Partida Rol por web

La escena me cala hondo, la imagen de Vasily quizás desangrado en el suelo hace que mis sentimientos se colapsen en un grano de arroz, apretando contra cada esquina con estallar, con hacer que mi bestia desencadene lo que podría ser una masacre con todo aquello que se me cruzara por delante.

La sangre, como siempre es llamativa... demasiado atrayente en algunos casos, noto los colmillos rozando mi lengua ligeramente, sintiendo la punzada de hambre y necesidad que siempre que el liquido carmesí dominaba la escena hacía agitarse al ser que luchaba por salir al exterior.

Aún así consigo doblegarla con algo de fuerza, consigo retenerla y así de nuevo calmar el pensamiento para poder tomar decisiones correctas y no llevadas por el hambre.

La escena hace que me planteé cosas cuando llega Steff allí, puedo notar su presencia y la de otro ser acercandose a toda prisa.

¿Risas...? Esos cabrones...

Pero no es el momento, cualquier decisión hace peligrar la vida de Vasily cada segundo. Escucho lo pasos de Steff saliendo de la habitación y reacciono antes de que termine de salir.

- Steff, no dejes entrar a Hamza, cierra la puerta. El peligro está fuera.

Esperando que me haga caso, me agacho llegando hasta él. Mi ropa se mancha de sangre, pero no importa, ya se lavará.

Le zarandeo un poco buscando respuesta, buscando que se mueva ligeramente.

Ha perdido mucha sangre...

Se que quizás no lo apruebe, pero ahora mismo es el único modo que se me ocurre para salvarle y mantenerle con vida, siempre hay esperanza.

Me llevo la muñeca a la boca, abriendo una pequeña herida por la que brota mi sangre y se la llevo directamente a los labios.

Vamos Vasily... se fuerte...

Asiento a las palabras de Mariela y cierro la puerta antes de que Hamza pueda llegar haciendo un gesto con la cabeza y quedandome dentro por si hay mas problemas, echando el cerrojo. Recorro con la mirada la estancia, buscando otra salida. Hamza se ocupara de los que hay fuera si nos llegaran a atacar, me preocupa mas los que pueda haber dentro. Una puerta al fondo, me encamino hacia ella para comprobar si esta cerrada y si puede abrirse desde ambos lados

Maldita sea, tuve que traerme la pistola, pero tenia que preferir ponerme este maldito traje antes que...

Una mirada a Mariela y a Vasily, cada vez me parece mas una encerrona que otra cosa.

La voz de Sejmet llena la sala, al menos durante un segundo. Las risas cesan, dejando paso a un silencio plagado de sonrisas macabras. Éste es su momento... Su rostro deformado puede mostraros un único sentimiento: violencia.

Son suicidas de su propia causa. Bestias que buscarán la muerte, en vosotros, en sí mismos. Ya nada es suficientemente importante... Ya nada es reversible. Como una risa rota, la rabia permanecerá en vuestro aire, rodeándoos.

Cita:

El nosferatu más cercano a Sejmet aulla, grita, brama, llamando a la sangre, a la lucha, a la pelea. Quiere un enfrentamiento, como todos los suyos, llenos de una ira irrefrenable.

Sejmet se avalanza sobre él, a su derecha, mientras éste responde a su movimiento, tratando de apartarse llevado también por una velocidad vertiginosa, que sin embargo no parece suficiente. Su voz se ahoga al contestarte mientras tus garras se clavan en su carne, hiriéndole de un modo salvaje.

- Ríe... mientras aún tengas labios... bestia.

Su cuerpo recibe el dolor, con un aullido y una sonrisa absurda, incoherente, adentrándose en una realidad diferente a la que compartís. Una realidad dónde el pecado es gloria y el dolor es un don. Su sangre le permite un nuevo movimiento, potencialmente devastador, llevando su puño contra el rostro de Sejmet (contrataque con Celeridad*).

Mientras, Esmeralda cumple su función en la manada, protegiendo vuestra espalda, siendo el enlace entre los dos grupos que formaís, separados por una puerta, por una habitación... Dándose cuenta del engaño, de la trampa preparada de antemano.

Su piel se cubre, mutando y trascendiendo, mejorando su resistencia y su fortaleza. Es la sabiduría de la Sangre que llena vuestras cuerpos, siempre ansiando la supervivencia, siempre ansiando nuevos anocheceres, hambrienta de inmortalidad...

La misma sangre que albergan los corazones de vuestros enemigos. Sangre que aún les permite existir para enfrentarse a vosotros.

