Partida Rol por web

Estrechó la mano con Kyle sin perder la sonrisa. No sabía muy bien qué hacer a continuación así que se quedó ahí con los dos hermanos, escuchando lo que hablaban.
El comedor era muy grande, y los sirvientes iban de aquí para allá, cada uno con sus asuntos y con sus amistades y/o compañeros. Fiona era una chica más o menos de su edad y muy agradable, por este motivo Evan prefería permanecer a su lado antes que aventurarse por el resto del comedor.
Se oían las risas de los otros mozos de cuadra, estaban sentados al otro extremo de la sala, Evan les miró solo dos segundos. Kyle pudo ver claramente que su intención era quedarse con ellos.(Kyle y Fiona)

La joven observó con inquietud la escena. Sus ojos saltaban de Kyle a Evan, de las manos unidas de ambos estrechándose al rostro desconfiado de su hermano. Aunque estaba sonriente, Fiona sabía por experiencia que Kyle se tomaba muy en serio la labor de cuidarla, pero Evan no parecía esa clase de indeseable.

Apretó los labios esbozando finalmente una media sonrisa que remarcó con timidez sus pómulos. - Por favor hermano acompáñanos en la mesa. - se apresuró a levantarse y colocar un plato y cubiertos justo al lado de donde estaba sentada. Después del palizón que se había dado cazando, tenía que estar hambriento y Fiona tenía esa clase de detalles con su hermano porque le gustaba ser atenta y agradable con él.

El estofado de Jevic de patatas humeaba todavía caliente dentro de una cazuela. Fiona lo destapó y sirvió a su hermano una buena ración. Volvió a sentarse y observó su plato, apenas había comido mientras hablaba con Evan. Aprovechó para cortar un poco de pan y mojarlo en la salsa mientras buscaba con la cuchara una patata que no estuviera machacada.

La pelota estaba en el tejado de los chicos. Ella no sabía muy bien que decir.

Evan estaba recogiendo cosas de la pista que utilizaban para entrenar, dar clases y domar caballos. Algunos mozos llevaban años limpiando estiércol, y veían con malos ojos a Evan. Pues al parecer el jefe de caballos tenía planes para él desde el principio y en poco tiempo el chico ya estaba domando y entrenando caballos y ahora también dando clase a una de las hijas Vaelys. Por este motivo algunos compañeros de Evan, aprovechando que el jefe no estaba y que Evan entró en uno de los cuartillos de los establos dispuestos ya para albergar material, cerraron la puerta con el chico dentro que gritaba para que le abriesen inútilmente.

Fiona habia pasado parte de la tarde preparando un pastel de bizcocho con zanahoria, pasas y crema de natilla. Ese postre era uno de sus preferidos. Se lo había enseñado su abuela Freya y por eso le tenía especial cariño.

Una vez terminó pensó en acercarse a los establos y llevarle un trozo del pastel recién hecho a Evan. No sabía si al chico le gustaría pero si no se lo ofrecía nunca lo sabria.

Evan y Kyle habían empezado a hacer buenas migas. Y eso que la primera vez que se vieron su hermano estuvo un poco a la defensiva con él.

La criada partió a los establos paseando tranquila con una pequeña cesta. Próxima a las cuadras escuchó unos gritos en el aire y miró a su alrededor sobresaltada.

Corrió hacia el establo y comprobó más de cerca que la voz era de un hombre. -¿Evan eres tu?! - preguntó alarmada. -¿Qué te ocurre? - quiso abrir la puerta pero no pudo. Entonces entendió que se había quedado encerrado. Toqueteó frustrada el candado y las cadenas que cruzaban el paño. Ella no podía abrir. Necesitaba pedir ayuda.

Fiona pudo comprobar como sus palabras acerca de la heredera, y hermana mayor de la casa disgustaron a su amiga hasta el punto que soltó sus manos y su mirada se volvió gélida por un instante. Por suerte ella ya la conocía y sabía que ese era su temperamento, restó importancia a ese hecho y la observó en silencio. La falta de objetividad de sus padres para con todas sus hijas mostrando cariño y un trato igualitario por todas brillaba por su ausencia.

