunque necesaria, pero no desesperada reunión con su Madam Yao, podríamos decir que el artista en ciernes se encuentra en un estado de incapacidad momentánea pero de largo estupor temporal, por lo que aunque nuestros motivos sean los más puros, y probablemente rocemos las epopeyas más épicas por nuestras razones, debemos instar a quién se pueda encargar de derivar nuestra petición a Madame Yao con cierta urgencia.—

 El subastador escucha con atención al barman, e ignora a su compañero borracho en sus alucinaciones producto de la bebida. Le repugnaba el estado de beodo que mostraba aquel hombre, al punto de que pasaba de hablar sin sentidos a ser elocuente por demás. Un espectáculo difícil de digerir.

- ¿Motivo de visita? ¿Qué motivo necesitaríamos?... si le decimos que queremos hablar sobre Ambroise, tal vez nos de algunos minutos de su tiempo, ¿no?

 Trsitán no se percataba de que estaba diciendo casi lo mismo que Tanka, pero su terco ser no le permitía ver más allá de su nariz. Por lo menos esto evidenciaba que la idea de hablar con Madame Yao dando a entender que venían de parte de Ambroise o a hablar sobre él.

Se detuvo en seco. Antes de que uno de los platos de porcelana se estrellase en la barra, fue rescatado por una de las habilidosas del barman. La verborrea —prodigiosamente semiconsciente— de Tanka le obligó a examinar por primera vez a sus nuevos clientes.

—¿Quieren ver a Madame Yao esta misma noche? Creía que lo preguntaban por curiosidad. Lo cierto es que siente cierta predilección por los artistas y es una amante de las antigüedades. ¿Es por algo de eso? Como mencionan al rubio aquel… Él también mencionó una droga parecida a miel, ahora que me acuerdo.
»En ese caso, no creo que tengan problema a la hora de pedir audiencia, pero…

El barman miró de reojo a uno de los guardias del pasillo, preocupado.

—Espero que no lleven nada peligroso encima. A Madame Yao no le gustan las armas, y mucho menos la violencia.

—En efecto mi muy en alta estima de señorito. Dado que la lungüistica avanzada de nuestra situación actual nos permite entrar en un tipo de negociaciones de carácter voluble y de alguna forma cercano a lo esotérico, solicitamos, de forma oficial, providencial, formal, activa y emprendedora una audiencia con la señorita Maddame Yao. Estimo que en el plazo menos longevo de la recepción de su mensaje, y dada la urgencia y lo peculiar y pintoresco del tema a tratar, nos acogerá de buena gana en su despacho de invitados, tal y cómo dicta el protocolo de una mujer de sus cualidades, reputación y opulencia fiscal. En lo referente a si los aquí presentes van de alguna forma armados, la respuesta inmediata podría ser de lo más ambigua. ¿Pues acaso no son las palabras las más pérfidas de las armas? No obstante si está usted preocupado, por otra parte lógico, por la salud y bienestar físico de Madamme, puedo asegurarle que no corre peligro alguno.—

Tanka jugueteaba inconscientemente con el vaso que acababa de vaciar, y de forma involuntaria lo acercó de nuevo al barman para que lo rellenara.

—Si estuviera en su poder y alalcance de su amabilidad hacernos el ominoso favor de contactar con su Maddamme, quizá quiera mencionar cómo palabra clave el nombre de la musa a la que estamos representando. Su nombre, certero, símil de la bondad, que pronunciado bajo los efectos de la dulzura más abusiva, es el de Camille.—

El reverendo se quedó sorprendido por la repentina elocuencia de la que Tanka hacía gala ahora. Parecía que aquella bebida había sido tan revitalizadora que le había devuelto la capacidad del habla, y de una manera mucho más erudita de la que solía hacer gala cuando estaba sobrio. No pudo evitar coger el vaso de Tanka y mirar el contenido que quedaba en él y olisquearlo por pura curiosidad. Había rezado a Dios para que Tanka recuperara algo de lucidez, y había surtido efecto milagrosamente. Aunque la última alusión a la dama del cuadro le había provocado un pequeño escalofrío cuando Tanka pronunció su nombre.

