Partida Rol por web

Mi señora todo empezó un día mientras paseaba sobre Venganza cerca de la costa. Fui atacado por sorpresa al sentir un puñal pincharme en la espalda mientras que la persona que estaba detrás mía con un acento extranjero pedía mi rendición. Las opciones eran pocas morir apuñalado o estar en deuda con él pero seguiría vivo. Y así lo convencí de un trato peligroso a la par que favorable para los dos. Yo le protegería y le escondería a cambio de mi vida. El desconocido se presentó como Viserys Targaryen.

Lo escondí en casa durante tres meses. Después me aproveché de mi amigo burgués Oberyn Martell para que lo llevara a Dorne hace un tiempo ya. A cambio, el Targaryen no volvería a pisar mi Castillo nunca más y viviría exiliado de los Siete Reinos.

Otro problema es que por alguna razón Viserys Targaryen ha roto su palabra y ha regresado. 

El Consejo ha determinado que es un peligro que permanezca libre en el castillo ya que sería declararse rebelde al Rey Robert, y esto provocaría la ruina de esta Casa. No puedo tenerlo libre tampoco le pasará nada Lady Ginevra tengo pensado que permanezca bajo arresto en la fiesta y después será embarcado para salir de Poniente. Espero otra vez la ayuda de mi viejo amigo Oberyn Martell para este cometido.

Siento no haberla hecho partícipe del Consejo, tengo pensado que vos tome parte como capataz de los cultivos, ocupándose de que estas tierras vuelvan otra vez a ser productivas y a contratar campesinos para dicho fin. Pero antes debemos de desmantelar el cruel designio que rodea a esta casa de estar bajo un maleficio. Para que otra vez puedan venir los campesinos sin miedo a estos engaños que solo provocará la ruina del servicio y del mantenimiento de estas tierras si no descubrimos a qué es debido esta extraña enfermedad.

Escuchó la historia atentamente, hilando cada acontecimiento. Había sido tan súbita la llegada y partida de Viserys Targaryen, que creyó que formaba parte de una intriga. Le aliviaba saber que todo había estado previsto así, pese a que a su padre no le hubiera agradado del todo.

Se quedó pensando unos instantes sobre qué podría haber querido como para volver. Debía de estar en una situación desesperada, quizá pensó aprovechar la visita para buscar aliados entre los invitados, pero volvió a recordar como lo encontró husmeando en los pasillos.

Escuchó lo del consejo y los planes que tenía para ella. Se sintió confusa. Podía llevarlo a cabo. Pero...

Tampoco creía que fuera una maldición, pero dudaba también de una enfermedad. Recordó aquella noche que aun la asaltaba en sus pesadillas, hace dos años. Sus manos se enfriaron al revivir su trauma.

- ¿Y si es un envenenamiento?

John saludo a su señor y miro a Ginevra con el gesto torcido. Era una buena mujer, dulzura y comprensión dentro de un corazón brillante como el mismo sol al despuntar el alba o la primera estrella de la noche... pero era una mujer y no comprendía que al prestar su brazo estaba haciendo ver a Lord Rhys como un viejo cansado ante un hombre que de ningún modo podía contarse como amigo.
Nada dijo al respecto, se concentro en su detenido. Debía mantenerle tranquilo si quería culminar su mision con bien. Todo lo demás podría hablarse en otro lugar y momento.

- Nos dirigimos al lugar mas seguro, señor.- respondió John.- No es el mas agradable ni el mas cómodo pero su estancia en el sera corta y le procuraremos cuanto necesite para hacerla lo mas llevadera posible.

- Como habrá notado están teniendo lugar algunos hechos inesperados.- dijo refiriéndose a la espada perdida, aunque no tenia ni remota idea sobre ese asunto.- Seguramente no se trate de nada preocupante pero Lord Rhys prefiere no arriesgar vuestra seguridad ni en lo mas mínimo.

Viserys negaba con la cabeza. ¿Y cuál es ese lugar seguro del que habláis? Comentó pues parecía que el segundo mayordomo quería ocultarle la verdad del asunto. Y luego miró a Ginevra, la cuál tampoco entendía que hacía allí. ¿De qué espada habláis? 

La serpiente era astuta y la situación no le agradaba.
- Disculpe las divagaciones de un viejo soldado, señor.- dijo conciliador, preparándose para cualquier reacción que pudiera tener la serpiente de cabellos de plata. Contra mas tardara en decirle, peor podría ser su genio al saberlo, de modo que intento ser natural en su respuesta ya que eludirla daría lugar a retorcidos pensamientos en la cabeza de la serpiente.
- Nos dirigimos a los calobozos señor, nadie va a buscaros allí. Nadie sospechara de la presencia de soldados en ese lugar y no creo que exista ser tan tonto como para meter las narices en el- dijo Kalhan mirando de reojo a su interlocutor.
Era como convencer a un conejo de meter la patita en un cepo por su propio bien.