En el fondo lo único que quería ella es que las hermanas se llevasen bien, pero el orgullo de unas y otras y el favoritismo de los señores metiendo cizaña no ayudaba en la tarea. - Me gustaría que hubiese armonía en la familia Alyra y que todas fuerais uno. Yo... solo tengo a mi hermano Kyle. - bajó la mirada un tanto triste. Pero no insistió con ese tema porque las dos tenían cosas más importantes de las que hablar, como el baile, la fiesta.

Ambas recuperaron la sonrisa rápidamente. - Nunca se sabe. - le dijo a Alyra con un brillo de ilusión en los ojos. - ¿Cómo crees que serán esos caballeros que vengan a pretenderos? - ya se estaba poniendo a imaginar sus rostros e historias, para eso era muy imaginativa. Se colocó sentada apoyando sus codos sobre las rodillas mirando a Alyra como una niña traviesa. - Quizás venga algún caballero del norte, fiero, hosco y de rostro adusto, nunca he estado en Invernalia ni lo bastante cerca de las tierras hinóspitas y desiertas cercanas al muro. Ni siquiera he visto a un Stark, y eso que mi madre era familia lejana de ellos. Dicen que tienen los rasgos alargados, como de caballo. - rió divertida.

Conversando más sobre sus deseos y la labor que le encomendó su señor padre, sonrió con alegría a su amiga. - Yo estaré ahí, aunque mi tarea sea servir a los invitados. - tomó la mano de Alyra y la acarició. Alzó la vista. - No dejaré de pensar en vosotras. Rezaré para que los hombres que se os acerquen sean lo más honestos posible. Todos no serán avariciosos y malvados. - le guiñó un ojo sonriendo con complicidad.

Después de eso su amiga se levantó y sacó de su armario un bonito vestido de color lavanda. Se lo mostró a Fiona con una sonrisa. - Oh - entreabrió su boca por la sorpresa, se acercó con curiosidad hasta donde estaba para observarlo de cerca. - Es precioso. - deslizó su mano por la tela suave y fina. - ¿Pero que dirán los demás si aparezco en la fiesta vestida tan elegante*? - quizás a Lady Myriah no le gustase que una de las sirvientas no supiese vestir acorde a su status. Fiona tampoco quería destacar esa noche, el vino volvía deslenguados a los hombres.

- Unos lazos serían hermosos y un recogido también. - sonrió. - Y hablando de cabello ¿Qué tal si te lo cepillo? - la cabellera morena de Alyra era preciosa, a Fiona le encantaba cepillarla y acariciar con sus dedos la suavidad de sus hebras.

Pronto comprendió la graciosura de sus compañeros. De nada servía aporrear la puerta. Siguió llamando a voces por si alguien le oía o si regresaba el jefe de caballos. De pronto una voz se oyó al otro lado de la puerta, una voz totalmente inesperada.
-¿Fiona? ¿Eres tú?- cómo se alegró, estaba seguro de que ella haría todo lo posible por ayudarle, tenía muy buen corazón, quizás el más noble de toda la fortaleza.

-¡En la zona de las cuadras de los señores! ¡Allí debería haber un juego de llaves colgado de un gancho!- Esperaba que ella lo encontrase. Los establos eran bastante grandes y los caballos de Lord y Lady Vaelys estaban resguardados en uno de los extremos, junto a los ponis de sus hijas. Esperaba que ella conociese los establos, de ese modo lo encontraría pronto.

-Si, soy yo! - gritó acercándose a la ranura del portón. Evan le explicó donde se guardaba un juego de llaves. Gracias al cielo porque estaba a punto de salir a buscar a Kyle o a Thiago, quien seguro sabría como sacarlo de allí.

Se apresuró a ir al establo de los señores. No solia pisar aquel territorio, ver los caballos le traía recuerdos nostálgicos de su yegua. Además la suciedad y el mal olor no le gustaba.

Buscó angustiada las llaves entre algunas herramientas, palas y horcas que habían por allí hasta que las vio y corrió rápido donde estaba Evan.
-Las tengo! - gritó nerviosa pero contenta. Abrió el candado y sacó la cadena. -Evan! Estás bien? - preguntó preocupada al muchacho fijandose en sus ojos azules.