-Pues eso. -Dijo para apoyar la petición del marchante de arte. -Nos gustaría poder reunirnos con ella, si tiene a bien recibirnos. 

El pobre hombre había tenido problemas siguiéndole el hilo a Patrick Tanka. De hecho, le sorprendía la mejora de su estado y procuró anotar mentalmente cualquier cambio en la receta de la infusión que hubiese podido escapársele. 

—Bueno, yo soy un simple Barman, pero aquellos hombres de ahí —señaló a los guardias trajeados que custodiaban el pasillo— pueden atenderles. Estoy seguro que si acceden desarmados y con la única intención de charlar sobre algún tema de su interés, les dejarán pasar.

Acostumbrado como estaba a personas que arrastraban más las palabras, tuvo que hacer un esfuerzo por no quedar mal delante de los caballeros que le interrogaban. Los más avispados pudieron notar unas gotas de sudor frío en la frente del barman.

—Pu-pues eso. Les deseo suerte con sus asuntos de carácter est… egoter… cultural y trascendental, caballeros.

El profesor, con los ojos vidriosos, escudriña a los dos hombres por encima del hombro de Tanka, usando a este último de parapeto para manipular su arma sin ser visto. Quizá no fuera lo más sensato, pero se le antojaba al menos igual de estúpido que meterse ahí dentro desarmado. Con unos movimientos disimulados, fingiendo ayudar a Patrick, Desmond desplaza el escondite de su arma hacia la manga de su chaqueta, a la altura del codo.

- Conozco la hospitalidad de este lugar, amigos. Seguramente podamos disfrutar de alguna otra bebida una vez hayamos entrado. En marcha.

 El estado de Tanka había terminado de convencer al barman, que hasta se mostró nervioso intentando igualar el nivel de complejidad de palabras que mostraba el borracho miembro del grupo. Tristán refunfuña mientras se levanta del asiento para dirigirse junto a sus compañeros a pedir una cita con aquella mujer. Un avispado mirador podría decir que aquel hombre estaba celoso. Hasta se acercó al barman para hacerle una ridícula aclaración:

- Que conste, mon ami... que yo también podría hablar como el monsier Tanka. Pero hoy me duele un poco la garganta.

 Y sin decir más, el orgulloso subastador se levanta y sigue a los demás.

Tanka aprovechó el momento en que sus compañeros se estaban levantando de sus respectivos asientos y taburetes cercanos a la barra del bar, para beberse otro lingotazo del tirón de lo que fuera aquello que el barman le había puesto. Se encontraba en un estado de elocuencia suma, su mente estaba serena y tenía la sensación de encontrarse varios pasos por delante de lo que fuera que el destino les tuviera guardado. —Mon ami, nos verémos, si toooodo va bien, en unash circushtanciassh más prossperash.—

El nuevo lingotazo parecía haber tenido el efecto contrario al original ,y Patrick volvía a tener ciertas dificultades lingüisticas.

Aún así, por lo pronto, y dejándose llevar por su amigo Desmond, se plantó delante de los guardias que custodiaban la entrada a la guarida de la serpiente. Según habían escrito algunos eruditos en unos manuscritos tiempo ya perdidos, debías de guardarte de la mirada directa de la sierpe de varias cabezas o terminarías convertido en piedra. Tanka no tendría mucho pobrema de ser así, pues no llegaba a divisar bien la distancia o los objetos cercanos debido a su alto estado de embriaguez. No obstante, preocupado por la seguirodad de sus compañeros, optó, aunque no era la mejor de las decisiones, por ser él quién fuera en la vanguardia y negociar con aquellos gorillas con rostro de perro y cuernos de alce.

— Caballerosh....shí, entiendo que ushtedes s´hon el epítome dde...de ..la evolución. No me queda duda. Y shiendo shincero, me fasscina que sehean capacesh de elabrorar penshamientos complejos shin la neceshidad de...de...mover los labios...por lo que entiendo que shon unos intelectuales shin parangón. — Tanka levantó su mano vendada con aires de ímpetu y dotes de liderazgo, aunque pronto vió que se equivocaba de mano.

