Partida Rol por web

Rhosgobel es el nombre del lugar donde vive Radagast, en la linde suroccidental del bosque Negro, tan sólo unos 160 Km. al norte de la colina desnuda donde se alza Dol Guldur. Su nombre (‘heno marrón’) procede del alto seto de espinos que separa la zona del bosque anejo. El Mago pardo vive aquí desde que los hombres del Norte se asentaron en los valles del Anduin. Su presencia ha sido muy beneficiosa para los hombres del bosque, quienes con el tiempo han alzado aquí un pequeño poblado; aquí viven los hombres del bosque bajo un solo techo, una casa larga como tienen por costumbre.

Vuestros viajes os han traído hasta aquí individualmente, y ahora reposáis gracias a la hospitalidad de los hombres del bosque, que os han acogido en su casa larga.

Este gran edificio da en su parte posterior al bosque, y en su parte delantera al Gran río, y tiene dos puertas que se abren al norte y al sur. Radagast viene por aquí a menudo, aunque por lo general prefiere residir en su casa a alguna distancia al sur del gran salón, una casita de techo de paja habitada por todo tipo de pájaros.

En un rincón, cerca de la puerta sur, se encuentra sentado en la penumbra un elfo. De aspecto taciturno, contempla su aguda vista todo lo que acontece en el interior de la morada de los hombres de los bosques, sin decir palabra.

Parece que está allí simplemente descansando, antes de proseguir viaje, y no parece muy predispuesto a entablar conversación con ninguno de los moradores habituales de la casa larga, que tampoco se acercan demasiado a él.

A su lado, a mano, descansa un arco como no se suelen ver habitualmente a no ser en manos de contados elfos, y un carcaj lleno de flechas de plumaje negro, tan negro como su pelo y su humor, al menos aparentemente...

Tarareando una cancioncilla que acaba de aprender, Till sacude los dedos de los pies al calor y abrigo de la casa de los hombres del bosque mientras estira su manta y sus bártulos. Comprueba el buen estado de la flauta, y que su voz no se ha visto afectada por el polvo del camino. 

No puede dejar de sonreir. Ha llegado hasta aquí siguiendo la leyenda del famoso Radaghast, de quien se dicen cosas portentosas. Incluso, algunos murmuran que es un mago! Un mago!

Till saborea la palabra en su paladar. Cuantas cosas podrá aprender de un mago! Cuántas preguntas podrá hacerle! Sus ojillos se iluminan y se le eriza el cabello con solo pensarlo. 

Un mago!

- ≈ Una muchacha de claros cabellos,
A por agua un día llegó;
suelta la lengua, sueltos los rizos,
A mi casa un día llegó... ≈

El hobbit cantaba por lo bajo mientras acomodaba sus pertenencias.

Cansado, pero satisfecho por la llegada al destino me quedé unos segundos mirando en dirección a los árboles cercanos, se escuchaba el trino de alguno de ellos que con su canción animaba el lugar, aunque eran pocos los que se dejaban ver.

Un lugareño había tenido la bondad de indicarme como llegar a este edificio, donde me dijo que me acogerían sin problemas.

Luego entré dentro para inspeccionar tan gran casa, en un rincón había un elfo de pelo oscuro, aún tenía presente el encuentro que tuve con un par de ellos en mi infancia, lo que me hacía ser cauto, pero no lo suficiente como para no ser educado, le hice un gesto con la cabeza a modo de saludo.

En esto llegó un mediano, sonriente parecía contento y comenzó a cantar, no eran desconocidos para nosotros los Hobbits aunque no solían verse muchos, personalmente me parecían un pueblo tranquilo y uno de ellos era capaz de animar una fiesta, a este también le hice un gesto con la cabeza, con una sonrisa más sincera por mi parte.

- Saludos, mediano – dije al tiempo que comencé a quitarme la mochila para descansar mi espalda y ver donde me podía ubicar.

No era la primera vez que visitaba está casa. Menelcar acostumbraba a viajar de una aldea a otra, según su necesidad o la de los suyos. 