El cañón de su pistola humea llenando la sala con el ruido sordo de su disparo, certero y preciso, buscando el pecho del nosferatu más cercano, junto al que se debate en lucha encarnizada con Sejmet. Éste prevee la trayectoria, y amaga un giro... demasiado lento, demasiado tarde.

La bala acierta en su hombro, dolorsamente, mientras su rostro parece componer una mueca de amargo placer... anticipando vuestro siguiente movimiento... Apenas ha gemido... La caricia de la bala le imposibilita levemente, es obvio en sus movimientos. Pero apenas se ha inmutado.

Decidido, Dominic trata de agilizar la resolución de la pelea, de portar la justicia de Dios contra los seres impíos e impuros que os atacan, que buscan vuestra aversión y vuestro odio...

Nadie duda. Nadie se plantea por qué. ¿Por qué ellos? ¿Por qué vosotros? Sólo luchaís, llevados por el Instinto que os ha bautizado, que dio nombre a vuestras almas...

Su espada arde, enfurecida con un honor tan puro y fervoroso como su propia alma... Y nada puede detenerla... Su filo se hunde en el estómago de la horrenda mujer, mientras su voz quebrada en alaridos os traspasa, del mismo modo que la hoja penetra en su cuerpo limpiamente, hasta volver al exterior...

Un tajo tan terrible, tan fieramente honesto, tan indetenible...

La voz del nosferatu que aún queda libre rompe los gritos, llena de una cólera intensa... enfermiza, enloquecida, mientras su rostro es salpicado por la sangre de su hermana, a través de la hoja de Dominic.

- ¡Yo os maldigo! ¡Os maldigo a vosotros, y al usurpador que ocupa el puesto del Verdadero Obispo! ¡Maldigo a esta Secta de hipócritas salvajes! ¡La Madre Oscura caerá sobre vosotros! ¡¡Morderemos vuestros corazones!!

Su mirada os examina, como la visión de un rapaz buscando presa... Hasta hallar unos ojos receptivos... Los de Esmeralda. Sus pupilas negras se centran, focalizadas... un brillo extraño y nauseabundo emerge en ellas... Hasta llegar a ti.

Es extraño. Como si el tiempo no existiera... Oyes susurros, miles de susurros, a tu alrededor. Cientos, como agujas de cristal haciéndose pedazos, siseantes.

- Irás al Infierno... Pagana.

- Tengo tus cabellos...y tu sangre...

 - Comienza el ritual...

- ¿Te gustan los muñecos budú?

Sientes miles, cientos de pinchazos ficticios, aullidos... Llenando tu mente de imágenes, de recuerdos convulsos... Te recuerdas a ti misma, ascendiendo la tierra que te cubre, muerta, llena de hambre.... devorando a dentelladas a otras mujeres, a tus amigas.... como una salvaje, como una caníbal... Recuerdas el dolor de la primera muerte... de la condena que aún te pesa.... Casi puedes sentir como el sol besa tu piel, recordándote que eres un ser maldito, impuro...

Tu mente parece enloquecer, mostrándote cientos de ritos, exorcismos... Cruces y cánticos deseando repeler a los que son como tú... Rechazándote como a un monstruo, maldito, condenado...

No eres libre.

Nunca has sido libre...

Sólo obedes la muerte que corre por tus venas...

Nunca has elegido nada...

Eres una eterna víctima...

Una bruja moderna, condenada a la hoguera del sol. No importa cuanto tardes en llegar... Tu muerte espera. No eres inmortal... Tan sólo gozas de un tiempo robado. Morirás... Como todos mueren.

Voces, susurros, cánticos. No está ahí, NO PUEDEN estar ahí, pero los oigo cristalinos a mi alrededor. Siento el picor en mi piel, la quemazón de los pinchazos malditos, la condena eterna que merezco, de la que ME SE merecedora. Mis pecados aparecen ante mí, mostrados con crudeza, aunque me niego a verlos. No, no son reales, no es la verdad, no sucedió así. Las voces me contradicen, me acusan, me maldicen. Me niegan mi derecho. Siento el escozor del sol en mi piel, mientras siguen susurrando. Me rechazan, me condenan.

• ¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOO...!!