Salió del cuarto con cara angustiada. Miró a Fiona y asintió.
- Que suerte que vinieses por aquí. Si no hubiese sido por tí no sé cuánto rato hubiese estado ahí dentro. El jefe de cuadras no volverá hasta el atardecer. Hay un par de mozos que la tienen tomada conmigo, y el resto no hacen nada, ni a favor ni en contra, simplemente se mantienen al margen-
Explicó a la joven con expresión un poco preocupada. Realmente habían empezado con palabras susurradas cuando pasaba a su lado, después algún empujón disimulado al encontrarse por los pasillos y ahora esto. Evan no sabía hasta dónde estaban dispuestos a llegar, pero algo le decía que no terminaría aquí.

Miró a Fiona algo azorado, no por vergüenza de que le hubiese visto en esa tesitura, si no más bien como diciendo que algo tendría que hacer él para remediarlo, aunque no era plato de su gusto. Se había prometido a sí mismo que no volvería permitir esos abusos.

Descubrir el regalo que Tyler le traía le produjo una grata alegría, y sacó maravillada el delicado adorno, inmediatamente enganchándolo en la trencita que tenía ha hecha, pero solo adornada con un lazo de cuero, con una sonrisa en los labios.

- es maravilloso, realmente me sorprende que se haya dado cuenta de este detalle en mí, muchas gracias - terminó de arreglar el regalo en su mechón oscuro y lo dejó caer sobre su hombro, realmente le había fascinado - uso estos adornos desde hace mucho tiempo, pero en verdad me sorprende que se haya dado cuenta de eso - hubo un ligero carmín nuevamente en sus mejillas, pero antes de recibir algún comentario sobre eso, se puso de pie - ¿desea galopar a mi lado un rato? - se giró hacia él, el viento helado sopló y meció su largo cabelo castaño obligándola a tener que arreglarlo detrás de su oreja para que no cubriera su rostro.

De venir de otra persona, de seguro Alyra se hubiera ofendido demasiado, pero viniendo de Marvin, sabía que lo hacia de buena fe y el cariño que entre ambos había crecido y que ahora lo hacía reconocer su valía, más allá de su rostro y sus virtudes de doncella, se daba cuenta que Marvin la veía como un igual, aunque sentía la necesidad de cuidar de ella y evitar que su vida peligrase, Alyra tomó las manos de Marvin, ambas y las estrechó, fijando su mirada en los ojos del castellano.

- cuidad de mí, pero no me encierre en una jaula de oro, que mi espíritu rebelde se alzará con fuerza, pero prometo que escucharé sus consejos y en los problemas, recurriré a usted - aclara que acepta, aunque en sus propios términos, como sólo así podía ser - lo juró, realmente - aprieta mas las manos de Marvin en una caricia dulce. De ahí, lo suelta, y pone sus manos detrás de su espalda dándole la espalda y caminando hacia la ventana que se encontraba abierta.

- y sobre mis habilidades, sabemos que sólo servirán si me transformo en la señora de la fortaleza de Sangre, de lo contrario no seré escuchada, nadie lo haría, ¿quién lo haría?, para casi todos, sigo siendo la penúltima hija, la pequeña Alyra y más temprano que tarde, sería enviada lejos - se detiene mirando hacia afuera - la verdad es que el testamento es un juego macabro, pero una oportunidad, o así lo veo - piensa en voz alta, - a veces lamento ser así, quizás si fuera más inocente, más fantasiosa como Lenia, o mas despreocupada como Tabitha sin lugar a dudas sería más feliz, benditos aquellos que vive en la ignorancia, porque la ignorancia candorosa es la felicidad de las almas simples - reflexionó, arrugando ligeramente el ceño.

- ¿me protegerá ahora?, en esta empresa  - se giró hacia el hombre. había un gesto serio su rostro, un gesto lleno de una convicción pero que no se fundaba en sueños de una adolescente, sino en un proyecto concreto, una empresa como ella lo llamaba. Alyra tenía trazado un plan, y lo ejecutaría aunque fuera sola.

No quiso decirle a su amiga que dudaba que existiera paz con sus hermanas, no quiso decirle que respecto a ellas, se sentía terriblemente sola pues, con Astrid, la relación era mala, con Tabitha, no había mala relación, pero no había nada en común, y con Lenia... con ella ya no había relación, Alyra no soportaba la traición, y Lenia había cometido ese acto con ella, de ahí que ahora estuviera tan reticente a cualquier acercamiento con su hermana y la relación de intima que había entre las dos había sido destruida por los actos de su hermana mayor. Sólo le quedaba Mira, pero ella era muy pequeña aún para compartir sus pesares, de ahí que sólo le quedara Fiona, su amiga e intima, pero con ella aún no podía contarle sus tristezas. Sentía miedo.