En esta ocasión, el motivo que lo había traído hasta el lugar era la ociosidad del norte, donde las buenas cazas y las abundantes recolectas, lo dejaron sin labores que ejercer. 

- Marchare al sur, y habitaré un tiempo con ellos - les dijo al despedirse a sus amigos y familiares del norte - quizás allí sea más necesario, pues, el tiempo de descanso, siempre ha de ser breve o se termina olvidando las cosas útiles - les explicó cuando, con pena, le animaban a quedarse. Pero no fue así y Menelcar, dejó la seguridad de los suyos, para adentrarse en el Bosque y viajar a la aldea de Rhosgobel. 

Entré en la casa, aunque había actividad, no era tan abundante como para no fijarse en los forasteros.Aun así, pese a la curiosidad que pudieran despertarle, Menelcar, saludo antes a sus conocidos y después fue a descansar los pies junto al fuego, donde un congénere y un mediano conversaban amistosamente. 

La llegada del periannath hizo que Borgil arqueara una ceja e incluso esbozara una ligera sonrisa. No se había topado con muchos, pero eran gente inocente con un sentido de la despreocupación y la diversión que sorprendía a todo elfo bien nacido, pero que a él le resultaban soportables, e incluso a veces agradables como compañía.

Suspiró viendo que dos hombres del bosque se acercaban al mediano y, por un momento dudó, aunque tomando un sorbo de su jarra de suave cerveza empezó susurrando y luego ya cantando algo más alto unos versos de la Balada de Leithian, "la liberación de la esclavitud"

¡He aquí! la esperanza de los elfos,
el fuego de Fëanor,
Luz de la Mañana,
antes que el sol y la luna nacieran,
así el fin de la esclavitud llegó, por fin,
del hierro a la mano mortal pasó

contaba el lay que dijo Beren, al arrancar uno de los Silmarils, de la corona de Morgoth...

La música de los elfos era siempre tranquila, demasiado tranquila. Acostumbrado al sonido de las forjas de su pueblo el canto de los elfos era como el molesto trinar de los pájaros.

Al principio Anar observaba desde lejos pero pronto se acercó al lugar donde el pequeño mediano cantaba.

—Saludos mediano. No conozco a los tuyos pero no sabía que cantabais como elfos —dijo saludando cortésmente al elfo que también canturreaba en un rincón—. Cuéntame, maese hobbit, algo de los tuyos. He oído que sois seres sorprendentes... me gustaría comprobarlo.

Una sonora carcajada rompió con la calma que imponían las canciones.

Un alto hombre lo saludó, otro se acercó... una tonada musical que solo podía provenir de uno de la Bella Raza le hizo volver la cabeza y cuando iba a preguntar qué canción era esa, chocó contra alguien de su estatura. Pero mucho, mucho más duro.

Con los ojos como platos Till retrocedió un paso, aferrando la flauta como un salvavidas. O un débil escudo. Tal vez un poco de ambos.

- Maese señor, maese enano... tengan vuestras mercedes un buen pasar y un buen llegar. Luchó por recomponer sus emociones, haciendo una reverencia para ocultar el carmín de sus mejillas y tener tiempo de serenarse. Usted también, maese elfo. Gracias por esas estrofas, son un regalo para mis oidos.

Revisó los nudos de su bolsa, nervioso. Gente sorprendente? No, no lo creo así, Maese Enano. Aunque mi madre, la pobre Lila, diría distinto... con un hijo que salió por los caminos. Casi un Tuck! Eso diría! O tal vez... algo más desagradable. Guiñó el ojo. Pero no son así todas nuestras madres?

Extendió la mano. Mi nombre es Till. Till Hornblower, de Forgmorton, en la Comarca.