Mi grito desesperado niega las visiones, los sonidos, los recuerdos deformados. Como si alejar los propios fantasmas fuera asi de sencillo. Dejo que mi pasión y coraje se mezclen, que el calor del momento y la violencia me ayuden a soportar lo insoportable. El odio. El odio es el mayor arma, la más peligrosa. Al mirar de nuevo hacia los monstruos, los veo con una nueva perspectiva. Ya no es solo su físico corrupto, sus rostros descompuestos en imágenes de horror. Es su maldad, una nueva forma de horror, un alma insana y despreciable que provoca que un sudor frio de sangre recorra los pliegues entre las escamas de mi piel de serpiente.

Pero las voces no cesan. Son impuras, malignas, despreciables.

Son irreales.

Pero luchan por su propia realidad. En mi cabeza, enloquecida por el poder de la sucia mente del monstruo.

Monstruo al que odio, al que aborrezco, un hechicero impío que no merece su poder.

Que no debe usarlo más.

Esa mera idea aleja las voces. Mis ojos se abren desmesurdamente, y mis nuevos colmillos se muestran en una mueca salvaje, con los ojos encendidos en sangre, brillando con la rabia que solo la violencia puede mitigar. La violenta explosión de mi arma, descargando mi odio contra el hechicero.

No se lo harás a ellos.

Esto no.

Los segundos parecen demasiado cortos. Es como si todo os empujara, hacia una u otra decisión. Hacia actos, sin tiempo para pensamientos.

Y sin embargo, aún así, ambas sois capaces de mantener la calma. Vuestras mentes os alejan de la tentación de la sangre, mientras tomaís decisiones. Mariela logra evitar el mayor riesgo, dándose cuenta del peligro que contrae la situación.

Hamza y la sangre no es siempre una ecuación perfecta... Ya le habeís visto fuera de sí en más de una ocasión, y sin duda, éste no es el momento.

Cita:

Steff asiente, y se dirige a Hamza, reteniéndole lo suficiente como para evitar que se acerque a tu posición.

Mientras, te arrodillas junto a Vasily, inerte, y le ofreces tu propia vida, salvando la suya. Su cuerpo, primeramente inerte y lacio, recibe las gotas de tu sangre, sin movimientos...

La aprensión nace en tu pecho, descorazonada...

No puede ser...

¡No puede ser!

Poco a poco tu vitae cubre sus labios, de un modo extraño... sin poder diferenciar el color de tu sangre con el de la suya, cubriendo el suelo, manchando tus ropas. Hay tanta... Demasiada.... No hay heridas que hagan eso en un cuerpo.

Es cómo... ¿Magia?

Mientras cabilas, llena de dolor, tratando de fijar tus ojos en el rostro pausado de tu líder... Sus ojos se abren del todo, mirándote, con sus pupilas clavadas en ti, llenas de una angustia nueva.

Su voluntad no niega tu regalo, permitiendo que le alimentes, que le hagas regresar poco a poco. En cuánto tiene fuerzas suficientes toma tu brazo por sí mismo, bebiendo de ti... Hasta que considera que es suficiente... Tal vez mucho antes de lo que tú le hubieras ofrecido.

Besa tu herida, cerrándola, con los ojos mojados y acuosos... Llenos de un agradecimiento inexpresable.

Su voz brota, despacio, mientras trata de incorporarse, alejándose de la puerta. Sus palabras son una súplica.

- Corred... Corred, Mariela. ¡Iros! ¡¡Iros!! Ésto es sólo una trampa... Por favor...

Nunca antes habeís oído a Vasily pedir algo por favor. Nunca... Ni siquiera pareciera capaz que pudiese pronunciarlo...

Lo que ocurre debe ser sin duda una gran amenaza.

Cuando llego a la habitación mis hermanas ya están en el interior. El gesto de Steff parece preocupado, y sólo puedo percibir la espalda de Mariela, observando algo, petrificada.

No son buenas noticias...

Como tampoco lo es el aroma que intuyo, que me llama, que me besa en silencio, prometiendo caricias nuevas, placeres prohibidos, secretos... Vitae... Ambrosía líquida que ya he probado.

Es tan intenso... tan dulce...

Casi me obliga a cerrar los ojos, y apenas me he acercado. ¿Cuánta hay? Nunca había sentido nada así... Es como si estuviera en todas partes, rodeándome...

Cita:

Mi mirada busca enclarecerse, mirando la nuca de Mariela, el rostro de Steff, que camina hacia mí con decisión, tomando mis hombros, reteniéndome.

- ¿Qué ocurre? ¡¿Qué está pasando?! ¡¿Y Vasily!?

