Partida Rol por web

- Por eso mismo y no otra cosa les propuse Don Francisco. - asiente Rodrigo al militar, al que tiene en alta estima por su servicio al país y arrojo. - Esto no es otra que una guerra les digo, aquestas bestias, lobos con piel de cordero, le han declarado guerra al Santísimo y a su iglesia, ¿verdad Fray? - mientras habla Rodrigo palmea el hombro del cura con energía, como para transmitirle fuerza en estos duros tiempos en los que la casa del Señor se ve asediada.

- Tengan a bien ser juiciosos buenas gentes, que lo que necesitamos es una mente curtida en la sangre y el desempeño por los demás, un bienhabido que sepa partirse la espalda por los demás. Pero tan cierto es como esto que vuesas mercedes son bien libres de poner su confianza en cualesquiera que crean oportuno, no va ser este pobre carpintero quien les obligue a nada. - Y aunque parece que ya ha dicho todo lo que tenía que decir, el ebanista añade un último apunte antes de callar. - Y ya que hemos entrado a vereda profunda... Que me aspen si yo hubiera pensado que diría esto otrora, pero tampoco vería a mal que una mujer bien aviá hiciera las veces de la alcaldía. No es tiempo para andarse con melindreces con estos menesteres. - Se dirige especialmente a Inés, a la que hace un gesto de reconocimiento inclinando la cabeza brevemente.

Mireille escuchó las palabras de algunos hombres...

- Hombretones hechos y derechos... típicos machismos de aldea. Buah... 

E hizo un gesto de desdén con la mano. 

- Por favor, busquen excusas mejores que esas para descartar a gente y hablemos de méritos y propuestas desde una posición inicial de igualdad en la que estamos todos. Hombretones...  ¿acaso también van a usar argumentos tan vagos para decidir sobre las vidas de la gente? 

El chico no tocaba de nuevo, no era un buen momento.

- En mi caso pienso igual que antes, me basta que quien mande lo haga con calma pero sin frenarse, para mi la señora Beatríz sería la más preparada para el cargo, más aunque no ve escucha con gran maña, pero le puede ser incómodo cada jornada, al no ver ejercer como se manda, e incluso así y algo malhumorada, se que escuchará las opiniones de todas tramas, labrando como mandamás cada día de la semana. Preséntese quienquiera, pues al ton de quien ordene siquiera, mi flauta siempre estará dispuesta, ¿y ustedes buenas gentes que callan por precabidos? No se harán con pensamientos claros, si temen a mostrarlos.

Las palabras de Miguel de Leon aún resonaban en su mente. Si, sin duda, esto era cosa de todos, y conocía a ese buen hombre, siempre le había tratado bien cuando otros le despreciaban y le costaba creer que detrás de sus palabras podría haber algo más que la verdad. Este hombre solo quería mediar si hacía falta, y cumpliría con su responsabilidad, como siempre había hecho, levantándose de madrugada además de para hacer el pan, para cumplir con las tareas propias de su cargo. Sí, sería un buen alcalde

El empellón de Rodrigo pilló al fraile desprevenido y a punto estuvo de hacerle caer de bruces. Se incorporó con toda la dignidad que pudo lograr reunir y se acomodó su hábito colocando cada cosa en su lugar.

-No me dió a mi a entender de guerras el Altisimo, más os puedo asegurar Don Rodrigo que lo que aquí acontece no es obra de buenos cristianos-.

Luego se volvió hacia Rodrigo el niño -Hábil y rápido eres de mente muchacho, más también eres rápido de lengua y, al margen del vello que cada cual posea en las barbas, el ser lenguaraz es un vicio impropio del cargo de alcalde- torció el gesto un tanto malhumorado y continuó -En cuanto a las mujeres, poco puede este humilde siervo de Dios opinar, de mis parroquianas puedo decir que buenas gentes siempre me han parecido, y de las que frecuentan otras "parroquias" nada puedo decir-.

Y entonces por fin alguien votó de manera oficial. 