Entiendo. Dijo algo sorprendido por la medida tomada. Después los acompañó hasta las mazmorras y hasta la celda que le iba a pertenecer durante esa noche. No pensaba que fuera a dormir hoy allí, pero si estaba en peligro era algo que tendría que aceptar.

Lo comprendo. Dijo una vez había llegado hasta allí y se metió dentro de la celda. Por favor, dijo a Ginevra, haz que me traigan mantas, algún libro de la biblioteca y papel y tinta. Aprovecharé para continuar trabajando en mi novela, comenté. Mañana al amanecer venid a buscarme, ¿quién tendrá mi llave?

Año 296.

Evan llevaba tres meses como mayordomo. 

Era de noche, cada uno había ido hacia sus aposentos después de la cena. Evan descendía las escaleras hacia las mazmorras, buscando lo que debía ser la habitación de Sloth. 

Llamó a la puerta del jorobado, esperaba que no estuviese demasiado cansado, pues deseaba hablar un poco con el.

John no sabia si estar contento por la cooperación de la serpiente o preocupado por la misma. Las cosas no solían ser tan fáciles. - Yo custodiare la llave como a mi vida, señor.- dijo Kalhan.- También seré yo quien le traiga cuanto me pida para hacer su estancia mas cómoda, contra menos intermediarios mayor es la seguridad.- explico cuando en realidad no quería que los criados se acercaran a el.

¿Cómo que vas a ser tú el que se encargue de traerme las cosas? Dijo mirando a Ginevra. ¿Acaso no confiáis en ella que está aquí presente y además no has sido nombrado como una persona invitada a la fiesta? No podrás estar pendiente todo el rato de mi, no deberías. El ayudante del mayordomo tendrá mucho trabajo mañana, y el problema de la llave no debería ser un asunto del que se ocupa.

Después hizo un gesto con la mano. ¿Qué tal si me dejas a mi la llave? Así no habrá problema de que nadie la robe o la pierdas, además, si alguien quiere quitármela, tendrán que entrar, lo cuál de por sí es imposible. El mejor guardián soy yo. Dijo tendiendole la mano para que se la diera a él.

Antes de que pudiera hablar y acceder a hacerse cargo de los enceres del príncipe, John llevó la "conversación" por derroteros peligrosos. Antes de ser ayudante de mayordomo, John era un soldado. Siempre queda esa primera esencia en sus acciones. Y alguien tan habituado a peligros y traiciones como Viserys Targaryen no podía ser tan fácil de adular y esperar que cayera en el influjo.

- Traeré yo sus cosas, y me haré cargo. - se separó de lord Rhys, con la delicadeza que pedía la situación. - Perdonadle, siempre desea hacerse cargo de todo. Nadie mejor para servirse que uno mismo... pero hace bien relegar tareas - los miró a ambos, esperando entendieran a donde iba el discurso. - Yo dirijo a todo el servicio, así será atendido prontamente como merece su cuna. En cuanto a su seguridad, creo que no soy la única que no confía en los leones que podrían asomar mañana. - los Lannister le habían hecho daño también, y esperaba lograr una conexión en ese rumbo que calmara al príncipe.

La serpiente se revolvía tal como John temía que hiciera.
No era tonto y si bien no pretendía asustarle tampoco tenia intención de darle la llave a menos que su señor diera una orden clara sobre ello.
- Señor, confió plenamente en ella mas si alguien observa se preguntara el motivo por el que ella baja a los calabozos. Entiendo que la situación es atípica y en vuestro lugar también sentiria reticencias mas he sido soldado y maestro de armas antes de mayordomo, se lo que hago.- explico a la serpiente con plena seguridad en la voz.- La llave no va a perderse y no recibiréis daño alguno, os doy mi palabra.
De inmediato cambio de tema.
- Os traeré con presteza el mejor papel y tinta de calidad, la mejor pluma que encuentre, mantas, cojines y varios libros. ¿Os interesan de algún tema en especial?.- pregunto y añadió.- También puedo traeros buen vino y algo de comer si gustáis.

Viserys sintió como si Jhon no le hubiera contestado a su pregunta. Como si le estuviera tratando de cambiar de tema. Si un invitado soy y queréis protegerme, no veo la razón por la que no queráis darme la llave. A no ser, que estéis tratando de encerrarme realmente y no exista ningún peligro. Viserys empezaba a sospechar del plan del antiguo jefe de armas. Si tanto confiáis en ella, dijo mirando a Ginevra, entonces no entiendo por qué no la dejáis hacer su trabajo. Dadme la llave a mi, yo la aguardaré. Y también traedme una campanita, no quiero tener que empezar a dar gritos para que me oigáis si necesito algo. Después no contestó al tipo de novelas que quería, había sentido que le cambiaba de tema, y no iba a caer en un truco tan fácil.