—Solicito....bueno, sholicitamos...—  dijo alzando el dedo índice de su mano buena — audiencia con la dama de los mil....ojos. S¨hi, a la que ustedes llaman, Madam, y yo llamo, Yao. O ustedes llaman jepha, y nosotrosh llamamos....—giró la cabeza bruscamente y miró a los demás que no podían sino mantener su cara de asombro ante tal situación.

Se quedó mirano a Desmond en busca de ayuda aunque la palabra le llegó súbitamente a la cabeza.

—Madamm. Shi..esho es. Querémos hablarr con eya de ashuntos importantes para todash nuestras razash, incluídas la syuas, y la mía, y la de ella—

Los vigilantes enarcaron una ceja al ver cómo se acercaban todos en tropel. De la atropellada verborrea de Tanka, apenas habían entendido el nombre de su jefa. 

—Identifíquense —exigió uno de ellos, adelantándose. Tenía un acento chino bastante cerrado —. No den ni un paso más.

El resto de hombres trajeados a su espalda empezaron a ponerse tensos. Varios de ellos abandonaron su puesto para acercarse a su compañero, con la mirada siempre clavada en los investigadores. En total debía haber cinco de ellos y todos bloqueaban el pasillo.

—Identifíquense —repitió, con un semblante frío pero acechante, como un gran felino a punto de atacar.

El profesor se alza un palmo por debajo de la nariz del tipo de la puerta. Sin intentar pasarse de listo, mide sus palabras para que el portero baje un poco la guardia y quizá les franquee el paso.

- Madame Yao no nos espera, pero bien sé que valorará la información que venimos a ofrecerle. Dígale que tenemos acceso a información sobre Ambroise Allamand y a sus originales y que conocemos el libro. No nos haga perder el tiempo con estúpidas presentaciones, ni a nosotros ni a su jefa. Si no está interesada, nos iremos por donde hemos venido, pero no le conviene bloquearnos el paso y que Madame Yao descubra en unos días que un zoquete le ha hecho perder algo muy valioso.

El profesor hace un gesto que sin duda LeGrille reconoce como indicativo de un entorno delictivo. Desmond sabe que no va a conseguir hacer pasar al grupo entero por capos del crimen, pero al menos puede mostrarse como alguien que conoce la forma de hacer negocios en estos bajos fondos.

Al ver lo que sucede Tanka se queda boquiabierto y perplejo. En el capitulo anterior los dos guardianes antropomorfos con caras de animales fantásticos eran incapaces de moverse mientras la puerta de la enorme sierpe se mantenía cerrada. Sin embargo, un extraño con sombrero y rostro de rapaz se acerca a ellos y comienza a usar un lenguaje numérico musical que transforma los sonidos en colores, y las ondas propulsadas por la escasa corriente de aire en símbolos egipcios y mayas. Todo un espectáculo para los sentidos.

El hombre pájaro parece no estar intimidado por las esculturas de piedra que hay tras e´l, y charla amistosamente, o al menos los colores y los símbolos le dan a Tanka esa sensación.

La puerta de la sierpe cambia contínuamente de colores. Desde el más brillante de los blancos hasta el morado más terrible y finalmente negro. Incluso consigue atisbar ciertos tonos octarinos de luz ultravioleta en un espectro de la corriente iridiscente que termina por colarse entre la puerta de Madam Yao.

Un sudor frío recorre la frente de Patrick, que empieza a sospechar que el consumo desmesurado de alcohol, el brebaje mágico del barman y las drogas suministradas por su amigo Desmond, no ha sido la mejor de las combinaciones, y es posible que le esté haciendo ver cosas que no están ahí, o que no son cómo deberían ser. AUnque existe un dicho indio, de los chamanes que consumen ayahuasca, que dice que ciertas drogas pueden hacer ver el alma y la verdadera forma animal de las personas.

La confianza y la labia de Desmond consiguieron hacer mella en la impasibilidad de los guardaespaldas. El vigilante asintió, haciéndose a un lado mientras le hacía un gesto de asentimiento a sus compañeros.

Al fin tenían acceso libre al pasillo.Sin embargo, antes de que pudiesen adentrarse hasta alcanzar la puerta del despacho de Madame Yao, uno de los vigilantes se percató del estado de Tanka.

—Vuestro compañero —ladró, frunciendo el ceño—. Parece que no se encuentra demasiado bien. ¿Le ocurre algo?