- ya... cepillámelo, luego, yo haré lo mismo con el tuyo - volvieron a la cama, y ella se sentó con las piernas dobladas en la cama, y comenzó a soltar su cabello, en especial un pequeño adorno que usaba desde su cumpleaños en el cabello, y que debia ser un regalo preciado - pues, no sé si te dirán algo, pero es un vestido sencillo y hermoso, creo que te verás hermosa - estaba de espalda a su amiga, mientras ella podría pasar el cepillo por su cabello - y no me he puesto a pensar en quienes vendrán, de hecho creo que ni me importa, no... no lo hace - se encogió de hombros, y mordió su labio inferior, había algo que la mortificaba, pero prefirió no hablarlo - creo que no podría interesarme ningún hombre, o si lo hace, tendría que hacer muchos méritos - llevó su mano a su corazón, un corazón roto* y que la había apagado y quitado el aire, pero no las ganas de vivir. 

- pero estoy segura que será una aventura, eso sí - infló un poco sus mofletes para darle un vuelco a sus pensamientos.

Le alegró sinceramente que le gustase su presente. La joya prendida en su cabello resplandecía más, contrastada la plata y la piedra sobre la melena oscura ahora brillaban y desprendía tonos azules y verdes luminosos. No estaba seguro de si Alyra sería realmente consciente de la mujer hermosa que ahora era.

Cuando le propuso cabalgar sonrió y asintió, poniéndose en pié dispuesto para ayudarla a subir a lomos de su caballo, Indómito.

-Será un verdadero placer-

Mientras removia el estofado que su hermana le había servido, Kyle no dejaba de mirar a Evan. El chico le había sorprendido al quedarse con ellos a comer, ya que cualquier otro se hubiera marchado por incomodidad. - Así que nuevo mozo de cuadras... No sabía muy bien como continuar la conversación. Pese a que quería proteger a Fiona, el chico aun no había hecho nada, por lo cual no podia insultarle o intentar humillarle. Lo mejor seria intentar obtener más información sobre él, para así hacerse una idea de las intenciones del mozo. - ¿De dónde vienes? ¿Dónde naciste?, si me permites las preguntas.

Marvin se acercó a ella, acortando las distancias, pero dejando un pequeño espacio para permitir a la dama moverse plácidamente. Parecía que lady Alyra, la más joven hija de su señor, si no contaba a la pequeña Mira, era la que cargaba en sus espaldas el peso del futuro de la casa. No se veía ambición en sus palabras, sino preocupación genuina por el destino incierto de la Fortaleza de Sangre, su hogar, el baluarte de los Vaelys.

- Milady Alyra, ni yo ni nadie podrá nunca encerraros en una jaula, sea de oro o de acero valyrio. No existe celda capaz de contener lo que sentís - pronunció con una leve sonrisa en la cara, buscando aliviar tensiones, ya que el momento estaba cargado de ellas - . Sólo hay una cosa en todo Poniente que pueda limitaros: vos misma. He de confesar que me sorprendéis. Poseéis una serie de virtudes que muchos otros nobles, señores de casas, incluso reyes, carecen. Demostráis tener los dones de establecer metas y alcanzarlas, algo que no todos saben o pueden hacer. Creedme, os valoro como mi superiora. No únicamente por ello, sino por vuestro carácter. A veces es difícil apreciar que sois tan joven, ya que mucha gente de edad más avanzada que vos tiene sus ideas mucho peor estructuradas - no deseaba( ni cabía en su mente) referirse despectivamente a ninguna de las otras damas Vaelys, así que no mencionó ningún nombre.

De nuevo, el castellano entabló contacto visual directo con los ojos de la noble, señal de la creciente confianza que estaba alcanzando en esta conversación. Pretendía escudriñar sus sentimientos, ver el estado emocional en el que la muchacha se encontraba. Una gran parte de él quería abrazarla como ella misma había hecho poco rato antes, diciendo a la vez que todo saldría bien y que no se preocupase.