¿Cómo eran esas votaciones? Ponían mendrugos de pan que habían quedado en los almacenes de comida y los ponían en un cesto delante del votado. ¿No es ingenioso? Tal vez los letrados pudieran tener otra idea, pero no en un pueblo como Castroviejo donde por vez primera se estaban celebrando unas elecciones de este tipo. ¡Luego imbuidos de ese espíritu que llamarían "democracia" nuestros antepasados, inventarían nuevas maneras de votar con pan y cestos! 

Pero el tiempo apremiaba, querido público, aquel que no participara de la asamblea o no votara en las veces posteriores, se quedaría con su miga de pan y contaría en su contra* 

Faltaba poco tiempo para decidir quién sería el alcalde y no todos habían intervenido. 

Una mujer se presentaba a alcaldesa. A Ramiro no le importaba, los artistas eran gentes liberales, y si votar le ayudaba a ganarse el apoyo de una moza a la que pudiera luego intentar cortejar, tanto mejor.

-Pues no sé yo si alguien va a demostrar ser mejor candidata que Mireille, pero ha demostrado ser valiente. Eso ya hace que le apoye.

La vieja Bocanegra, sentada en uno de los bancos de la plaza del pueblo, escuchó estoica, a sus vecinos. Cacareaban como gallinas mientras unos y otros se presentaban para tomar las riendas del malhadado pueblo.

Fueron los necios los primeros en hablar y en presentarse al cargo. ¿Un enterrador como alcalde? Era una caricaturesca idea que le hacía negar la cabeza, indignada. Más la intervención de Catalina encendió los malos modos de aquél que pasaba más tiempo entre muertos que con vivos.

-Pueblo de oportunistas- masculló mas solo para los oídos de su lazarillo.

Solo las generosas palabras de Ramón consiguieron cambiar,  por un segundo, la sobria expresión por una mueca de satisfacción. Quizás debía darle alguna vez algunas dichosas monedas cuando tocara aquella infernal flauta. Pero rápidamente su idea se esfumó, cuando el chico aludió el malhumorado carácter de la vieja.

Beatriz, cansada ya de tanto parloteo y con ganas de volver a su cómodo sillón, rompió su silencio golpeando su vara al suelo repetidas veces. Y cuando hubo callado a todos sus vecinos, se dispuso a levantarse, no sin dificultad, de su asiento.

-Ya he escuchado suficientes majaderías por hoy.- dijo con  voz cansada.

Alzó su conocido dedo acusador y sin tener ninguna certeza si señalaba a sus vecinos, habló. – Mis queridos vecinos, durante largo y tendido rato os he escuchado en silencio. Y aunque llenos de… de  “bravura” habláis, es vuestro orgullo el que os domina.  – Su dedo índice señalaba a un vacío entre vecinos, pues sin la ayuda de su ayudante, no podría orientarse.

-A menos que propongáis soluciones al tema que nos concierne, ninguno obtendrá mi voto hoy.- sentenció en su habitual tono amenazante acompañado de la mirada grisácea y ciega de sus ojos.

La desgastada voz de Pedro vuelve a sonar entre los aldeanos mientras se soba su poblada perilla. Entre tantos, la vieja ciega llama su atención — No orgullo, señora Beatriz. Aunque en el fondo lleva la razón que traen las palabras de Ines de Suarez, sin cuestiones de confianza hay buenos gestos que no pasan de ahí— tose este arriero, y añade — Hacía mi referencia anterior a alguien con diferente asignatura, de mayor sabiduría y disciplina, si se me permite añadir — Pero el tiempo corría y ya eran varias las personas propuestas, muy diferentes a las que esperaba ver. Pedro, sin nociones... otorgaría su apoyo al que mas cercanía le transmitiese desde su persona u oficio. Aunque algunos factores empezaban a descontarse en tan horrorosas circunstancias. Sin mas vueltas — Claro queda, que lo afrontaremos todos — y tanto — Mas así, sumemos la importancia de hablar, dejar hablar, y con lo mismo, intentar evitar que nadie se quede atrás -o se esconda- entre las pequeñas tareas de aquel que hagamos alcalde, sea quien sea. También lo han de vigilar en pos de una tranquilidad para la que uno se ofrece a llevar el cargo, no es complicado, pero tampoco basto sencillo — Esperaba algunas opiniones mas.