Mi mirada busca a Steff, mientras mis manos sostienen también sus brazos, sin llegar a zarandearla, pero terriblemente alterado.

- Ésos cabrones... ¿Qué es esa Sangre? ¿De quién es? ¡Steff!

Mariela intentando hacer lo que se puede, Hamza deseando entrar y yo en medio de ambos. Le miro a los ojos mientras me sujeta de los brazos.
Su voz se mezcla con el susurro que viene de mis espaldas.

Tranquilizate replico con gesto serio, cierro los ojos antes de volver a abrirlos, Creo que lo sabes aunque no quieras admitirlo, espera aqui o... el susurro, mas bien un grito. Giro la cabeza mientras intintivamente busco la navaja que llevo en el liguero.
Mierda susurro mientras busco Mariela cubrele con la capa, tenemos que sacarle de aqui. Hamza por Cain, esta noche necesito que estes centrado, no pienses con ira. Tenemos que sacarle de este lugar y llevarle a un sitio seguro. Nuestro hermano, nuestra sangre doy un paso para que puedas pasar

Esta bien, no te preocupes, Mariela ha echo lo necesario. Cuando salgamos se pondra mejor, deberias llamar a Ivan y que traiga el coche.

Una encerrona desde que llegamos, sabia que tenia que haber traido un arma mas que esta maldita navaja, pero tenia que venir guapa. La ultima vez que piensas como toreador y no como asesina

Abre los ojos, parece que se está recuperando...menos mal... A veces era sorprendente el poder que tenía la sangre en los nuestros. Lo que se conseguía solo con un poquito de vida, lo que eramos capaces de soportar solo alimentandonos...si, eramos monstruos...

Su cuerpo se mueve aferrandose a mi brazo, tomando la vitae ya por propia iniciativa. La sensación es placentera, no puedo evitar relajar un poco las facciones de preocupación ante su ansia, ante su hambre, ante esta sensación.

Para y cierra la herida, quizás ha sido demasiado poco, pero por ahora seguro que bastará. Aunque quizás sea pronto para moverse.

Cita:

Sus palabras hacen que vuelva a mi la preocupación, mirando por un momento a izquierdas y derechas buscando el origen de la amenaza, silencio...

Se que lo que dice, lo dice porque sabe que es así. Pero yo no puedo hacer como si nada y marcharme de allí, no es típico de mi. Y de echo esta vez tampoco va a conseguir que cambie mis costumbres.

- Saldremos todos juntos de aquí, o moriré en el intento. No puedo abandonar a mi familia...¿Espero que lo entiendas?

Intento con todas mis fuerzas [Y con potencia] levantarle y cogerle al hombro para poder sacarle de allí, Steff ha hecho un buen trabajo reteniendo a Hamza. Ahora teniamos algo más complicado, Salir vivos de allí.

El engendro gruñe y se queja bajo mis garras, lo cuál me hace dibujar una sonrisa macabra de satisfacción en el rostro, oliendo la sangre que emana a borbotones de su vientre, casi podría paladearla...
El resto de mundo que nos rodea pasa a un plano algo secundario, oigo el estridente grito de Esmeralda pero enseguida es sustituido por el contundente sonido de su pistola así que supongo que ya se ha recuperado y no debo preocuparme excesivamente por ella.

Mis manos abandonan a mi víctima por un momento, porque eso es en lo que se va a convertir y creer lo contrario le convierte en un iluso.
Intenta golpearme con mayor rapidez de la que esperaba, aún así me muevo de forma ágil hacia uno de sus costados para intentar esquivar el golpe en la medida de lo posible y hundir nuevamente mis armas, mis propias manos, en su carne pálida y putrefacta.
Le despedazaré cómo un león haría con una hiena ruidosa y estúpida. Prescindible, traidor a su propia Secta, no merece mi escasa piedad y no la tendrá. Ninguno de ellos.

Mi acero se hunde en la corrupta carne de mi enemigo, ahora solo tengo abierto mi tercer ojo, es el demonio que habita muy dentro de mí quien dirige ahora mis crueles actos. La sangre de la criatura me salpica en la cara mientras se retuerce por el dolor, me relamo casi lascivamente, apenas puedo controlarme, me siento casi en éxtasis.

Tu mente se llena de ira y arrojo, de decisión, alejando las horrendas pesadillas durante un tiempo... Suficiente para reaccionar, para luchar, para enfrentarte a ellos. Tú y tu manada haceís frente a la amenaza, juntos. Y se lo demuestras en cada nuevo gesto.