- Sabéis que siempre podréis contar conmigo. Os protegeré en cualquier empresa que iniciéis, milady, y contra cualquier mal - respondió bajando la cabeza, en señal de reverencia y afirmación a la pregunta de la muchacha acerca de sus pretensiones y planes futuros.

Estaba un poco nervioso.
-Pues... nací en Desembarco del Rey, y empecé a trabajar muy joven. Llevaba unos años con mi jefe y mentor, vine hasta aquí con él. Posee su negocio al nordeste de Desembarco, no en ninguna ciudad en concreto pues básicamente son prados y pastos sobretodo.-

Miró su plato y tomó un poco de comida, aunque los nervios le cerraban el estómago.

Se notaba que en ese momento prefería no hablar mucho de lo que había dejado atrás, esperaba que Kyle no quisiese más detalles.

-Me ha contado Fiona cómo llegasteis vosotros. Ganaste el torneo de tiro con arco. Debió ser glorioso.-
Jamás había visto un torneo, pero debía ser excitante, y si además se ganaba algo incomparable.

Se levantó de la cama aún llorando, estaba helada, ni las pieles, ni el calor del hogar podían sustituir el abrigo cálido que necesitaba. Sus brazos cerrándose en torno a ella. Gal.

Lloraba porque lo necesitaba, se sentía muy sola rodeada de los Ironsmith, dentro de ese mundo gélido que se había convertido su hogar y su vida al servicio de sus crueles caprichos.

El norteño lo era todo, era su luz, en ese instante, la única compañía que deseaba tener a su lado. La joven sentía con mucho pesar su partida y el despertar abrupto de su sueño inconcluso.

Las lágrimas seguían cayendo por sus mejillas congestionando su dulce y joven rostro, desmerecedor de tanta desdicha. Fiona se acercó a la ventana observando los rayos que rasgaban el cielo. Pensó que si salia al exterior, no habría diferencia entre ella y la lluvia, porque su corazón también lloraba por dentro desbordado. En su interior se libraba una tormenta de sentimientos que no la dejaban descansar.

Azorada por el afecto no correspondido que sentía por Gal no creía poder encontrar consuelo esa noche. Lloraba y lloraba. Que cruel era el destino, que incluso en sueños le ofrecía ilusiones imposibles de realizarse en la vida real que tanto detestaba.

- Regresa por favor. - se lo pidió a los dioses antiguos pensando en el pequeño bosque de dioses que había sobrevivido en las tierras verdes y frondosas pertenecientes a sus tíos. Levantó su pequeña mano y la acercó al frío cristal de la ventana. Permaneció unos segundos así perdida, observando el cielo infinito y la lluvia cayendo sin cesar sobre las montañas.

En su sueño lo había sentido abrazarla, era real y palpable... Sus labios la besaron dulcemente como lo hicieron la primera vez. Fiona lo había abrazado mostrando por él su afecto, correspondiendo a su beso de manera apasionada. Se sintió querida y creyó que jamás desapareceria.

Se dio media vuelta sollozando. Su pequeño cuerpo se movía despacio bajo una de las pieles en las que estaba envuelta. Regresó a su cama de plumas y volvió a hacerse una bolita. - Gal... - lo llamaba triste y llena de necesidad. - Vuelve conmigo aunque solo sea un sueño... - y entonces una última lágrima cayó por su mejilla, sumada a tantas que ya había llorado. El sueño tuvo piedad de ella y la abrazó para que no sufriera más.

El follaje crujía bajo sus pesadas botas, caminaba pausadamente como si midiese cada uno de sus pasos, pensativo, recordando.
Su mirada vagaba entre los arcianos, sus ojos observaban la nada y lo miraban todo, sus blancos, enormes y gruesos troncos, llenos de vida con cientos de años sobre sus raíces asentadas con fuerza, permanecerían allí aún cuando él hubiese muerto.

Sus ramas fuertes, nudosas y largas se entrelazan, abrazaban unas con otras, cubiertas de hojas color rojo sangre que al ser atravesadas por los rayos del Sol veraniego arrojaban focos de luz carmesí sobre el suelo forrado de verde.