Inés seguía atenta a todos los movimientos, pues era la primera información que obtenía de aquellos lugareños...

Le sorprendió que Ramiro votara a Mireille como si fuera la única mujer que se había presentado, ¿quizás Inés no había sido demasiado clara? En cualquier caso, no quería dejarse llevar por el orgullo, así que lo dejó pasar y se dirigió a Ramón Gutiérrez...

Señor, permítame que le pregunte, ¿entonces declina su propuesta para apoyar a Beatriz? Inés no entendía este movimiento, a fin de cuentas no le había parecido que otra mujer se ofreciera al puesto...

Disculpen vuesas mercedes mi ausencia, mas era el deseo este hombre de letras oír a todos los candidatos. Tras escuchar vuestras razones, creo que podría haber acierto en elegir a cualquiera de ustedes, mas tal vez me decante por Lázaro en premio a su audacia. O tal vez Inés de Suárez, puesto que a la moza se le aprecia buena sesera y entendimiento minucioso.

Notó cierta reacción en Inés de Suarez cuando apoyó a Mireille. En realidad, nadie supo si era porque no se había percatado de que se había presentado o de su preferencia por las pelirrojas el que hubiera nombrado a una y no a otra. Aún así, creía que debía dejar claras sus intenciones y pensamientos.

-Mis disculpas, señorita de Suarez, no descarto apoyarla a usted si me demuestra que vale para el cargo o si alguien más decide apoyarla. Ambas mujeres me han parecido igual de valientes, y para ser sincero, usted ha demostrado una buena labia y don de gentes hasta ahora.

Mireille le había parecido sincera cuando tachó a muchos de machistas, pero igual no le parecía mal una mujer más conciliadora. Qué duro era para él siempre elegir entre dos mujeres, aunque fuera para el cargo de alcaldesa.

La intervención de Ramiro sorprendió y extrajo de sus pensamientos a Inés... parecía que le había leído el pensamiento. Un detalle por su parte. Gracias por sus palabras, le dijo asintiendo con la cabeza lentamente.

Entonces miró al resto... Dado que el tiempo apremia, espero que los que aún no han dicho nada participen, al menos para dar su opinión, así como quien quiera proponerse a alcade y no lo haya dicho aún. Por cierto, entiendo que los que nos hemos propuesto, salvo novedades, nos votaremos a nosotros mismos ¿no? Seguía a la espera de la respuesta de Ramón... Igualmente habrá que hacerlo oficial... Por lo que mi voto será para mí misma a no ser que algo o alguien me haga cambiar de opinión. 

Las fuerzas de la Ordenanza tomaron el pueblo y, al son del bastón de mando de su Capitán, obraron las labores de clausura sobre nuestras libertades.

Un mentón desafiante junto a una mirada de soslayo a las botas que patrullan sobre los adoquines de la calle Mayor son mi única respuesta al estado de sitio que se nos impone.

- Ni que esto fuese Padua - murmuro entre dientes dando la vuelta y continuando mi paseo matutino por las otrora repletas calles del pueblo.

Dónde antes las gentes del populacho se agolpaban por cuatro migas de pan, ahora ni los perros pastan por los restos de nuestra miseria.

- Vergonzoso - comento en relación al penoso estado en el que ha quedado el pueblo de Castroviejo.

Pero mi ánimo nobilesco no decae. Como es de esperar, la sangre azul que corre por mis venas impulsa mi paso al ritmo de laud palaciego, y camino altiva hasta el lugar que centra las votaciones por aquél o aquella que dirigirá esta achicada barca hasta encallarla en algún perdido malecón del olvido.

Comienzo a tararear una melodía mientras escucho las distintas argumentaciones de los postulantes.