Pueden verlo... Éso muestra tu nuevo disparo. Es tu entrega, hecha hierro, directa a su corazón... Es tu lealtad. Nadie hiere a los tuyos sin encontrar tu cólera.

Las balas vuelan, definidas y concisas, sin dilaciones, sin distracciones, impactando en su pecho, atravesándolo. Si fuera humano no vería un nuevo anochecer... Su voz se quiebra, llenando la sala con un aullido, mientras sus manos cubren las heridas, sin dejar de mirarte.

Podrías jurar que su mirada arde... Consumida por un odio atroz... Hasta que... Desaparece.

No se trata de una palabra vana. Es real. ¡Desaparece!

Su cuerpo deja de existir. De estar ahí, de poder percibirse. Sin más... Sin explicaciones.

Ni un sólo sonido, ni un gesto, ni un rastro. Ni siquiera un olor. No existe... Pero sabes que ha estado ahí. Que lo has herido...

Tras la nueva acometida del nosferatu, tu cuerpo se impone a tu mente, reaccionando incluso antes de que te des cuenta. Es un finta apurada, pero suficiente. Lo esquivas, sin agilidad, sin maestría, pero con eficacia. Su golpe no impacta contra ti...

Y te sientes suficientemente viva como para responder su ataque, sin indulgencia, con fulgor, con ira e instinto. Tus golpes avanzan contra él, veloces, fugaces... Pero no logran alcanzarle. El rostro deforme de tu oponente dibuja una sonrisa torcida e hiriente, enajenada...

- Yo soy igual que tú... No puedes vencerme... Esta noche, soy el monstruo que hay tras el espejo de tu rostro... salvaje.

Sus músculos reaccionan, llenos de la misma vitalidad sangrienta que te nutre, respondiendo a tu velocidad con una velocidad mayor, lleno de brío, de adrenalina... muerta... Hasta que su ira llega al culmen, deseando tu sangre, buscando tu boca con su puño, cerrado con tal fuerza que sus nudillos crujen, lanzados contra ti.

El filo de tu hoja, en llamas, atraviesa el cuerpo inerte de tu enemiga, ahogando su risa, llenando tu oído con un leve sollozo entrecortado por la sangre, balbuceante... Sientes la propia fuerza de tu embestida, la violencia del acero desatado, tu odio, tu Bestia.

Lo peor de ti cabalga libremente, buscando Sangre, buscando Muerte... El Infierno es sólo este momento... Y es tan dulce... Tan macabramente indómito que parece hacerte olvidar la cordura, el tiempo y el espacio. Has nacido para este sabor, para el olor de la carne cercenada, para la lucha y la masacre.

Eres un demonio angelical... La Hueste purificadora de un Dios enfermo y débil, carcomido por seres impíos... La Venganza de un Dios hastiado... enfurecido.

Sientes las manos de tu enemiga, sosteniendo tu arma, durante unos segundos... Hasta que tu hoja se desliza alejándose de su carne, y ella cae de rodillas. Aún atada a la no-vida... y sin embargo llena de un dolor desconocido...

Tan intenso...

Nada había penetrado así en su conciencia... Nada tan... dulce... Su rostro te busca, sonriendo casi con ternura, con agradecimiento. La Madre Oscura tiene ahora un tributo, una mártir... Sedienta del dolor que puedes dispensarla.

Y sin embargo, tu mano elije otro objetivo, atacando al Monstruo que lidera a los reflejos oscuros que se os enfrentan. Apenas tiene tiempo para mirarte, para aceptar el fuego de tu furia, y sonreír...

Mientras una nueva risa absurda e incoherente brota de tu enemiga arrodillada, manchando el suelo con sangre sucia e indigna.

El monstruo recibe mis impactos. A pesar del sudor, del mareo, del cansancio. A pesar de la bruma que se adueña de mi mente, de los susurros ignorados, de las visiones fantasmales. El hechicero no puede con mi voluntad férrea, con mi eterna dedicación. Otros pueden verme como un ser frívolo y abandonado a su mero disfrute, pero ese es su error. Que erren cuanto quieran, que se confíen. Que amenacen mi determinación con falsas visiones y pesadillas de niños pequeños. Me río de todas ellas, y las explosiones de mi arma devuelven el golpe multiplicado.

Si yo tuviera tal poder, no lo usaría de un modo tan burdo.

No mereces tal poder.