¿Un enano? Borgil sabía bien la poca querencia que Thranduil tenía hacia los Naugrim, aunque su relación con ellos había sido más bien escasa, porque pocos se aventuraban cerca de las fronteras élficas de su bosque

Por ello respondió a la cortesía del enano con una inclinación de cabeza, y una sonrisa, o esbozo de ella apareció en su rostro al escuchar las amables palabras del mediano

Lo son... o lo eran dice acercándose, la jarra de cerveza en una mano, y el arco y el carcaj en otra, al mismo tiempo que lanza una dura mirada a los hombres del bosque

Encantado de conocerle, maese periannath, de los Frogmorton de la Comarca. Que vuestro camino sea largo y siempre transcurra por lugares alegres y soleados saluda a Till recordando las fórmulas de cortesía que apenas utilizaba

Yo soy Borgil, hijo de Baraphel y Gwenniel, de lo que ahora los hombres llaman Mirkwood. Y haciendo una pausa dramática, mientras deja arco y carcaj a su lado y se sienta, añade mirando al par de humanos Y muchos de los hombres del bosque de esta zona me temen y me conocen como Borgil Arco Negro

En poco tiempo otro humano y un enano se acercaron a donde esta con el mediano, el enano lo interrogó sobre su cultura, a mi también me interesaba el tema, pues mi curiosidad era uno de mis rasgos principales.

Me resultó gracioso como hablaba, siempre tan educados y musicales, parecía un poco impresionado, quizás por la multitud que pronto se acercó o quizás por la corpulencia del enano.

- Lo mismo te dijo, Till… ¿La comarca? Eso dista bastante, cierta mente bien es sabida la preocupación de nuestros padres, que en paz descanse por cierto el mío – Me lleve los dedos a la frente en signo de respeto.

- Yo me llamo Emeldur, de los pueblos del bosque, no soy de este, pero no me hayo a mucho más de un día a buena marcha de mil mío.

El elfo se decidió a acercarse y hablarnos – Saludos también para vos, Borgil – levanté las cejas con lo de le temían ¿Orgullo, vanidad, afrenta? No había oído hablar de tan presuntuoso elfo – Pues yo no tengo ese placer – Le dije con media sonrisa, sin dejar claro si eran palabras amables o lo ninguneaba

El pequeño finalmente ve como su vena de artista callejero, la que le valiera el almuerzo y la cena (solo el primer almuerzo y la primer cena, lamentablemente, debía estar perdiendo peso) cobra fuerza por sobre su perplejidad y se endereza.

Con una floritura de la capa y una reverencia digna de una corte real, se inclina para saludarlos. Cambia su voz a aquella resonante que usa para cantar, narrar o entretener. Lejana es la Comarca, pero fuertes son mis pies! Till Hornblower, viajero incansable y artista extraordinario, para alegrar sus noches con música y canto! Una buena historia para mi recolección será buena paga, aunque el artista no rechaza invitaciones de manjares!

Su sonrisa es amplia y entrenada. Más de una vez en el largo camino hacia cualquier lado le valieron algunas monedas y un plato caliente.

Se hace el silencio en el gran salón, cuando alguien entra desde el otro lado al que estáis vosotros. 

Veis llegar a un anciano, de elevada estatura pero vigoroso, que no parece ajarse ni debilitarse con el paso de los años. Lleva un sombrero alto de ala ancha y un manto marrón, sobre ropas de colores terrosos, luce una barba rojiza larga y de aspecto desaliñado que se vuelve lentamente gris, y cabello largo y enmarañado del mismo tono. Acompaña su marcha con un largo bastón de roble.

Por si hiciera falta, en el salón se oyen murmullos y alegría con el mismo denominador: ¡Radagast!

El istari avanza hacia vosotros y os hace señal de que os acerquéis al fuego. Toma asiento en un escabel, y le sirven un tazón de caldo de verduras que saborea con gusto, mientras os sirven a los demás. Al cabo de unos instantes, deja el tazón y toma la palabra.

Sed bien venidos, viajeros. Parece que se ha reunido aquí una nutrida representación de los Pueblos Libres. Veo aquí a un elfo del bosque Negro (mae govannen, maese Borgil), a un enano de la montaña Solitaria, (ai-menu Duzhuk, maese Anar), a dos hombres de los bosques (bienvenidos seáis, maeses Emeldur y Menelcar), y lo más maravilloso de todo, un periannath (bienvenido seáis, maese Till). 