Por supuesto, estos asuntos de  laboratores no me concernen.

- Dad falso poder al pueblo para que se crea en santa potestad de elegir, cuándo en realidad la dicha solo recae en aquellos elegidos por don divino de nacimiento. - pienso con una media sonrisa. - Sólo los nobles tienen el poder de decidir en base y obra de Dios. -

Pero mi pedancia y petulencia no terminan ahí, en el linde de mis limitados pensamientos. No, el orgullo me obliga a pronunciarme entre las gentes.

- Aquel o aquella que sea elegido, soportará sobre sí una pesada carga. Una carga que sólo los nobles han nacido para llevar sobre sus hombros. - Miro a todos los postulantes a alcalde y, por último, a la representación clerical - Pues sólo Dios ha concedido a dichos hombres y mujeres la entrega y el arrojo necesario para llevar dicha carga. Sólo espero que aquel o aquella que salga elegido sepa estar a la altura -

Y dicho esto, me siento junto a la fuente para lanzar mi miga de pan, mi voto, a las palomas. Una dama noble como yo, jamás debería inmiscuirse en estos asuntos de la plebe.

Adela pareció regresar de su mundo con la intervención de Beatriz Bocanegra

No me gusta la actitud de aquellos dijo mirándola que presumen con altanería de no querer entregar a nadie su voto. Queda claro que aquí, excepto cuatro privilegiados cuya identidad desconocemos, nadie sabe nada. Ninguno tenemos motivos de peso para votar a nadie. Pero no me parece que esto sea una razón para retirarse de la votación, y mucho menos con los aires de superioridad con los que usted ha hablado. ¿O acaso quiere decir que los que sí queremos votar estamos siendo unos necios y unos irresponsables? No, señora Bocanegra, lo que es irresponsable es huir de la votación. Los que no lo hacemos estamos intentado salir adelante de esta encerrona en la que nos encontramos, aunque no sepamos muy bien cómo.

Sí, es cierto, un inocente aldeano puede equivocarse y entregar su voto a un hombre lobo sin saberlo, pero existen muchas más posibilidades de que eso no suceda. Y mientras tanto, no nos olvidemos de que los hombres lobo pueden moverse y entregar sus votos en base a una estrategia. Para combatir el hecho de que se puedan organizar ahora mismo solo tenemos la estadística a nuestro favor. Intentémoslo, pues.

Dicho esto, me gustaría que saliéramos de esta votación con un alcalde o alcaldesa valiente y combativo pero que sepa mantener la calma, escuchar y atender a sus responsabilidades. Estas condiciones ya excluyen a un par de candidatos que se han enzarzado en atacarse con nimiedades que nada tienen que ver con el cargo al que aspiran. Por estas razones, creo que voy a votar a la señorita Mireille de Remu, cuyas intervenciones han sido, a mi parecer, cautas y sensatas. Y rezo a Dios por que este voto no caiga en malas manos. Dijo depositando su mendrugo de pan en la cesta de Mireille.

Adela se retiró de nuevo a su lugar en segunda posición, aunque con un paso bastante más firme de que utilizó la última vez.

- Yo quisiera agregar algo más -interviene Miguel. Sobre todo en respuesta a lo dicho por vos, Doña Inés. 

Primero y antes que nada, deseo agradecer a don Francisco por el voto de confianza. Y en segunda instancia lo siguiente: En realidad propuse mi candidatura para intentar dar otra opción, ya que si las sospechas del capitán son correctas, y yo luego de la masacre que hemos visto me empiezo a inclinar por que sí lo son, tranquilamente uno o más de los propuestos para alcalde podría ser uno de los que acechan en las sombras para asesinarnos y terminar con Castronegro para siempre. Mi propuesta, que cumpliré por mi honor, de dejar las decisiones en manos del pueblo, tenía el objeto de quitar algo de poder a nuestros enemigos en las sombras, ya que si además de cazarnos por las noches también tienen peso cuando intentemos identificar a los culpables, nuestro pueblo caerá, mas pronto que tarde.