Solo mereces mis balas, perforaciones en tu cuerpo, estigmas sangrientos como pago a tus pecados. Es lo que mereces y lo que obtienes, monstruo. Ya no ríes, ¿verdad? ¿Donde están tus carcajadas, tus provocaciones? ¿Quién ríe ahora? ¡¡Yo río!! ¿Donde están esas risitas siniestras, vuestros desplantes, vuestra oposición...?

¡¡NO ESTÁ!!

¿Donde ha ido? Estaba delante de mí hace solo un segundo, nuestras miradas se cruzaban, mi sonrisa le insultaba. Podía ver sus manos ensangrentadas, taponando las heridas supurantes que le atravesaban el pecho... Y ahora nada. Como si nunca hubiera estado aquí. ¡¡Pero estaba!! Y se ha desvanecido...

Reacciona, Esmeralda, tus hermanos te necesitan...

No tengo tiempo para dilucidar lo sucedido. El hechicero no está, es momento de preocuparme de los que siguen aquí. Dominic continúa con su particular batalla sangrienta. No precisa mi ayuda.

Un monstruo yace ya en el suelo, y se dispone a dispensar al siguiente el mismo trato. Dominic es una fuerza imparale, tan insondable como destructiva. Nunca le he comprendido, y puede que jamás llegue a hacerlo, no como a otros. Pero agradezco tenerle de mi lado.

El otro deforme se las está viendo con Sejmet. La salvaje lucha bien, con instinto y rabia. Nadie como ella sabe dejarse llevar, y sus dañinas garras ya han probado la carne del Nosferatu. Pero éste continúa haciéndola frente, con un velocidad y ferza que le hacen peligroso. Es el momento de ayudar a mi herm...

Levanto mi arma de nuevo, pero la bruma regresa para asediarme. Las voces continúan lejanas, apartadas de mi lado por la fuerza de mis propios gritos interiores. No me detendrán, aún no, no mientras mis hermanos corran peligro. Luego ya no importará, las voces podrán devorar mi mente, las visiones podrán anular mi cuerpo. Cuando mis hermanos estén a salvo, cuando sepa que no precisan de mí, que no les puedo ser de ayuda.

Mientras tanto, ¡¡Apartaos de mí!! ¡¡Dejadme en paz!!

Las explosiones apartan todo atisbo de alucinación. Ofrecen un bálsamo curativo, un camino entre la niebla. Mi arma busca el cuerpo del monstruo que se atreve a atacar a mi hermana, que osa poner sus sucias manos sobre mi sagrada familia.

-¿Qué te hace pensar que no puedo vencer a mi reflejo monstruoso...?- pregunto de forma retórica, recordando por un momento algunas de las frases de Steff cuando pretendemos entrenar. Quizá es que no son capaces de ver más allá de las apariencias... Y puede no sea una gran guerrera con experiencia, pero sé defenderme bastante bien y desde luego todo aquel que prueba mis garras no suele querer repetir.

Mi cabello alborotado y desenredado del recogido original todavía baila y me envuelve debido a la velocidad desorbitada de nuestros movimientos. Debo admitir que no esperaba que fuera tan rápido pero no es que eso vaya a detenerme precisamente... Sin riesgo no hay emoción, y sin una lucha equilibrada no hay mérito.

Mi sonrisa se tuerce en una mueca burlona cuando su puño pretende acercarse a mi cara, moviéndome nuevamente para hacer caso omiso del golpe.
Los colmillos surgen de mi boca, emitiendo un rugido gutural y animal, salvaje. Yo también soy un monstruo, no lo niego. Dejo surgir a mi instinto depredador y a parte de la Bestia que nos recorre a todos para enterrar mis garras en su carne putrefacta y regodearme en su derrota. No podrá evadirme eternamente.

Mi filo se vuelve a abrir camino en las entrañas de mis enemigos, casi puedo sentir el sabor de su sangre…tan dulce, tan calida en esta noche tan fría…

El cuerpo de Mariela se llena de una fuerza que conoce muy bien, demasiado bien... No es producto de la sangre. No es necesario. No proviene de los oscuros poderes que la noche le otorgó... Nace de su alma, de su brío y su carácter, hirviente. La fuerza que otros muestran desorbitadamente, que los enloquece... En ella es simple y pura voluntad, de hierro, que se impone ante el mundo, que la permite realizar proezas, que la muestra su camino.

Ahora, su fuerza nace de su lealtad. Sostiene a Vasily, cargándolo, sin mellar en su resolución. Él es su familia, y parte de su vida y su corazón, si es que alguna vez fue cuna de sentimientos.