Si confiáis en mi, dadme la llave. Yo la protegeré, a fin y al cabo, es mi vida la que está en juego.

Lord Rhys se quedó antes de que entraran en el edificio que llevaba a la mazmorra. Solo quería ver que Viserys no presentaba ningún problema para acceder a ella. Cuando vio que todo estaba calmado y conforme se quedó en el exterior. No habían terminado la conversación cuando vio como Lady Ginevra se adentraba en las mazmorras. Lord Rhys solo en el exterior se fue hacia el edificio donde se encontraba su habitación para descansar.

No iba a meterse allí, a menos que supiera tener la llave. Viendo que esto podría extenderse al infinito, o acabar en algo peor, supo que había que actuar en otra forma.

Aun tenía la llave de la sala de consejo...

- ¡Por amor a los siete, John Kalhan! - disparó, como.si estuviera enojada. - Solo hay dos llaves. Cedo la mía a su majestad. Abrid esa puerta, mientras tanto.

Con la etiqueta que su señora madre tuvo tiempo de enseñarle, tras una leve inclinación le entregó la llave que no abriría la celda.

- Debo cuidar de mis primas, pero vuestros amigos os cuidan. Subiré yo por vuestras cosas y la campana. Usaré a un guardia de confianza como intermediario para que suba a la fiesta y me alerte de que debo de bajar.

Con esa medida, quizá no le extrañaría si yo no bajaba tan a menudo, y le daba campo de acción para brindar excusas a John.

- Todos corremos peligro. Son tiempos donde la deslealtad mora en todas partes. No sé si sabrais la historia de mi casa. Mi padre era adicto a vuestro hermano Rhaegar. - no hablaba mucho de ello, pero cuando lo hacía un brillo de orgullo subía a sus ojos - Fue un héroe, y Tywin Lannister lo destruyó todo. Nos amenazan los leones. Un día recibirán su castigo, pero tenemos que ser más astutos que ellos. Y esperar a poder rodearlos del cuello sin temor a las garras.

Dejó que en esa última parte el dolor volviera a acudir a ella. Era algo difícil, tras años de guardar para sí misma sus cargas y penas. Pero debía hacerle saber al Targaryen que había algo de sinceridad en sus palabras. Aun podía escuchar el sonido de los cascos contra los establos, los caballos relinchando de dolor mientras se quemaban, el olor de la carne quemada.

No sabía que saldría de esto, o si de verdad un día todo podría cambiar. Si Viserys era la mitad de lo que fue su hermano, se aplacaría.

Odiaba que las mujeres se entrometieran en asuntos de hombres, aunque fuera estimada Ginevra y fuera con la mejor de las intenciones. Solo pensar que podía rondar cerca de la serpiente le causaba un reflujo ácido en su estomago.
- Cumplo ordenes, señora. Mis ordenes no albergaban la posibilidad de ceder mi llave, pese a lo razonable de la petición.- mascullo entre dientes, como si necesitara una explicación.
Ginevra era lista pero no estaba seguro de su engaño fuera a funcionar. En todo caso la respaldaría ya que dejarla por mentirosa era innecesariamente peligroso.
- Si vos queréis ceder la vuestra nada puedo objetar, salvo lo poco que me place que una dama merodeo por los calabozos.- comento y su voz sonó como la de un celoso guardián. Tal vez miro a Ginevra un segundo mas del debido antes de apartar la vista y volver a mirar a su prisionero. Esperando que de una buena vez se metiera en la jaula para poder y ir a dormir.

Y así lo hizo. Finalmente Viserys cayó en la trampa que entre todos le habían tejido. Habían logrado engañarle para que se adentrara en la celda con la llave falsa.

Sloth tenía que pensar, y mucho, para recordar la última vez que alguien había llamado a su puertas. Todas esas veces habían sido para motivos desagradables. Nadie molestaba a Sloth. Nadie quería entablar conversación con él, reír, confesarle sus penas. Cuando cumplía su labor, el jorobado era relegado a un segundo plano, en la mazmorra. Era algo que ocultar. Útil cuando había que trabajar, malo cuando llegaba el tiempo el ocio.
Tardó en abrir. Se escucharon ruidos, renqueantes, de un hombre enfermo y sorprendido, el sonido del catre, pasos zozobrantes. Cuando finalmente abrió, lo hizo con cuatela. Miró al mayordomo de arriba a abajo. ¡De entre todas las personas del castillo! ¡De entre todas ellas! ¡Era él quien llamaba a su puerta! El trabajo nunca terminaba para Sloth.
Abrió la puerta para que Evan pudiera pasar. La habitación era espartana, una cama con aspecto duro, un pequeño arcón, viejo y mohoso, con sus pertenecias, el trozo de un espejo colgado de un alambre y una palancana con agua y una toalla. No había nada más.
—Adelante, señor. Sloth agradece mucho la compañía.
Si, incluso la de Evan. Esas paredes habían escuchado pocas voces. La suya, sus llantos, lamentos y maldiciones, y las de los presos. Para él, era su hogar, su refugio.