Dicho esto, yo no voy a votar por mi mismo. En principio, y salvo que escuche propuesta mejor, la suya es la que voy a apoyar, Doña Inés. 

En viendo que las razones de Inés eran buenas y que era menester elegir al alcalde con cierta premura, don Diego de Narváez decidió pronunciarse.

Creo que es razón de otorgar mi voto a doña Inés. Para un alcalde más vale razón que osadía y vos, Lázaro, me parecéis hombre honesto, mas poco reflexivo.

Otras candidaturas he visto que pudieran haberme hecho cambiar de parecer, pero de todas es esta la que más me convence. La razón que me lleva a discurrir de esta manera es que a doña Inés se la nota mujer solícita y bien dispuesta, o dicho de otro modo, poco dada a descuidar sus tareas, lo cual es menester si se quiere que el can siga siendo perro y no lobo.

- Adela, Ramiro. No tengo palabras suficientes para mostrar mi agradecimiento a vuestra confianza y las palabras de apoyo recibidas. 

Las primeras muestras de apoyo habían envalentonado a la joven francesa a postularse como candidata a dirigirles. Había escuchado a vecinos demandar "programa", ella sólo podía decir claramente lo que creía que un líder tenía que hacer.  

- No temáis, prometo compromiso, implicación y lealtad al grupo. Seré sensata, mantendré la compostura, intentaré hacer partícipes a todos los aquí presentes y mi ideario inicial es que votemos públicamente (públicas, barullo o privadas) el mayor número de veces posible para conocer los caminos e intenciones de los presentes. Creo que durante los inicios es lo más prudente y lo que más información nos puede proporcionar para desenmascarar a los hombres lobo que nos acechan. 

- Eso de la votación pública me ha gustao señorita, ahora que lo barrunto. - comenta el ebanista. No se le había ocurrido, pero eso era algo importante para que los lobos entre ellos no se aprovechasen de la confusión y tratasen de engatusarles con sus malas artes de criaturas malignas. Apañado estuvieras si esta tarea dependiese de tí nada más, botarate, se piensa el ebanista al darse cuenta de lo tosco de el plan que el había propuesto antes, que consistía en apalear a los lobos sin más. ¿Mas como quieres apalearlos si ni verlos pudieres, alcornoque? El pobre carpintero nunca ha sido precisamente un estratega aunque sepa unir dos y dos, y al darse cuenta de lo importante que es que haya una mente preclara al mando, toma la decisión de votar a la mujer que tal revelación ha suscitado.

- Tenga mi voto también moza, que la veo bien dispuesta. No me lo tenga a mal Don Pedro, que yo le se bien curtido y mañoso, pero aquí la señora pareciera que se fuera a arreglarselas con soltura en este entuerto, como se las arregla mi Lucía para encajar todos los huevos en la despensa cuando yo no encuentro hueco para meter la mitad sin que se rompan. - Rodrigo deposita su mendrugo en el cesto de Mireille.

Ramón escucha y cuando le preguntan por la mujer ciega responde...

- no la retiro, tampoco la afirmo, más ella misma no se ha propuesto, creo que su "buen" mal humor, le aportará seriedad en el cargo, pero no se ni si lo desea, ni si se ve capaz, más perdieron por el momento votar al enterrador, para que llegado mi momento, que visto puede que llegue al son del viento, tan raudo como espadón al cuello, me entierre y al menos alguien acuda a despedir a mis huesos, pues sin carne yacerán devorados por las bestias al no tener remedio para escapar y estar en nuestras encerradas casas dentro. Quizás el juglar que entre barrotes veo, pueda escapar y hacer de mi un buen muñeco, pese a que mayor sería el merito, si llegado el día viajo con el y en un buen cuenta cuentos me vuelvo. ¿¡os acordaréis de mi titiritero!? ¿¡como algo más que un poco de carne y dos huesos!? - esperando ser tal vez inmortalizado alzó la voz en un llamamiento, tal vez inútil pero lleno de sentimiento.