Avanza despacio, mientras Hamza trata de actuar correctamente y olvidar el desasosiego vengativo que le acosa, abriendo las puertas por las que entró, deseando poder calmarse para pensar fríamente. Era el sigilo el arma capaz de estremecer el mundo. El filo gélido el que más rápido penetraba en un corazón... Debía calmarse, y hallar paz. Hallar un foco interior, suficiente, hasta el momento adecuado...

Mira a Steff antes de dar un paso al frente, agradeciendo sus palabras y su apoyo. Era ahora cuando la mano tendida de un hermano era más necesaria. Era ahora cuando se sentía parte de vosotros, de la manada. Cuando recordaba que no estaba solo. Que era vuestro Ductus, y debía velar por vosotros.

Pero la imagen de la sala que abandonásteis no logra calmarle en absoluto. El olor de la sangre vuelve a llegar hasta vosotros, fresca, aún caliente. Pelea... Pelea y gritos, combate.

Sin vosotros.

Ésos cabrones os han tendido una emboscada, han dividido a la manada.

La situación es bastante caótica. Podeís ver a Sejmet y a Dominic batiéndose en un cuerpo a cuerpo encarnizado con dos seres deformes, extraños... Hay otro más, en el suelo, encogido, al parecer herido... junto a su sangre derramada, en grandes cantidades. Tras ellos, cercana a vosotros y a la puerta, Esmeralda empuña su pistola, con el rostro un tanto desencajado y una expresión teñida de ansiedad.

Tal vez llegueís un poco tarde...

Salimos, solo puedo esbozar una sonrisa a Mariela, triste pero sincera mientras asiento cerrando casi la marcha. El olor a la sangre, el sonido de pelea, la sensacion de que no solo es una trampa, sino que es algo mas.
El espectaculo, la lucha de mis compañeros de manada contra esos seres y lo que hay a su alrededor, Esmeralda esta cerca con su arma, creo que es hora de que nos movamos como un solo cuerpo, toda la manada, los guerreros delante abriendo camino. Rasgo con un gesto rapido el vestido para que no me cause muchos problemas al moverse.

Siento que la sangre me hierve, que todo comienza a moverse en un lento movimiento mientras mi cuerpo se prepara para moverse hacia delante a abrir camino si es necesario, primero el del suelo, y luego a ayudar a los demas con los suyos, abrir camino y sacar a nuestro compañero del lugar.

Cojo a Vasily como me es posible, incluso me llego a maravillar de la facilidad con la que llego a hacerlo poniendomelo sobre un hombro y sintiendo como todo su peso cae sobre el mismo.

Me pongo de pie, con la mirada fija en un punto, La puerta. Teniamos que salir de ahí, y solo había un modo de hacerlo, además de deprisa...

Comienzo a correr no demasiado deprisa, no quiero tropezar con nada que no quiera por el camino, paso al lado de Hamza observando su rostro desencajado ligeramente por el olor a sangre.

ojala pueda soportarlo...

Sonrio a Steff agradeciendola que haya mantenido a raya a la gente de fuera mientras daba un poco de vida a nuestro reciente obispo y sigo hacia delante mirando hacia los lados buscando alguna otra salida, algún otro rumbo que no parezca acabar en trampa.

Escucho algún movimiento de Vasily a mis espaldas, quizás es que se mueve. Sea lo que sea denota que mi ayuda ha servido para algo y que por tanto todo puede salir bien aún llegandolo a ver tan negro.

Al llegar a la siguiente estancia puedo ver el combate que se está desarrollando en el lugar. Mis propios hermanos se están enfrentando contra los atacantes de Vasily, es digno de orgullo aunque ahora lo más importante sea salir de allí.

Sin pararme ni mirar a Steff y Hamza que seguramente vengan detrás mia, digo las siguientes palabras.

- Aunque no dudo de la eficacia de nuestros hermanos en batalla, quizás sea mejor separarnos aquí. Que uno venga conmigo y con Vasily para sacarle de aquí y el otro le eche una mano al resto.

Las acciones se suceden, en un baile de sangre y lágrimas, de quejidos y rugidos intensos y profundos. Una nueva selva oscura y nocturna se abre ante vosotros. Sois salvajes, instintos que se mueven reaccionando, contestando a los estímulos que os incitan.

Sejmet logra esquivar el último ataque de su contrincante, que apenas puede comprender por qué no acierta. Su orgullo herido apenas puede manifestarse, porque antes de que pueda contestar a tu pregunta tus garras atraviesan su cuerpo de forma abrupta y desgarradora.