Me alegra mucho que os hayáis reunido aquí. La verdad es que llevaba algún tiempo esperando que el Destino cruzara vuestros caminos... precisamente aquí.

Reí las alegres palabras del mediano Till, quizás tras una larga y animada velada algo le cayera de lo que solicitaba, estaba en mis pensamientos cuando llegó sentí una impresionante presencia.

Alguien anunció el nombre de tan insigne personaje, había escuchado hablar de él, pero jamás había estado en su presencia.

Fue imposible negarse a acercarse al fuego tal y como indicó, lo primero que me impresionó es que conocía nuestros nombres y lo segundo es que dijo que nos estaba esperando ¿A mí?

Algo se movió en mi interior y no pude más que tratar de saludar, un poco inseguro, pero al menos decidido a hacerlo – Gracias por su hospitalidad y la de su gente – no me atreví a decir más ¿Porqué nos estaría esperando Radagast?

No es exactamente mi gente, responde el istari.

Es un clan de los hombres del bosque, como el tuyo; la única diferencia es que éste se estableció aquí cerca de mi casa, atraído sin duda por la belleza del lugar, acaba con una sonrisa.

En ese momento, un colibrí entra volando por la puerta y se posa en lo alto del bastón del anciano, que inmediatamente vuelve la cabeza para mirarlo. El pájaro trina durante unos minutos, ante la mirada de todos, y el mago pone cara de entender lo que dice el ave. Luego, asiente con la cabeza y despide al mensajero con un gesto de la mano.

Una partida de búsqueda ha salido de Esgaroth, dice en voz alta, como reflexionando, en busca de un par de enanos desaparecidos al otro lado del bosque. ¡Interesante!

Los ojos de Borgil escrutan detenidamente a Emelcar, calibrando su contestación. Su esbozo de sonrisa podía significar muchas cosas, pero no era aquel ni el momento ni el lugar de discutir sobre el tema, por lo que extrañamente en él, lo dejó correr

Y yo os deseo que no tengáis que conocerme por ese nombre, maese Emeldur. Dudo que se tratara de un placer para vos contesta el elfo relajándose un poco e incluso sonriendo también un poco, sobre todo al escuchar cómo se presenta el mediano

Si no recuerdo mal, la voracidad de los periannath es legendaría!

Está a punto de decir algo incluso simpático al mediano, cuando sus ojos detectan la llegada del Istari antes de que éste cruce la puerta

Aiwendil en persona! susurra para sí mismo mientras se pone en pie como un muelle. Entonces recuerda cómo le llaman los humanos, y le devuelve el saludo

Mae govannen también a vos, maese Radagast

Borgil se limita solamente a enarcar una ceja cuando escucha las palabras de Radagast, sabiendo lo mucho que se contaba de él en la corte de Thranduil. Por eso, no le extrañó nada todo lo que dijo, sino que se limitó a asentir a sus palabras

El destino, a veces, juega extrañas cartas es todo lo que se limita a decir, de forma algo enigmática, en espera de lo que les tenga que decir el Istari

Till por supuesto acude al fuego, pero se siente entre algodones. Cada par de minutos tiene que recordarse no dejar caer la mandíbula como un simplón, o abrir los ojos como una muchacha asombrada por su primer beso. 

Eso sí, observa cada detalle, cada gesto, escucha cada palabra. Las canciones que haré con esto algún día! Radagast mismo, dijo mi nombre! Y que me esperaba! Oh, si mi madre escuchara esto, tendría un infarto!!

El pequeño hobbit rebotó de pie en pie lentamente, con una gran sonrisa. La reverencia que le dedicó al Mago no fue florida, pero si profunda. 

Y por primera vez en mucho tiempo, no encontró las palabras para decir lo que tenía en la cabeza. O tal vez, si cabeza no tenía nada en este momento?

Radagast escucha unos instantes,y luego toma de nuevo la palabra.