Gal caminaba con las manos cruzadas en su espalda, su camisa, medio desabrochada, permitía que el templado aire que circulaba entre los árboles refrescase su torso.Escuchaba los cantos de los pájaros y oía las voces de la naturaleza, susurrandole en un idioma que nunca entendería, respiraba profundamente, aspirando el dulce perfume de las flores, cerraba los párpados, para potenciar sus otros sentidos, uniéndose con el bosque.

Caminaba entre los arcianos, admirando su salvaje belleza, mirando sus caras talladas, escudriñando sus ajados rostros buscando respuestas que no sabía si encontraría. Debería de estar feliz, había regresado a Bosquespeso, su hogar, había sobrevivido a una guerra y lo que tanto ansiaba ya lo tenía. Pero no era feliz, algo le faltaba, una ausencia en su alma persistía y esa ausencia tenía nombre. Fiona.

Esa dulce muchacha, de figura esbelta, menuda y frágil le había dejado una marca imborrable, aquella muchacha de pelo largo y ojos marrones intensos como la madera había tocado su alma, sin haberlo querido, ese beso robado que creía ser un capricho, había sido algo más y aún así la dejó. Su prioridad era Bosquespeso dijo, pero su hogar no había sufrido, se había cuidado bien y Gal estaba complacido por ello.

Pero Fiona, la dulce Fiona no le abandonaba, Fiona persistía en su corazón y un fuerte sentimiento por ella se acrecentaba cada día que pasaba, tenía que volver a por ella y verla de nuevo, pero ¿ella querría verle a él? Dudaba pues la había dejado aquel día, pero necesitaba saberlo. Su cabeza bullía de preguntas, de dudas sin solución y necesitaba respuestas ¿Recuperarla o intentar olvidarla?. Por eso se encontraba él sólo en el bosque arciano, quería estar con el árbol corazón a solas y buscar respuestas.

Necesitaba claridad en su mente y los Dioses le ayudarían, los Espíritus del Bosque hablarían con él y arrojarían luz sobre sus dudas , guiándole en el caos que poblaba su cabeza. El árbol corazón le escucharía y le otorgaría la razón que tanto necesitaba.

-Fiona..- susurró mientras seguía caminando hacia el Árbol Corazón.

Al salir del establo se percató de la mala cara de Evan. Ella también mostró su descontento con la situación haciendo una mueca. - No está bien que te traten así. - dijo apenada. - El jefe de cuadras tendría que saber que tus compañeros no se comportan como tal. - quizás aquello no fuese lo ideal, y Evan tuviese que sentarse a hablar con los mozos de tu a tu para intentar solucionar sus diferencias con ellos, aunque Fiona deducía que la situación era más bien un abuso por celos que por causas justificadas.

Miró de reojo su cesta en el suelo y se acercó alargando el brazo para recogerla. Sonrió a Evan. - Te he traído algo dulce. - abrió despacio la cesta y le mostró el trozo de pastel. El color naranja de las zanahorias destacaba sobre el bizcocho. - Si no te gusta se lo podemos dar a los caballos. - se echó a reir.

Sus ojos continuaban fijos en el plato. Masticaba despacio como una señorita las patatas que se deshacían en su boca cuando su hermano interpeló a Evan preguntándole sobre su procedencia.

Desembarco del rey... - pensó la muchacha conteniendo su emoción. Nunca había estado tan al sur. Ni siquiera había visto el mar. Pensando en ello el recuerdo de Galbart Glover asaltó su mente. El señor de Bosquespeso se cruzó en su camino regresando de la  contienda. La conversación esa mañana se desvió hacia la naturaleza, describiéndole a Fiona como era el mar en calma y embravecido. Algo que la joven calló y prefirió guardarse para ella.

- Esa ciudad me resulta interesante. - dijo Fiona. - La fortaleza erigida por los dragones. ¿Alguna vez has estado ahí Evan, has visto de cerca a gente de la corte o de la realeza? - preguntó con curiosidad.

Kyle recordó el torneo de tiro con arco cuando Evan lo mencionó. Fué glorioso, si, pero por qué gracias a su victoria había encontrado un nuevo hogar para él y para su hermana. - Fué un gran día. Con un poco de suerte también. Kyle no se sentía bien alardeando de su puntería. Había conocido a muchos señores, caballeros y soldados a los que le gustaba alardear, y siempre le había dado rabia esa actitud. 

Iba a preguntar algo más acerca de Desembarco del Rey, pero su hermana se le adelantó.