Puedes sentir su carne abriéndose ante tu cuerpo, mientras su sangre fría te humedece, y tus garras atraviesan su espalda, volviendo a la pureza del exterior. Un gemido gutural y lleno de dolor golpea las paredes de la sala, llenándolas de un eco mortuorio...

Tu cuerpo continúa enfebrecido, y atraviesas su piel de nuevo, arrebatándole la vida que le queda... Mientras sus ojos deformes y absurdos se apagan lentamente... Hasta ser tan solo un reflejo del vacío.

Las pesadillas que anidan en tu mente cesan de un modo intermitente mientras buscas la cordura y la fuerza que tus hermanos necesitan. Sientes como todo tu cuerpo desea ser parte de la bala que se esconde en el cañón... Como ansías una venganza justa, una respuesta firme ante su ataque, ante la infame afronta que habeís recibido.

Quieres ser la bala que anule su insolencia...

Y disparas, llena de ira, y de firmeza... Pero el horror no muere, y te impide ser tú, nublando tu vista un sólo instante... Haciendo que tu voluntad no sea el mensaje que esperabas.

Las balas surca el aire sin pausas, sin dilaciones... Pero Sejmet se mueve, y el blanco al que apuntaste no está claro. La trayectoria no es limpia... Los resultados no son buenos.

El primer disparo alcanza a Sejmet, de espaldas, en su hombro derecho, con un ruido opaco y compacto. El segundo perfora la sangre de su oponente, ya condenado... Sentenciándole.

El dolor muerde la piel de Sejmet, sin demasiada intensidad, pero sí de un modo molesto e inesperado.

La ira te consume, y vuelve, una y otra vez, rodeándote, naciendo dentro de ti, fluyendo en tu mirada, inyectando tus ojos en sangre y fuego. Es así como tu enemigo recibe tu hoja, y es así como su dolor alimenta tu hambre...

El filo penetra en su pecho, del mismo modo en que sesgó la piel de su compañera... Igual de monstruosa, igual de culpable, igual de condenada.

Todos ellos lo están... Y tu alma grita, envenenada por la maldad que te rodea... Aunque los cuerpos caigan y sus vidas goteen hasta cesar, sientes que su perversidad os rodea y continúa manchando el aire con el hedor de los caídos en desgracia... De los malditos, de los sin nombre.

Lo sabes... Todo tu ser lo sabe...

Su credo pertenece al Infierno, su Diosa Oscura es el mismo diablo.

Despacio, sacas tu espada de su cuerpo, salpicando tu rostro y dibujando un círculo de sangre en la moqueta... Roja y siniestra.

La mujer demacrada que Dominic venció sonríe, riendo de un modo macabro, falto de cordura, con la mirada perdida en todas partes, buscando algo a vuestro alrededor... Alguien que nadie más ve, pero que podeís sentir...

La presencia del hechicero monstruoso que se ha escondido entre la nada...

Mientras las puertas de la habitación se abren, uniendo a la manada de nuevo... De un modo infame. Mientras algunos peleaís, ya manchados de sangre, otros luchan de un modo diferente, cargando con un Vasily casi inerte, pugnando contra el propio hambre, contra la ira.

El enemigo interior se esconde en cada uno de vosotros, a un paso de la furia más bestial, tentado por la cobardía, buscando vuestras voluntades... Sin éxito. Sosi una manada, unidos, leales, constantes. Os habeís enfrenado a dos amenazas distintas, y aún seguís en pie.

¿Qué más esconde la noche?

Mariela avanza varios pasos hasta llegar al resto de sus hermanos, llevando a hombros a Vasily, casi rendido, seguida por un Hamza frenético y Steff, buscando la concentración que todos necesitáis. Steff se prepara para la batalla decidiendo su siguiente paso, rasgando su vestido...

Mariela trata de ser pragmática.

Cita:

La mirada de Vasily recae en los monstruos que combatís... Herida y llena de rabia. Su voz brota, casi rota y titubeante, pero llena de fuerza y pasión.

- Luchaís contra mí atacando a los míos, y encontraréis en ellos todo lo que habeís intentado arrebatarme.

Después, siente como la debilidad trata de mellarle de nuevo, y os mira, uno a uno, reconociéndoos como sus hermanos, lleno de orgullo.

Lo que tenga que ocurrir, así sea... Sabe que estaís preparados.