Como sin duda sabréis, desde la Batalla de los Cinco ejércitos, el número de orcos, huargos y demás sirvientes de Sauron en Rhovanion se ha reducido mucho, lo que permite abrir de nuevo rutas comerciales, como el Men-i-Naugrim* y recuperar el contacto con gentes y tierras que habían caído en el olvido.

Éste es el caso de un personaje interesante: Huinen el Vidente, que fuera servidor del rey Oropher cuando éste residía en Cor Angálaladh. Al irse Oropher a la guerra y no volver, Huinen escogió no seguir a Thranduil al norte a Aradhrynd, sino permanecer en las profundidades del bosque Negro.

Me interesaría que un grupo fuera hasta allí, a su casa que tengo entendido que se alza en un promontorio llamado Ceber Fanuin, y que está, a vuelo de pájaro, a unos 170 Km al este de Dol Guldur. La misión consiste en ir en mi nombre, para lo cual os proporcionaré un salvoconducto adecuado, ponerle al día de lo que ocurre en el mundo exterior, y volver con lo que tenga que decir.

No os engañaré: hay que travesar la parte meridional del bosque Negro y, aún con muchos menos orcos y la Sombra expulsada de Dol Guldur, no es un viaje de placer: hay arañas, huargos, y quizá otras criaturas malignas. Iría yo mismo, pero tengo trabajo en otras partes.

- Ah… entiendo – le dije a lo primero – Si que es un lugar muy hermoso, salta a la vista – y le devolví la sonrisa.

El elfo parecía conocer a tan afamada persona y el mediano emocionado y absolutamente todos mostrábamos un profundo respeto.

Llegó un colibrí y ocurrió un hecho para mi asombrosa, todos nos quedamos en silencio contemplando los hechos, Radagast parecía entenderle, seguro que fue así por lo que al final nos contó, lo de los enanos desaparecidos, aún habían muchos seres malignos aún e imaginarse lo peor no era difícil.

Cuando nos contó lo de la misión sentí mi corazón emocionarse, cruzar el bosque negro, luchar con criaturas, conocer nuevo parajes… - Será para mi un honor serviros – me presté rápido a la causa ¿Demasiado temerario por mi parte? Quizás aunque Radagast infundía mucho valor y mis ansias de conocer hizo el resto – Podéis contar con mi arco – le confirmé

Y con el mío también, maese Radagast. Nunca tuve mucha relación con Huinen porque en aquella época estaba por otras cosas, pero le recuerdo y espero que él también guarde buena memoria de mi hermano y de mí dice con aplomo el elfo, mostrando por primera vez una escueta sonrisa

Cierto es que no tengo cariño alguno hacia los hombres de los bosques, y que el sentimiento es mutuo, pero estoy dispuesto a dar un margen de confianza a maese Emeldur y maese Menelcar. Parecen hechos de otra pasta y por su edad sé a ciencia cierta que no tuvieron nada que ver con lo que ocurrió añade entre altivo y condescendiente, aunque al decir las últimas palabras la voz de Borgil se oscurece como teñida de dolor

Y las criaturas de Sauron, Annatar o cualquiera que sea el maldito nombre tras el que se esconda ese auténtico mal viviente pueden empezar a temblar si pretenden cruzarse en nuestro camino! termina diciendo el elfo recuperando un poco el atisbo de buen humor que había mostrado, como si tratara de que sus nuevos compañeros de aventuras se contagiaran de su firmeza

El hobbit aún no encontraba sus palabras. Aflojó los dedos sobre la pequeña flauta, no sabiendo qué hacer realmente.

- Maese Radaghast, señor... yo... señor, no puedo más decirle que no estoy a la altura de semejante tarea. Soy un viajero, solo tengo facilidad con las palabras, y dicen que con la música. Mi camino es incierto, pero no soy un guerrero poderoso como el Maese Borgil, o estos hombres que seguramente también saben utilizar las armas que portan...

Su voz tembló levemente. Mi pequeña hoja no ha sido usada nunca más que para desbastar un tronco tal de proporcionarme un bastón; o abrirme un camino en la maleza. Qué puede aportar alguien como yo a esta expedición?