LA TORRE DE LOS CUERVOS.

Sloth atendía a las lecciones con sumo interés. Los animales le gustaban. Eran más gentiles que las personas. El maestre le caía bien. Quería enseñarle y le trataba como a una persona. No era fácil encontrar gente así en el castillo. No para Sloth.
—Los cuervos son como Sloth. Es mejor mandarles hacer las cosas de una en una para que las hagan bien—asintió, conforme con su propia deducción—.Nunca dos machos juntos—murmuró varias veces, tratando de recordar esa norma. Era importate —¿Cómo sabe el Maestre Caleus como sabe cada cuervo a donde sabe ir? ¿Se lo dicen los cuervos? Son...hermosos. ¿Tienen nombre? Me gustaría ponerles nombre—mostró una sonrisa, torpe, quizás no era lo que debía decir, quizás el maestre esperaba un criado más inteligente que tuviera otras ideas, más serias y menos infantiles. Se arrepintió de haber hablado.
Se asomó por la ventana, miró a los cielos. Volar. Sloth pensó que eso debía hacerle sentir a los cuervos muy bien. Aunque luego tuvieran que regresar al palacio. Volar estaba bien. Tomó un viejo papel que había por la mesa del escribano y una pluma. Sus dedos gordos y retorcidos la cogieron de forma complicada. Tomó un poco de tinta y la apretó contra el papel. Sloth tenía una forma rara de escribir pero cuando terminó, le mostró al maestre su pequeña obra; era perfectamente legible.
—El padre del señor enseñó a Sloth a entender los dibujos y a poder contarlos. Hace...mucho tiempo. Pero pocos quieren que Sloth haga esas cosas.

Se encogió entre sollozos, pero poco a poco Kyle supo como consolarla. - Descansa, por favor. He vivido muchos años aquí, he aguardado tu regreso, así que por unos días más… - aunque el tio Thorguen y su primo estaban deseando que se fueran de allí. - Mientras esté contigo, no me importa el lugar al que marchemos. Yo puedo trabajar en lo que sea, la abuela me enseñó a hacer muchas cosas. - Fiona nunca estuvo como una señorita en el castillo.

Observó aquel lugar. Le resultó deprimente. Sloth no disponía de ventana alguna, ni una silla, nada más de lo estrictamente necesario.

Sonrió al jorobado mientras cruzaba la puerta.

- Gracias Sloth, espero no haber importunado tu descanso-

Entró y, al no encontrar lugar en el que sentarse decidió hacerlo en el suelo. Esperaba que Sloth se sentase en su viejo y duro camastro. Poco se había preocupado nadie de que aquel hombre viviese en un lugar poco distinto a la celda en que se mantenía preso a un delincuente.

Suspiró, al menos tenía un techo bajo el que cobijarse y un plato en la mesa cada día.

- Seguramente te preguntarás a que se debe mi visita. Pues verás, eres, de todos, quien lleva más tiempo en esta fortaleza. No solo el más veterano de los sirvientes, de todos,incluso que el maestre o el mismo Lord Rhys.
Realmente llevamos poco tiempo tratando el uno con el otro, a pesar de llevar años y de habernos visto en alguna ocasión nunca había sido necesario ¿verdad?-

Sonrió levemente mientras hacía una pequeña pausa.

-No se si me equivoco mucho, pero tengo la sensación de que eres un hombre de costumbres. Dicen que con la edad arraigan más. Me da pena quien tenga que soportarme cuando me convierta en un anciano- bromeó - Veo que en algunas cosas no estás de acuerdo conmigo, pero igualmente realizas tus tareas, eres trabajador, tenaz y fiel. Si he bajado hasta aquí es porque quiero que sepas que estamos contentos contigo. Y también interesándome por cómo estás, como te sientes y si terminas las jornadas demasiado fatigado. Quiero saber si necesitas algo-

Era obvio que necesitaba muchas cosas, aunque el mayordomo dudaba de que Sloth fuese consciente de ello. Incluso era posible que no se creyese merecedor de más. Evan creía entender un poco al jorobado. Sabía que despertaba lástima en muchos, rechazo en otros, de un modo siempre era discriminado. Evan sabía que ambas cosas le causaban daño al jorobado. Seguramente Sloth tan solo quería ser tratado como un hombre, pues a fin de cuentas era eso lo que era, aunque estaba claro que se había intentado anular ese sentimiento en él. Le habían arrebatado entre todos la dignidad. ¿Sería demasiado tarde?